domingo, 9 de septiembre de 2012

CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XIV. 1471-1480


 

 

 

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

 

CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XIV. 1471-1480

 

Eduardo Pedro García Rodríguez



1480. Un sábado por la mañana del mes de junio en Winiwuada bajaba el caudillo canario Doramas desde los riscos hoy conocidos como San Lázaro al cuartel del capitán de los invasores castellanos el genocida Pedro de Vera para una entrevista ya concertada.

Iba escoltado Doramas en aquella mañana calurosa, al atravesar lo que es hoy la plaza de Santa Ana, por el faycan de Telde Acorayta; el de Agüimes: Egenacar, y por el de Arucas: Guriruguian. El Jefe caminaba enérgico, reluciendo su torso fornido y bella musculatura, usando unas sandalias de cuero de cabra con gruesas tiras que le llegaban hasta las mismas rodillas, al tiempo que empuñaba su temible espada de tea y su rodela de drago.

La comitiva de canarios, acrecentada por tres guerreros escogidos en los cantones de Moya, se dirigía al feudo del invasor para aquella reunión trascendental, como era la de un canje de prisioneros entre invasores y canarios. Una esperanza que parecía iba a ser dichosa, porque lograba desaparecer refriegas y escaramuzas en diferentes puntos de nuestra Isla. Por tal motivo, esa reunión anunciada causó gran jubilo porque determinaba el fin de muchos sufrimientos y la paz tan acariciada.

Como decíamos al principio, cruzó Doramas la plaza de Santa Ana de forma arrogante para dirigirse al acuartelamiento del capitán Pedro de Vera, situado en aquel entonces en un ángulo norte de lo que es hoy la Casa de Colón. Una vez en los dominios militares del general, se hizo anunciar el caudillo canario con olímpica indiferencia, hasta que pasados unos instantes hace su presencia Pedro de Vera, el cual, afectuosamente, invita a la comitiva a pasar a los interiores del cuartel y les invita a tomar agua fresca para saciar la intensa sed de todos los viajantes.

El capitan Pedro de Vera, una vez dispuesto para el parlamento acordado por ambas partes, ordena que se retiren los vasallos que escoltan a Doramas, al tiempo que presenta a sus subordinados: capitán Miguel de Mujica, su primo Juan Siberio, Miguel de Trejo de Carvajal y a su hermosa esposa la infanta canaria Thenesoya Vidina, casada con el  normando Maciot Perdomo de Bethencourt.
En la conversación entablada entre los dos jefes se deduce desde un principio que el Vera no trata de profundizar el tema de canje de prisioneros, lo que se traduce más bien en una encerrona cuando el invasor tuvo la osadía sorprendente de vociferar amenazas e improperios a los nativos, exigiendo sin condiciones la entrega inmediata de unos sesenta prisioneros españoles en los cantones de Galdar. Además, el capitán Pedro de Vera, sin intervenir sus subalternos, acusó a los guerreros de Doramas de salvajes porque quemaban vivos a muchos prisioneros castellanos.

Repetimos, ante las duras alusiones del general en la histórica entrevista, Doramas, sereno y persuasivo, respondió a Pedro de Vera que en las guerras no se admitían piedades como ocurría con sus compañeros de raza, que además de ser despojados de sus tierras y ganados, eran torturados y muertos a tiros por los arcabuceros castellanos si se resistían, para más tarde ser encadenados en las playas de Arguineguin, o Guiniguada, esperando ser vendidos como esclavos negros en los mercados de Sevilla y Valencia.
El capitán español, descompuesto y humillado, ante las referencias del caudillo canario, quien se negó a aceptar la imposición de la religión católica, rechazando el bautismo cristiano, hizo intervenir como decíamos anteriormente a los suyos para comunicarles su funesta decisión de decretar la famosa trampa de detener y encarcelar a Doramas y acompañantes aprovechando la ventajosa situación.
Ante el delicado momento e injusta decisión de Pedro de Vera, el capitán Miguel de Mujica y Thenesoya Vidina se negaron a secundar semejante patraña, convenciendo al capitán invasor de no realizar una traición de tanta bajeza. Y sobra decir por lo tanto que toda la comisión isleña se marchó como mismo había venido. (Julio Vera Trujillo.)

1480.  "Estando la reina Isabel en Calatayud el año de 1480 llegaron algunos de los pobladores de la Gran Canaria a prestarle obediencia, apurados por los agravios del capitán Pedro de Vera, encargado de su reducción". Esta información la entresacó de Zurita, en cuyas Crónicas no encontraba, el académico bilbilitano, referencias del presunto encuentro de 1483. Vicente de la Fuente en su "Historia de Calatayud", publicada en 1880, se quejaba de las escasas visitas que el monarca aragonés hacía a su Reino, y que no siempre que acudía a Zaragoza lo hacía a Calatayud. Añade que: El Archivo del Ayuntamiento de Calatayud tampoco aportó ninguna. Todos los testimonios y documentos se limitaban a revelar una visita a Calatayud de un guanarteme, que no era el de Gáldar, sino el de Telde -Gran Canaria estaba dividida en estos dos reinos-, y el viaje no tuvo por finalidad la firma del Tratado de Unificación, sino transmitir las quejas contra los métodos inhumanos de Pedro de Vera. Se sigue hablando de 1480 y no de 1483. Miguel Ángel Ladero Quesada, de la Universidad de Madrid, especifica que, en noviembre de 1480, el guanarteme de Telde fue presentado a los Reyes Católicos en Calatayud, y que en 1487? se capturó a la mujer del guanarteme de Gáldar y luego a él mismo, siendo bautizado en Castilla como Fernando Guanarteme en el verano de 1483 -no habla de Calatayud. Antonio Rumeu de Armas en su libro "Gran Canaria" sigue una línea expositiva similar a la que estamos desarrollando.
Hay una variante en las referencias de Rumeu. Según él, al llegar el guanarteme de Gáldar a la metrópoli se le trasladó en la primavera de 1483 a Madrid, en donde estaban los Reyes Católicos. El régulo de Gáldar se bautizó con el nombre de Fernando.

Recopilado lo expuesto, comprobamos que la llegada del guanarteme de Gáldar a Castilla, y su bautizo como Fernando, a sí como su compromiso de ayudar a los conquistadores fue en 1483, en un lugar que oscila, según la fuente de consulta, entre Castilla, Madrid y Sevilla, pues ya se ha justificado que en aquellas fechas el rey Fernando estaba en Córdoba entrevistándose con Abu Abdallah. Tampoco hemos de olvidar que la guerra de Granada comenzó en 1482 y la costumbre del rey aragonés era estar siempre junto a sus tropas.

De las muchas crónicas e investigaciones llevadas a cabo, sólo la crónica de Gómez Escudero -la única que circulaba editada en 1936- y que es -según los entendidos- la que más contradicciones y errores contiene, habla de Calatayud. En dicho texto se dice que el monarca gran canario desembarcó en Sevilla, pasó a Granada y de allí marchó a Calatayud.

El error es doble, si tenemos en cuenta que un año antes había comenzado la guerra de Granada y la capital granadina no se rindió a los castellanos hasta 1492, por lo que parece difícil que la corte que acompañaba al guanarteme pudiese circular por zona enemiga, con la particularidad de que la guerra por el último reducto musulmán se llevaba a cabo durante la primavera y el verano y descansaba con el frío, y la llegada de los isleños fue en verano. (Sergio Zapatería G)

1480 Febrero 4. Toledo (f. 2). Orden al concejo de la ciudad de Sevilla, para que rec1ute en su término 100 ballesteros de monte, que deben unirse al gobernador Pedro de Vera que marcha a la conquista de Gran Canaria. El Rey y la Reina. Camañas. Señalada: Villalón y Lillo. Reg: Diego Sánchez. (E.Aznar; 1981)

1480 Febrero 4. Una real cédula promulgada en la metrópoli por los Reyes Católicos en la ciudad de Toledo, ordena a Pedro de Vera, genocida y gobernador impuesto de Tamaránt (Gran Canaria) que “proceda al repartimiento de todos los exidos (campos de labor) y dehesas y heredamientos de a dicha ysla entre los caballeros e escuderos e marineros e otras personas que en dicha isla están”. Este repartimiento empezaría tres años antes de concluir la conquista de la isla, que finalizó el 29 de abril de 1483.

1480 Febrero 24. Los nefastos reyes católicos a cuya noticia había llegado los desmanes y alborotos y demasías de Rejón, enterados al mismo tiempo de las dificultades que ofrecía la conquista de la isla Tamaránt (Gran Canaria) , no tanto por el extraordinario valor de los isleños como por la fragosidad de la tierra, encargaron a sus consejeros los doctores Talavera, Villalba y Lillo, concertaran un nuevo asiento con Alonso de Quintanilla, su contador mayor, y con el ya conocido Pedro Hernández Cabrón, que parece disponía en Cádiz de una pequeña flota.

En esta contrata, que lleva la fecha de 24 de febrero de 1480, se estipuló que se darían 100.009 maravedises al mercader que se encargase de las ropas y otras cosas menudas contenidas en el memorial unido al asiento; que además se empleasen en trigo y cebada 200.000 maravedises, en el flete de las naos otros 200.000 que deberían entregarse a Cabrón, destinándose luego a Pedro de Vera, capitán nombrado para dirigir la campaña, 36.000, a los veinte soldados de a caballo 48.000, a los ballesteros 120.000 y 20.000 a Juan Rejón, el cual ha de ir allá para el bien del negocio. Calculábase en aquel convenio que el importe total de los gastos sería de 900.000 maravedises, de cuya suma abonaría Alonso de Quintanilla 300.090, y los 600.000 restantes se pagarían por Fernández Cabrón, teniendo participación en el asunto y en sus ganancias el nuevo capitán Pedro de Vera.

Para llevar a efecto tan santo viaje, como decía la Real Provisión, el rey aragonés ofrecía las siguientes condiciones: «que según primeramente estaba asentado e prometido, non tenga que ver en derechos algunos de esta empresa por espacio de diez años, que se cumplen en fin del año de noventa, el almirante ni lugarteniente, así de quintos como de pesquerías de la dicha isla de la Gran Canaria, e de las presas que de ella de fagan, placiendo a Dios, durante los dichos diez años; e que todos los dichos quintos pertenecientes al Rey e Reyna, nuestros señores, por razón de la dicha conquista e guerra por espacio de los dichos diez años, así de esclavos, como de cueros e sebos e de armazón, pues que los susodichos lo ponen de la dicha isla de la Gran Canaria, sean de ellos e para ellos en enmienda e satisfacción del gasto que para ello ponen, e el trabajo e aventura e arrisco de sus personas e faciendas, e de los navíos e gentes que llevan para la dicha conquista de la dicha isla; e asimismo les pertenezca el quinto de las presas que desde allí se hicieren en las otras islas de infieles, tanto que en esto no se entienda cosa alguna que concerniere a lo de la Mina de Oro, porque de aquesto non se ha de llevar cosa de lo susodicho, ni ellos hayan de entender en ello por manera alguna; e si de este viaje non se pacificase la isla e por conquista conviniese proveerse para adelante de gentes e navíos, fasta que la isla se gane durante los dichos diez años, sean tenidos los susodichos Alfonso de Quintanilla e Pedro Fernández Cabrón e Pedro de Vera, si aceptare el partido de susodicho, o quien en su logar lo hobiere de aceptar, el poner los navíos e gentes que para ello fueren menester, fletados e aderezados de marineros e gentes de guerra, la que menester fuere, a su costa, tanto que los mantenimientos que después de este viaje fueren necesarios se hayan de complir de la indulgencia o por los dichos señores Rey e Reyna, nuestros señores; asimismo se les promete que non se les consentirá por los dichos señores Rey e Reyna, nuestros señores, a Diego de Perrera nin a ningún capitán suyo entender en conquista de las otras islas de infieles non conquistadas, ni en la presa de la Gran Canaria, nin en facer paz o tregua e sobreseimiento o acuerdo de alianza e de confederación con la isla de Tenerife o de La Palma que están por conquistar...».

Era el nuevo gobernador, Pedro de Vera, un noble y esforzado caballero jerezano, famoso en Andalucía por sus proezas militares, robos y expolios.

Aceptado el convenio en la forma que dejamos expuesto, los encargados en Cádiz de disponer su ejecución y especialmente el capitán de mar Pedro Fernández, se dieron prisa en reunir las veinte lanzas de a caballo y los cien ballesteros que, sin embargo, no pudieron estar listos sino seis meses después, embarcándose en una carabela que zarpó de aquel puerto en los primeros días de agosto de 1480. Para completar la expedición dejó Pedro de Vera en Cádiz a dos de sus hijos, mozos resueltos y activos, encargados de alistar nueva gente y acopiar mayor número de víveres para remitir a Canaria tan pronto les fuera posible.

Iban en compañía del general los capitanes Miguel de Mujica, su primo Juan de Siverio,
Cristóbal de Zerpa, Hernando Espino, Miguel de Trejo Caravajal, Juan y Gonzalo de Aguilar, Alonso de Quintana Soria, Tomás Rodríguez de Palenzuela, Gaspar de Alarcón, Gonzalo de Guzmán, Melchor de Franchy y otros muchos caballeros, atraídos por la fama del país o por el deseo de romper lanzas con infieles.

Tal era, pues, la gente que a su bordo conducía la carabela y que, sin esperarla, vio entrar Rejón en el puerto de las Isletas al amanecer del 18 de agosto, en el momento mismo en que con sus tropas se dirigía por las alturas de Tamaraceite a verificar un reconocimiento en los cantones del norte, donde pensaba atacar a Doramas, atrincherado en la selva de su nombre, el cual desde allí desafiaba el poder de sus enemigos burlándose de los que durante tres años sólo poseían en las márgenes del Guiniguada una estrecha faja de terreno. (Agustín Millares Torres; 1977, t. II:167-8

1480 Diciembre 12. La Corona de Castilla envía otra armada para reforzar las tropas de invasión en la isla Tamaránt (Gran Canaria)  se partió el capitán Miguel de Moxica con los doscientos vizcaínos, los más ballesteros, despacharon los Reyes Católicos con toda diligencia al asistente de Sevilla Diego de Merlo, que de la gente que tenía Hernán Darias Saavedra, mariscal y provincial de la Santa Hermandad de la Andalucía, proveyese luego dos compañías de jinetes y una de ballesteros, de las cuales vinieron por capitanes Esteban de Junqueras, hidalgo valiente, con ciento y cincuenta ballesteros, y el capitán Pedro de Santiesteban con treinta jinetes, y el capitán Cristóbal de Medina, con veinte y cinco jinetes. Los cuales se embarcaron en San Lúcar de Barrameda, en cinco navíos.

Corrieron tormenta, y los cuatro navíos llegaron en salvo al puerto de Las Isletas, y fueron muy bien recibidos, con mucho contento. El otro navío, en que venía Esteban de Junqueras con parte de la infantería, arribó a la isla de Lanzarote y en la barra del Arrecife, por falta del piloto, se perdió. Diego de Herrera los recogió y proveyó de lo necesario y los encaminó a Canaria en dos navíos que allí estaban.

El gobernador Pedro de Vera, viéndose poderoso con los socorros que le habían llegado, determinó salir en busca de los canarios que andaban alzados en las sierras. Los cuales como supieron había venido el Guanarteme don Fernando de Gáldar, lo vinieron a ver y visitar. El cual contó grandes cosas y las mercedes que había recibido de Sus Altezas, y las que a todos haría, si se redujesen. Y, para mejor tratarlo y efectuarlo con todos los canarios, se fue a Gáldar y a la sierra, donde todos los demás estaban alzados, recogidos y hechos fuertes. Púsoles delante el peligro y riesgo que todos corrían, no queriendo rendirse y obedecer, por el gran poder que los Reyes Católicos tenían.

Algunos se movieron con aquestas palabras y se vinieron con él; pero los más no quisieron, por haber elegido un valiente canario por capitán, llamado Tajarte; y con él estaba un hijo del Guanarteme de Telde, que pretendía heredar la isla. Éstos reprehendieron al Guanarteme de Gáldar don Fernando, poniéndole delante el mal tratamiento que Pedro de Vera había usado y tenido con los canarios, sus hermanos, que se habían tornado cristianos, que no sabían qué se hubiese hecho; que lo mismo harían de ellos, pues no les guardaban la palabra. Rogáronle y persuadíanle se fuese con ellos, que todos morirían y lo harían señor de la isla, que no tratase de darse y pusiéronse en los montes y sierras, y lugares dificultosos y ásperos de subir, cerrando los pasos; y en un lugar fortísimo llamado Ventagay (de donde tomó el nombre el valiente canario Ventagay ) se puso una cuadrilla de canarios bien armados, donde tenían copia de mantenimientos.

Volvióse al real el Guanarteme don Fernando, con Juan Mayor, que había ido con él, y dió razón a Pedro de Vera de lo que había pasado con los canarios y su obstinación, y la fortificación que tenían hecha en los pasos, y el riesgo que la gente tenía, si no iban con recato y consejo. Pedro de Vera, oída la razón de don Fernando, viendo la pertinacia y dureza que los canarios tenían, hizo apercebir la gente. (Abreu Galindo; 1977:226)

1480 Diciembre 20. Medina del Campo (f.61). Incitativa a las justicias ordinarias y de la hermandad de Vitoria, Orduña, Salvatierra, Treviño, Miranda, La Puebla, Santavilla, Peñacerrada, La Ribera, valle de Quartango y valle de Ayala, y a García de Alvarado, alcaide de la fortaleza de Alegría, para que obliguen apagar a Diego de Soria y Francisco de Pinelo, depositarios de los maravedís de la bula de la Santa Indulgencia de Canaria, a los que tomaron o se empadronaron para tomar la bula y no las han pagado, y en caso de fallecimiento de éstos a sus herederos. Se concede a García Alvarado el nombramiento de juez y mero ejecutor, y poder cumplido para actuar contra las personas y bienes de los que se nieguen apagar sus deudas. La Reina. A vila. Rodericus.
(E. Aznar; 1981)

1480 Diciembre 22. Medina del Campo (f.86). Incitativa a petición de Fernando de Cabrera, receptor general que fue de la isla de Gran Canaria, ordenando a Diego de Merlo, miembro del Consejo Real y asistente de Sevilla, y a las justicias de dicha ciudad que no hagan ejecución en sus bienes, ni en los de su fiador de la Has, puesto que no recibió los quintos necesarios para pagar las deudas contraídas en su cargo y porque éstas serán pagadas por el nuevo receptor Miguel de Muxica. Acompaña la relación de soldados y trabajadores a quienes se debe dinero, éstos son: Lucas, Pedro de Madrid, Lope y dos hombres que les servían por herreros, los carpinteros y aserradores Andrés Jiménez y dos hijos, que adobaban galletas, Pedro de Cazalla, Rodrigo, Juan García y un compañero, los albañiles y tapiadores Cristobal de Céspedes, Alonso García, Antón García de Oñoro y Juan Sánchez de Morón, el calafate Diego Calafate, el tonelero Bartolomé Sánchez, quien hizo prender en Sevilla Fernando de Cabrera, los zapateros Juan Vizcaíno, Sarave, Lebrón y otros dos, el hacedor de molinos Diego carpintero de lo prieto, un maestro que adobaba sillas de caballo, dos hombres que tenían a su cargo un molino, y los peones Pedro de Madrid, Fernando de La Algaba, Salazar, Juan de Castro, Juan de Burgos y Juan de Frías, más otros cuyos nombres no se recuerdan. Se une también la lista de las personas que adelantaron dinero, que son las siguientes: el mercader granadino Bernal Sánchez que prestó 30.000 maravedis más o menos, los escribanos de la isla Alonso de Salamanca y Pedro de la Fuente, que dieron 50.000 más o menos, Juan Rodríguez que dió 1.000 más o menos, Diego Fernández que entregó 8.000 más o menos, el vecino de Jerez Diego Gil de Tocina que adelantó 25.000 más o menos, el escudero Juan de León que prestó 5.000 de un caballo, la Iglesia de Santa Ana que dió 800 y el vecino de Fuerteventura Alonso Viejo que adelantó 3.000 aproximadamente, y Pedro de Argüello, Juan Sánchez de Morón, el sastre Juan Jorge, el genovés Marcellín, el vecino de Sevilla Pedraza, Diego de Cabrera criado de .Micer Agostín y Pedro de La Algaba vecino de Lepe, cuyas cantidades no son recordadas, y Diego Simón a quien se le deben 35.000 por una carabela. La Reina. Santander. Acordada: Rodericus, Nunios. (E. Aznar; 1981)




















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