EFEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
CAPITULO
III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XIV. 1471-1480
Eduardo Pedro García Rodríguez
1479. Los Reyes Católicos, por Real Cédula, de Trujillo, a 15 de
febrero de 1.479, utilizan los fondos de la bula Regimini gregis para
socorro de la invasión y conquista de Tamaránt (Gran Canaria).
1479. El nuncio
en Castilla, Francisco Ortiz, se opone a la utilización de los fondos de la
bula para la conquista, alegando que es desviarlos del fin para el que fueron
recaudados.
1479. Tratado de paz de Alcáçovas entre los Reyes Católicos y
Alfonso V de Portugal, del 4 de septiembre. Por él, Castilla renuncia a las
islas Azores, a Madeira, a la conquista de Marruecos y del reino de Fez y a
navegar «de las islas de Canaria para baxo contra Guinea», es decir, a
sobrepasar el cabo Bojador hacia el sur; y Portugal renuncia a invadir las
Islas Canarias, que reconoce pertenecer a los reinos de Castilla. Así «quedaron
del todo declaradas las dichas islas de Canarias ser del señorío supremo
de Castilla» (Hist.) I,
19; BAE, XCV, 75b).
1479. El rey Fernando el Católico, en la Real Provisión, de Toledo,
de diciembre (el día en blanco), de 1479, dice que el Papa Sixto IV, por la
bula Pastoris aeterni de 1472, concedió indulgencias para la conversión
de Canarias y para que «los [guanches] que por la predicación no se quisieren
convertir, fuesen conquistados por la fuerza de las armas»; y que el Papa le
encargó «ayudar a la dicha conversión y conquista».
Estos incisos con que el rey Fernando pretende fundamentar
en la bula de Sixto IV la conquista armada de las islas (concretamente, la de
Gran Canaria, ya iniciada) parecen ser de la exclusiva responsabilidad de él,
sin fundamento ninguno en la bula. Son una interpretación forzada e interesada
de la misma.
Con tales incisos pretende el rey Fernando justifica con
una argucia sutil- la conquista de las islas que quedaban sin conquistar y que
había sometido de modo inmediato a su soberanía en 1.477. Según él, el hecho de
que en las islas hubiese ya establecimientos de evangelización no cerraba la
puerta a la justicia de una guerra de conquista por la fuerza de las armas.
Esta cabía de llevarla a cabo justamente en los casos en que la evangelización
previa no hubiese dado resultados positivos, es decir, cuando los infieles
evangelizados pacíficamente se hubiesen negado a someterse al Evangelio, aunque
no molestasen a los que quisiesen convertirse. Ante todo, ciertamente, tenía
que recurrirse ala evangelización pacífica; pero, de no tener eficacia ésta,
después podía recurrirse a la conquista armada con el objeto de dominar a los
infieles al catolicismo y así preparar el camino para la eficacia de la
“evangelización”.
1479. Estrepitosamente derrotados los
Católicos en Guinea, se vieron obligados a consentir en el reparto del reino de
Fez, decretado por los pontífices romanos. Firmado el tratado en el mes de septiembre, quedaron adjudicadas, a su corona, las islas
de Titoreygatra (Lanzarote), Benahuare (La Palma ), Erbania (Fuerteventura), Gomera, Esero
(Hierro), Graciosa, Tamaránt (Gran Canaria), Chinech (Tenerife) "e todas
las otras Yslas de Canaria comarcanas, ganadas e por ganar". Relanzada la
conquista de Gran Canaria en 1480, buscaron fondos comercializando la bula,
obtenida años atrás. Suprimidos los topónimos Guinea y Portugal, quedó
circunscrita a la conversión de los canarios, reaccionando los puristas por la
tremenda: "algunas personas" eclesiásticas, declararon las bulas
"revocadas e suspensas", prohibiendo "la recaudación de los maravedís",
pues se hacía, "a fin de meter las manos en la dicha limosna e gastarla e
desviarla, en otros usos y gastos". (L. Al. Toledo)
Públicas las "colusiones", persistentes en la
historia del país, Fernando calmó los ánimos, nombrando tesorero general de la
Santa Indulgencia, a Pedro de Setién, "hombre caudaloso e fiable e de
conciencia", que al no necesitar de lo ajeno, se abstendría de tomarlo. Al
Nuncio le convenció saber que las islas, estaban controladas por el Islam.
Reaccionando a la amenaza religioso - ideológica, declaró la bula de
adquisición obligada, "fasta que las dichas yslas sean tomadas e
convertidas e redusidas a la dicha nuestra santa fe", quedando bautizado,
"por fuerza de armas", el último canario. Iniciada la distribución de
indulgencias, no estando la población para invertir en parcelas de paraíso,
fueron muchos los morosos, que pararon entre rejas, culpables por incumplir la
obligación de pagar, que a los ojos de un rey, justifica la existencia del
súbdito.
No estando
"acabada" la conquista, por persistir los canarios en su
"rebeldía", los Católicos buscaron capitán experimentado, encontrando
a Pedro de Vera, caballero 24 de Jerez y disciplinado. Seguidor de Enrique IV y
Juana, estando al servicio de Beltrán de la Cueva y Rodrigo Ponce, cambió de
campo con el último, sin un gesto. Suponen los cronistas que Vera fue
seleccionado, al encontrarse en las Canarias desterrado, por haber matado a
Basurto, alcaide de Medina Sidonia. En verdad, el 4 de febrero de 1480, día en
que se extendió el nombramiento, se encontraba en su casa de Jerez.
"Acatando como la conquista" de las "Yslas de la Grand Canaria e
Tenerife nos pertenesce", para que pudiese llevarla a cabo, sin tropezar
con oposición, acumuló los cargos de alcaide de Villa Real de las Palmas,
gobernador, capitán mayor y corregidor de Gran Canaria. Pedro de la Algaba o
quien la tuviese, le entregaría la fortaleza y los justicias sus varas,
siguiendo "ynquisiciones". Descubiertos los culpables de "los
escándalos e ruydos e diferencias", que cristalizaron en
"divisyones", enfrentando a milites, caballeros y escuderos, los
enredadores pararían en la cárcel, siguiendo juicios sumarísimos. Ejecutadas
las penas de destierro y muerte, en orden cabildo y milicia, iniciaría la tarea
de "sojuzgar" a los naturales de la isla, "a nuestra santa fe
católica", "fasta la ganar e vos apoderar", continuando en
"Tenerife y la Palma", también en "poder de ynfieles".
Necesario núcleo de pobladores castellanos, a más de los
que estaban en la isla, la reina dio por supuesto, "que algunos caballeros
e escuderos e marineros e otras personas", de las que "van" o
"fueren" a Gran Canaria, querrían "bevir e morar en la dicha
Ysla e faser su asyento en ella", con mujer e hijos. Deseando que tuviesen
"más gana", les serían repartidos solares y
"heredamientos", dando a cada uno "aquello que viedes, que según
sus merecimientos e estado, aya menester". Distribuida la tierra, se
formaría nuevo cabildo, expropiando las varas compradas y cesando a los justicias,
con excepción de los nombrados por la corona. Los cargos podrían ser
"cadañeros", vitalicios o hereditarios, designando Vera jurados y
candidatos al "regimiento", para que el pueblo pudiese elegir, sin
salirse de madre. Ignorada la identidad de los alfabetizados, llevó en blanco
el título de notario público y escribano de cámara, "en las islas de
Canaria e Tenerife e en los mares e en los puertos della" (L. Al. Toledo)
1479. En la Isla de Thenerife hizo una entrada Alonso Fernández
antes de irse á España las Compañías de la Hermandad el año 1479; llevando
práctico entró de noche á la parte de Icod, trajo á Canaria buena presa de
ganado que halló acorralado, muy manso, todo cabrío, tres mujeres, dos hombres
y algunos muchachos, que dormían en cuevas, y mucho sebo, carne salada 263,
panes de cera y cantidad de velas de cera medio encentadas y una á modo de
cirio pascual encentado, cueros de cabra y cebada, dejáronse allá otras mayores
cantidades de todo ésto, y molinitos ó tahonillas de mano, cazuelas y platos de
barro tosco. (Marín de Cubas [1694] 1993:168-72)
1479.
El clérigo de secta católica Juan
de Frías fue uno de los invasores que en el nombre de dios pasó a cuchillo más
canarios que los mercenarios seglares de Juan Rejón. Según el cura de la
iglesia católica, el criollo José de Viera y Clavijo este asesino de
pueblos “ya desde el año de 1479 era
obispo de Rubicón, por gracia del papa Sixto IV, don Juan de Frías, canónigo de
Sevilla, natural de aquella ciudad y originario de las montañas de Burgos;
prelado de cuyo mérito y gran valor hemos dado largas noticias en el libro VII
de esta Historia.
Allí le vimos ser el alma de la
conquista de Canaria, apaciguar las rencillas entre Pedro del Algaba y Juan
Rejón, invadir en persona a los canarios por Tirajana y otros puestos, llevar
en la última campaña el real pendón, animar los soldados con las palabras y el
ejemplo, entonar el Te Deum en la victoria, bautizar y consolar los nuevamente
convertidos y avasallados, adquirir por repartimiento el lugar de Agüimes para
su cámara pontificia, con la jurisdicción temporal y dominio directo;
finalmente, transferir la catedral de Rubicón a la Gran Canaria, a cuyo fin no
excusó viajes a Sevilla, impetró del papa nuevas bulas y practicó aquellas
notables diligencias, de que volveremos a hablar más adelante.
Nos consta, que en 21 de febrero
de 1483 había hecho don Juan de Frías, por procurador, su visita ad limina
(obligación que nuestros obispos de Canarias tenían solamente cada diez años,
por privilegio concedido a don Diego de Illescas), como se echa de ver por la
carta del camarlengo.
De un breve de Inocencio VIII,
con data de 25 de enero de 1486, se colige que a la sazón se hallaba ya la
iglesia de Canaria vacante, y por consiguiente que el ilustrísimo Frías había
muerto a fines del año anterior de 1485, el mismo en que se había hecho la
traslación de la catedral y si, como nuestras sinodales aseguran, murió aquel
obispo en Sevilla, es claro que no pudo haber asistido a esta función, que se
celebró el día 20 de noviembre.” (Viera y Clavijo, 1991)
1479. En Agaete, Tamaránt creó su feudo e ingenio azucarero el
mercenario y traficante de esclavos Alonso Fernández de Lugo quien atrincherado
en su torre de Gaete -de la cual era alcaide
daba rienda suelta a sus sueños de grandeza y maquinaba la manera de
satisfacer su insaciable afán de rapiña.
Desde la torre, divisaba en días claros la silueta de la isla de Chinet (Tenerife) y soñaba con Benahuare (La Palma) las cuales formaban el objetivo más íntimo de sus apetencias. Decidido a dar cima a su proyecto y teniendo en cuenta que el producto de su incipiente ingenio y la porción de esclavos que le había tocado en el reparto no eran suficientes para trasladarse a la corte “decorosamente” para gestionar ante la misma la concesión de la conquista de las dos islas afanes de su soñada grandeza, decide continuar con las entradas y razzias en ambas islas con el objeto de reunir el capital suficiente con que trasladarse a la corte castellano-aragonesa y comprar influencias en la corte que le permitieran la consecución de sus fines, así comienza el merodeo por las islas de Benahuare (La Palma) y Chinech (Tenerife) con la intención de apresar esclavos y ganados, en ésta última, hace una “entrada” nocturna de saqueo en 1479 por el menceyato de Icod, consiguiendo robar y transportar a Tamaránt (Gran Canaria), un cuantioso botín consistente en gran cantidad de cabras que estaban encorraladas, es decir, era ganado manso, mucho cebo y carne salada, panes de cera y cantidad de velas de cera a medio terminar y una parecida a un cirio pascual acabado, cueros de cabra y cebada, tres mujeres dos hombre y algunos muchachos, dejando en el terreno, quizás por falta de capacidad de carga en la nave buena cantidad de cueros y cebada, molinos de mano, gánigos y platos de barro.
1479. El asentamiento canario de Arehukas (actual Arucas) en
Tamaránt (Gran Canaria) su origen se remonta a la etapa precolonial. De hecho,
su nombre procede del término canarii Arehukas. Su primigenio poblado fue
arrasado por las huestes del mercenario invasor
al servicio de Castilla Juan Rejón, en 1479. De este momento, sobresale
la denominada “Batalla de Arucas”, en donde murió el mítico caudillo canario
Doramas.
Entre los yacimientos
arqueológicos destaca el denominado “Cerera”, situado en la falda sur de la
Montaña de Arehukas y actualmente visitable, tras llevarse a cabo un proyecto
de musealización, presentándose, hasta el momento, como el primer y único
asentamiento precolonial integrado en un edificio de uso social, en este caso en
una asociación de vecinos.
Después de la invasión y Conquista, Arehukas se
fue poblando principalmente, a comienzos del siglo XVI, de numerosos invasores
colonos a los que se les entregaron tierras y aguas tras el Repartimiento del
botín de guerra de la colonia, quedando como mayores beneficiarios Tomás
Rodríguez de Palenzuela, Lope de Sosa, Hernando de Santa Gadea y Juan de
Aríñez, entre otros. Esta incipiente población europea fue situándose alrededor
de la ermita de la secta católica de San Juan, situada en los mismos terrenos
que ocupa el actual templo, obra aquella de anónimos personajes que operaban en
los ingenios azucareros. La actividad generada por estas fábricas, los
cañaverales, las obras de regadío, el transporte y la artesanía procuraron suficiente
demanda de empleo para ocupar a numerosos jornaleros, esclavos, criados,
comerciantes y artesanos, los cuales figurarían registrados como los primeros
habitantes con que contó la incipiente población.
El aumento de la población, ocasionada por la prosperidad
económica del momento, determinó que, en 1515, el obispo de la secta católica
Fernando Vázquez de Arce elevara la sencilla ermita al grado de parroquia, con
pila bautismal y cura propio. De esta forma, Arehukas, que venía teniendo la
consideración de “Lugar”, obtiene la concesión del título de Villa a partir del
19 de noviembre del año aludido. El aumento de la feligresía impulsa la
fundación de dos nuevas ermitas: la de San Pedro Apóstol (1525) y la de San
Sebastián (1547). La primera, ubicada en La Goleta, en el punto denominado Lomo
de San Pedro, fue construida por Juan Mansel, comerciante francés casado con
María de Santa Gadea. La segunda, localizada primeramente cerca de los terrenos
del llamado “Teatro Nuevo”, se construyó en 1699, ocupando el espacio en donde
hoy se encuentra la Plaza de la Constitución, frente a las Casas
Consistoriales, y fue derruida en 1868.
Así se llegaron a constituir dos núcleos
denominados “Villa de Abajo”, centro administrativo-religioso, con la parroquia
de San Juan, ermita de San Sebastián, Inquisición, Heredad de Aguas de Arehukas
y Firgas, Milicias de Arucas y Pósito (en pie hasta el siglo XIX), y la “Villa
de Arriba”, sede de los ingenios azucareros y que contó, además, con la ermita
de San Pedro.
Por otro lado, en esta época destacaron dos
eventos, la fundación de la Heredad de Aguas de Arehukas y Firgas (1545-46),
que posibilitó el auge económico de la Villa, al tiempo que con el transcurrir
de los años ha dotado al municipio de un complejo sistema hidráulico (acequias
de piedra, cantoneras, presa) de gran valor etnográfico, y la constitución del
Mayorazgo de Arehukas por Pedro Cerón (1572), que prolonga su existencia hasta
1859, momento en que se vendieron sus propiedades por el proceso de
desamortización del siglo XIX.
Durante los siglos XVII y XVIII, la economía de
Arehukas vino marcada por un periodo de decadencia, en relación con la
brillante etapa precedente. Al hundirse el comercio de los azúcares insulares
se procede, en casi todas partes, a su sustitución por los cultivos de viñedos.
En los terrenos locales, el viñedo se extendió rápidamente, si bien no
conseguirá obtener tan buenos resultados como el anterior cultivo, por lo que
se combinó con otros, como el trigo, el millo, las papas y frutales.
El siglo XIX, por el contrario,
representó un momento decisivo para su historia urbana, especialmente a partir
de la segunda mitad. A nivel económico, la desvinculación de las tierras del
Mayorazgo, fruto de las leyes desamortizadoras de Mendizabal y Madoz, significó
el comienzo de un gran desarrollo agrícola, con el cultivo de la cochinillla en
primer lugar y, del azúcar y del plátano, en segundo término. Estos beneficios
fueron invertidos en profundas transformaciones urbanas y en la construcción de
numerosos edificios públicos, como las Casas Consistoriales, el Mercado
Municipal y la Fuente del Pilar. A su vez, se levantaron viviendas de carácter
privado de dos plantas, con lujosas fachadas de cantería local. Estos
adelantos, junto a la fundación de dos importantes industrias, aún vigentes, La
Isleña (1870) y la Fábrica del Ron (1884), determinaron la concesión, por parte
de la reina Regente María Cristina, del título de ciudad (1894).
Ya en el siglo XX, la economía de Arehukas sufre una etapa fluctuante, motivada por las dos Guerras Mundiales, la Guerra Civil de los españoles, así como la llegada de algunos años de sequía (1931-32). El plátano, que se venía imponiendo con fuerza en la localidad, ve interrumpida su expansión ante el estallido de la I Guerra Mundial, al cesar el comercio de exportación de los frutos canarios a los consumidores ingleses, franceses y alemanes. No obstante, pasada esta crisis, vuelve a convertirse en el basamento exclusivo de la economía aruquense, hasta aproximadamente el declive de 1974, momento en el que se combina con el sector servicios. Este progreso determinó que la población pasase de 12.649 habitantes, en1920,
a 25.010, en 1950. (Alicia Hernández Padrón).
Ya en el siglo XX, la economía de Arehukas sufre una etapa fluctuante, motivada por las dos Guerras Mundiales, la Guerra Civil de los españoles, así como la llegada de algunos años de sequía (1931-32). El plátano, que se venía imponiendo con fuerza en la localidad, ve interrumpida su expansión ante el estallido de la I Guerra Mundial, al cesar el comercio de exportación de los frutos canarios a los consumidores ingleses, franceses y alemanes. No obstante, pasada esta crisis, vuelve a convertirse en el basamento exclusivo de la economía aruquense, hasta aproximadamente el declive de 1974, momento en el que se combina con el sector servicios. Este progreso determinó que la población pasase de 12.649 habitantes, en
1479.
Por medio del Tratado Alcaçove – Toledo. Portugal se compromete a no intervenir
en la conquista de las Canarias con lo que abandonan La Gomera.
1479.
Primeros
intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago Canario según el
clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.
“De don Juan de Frías, decimotercio obispo
Ya desde el
año de 1479 era obispo de Rubicón, por gracia del papa Sixto IV, don Juan de Frías, canónigo de Sevilla,
natural de aquella ciudad y originario de las montañas de Burgos; prelado de
cuyo mérito y gran valor hemos dado largas noticias en el libro VIl de esta Historia.
Allí le vimos ser el alma de la conquista de Canaria, apaciguar
las rencillas entre Pedro del Algaba y Juan Rejón, invadir en persona a los canarios
por Tirajana y otros puestos, llevar en la
última campaña el real pendón,
animar los soldados con las palabras y
el ejemplo, entonar el Te Deum en la victoria,
bautizar y consolar los nuevamente convertidos
y avasallados, adquirir por repartimiento el lugar de Agüímez para su cámara pontificia, con la jurisdicción temporal y dominio directo; finalmente, transferir la catedral de Rubicón a la
Gran Canaria, a cuyo fin no excusó viajes a Sevilla, impetró del papa nuevas bulas y practicó aquellas notables diligencias, de que volveremos a hablar más adelante.
Nos
consta, que en 21 de febrero de 1483 había hecho don Juan de Frías, por procurador,
su visita ad limina (obligación que
nuestros obispos de Canarias tenían
solamente cada diez años, por privilegio
concedido a don Diego de Illescas), como
se echa de ver por la carta del camarlengo.
De un breve
de Inocencio VIII, con data de
25 de
enero de 1486, se colige que a la sazón se hallaba ya la iglesia de
Canaria vacante, y por consiguiente
que el Ilustrísimo Frías había muerto a
fines del año anterior de 1485, el mismo en que se había hecho la traslación de
la catedral. Y si, como nuestras sinodales aseguran, murió aquel obispo en Sevilla, es claro que no pudo haber
asistido a esta función, que se celebró el día 20 de noviembre.
No repetiremos aquí el
corto elogio que de don Juan de Frías hicimos en el libro citado, contentándonos
con el de don Diego Ortiz de Zúñiga en sus Anales Eclesiásticos
de Sevilla. «Don Juan de Frías, dice, canónigo de nuestra santa iglesia
y obispo
de San Marcial de Rubicón, era sujeto muy a propósito para tal
empleo, por su virtud, letras y talento, cual lo requería aquella nueva mies del
evangelio, no menos que por su valor y entereza con que resistió demasías de los conquistadores y gobernadores, con quienes sobre las
cosas de la predicación y tratamiento
de los isleños, como lo disponían los reyes, tuvo muchas reyertas».” (José de Viera y
Clavijo, 1987. T. 2: 234 y ss.)
1479.
En la Rada de Arguineguín en
Tamarant el capitán de mar, Pedro Hernández Cabrón, desembarcó con un numeroso
grupo de soldados bien armados que el había facilitad el invasor Algaba, sin
duda deseoso de complacerlo y que fuera su aliado en sus deseos de enviar de
nuevo a España al general Juan Rejón. Por este motivo le cedió tropas, barco y
avituallamientos, así como palabras de aliento para llevar a cabo su empresa
para adentrase en el valle de Tirajana, dispuesto a capturar un buen número de
aborígenes y venderlos a buen precio en los mercados de Valencia y Sevilla.
Un isleño bautizado que formaba
parte de la expedición advirtió al capitán de mar.
-Señor es muy peligros adentrase
por estos lugares. Hay guerreros muy peligrosos y valientes por estos
barrancos.
Cabrón se río y respondió:
-No temeré yo a gentes desnudas y
armadas de palos.
Seguro del poder de sus armas
continuaron internándose por el agreste terreno cuando de pronto sonó un agudo
silbido que pareció cortar el cálido viento al que siguieron otros más y, en un
momento ágiles y raudos, un grupo de canarios al mando del faykan de Telde
descendieron por los ásperos acantilados cayendo sobre los sorprendidos
soldados. Amoragas y tabonas funcionaron contundentemente y momentos después 26
castellanos yacía muertos, más de cien heridos y ochenta prisioneros quedaban
en manos de los isleños.
Una tabona diestramente lanzada
se estampa en la boca de Cabrón dejándole sangrando y sin dientes.
Gritando de dolor y de rabia se retira seguido
por los supervivientes del encuentro con los guerreros canarios hasta la costa
y presurosos suben a los barcos y se alejan de aquella playa que, desde
entonces, lleva ese nombre de Cabrón. (Tiferán)
1479 Julio 7. Trujillo. (f.3). Seguro a favor de Alfonso de
Salvatierra a quien se ha ordenado armar un carracón y dos carabelas para hacer
la guerra a Portugal, concediéndole las presas que hiciese, salvo el quinto de
lo de la Mina y
Canaria. La Reina.
Alvarez de Toledo. . (E.Aznar; 1981)
1479 Agosto 11. Trujillo (f.l 00). Ejecutoria de la sentencia
dictada por el alcalde de casa y corte contra Juan Guerra, capitán de nao,
Alvaro, hijo de Gonzalo de Ayón, Pedro, hijo de Luís Alonso Fijador, Gabriel
Pardo, hijo de Pedro Pardo, y Pedro Gironela, catalán, vecinos de Moguer, y
Domingo Alonso, vecino de Palos, por robar las naves de Juan Felipe y Juan
Miguélez, ingleses. Por dicha sentencia, dada en Trujillo el 28 de julio de
1479, se condenó al primero de los inculpados apena de muerte y a los restantes
a 2 años de destierro en las islas de Canaria, más el pago de 5.000 coronas en
compensación de las naves y mercancias. Fernando licentiatus. Reg: Diego Sánchez.
. (E.Aznar;1981)
1479 Agosto 12. Como llegó la carabela en que iba preso el capitán
Juan Rejón a San Lúcar de Barrameda, tomó la posta y presentóse en Sevilla ante
el asistente Diego de Merlo y el cronista Alonso de Palencia, comisarios de la
conquista desta isla de Gran Canaria. Y, dando sus descargos y vistos ser
buenos y ser necesaria la presteza, por la falta de las provisiones y que,
tardando de enviar socorro, se ponía en términos de perderse la conquista,
acordaron despachar una armada de cuatro navíos con gente y bastimento, y
dieron la capitanía de ella a Pedro Hernández Cabrón, vecino y regidor de
Cádiz. Vino en estos navíos el obispo de Rubicón don Juan de Frías, proveído
por la muerte de don fray Tomás Serrano, natural de Andújar. En aquel tiempo
acordaron los comisarios volviese el capitán Juan Rejón a la conquista con el
obispo, a quien encargaron los concordase y compusiese y hiciese amigos,
dándole la orden que habían de tener y hacer, y sus cartas con los capítulos
que tenían de guardar en gobernarse, firmadas de sus nombres; y que, hechos
amigos y conformes, todos siguiesen la conquista de la isla de Gran Canaria,
como se es encargaba en nombre de Sus Altezas.
También vino en esta armada, en
compañía del obispo don Juan de Frías, Esteban Pérez de Cabitos por alcalde
mayor de Gran Canaria, nombrado por el rey por toda su vida, dada la provisión
en quince días del mes de marzo de 1478 y confirmada en la ciudad de Trujillo,
en 17 de mayo de 1479. Llegó esta armada al puerto de Las Isletas de Canaria, a
doce de agosto de 1479; fueron muy bien recibidos. Pidió luego el obispo al
gobernador Pedro del Algaba y al deán don Juan Bermúdez y a Hernán Peraza, que
había venido de Lanzarote con alguna gente y provisión al socorro, se juntasen
en la torre; y con ellos estuvieron en la junta el capitán Pedro Hernández
Cabrón y Alonso Jáimez de Sotomayor, alférez mayor, y Alonso de Lugo, y Ordoño
Bermúdez, y Esteban Pérez Cabitos, alcalde mayor, y Esteban de Valdés, alguacil
mayor, y Francisco de Espinosa, y otros muchos nobles hidalgos. El obispo don
Juan de Frías comenzó a exhortar y persuadir al gobernador y deán la amistad y
conformidad del capitán Juan Rejón, que había venido con él por mandato de los
comisarios de la conquista; sobre que hubo muchos dares y tomares, en razón de
la traída y venida del capitán Juan Rejón, de que se presumía no resultase
algún desconcierto. El obispo dijo que él lo había traído por orden de los
comisarios, como lo vían por aquellos recaudos de que hacía demostración,
exhibiendo la carta y capítulos que le habían dado y encargado, y la orden que
se había de tener y guardar entre sí.
Visto por el gobernador Pedro del
Algaba no traía Juan Rejón carta ni provisión de los Reyes Católicos, dijo que
él había preso a Juan Rejón y enviádolo a Sus Altezas, por excusar escándalos y
diseniones, las cuales no se podían excusar y se habían de seguir con su
presencia; y hasta que Sus Altezas provean por su real carta y provisión
firmada de su nombre otra cosa, él no puede innovar nada; que no conocía al
asistente de Sevilla, ni a Alonso de Palencia; que él proveería lo que cumplía
al servicio de sus reyes y señores, y que, si Juan Rejón traía provisión o
carta suya, le requería la mostrase, porque, vista por él, cumpliese lo que se
le mandase. El obispo respondió que no traen otras cartas ni provisiones, sino
los capítulos y cartas que tienen mostradas, firmadas de Diego de Merlo,
asistente de Sevilla, y de Alonso de Palencia, los cuales, como del Consejo de
Sus Altezas y personas tan graves, no se atreverían a nombrar comisarios, si no
lo fueran y tuvieran poder para ello de Sus Altezas. A 1o cual respondieron don
Juan Bermúdez, deán, y el gobernador Pero del Algaba, con acuerdo de otros
caballeros, que no había lugar de admitir a Juan Rejón con el oficio de capitán
de estas islas, por razones y causas que ofrecieron escribir a Sus Altezas; y
que así cumplía a la pacificación de la gente que estaba en la conquista; y que
suplicaban de lo proveído por los comisarios en los capítulos que el obispo
había referido que se había traído de ellos. Era escribano Pedro Ángelo. En
este cabildo presentó Esteban Pérez Cabitos su provisión, y fué recibido.
El gobernador Pedro del Algaba
quiso prender a Juan Rejón secretamente. Mas el obispo, que lo vino a entender,
por excusar escándalos y muertes que no podrían dejar de suceder con la
prisión, trató con el gobernador que no lo hiciese, que él le prometía tornarlo
a embarcar en los navíos en que había venido y enviarlo a Sevilla, al
asistente, como se lo había dado; y con esto se aquietó y aseguró el gobernador.
Acordó el gobernador Pedro del
Algaba y el deán don Juan Bermúdez se hiciese una entrada en la banda de
Tirahana, pues tenían bastimentos y había gente que había traído el capitán
Pedro Hernández Cabrón, el cual pidió esta entrada. Y, tomando parte de la
gente que estaba en la conquista y con la que él tenía, se fué la vuelta de
Tirahana, yendo en su compañía el obispo don Juan de Frías. Como llegaron,
tomaron tierra, no pudiendo hacer presa, porque, como los canarios vieron los
navíos, se subieron a los altos y sierras ásperas.
Los cristianos se metieron la
tierra adentro en su seguimiento, tomando todo lo que hallaron en el lugar, que
fué cebada, higos, y mucho ganado. Y, queriendo salir del lugar con la presa
para los navíos, un canario cristiano que había ido con ellos les dijo que no
saliesen del lugar donde estaban, porque todos los canarios estaban allí
juntos, y
había muchas cuestas que
descender muy agrias, y en ellas corrían gran peligro; que se estuviesen que
dos allí dos días, pues tenían qué comer, y los canarios no tenían ninguna
provisión y se derramarían en buscarla, y les sería más fácil la bajada. Mas el
capitán Pedro Hernández Cabrón, como no había experimentado ni visto el ánimo y
ligereza de los naturales, dijo que él no tenía temor a gente desnuda, y que
tenía los navíos sin gente, que habían de ir adormir en ellos. (Fr. J. De Abreu
Galindo)
1479 Agosto 24. Una importante expedición militar invasora a
la captura de esclavos, acaudillada por el obispo Juan de Frías y el capitán de
la mar Pedro Hernández Cabrón, sufrió una seria derrota en los alrededores de
La Caldera por obra de los valientes e indómitos guanches de
Tirajana. Los castellanos experimentaron cuantiosas pérdidas en muertos
y heridos; al mismo tiempo que revestía circunstancias trágicas la difícil
retirada. Pedro Hernández Cabrón después de haber depredado en Tirahana con sus
tropas de mercenarios inicia la marcha hacía la costa donde estaban fondeados
los navíos. Como los canarios vieron ir a los cristianos al puerto, comenzaron
también ellos a ir en su seguimiento; ya media cuesta, que es áspera y alta,
dieron en los cristianos con grande ímpetu y gritería, que parecía hundirse la
tierra, y los desbarataron, y mataron veinte y seis cristianos y hirieron más
de ciento. Perdieron muchas armas, y fueron presos algunos cristianos. La gente
que había quedado en los navíos, como vieron venir los cristianos huyendo y
desbaratados, llegáronse cuanto pudieron a tierra con los bateles y barcas, y
con algunos tiros que les tiraron los hicieron apartar, y la gente se pudo
embarcar y el capitán Pedro Hernández Cabrón volvió al puerto, herido de una
pedrada en la cabeza, y desembarcó la gente y municiones que le habían quedado
y los mantenimientos. Y, vista la discordia que había entre el gobernador y el
deán contra Juan Rejón, y que el obispo no había podido componerlos ni
acordarlos, acordaron se embarcase Juan Rejón en los navíos y se volviese a
España, y daría cuenta a los comisrios de cómo las desgracias sucedidas habían
sido causadas de las discordias que traían ]os que gobernaban la conquista y
así volvió Pedro Hernández Cabr6n a Castilla a buen tiempo, y trujo consigo a
Juan Rejón; y dieron cuenta a los comisarios de la gran necesidad en que
quedaban los de la conquista de la isla de la Gran Canaria. (Fr. J. De Abreu
Galindo)-
1479 agosto 24.
Cada 24 de agosto, San Bartolomé de Tirajana celebra la festividad de su patrón y por la cual recibe el nombre el municipio. El motivo de esta festividad fue una incursión castellana realizada a “Tirajana” en la que fueron derrotados por los canarios.
La incursión se realizó el 24 de agosto de 1479, día de San Bartolomé, santo patrón del municipio por encomendarse a él los castellanos durante los hechos. Los castellanos eran mandados por Pedro Hernández Cabrón, pirata y corsario de Cádiz, al servicio de Fernando El Católico. Según Abreu Galindo, la expedición es realizada a “Tirajana”, a la búsqueda y captura de canarios, para ser vendidos como esclavos en la península.
Marin de Cubas, en su “Historia de las 7 islas de Canaria”, describe los hechos de la siguiente manera.
“Andavan los canarios tan descomedidos, y atrevidos que hacian en los xristianos grandes burlas, y maldades, haziendo de noche rebatos arma falsa, y a el soldado que veian apartado, o solo le procuraban matar, y la maior fuerza de ellos estaba a la parte opuesta de
Envarcados en tres navios fueron al fin de la ysla y dia 24 de agosto de san Bartholome llegaron al pueblo que esta al pie de las sierras, y le hallaron sin gente bien proveidos de carne en sesina ganados, cevada, manteca, y miel silvestre en ollas y odres, y higos passados, y recojida la presa queriendo venir a embarcarse ya serca de noche le dixeron a Pedro Hernandez, que no convenia porque havia cierta emboscada de canarios a la retirada, respondio que tenia los navios sin gente, y que havia de dormir en ellos, y no temia a hombres desnudos, iendo de marcha una cuesta arriva agria, y de malos passos, salieron los canarios dando silvos gritos, y pedradas en lluvia, y palos con que mataron 26 xristianos, y mas de cien heridos, y desvaratados caminaron a la marina, y ellos en su seguimiento que fue menester que de las lanchas se disparasen armas de fuego, y ballestas salio Pedro Hernandez con una pedrada en la caveza, y quedo sin algunos dientes, y la boca torsida que no pudo hablar ni comer bien vino renegando de los canarios, de la conquista de tales fieras.”
Según Viera y Clavijo los canarios estaban al mando del Faicán de Telde, (máxima autoridad religiosa del reino o guanartemato de Telde) e hicieron a los castellanos 22 muertos, 100 heridos y 80 prisioneros.
Al no conocerse a ciencia exacta,
por donde se realizó la incursión, en un anterior artículo planteábamos la
hipótesis de que a pesar de que hoy día Tirajana se relaciona con Tunte y el
interior de la isla, en el pasado también se conocía por este nombre a la zona
de costa en Amurga, y lo que se describe en la crónica como “el pueblo al pie
de las sierras” pudiera ser Pozo del Lentisco, hoy día ya desaparecido y
situado en el actual Tarajalillo, al pie de Montaña de las Tabaibas y Amurga. (Pablo
Guedes González)
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