Eduardo Pedro García
Rodríguez
1583 Enero.
Una
flotilla al mando don Antonio, prior de Crato, se dirigió a las Canarias en
enero de 1583 con el propósito de atacar a la Madera al regreso; pero siguiéndole
la desgracia como fiel compañera un tempestad dispersó sus navíos, y tuvo que
virar en redondo camino de Francia sin poder impedir que uno de los buques de
la escuadra fuese a dar, malparado, en la isla de La Palma, donde fueron hechos
sus hombres prisioneros.
Mientras
tanto don Antonio, bajo la experta conducción del mariscal de campo Barda,
hacía su entrada en Dax a fines de enero de 1583.
Por
la misma fecha abandonaba el puerto de Garachico para dirigirse a la isla de La
Palma a tomar declaración a los partidarios del prior de Crato, prisioneros, el
gobernador Lázaro Moreno de León, quien sufriendo una fuerte tormenta en el mar
tuvo que buscar refugio en San Sebastián de La Gomera el 27 de febrero de 1583. De esta manera, Moreno de León iba a
ser testigo presencial del ataque de la flota franco- lusitana, que le había
ido siguiendo 1os pasos por las aguas del Archipiélago.
En
efecto, al día siguiente, 28 de febrero de 1583, divisose al amanecer desde las
atalayas de la isla la escuadra enemiga, que se dirigía derecha al puerto, y no
hubo tiempo sino el preciso para tocar alarma, concentrar las milicias con su
artillería de campo y disponer la torre (ya reparada con su terraplén bajo
conforme a los proyectos de el Fratin) para responder a la probab1e agresión
con los certeros disparos de su artillería.
El
conde de La Gomera, don Diego de Ayala y Rojas, tomó el mando de su pequeño
ejército, y ayudado por dos de sus hijos, Gaspar de Castilla y Diego de Ayala
Guzmán, y por el gobernador de Tenerife Lázaro Moreno, esperaron confiados la
aproximación de los franceses.
A
media mañana la escuadra de Saint-Pasteur-Serrada penetró en el puerto
disparando sin cesar sus cañones, y situándose los navíos frente a la fortaleza
estuvieron largo trecho combatiendo, con propósito evidente por parte de los
invasores de acallar sus tiros para intentar sin tal peligro el desembarco.
Durante más de una hora se cruzaron los disparos entre la tierra y el mar,
logrando los artilleros isleños colocar certeros tiros en la popa de uno de los
galeones con destrozo general perceptible desde tierra y muerte de muchos de
sus hombres. El combate siguió por largo trecho de tiempo rudo y tenaz,
coadyuvando en ofender al enemigo con la artillería de campo las compañías
milicianas, acantonadas en la playa para impedir el desembarco. Los navíos
siguieron sufriendo de esta manera los efectos del fuego de tierra, y quedaron
"bien castigados" al decir
del gobernador de Tenerife Moreno de León, quien no regatea tampoco elogios
para el conde de La Gomera y sus hijos, los que "se batían muy bien
haciendo [el conde] de artillero y de soldado y sus hijos en la marina con la
gente de la tierra", y añadía el gobernador Moreno que él había "holgado mucho de hallarse presente"
en el combate.
Los
franco-lusitanos no se dieron por fracasados con estos reveses, sino que
decidieron intentar el desembarco con las compañías de infantería del capitán
Moro. Las lanchas se poblaron de arcabuceros y piqueros con morrión y
coseletes; pero apenas se pudieron separar de los navíos, porque la granizada
de balas que les enviaban desde tierra impedía todo avance a las lanchas.
En
vista de ello sus capitanes Saint-Pasteur y Serrada ordenaron el reembarque de
la infantería, y después de cambiar otros disparos con tierra alzaron velas los
navíos y zarparon con dirección sudoeste costeando la isla.
La
flota se detuvo entonces frente a la playa de Santiago, donde desembarcó sin
contradicción un piquete de arcabuceros al mando de Moro, que profanaron una
ermita situada en dicho valle de Santiago y quemaron algunos caseríos.
Enterado
el conde de La Gomera por los espías que seguían a caballo a la flota del
desembarco, dispuso la inmediata partida de una compañía de milicias con su
capitán Baltasar Sánchez, quienes escaramuzaron con los invasores, logrando dar
muerte a varios de ellos y coger prisionero a uno que resultó ser inglés.
Reembarcados
los franceses, la flota volvió a alzar velas contorneando La Gomera hacia
noroeste. A la mañana siguiente se encontraban entre esta última isla y la de
La Palma, y en la ruta tropezaron dos navíos que acababan de partir de Santa
Cruz con cargamento para las Indias a los que rindieron y cautivaron.
Mientras
la flota combinada franco-lusitana proseguía su travesía hacia las islas de Cabo
Verde, la de La Gomera se dió prisa en poner en conocimiento del Rey el triunfo
de sus armas, y tras de hacer pública "Información"
de estos hechos ante el escribano Diego Hernández Vaca el 1 de marzo de 1583,
la transmitió a la corte el día 5 del mismo mes el conde La Gomera con un
oficio que firmaban él y el gobernador de Tenerife Lázaro Moreno de León.
Optimista el conde con su triunfo, todavía se atrevió a escribir en el mismo
sentido el 12 de marzo de 1583 al secretario Juan Delgado, y menos respetuoso
con. éste que con el Rey se atrevió a interesarlo en su favor por tales méritos
y constantes peligros, pidiéndole "protección
y mercedes". El rey Felipe II contestó tanto al conde de La Gomera
como a Lázaro Moreno de León con sendas cartas escritas el 6 de agosto de 1583,
agradeciéndoles en los mismos términos el triunfo logrado y la brillante
defensa de la isla y animándoles a seguir por el mismo camino en su servicio y
en el de España. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
No hay comentarios:
Publicar un comentario