EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI
DECADA 1581-1590
CAPITULO XIII-I
Eduardo García Rodríguez
1581. Son acusados, ante el
“Santo Oficio”, diversas autoridades de la isla, incluido el Conde Diego de
Ayala, de realizar tratos con los enemigos de la Fe por admitir a las Armadas francesas, piratas
ingleses y luteranos en la isla de La Gomera.
1581. La colona Juana de Vergara, mujer del Licenciado Feliciano de
Gallegos. Trató divorcio con su marido,
«por las sevicias malos tratos» .Su marido le a procurado desonrar y afretar con dolos y cautelas e
fraudes llévales todas su hacienda, dexándola corrida e aflixida, procurando em
quecerse a si e a sus hijas. Hales hecho donación de ciertos bienes. La
decisión de divorciar es revocada por Juana, ante el notario, en 19/10.1594.
1581. Cumplida su misión reorganizadora, D. Diego Ortiz de Fúnez y
el doctor Bravo de Zayas, se volvieron á la metrópoli, satisfechos del resultado
de su breve, pero fructuosa campaña, contra los enemigos de la Iglesia católica.
El edificio de la Inquisición en la
colonia de Canarias tenía base, pero base tan firme y sólida, como los
principios de intransigencia que sustentaba; no podía, pues, venir á tierra,
sino subir y hermosearse hasta una altura, que desafiara, con orgullo los
embates de la impiedad y de la ciencia libre.
Los sucesores de aquellos dignos eclesiásticos debían
realizar esa halagüeña esperan- za, y poner la última piedra a esa obra
maravillosa, que nos envidiaban ya todas las Naciones extranjeras.
De los datos que poseemos, resulta, que en reemplazo de los
Inquisidores Fúnez y Bravo, vinieron Diego Osorio de Seijas y Juan Lorenzo, los
cuales funcionaban ya
en 1581, cuando se dispuso y ejecutó el octavo auto de fe.
Auxiliábales en sus tareas, como
ordinario, el Prior de la
Catedral, D. Cristóbal del Castillo Maldonado; continuando
siempre de Fiscal el mismo D. J osé de Armas,
que había acusado á la inocente
Dña. Ana Cibo, con tanta virulencia como falsedad.
El poder de la Inquisición, aunque
había sido constantemente acatado y reconocido por todas las Autoridades del
Archipiélago, no había llegado aún al grado de respetabilidad y omnipotencia,
que se disponía á conquistar en el último tercio de aquel siglo.
Todo le favorecía para
alcanzarlo: una ignorancia cada día más densa y extendida; una sumisión, más
abyecta y servil; un pánico, más general y profundo. Desde las clases
inferiores se había comunicado el terror á las más elevadas, y las
inteligencias, como heridas de idiotismo, contemplaban estúpidamente aquellas
fúnebres procesiones, que desfilaban de .la Inquisición á la Plaza mayor, de la Plaza mayor al Convento
dominico, y del Convento dominico al quemadero.
Nadie se atrevía a preguntar:
¿Será ésta la voluntad de Dios? ¿Recibirá con agrado estos sacrificios de
sangre humana? ¿Será esta la senda que nos señaló desde el Calvario? ¿Fué ésta
la enseñanza que nos dejó en su evangelio? El verdugo seguía impasible su obra
de exterminio, y la tranquilidad más completa se cernía sobre todos los
dominios españoles.
Presidía, desde lo alto de su
trono, este movimiento silencioso y metódico de su Trono, el gran Felipe II,
monarca memorable, encarnación del poder absoluto, y fusión del despotismo
civil y religioso en una sola persona.
Todavía, hasta aquella época, lo
había visto la civilización cristiana, una deificación más completa del hombre.
En medio de tantos millones de cerebros, solo el suyo tenia derecho á pensar;
en medio do tantos millones de voluntades, solo la suya tenia derecho á
manifestarse.
Colocado en el trono por
designación expresa de Dios, y engendrado, nacido y educado para gobernar la
mitad del género humano, á nadie en la tierra tenia obligación de dar cuenta de
sus actos, ni aun podía exigírsele lógicamente, que sus acciones se conformasen
con la ley moral, que venia rigiendo al mundo.
Sus pasiones debían ser, por lo
tanto, inviolables y sagradas; sus fallos inapelables; y su justicia
inflexible, como todo lo que participa de la eterna infalibilidad de Dios.
Doblegada la España y sus inmensas
Colonias, bajo el peso de aquel cetro de hierro, la ciencia. avergonzada
enmudeció, el progreso se detuvo en las anchas cumbres de los Pirineos, y la
libertad, perseguida hasta en el último pliegue de la conciencia, buscó asilo
en medio de otras razas y de otros países, á donde llevó en cambio el
bienestar, y sus riquezas y la luz.
Este despotismo era, en tanto, un
ejemplo seductor, que alentaba necesariamente á otros monarcas; y, si bien no
todos poseían el civilizador ariete de la Inquisición, se valían
de otros medios, no menos eficaces, para obtener el mismo resultado.
Abundando sin duda el Rey Carlos
IX de Francia en las religiosas ideas del gran Felipe, preparó y llevó á feliz
término la matanza de los Hugonotes, triunfo glorioso, que hizo palidecer de
envidia a su rival. Sin embargo, esto no impidió, que al saberlo el Rey de
España, mandase cantar un Tedeum en todas sus catedrales, para dar gracias á
Dios por tan maravillosa inspiración.
Digno es de conservarse, y de que sea de todos
conocido el acuerdo en que se consignó ese curioso hecho en el Cabildo de la Catedral de Las Palmas,
porque es mas elocuente que cualquiera
otra reflexión.
Dice así: l0 de Octubre de 1572.-Se
vieron dos cédulas reales, escritas al Cabildo, por las cuales mandaba el Rey
Felipe II, se hiciesen procesiones y plegarias por el aumento de la Cristiandad, y
prósperos sucesos de la
Santa Liga de Francia. Por
la otra cédula, mandaba se diesen gracias á Nuestro Señor, por la gran merced, que hizo
al Reino de Francia, y a toda la
Cristiandad, en ser servido, que el Rey Cristianisímo pasase
á cuchillo la mayor parte de los herejes, que habían en aquel Reino.
Bajo este criterio se gobernaba
entonces á los pueblos, y se afirmaba y extendía una religión, que había venido
al mundo á traernos el perdón de las injurias y la fraternidad universal.
(Agustín Millares Torres; 1981)
1581. Nace en San Juan de la Rambla el criollo que andando el tiempo sería alférez
de milicias Sebastián Méndez
Montañés. De ascendencia de colonos portugueses y de Martín Rodríguez,
estuvo casado con Jerónima Hernández de la Guardia. Representa
otra de las familias dominantes del
pueblo de San Juan de la
Rambla en Chinet (Tenerife) en la primera mitad del siglo
XVII. Vivió en la casona de balcón de celosía de la plaza de la iglesia. Sus
descendientes enlazaron con notables familias de criollos y colonos de esta
isla.
1581.
Son
acusados, ante el Santo Oficio, diversas autoridades de la isla, incluido el
Conde Diego de Ayala, de realizar tratos con los enemigos de la Fe por admitir a las Armadas
francesas, piratas ingleses y luteranos en la isla, durante la visita del
Corsario francés Jacques Sores.
No
dejan de ser curiosas la declaraciones de los testigo e inculpados por la Inquisición española
en Canarias, por ello, reproducimos algunas de las mismas.
Declaración de Martín Manrique en
el proceso del conde de La
Gomera :
"Iten declaro que el dicho
don Diego de Ayala enbio a llamar a este que declara con Silvestre de
Valladolid y este que declara fue a su mandado y llegado le dixo: "Señor Manrique; merced me hara muy
grande que vaya de mi parte a hablar con el general desta armada y le de la
bienvenida y le ofresca 1o que oviere en la tierra y trate con el que no salte
gente con armas", y a esto estaba presente toda la isla porque fue
publico; y este que declara le respondio: "Señor;
ya V. m. sabe yo estoy no bien dispuesto, que yo holgara estarlo" ; y
respondio el dicho Miguel de Monteverde: "Señor,
si yo estuviera bueno yo fuera, mas estoy malo de la gota. Justo es que V. m.
vaya aunque aya trabajo"; y el dicho don Diego dixo que fuese otra
vez, y que fuese en mi compañía Diego de Zamora y yo me parti la vuelta de la
mar para efecto de cumplir su mandado..."
Declaración de Juan de Valladolid
en el proceso de Juan de Ocampo:
"... vido este testigo a
Juan de Ocampo gobernador... que se quexava en una rueda de gente de don Diego,
sennor de la tierra, porque enbiaron a otro a hablar con los franceses y no lo
enviaba a el y con esta quexa le bido llegar.. .donde estava el dicho don Diego
y le dixo... "Señor, quexoso estoy
que siendo yo servidor de vuestra merced enbia a otro a hablar con los
franceses y no me quiere enbiar a mi siendo yo bastante como el que
enbia"; y el dicho don Diego dixo: "Si
yo enbio alla a Martin Manrique es porque entiende la lengua"; ya esto
dixo el dicho Juan de Ocampo: "No
sino que quiere vuestra merced quitarme el provecho sirviendole yo y darlo a
otro"; y el dicho don Diego le dixo que no dixera aquello, que no se
entendia y enojose y bolviole las espaldas y fuese y despues dende a un rato se
dixo que el dicho Juan de Ocampo fué en un barco a bordo de las naos y que
estaba alla con 1os franceses..."
Declaración de Amador Álvarez en
el mismo proceso:
"... luego que surgieron en el dicho puerto entro Juan de Ocampo
gobernador de la Gomera
en las dichas naos y les pregunto que buscaban y que les darian lo que oviesen
menester por sus dineros con que se fuesen luego y que si traían alguna gente
que resgatar se la resgatarian y que esto dixo porque el dicho Pablo
[Reynaldos] avia.dicho que trayan gente que resgatar y que como se trataba el
resgate este declarante les yva a llevar agua a los navios..."
Declaración de Martín Manrique:
"Salio en tierra un cavallero frances, llamado Mosior Xixele,
luterano, que dizen fue secretario del príncipe de Coae y salido en tierra le
hizo gran acatamiento el dicho don Diego de Ayala, y le llevó a su casa y le
dio de comer y música y comieron y se festejaron todos juntos y Miguel de
Monteverde, el qual hablava con ellos y con los demas franceses la lengua
francesa..."
Otros de los que sirvieron de
intérprete a Sores fue el criado de Miguel de Monteverde, Juan Ortiz, quien además
comerció con los franceses comprándoles un indio (sic).(A.H. N.: Inquisioi6n,
leg. 1.831. Cuaderno de la visita del doctor Bravo de Zayas en 1573.)
Declaración de Mencia Bello en el
proceso de Juan de Ocampo. Dicha testigo declaró cómo el gobernador mandó
repartir harina para que amasasen pan para surtir a los franceses y cómo había
acudido Ocampo a su casa posteriormente, acompañado de varios piratas, en busca
de dicho articulo. Mencia Bello declaró que ella se resistió a dárselo, y que
en cambio abasteció de pan a la "gente
del campo" que se concentró en la villa.
En casa de Baltasar Zamora se
hospedaron algunos franceses. Su hermana Ursula les guisaba de comlir.
Se le acusaba también de haberles
dado de comer carne en viernes.
El justificó la presencia de los
pirata por el hecho de tener taberna abierta y no poderse negar a atender a los
que le pagaban. Estos datos obran en su proceso.
En su casa también comieron
diversos luteranos. El se justificó ante
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