miércoles, 5 de septiembre de 2012

CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XIV. 1471-1480




EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

 

CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XIV. 1471-1480

 

Eduardo Pedro García Rodríguez




1479. Los Reyes Católicos, por Real Cédula, de Trujillo, a 15 de febrero de 1.479, utilizan los fondos de la bula Regimini gregis para socorro de la invasión y  conquista de Tamaránt (Gran Canaria).

1479. El nuncio en Castilla, Francisco Ortiz, se opone a la utilización de los fondos de la bula para la conquista, alegando que es desviarlos del fin para el que fueron recaudados.

1479. Tratado de paz de Alcáçovas entre los Reyes Católicos y Alfonso V de Portugal, del 4 de septiembre. Por él, Castilla renuncia a las islas Azores, a Madeira, a la conquista de Marruecos y del reino de Fez y a navegar «de las islas de Canaria para baxo contra Guinea», es decir, a sobrepasar el cabo Bojador hacia el sur; y Portugal renuncia a invadir las Islas Canarias, que reconoce pertenecer a los reinos de Castilla. Así «quedaron del todo declaradas las dichas islas de Canarias ser del señorío supremo
de Castilla» (Hist.) I, 19; BAE, XCV, 75b).

1479. El rey Fernando el Católico, en la Real Provisión, de Toledo, de diciembre (el día en blanco), de 1479, dice que el Papa Sixto IV, por la bula Pastoris aeterni de 1472, concedió indulgencias para la conversión de Canarias y para que «los [guanches] que por la predicación no se quisieren convertir, fuesen conquistados por la fuerza de las armas»; y que el Papa le encargó «ayudar a la dicha conversión y conquista».

Estos incisos con que el rey Fernando pretende fundamentar en la bula de Sixto IV la conquista armada de las islas (concretamente, la de Gran Canaria, ya iniciada) parecen ser de la exclusiva responsabilidad de él, sin fundamento ninguno en la bula. Son una interpretación forzada e interesada de la misma.

Con tales incisos pretende el rey Fernando justifica con una argucia sutil- la conquista de las islas que quedaban sin conquistar y que había sometido de modo inmediato a su soberanía en 1.477. Según él, el hecho de que en las islas hubiese ya establecimientos de evangelización no cerraba la puerta a la justicia de una guerra de conquista por la fuerza de las armas. Esta cabía de llevarla a cabo justamente en los casos en que la evangelización previa no hubiese dado resultados positivos, es decir, cuando los infieles evangelizados pacíficamente se hubiesen negado a someterse al Evangelio, aunque no molestasen a los que quisiesen convertirse. Ante todo, ciertamente, tenía que recurrirse ala evangelización pacífica; pero, de no tener eficacia ésta, después podía recurrirse a la conquista armada con el objeto de dominar a los infieles al catolicismo y así preparar el camino para la eficacia de la “evangelización”.

1479. Estrepitosamente derrotados los Católicos en Guinea, se vieron obligados a consentir en el reparto del reino de Fez, decretado por los pontífices romanos. Firmado el tratado  en el mes de septiembre,  quedaron adjudicadas, a su corona, las islas de Titoreygatra (Lanzarote), Benahuare (La Palma), Erbania (Fuerteventura), Gomera, Esero (Hierro), Graciosa, Tamaránt (Gran Canaria), Chinech (Tenerife) "e todas las otras Yslas de Canaria comarcanas, ganadas e por ganar". Relanzada la conquista de Gran Canaria en 1480, buscaron fondos comercializando la bula, obtenida años atrás. Suprimidos los topónimos Guinea y Portugal, quedó circunscrita a la conversión de los canarios, reaccionando los puristas por la tremenda: "algunas personas" eclesiásticas, declararon las bulas "revocadas e suspensas", prohibiendo "la recaudación de los maravedís", pues se hacía, "a fin de meter las manos en la dicha limosna e gastarla e desviarla, en otros usos y gastos". (L. Al. Toledo)
Públicas las "colusiones", persistentes en la historia del país, Fernando calmó los ánimos, nombrando tesorero general de la Santa Indulgencia, a Pedro de Setién, "hombre caudaloso e fiable e de conciencia", que al no necesitar de lo ajeno, se abstendría de tomarlo. Al Nuncio le convenció saber que las islas, estaban controladas por el Islam. Reaccionando a la amenaza religioso - ideológica, declaró la bula de adquisición obligada, "fasta que las dichas yslas sean tomadas e convertidas e redusidas a la dicha nuestra santa fe", quedando bautizado, "por fuerza de armas", el último canario. Iniciada la distribución de indulgencias, no estando la población para invertir en parcelas de paraíso, fueron muchos los morosos, que pararon entre rejas, culpables por incumplir la obligación de pagar, que a los ojos de un rey, justifica la existencia del súbdito.

No estando "acabada" la conquista, por persistir los canarios en su "rebeldía", los Católicos buscaron capitán experimentado, encontrando a Pedro de Vera, caballero 24 de Jerez y disciplinado. Seguidor de Enrique IV y Juana, estando al servicio de Beltrán de la Cueva y Rodrigo Ponce, cambió de campo con el último, sin un gesto. Suponen los cronistas que Vera fue seleccionado, al encontrarse en las Canarias desterrado, por haber matado a Basurto, alcaide de Medina Sidonia. En verdad, el 4 de febrero de 1480, día en que se extendió el nombramiento, se encontraba en su casa de Jerez. "Acatando como la conquista" de las "Yslas de la Grand Canaria e Tenerife nos pertenesce", para que pudiese llevarla a cabo, sin tropezar con oposición, acumuló los cargos de alcaide de Villa Real de las Palmas, gobernador, capitán mayor y corregidor de Gran Canaria. Pedro de la Algaba o quien la tuviese, le entregaría la fortaleza y los justicias sus varas, siguiendo "ynquisiciones". Descubiertos los culpables de "los escándalos e ruydos e diferencias", que cristalizaron en "divisyones", enfrentando a milites, caballeros y escuderos, los enredadores pararían en la cárcel, siguiendo juicios sumarísimos. Ejecutadas las penas de destierro y muerte, en orden cabildo y milicia, iniciaría la tarea de "sojuzgar" a los naturales de la isla, "a nuestra santa fe católica", "fasta la ganar e vos apoderar", continuando en "Tenerife y la Palma", también en "poder de ynfieles".
Necesario núcleo de pobladores castellanos, a más de los que estaban en la isla, la reina dio por supuesto, "que algunos caballeros e escuderos e marineros e otras personas", de las que "van" o "fueren" a Gran Canaria, querrían "bevir e morar en la dicha Ysla e faser su asyento en ella", con mujer e hijos. Deseando que tuviesen "más gana", les serían repartidos solares y "heredamientos", dando a cada uno "aquello que viedes, que según sus merecimientos e estado, aya menester". Distribuida la tierra, se formaría nuevo cabildo, expropiando las varas compradas y cesando a los justicias, con excepción de los nombrados por la corona. Los cargos podrían ser "cadañeros", vitalicios o hereditarios, designando Vera jurados y candidatos al "regimiento", para que el pueblo pudiese elegir, sin salirse de madre. Ignorada la identidad de los alfabetizados, llevó en blanco el título de notario público y escribano de cámara, "en las islas de Canaria e Tenerife e en los mares e en los puertos della" (L. Al. Toledo)

1479. En la Isla de Thenerife hizo una entrada Alonso Fernández antes de irse á España las Compañías de la Hermandad el año 1479; llevando práctico entró de noche á la parte de Icod, trajo á Canaria buena presa de ganado que halló acorralado, muy manso, todo cabrío, tres mujeres, dos hombres y algunos muchachos, que dormían en cuevas, y mucho sebo, carne salada 263, panes de cera y cantidad de velas de cera medio encentadas y una á modo de cirio pascual encentado, cueros de cabra y cebada, dejáronse allá otras mayores cantidades de todo ésto, y molinitos ó tahonillas de mano, cazuelas y platos de barro tosco. (Marín de Cubas [1694] 1993:168-72)

1479.
El clérigo de secta católica Juan de Frías fue uno de los invasores que en el nombre de dios pasó a cuchillo más canarios que los mercenarios seglares de Juan Rejón. Según el cura de la iglesia católica, el criollo José de Viera y Clavijo este asesino de pueblos  “ya desde el año de 1479 era obispo de Rubicón, por gracia del papa Sixto IV, don Juan de Frías, canónigo de Sevilla, natural de aquella ciudad y originario de las montañas de Burgos; prelado de cuyo mérito y gran valor hemos dado largas noticias en el libro VII de esta Historia.

Allí le vimos ser el alma de la conquista de Canaria, apaciguar las rencillas entre Pedro del Algaba y Juan Rejón, invadir en persona a los canarios por Tirajana y otros puestos, llevar en la última campaña el real pendón, animar los soldados con las palabras y el ejemplo, entonar el Te Deum en la victoria, bautizar y consolar los nuevamente convertidos y avasallados, adquirir por repartimiento el lugar de Agüimes para su cámara pontificia, con la jurisdicción temporal y dominio directo; finalmente, transferir la catedral de Rubicón a la Gran Canaria, a cuyo fin no excusó viajes a Sevilla, impetró del papa nuevas bulas y practicó aquellas notables diligencias, de que volveremos a hablar más adelante.

Nos consta, que en 21 de febrero de 1483 había hecho don Juan de Frías, por procurador, su visita ad limina (obligación que nuestros obispos de Canarias tenían solamente cada diez años, por privilegio concedido a don Diego de Illescas), como se echa de ver por la carta del camarlengo.

De un breve de Inocencio VIII, con data de 25 de enero de 1486, se colige que a la sazón se hallaba ya la iglesia de Canaria vacante, y por consiguiente que el ilustrísimo Frías había muerto a fines del año anterior de 1485, el mismo en que se había hecho la traslación de la catedral y si, como nuestras sinodales aseguran, murió aquel obispo en Sevilla, es claro que no pudo haber asistido a esta función, que se celebró el día 20 de noviembre.” (Viera y Clavijo, 1991)

1479. En Agaete, Tamaránt creó su feudo e ingenio azucarero el mercenario y traficante de esclavos Alonso Fernández de Lugo quien atrincherado en su torre de Gaete -de la cual era alcaide  daba rienda suelta a sus sueños de grandeza y maquinaba la manera de satisfacer su insaciable afán de rapiña. 

 Desde la torre, divisaba en días claros la silueta de la isla de Chinet (Tenerife) y soñaba con Benahuare (La Palma) las cuales formaban el objetivo más íntimo de sus apetencias. Decidido a dar cima a su proyecto y teniendo en cuenta que el producto de su incipiente ingenio y la porción de esclavos que le había tocado en el reparto no eran suficientes para trasladarse a la corte “decorosamente” para gestionar ante la misma la concesión de la conquista de las dos islas afanes de su soñada grandeza, decide continuar con las entradas y razzias en ambas islas con el objeto de reunir el capital suficiente con que trasladarse a la corte castellano-aragonesa y comprar influencias en la corte que le permitieran la consecución de sus fines, así comienza el merodeo por las islas de Benahuare (La Palma) y Chinech (Tenerife) con la intención de apresar esclavos y ganados, en ésta última, hace una “entrada” nocturna de saqueo en 1479 por el menceyato de Icod, consiguiendo robar y transportar a Tamaránt (Gran Canaria), un cuantioso botín consistente en gran cantidad de cabras que estaban encorraladas, es decir, era ganado manso, mucho cebo y carne salada, panes de cera y cantidad de velas de cera a medio terminar y una parecida a un cirio pascual acabado, cueros de cabra y cebada, tres mujeres dos hombre y algunos muchachos, dejando en el terreno, quizás por falta de capacidad de carga en la nave buena cantidad de cueros y cebada, molinos de mano, gánigos y platos de barro.

1479. El asentamiento canario de Arehukas (actual Arucas) en Tamaránt (Gran Canaria) su origen se remonta a la etapa precolonial. De hecho, su nombre procede del término canarii Arehukas. Su primigenio poblado fue arrasado por las huestes del mercenario invasor  al servicio de Castilla Juan Rejón, en 1479. De este momento, sobresale la denominada “Batalla de Arucas”, en donde murió el mítico caudillo canario Doramas.

Entre los yacimientos arqueológicos destaca el denominado “Cerera”, situado en la falda sur de la Montaña de Arehukas y actualmente visitable, tras llevarse a cabo un proyecto de musealización, presentándose, hasta el momento, como el primer y único asentamiento precolonial integrado en un edificio de uso social, en este caso en una asociación de vecinos.
Después de la invasión y Conquista, Arehukas se fue poblando principalmente, a comienzos del siglo XVI, de numerosos invasores colonos a los que se les entregaron tierras y aguas tras el Repartimiento del botín de guerra de la colonia, quedando como mayores beneficiarios Tomás Rodríguez de Palenzuela, Lope de Sosa, Hernando de Santa Gadea y Juan de Aríñez, entre otros. Esta incipiente población europea fue situándose alrededor de la ermita de la secta católica de San Juan, situada en los mismos terrenos que ocupa el actual templo, obra aquella de anónimos personajes que operaban en los ingenios azucareros. La actividad generada por estas fábricas, los cañaverales, las obras de regadío, el transporte y la artesanía procuraron suficiente demanda de empleo para ocupar a numerosos jornaleros, esclavos, criados, comerciantes y artesanos, los cuales figurarían registrados como los primeros habitantes con que contó la incipiente población.
El aumento de la población, ocasionada por la prosperidad económica del momento, determinó que, en 1515, el obispo de la secta católica Fernando Vázquez de Arce elevara la sencilla ermita al grado de parroquia, con pila bautismal y cura propio. De esta forma, Arehukas, que venía teniendo la consideración de “Lugar”, obtiene la concesión del título de Villa a partir del 19 de noviembre del año aludido. El aumento de la feligresía impulsa la fundación de dos nuevas ermitas: la de San Pedro Apóstol (1525) y la de San Sebastián (1547). La primera, ubicada en La Goleta, en el punto denominado Lomo de San Pedro, fue construida por Juan Mansel, comerciante francés casado con María de Santa Gadea. La segunda, localizada primeramente cerca de los terrenos del llamado “Teatro Nuevo”, se construyó en 1699, ocupando el espacio en donde hoy se encuentra la Plaza de la Constitución, frente a las Casas Consistoriales, y fue derruida en 1868.
Así se llegaron a constituir dos núcleos denominados “Villa de Abajo”, centro administrativo-religioso, con la parroquia de San Juan, ermita de San Sebastián, Inquisición, Heredad de Aguas de Arehukas y Firgas, Milicias de Arucas y Pósito (en pie hasta el siglo XIX), y la “Villa de Arriba”, sede de los ingenios azucareros y que contó, además, con la ermita de San Pedro.
Por otro lado, en esta época destacaron dos eventos, la fundación de la Heredad de Aguas de Arehukas y Firgas (1545-46), que posibilitó el auge económico de la Villa, al tiempo que con el transcurrir de los años ha dotado al municipio de un complejo sistema hidráulico (acequias de piedra, cantoneras, presa) de gran valor etnográfico, y la constitución del Mayorazgo de Arehukas por Pedro Cerón (1572), que prolonga su existencia hasta 1859, momento en que se vendieron sus propiedades por el proceso de desamortización del siglo XIX.
Durante los siglos XVII y XVIII, la economía de Arehukas vino marcada por un periodo de decadencia, en relación con la brillante etapa precedente. Al hundirse el comercio de los azúcares insulares se procede, en casi todas partes, a su sustitución por los cultivos de viñedos. En los terrenos locales, el viñedo se extendió rápidamente, si bien no conseguirá obtener tan buenos resultados como el anterior cultivo, por lo que se combinó con otros, como el trigo, el millo, las papas y frutales.
El siglo XIX, por el contrario, representó un momento decisivo para su historia urbana, especialmente a partir de la segunda mitad. A nivel económico, la desvinculación de las tierras del Mayorazgo, fruto de las leyes desamortizadoras de Mendizabal y Madoz, significó el comienzo de un gran desarrollo agrícola, con el cultivo de la cochinillla en primer lugar y, del azúcar y del plátano, en segundo término. Estos beneficios fueron invertidos en profundas transformaciones urbanas y en la construcción de numerosos edificios públicos, como las Casas Consistoriales, el Mercado Municipal y la Fuente del Pilar. A su vez, se levantaron viviendas de carácter privado de dos plantas, con lujosas fachadas de cantería local. Estos adelantos, junto a la fundación de dos importantes industrias, aún vigentes, La Isleña (1870) y la Fábrica del Ron (1884), determinaron la concesión, por parte de la reina Regente María Cristina, del título de ciudad (1894).

Ya en el siglo XX, la economía de Arehukas sufre una etapa fluctuante, motivada por las dos Guerras Mundiales, la Guerra Civil de los españoles, así como la llegada de algunos años de sequía (1931-32). El plátano, que se venía imponiendo con fuerza en la localidad, ve interrumpida su expansión ante el estallido de la I Guerra Mundial, al cesar el comercio de exportación de los frutos canarios a los consumidores ingleses, franceses y alemanes. No obstante, pasada esta crisis, vuelve a convertirse en el basamento exclusivo de la economía aruquense, hasta aproximadamente el declive de 1974, momento en el que se combina con el sector servicios. Este progreso determinó que la población pasase de 12.649 habitantes, en 1920, a 25.010, en 1950. (Alicia Hernández Padrón).
1479. Por medio del Tratado Alcaçove – Toledo. Portugal se compromete a no intervenir en la conquista de las Canarias con lo que abandonan La Gomera.
 1479.
Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.

De don Juan de Frías, decimotercio obispo
Ya desde el año de 1479 era obispo de Rubi­cón, por gracia del papa Sixto IV, don Juan de Frías, canónigo de Sevilla, natural de aquella ciudad y originario de las montañas de Burgos; prelado de cuyo mérito y gran valor hemos dado largas noticias en el libro VIl de esta Historia. Allí le vimos ser el alma de la conquista de Canaria, apaciguar las rencillas entre Pedro del Algaba y Juan Rejón, invadir en persona a los canarios por Tirajana y otros puestos, llevar en la última cam­paña el real pendón, animar los soldados con las palabras y el ejemplo, entonar el Te Deum en la victoria, bautizar y consolar los nuevamente con­vertidos y avasallados, adquirir por repartimiento el lugar de Agüímez para su cámara pontificia, con la jurisdicción temporal y dominio directo; finalmente, transferir la catedral de Rubicón a la Gran Canaria, a cuyo fin no excusó viajes a Sevi­lla, impetró del papa nuevas bulas y practicó aquellas notables diligencias, de que volveremos a hablar más adelante.

Nos consta, que en 21 de febrero de 1483 ha­bía hecho don Juan de Frías, por procurador, su visita ad limina (obligación que nuestros obispos de Canarias tenían solamente cada diez años, por privilegio concedido a don Diego de Illescas), como se echa de ver por la carta del camarlengo.

De un breve de Inocencio VIII, con data de 25 de enero de 1486, se colige que a la sazón se hallaba ya la iglesia de Canaria vacante, y por consiguiente que el Ilustrísimo Frías había muerto a fines del año anterior de 1485, el mismo en que se había hecho la traslación de la catedral. Y si, como nuestras sinodales aseguran, murió aquel obispo en Sevilla, es claro que no pudo haber asistido a esta función, que se celebró el día 20 de noviembre.

No repetiremos aquí el corto elogio que de don Juan de Frías hicimos en el libro citado, conten­tándonos con el de don Diego Ortiz de Zúñiga en sus Anales Eclesiásticos de Sevilla. «Don Juan de Frías, dice, canónigo de nuestra santa iglesia y obispo de San Marcial de Rubicón, era sujeto muy a propósito para tal empleo, por su virtud, letras y talento, cual lo requería aquella nueva mies del evangelio, no menos que por su valor y entereza con que resistió demasías de los con­quistadores y gobernadores, con quienes sobre las cosas de la predicación y tratamiento de los isle­ños, como lo disponían los reyes, tuvo muchas reyertas».” (José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 234 y ss.)

1479.
En la Rada de Arguineguín en Tamarant el capitán de mar, Pedro Hernández Cabrón, desembarcó con un numeroso grupo de soldados bien armados que el había facilitad el invasor Algaba, sin duda deseoso de complacerlo y que fuera su aliado en sus deseos de enviar de nuevo a España al general Juan Rejón. Por este motivo le cedió tropas, barco y avituallamientos, así como palabras de aliento para llevar a cabo su empresa para adentrase en el valle de Tirajana, dispuesto a capturar un buen número de aborígenes y venderlos a buen precio en los mercados de Valencia y Sevilla.

Un isleño bautizado que formaba parte de la expedición advirtió al capitán de mar.
-Señor es muy peligros adentrase por estos lugares. Hay guerreros muy peligrosos y valientes por estos barrancos.
Cabrón se río y respondió:
-No temeré yo a gentes desnudas y armadas de palos.

Seguro del poder de sus armas continuaron internándose por el agreste terreno cuando de pronto sonó un agudo silbido que pareció cortar el cálido viento al que siguieron otros más y, en un momento ágiles y raudos, un grupo de canarios al mando del faykan de Telde descendieron por los ásperos acantilados cayendo sobre los sorprendidos soldados. Amoragas y tabonas funcionaron contundentemente y momentos después 26 castellanos yacía muertos, más de cien heridos y ochenta prisioneros quedaban en manos de los isleños.

Una tabona diestramente lanzada se estampa en la boca de Cabrón dejándole sangrando y sin dientes.
 Gritando de dolor y de rabia se retira seguido por los supervivientes del encuentro con los guerreros canarios hasta la costa y presurosos suben a los barcos y se alejan de aquella playa que, desde entonces, lleva ese nombre de Cabrón. (Tiferán)

1479 Julio 7. Trujillo. (f.3). Seguro a favor de Alfonso de Salvatierra a quien se ha ordenado armar un carracón y dos carabelas para hacer la guerra a Portugal, concediéndole las presas que hiciese, salvo el quinto de lo de la Mina y Canaria. La Reina. Alvarez de Toledo. . (E.Aznar; 1981)

1479 Agosto 11. Trujillo (f.l 00). Ejecutoria de la sentencia dictada por el alcalde de casa y corte contra Juan Guerra, capitán de nao, Alvaro, hijo de Gonzalo de Ayón, Pedro, hijo de Luís Alonso Fijador, Gabriel Pardo, hijo de Pedro Pardo, y Pedro Gironela, catalán, vecinos de Moguer, y Domingo Alonso, vecino de Palos, por robar las naves de Juan Felipe y Juan Miguélez, ingleses. Por dicha sentencia, dada en Trujillo el 28 de julio de 1479, se condenó al primero de los inculpados apena de muerte y a los restantes a 2 años de destierro en las islas de Canaria, más el pago de 5.000 coronas en compensación de las naves y mercancias. Fernando licentiatus. Reg: Diego Sánchez. . (E.Aznar;1981)

1479 Agosto 12. Como llegó la carabela en que iba preso el capitán Juan Rejón a San Lúcar de Barrameda, tomó la posta y presentóse en Sevilla ante el asistente Diego de Merlo y el cronista Alonso de Palencia, comisarios de la conquista desta isla de Gran Canaria. Y, dando sus descargos y vistos ser buenos y ser necesaria la presteza, por la falta de las provisiones y que, tardando de enviar socorro, se ponía en términos de perderse la conquista, acordaron despachar una armada de cuatro navíos con gente y bastimento, y dieron la capitanía de ella a Pedro Hernández Cabrón, vecino y regidor de Cádiz. Vino en estos navíos el obispo de Rubicón don Juan de Frías, proveído por la muerte de don fray Tomás Serrano, natural de Andújar. En aquel tiempo acordaron los comisarios volviese el capitán Juan Rejón a la conquista con el obispo, a quien encargaron los concordase y compusiese y hiciese amigos, dándole la orden que habían de tener y hacer, y sus cartas con los capítulos que tenían de guardar en gobernarse, firmadas de sus nombres; y que, hechos amigos y conformes, todos siguiesen la conquista de la isla de Gran Canaria, como se es encargaba en nombre de Sus Altezas.

También vino en esta armada, en compañía del obispo don Juan de Frías, Esteban Pérez de Cabitos por alcalde mayor de Gran Canaria, nombrado por el rey por toda su vida, dada la provisión en quince días del mes de marzo de 1478 y confirmada en la ciudad de Trujillo, en 17 de mayo de 1479. Llegó esta armada al puerto de Las Isletas de Canaria, a doce de agosto de 1479; fueron muy bien recibidos. Pidió luego el obispo al gobernador Pedro del Algaba y al deán don Juan Bermúdez y a Hernán Peraza, que había venido de Lanzarote con alguna gente y provisión al socorro, se juntasen en la torre; y con ellos estuvieron en la junta el capitán Pedro Hernández Cabrón y Alonso Jáimez de Sotomayor, alférez mayor, y Alonso de Lugo, y Ordoño Bermúdez, y Esteban Pérez Cabitos, alcalde mayor, y Esteban de Valdés, alguacil mayor, y Francisco de Espinosa, y otros muchos nobles hidalgos. El obispo don Juan de Frías comenzó a exhortar y persuadir al gobernador y deán la amistad y conformidad del capitán Juan Rejón, que había venido con él por mandato de los comisarios de la conquista; sobre que hubo muchos dares y tomares, en razón de la traída y venida del capitán Juan Rejón, de que se presumía no resultase algún desconcierto. El obispo dijo que él lo había traído por orden de los comisarios, como lo vían por aquellos recaudos de que hacía demostración, exhibiendo la carta y capítulos que le habían dado y encargado, y la orden que se había de tener y guardar entre sí.

Visto por el gobernador Pedro del Algaba no traía Juan Rejón carta ni provisión de los Reyes Católicos, dijo que él había preso a Juan Rejón y enviádolo a Sus Altezas, por excusar escándalos y diseniones, las cuales no se podían excusar y se habían de seguir con su presencia; y hasta que Sus Altezas provean por su real carta y provisión firmada de su nombre otra cosa, él no puede innovar nada; que no conocía al asistente de Sevilla, ni a Alonso de Palencia; que él proveería lo que cumplía al servicio de sus reyes y señores, y que, si Juan Rejón traía provisión o carta suya, le requería la mostrase, porque, vista por él, cumpliese lo que se le mandase. El obispo respondió que no traen otras cartas ni provisiones, sino los capítulos y cartas que tienen mostradas, firmadas de Diego de Merlo, asistente de Sevilla, y de Alonso de Palencia, los cuales, como del Consejo de Sus Altezas y personas tan graves, no se atreverían a nombrar comisarios, si no lo fueran y tuvieran poder para ello de Sus Altezas. A 1o cual respondieron don Juan Bermúdez, deán, y el gobernador Pero del Algaba, con acuerdo de otros caballeros, que no había lugar de admitir a Juan Rejón con el oficio de capitán de estas islas, por razones y causas que ofrecieron escribir a Sus Altezas; y que así cumplía a la pacificación de la gente que estaba en la conquista; y que suplicaban de lo proveído por los comisarios en los capítulos que el obispo había referido que se había traído de ellos. Era escribano Pedro Ángelo. En este cabildo presentó Esteban Pérez Cabitos su provisión, y fué recibido.

El gobernador Pedro del Algaba quiso prender a Juan Rejón secretamente. Mas el obispo, que lo vino a entender, por excusar escándalos y muertes que no podrían dejar de suceder con la prisión, trató con el gobernador que no lo hiciese, que él le prometía tornarlo a embarcar en los navíos en que había venido y enviarlo a Sevilla, al asistente, como se lo había dado; y con esto se aquietó y aseguró el gobernador.

Acordó el gobernador Pedro del Algaba y el deán don Juan Bermúdez se hiciese una entrada en la banda de Tirahana, pues tenían bastimentos y había gente que había traído el capitán Pedro Hernández Cabrón, el cual pidió esta entrada. Y, tomando parte de la gente que estaba en la conquista y con la que él tenía, se fué la vuelta de Tirahana, yendo en su compañía el obispo don Juan de Frías. Como llegaron, tomaron tierra, no pudiendo hacer presa, porque, como los canarios vieron los navíos, se subieron a los altos y sierras ásperas.

Los cristianos se metieron la tierra adentro en su seguimiento, tomando todo lo que hallaron en el lugar, que fué cebada, higos, y mucho ganado. Y, queriendo salir del lugar con la presa para los navíos, un canario cristiano que había ido con ellos les dijo que no saliesen del lugar donde estaban, porque todos los canarios estaban allí juntos, y
había muchas cuestas que descender muy agrias, y en ellas corrían gran peligro; que se estuviesen que dos allí dos días, pues tenían qué comer, y los canarios no tenían ninguna provisión y se derramarían en buscarla, y les sería más fácil la bajada. Mas el capitán Pedro Hernández Cabrón, como no había experimentado ni visto el ánimo y ligereza de los naturales, dijo que él no tenía temor a gente desnuda, y que tenía los navíos sin gente, que habían de ir adormir en ellos. (Fr. J. De Abreu Galindo)
1479  Agosto 24.  Una importante expedición militar invasora a la captura de esclavos, acaudillada por el obispo Juan de Frías y el capitán de la mar Pedro Hernández Cabrón, sufrió una seria derrota en los alrededores de La Caldera por obra de los valientes e indómitos guanches  de  Tirajana. Los castellanos experimentaron cuantiosas pérdidas en muertos y heridos; al mismo tiempo que revestía circunstancias trágicas la difícil retirada. Pedro Hernández Cabrón después de haber depredado en Tirahana con sus tropas de mercenarios inicia la marcha hacía la costa donde estaban fondeados los navíos. Como los canarios vieron ir a los cristianos al puerto, comenzaron también ellos a ir en su seguimiento; ya media cuesta, que es áspera y alta, dieron en los cristianos con grande ímpetu y gritería, que parecía hundirse la tierra, y los desbarataron, y mataron veinte y seis cristianos y hirieron más de ciento. Perdieron muchas armas, y fueron presos algunos cristianos. La gente que había quedado en los navíos, como vieron venir los cristianos huyendo y desbaratados, llegáronse cuanto pudieron a tierra con los bateles y barcas, y con algunos tiros que les tiraron los hicieron apartar, y la gente se pudo embarcar y el capitán Pedro Hernández Cabrón volvió al puerto, herido de una pedrada en la cabeza, y desembarcó la gente y municiones que le habían quedado y los mantenimientos. Y, vista la discordia que había entre el gobernador y el deán contra Juan Rejón, y que el obispo no había podido componerlos ni acordarlos, acordaron se embarcase Juan Rejón en los navíos y se volviese a España, y daría cuenta a los comisrios de cómo las desgracias sucedidas habían sido causadas de las discordias que traían ]os que gobernaban la conquista y así volvió Pedro Hernández Cabr6n a Castilla a buen tiempo, y trujo consigo a Juan Rejón; y dieron cuenta a los comisarios de la gran necesidad en que quedaban los de la conquista de la isla de la Gran Canaria. (Fr. J. De Abreu Galindo)-
1479 agosto 24.

Cada 24 de agosto, San Bartolomé de Tirajana celebra la festividad de su patrón y por la cual recibe el nombre el municipio. El motivo de esta festividad fue una incursión castellana realizada a “Tirajana” en la que fueron derrotados por los canarios.

La incursión se realizó el 24 de agosto de 1479, día de San Bartolomé, santo patrón del municipio por encomendarse a él los castellanos durante los hechos. Los castellanos eran mandados por Pedro Hernández Cabrón, pirata y corsario de Cádiz, al servicio de Fernando El Católico. Según Abreu Galindo, la expedición es realizada a “Tirajana”, a la búsqueda y captura de canarios, para ser vendidos como esclavos en la península.

Marin de Cubas, en su “Historia de las 7 islas de Canaria”, describe los hechos de la siguiente manera.

“Andavan los canarios tan descomedidos, y atrevidos que hacian en los xristianos grandes burlas, y maldades, haziendo de noche rebatos arma falsa, y a el soldado que veian apartado, o solo le procuraban matar, y la maior fuerza de ellos estaba a la parte opuesta de la Ysla en unas sierras, y varrancos agrissimos llamados Tirajana onde viven en cuebas, y grutas altísimas como las aves de onde las mugeres arrojan piedras, y palos por su defenza y el almirante con alguna gente suia, y otros veteranos y canarios practicos amigos, y enemigos de los suios por delitos.

Envarcados en tres navios fueron al fin de la ysla y dia 24 de agosto de san Bartholome llegaron al pueblo que esta al pie de las sierras, y le hallaron sin gente bien proveidos de carne en sesina ganados, cevada, manteca, y miel silvestre en ollas y odres, y higos passados, y recojida la presa queriendo venir a embarcarse ya serca de noche le dixeron a Pedro Hernandez, que no convenia porque havia cierta emboscada de canarios a la retirada, respondio que tenia los navios sin gente, y que havia de dormir en ellos, y no temia a hombres desnudos, iendo de marcha una cuesta arriva agria, y de malos passos, salieron los canarios dando silvos gritos, y pedradas en lluvia, y palos con que mataron 26 xristianos, y mas de cien heridos, y desvaratados caminaron a la marina, y ellos en su seguimiento que fue menester que de las lanchas se disparasen armas de fuego, y ballestas salio Pedro Hernandez con una pedrada en la caveza, y quedo sin algunos dientes, y la boca torsida que no pudo hablar ni comer bien vino renegando de los canarios, de la conquista de tales fieras.”

Según Viera y Clavijo los canarios estaban al mando del Faicán de Telde, (máxima autoridad religiosa del reino o guanartemato de Telde) e hicieron a los castellanos 22 muertos, 100 heridos y 80 prisioneros.

Al no conocerse a ciencia exacta, por donde se realizó la incursión, en un anterior artículo planteábamos la hipótesis de que a pesar de que hoy día Tirajana se relaciona con Tunte y el interior de la isla, en el pasado también se conocía por este nombre a la zona de costa en Amurga, y lo que se describe en la crónica como “el pueblo al pie de las sierras” pudiera ser Pozo del Lentisco, hoy día ya desaparecido y situado en el actual Tarajalillo, al pie de Montaña de las Tabaibas y Amurga. (Pablo Guedes González)

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