sábado, 26 de julio de 2014

JOAQUIN GONZALEZ ESPINOSA



1955 julio 15.
Se produce el  fallecimiento en Santa Cruz de Tenerife, de Joaquín González Espinosa.

Joaquín González Espinosa:
La leyenda del progreso

Para Carlos Benítez Izquierdo y Manuel Martín Martínez-Ball,
entrañables amigos.

Los enteros postales, una suerte de cartas sin sobre, impresos por el Estado, con bajo precio de circulación, fueron introducidos en el correo español en 1873 y constituyeron el origen de las tarjetas postales que hoy conocemos.

Portadoras de mensajes cortos, carecían en un principio de otra ilustración que no fuera el timbre. En el periodo de tiempo comprendido entre 1898 y 1907 comenzaron a usarse  modelos que incluían una lámina en el anverso, mientras se reservaba la otra cara para el sello y los datos del destinatario. La ocurrencia, según algunos, parece que se debió a un hostelero suizo que ilustró sus tarjetas con vistas de los Alpes, mientras que otros afirman que tuvo su origen en Francia durante la guerra con Prusia.

Pero en estas primeras tarjetas, conocidas como clásicas por los coleccionistas, era preciso manuscribir el texto sobre la estampa, de forma que se estropeaba la vista o el motivo y se hacía difícil su lectura por lo que, desde 1907, se impuso dividir el reverso en dos, compartiendo una misma cara del cartón la misiva y la dirección del receptor [1]. 

Para la impresión de estas hermosas tarjetas postales, cuyas medidas rondaban siempre los 9 x 14 cm, se recurrió a las técnicas de reproducción artística punteras en aquel momento, y entre todas ellas resultó ser la que produjo resultados más eficaces la cromolitografía.

Las imágenes procedían de fotografías monocromas y eran litografiadas por un artesano que, en la mayoría de los casos, interpretaba la luz y su consecuencia, el color, a su antojo. Un taller de Leipzig, por mencionar una ciudad en la que los hubo muy afamados, producía millares de ellas todos lo días sin tener en cuenta la procedencia de las mismas, ya fueran de los cálidos y luminosos trópicos o de las heladas tundras nórdicas. Esto, no obstante, dotó a las tarjetas postales anteriores a los años 1910-1915, de una belleza casi individual que las convierte en pequeñas obras de arte.

Y si el color no resultaba fiel a la realidad tampoco lo eran las localizaciones e incluso la integridad física de lo representado. Circuló una tarjeta, frecuente en las colecciones canarias, que supuestamente reproduce el aspecto de la torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife, a la que le fue añadida una cúpula que nunca tuvo y figura en su descripción como «Catedral de Tenerife». Otras muestran paisajes de las islas con rótulos equívocos, y aún algunas lo hacen incorporando vistas de las islas de Madeira y Azores, atribuidas a nuestro archipiélago.

El fotógrafo al que debemos probablemente un mayor número de tarjetas postales pertenecientes al periodo clásico, realizadas con la técnica de la cromolitografía y firmadas con su nombre, fue el portugués Jordâo da Luz Perestrello [2]. Con estudios abiertos en Santa Cruz y Las Palmas, Perestrello alcanzó a formar un Álbum de Canarias que compilaba cincuenta y dos fotografías, en el que, según Carmelo Vega, se incluía una serie de fotografías muy interesantes sobre «industrias canarias» (secaderos de pescado, plataneras, plantaciones de caña) y sobre la vida cotidiana en los campos canarios (aguadoras, lavanderas, etc.). Buena parte de estas fotografías, si no todas, fueron transformadas en postales al cromo en los talleres germanos [3].

Tras la primera gran guerra europea y la consiguiente paralización de los obradores en los que se estampaba la mayor parte de las postales cromolitografiadas relativas a nuestro archipiélago, esta técnica cayó en desuso.

Cinco años antes, en 1909, don Ángel Custodio Romero había litografiado una composición a medio camino entre la realidad fotográfica y la manera pictórica impresionista que representaba la erupción del volcán Chinyero. Los tímidos intentos del taller que este artista había fundado en Santa Cruz de Tenerife -la Litografía Romero-  por prolongar la utilización de la cromolitografía aplicada a la realización de tarjetas postales no parecen haber dado resultados. La rareza de esta pieza en el mercado actual nos obliga a pensar que formó parte de una edición limitada, que produjo escasas secuelas.


La tarjeta postal fotográfica

En el transcurso de la segunda década del siglo xx se impuso la fotografía monocroma como vehículo para la edición seriada de tarjetas postales. En realidad, se trataba de un recurso que ya había sido usado con frecuencia anteriormente. Hacía mucho tiempo que los estudios fotográficos comerciaban con vistas, reproducciones de obras de arte, tipos curiosos y galerías de retratos que incluían los de la realeza, representantes eximios de la iglesia, las artes y las ciencias o la milicia, por citar sólo algunos, frecuentemente positivados en los formatos carte de visite y cabinet, sin excluir las grandes ampliaciones fijadas sobre cartón que ofrecían estampas de los principales monumentos de ciudades emblemáticas –París, Londres, Roma, Madrid o Venecia- o diversos aspectos de eventos de gran trascendencia como sucedió con las Exposiciones Universales celebradas en la segunda mitad de la décimo novena centuria. Pero carecían de una función postal y en caso de ser enviadas por correo tenían que circular en sus correspondientes sobres.

Tras la primera Guerra Mundial y el cierre de los citados talleres europeos especializados en la estampación de cromolitografías, a los que recurrían habitualmente los fotógrafos isleños para editar sus tarjetas, se vieron éstos en la necesidad de confeccionar por sí mismos las reproducciones en el archipiélago. Utilizaron para ello los últimos adelantos que les brindaba la técnica fotomecánica.

La necesidad de proveer el mercado de tarjetas postales con colecciones de factura reciente estuvo en estrecha relación con el despertar de la incipiente industria turística canaria. Los vapores trasatlánticos –principalmente británicos y alemanes- aportaban un número cada vez mayor de viajeros a las islas que, después de un largo periodo de penosa incuria, comenzaban a disponer de modernos y cómodos alojamientos. No se trataba ya, pues, del turismo terapéutico exclusivamente vinculado a la prescripción facultativa, sino a un amplio colectivo de ociosos excursionistas deseosos de llevar consigo un recuerdo de los lugares visitados o de comunicar su novedosa experiencia a familiares y amigos.

Las corporaciones de gobierno insular –muy especialmente los cabildos de Gran Canaria y Tenerife, constituidos en 1913- promovieron la publicación de guías turísticas, álbumes y portafolios con abundantes láminas, e incluso convocaron el primer concurso de guiones cinematográficos con la finalizad de producir una película que exaltara las bellezas del país [4].


Postal Exprés

En 1922 inició su actividad profesional en Santa Cruz de Tenerife Postal Express, estudio fotográfico fundado y dirigido por su propietario, Joaquín González Espinosa, que constituye el paradigma de las empresas dedicadas a la edición de tarjetas postales fotográficas en Canarias en las décadas posteriores a dicha fecha, sin olvidar la labor de otras de indudable importancia como fueron F. Baena [Ernesto Fernando Baena], Fotografía Alemana [Friedrich Curt Herrmann] o Foto Central [Otto Auer], que compartieron su prestigio y rivalizaron de forma estimulante con el objetivo de alcanzar el beneplácito de la clientela del momento [5].

Joaquín González Espinosa -conocido por sus contemporáneos con el diminutivo afectuoso de Quino-  poseedor de un excelente sentido comercial, amplió el habitual cometido de un gabinete fotográfico proporcionando a sus clientes, además de los servicios propios de una galería de su naturaleza, marcos diversos, molduras y portarretratos, espejos e incluso muebles, con la novedosa posibilidad de que las adquisiciones realizadas en su casa fueran pagadas a plazos [6].

Quizás no haya habido en Canarias otra industria fotográfica con un fondo más amplio en tarjetas postales con vistas del país. Las series que lo componen, positivadas principalmente en dos formatos de 13 x 18 cm y 9 x 14 cm, desarrollan un recorrido visual por tres de las siete islas del archipiélago que proporciona instantáneas de todo cuanto era digno de ser observado, reproducido y vendido a los viajeros. Numeradas y firmadas con la marca de la empresa gran parte de estas secuencias ¾otras tan sólo con el anagrama de su nombre y primer apellido¾ las postales fotográficas de Quino son hoy un referente paisajístico de conjunto sin igual que muestra episodios, como es el caso de las doce vistas que hizo de Lanzarote, que se cuentan entre las primeras imágenes de calidad conservadas de aquella isla [7].


Nació Joaquín González Espinosa en Santa Cruz de Tenerife, en el número 12 de la calle de Las Flores, a las cuatro de la mañana del día 26 de octubre de 1892 [8]. Fueron sus padres don Francisco González Currá, del comercio, representante en la isla de la Compañía Fabril Singer, de la que fue gerente y que popularizó, también por medio de la venta a plazos, las primeras máquinas domésticas de coser [9], y doña Dolores Espinosa Sánchez naturales, respectivamente, de Jerez de la Frontera y San Fernando en la provincia de Cádiz.

Debió estudiar el bachillerato en su ciudad natal y quizá Comercio, como tantos otros muchachos de la clase media acomodada del Santa Cruz de su época, pero ya desde muy pronto lo encontramos inmerso en la edición de excelentes tarjetas postales fotográficas.

En 1921, un año antes de la fecha proporcionada por el mismo González Espinosa como fundacional del taller –a pesar que en algunos anuncios de prensa figure 1923 como data inicial- la guía Ténériffe et son port, publicada por lo señores Hardisson Hermanos incluye diecinueve reproducciones de tarjetas suyas firmadas, de las veintisiete que figuran en la publicación y albergamos la razonable duda de que las ocho restantes fueran también de su mano.

En realidad habría que situar los inicios de su actividad fotográfica en torno a los años 1910-1912, de acuerdo con las evidencias con que actualmente contamos. Tenemos a la vista una imagen, quizás de las primeras que realizó, en la que un jovencísimo Joaquín González Espinosa posa ufano ante la vieja casona que albergaba el “Sanatorium” de Güímar. No aparenta haber cumplido la veintena de años. Forma parte de una serie constituida, probablemente, por una docena de postales relativas todas ellas a dicha villa, de las que hemos visto ejemplares que llevan aquella última fecha [9 bis]. Un retrato de don Servando Hernández-Bueno y Hernández, montado sobre un cartón en el que figura: J. González Espinosa. Tenerife, en seco, fue dedicado el 13 de agosto de 1913. Todo ello nos hace pensar que comenzó a trabajar como fotógrafo a comienzos de la segunda década del siglo pasado, sin descartar que lo fuera ambulante, con modestas incursiones en el negocio de la tarjeta postal, que culminó con la apertura del estudio de la calle del Doctor Allart número 18 en 1922 y, un año más tarde, la adquisición de la galería fotográfica de Rafael Vidal, situada en el 21 de la de Cruz Verde [10].

En este primer estudio de Doctor Allart -vía que aún alternaba su antiguo nombre de calle del Sol con el nuevo que homenajeaba al anciano médico, cónsul de Bélgica, fallecido en Santa Cruz de Tenerife en 1906- el taller ofrecía a sus clientes: Ampliaciones. En la casa de Joaquín González Espinosa, calle del Sol, 18, se halla instalado un centro de insuperables ampliaciones fotográficas; existiendo además un gran surtido en marcos, porta-retratos, láminas, preciosas colecciones de postales con vistas del país, todo ello capaz de satisfacer cualquier gusto [11].
Seis años más tarde, cuando la empresa disfrutaba de un merecido prestigio, sufrió un duro revés al perder la moderna maquinaria de que disponía y la totalidad del archivo de negativos en un incendio que redujo a cenizas sus instalaciones, cuya descripción hizo la prensa en estos términos:



El incendio de esta madrugada

            Hacia las 2 de esta madrugada algunas personas que transitaban por la calle Alfonso xiii vieron que la casa número 48 de dicha vía estaba ardiendo por su parte trasera. En esa casa don Joaquín González Espinosa tenía instalado un depósito de muebles de lujo, en parte de los cuartos bajos y su taller de fotografía “Postal Exprés”, en los altos, y los Pósitos se hallaban situados en la parte que da a la calle.

            Varios muchachos penetraron en el edificio y salvaron la documentación de los Pósitos, que fue amontonada en la acera del Cabildo Insular y luego depositada en este centro.

            El fuego adquirió tan enormes proporciones, que se temió se propagara a los edificios colindantes. La voracidad del fuego impidió que se salvaran los enseres del depósito de muebles y de la fotografía del señor González Espinosa. El hecho de faltar agua por haber sido cortado el servicio en las primeras horas de la noche impidió el funcionamiento de las bombas, las cuales entraron en movimiento porco antes de las tres, funcionando la bomba del servicio de incendios municipal que se colocó en la parte trasera de la Mancomunidad, por el callejón de Juan Padrón, y la del Parque de Artillería en el patio de las oficinas de Intendencia, sita en el número 44 de la misma calle, utilizándose el agua de los aljibes.

            A las 4 de la madrugada el siniestro había sido sofocado, quedando todo reducido a cenizas y escombros, pues la calidad y cantidad de los enseres contenidos contribuyeron a que el incendio tomara grandísimo incremento.

            En el lugar del suceso se personaron todas las autoridades y fuerzas de Artillería, Infantería, Ingenieros y Guardia Civil y agentes de Vigilancia, Seguridad y Guardia Municipal.

            La casa incendiada era propiedad de don Inocencio Fernández del Castillo y se hallaba asegurada en la Compañía London Assurance, que representa en esta plaza los señores Molowny.

            En la parte baja de la casa el señor González Espinosa tenía depositado gran numero de lotes de muebles hallándose todas las habitaciones abarrotadas. Era tal la cantidad de muebles que había recibido en estos últimos días que los estaba llevando a un “garage”.

            En el piso alto tenía el estudio fotográfico “Postal Exprés”, con varias máquinas y aparatos, algunos de los cuales había recibido últimamente del Extranjero.

Tenía asegurada la fotografía y todas las existencia de muebles en la Compañía de “Assurance Generale”, que representa en esta plaza don Hugo Davidson.

            El seguro, que comprendía varias pólizas, elévase a unas 80.000 pesetas.
            Los muebles que ardieron en el incendio eran en su mayoría de elaboración fina, entre ellos varios juegos de alcoba, mesas de comedor y escritorio, y gran cantidad de sillas, muchas de las cuales habían depositado ayer mismo en la casa incendiada.

            En el taller fotográfico tenía el señor González Espinosa seis máquinas, de bastante costo, además de las ampliadoras y todo el material para cuadro de ampliación.

            En una habitación guardaba todos los clichés y millares de álbumes y fotografías de propaganda del país, en las que venía trabajando durante los últimos días, para entregarlos al Cabildo Insular.

            Se ignora las causas del incendio, que fue descubierto cuando había adquirido gran fortaleza y prendido en las habitaciones altas del interior [12].

            Para esas fechas, el fotógrafo había ampliado notablemente su actividad mercantil y diversificado su negocio, y lo que en un principio fue comercio de marcos y molduras se transformó en tienda de muebles de lujo, de los que algunos eran importados y otros realizados en talleres propios de ebanistería.

            En 1930 y bajo los rótulos de Muebles Quino, Muebles Postal Exprés y, Postal Exprés, la floreciente industria contaba con varios establecimientos situados en la capital tinerfeña: El primitivo de doctor Allart 18, que suponemos fue reconstruido de nueva planta; oficinas en Teobaldo Power 19; almacenes en Santa Rosalía 75 y exposición en el número 46 de la calle Alfonso xiii, con sucursales en Puerto de la Cruz, Icod, Güímar y San Miguel. Para el reparto de las mercancías se contaba con un moderno camión que publicitaba en el techo el nombre de la empresa [13].

            Cuatro años más tarde, en 1934, los locales de Muebles Quino se encontraban en la calle Fermín Galán, 83 y Postal Exprés, en Santa Rosalía, 75 [14] que fueron, al parecer, sus últimas localizaciones.

Tras la Guerra Civil de los españoles, en 1944, en el periódico La Tarde se hacía referencia a Muebles Quino que es en Tenerife –lo fue siempre- signo de distinción y garantía. Muebles Quino es la casa que está acreditada, prestigiada, conocidísima en toda la provincia. Su sistema de ventas a plazos, que data ya de muchos años fue favorable a mucha parte de la clientela con que esta casa ha contado y sigue contando. Porque Muebles Quino, que garantiza todos sus trabajos, responde con seriedad y su solvencia a las ventas que realiza, teniendo siempre el lema de la economía. […] Fabricación del país e importada […]. Disponiendo, como dispone de coches dedicados a mudanzas en toda la isla. Muebles Quino lleva a cualquier sitio lo que el cliente haya escogido en una de sus exposiciones: Plaza de Weyler en esta capital y Sol y Ortega, 46, en La Laguna. Muebles Quino es hoy propiedad de don Ezequiel Santaella Cayol, al frente de cuyo negocio, como gerente apoderado se encuentra don Vicente Pérez Méndez.
La colección de postales

Las postales editadas por Joaquín González Espinosa captaron espléndidas vistas e instantáneas fotográficas de tres de las islas del archipiélago: Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote.

Un inventario provisional, realizado a partir de las piezas conservadas en algunas de las más completas colecciones privadas de Canarias e Inglaterra, nos proporcionaría las siguientes cifras:

Lanzarote:

Doce postales en formato 9 x 13 cm.

Algunas de ellas muestran un dentado en el lado derecho, lo que nos hace suponer que formaron parte de un cuadernillo que se comercializaría completo. Se encuentran tituladas y firmadas en el ángulo inferior izquierdo con las iniciales J G, entrelazadas, dentro de un círculo en el que figuran otras tres letras I. F. M., cuyo significado desconocemos.

Tenerife:
Constituyen el grueso de la colección.

En tamaño 9 x 14 cm, con el rótulo de Postal Exprés y numeradas, hemos localizado ciento catorce y otras ochenta y ocho que carecen de numeración.

Firmadas J. G. ciento cuarenta y seis, numeradas del 1 al 112, pero con dígitos que se duplican y triplican, más sesenta y nueve sin numerar.

Del tamaño 13 x 18 cm y sin numeración, ciento cincuenta postales.

Gran Canaria:

Cincuenta vistas, que en realidad son cincuenta y una, porque una de ellas repite número, más otras siete sin numerar, en tamaño 9 x 14 cm.

La mayor parte de la tarjetas editas en este último tamaño, cuentan con un banda en blanco en el lado izquierdo, si se trata de fotografías horizontales, y en el inferior, sin por el contrario tienen formato vertical. Es evidente que los clichés no respondían al tamaño estándar normalizado para correos.

Algunas de las series firmadas como Postal Exprés no muestran una calidad comparable a las que suponemos anteriores en el tiempo, que lo están con sus iniciales.

Como ya dijimos, muchas de estas postales fueron reproducidas en guías y álbumes fotográficos que informaban de las bellezas del país.

El primero de ellos fue el ya citado Ténérife et son port. Hommage de MM. Hardisson Frères. 1921. 62 pp., en el que se insertó un estado pleglado con un mapa del puerto.

La Guía de Tenerife, publicada por Excmo. Cabildo Insular de Tenerife y el Instituto Nacional de Expansión Económica. Barcelona 1927. El libro, de 231 páginas, cuenta con setenta y tres fotografías, de las que cuarenta y nueve son obra indudable de Joaquín González Espinosa. Al parecer se editó en cuatro idiomas.

La Brown’s Madeira, Canary Islands and Azores. Fourteenth and revised Edition. London, Marsahll ltd., 1932, de A. Samler Brown, contiene cuatro fotografías suyas de las diecisiete que se refieren a Canarias. El resto son de Fotografía Alemana [4]; Lucio de Aguilar [1]; Sociedad de Turismo [1]; Jordâo Perestrello [4] y Charles Medrington [3].

Y por último, un excelente portafolio editado por el Cabildo de Tenerife, en la década de 1930, en las Industrias Gráficas Seix y Barral Hnos., S. A. de Barcelona, que contiene cuarenta láminas y carece de todo tipo de referencias y textos, salvo el pie de imprenta en contracubierta. A pesar de que fueron cuidadosamente borradas las firmas de las fotografías, en tres de ellas aparece el nombre de J. González Espinosa y, en otra, el de F. Baena. En la cubierta figura el escudo del Cabildo y la palabra Tenerife, en relieve y pan de oro.
La lista de colaboraciones fotográficas en revistas ilustradas y periódicos locales se haría interminable.
El hombre
Joaquín González Espinosa fue uno de esos individuos en los que resulta difícil delimitar donde acaba el artista y comienza el industrial y hombre de negocios. Le tocó vivir una época en la que aún no se apreciaba a la fotografía como una actitud independiente y esencial, sino más bien como una derivación artesanal, mecánica, de la actividades artísticas cuya finalidad eran la representación de la naturaleza y su centro: el hombre.

No conocemos ningún retrato suyo sobresaliente que pudiera compararse, siquiera, con alguno de entre los menos interesantes de los realizados por Adalberto Benítez, por citar tan sólo a uno de sus contemporáneos. Pero el conjunto de su obra como paisajista, en el que destacan una serie de episodios urbanos de innegable interés, resulta de una calidad más que estimable.

A la hora de fotografiar la arquitectura insular dejó clara su predilección por las construcciones de nueva planta, edificios que constituían un motivo de satisfacción para los isleños en momentos en que el progreso era entendido como superación en comodidad e higiene de los viejos testimonios del legado monumental y doméstico de las islas.

No parecen interesarle demasiado los estereotipos de lo que hasta entonces y luego se consideró típico;  iglesias y castillos, antiguas viviendas y patios canarios, aunque destacó algunos aspectos de las labores agrícolas, particularmente el cultivo, recolección y empaquetado de tomates y plátanos. Su objetivo enfocó con preferencia los hoteles de reciente factura, los muelles y su productiva faena diaria, las vías recientemente abiertas, el tráfico de modernos vehículos de motor, y en fin, todo aquello que significara, según su propio criterio y el de la mayoría de sus contemporáneos, progreso.



Esta actitud se vio respaldada por la opinión de muchos de los integrantes de la generación de intelectuales inmediatamente posterior a la suya, que no dudaron en manifestar su falta de interés por las ancestrales casonas solariegas de La Orotava en la revista gaceta de arte. Es cierto, no obstante, que la arquitectura que González Espinosa destacó en sus producciones, debe situarse dentro de un eclecticismo anterior al racionalismo defendido por Westerdahl y sus amigos, y que éste también fue un estilo –particularmente algunas de las variantes tardías del modernismo que aquí lo integran- denostado por ellos, al considerarlo, en palabras de Salvador Dalí que hicieron suyas, arquitectura comestible, a causa del exceso de ornamentación superflua que recordaba a las tartas de merengue.

Hijo de republicano, entusiasta de los deportes – particularmente el fútbol y el automovilismo- y la modernidad, mantuvo una posición conservadora en lo político, actitud que lo llevó a darse de alta como somatén armado en febrero de 1927 [15] y vestir el uniforme del cuerpo.
Familia y fallecimiento
Joaquín González Espinosa casó, en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de La Laguna, el 17 de diciembre de 1931, con María Rosa Echevarría González [16], hija de don Gumersindo Echevarría Ruiz de Arriaga, escritor y reportero de guerra, fallecido en 1914, y de doña Carmen González [17].

Durante un periodo de declive de su actividad profesional, que se había reducido prácticamente a retratar a millares de emigrantes necesitados de un pasaporte en su estudio de la plaza de Weyler, se produjo su fallecimiento en Santa Cruz de Tenerife, el día 15 de julio de 1955 [18].

La prensa publicó la siguiente nota necrológica:

El fotógrafo Quino

            En la pasada semana dejó de existir en esta capital el reputado fotógrafo don Joaquín González Espinosa (Quino), que gozaba de gran popularidad y simpatía en nuestra isla.

            Su industria fotográfica fue hace varios años una de las más importante del Archipiélago, dedicando especial atención a los paisajes de la capital y de la isla, de lo que queda constancia en sus bellas estampas de los lugares más sugestivos y evocadores de Tenerife.

            Fue uno de los socios fundadores del Tenerife y un entusiasta de los deportes en nuestra ciudad.

            Persona laboriosa y de laudables iniciativas, la muerte le ha sorprendido cuando se proponía nuevamente dar el mayor impulso a sus actividades profesionales […].  (Tomado de: Carlos Gaviño de Franchy en: Gaviño de Franchy Editores)

Notas
[1] Sobre la historia de la tarjeta postal ilustrada en España, vide: Carreras Candi, Francisco: Las tarjetas postales en España. Barcelona, 1903; Teixidor Cadenas, Carlos: La tarjeta postal en España. Espasa Calpe. Madrid, 1999 y Carrasco Marqués, Martín: Las tarjetas postales ilustradas de España circuladas en el siglo xix. Edifil S. A., 2004.
[2] Teixidor Cadenas, Carlos: op. cit.
[3] Vega de la Rosa, Carmelo: La isla mirada. Tenerife y la fotografía [1839-1939]. 2 tomos. Centro de Fotografía “Isla de Tenerife”. Santa Cruz de Tenerife, 1995 y 1997.
[4] Cioranescu: Alejandro: Historia del Cabildo Insular de Tenerife [1913-1988]. Aula de Cultura de Tenerife. Excmo. Cabildo Insular de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1988; Ramírez Muñoz, Manuel: El Cabildo de Gran Canaria y sus presidentes. Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria. Madrid, 2003.
[5] El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 13 de mayo de 1930.
[6] Hoy. Santa Cruz de Tenerife, 7 de octubre de 1934.
[7] La Prensa. Santa Cruz de Tenerife, 25 de septiembre de 1923.
[8] Registro Civil de Santa Cruz de Tenerife. Sección Primera. Tomo xxxiv, f. 222, número 427. Fueron abuelos paternos de Joaquín González Espinosa, don Francisco González Clavijo y doña Gertrudis Currá Sánchez, oriundos de Ubrique y Jerez de la Frontera y, maternos, don Cristóbal Espinosa Coca y doña Catalina Sánchez Barea, naturales asimismo de Alcalá de los Gazules y Bencocás, todos en la citada provincia de Cádiz. Joaquín González Espinosa fue bautizado en la parroquia de San Francisco de Asís el 26 de octubre de 1892. Libro ix, f. 167.
[9] Don Francisco González Currá, ejerció como cajero de la sección Caja de Ahorros de la Sociedad de Socorros Mutuos y Enseñanza Gratuita La Benéfica, establecida en Santa Cruz de Tenerife [Vide: Diario de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 21 de enero de 1896] y fue presidente del Centro de Dependientes del Comercio y de la Industria [Unión Conservadora. Santa Cruz de Tenerife, 24 de diciembre de 1902].
Representante en Tenerife de la Compañía Fabril Singer [Cronista de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 2 de marzo de 1903] y directivo de “La Tinerfeña”, empresa propietaria de la plaza de Toros [El Tiempo. Santa Cruz de Tenerife, 31 de enero de 1904].
Candidato con el número 7 al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en la terna del partido republicano presidida por Andrés Orozco Batista [El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 8 de noviembre de 1917], en las elecciones celebradas el 11 de noviembre de dicho año [El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 12 de noviembre de 1917] resultó elegido concejal y, alcalde, don Esteban Mandillo y Tejera.
Concejal republicano y regidor de Abastos el 18 de enero del año siguiente. Vocal de la Junta Local de Primera Enseñanza. Inspector de los Mercados Públicos. Teniente de alcalde accidental en 1919 y de nuevo concejal en 1920, durante el mandato de don Antonio Van de Walle Pinto.
Falleció don Francisco González Currá en Santa Cruz de Tenerife, el día 25 de abril de 1944, dejando de su matrimonio con doña Dolores Espinosa cinco hijos llamados Francisco, Gertrudis, Joaquín, Julio y Emilio González Espinosa [El Día. Santa Cruz de Tenerife, primero de mayo de 1944.
[9 bis] Véase Hernández Mora, Arístides [1880-1974]: La verdad de mi locura. Voces sin eco e inútil camino. Llanoazur ediciones. Tenerife, 2007.
[10] El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 22 de marzo de 1922 y Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 26 de octubre de 1923.
[11] La Mañana. Santa Cruz de Tenerife, 24 de mayo de 1922.
[12] El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 3 de abril de 1929.
[13] El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 13 de mayo de 1930 y Hoy. Santa Cruz de Tenerife, 30 de noviembre de 1932. El camión que figura en la fotografía que insertamos era un Ford, modelo T, matriculado el 4 de julio de 1925 con las placas TE- 2998 que pasó, en 1926, con el obligado cambio de siglas, a tener la TF-1522. Debo estos datos a mi buen amigo don Eduardo Cruz, incansable investigador de la historia del automovilismo en Tenerife.
[14] Hoy. Santa Cruz de Tenerife, 2 de octubre de 1934.
[15] El Somatén de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1 de marzo de 1927.
[16] Libro XXVI de Matrimonios. Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción. San Cristóbal de La Laguna.
[17] Gumersindo Echevarría se estableció en La Laguna en fecha cercana a 1901, cuando se encontraba alistado, en calidad de trompeta, en la primera batería de montaña de guarnición en dicha ciudad. Con otros jóvenes, entre los que se encontraban Porfirio Arroyo Barreto –más tarde abogado-, José y Tomás Capote, José de La Rosa, Guillermo Mac Kay, Rogelio Suárez y Guillermo Ibáñez estrenaron con éxito un cuadro dramático y un monólogo titulados El Obrero y La Taberna, obras del primero, en el Teatro Viana de la ciudad de los Adelantados, en febrero de dicho año, a beneficio de las familias pobres de Lanzarote y Fuerteventura.
Al parecer luego fue miembro de la Guardia Civil. Información oral de doña Dolores González Bermúdez.
Véase Siglo xx. San Cristóbal de La Laguna, 15 de febrero de 1901 y El Obrero. Santa Cruz de Tenerife, 23 de marzo del mismo año.
Con María Bermúdez del Pino, natural de Ingenio en Gran Canaria, tuvo Joaquón González Espinosa tres hijos llamados Dolores, Joaquín y Mercedes González Bermúdez quienes, tras el temprano fallecimiento de su madre, fueron criados por el matrimonio. Información oral de doña Dolores González Bermúdez, que heredó de su padre el apelativo por el que era conocido y es frecuentemente llamada Loly Quino, a quien agradezco los datos y el material gráfico proporcionados para la realización de este trabajo.
[18] Registro Civil de Santa Cruz de Tenerife. Tomo 124, pag. 255, sección 3ª





1 comentario:

  1. En diciembre de 1913 adquirió González Espinosa su primer estudio en Santa Cruz de Tenerife. Se trataba de Photo-Art, situado en la calle Benavides esquina a Porlier. Hay postales de Santa Cruz editadas a partir de esa fecha con ese cuño. Algunas de las tomas para postales fotográficas de Postal Express aunque editadas en los años 20 fueron tomadas antes de esa fecha o son de otros autores. Saludos.
    http://bit.ly/1qxhntK

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