1936.
Vemos que será en las grandes ciudades donde el isleño
encontrará las mejores opciones para asociarse, como consecuencia de
encontrarse en ellas lo más dinámico de la inmigración, los mejores canales
para los actos de reunión y de difusión de los ideales asociacionistas.
Introducción
El tema del movimiento asociacionista hispano en
América, tan importante por otro lado en la Historia Contemporánea
española, ha pasado, sin embargo, casi inadvertido hasta las dos últimas
décadas del siglo pasado y la que llevamos de la actual; en las que debido a la
voluntad entusiasta de un colectivo de investigadores de las Ciencias Sociales
(entre ellos cubanos y canarios) se han venido impulsando numerosas
investigaciones que han permitido recuperar para el público actual y para las
generaciones futuras esta página tan interesante de la historia de la España transmigrante
escrita en ultramar por muchos de sus habitantes. En el caso que nos ocupa: por
canarios y Cuba, y el Atlántico como espacio marítimo que permitió ese flujo y
al que debemos gran parte de nuestra proyección histórica. Además, los datos de
entidades que ofrecemos en este trabajo deben ser tenidos como provisionales,
algo propio de toda investigación.
En los siglos XVII y XVIII estuvo prohibido
emigrar de España. Ya en el siglo XIX serían los liberales los que reconocerán
la libertad de poder desplazarse fuera del país de manera temporal o
definitiva. La Real Orden
Circular de 16 de setiembre de1853 fue la que permitió la libertad de emigrar.
A partir de esta fecha se produjo un proceso de permisión creciente de la
emigración en el que deben inscribirse las leyes de 1907 y 1924; aunque ninguna
de ellas se preocupó de lo que le pudiese ocurrir al emigrante una vez hubiese
llegado a la Isla.
Sin duda la actividad asociativa de los
emigrantes isleños en la Perla
del Caribe fue muy relevante durante la segunda mitad del Ochocientos y primer
tercio del siglo pasado. De tal manera que en 1861, con la creación en La Habana de la Junta de
Beneficencia Canaria, el colectivo canario inauguró un rosario de
entidades tanto de carácter étnico-regional como insular, siguiendo la estela
de gallegos y catalanes que habían creado en 1804 y 1840/41, respectivamente,
las suyas. Un total de 38 entidades, a día de hoy, hacen del colectivo isleño
uno de los más importantes en este campo: 15 fundadas en el XIX situándolo en
primer lugar (de un total de 76 entidades regionales contabilizadas hasta el
momento), y 23 puestas en marcha en el XX ocupando el tercer lugar (con una
cifra global de 300 agrupaciones); todo ello de acuerdo con su peso
demográfico, aunque este muy bien pudo generar un mayor número de entidades si
no hubiese sido por el excesivo individualismo del canario y su irradiación de
manera predominante en las zonas rurales. A tenor de estas cifras rápidamente
comprobamos la diferencia de una centuria a otra. En el siglo XIX la
pertenencia todavía de Cuba a España y las distintas guerras de independencia
nos explican, en gran medida, el relativo escaso número de entidades. Sin
embargo el incremento del 394,73% que acontece en el primer tercio del siglo XX
tuvo en la desprotección estatal que se encontró el inmigrante español con el
cambio en la situación política cubana, primeramente; en la experiencia
asociativa acumulada en los años precedentes, en segundo término; y en la
emigración en masa, ya iniciada anteriormente (en 1880) y que no se vio
interrumpida hasta 1930 (cuando comienza a verse las consecuencias del crac de
1929), favorecida sobremanera por las cadenas y las redes migratorias, tres
causas que muy bien nos permiten comprender este importante cambio,
cuantitativo, en la sociabilidad hispana.
Un pujante movimiento asociacionista que en el
período que analizamos estuvo encabezado por gallegos, asturianos, canarios y catalanes,
por este orden. Y que fue una aportación clave en el proceso de consolidación
de la identidad nacional cubana, como insistentemente ha venido reconociendo la
historiografía del país caribeño.
La mayoría de las sociedades tuvieron
finalidades múltiples. Al tiempo que ayudaban a la adaptación al nuevo espacio
de llegada, reforzaban las identidades y lealtades étnicas (cultivando las
tradiciones regionales, insulares o locales, tales como juegos, bailes, comer o
beber productos de la tierra…); ayudaban a los enfermos (con asistencia médica
en “quintas” propias o concertadas) o a emigrantes con dificultades, a la vez
que procuraban repatriaciones al Archipiélago o acudían en socorro de los
canarios necesitados de las Islas. Las actividades deportivas dieron lugar, en
ocasiones, a la creación de sociedades específicas. Fue habitual que este tipo
de asociaciones estuvieran impulsadas por los descendientes de los inmigrantes
de segunda y tercera generación (hijos y nietos), con un grado de integración en
la sociedad cubana casi total, lo que hace, en algunos casos, que la propia
denominación de estas entidades sea en inglés, como por ejemplo el Canarias
Sport Club/Sporting Club; aunque sin olvidarnos de la existencia en este
grupo del Club Deportivo Tenerife/Club Tenerife.
Segunda mitad del siglo XIX
Respecto a esta centuria, predominaron las
de carácter benéfico, de protección a la inmigración, las de socorros mutuos,
las de defensa a la actividad agrícola y las que se centraban en la instrucción
y la cultura. Unas sociedades que nada tenían que ver con las cofradías y las
obras pías que se implantaron en el Antiguo Régimen. La tipología que acabamos
de describir tiene su razón de ser en la realidad que imperaba en esos momentos
en la Cuba del
período colonial, por otro lado provincia española hasta 1898. Nos referimos a
una sociedad con un retraso importante en los servicios sanitarios y
culturales, entre otros, y con una formación socioeconómica agraria y rural,
marcada por el binomio caña de azúcar-tabaco, en cuya potenciación jugó un
papel trascendental el campesino canario desde el siglo XVI.
Por otra parte, el asociacionismo canario no se
extendió por toda la Isla. Se
concentró, atendiendo a su asentamiento dominante, en la Cuba occidental y central.
Los datos, por el momento, nos hablan de cuatro sociedades en la capital de la Isla (provincia de La Habana), nueve en la ciudad
de Matanzas (provincia de Matanzas) y dos en el municipio de Las Villas
(provincia de Las Villas). Vemos que será en las grandes ciudades donde el
isleño encontrará las mejores opciones para asociarse, como consecuencia de
encontrarse en ellas lo más dinámico de la inmigración, los mejores canales
para los actos de reunión y de difusión de los ideales asociacionistas.
En este período destacaron dos sociedades: la Asociación Protectora
de la Inmigración
Canaria y de Beneficencia en Matanzas (1870) y la Asociación Canaria
de Beneficencia y Protección Agrícola de La Habana (1872). Esta última
se significó por la salvaguarda de los intereses de los canarios frente a la
explotación del Círculo de Hacendados, que traía a los inmigrantes isleños en
circunstancias de semiesclavitud; contando con una importante delegación en
Cienfuegos, surgida también en 1872.
Primer tercio del siglo XX
Ya vimos que el guarismo de agrupaciones en
esta etapa se situó en 23; lo cual significa un importante salto cuantitativo.
Si anteriormente las entidades se aglutinaron en tres provincias, ahora su
concentración se producirá en La
Habana, con 14, y Santa Clara (la antigua Las Villas), con 9.
En la primera de ellas, todas en la capital cubana: centro político, económico
y cultural; donde residía lo más granado de la élite canaria residente en La Gran Antilla. En la
segunda se distribuyeron tanto en la capital provincial como en núcleos
relevantes de población isleña como Zaza del Medio, Cienfuegos y Cabaiguán.
Aquí la tipología asociativa se
diversifica: se suceden las entidades dedicadas a la cultura en general y al
ocio; a la construcción no solo de la identidad regional sino insular; y a la
potenciación del papel femenino en la sociedad: se crearon, en tal sentido, el Club
de las Flores (Zaza del Medio, 1924); Hijas de Canarias (La Habana, 1930) y la Asociación
de Damas Canarias (La
Habana). Ningún colectivo inmigrante español contó con tal
número de agrupaciones femeninas.
Finalmente, en esta fase destacó la Asociación Canaria
de Beneficencia, Instrucción y Recreo de La Habana (fundada en 1906),
una de las más importantes de toda la colonia española en Cuba, quien contó con
miles de asociados, y delegaciones y representaciones por todas las provincias
de la Isla;
demostrándose con ello, una vez más, el alcance del colectivo canario
establecido en el país y la trascendencia que tuvo esta sociedad entre la inmigración
proveniente del Archipiélago.
(Valentín Medina Rodríguez (Doctor en Historia y
profesor de Secundaria)
Publicado en el número 304 de BienMesabe)
Publicado en el número 304 de BienMesabe)
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Edición en CD-ROM, Las Palmas de Gran Canaria, pp. 513-546.
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