martes, 4 de noviembre de 2014

Ritual de curación de las lombrices



“Colócase al paciente boca abajo, se le unta la espalda con la sangre de la cresta de una gallina negra ó mejor un gallo y se le pasa rapando una navaja de barba hasta que al operador le parezca que ha echado sangre bastante, cuya sangre proviene de las cabeza de las lombrices cortadas; luego debe tomar una dosis de polvo de  santónico 3 gramos, echados en leche por la mañana en ayunas durante cuatro días.” (Extracto de A través de las Islas Canarias, de Cipriano de Arribas y Sánchez, 1900.)
Sin duda el ritual de los cortes es una suerte de subyugación al poder del Yerbero, un acto de fe, fe necesaria para curarse, porque su poder reside en sus manos, en su conocimiento, pero sobre todo es un “don” de Dios.
La inmensa superstición asociada o quizás provocada por la ignorancia de las gentes, unidas a un ritual que acrecienta por su espectacularidad el carácter mágico del tratamiento, hacen ignorar el hecho, de que el santónico está documentado como remedio para las lombrices, desde la época de los griegos, llegando a ser llamado, hierba mata lombrices.
Esa superstición hacía acudir a los Yerberos en busca de remedios, de alivio de sus males, originados en su ignorancia, por demonios o espíritus que los asolaban, el Yerbero cura su temor con un ritual, inutil y ridículo a nuestros ojos, y sana su cuerpo con los remedios que conoce; aunando en sus curas mágia y conocimientos ancestrales. Cura el alma y el cuerpo.
La medicina actual es mucho más eficiente en sus remedios farmacológicos para curar el cuerpo, pero dejan el alma, entendiendo el alma como la parte emocional, para el sicólogo o el siquiatra. Quizás deberían de aprender esta parte de los Yerberos. El “ritual” es tan importante como el remedio.
Aunque tampoco hay tanta diferencia, antes todo eran demonios, espíritus, hechizos, ahora son “virus que andan”.
Alejandro Carracedo Hernández
P.D.: Por supuesto no pido que los médicos realicen sacrificios ni cortes indiscrimanados, me refiero al hecho “mental” de cualquier cura.

1900.

Nuevo y eficaz rezado contra los hechizos

“Examinando de antemano los orines del paciente, embrujado ó hechizado, que conoce esta enfermedad, colocando boca abajo el frasco que los contiene y en la sombra que en el interior proyecta la tapa, cree ver la toca de la bruja hechicera y el Taumaturgo le enjareta el exorcismo:
(Nombre del afectado), criatura de Dios, yo te curo y ensalmo, de mal aire, mefítico, colado, pestilencial, pantanoso, de  ojos de brujos y hechiceros, magnéticos y endemoniados, de duendes, malefícios y males impuestos, susto, quebranto, fiebre, tabardillo, anima arrimada, costado y de cualquier dolencia que tengas en tu cuerpo, botándole donde se queme y no haga daño á nadie. Jesús en cruz murió y en cruz te curo yo, y así como estas palabras santas y verdades, se sirva quitar el mal que tenga (nombre del afectado) en su cuerpo.
Si el mal te entró por los piés y las manos te lo cure San Amaro; si por la barriga Santo Domingo; si por el corazón, la Santísima Madre de Dios; si por el estómago San Gregorio; si por la garganta San Blás; si por la cara Santa Clara; si por los quejos San Alejo; si por la boca Santa Polonia; si por la nariz Santa Beatriz; si por los ojos Santa Lucía; si por el cuerpo San Sebastián; si por la piel San Roque; si por la frente San Vicente; si por la cabeza San Juan Bautista; si por las articulaciones San Felipe Nery; si de de mordedura de perro Santa Quiteria; si de perro rabioso Ntra. Sra. de Baldejimena; si es lepra hechicera San Lázaro; si es por las espaldas, te lo sane Nuestro Señor Jesucristo que es quien todo lo puede; si mal no se quita suplicar á Santa Rita y si es imposible la cura á Santa Rosa de Lima. (Se reza por seís días seguidos y doce si ha pasado un viernes antes de empezar la cura, rezando tres credos cada vez).

Tres te lo dieron, tres te lo han de quitar, que son Padre, Hijo y Espíritu Santo, Amén Jesús; tres mil veces Jesús, José y María.”  (Extracto de A través de las Islas Canarias, de Cipriano de Arribas y Sánchez, 1900.)

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