1740 noviembre 9. Fue avistada una goleta inglesa,
que sin dificultad alguna, sacó de Jinijinamar y Tarajalejo dos balandras allí
refugiadas, completamente cargadas de mercancías procedentes de Gran Canaria y
de Tenerife.
El 17 de noviembre el Bergantín
de Pedro Alvarez que transportaba además de una abundante carga, 120 pasajeros,
fue abordado por una goleta inglesa. El día 21 una balandra que venía de Gran
Canaria cargada con provisiones y armamento y pólvora para la isla, fue atacada
cuando desembarcaba la mercancía, por el corsario Davidson al mando de dos
balandras. Los ingleses se apoderaron de la balandra y de casi toda la
mercancía, los isleños solo pudieron salvar un barril de pólvora tan necesaria
para la defensa de la isla. El día 24 una lancha desembarcaba 54 marineros
fuertemente armados al mando del subteniente Benabar Bill en la ensenada de
Gran Tarajal.
La Batalla del Llano
Florido.-
Los ingleses tomaron el camino de Tuineje. Pero esta vez los isleños ya estaban sobre aviso, el sistema de vigía funcionó a la perfección y antes del amanecer el gobernador ya tenía noticias del desembarco. Sánchez Umpiérrez dio las órdenes convenientes para la concentración de las compañías de Tuineje, Tiscamanita, Agua de Bueyes, Casillas de Morales y Antigua, que deberían confluir en el puesto designado, donde él mismo se incorporaría con la compañía de Pájara que iba a sus órdenes. Al llegar Umpiérrez al lugar señalado y al no encontrar al resto de compañías se dirigió con sus hombres hacia Tuineje para no perder tiempo. ¿Qué había ocurrido? La diferencia de distancias fue la causa de que las primeras compañías citadas llegaran antes al lugar prefijado, y pensando sus jefes que eran suficientes para presentar combate se habían puesto en marcha hacia el enemigo.
Mientras
tanto los ingleses habían llegado a Tuineje y se habían dedicado a saquear de
nuevo la Iglesia
de San Miguel, repitiendo hechos irrespetuosos, esta vez con la imagen del
santo a la que arrancaron el bastón y un brazo que se llevaron como trofeo. Al
contemplar como se aproximaban las compañías de isleños, abandonaron el pueblo.
No existe una relación detallada de la batalla del Llano Florido como la hubo en la de El Cuchillete. Pero podemos hacer una reconstrucción bastante cercana a como se desarrollaron. Las compañías mencionadas debían estar muy próximas a Tuineje cuando los invasores comenzaron a evacuar el pueblo. Los isleños con gran superioridad numérica, mejor armados que un mes antes y con sus oficiales al frente, y por tanto con una gran moral y pleno convencimiento de su victoria, decidieron caer sobre el enemigo sin esperar por su jefe superior. Los oficiales atacantes no adoptaron un plan de ataque, y atacaron en campo raso sin protección alguna en la zona conocida como Llano Florido. Posiblemente tal precipitación se produjo porque los invasores se retiraban ya hacia el sur camino de Gran Tarajal; y porque la formación inglesa, ante la superioridad numérica de las milicias, ahora mejor armadas, rompió filas y comenzó la huída hacia el puerto por la ruta que aún se encontraba libre.
No existe una relación detallada de la batalla del Llano Florido como la hubo en la de El Cuchillete. Pero podemos hacer una reconstrucción bastante cercana a como se desarrollaron. Las compañías mencionadas debían estar muy próximas a Tuineje cuando los invasores comenzaron a evacuar el pueblo. Los isleños con gran superioridad numérica, mejor armados que un mes antes y con sus oficiales al frente, y por tanto con una gran moral y pleno convencimiento de su victoria, decidieron caer sobre el enemigo sin esperar por su jefe superior. Los oficiales atacantes no adoptaron un plan de ataque, y atacaron en campo raso sin protección alguna en la zona conocida como Llano Florido. Posiblemente tal precipitación se produjo porque los invasores se retiraban ya hacia el sur camino de Gran Tarajal; y porque la formación inglesa, ante la superioridad numérica de las milicias, ahora mejor armadas, rompió filas y comenzó la huída hacia el puerto por la ruta que aún se encontraba libre.
En ese
momento llegó al campo de batalla Sánchez Umpiérreza con la compañía de Pájara
y pudo contemplar el desarrollo del combate. Salió disparado a galope tendido
acompañado por el capitán Melchor de Cabrera y dos soldados a caballo.
La batalla
en el descampado fue de solución rápida, con menor diferencia de armamento que
la refriega anterior, con los oficiales al frente, con la presencia de al menos
ocho soldados a caballo y mucho más mortífera, por la falta de protección de
los atacantes y por el completo exterminio de los invasores.
Por parte de
los isleños hubo cinco muertos y algunos heridos. Del lado inglés los 55
hombres quedaron tendidos sobre el campo de Tuineje. No cabe la menor duda que
en este caso hubo un exceso de crueldad por parte de los isleños, quienes
hartos ya del constante acoso y el bloqueo marítimo a que habían sido sometidos
por los corsarios, y sobre todo enfurecidos por los repetidos ultrajes a las
imágenes sacras de la Iglesia
de San Miguel se emplearon a conciencia para exterminar a los invasores. Si lo
que buscaron los isleños fue un escarmiento que alejara futuras incursiones
corsarias, no hay duda de que lo consiguieron a la perfección. Porque estas
derrotas sangrientas debieron circular entre los corsarios británicos que
merodeaban en aguas de Canarias que no se atrevieron a nuevos desembarcos en la
isla.
Con respecto
a los barcos anclados en el puerto de Gran Tarajal, al igual que en el ataque
anterior, tras permanecer anclados unos días a la espera de noticias de sus
hombres y tras negociaciones con los isleños para la liberación de los posibles
prisioneros, finalmente zarparon rumbo a Madeira. La balandra San Telmo, que ya
venía desde Gran Canaria, no la pudo localizar.
Tras estos
enfrentamientos el gobernador de la
Isla solicitó medidas de protección para la isla, y por parte
del gremio de comerciantes se armó un navío de treinta cañones. Que realizó una
campaña durante un mes sin encontrar un solo barco inglés. También se armaron
tres navíos corsarios que lograron capturar cuatro naves inglesas y un pingüe
holandés, cargado de pólvora, hierro y otros efectos diversos a medio camino de
Santa Cruz de Berbería.
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