Eduardo Pedro García Rodríguez
1584 Enero 23.
Se presentaron en el puerto de El
Hierro una nao francesa con un pataje y una zabra de la misma nacionalidad con
propósito de apoderarse de las embarcaciones allí surtas.
Eran éstas un navío de la isla de
Tenerife, que estaba cargando pastel, propiedad de Diego López, y dos barcas
herreñas del vecino de Valverde Baltasar Hernández Lemos.
Los navíos, que procedían de Ruan
y con tripulación luterana, trataron el 23 de enero de acometer a las
embarcaciones canarias; para ello las acometieron por la fuerza, y aunque desde
tierra se hizo una defensa encarnizada, llegando a morir en la refriega uno de
los vecinos, no pudieron impedir que los piratas cargasen con las barcas y el
navío, con los que se situaron en las afueras del puerto.
Envalentonados los franceses se
acercaron de nuevo al surgidero con propósito de desembarcar para robar la
tierra; mas las milicias y el paisanaje armado, que ya habían tenido tiempo de
concentrarse en la playa, se lo impidieron repetidas veces hasta que los
piratas desistieron de su empeño.
Entonces, viendo los vecinos que
los franceses hacían señas para rescatar, y temerosos de su ruina si llegaban a
saquear las casas y bodegas, acordaron que fuese como mensajero a entrevistarse
con ellos Miguel de Molinos. Este acudió confiado a la llamada, se ofreció como
rehén, y solicitó de los piratas que enviasen uno de sus jefes a tierra como
garantía de sus buenos propósitos; pero los bandidos, desleales, acordaron
retenerlo para más asegurar el rescate, colocándolo en la proa de uno de los
navíos con arcabuces enfilados para que lo viesen desde tierra los vecinos.
Los piratas, seguros, ya del
rescate, se avinieron a tratar de él con Diego López, y concertándolo en seis
pipas de vino, que al final elevaron a ocho, devolvieron las embarcaciones y el
mensajero cautivo internándose seguidamente en el Océano. (En: A. Rumeu de
Armas, 1991)
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