No es casualidad que las
mayores festividades de Canarias tengan lugar precisamente en la época estival,
fundamentalmente a partir de la llegada del solsticio de verano o año nuevo
guanche y tampoco es una casualidad que el centro de esas celebraciones sean
las mujeres, independientemente del nombre festero que actualmente predomine en
cada localidad, sobre todo después de la mal denominada evangelización,
consustancial a todo colonialismo.
En Canarias,
desde los tiempos más remotos, la población femenina tuvo un enorme
protagonismo, como atestigua Espinosa (Del
Origen y Milagros..., p 39): ”Con
unos cuernos de cabra o unas como palas de tea...cavaban...o escarbaban la
tierra y sembraban su cebada. Esto hacía el varón, porque todo lo demás, hasta
encerrarlo en los graneros o cuevas, era oficio de las mujeres”.
Los antiguos bimbaches, refiriéndonos a los varones, adoraban a un
ídolo masculino (Erahoranhan) y las mujeres a uno femenino, que denominaban
Moneiba y creían que vivían en los altísimos peñascos. No es casualidad que el
santuario ahora dedicado a la
Virgen de los Reyes se haya construido en la Dehesa de Sabinosa, a 1577
metros de altitud sobre el nivel del mar. Tales creencias dualistas reflejan la
equiparación o equilibrio entre las personas de uno y otro sexo, según Pérez
Saavedra y constituye una muestra más del avanzado desarrollo social de los
bimbaches en particular y de la sociedad canaria en general.
Cuando tardaban las lluvias, ayunaban tres días seguidos y gritaban al
cielo, llamando el agua, en el lugar conocido en nuestro idioma como
Tacuytunta, cerca de la cueva Abstenehyta, implorando a las divinidades,
utilizando como intermediario el animal sagrado que llamaban Aranfaybo.
Interesantísimos resultan los cantos y bailes milenarios: “bailaban
cantando, y creo que de allí tiene su origen el famoso baile canario. Eran muy
aficionados a los convites, que ellos llamaban guatibao” (Torriani, p 212),
baile que también pervive en “El Minué” de la Bajada de la Virgen de la Palma, según han documentado recientemente
investigadores británicos.
“Las faenas agrícolas, en particular la recolección y el
almacenamiento, relacionadas con la fertilidad, son funciones por lo común en
manos femeninas” (Pérez Saavedra, La mujer en la Sociedad Indígena
de Canarias).
“Siendo la cebada tostada y molida (gofio) la base de la alimentación
aborigen, su cultivo fue probablemente una actividad compartida, pues si bien
la agricultura de jardinería, junto al hogar, la iniciaron las mujeres, como
complemento de la recolección de plantas silvestres, la agricultura de arado
fue labor masculina (Pérez
Saavedra, p 60).
“La tierra para sembrar a la primera lluvia aran con cuernos de cabrón,
sus granos de cebada, que las mujeres cogen, la espiga majan, aventan con las
manos y palos, tuestan y muelen “ (Marín
de Cubas, Historia de las siete islas
de Canaria, p 155).
Lo mismo
viene confirmado por Abreu Galindo: ”Rasguñaban
la tierra los hombres y las mujeres derramaban en la tierra la que se había de
sembrar” (Hª de la Conquista de las 7 Islas
Canarias).
Abreu y
Galindo escribe en la p 160 (Op. cit.): ”Cuando
estaban en sazón las sementeras, las mujeres las cogían llevando un zurrón
colgado al cuello, y cogían solamente la espiga que después apaleaban o pisaban
con los pies, y con las manos las aventaban”.
Y continúa la
descripción: ”Las maestras eran
ancianas de buena vida, hacían loza de barro o greda parda mezclada con arena,
platos, gánigos o barrencillos, pilones o cazolones para echar agua; untaban
con almagra los cuarteroncillos y bruñíanlos con guijarros, cocían la loza en
un hoyo en el suelo cubierto de tierra o arena y encima mucho fuego, y salían
buenos; sabían moler a tahonilla la cebada tostada, que es un pan llamado
gofio, cernían de cuero agujerado muy sutilmente a fuego, y sabiendo estos
oficios se podían casar” (Marín
de Cubas, p 206).
Bernáldez
escribe: “e las mugeres exercitavan
tanto el trabajo como los hombres, e aún más”.
“Las hembras atendían los animales domésticos próximos al hogar. El ganado tenía
cierto carácter sagrado en el culto a la fecundidad. Sus pieles las curtían y
cosían las mujeres” (Pérez Saavedra, p 138).
“La cerámica, los tejidos y la pintura eran labores preferentemente
femeninas, lo mismo que las tareas domésticas, como la molturación del cereal
(gofio), en molinos de mano o en morteros de piedra” (Pérez Saavedra, p 138).
Y añade Pérez
Saavedra: “La pintura estaba
íntimamente relacionada con la cerámica a mano, con las pintaderas, el tejido y
los adornos, actividades eminentemente femeninas y con las que se plasman
muchos simbolismos de la magia y de la religión”.
Muy emotivo
el siguiente comentario de Torriani: ”La
tela tejida con hojas de palmera fue tan admirada por aquellos que la vieron,
que su inventora -que según dicen ellos, fue una mujer- merecía ser celebrada
como si fuese otra Aracne, famosa entre los poetas” (Torriani.
Descripción de las islas Canarias, Cap. XXXIV).
Escribe Abreu
Galindo acerca de la pesca: “Echábanse
a nado hombres y mujeres y muchachos...Si iban mujeres con sus hijos, tanta
parte daban al hijo como a la madre. Y si estaba la mujer preñada, le daban
su parte a la criatura que estaba en
el vientre” (Abreu Galindo, p 160).
En el
Ovetense encontramos el siguiente comentario: ”Las mujeres hacían esteras de junco majados para se cubrir y para
colchones. Hacían también ollas de barro grandes y pequeñas cazuelas y otras
cosas en que comían. Sacaban lumbre con dos palillos, bruñendo el uno con el
otro. Tenían por toda la tierra cosas
proveídas con cebada y molinos pequeños de mano en que molerla” (Ovetense,
p 163, en Canarias: Crónicas de su
Conquista).
Las citas y
referencias bibliográficas serían interminables. Para abundar más en el tema
remitimos al citado libro de Pérez Saavedra, un excelente compendio de lo que
significa la mujer en nuestra sociedad, con una abundante bibliografía sobre el
tema.
Las mujeres canarias deben recuperar el
protagonismo, merecidamente ganado, que siempre tuvieron en nuestra sociedad,
lo que era reconocido por nuestros antepasados, divinizándolas incluso, sobre
todo a la mujer y madre, lo que hábilmente ha sido suplantado por el clero de
una religión eminentemente machista, existiendo abundante documentación sobre
la rivalidad entre Pedro y La
Magdalena como continuadores del cristianismo.
La iglesia católica, apostólica y romana no es ajena a esta
situación, muy al contrario, interesadamente, ha usurpado en su beneficio las
tradiciones y costumbres de los pueblos colonialmente sometidos, como es el
caso del pueblo canario, y además los propios santuarios, sobre los que
edificaron los de la obsoleta, sectaria e impuesta, con la cruz y la espada,
religión.
En el Archipiélago Canario
esta suplantación se traduce en que cada una de las siete islas tiene su propia
patrona, denominándose Virgen de la Candelaria en Chinet, Virgen del Pino en Tamarán,
Virgen de la Peña
en Maxorata, Virgen de los Volcanes o de Dolores en Titerroygacat, Virgen de
Guadalupe en La Gomera,
Virgen de los Reyes en Ero y Virgen de las Nieves en Benawaré.
Apoyamos decididamente estas manifestaciones de nuestro pueblo,
pero preferimos como emblema de las fiestas nuestra enseña nacional, la bandera
tricolor, blanco, azul y amarillo, con siete estrellas verdes.
Mimerahaná zinu zinuhá/Ahemen aten haran hua/Zu Agarfú fenera nuzá
(Que lleven aquí, que traigan aquí/qué importan agua, leche y pan/ si Agarfa no
quiere mirarme)
(Torriani, p 203).
¡Por ver a la
Madre Amada no siento la caminada!
Movimiento
por la Unidad
del Pueblo Canario
Movimiento UPC
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