1585 Septiembre 30.
Había recibido el Cabildo de
Tenerife, por la vía de la
Madera, un detallado parte de la salida de los corsarios
ingleses de Inglaterra, noticia que como es natural circuló de una-s islas a
otras, tomándose por todas ellas las acostumbradas medidas de seguridad. A
aumentar la alarma vino todavía un nuevo aviso del marqués de Lanzarote,
recibido en La Laguna
el 25 de octubre de dicho año, por transmisión del gobernador de Gran Canaria
don Tomás de Cangas, participando "hallarse
surtas en la ysla de Lobos siete velas gruesas que traían Almiranta y
Capitana".
Dicha flota inglesa (que no era
la de Drake como se ha supuesto) tuvo la virtud de movilizar todas las fuerzas
de las islas, acordándose, por ejemplo, en la de Tenerife, la visita a las
fortalezas para proveer las convenientemente de pólvora; el acantonamiento fijo
de una compañía de infantería y dos hombres de a caballo en el puerto, de Santa
Cruz, para lo cual se turnarían las distintas compañías de la ciudad; la
fabricación de bizcocho en abundancia, y la extracción de pólvora (que se
guardaba en el subterráneo del convento de San Agustín como el lugar más
seguro) para repartirla en La
Orotava y Garacllico.
Desde Tenerife fué reexpedido a
la isla de La Palma
el aviso del marqués de Lanzarote, dando motivo a una reunión extraordinaria de
su Cabildo el 4 de noviembre, en que se acordó dar las gracias a la primera
isla por su solicitud en avisarles, así como que fuesen convocados todos los
capitanes para acudir a la posada del teniente de gobernador Jerónimo de
Salazar, con objeto de visitar las fortalezas, establecer el turno de
vigilancia de las compañías y disponer otras medidas análogas de seguridad.
Los ingleses aseguran que el 3 de
noviembre, según el cómputo gregoriano (24 de octubre para los protestantes),
divisaban las naves la isla de Lanzarote, ignorándose por nuestra parte el
tiempo que en ella permanecieron y en que se entretuvieron. Sabemos, en cambio,
por fuentes españolas exactas, que el 7 de noviembre se divisaron frente a
Santa Cruz de La Palma
muchos y poderosos navíos que, en lugar de pasar de largo, "se estuvieron entretenidos [dando] una buelta y otra",
lo que despertó la alarma de la ciudad y con ella de toda la isla, hasta el
punto de concentrarse en la capital por esta causa todas las milicias palmeras.
Dada la proximidad de fechas entre el aviso circulado por Tenerife (con
retraso, cada vez de más días, entre una isla y otra) y la presencia de la
flota de Drake, se estimó en La
Palma ser un mismo enemigo el que no cesaba de soliviantar a
las islas en cruceros ininterrumpidos por entre sus aguas.
De esta manera, el primer
itinerario de Drake debió ser en la ocasión que describimos Lanzarote-La Palma,
donde apareció el 7 de noviembre, para desaparecer poco tiempo más tarde con
rumbo ignorado.
Ahora bien; ¿en qué se entretuvo
el pirata en aguas del Archipiélago desde esa fecha hasta el 13 de noviembre en
que atacó Santa Cruz de La Palma,..
?
Surge en el intermedio un
episodio ocurrido en el año 1585 en la isla de Fuerteventura-aunque sin otra
precisión cronológica-que nos impulsa a creerlo relacionado con una posible
estancia del pirata en dicha isla o en sus contornos. En ese año desembarcaron
en la isla de Fuerteventura, donde fueron apresados, diecisiete ingleses que se
dijeron tripulantes de un navío británico de nombre Prima Rosa, saqueado según
confesaron por piratas franceses, que les forzaron a desembarcar en la isla
mencionada. Si se tiene en cuenta la identidad de nombre entre el navío que
conducía el vicealmirante Martín Frobisher, el Primrose y la fecha análoga de partida de Inglaterra-verano de
1585-, ¿sería aventurado pensar que los marineros detenidos en Fuerteventura se
perdieron del grueso de la expedición de Drake, al recorrer las costas de la
isla para piratear, teniendo que buscar abrigo, extenuados, en aquella propia
tierra? Cuanto declararon los marineros ante la Inquisición sobre
supuestos saqueos de franceses tiene todo el aire de una burda patraña
inventada para ocultar la personalidad de Drake, cuyo solo nombre, por ellos
pronunciado, podría acarrearles severísimos castigos.
Los nombres de los piratas
conviene recordarlos porque algunos de los mismos darán mucho que hacer a las
autoridades insulares; eran éstos: John Smith, Edward Stride, John Gold,
William Baker, William Ware, Thomas Simms, William Winter, John Ware, Michael
James, Melchior Devlin, Stephen Tangye, Peter Johnson y otros varios cuyos
verdaderos nombres se ignoran por desfiguración ortográfica. (En: A. Rumeu de
Armas, 1991)
1585 Noviembre 11.
Fue acercándose a la isla de Gran
Canaria, en cuyo Puerto de la Luz
ancló el famoso corsario Drake con propósitos nada pacíficos.
Era entonces gobernador y capitán
general de la isla don Tomás de Cangas, y éste dispuso inmediatamente las más
urgentes medidas de resistencia. Tocadas las campanas a rebato, congregadas las
distintas compañías de las milicias isleñas en las playas y enfilados los
cañones de los fuertes sobre la flota británica, tal aparato bélico fué
suficiente para hacer desistir a Drake del intento, alzando velas y
desapareciendo por diez año8 de las costas de Gran Canaria. (El único
historiador, entre españoles e ingleses, que se refiere a la presencia de la
escuadra británica en aguas del Puerto de la Luz es fray José de Sosa en su Topografía de la
isla de Gran Canaria (pág.191). Bien es verdad que Sosa es historiador
Competente e informado y que da todo género de detalles sobre la presencia de
Drake, que hemos referido; pero no es menos cierto que ningún otro documento,
relación o historia, española o inglesa, hablan de esta etapa de la
expedición.)
Entonces la escuadra inglesa,
navegando con dirección noroeste, fue a dar en las costas de La Palma, al norte de la ciudad
capital, donde fue divisada por unos pescadores tinerfeños al atardecer del día
12 de noviembre, situada a la altura de Los Sauces. (En: A. Rumeu de Armas,
1991)
1585 Noviembre 13.
Francis Drake descendió con sus
navíos por el litoral de la isla hacia el sur, y apareció a la vista de la
ciudad cuando sus embarcaciones cruzaron por delante de Punta Llana. Al mismo
tiempo que Drake llevaba a cabo esta operación con el grueso de la flota (unos
diecinueve navíos), otra división de la misma, compuesta por los restantes, se
dirigía contorneando la isla por el porte, con rumbo a Tazacorte, para
fraccionar las fuerzas de la misma, restando eficacia a la defensa de los
naturales.
Desde Punta Llana, Francis Drake
organizó la flota en disposición de combate. El con el Bonaventure a la cabeza, fue señalando el camino a los demás
navíos, que avanzaron alineados siguiendo una recta dirección que había de
conducirlos a la playa de las Norias de Bajamar, al pie del risco de la Concepción, en la parte
más meridional del término de Santa Cruz de La Palma. A medida que los
navíos avanzaban, Drake se fué separando en vanguardia de la línea de
formación, de manera que el Bonaventure
que por su poder llamó la atención de los canarios "como vela muy gruesa", era por su situación el más próximo a
tierra. Cuando los últimos navíos se hallaban situados en perfecta formación
frente a la ciudad dispararon sendos cañonazos para que todos recortasen la
marcha, y Francis Drake, respondiendo de la misma manera al aviso" se
dirigió con el Bonavelnture a cuya
popa llevaba un batel de remolque, a sondear el puerto en dirección a la playa
mencionada.
Mientras los ingleses maniobraban
de esta manera, en tierra no se desperdiciaba ocasión para disponer y preparar
el combate. Desde el día 7 de noviembre de 1585, con la primera alarma, todas
las compañías de milicias isleñas se habían concentrado en la ciudad capital,
acordando sus capitanes Luís Álvarez de Brito, Juan Fernández Sodre y Nicolás
Ortiz, en unión del teniente de gobernador y capitán general Jerónimo de
Salazar, las primeras disposiciones de guerra. Para ello contaron también con
la valiosa ayuda y colaboración del famoso ingeniero Leonardo Torriani, que por
aquellos meses residía en la isla de La Palma dirigiendo las obras del muelle y
estudiando su fortificación.
Los capitanes visitaron las
fortalezas de la capital, que eran entonces tres: el fuerte de San Miguel o
torre del muelle, artillado con cuatro cañones; el castillo de Santa Catalina,
en el que jugaban diez potentes piezas de artillería, y el fuerte del Cabo,
defendido por dos pequeños cañones. Eran alcaides de las fortalezas de La Palma en el momento
expresado, por elección de su Cabildo, los capitanes Bartolomé González Acosta
y Pedro Hernández Señorino, y puestos ambos de acuerdo con el gobernador
Salazar revistaron los fuertes, dando las disposiciones de guerra necesarias
para el posible combate.
El capitán general Jerónimo de
Salazar fue repartiendo además en trincheras y caletas de la costa la gente que
se había concentrado del interior de la isla, de manera que en corto plazo podía
darse por satisfecho al lograr movilizar frente al enemigo todas las
disponibilidades militares de La
Palma. Con este aparato bélico se mantuvo la capital durante
cinco días, hasta que el 11 de noviembre de 1585 el teniente de gobernador,
creyendo pasado el peligro, autorizó a "los hombres del campo por la falta que hacian a las sementeras"
para retirarse a sus hogares, como efectivamente lo hicieron al día siguiente,
12 del mes mencionado. Sin embargo, apenas tuvieron tiempo de incorporarse a
sus tareas, pues en la mañana del 13 las hogueras de las atalayas los fueron
llamando a todos para acudir en defensa de la ciudad atacada.
De esta manera, vueltas a
concentrar las milicias, se situaron en las playas y desembarcaderos de la
capital las tres compañías de Santa Cruz de La Palma, al mando de sus capitanes, los regidores
Luís Álvarez de Brito, Nicolás Ortiz y Juan Fernández Sodre, mientras fueron
acudiendo del interior de la isla con la vertiginosa velocidad característica
las restantes compañías de infantería, a tiempo unas de participaren la acción
y otras con retraso, limitándose a guarnecer a la capital con posterioridad a
la misma. Eran éstas las nueve compañías de Punta Llana, San Andrés,
Barlovento, Garafía y Punta Gorda, Tijarafe, Los Llanos, Breña Alta, Breña Baja
y Mazo.
Sumaban las tres compañías de la
ciudad 450 soldados; de ellos, 174 arcabuceros y 286 piqueros; las nueve del
interior de la isla, 1.395 soldados; de ellos, 426 arcabuceros y 879 piqueros;
de manera, que en total la isla disponía en 1585 para su defensa de doce
compañías de infantería, que sumaban 1.755 soldados distribuídos en 600
arcabuceros y 1.165 piqueros.
Por su parte, Bartolomé González
Acosta, como alcaide de la torre de San Miguel, y Pedro Hernández Señorino,
como alcaide del castillo de Santa Catalina, dispusieron las fuerzas bajo sus
órdenes para la defensa, contando con la colaboración del condestable Mario
Cardoso y de los artilleros Nuño, Hernández, Francisco González y Domingo
Morera.
El alcaide Hernández Señorino fue
el que inició el combate, disparando la artillería de Santa Catalina sobre los
navíos de la, escuadra de Drake, como queriendo advertir al pirata que La Palma tenía pólvora bastante
para gastar en salvas.
En efecto, el Bonaventure fue señalando a las demás
embarcaciones de la flota el camino, a seguir hacia la playa de Bajamar, y
todas ellas, manteniendo la formación primitiva en hilera, fueron derivando por
delante de la ciudad, previos los sondeos de Drake, hasta alejarse de los tiros
del castillo de Santa Catalina, situándose entre la torre de San Miguel y la
playa aunque todavía a cierta distancia conveniente de tierra.
Todos los navíos traían, al decir
del capitán general Jerónimo de Salazar, "por
sus proas zabras, lanchas, bateles y barcones llenos de gente sin muestra en
ninguna parte de bandera ni sonido de atambor".
La fortaleza de Santa Catalina,
que era la que por su extraordinario porte divisaban los piratas desde el mar,
juzgó oportuno disparar entonces sobre ellos todos sus cañones, a pesar de
hallarse la escuadra, como hemos dicho, algo retirada de sus tiros hacia el
sur. Pero el terrible estruendo de sus diez cañones no sirvió sino para
envalentonar a los piratas, que pudieron apreciar inmediatamente que estaban
situados fuera del alcance de los mismos.
Drake entonces, con el Bonaventure a la cabeza, dió orden a la
escuadra de acortar la distancia de tierra para mejor herirla con sus tiros.
Mas en aquel preciso momento la torre del muelle o de San Miguel, en la que se
hallaba el alcaide Bartolomé González Acosta, dirigió sus cañones contra el Bonaventure, con tan certera puntería
que sus dos
primeros disparos fueron a dar de
lleno en el navío almirante produciendo importantes destrozos en el mismo,
visibles desde tierra, y según parece un trozo de metralla estuvo a punto de
segar la vida del temido pirata.
Con ello se produjo la ruptura
total de la formación de la flota, pues los demás navíos y bateles acudieron en
auxilio del Bonaventure y le rodearon
casi por completo. De esta manera ofrecieron mejor blanco a los tiros de la
torre de San Miguel, que aprovechándose del desorden continuó disparando sin
interrupción sobre la escuadra enemiga, dispersándola y produciéndole sensibles
daños en los navíos y bajas en sus tripulaciones. Entonces la escuadra inglesa
enfiló sus cañones a tierra y disparó sobre la ciudad y la torre con escasa
puntería., pues las balas fueron en su casi totalidad a estrellarse en los
riscos que cubren a la ciudad por su espalda.
Largo rato duró el cañoneo entre
la ciudad y la escuadra británica, viniendo a comprometer la situación de la
misma el viento reinante, que impedía ahora a los navíos distanciarse de
tierra. Francis Drake rehizo como pudo su formación de combate y ordenó
entonces, en un supremo intento el desembarco en la playa de las Norias de
Bajamar. Los soldados de Carleill, que desde el principio de la acción ocupaban
sus puestos en las barcazas y lanchas de desembarco, se fueron separando
lentamente de los navíos; pero la artillería de la torre de San Miguel y la de
campo de que disponían las milicias impidieron a las lanchas avanzar. Por otra
parte, la acción impetuosa del oleaje-que ese día vino a favorecer con
violencia inusitada a los palmeros-contribuyó a desordenar a los asaltantes,
obligándoles a reembarcar en los navíos.
La escuadra de Drake se situó
entonces, en actitud dubitativa, a cierta distancia de tierra, hasta que hacia
las tres de la tarde el pirata dio a sus navíos orden de zarpar, desapareciendo
de la vista de la ciudad con dirección sur.
La personalidad celebre pirata no
escapó al conocimiento de los isleños, pues por una nao bretona que había
entrado en el puerto horas antes de la presencia de la escuadra en Santa Cruz
de La Palma,
súpose "que hera armada de
Ynglaterra de que venia por general Fran(cis)co Draque", lo que llenó
de entusiasmo a sus moradores por haber rechazado victoriosos a quien comenzaba
a ser la figura más representativa de la Inglaterra isabelina.
El ataque de Drake ha dejado
también su huella en los carcomidos Libros de Acuerdos del antiguo Cabildo de La Palma, donde constan, en la
sesión del sábado 16 de noviembre de 1585, algunos de los pormenores del
combate, hasta que los navíos enemigos "se
fueron fuyendo por el mucho daño que se les hizo".
En Tenerife túvose la primera
relación minuciosa del ataque el 25 de noviembre del año mencionado, en cuya
fecha el Capildo de la isla se reunió en sesión para acordar nuevas medidas de
defensa que afectaban a esta última y a la de La Palma (32) .
Tres días antes, el 22 de
noviembre, el Cabildo de La
Palma volvía a reunirse en sesión solemne en la que se acordó
enviar un mensajero a Su Majestad con la relación del suoeso, así como
prevenirle de los propósitos del pirata, pues se creía entonces en la isla que
Drake se proponía cruzar por segunda vez el estrecho de Magallanes para
internarse en el Océano Pacífico. La isla aprovechaba también la ocasión para
demandar de Felipe II varias piezas de artillería, pólvora y municiones.
En aquella misma sesión
compareció un mensajero de la isla de Tenerife, pues su Cabildo se hallaba
deseoso de saber el resultado del ataque, cuyo estruendo artillero se había
percibido desde distintos parajes de la isla. Además los regidores no dudaban
del mismo, teniendo en cuenta que pescadores tinerfeños habían divisado al
grueso de la
Por su parte, el capitán general
y teniente de gobernador Jerónimo de Salazar informó al Rey, el 7 de abril de
1586, dándole cuenta de los principales pormenores del ataque, y su relación
original, conservada en el Archivo de Simancas, nos ha servido ahora para, en
unión de otras fuentes, reconstruir tan glorioso episodio histórico.
Así finalizó el primer ataque
inglés a las Canarias, en el que Santa Cruz de La Palma tuvo el alto honor de
derrotar al más grande de los piratas ingleses, destrozándole su navío
almirante y causándole daños y bajas en las embarcaciones y tripulantes.
Años más tarde, al escribir el
famoso poeta español Juan de Castellanos, beneficiado de Tunja, sus conocidas
Elegías de Varones Ilustres de Indias en el capítulo no impreso hasta fecha
reciente titulado Discurso de el Capitán Francisco Draque describe el combate
de Santa Cruz de La Palma
en los siguientes términos:
Las vanderas inglesas embarcadas
por no perder mejores ocasiones,
en busca de las Islas Fortunadas
guian los bien armados galeones;
pero no las hallaron descuidadas,
antes con necessarias municiones;
luego La Palma saquear entiende
mas con valor insigne se
defiende.
Andu(vo la re)friega de buen
arte,
en ambas partes salitrosos truenos,
no dándole lugar al estandarte
contrario para ver aquellos
senos.
En efecto, Francico Draque parte
deste puerto con dos navios menos
y algunas lanchas de las suyas
rotas
con los ardientes globos y
pelotas.
(En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1585 Noviembre 16.
De La Gomera la escuadra
británica derivó a la isla de El Hierro, en cuyo puerto desembarcó Drake sin
resistencia por parte de los naturales. De su estancia en ella tenemos cumplida
información no sólo por Leonardo, Torriani, sino por un mercader inglés que
habló en dicho puerto con el pirata. El 16 de noviembre de 1585 Drake
desembarcaba en la isla "treze
banderas con hasta tres mill hombres muy bien armados y en [el] dia y medio que
estuvo en una playa los exercitaba" sin descanso.
El 18 de noviembre el pirata
quiso intentar el ascenso hacia la capital, Valverde; pero de un lado, el "ser muy áspera, estrecha, alta y de
mucho riesgo la subida", y de otro, "averse levantado borrasca de viento", le forzaron a
"embarcarse sin hazer ningún daño" en la isla.
Esta última determinación de
Drake fue acertada, pues arreciando el temporal los navíos se dispersaron,
siéndole forzoso al pirata detenerse algunos días en aquellas aguas para
restablecer la formación de la escuadra.
Cuando el temporal amainó, Drake
volvió a planear un segundo intento de desembarco en Santa Cruz de La Palma, hasta que aconsejado
en contrario por los demás capitanes de la flota decidió aprovechar el viento
favorable, que empezaba a hinchar las velas de los navíos, para abandonar la
empresa internándose en el Océano...
Las últimas andanzas del pirata
en aguas canarias durante la expedición de 1585 tienen su reflejo en los Libros
de Acuerdos del Cabildo de Tenerife, pues esta isla estuvo especialmente
preocupada en aquellos días, temerosa de un ataque inminente por parte de los
ingleses. El 25 de noviembre de 1585 el Cabildo conoció satisfecho cómo por
medio de sus avisos el enemigo había encontrado prevenidas con todos los
aprestos de guerra a las islas de La
Palma y La
Gomera, y acordó seguidamente redoblar las medidas de
seguridad y dar aviso al Rey del riesgo que corrían y de los propósitos de
Drake, que parecía dirigirse al "Piru
y Magallanes,".
1585 Noviembre 25.
El Cabildo de Tenerife celebra
sesión para valorar los resultados del ataque de una división de la escuadra de
Francis Drake al puerto de Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma).
Según Rumeo de Armas: “En dicha
sesión se leyó una carta de la isla, de La Palma con los pormenores del suceso, que el
Cabildo de Tenerife escuchó complacido, al comprobar cómo sus partes y avisos
habían servido para prevenir militarmente "e a punto de guerra" a la
isla de La Palma.
Además se acordó fletar uno de
los barcos anclados en el puerto de Santa Cruz para que llevase al rey Felipe n
el aviso de los navíos corsarios que merodeaban por las islas con la razón "de sus designios. ..y como se entiende
que de la mayor escuadra de ellos es capitán Francisco Draques... el que estuvo
en Magallanes..."
Por otra parte, el mensajero
debería dar cuenta al Rey de las medidas de guerra acordadas y de "como los navios y barcas grandes [del
enemigo] a mas de dos meses que los tienen casi sitiados".
Para ello fue fletado el 2 de
diciembre Un navío de Álvaro de Rocha, que había de
pilotar Mateo Perdomo.” (En: A.
Rumeu de Armas, 1991, nota a pié de página)
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