sábado, 5 de julio de 2014

Las sociedades canarias en La Gran Antilla tras la libertad de emigración (1861-1936)



1936.

Vemos que será en las grandes ciudades donde el isleño encontrará las mejores opciones para asociarse, como consecuencia de encontrarse en ellas lo más dinámico de la inmigración, los mejores canales para los actos de reunión y de difusión de los ideales asociacionistas.
 Introducción
El tema del movimiento asociacionista hispano en América, tan importante por otro lado en la Historia Contemporánea española, ha pasado, sin embargo, casi inadvertido hasta las dos últimas décadas del siglo pasado y la que llevamos de la actual; en las que debido a la voluntad entusiasta de un colectivo de investigadores de las Ciencias Sociales (entre ellos cubanos y canarios) se han venido impulsando numerosas investigaciones que han permitido recuperar para el público actual y para las generaciones futuras esta página tan interesante de la historia de la España transmigrante escrita en ultramar por muchos de sus habitantes. En el caso que nos ocupa: por canarios y Cuba, y el Atlántico como espacio marítimo que permitió ese flujo y al que debemos gran parte de nuestra proyección histórica. Además, los datos de entidades que ofrecemos en este trabajo deben ser tenidos como provisionales, algo propio de toda investigación.
 En los siglos XVII y XVIII estuvo prohibido emigrar de España. Ya en el siglo XIX serían los liberales los que reconocerán la libertad de poder desplazarse fuera del país de manera temporal o definitiva. La Real Orden Circular de 16 de setiembre de1853 fue la que permitió la libertad de emigrar. A partir de esta fecha se produjo un proceso de permisión creciente de la emigración en el que deben inscribirse las leyes de 1907 y 1924; aunque ninguna de ellas se preocupó de lo que le pudiese ocurrir al emigrante una vez hubiese llegado a la Isla.
 Sin duda la actividad asociativa de los emigrantes isleños en la Perla del Caribe fue muy relevante durante la segunda mitad del Ochocientos y primer tercio del siglo pasado. De tal manera que en 1861, con la creación en La Habana de la Junta de Beneficencia Canaria, el colectivo canario inauguró un rosario de entidades tanto de carácter étnico-regional como insular, siguiendo la estela de gallegos y catalanes que habían creado en 1804 y 1840/41, respectivamente, las suyas. Un total de 38 entidades, a día de hoy, hacen del colectivo isleño uno de los más importantes en este campo: 15 fundadas en el XIX situándolo en primer lugar (de un total de 76 entidades regionales contabilizadas hasta el momento), y 23 puestas en marcha en el XX ocupando el tercer lugar (con una cifra global de 300 agrupaciones); todo ello de acuerdo con su peso demográfico, aunque este muy bien pudo generar un mayor número de entidades si no hubiese sido por el excesivo individualismo del canario y su irradiación de manera predominante en las zonas rurales. A tenor de estas cifras rápidamente comprobamos la diferencia de una centuria a otra. En el siglo XIX la pertenencia todavía de Cuba a España y las distintas guerras de independencia nos explican, en gran medida, el relativo escaso número de entidades. Sin embargo el incremento del 394,73% que acontece en el primer tercio del siglo XX tuvo en la desprotección estatal que se encontró el inmigrante español con el cambio en la situación política cubana, primeramente; en la experiencia asociativa acumulada en los años precedentes, en segundo término; y en la emigración en masa, ya iniciada anteriormente (en 1880) y que no se vio interrumpida hasta 1930 (cuando comienza a verse las consecuencias del crac de 1929), favorecida sobremanera por las cadenas y las redes migratorias, tres causas que muy bien nos permiten comprender este importante cambio, cuantitativo, en la sociabilidad hispana.
Un pujante movimiento asociacionista que en el período que analizamos estuvo encabezado por gallegos, asturianos, canarios y catalanes, por este orden. Y que fue una aportación clave en el proceso de consolidación de la identidad nacional cubana, como insistentemente ha venido reconociendo la historiografía del país caribeño.
 La mayoría de las sociedades tuvieron finalidades múltiples. Al tiempo que ayudaban a la adaptación al nuevo espacio de llegada, reforzaban las identidades y lealtades étnicas (cultivando las tradiciones regionales, insulares o locales, tales como juegos, bailes, comer o beber productos de la tierra…); ayudaban a los enfermos (con asistencia médica en “quintas” propias o concertadas) o a emigrantes con dificultades, a la vez que procuraban repatriaciones al Archipiélago o acudían en socorro de los canarios necesitados de las Islas. Las actividades deportivas dieron lugar, en ocasiones, a la creación de sociedades específicas. Fue habitual que este tipo de asociaciones estuvieran impulsadas por los descendientes de los inmigrantes de segunda y tercera generación (hijos y nietos), con un grado de integración en la sociedad cubana casi total, lo que hace, en algunos casos, que la propia denominación de estas entidades sea en inglés, como por ejemplo el Canarias Sport Club/Sporting Club; aunque sin olvidarnos de la existencia en este grupo del Club Deportivo Tenerife/Club Tenerife.
 Segunda mitad del siglo XIX
 Respecto a esta centuria, predominaron las de carácter benéfico, de protección a la inmigración, las de socorros mutuos, las de defensa a la actividad agrícola y las que se centraban en la instrucción y la cultura. Unas sociedades que nada tenían que ver con las cofradías y las obras pías que se implantaron en el Antiguo Régimen. La tipología que acabamos de describir tiene su razón de ser en la realidad que imperaba en esos momentos en la Cuba del período colonial, por otro lado provincia española hasta 1898. Nos referimos a una sociedad con un retraso importante en los servicios sanitarios y culturales, entre otros, y con una formación socioeconómica agraria y rural, marcada por el binomio caña de azúcar-tabaco, en cuya potenciación jugó un papel trascendental el campesino canario desde el siglo XVI.

Por otra parte, el asociacionismo canario no se extendió por toda la Isla. Se concentró, atendiendo a su asentamiento dominante, en la Cuba occidental y central. Los datos, por el momento, nos hablan de cuatro sociedades en la capital de la Isla (provincia de La Habana), nueve en la ciudad de Matanzas (provincia de Matanzas) y dos en el municipio de Las Villas (provincia de Las Villas). Vemos que será en las grandes ciudades donde el isleño encontrará las mejores opciones para asociarse, como consecuencia de encontrarse en ellas lo más dinámico de la inmigración, los mejores canales para los actos de reunión y de difusión de los ideales asociacionistas.
En este período destacaron dos sociedades: la Asociación Protectora de la Inmigración Canaria y de Beneficencia en Matanzas (1870) y la Asociación Canaria de Beneficencia y Protección Agrícola de La Habana (1872). Esta última se significó por la salvaguarda de los intereses de los canarios frente a la explotación del Círculo de Hacendados, que traía a los inmigrantes isleños en circunstancias de semiesclavitud; contando con una importante delegación en Cienfuegos, surgida también en 1872.
 Primer tercio del siglo XX
 Ya vimos que el guarismo de agrupaciones en esta etapa se situó en 23; lo cual significa un importante salto cuantitativo. Si anteriormente las entidades se aglutinaron en tres provincias, ahora su concentración se producirá en La Habana, con 14, y Santa Clara (la antigua Las Villas), con 9. En la primera de ellas, todas en la capital cubana: centro político, económico y cultural; donde residía lo más granado de la élite canaria residente en La Gran Antilla. En la segunda se distribuyeron tanto en la capital provincial como en núcleos relevantes de población isleña como Zaza del Medio, Cienfuegos y Cabaiguán.
 Aquí la tipología asociativa se diversifica: se suceden las entidades dedicadas a la cultura en general y al ocio; a la construcción no solo de la identidad regional sino insular; y a la potenciación del papel femenino en la sociedad: se crearon, en tal sentido, el Club de las Flores (Zaza del Medio, 1924); Hijas de Canarias (La Habana, 1930) y la Asociación de Damas Canarias (La Habana). Ningún colectivo inmigrante español contó con tal número de agrupaciones femeninas.
 Finalmente, en esta fase destacó la Asociación Canaria de Beneficencia, Instrucción y Recreo de La Habana (fundada en 1906), una de las más importantes de toda la colonia española en Cuba, quien contó con miles de asociados, y delegaciones y representaciones por todas las provincias de la Isla; demostrándose con ello, una vez más, el alcance del colectivo canario establecido en el país y la trascendencia que tuvo esta sociedad entre la inmigración proveniente del Archipiélago.
(Valentín Medina Rodríguez (Doctor en Historia y profesor de Secundaria)
Publicado en el número 304 de BienMesabe)
BIBLIOGRAFÍA

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