martes, 11 de septiembre de 2012

CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XV. 1471-1480





EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

 

CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XV. 1471-1480

 

Eduardo Pedro García Rodríguez




1481 Enero 2. La nefasta Isabel la Católica instalaba en Sevilla el Tribunal de la Fe.

Los primeros edictos habían llevado a los pies de aquellos jueces un gran número de moriscos y judíos que, tibios en sus nuevas creencias y temiendo los resultados de una delación, se apresuraban a presentarse espontáneamente, implorando clemencia y creyendo con cándida sencillez en la piedad y justicia de los delegados de la reina. Mas, poco tardaron estos crédulos conversos en conocer la verdadera significación de aquellas falsas promesas. Las cárceles no bastaron en breve a contener los -marcados con la nota de herejía o de sospechosos en la fe. Tormentos horribles, azotes y exhibiciones públicas, sambenitos y corozas, confiscación de bienes e inhabilitaciones perpetuas para sí y para sus descendientes, y por último, la muerte en una hoguera, fue el complemento obligado de la creación de ese tribunal, baldón de nuestra España y causa inmediata de su rápida decadencia intelectual, moral y política.

Un velo de sangre, un estremecimiento de horror y espanto, una desolación inmensa se apoderó en pocos meses de una gran parte de la península ibérica. Despobláronse comarcas enteras, huyendo sus industriosos moradores a países más libres; el pensamiento se escondió en lo más profundo del cerebro y la ciencia reconoció, con dolorosa sorpresa, hasta qué límite en España le era permitido llevar sus  investigaciones.

Entre aquellos miles de miserables perseguidos sin descanso por implacables verdugos, hubo algunos que creyeron escapar a su venganza refugiándose en las Canarias, como lugar situado, según ellos, en tan apartada colonia que no era posible que les alcanzara allí el ojo investigador de los inquisidores. Uno de estos prófugos, tal vez el más importante por su inteligencia, recursos y travesuras, era Gonzalo de Burgos, amigo y protegido de Pedro de Vera, a quien había acompañado en la conquista de Gran Canaria y del cual había recibido, como recompensa de sus servicios, algunas aranzadas de terreno y aceptado el honroso cargo de escribano de Cabildo, todo lo cual revelaba el cargo de confianza que la colonia le dispensaba.

Era este Gonzalo un judío converso de esos que sólo el miedo había obligado a recibir el bautismo, pero que, en su foro interno, conservaba fielmente el culto de su ley practicando en secreto los ritos y ceremonias de su vieja religión.

Otros conversos, como Luís Álvarez y Bartolomé Páez, procedentes de Portugal, se habían con él asociado asistiendo a sus ocultos conciliábolos, no sin que algo se sospechara en la población, produciendo una general alarma que se aumentó al saberse que había llegado a la ciudad la orden de conducir preso al castillo de Triana al rebelde escribano, a quien parece que se le había seguido en otro tiempo un proceso por actos de apostasía. A pesar de la protección que le dispensaba el general, se cumplió el mandato de los inquisidores, siendo trasladado a Sevilla en 1489 en el mismo buque que llevaba a Pedro de Vera; pero tuvo la suerte entonces de que, o por recomendaciones de éste o, como en aquellos días se aseguró, valiéndose de dádivas y falsos documentos, le pusieran en libertad, volviendo a Las Palmas a ejercer su oficio sin que le aprovechase
mucho el peligro que había corrido.

Cinco años después, en 1494, se recibió nuevo despacho dirigido al provisor y canónigo don Martín Sánchez de Barrientos para que, recibiendo secretas declaraciones a las personas más respetables de la población, se averiguase cuál fuera la conducta pública y privada del sospechoso funcionario. De esta pesquisa resultó que declarasen en ella el chantre don Francisco de Argumedo, el tesorero don Diego de Cazorla, los canónigos Jorge de Vera (hijo del general) y Alfonso de Samarinas, el racionero Luís Guerra, el comisario general de San Francisco, fray Pedro de Cardona, fray Juan de Villadiego y los vecinos Fernando de Porras, Fernando de Miranda, Diego de Zorita y Bartolomé Pérez, los cuales, unánimes, manifestaron que Gonzalo de Burgos era un buen cristiano temeroso de Dios y cumplidor devoto y exacto de los preceptos de la Iglesia, adelantando algunos que a sus buenos consejos se debía la conclusión y arreglo amistoso de muchos pleitos y querellas criminales que habían amenazado perturbar la paz y tranquilidad de algunas familias.

Este documento, que se remitió original a Sevilla, desvaneció por entonces las desconfianzas del Santo Oficio y permitió al astuto converso vivir tranquilamente en el pueblo de su adopción, donde contaba con gran número de amigos y ocultos correligionarios.

Exigía, sin embargo, su conducta un tacto exquisito para no exponerse de nuevo a ser delatado, en cuyo caso ni sus falsedades ni sus dádivas podrían servirle en Sevilla; tanto más cuanto que ya en Las Palmas había fijado su residencia un comisario especial del Santo Oficio, bachiller en leyes, llamado Pedro de Valdés, vicario general que era de la diócesis por delegación del Sr. obispo Miguel López de la Serna y dignidad de arcediano de Tenerife, cuyo funcionario recibía toda clase de testificaciones con el celo ardiente que desplegaban estos delegados en el desempeño de su religiosa misión.

No aparece que en los años sucesivos fuera perseguido Gonzalo en Las Palmas, hasta que, por impremeditado descuido o por ilimitada confianza, mientras autorizaba como escribano la toma de posesión de Tagaost e Ifni en compañía del gobernador Valenzuela, cometió la imprudencia de manifestar a los jefes de aquellos aduares que, si bien estaba bautizado, se hallaba dispuesto a vender sus bienes y pasar a Berbería, donde se tornaría moro y viviría con los usos y costumbres de aquellos naturales. No satisfecho con estas peligrosas confidencias, reveló a algunos judíos que su padre había vivido y muerto en la ley de Moisés y que en la misma quería también vivir y morir, con cuyo objeto enajenaría secretamente su hacienda y se establecería en Marruecos, libre de toda persecución. De este modo, era para unos moro y para otros judío, aunque para el Santo Oficio sólo fuese apóstata.

No se comprende cómo un hombre tan hábil y astuto cometiera semejante ligereza y revelase tales secretos a personas que le eran desconocidas. Sucedió, pues, que en junio de aquel año, hallándose en Tagaost el maestro albañil Lope Fernández, que había pasado a «Mar Pequeña a fazer la fortaleza» (3), oyó asegurar al alcaide de la Alcazaba y a un rico judío llamado Mataut los proyectos del converso, creyéndose obligado, en virtud de las severas prescripciones del edicto de la fe, a denunciar esos hechos desde que llegó a las islas. Esta denuncia se vio luego confirmada por la declaración del mismo don Alonso de Lugo, que también lo había oído en Tagaost.

Tales noticias y las referentes a otros moros y judíos conversos refugiados en Canarias, llamaron al fin la atención del Santo Tribunal que, en averiguación de estos crímenes de apostasía y herética pravedad que se cometían o pudieran cometerse en este Archipiélago, envió un nuevo comisario llamado don Bartolomé Ramírez Nieto, sujeto idóneo y práctico en esta clase de pesquisas, residente a la sazón en Las Palmas, quien, después de haber recibido sus despachos, dio principio a una secreta investigación instruyendo un voluminoso proceso sobre las palabras que se atribuían a Burgos y llevando su celo hasta el extremo de enviar a Tagaost un oficial de su confianza que averiguase la certeza de aquellos hechos. Pertrechado con estos y otros materiales, tanto más terribles cuanto más ocultos eran, obtuvo del gobernador la orden de constituir en prisión al escribano, noticia que comunicó al tribunal de Sevilla en oficio de 31 de agosto de 1502.

Detenido, pues, en la cárcel de Las Palmas y confiscados sus bienes, sin más sentencia ni apelación salió Burgos del puerto de las Isletas en el mismo buque que conducía a España al mismo gobernador Antonio de Torres, sucesor en el mando de la isla de Lope Sánchez de Valenzuela, y bien custodiado se le remitió a los calabozos del castillo de Triana; aunque, como él decía, no había perdido las esperanzas de un cambio de fortuna, para lo cual llevaba en el cinto doscientos justos de oro con los cuales se comprometía comprar en Sevilla su libertad.

Pero este atrevido converso, en su desprecio general hacia los hombres y las instituciones, no contaba con otro tribunal más alto que iba a juzgarle sumariamente antes de llegar a su destino. En efecto, en la mañana del 24 de octubre, al entrar en Cádiz el buque que le conducía, se fue instantáneamente a fondo pereciendo el gobernador Torres y toda la tripulación y salvándose sólo dos marineros que a nado llegaron a tierra y por los cuales se supo el nombre de las personas que a bordo llevaba la nao.

La Inquisición, entonces, eliminó de su registro al escribano, pero apoderándose antes de sus bienes en beneficio de su institución y en interés del estado. (Agustín Millares Torres, 1977,t.III:32-36)

1481 Febrero 12. Del Real de Las Palmas corrían la costa hasta Maspalomas y Tirajana, y cerca de Agüímes en el barranco de Guayadeque halló Pedro de Vera un canario con ganado que no huyó y preguntado dijo que era cristiano y se llamaba Juan Mayor, natural de Lanzarote, que fue de los muchachos que los vecinos más principales, vasallos de Diego de Herrera, trajeron treinta en rehenes; hablaba velozmente la lengua canaria y sabía toda la Isla á palmos; era cautivo del quadartheme de Gáldar, y allí fue preguntado por él Dónde asistía y qué era su intento, y queriéndose venir con Pedro de Vera se lo estorbó y díjole que pasase á la Gaete con Alonso Femández de Lugo y fuese espía de lo que pasaba avisándole de todo, que se le daría el premio merecido; y dio la vuelta al Real de Las Palmas. El Juan Mayor cumplió tan bien su palabra y en pocos días de asistencia de espía fue de mucho provecho; trajéronle nuevas al Alcaide Lugo que junto al pueblo de Gáldar, en una cueva que mira al nacer el sol habían entrado ya cerca de noche quince hombres que allí han de dormir; fueron tres cuadrillas con la espía, rodearon la cueva y entraron donde estaban dormitando que sin poderse menear ni aún rodear fueron presos y atados, y algunos dormían con mujeres, y la espía dijo que el uno de ellos, que tenía una mozuela, era el Guadartheme de Gáldar, que por sus amores vino alli; llegados ante el Alcaide Lugo y los demás, fue mucha la alegría que hubo con tan buena presa; diose luego la nueva á Pedro de Vera, antes de romper el día llegó el propio con la carta, fue de sumo gozo la prisión del Rey Guayedra, que  era el que tantos males nos había hecho, y ya nos juzgamos libres de tantos trabajos, por haber dado fin á tantas fatigas como se padecían en Canaria.

Envió Pedro de Vera que lo enviasen bien guardado de los suyos no se lo quitasen, señalando el día y que irían de acá por el camino del Bañadero á encontrarlo, y que no se malograse lo que tanto había deseado; salieron los espías delante caminando tres leguas casi camino de Guía; divisamos la gente y acompañamiento que se nos venía á juntar después de la bajada del risco, causó en todos el regocijo que se podía esperar; venía á pie con doce camaradas: recibióle Pedro de Vera á pie, echóle los brazos al cuello y con él venía el Juan Mayor por intérprete, fue muy acariciado de Pedro de Vera afianzándole su servicio. Lleváronle un caballo de diestro muy aderezado y con dos hombres y no fue posible querer subir en él y vinieron á pie el Rey y los suyos. Salió toda la gente del Real á recibirle con salva, que mandó Pedro de Vera, dando gracias á
Dios de ver en semejante estado la conquista y teniendo presente la causa de tantos males padecidos que allí tuvieron fin.

Con la prisa que se pudo, en un buen navío bien pertrechado, envió á España Pedro de Vera remitido á Sus Altezas al Rey quayedra con cuatro de sus camaradas, encargado al cuidado del factor Miguel de Mujica con otros hidalgos aventureros; dice P. Fr. del Castillo, Historia qótica, que Miguel Mujica, Escribano de Málaga prestó al Rey D. Fernando ciertas doblas de oro para la conquista de Canaria y vino á ella con el Capitán Pedro de Vera.

Escribieron muchos sus cartas á correspondientes, y doña Beatriz de Bobadilla á la Reina su Señora, de cómo su marido Hernán Peraza había enfermado en Canaria por el mal temple de la tierra y ella estaba sola y temerosa en tierra tan á fin de alcanzar licencia.

Llegaron á Sevilla y el concurso á ver los canarios era grande, y en la Puerta del Arenal un soldado español dijo á un muchacho canario: "Es muy buena Canaria, linda tierra; yo he estado en ella". Respondióle diciendo: "Ahora dicen que es buena cuando tú y otros ladrones como tú la habéis destruído y quitado todas las palmas", y nadie se atrevió á decirle nada.

Este muchacho y otros por el interés de un ochavo, á diez pasos esperaban una pedrada que hurtando el cuerpo se libraban, que era admiración, Hospedáronse en la Plazuela del Arzobispo y á la fama vino un manchego á luchar; escogió á uno llamado Adargoma con quien quiso probar fuerzas. Dijo el gentil: "Quien hubiere de luchar conmigo primero ha de hacer lo que yo hiciere". Mandó traer sobre una mesa puesto un vaso de agua y cogido con la mano alargado el brazo dijo: "'Si me detuvieres el brazo con dos manos que yo no beba, lucharás, y si no lo hicieres, no lo intentes y te podrás ir", Cogió el manchego á dos manos por la muñeca de la mano del gentil y no pudiendo resistir la fuerza que poco á poco fue llevando el agua á la boca sin derramar sola una gota la bebió toda con admiración de todos y el manchego cogió la puerta de corrido. Hubo otras fuerzas y habilidades hasta llegar á Calatayud por el camino de Córdoba, donde estaban Sus Altezas, saliendo gran concurso á verlos por los caminos y sentían mucho que los reputasen en el número de los moriscos y éstos eran los más que venían á verlos, y el día siguiente de su llegada entró á besar la mano quayedra al Rey D. Fernando.

Era este gentil, hombre alto, robusto, el color moreno cetrino, la vista aguda y muy viva, semblante hermoso, dócil y apacible, el cabello mucho, largo y negro, la barba poca, crecida en punta, poblado de cejas, el rostro algo largo y de buen juicio. Entró á besar la mano al Rey D. Fernando solo con Juan Mayor, intérprete, y después entraron sus camaradas luego en la presencia real se arrodilló y por señas pidió á besar la mano, que declaró Juan Mayor y al besarla se le arrasaron los ojos de lágrimas y dijo que se sujetaba á un Rey tan grande y tan poderoso y quería ser cristiano y el Rey le levantó por el brazo y le echó los brazos al cuello hízoles á todos muchos cortejos y regalos, dio dádivas y vestidos, y con diferencia las de Guayedra á los otros, hospedáronse en el Palacio Real, asistían juntos, y estando para sentarse á comer á la mesa y puestas las sillas entró el Rey á verlos y luego el camarero volvía los espaldares á la mesa, y dijo S.M. que no dejasen de comer y que se sentasen, y Guayedra volvía la que le tocaba á él solamente para que el Rey se sentase y que él quería servir en pie el Rey los mandó sentarse obedecieron, el uno como debiera estar se puso, y los otros como estaban las sillas vueltas sin poder comer hasta después comía el Guayedra poco y desabridamente, y preguntado por el Rey qué manjar ó comida le sería de más apetencia y dijo: "Por ahora unos datilitos y un puñado de gofio de cebada de mi tierra". Mandó el Rey que luego fuese cristiano con la brevedad posible los volviese Miguel de Mujica. que había enviado á Vizcaya á recoger 200 hombres y algunos aventureros para que quedasen en la Isla después de allanada á lo que se ofreció Guayedra siendo cristianos fuese la Isla toda por suya, y volviesen á ella todos los canarios que estuviesen fuera libremente.

Bautizóse con solemnidad real fueron padrinos el Rey y la Reinal echóle el agua el Arzobispo de Toledo D. Pedro González de Mendoza, llamóse D. Fernando Guadartheme vino á visitarle y estuvo con Guadartheme tres días Muley Adalay, rey de Granada, llamado el Chico porque vivo el padre reinó ofendíanse mucho que los estimasen como á los moriscos, que estaban de paz los de Granada. Pidió por merced le concediesen los riscos y dehesas para criar ganados, llamados de Guayedra, y juzgando el Rey le concedía alguna gran ciudad ú otra cosa, fue muy satisfecho, y tendrá de largo más de media legua y muy poco de ancho á los otros concedió el Aumastel, la Isleta y la costa de mar llamada de Guadartheme cerca del Puerto: los demás camaradas no se hicieron cristianos. Dio por merced á Juan Mayor la vara de Alguacil Mayor por toda su vida y después pueden suceder en ella los de su familia primero que otros: encargó mucho S.M. á Miguel de Mujica cuidado de volverlos á Canaria con mucho regalo y asistencia, y que procurase dar fin á la conquista con los mejores modos y medios que en ello se requería. Recogidos 200 ballesteros por su cuenta y 100 aventureros á la fama de buenos repartimientos. (Marín de Cubas). Según la investigadora española Luisa Álvarez de Toledo, basándose en documentos del Registro General  del Sello Miguel de Muxica era un canario que hoy llamaríamos ilustrado.

1481 Mayo 4. Una comisión de canarios solicita a los nefastos Reyes Católicos que se garantizaran y respetaran a los isleños sometidos todos los derechos de otros súbditos cristianos muy especialmente a sus principales y nobles. Los monarcas castellano-aragonés accedieron a la petición.

1481 Mayo 30. Según la historia oficial, fue bautizado en la Península Ibérica Tenesor Semidan, el converso y traidor más conocido como Fernando Guanarteme, uno de los personajes claves en la toma de Tamaránt por parte de los castellanos al ponerse incondicionalmente al servicio de los invasores. Habiendo dejado de ser Guanarteme por fallecimiento de su esposa (los guanartemes lo eran en función de estar casados con la reina), fue el artífice de la incorporación cruenta de Tamaránt (Gran Canaria), al Reino de Castilla. Viaja varias veces a la Corte de los nefastos Reyes Católicos, quienes apadrinaron su bautizo, ceremonia celebrada en las Cortes Generales de la ciudad de Calatayud, el 30 de mayo de 1481, día de San Fernando. Dejó descendencia en sus hijas las infantas Margarita Fernández - que casa con Miguel de Trejo- y Catalina Hernández de la que hay numerosa descendencia en Tamaránt (Gran Canaria).
1481 Noviembre 30. Muere en combate el gran Doramas frente a los invasores, Marín de Cubas nos dejo una acertada descripción del suceso. “Bien sentidos los españoles de las burlas pesadas de los canarios y sus  atrevimientos, intentando Pedro de Vera el castigo, por acuerdo de todos, salió día de San Andrés, miércoles, dejando bastante guarnición en el Real, con 50 lanzas de á caballo y 200 peones, en busca del enemigo camino de la sierra hacia el valle de Tenoya ó Tenoja antes de Arucas; llevaban los caballos entre sí apartados, cogido mucho campo.

Capitaneábalos el general Pedro de Vera, llevaba el pendón blanco de dos puntas con Castilla y León en señal de paz, como siempre lo traía el Alférez Jáimez, dispuestos primero todos como cristianos y hecha exhortación de hacer cada uno el deber á ley de bueno; habiendo caminado una legua se veían algunos canarios armados que se iban juntando, y medía legua adelante se vieron muchos en los riscos emparedados ó metidos en corrales de piedra á modo de fortaleza, esperando llegasen á ellos; hicimos alto y de improviso venían el valle arriba muchos canarios armados de montantes de palo, muy presurosos á los caballos; era ésta la cuadrilla del afamado Doramas que venían del mar donde se habían bañado hasta que la nueva de nuestra llegada les hizo venir; disparándoles primero los ballesteros algunos tiros y otros de fuego, más no dando lugar á más fuerza alancearlos, que se les hizo mucho daño; pelearon algunos con gran reputación, tanto de los cristianos como de los gentiles, y lo más célebre fue el estrago que hizo Doramas; meneaba en rueda con una mano su espada, que no había á entrarle hombre alguno; otros tiraban un dardillo que pasaba á un hombre armado y á un caballo, y de afuera los tiros de fuego les hacían daño, y decía Doramas: "Llegad á mí seis, doce y veinte y no tiréis de afuera", y siempre estuvo gritando y diciendo oprobios de "perros fementidos, traidores", en su lengua; hacía muchos movimientos con el cuerpo, ya retirado, ya descubierto, empleando sus golpes á su salvo.

Viendo Pedro de Vera que se señalaba en mayores estragos, le conoció y se fue á él; porque el primero que lo acometió fue Juan de Rores, que picando recio el caballo se entró tanto que quebrándole Doramas la lanza, también le quebró la cabeza del revés; siguióle Pedro López, soldado de á pie, y también le llevó la espada de la mano, desbaratando otros de á caballo; entraron otros dos, con Pedro de Vera, á rodearlo como á toro; el primero sobre el costado izquierdo, que tal no juzgó Doramas, fue Diego de Hoces, cordobés, que le hirió sobre la espalda derecha y llevó de retorno un revés que le quebró la pierna izquierda; entró luego Pedro de Vera dándole segunda lanzada por el pecho y luego le dieron un balazo en un brazo; al primero dijo Doramas: "No te irás alabando"; á Pedro de Vera: "No eres tú quien me ha muerto sino este traidor por detrás"; y por último, "que no tirasen de afuera como perros traidores, que á todos bebería la sangre"; y luego comenzó atontado, desangrándose, á pedir agua, con las ansias de la muerte; juzgaron que quería bautizarse y fue para beber; trájola uno de á caballo casi 80 pasos de allí en un sombrero alemanisco lleno de agua; echáronla en un casco de hierro, bebióla y salía clara por las heridas, y luego murió. Fue cortada la cabeza y traída delante por un canario cautivo en una asta gruesa de sus camaradas, que se dejaron prender por no desampararle; los otros canarios fueron de huída al verle ya herido; picaba el sol, eran las diez del día; deshiciéronse los paredones y descansando algún poco dio Pedro de Vera la vuelta al Real. Estuvo muchos días en la Plaza de San Antón la cabeza para escarmiento de atrevidos; la espada de palo que él jugaba con una mano como si fuera una caña no podía un español á dos manos bien menearla; la fuerza que tenía dio admiración á todos; no era muy alto de cuerpo, mas era grueso, ancho de espaldas, gran cabeza, el rostro redondo, las narices pequeñas y muy anchas las ventanas, la edad mediana, bien repartido de miembros.” (Tomás Marín de Cubas [1694] 1993).

1482. Contraen matrimonio Hernán Peraza “El Joven “y Beatriz de Bobadilla.  Ochenta gomeros de los bandos de Orone y Agana son reclutados por Hernán Peraza para ir a la conquista de Tamaránt (Gran Canaria,) con lo que había sido condenado el sevillano por la muerte de Juan Rejón.

1482 Mayo. Pedro de Algaba, Gobernador de Castilla en la colonia  de Tamaránt (Gran Canaria), fue condenado a muerte por un tribunal de treinta hombres de los invasores, presidido por Juan Rejón, que compareció con una provisión real de aquel país donde se le nombraba Gobernador y Capitán General de esta parte de la colonia. La acusación formal fue un trato con el Rey de Portugal para la venta de la isla, extremo que Algaba negó en rotundo acusando, a su vez, a Rejón de actuar por enemistad personal. Se practicaron otras detenciones y se decretó la expulsión del Deán Bermúdez, acusado de amotinador. El ex gobernador de la isla fue decapitado en  las inmediaciones de la actual plaza del Pilar Nuevo, en el barrio de Vegueta, Guiniwada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria), lugar que ocupaba el primer asentamiento de los invasores europeos. (Ver efemeride de 1478 agosto 27).

1482? No se le ocultaba á Pedro de Vera lo que pasaba, procurando verse con quadartheme de Gáldar, que no fue posible. Corríase la tierra por todas partes, y entre ellos los gomeros fueron muy señalados en fuerzas y valor; algunos veinte tuvieron luchas y desafíos célebres con los canarios; saliendo ciertos castellanos y gomeros de la Torre del qaete á traer ganado ó cautivos, cogiendo la playa del mar, vieron salir de una cueva dos mujeres huyendo por sobre unos riscos, la una era madre, algo anciana, y la otra era su hija, muy hermosa, de mucho cabello y rubia, con unos faldellines de pieles y lo demás desnudo, como en todas se veía; éstas, viendo llegar á querer subir el risco tras ellas, arrojaron tantas piedras que mataron á un soldado é hirieron á muchos á la subida del risco de Tirma; mas viendo la resistencia dos castellanos subieron rodeando otro camino por unos andenes bien peligrosos, y pudiendo la más anciana huir y escapar, volvió sobre la moza, que se ponía en defensa, y pareciéndole imposible escapar de cautiverio, desenvolvióle el cabello largo á la moza y dándose dos vueltas al brazo derecho con él se arrojó del risco abajo trayéndosela consigo, se hicieron pedazos y hoy llaman el Salto de las Mujeres. Hubo otras canarias que buscando leña fueron sentidas de los castellanos, y también se desriscaron. (Marín de Cubas)

1482. la cosecha de múrices de Erbania (Fuerteventura), estaba arrendada. Productoras las islas menores de cereales, por ser la tierra alta, vendían a Tamaránt (Gran Canaria) pero sobre todo a los barcos, que hacían aguaje, siendo la orchilla la principal riqueza. Asegurándose su comercialización, Inés y Fernán firmaron asiento con Francisco de Rivera, por otro nombre Riberol, genovés afincado en Sevilla.
1483. Hernán Peraza junto con 80 gomeros y 70 soldados más participan en la conquista de Tamaránt (Gran Canaria).

1483. Un de las batallas más cruentas de llevada a cabo durante la invasión de Tamaránt (Gran Canaria) por los castellanos fue la de Ajodar, en el transcurso de la misma, su pudo haber cambiado el curso de la historia colonial de nuestra nación, de no haberse interpuesto el converso Thenesor Semidan, totalmente entregado a la causa de los invasores, quien con su intervención evitó el total aniquilamiento del ejército mercenario invasor. La economía castellano-aragonesa no hubiese podido soportar los costos de otra armada, (la invasión y conquista de las islas de Benahuare-La Palma- y Chinech-Tenerife- fueron concedidas a mercenarios y empresarios privados a cambio de los despojo del botín consistente en  eslavos, ganados y tierras) por lo cual posiblemente los proyectos de ocupación de la isla hubiesen sido postergados, dando tiempo a la reorganización de los canarios los cuales ya conocían las técnicas de guerra de los invasores y además podían disponer de las armas  modernas arrebatadas a los mismos.

Uno de los relatos en torno a dicha batalla que hasta nosotros ha llegado se lo debemos al criollo Marín de Cubas, (a pesar del error en la fecha, como sabemos Pedro de Vera había desembarcado en Las Isletas el 18 de Agosto de 1480) quien nos describe los entresijos de la misma en los siguientes términos: “Volviendo á Canaria con felicidad de viaje Miguel Mujica y D. Fernando Guadartheme al Puerto de las Isletas, jueves 24 de Octubre del mismo año, fue mucho el gozo de Pedro de Vera por saber cómo tan bien le había ido, y mandóse á Hernán Peraza que dejando á los gomeros á su cuidado, éste fuese con Doña Beatriz á la Gomera; vino al Real á besar la mano de Pedro de Vera y se fue haciendo muchas ofertas y cumplimientos.

Estaban las cosas de Canaria muy revueltas y alteradas, primero con fingidas paces, después de la prisión de Guadartheme quedaron muy tristes cuanto contentos los cristianos, prometieron dar la obediencia en cogiendo la sementera; creyólos Pedro de Vera y faltaron á ello rebelándose y siendo peores que nunca; luego nombraron otro rey ó Guadartheme, llamado antes Tazarte, un gaire alto, seco y prieto, de grande esfuerzo, nombrado por el mes de Marzo después de la prisión del otro y éste hizo matar á dos religiosos de Santo Domingo, de cuatro que asistían con Pedro de Vera, que había traído á Canaria, y fue así: había mucho cigarrón que comía las cebadas y legumbres, sustento de los canarios, y fueron al término de Tafira el P. Fr. Martín de Cañas, que llevaba un Santo Cristo y también para predicarles de caminos de fe de Dios, con Fr. Juan de Lebrija, sacerdotes ambos; fueron arrojados de un alto risco tajado como el tajo de Ronda y nunca soltó de la mano el Santo Cristo el P. Cañas; sus cuerpos llegaron á la sima y por memoria llaman hoy las Cuevas de los Frailes, en Tafira, el sitio donde cayeron por haber al pie del risco algunos socavones ó grutas, escorias de un volcán.

Volvió á España el religioso, Fr. Diego Villavicencio y murió en Sevilla; eran de Jerez de la Frontera. El último quedó en la ermita que se hizo á San Pedro Mártir donde hoy es convento de Santo Domingo.

Dando orden Pedro de Vera de castigar á los canarios, y corregir sus malos términos, andando muy desmandados y atrevidos, dijo á D. Fernando de Guadartheme que les fuese á hablar y presto poner lo que á ello debía necesario enviándoles con Juan Mayor su recado, y pusiese preso á quien fuese causa de las alteraciones. Llevando su demanda caminaron á Gáldar donde estaban muchos canarios que alegres de verle libre y gustosos quisieron luego seguirle y ser con él de parte de Sus Altezas, impidiéronlo allí unos ministros ó capitanes de Tazarte, aunque él asistía en unos riscos muy pendientes y barrancos junto al mar más de cuatro leguas de allí, y Arminda, única heredera de la Isla, su sobrina, muchacha de 18 años, hija de Guanache Semidan, que fue Guadartheme llamado el Bueno; ésta ya estaba casada con un muchacho hijo del Guadartheme de Telde, á quien los españoles llamaron Tazartico, recogidos con mucha gente en la montaña de Bentaiga, y según sus leyes y lo que habían jurado, primero deben escoger la muerte que entregarse; quedó muy triste D. Fernando, y Juan Mayor procuraba reducirlos con la verdad, y no fue posible.

Llegaron á la montaña de Bentaiga, qué es de tierra muy roja á modo de almagre y encima tiene una fábrica admirable de la Naturaleza que es un peñón de riscos muy altos y pendientes en torno con una subida á lo alto muy peligrosa; tiene al pie muchas cuevas y caseríos con cantidades de huesos de gentiles á modo de sepultura, y una fuente de buena agua aunque es poca sale corriente á fuera; había en lo alto muchas familias y ganados que parecían hormigas. Subió á lo alto Don Fernando y Juan Mayor y allí se alegraron de nuevo ofreciéndole el gobierno y mando de Rey como antes, y no lo admitió porque había visto la cara del Rey de Castilla y dádole su verdadera palabra que cumplirá á morir; inclinábanse todos á lo que les suplicaba y prometía con Juan Mayor; admitiólo su sobrina Arminda y no quiso Tazartico, respondieron los de Telde, y por último todos en que no debían desamparar á su Señor natural hasta morir primero; refieren el agravio de Pedro de Vera que fue dejarlos en Lanzarote desnudos enviados á vender y ahora haría lo mismo. Hechas grandes diligencias en sacarles á la verdad se disculpaban en hacer lo que ordenase el Tazarte.

Volviese D. Fernando Guadarheme al fuerte de Gaete, de donde se dio aviso de todo a Pedro de Vera, que luego envió en una barca una compañía y a su hijo Rodrigo de Vera, capitán  de infantería, con otros para lo necesario, de allí salieron en la barca por la costa hacia el sur al poniente de la Isla, y desembarcaron en una playa ahora llamada Tazartico, al pie de un risco así llamado junto á otro muy alto que los divide un barranco llamado Tazarte, porque fue donde Don Fernando, Juan Mayor y Rodrigo de Vera hablaron á Tazarte y Tazartico, que habían llevado la nueva, y fue en vano el viaje; de todo se dio cuenta en el Real y dijo Pedro de Vera: "Pues si ellos no quieren venir acá, yo iré allá".

Prevínose la gente que había de ir contra los canarios á buscar á sus fortalezas, y la prevención de guarnecer el Real que no fuese acometido. Salió con brevedad camino de Gáldar guardando el paso del risco no lo cogiese el enemigo, llegamos á Bentaiga á poner sitio al risco que sola una subida, que un hombre desde arriba puede él solo defender, tiene no más; tomóse la vanguardia Miguel de Mujica con sus 300 vizcaínos; sitió el paso, estuvimos allí quince días en los cuales no sacamos  de los canarios ningún fruto; echaban grandes piedras desde lo alto á rodar, eran á modo de molino con un agujero en medio y un palo atravesado para que cuando rodasen viniesen siempre iguales; matáronnos ocho españoles, y desde lo alto del risco más empinado arrojaban
pedazos de niños divididos en trozos, que se debían morir, que causaba mucho horror á los cristianos; y en tanto peligro quiso acometer Miguel de Mujica sin ocasión; envióse á buscar más gente, y hecho el escuadrón fuimos á acometerles con más furia que la pasada, y nos hallamos engañados porque la noche antes se habían huido todos llevando consigo á su Señora. En lo alto de aquel risco empinado á modo de torre hay una grande llanura con una fuente á modo de charco; dejaron aquella noche una gran hoguera ardiendo con que juzgamos no haber fraude alguno.

Siguiéndoles las huellas dos leguas adelante largas se mejoraron de sitio en otra fortaleza llamada Ajódar; es más angosta que la primera, tendrá de ancho un tiro de arcabuz, los riscos muy pendientes y empinados, la subida dificultosa y sola una veredilla por andenes, en lo alto tenían una fuente bastante para cien personas que allí habría cada día; y aquí tenían á su Señora la Reina, Reconocióse otra vereda por donde se podían huir y en ésta se puso Pedro de Vera con su gente, que era el Tercio Viejo; y por la otra Miguel Mujica con la suya, empezó á subir y habiendo llegado á media cuesta retirando á los canarios y ellos huyendo con gran falsedad á meterlos en el peligro, rodaron tantas piedras juntas y tan grandes, que no se juzgó ni imaginó que tanto daño nos hiciesen, pues nunca los canarios fueron victoriosos si no fue en esta ocasión, mataron del tercio de Mujica 130 hombres, y hubo muchos heridos, y una rueda llegó á Miguel de Mujica y derribándole le quebró ambas piernas, y quedó tan mal herido que vivió quince días; no aprovechaban pies para huir, brazos para subir, dónde no estuviese lleno de peligro, dónde podía escapar hombre con la vida; murieron muchos caballeros de esfuerzo y personas de más cuenta, y muchos heridos de pedradas, lo más de piernas y brazos y tal vez en la cabeza. Pedro de Vera salió retirándose de aquel sitio, llamando la gente á toda prisa, un valle arriba, casi un medio cuarto de legua, á escuadronarse con su tercio, Los canarios juzgando que huíamos bajaron del risco 140 de ellos y quitando las armas á los muertos querían seguirnos; Guadartheme los detuvo, y primero que ellos bajasen cuando pasó el estrago mayor de las ruedas de piedras, les daba voces desde abajo, diciéndoles: "Amigos, parientes, no me matéis, dejad las piedras"; y dejando de arrojarlas, bajaron diciendo: "Salta fuera, Guayedra, que viene el día que hemos de quedar dueños de nuestra tierra, que estos perros traidores, que mataron á su Dios, nos la quieren quitar, y tú por un vestido que te dio el de España te has dejado engañar, y ahora podemos darte otra vez la tierra, salta fuera de peligro, no te mate alguna piedra de éstas",

Algunos castellanos censuraron la tibieza del Guadartheme, pero también los españoles podían tener experiencia de que los canarios siempre desde los riscos tenían armada empalizada y trampas de arrojar piedras, que no era menester que Guadartheme, aunque lo sabía y había usado siempre contra nosotros, ahora quisiera ó no decir lo que tenían tramado á la subida del risco.

Cantaron esta victoria como quisieron, de que Pedro de Vera huyó, que pudiera, mas fue falso; porque retirados en un llano y escuadronados esperamos al enemigo que no quiso llegar aunque Guadartheme se tomaba la mano en apadrinar á los canarios, Juró Pedro de Vera por la barba de vengar la injuria y con alguna poca de cólera llamó á Guadartheme y le mandó que asistiese á enterrar los muertos; hizo traer todos los heridos á desembarcar y el escuadrón fue por tierra á Gáldar y en una Casa Canaria grande hizo Hospital ó enfermería, y en otra grande fuera del lugar decían misas todos los días los religiosos de San Francisco y Santo Domingo y algunos clérigos. Llamóse la iglesia del Sr. Santiago; murió Miguel de Mujica y aquí fue enterrado con honroso enterramiento; dejó por heredero de los maravedíes en que había servido á S. M. que le estaba debiendo de su servicio y préstamos, á su primo Juan de Severio Mujica, en que después le dieron repartimientos. Curados los heridos y dejando lo necesario con un fuerte en el lugar para custodia, dio Pedro de Vera la vuelta al Real de Las Palmas. Mucho contento recibió Pedro de Vera de besar la mano al Obispo D. Juan de Frías, que poco ha había venido de Lanzarote, juzgando estar ya pacífica y allanada la furia de los gentiles y muy admirado de la rebeldía, todo era aplacar la cólera que tenía contra ellos Pedro de Vera; alistó la gente, recogió la más que pudo llevar consigo camino de Gáldar, y el Obispo quiso seguirle y visitar á Santiago, nueva Iglesia y cementerio de invictos héroes muertos por la fe de Jesucristo, como decía el Obispo.

Sabiendo que el enemigo estaba en Tirajana y sus términos, recogió Pedro de Vera poco menos de mil hombres con algunos gomeros que llevó; hizo embarcar compañías por mar llevando lo más estorboso, y lo grueso de la gente llevó por tierra; envió espías delante y salimos de Qáldar día de Santa Engracia por Abril año 1476 miércoles 16; descubrimos por el camino el alto risco de  Bentaiga que ya no tenía gente; tenía árboles en su llanada, una palma y un muy alto pino y dícese tienen allí un buen charco de agua, sitio inhabitable por el mucho hielo y frío. Desembarcó la demás gente en el Puerto Tazartico con silencio por los canarios, que hubo aviso estaban fortificados en una fortaleza llamada Ancite, cerca de Tirajana, que hoy llaman El Sitio; divisábanse otros riscos con más gente llamados Veneguera y Mogán, y antes de sitiar el Peñón de Ancite se mandó á acometer á otras fuerzas y pregonó fuesen todos pasados á cuchillo cuando por bien no se quisiesen dar al Rey de España.

Continua en la entrega siguiente:
Septiembre de 2012.

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