Hace 174 años, el periódico de la
capital tinerfeña El Conservador volvía a dar vueltas al tema de la
emigración de los habitantes de las Islas, aportando datos bastante
significativos, sobre este hecho, de la primera mitad del siglo XIX, así como
causas y motivos.
Con la serie
Reflexiones históricas de la Emigración Canaria la revista
digital de Cultura Canaria BienMeSabe.org quiere
animar a la reflexión actual con textos, igualmente reflexivos, relacionados
con la histórica emigración de canarias y canarios a lo largo del tiempo,
especialmente la del siglo XIX a América. La intención, así, no es otra que
despertar la conciencia histórica, como solemos hacerlo en estas páginas, con
una perspectiva crítica vivificada desde el presente para dar con posibles y
mejoradas respuestas en nuestro futuro próximo o lejano. Porque a nadie se le
escapa la famosa fuga de cerebros (mejor
llamar fuga de personas directamente) de
jóvenes y no tan jóvenes de Canarias a otras partes del mundo actual que no
encuentran un lugar propicio en esta tierra para crear su vida desde el pueblo
y la familia que les ha visto crecer.
No añadiremos reflexiones teóricas
ni históricas de bulto, sino las necesarias para presentar diversos textos que
hablan por sí solos, y en un lenguaje (en algunos casos adaptado a nuestra
norma lingüística actual) directo que se entiende sin mayor dificultad; no sólo
por la accesibilidad más o menos clara del registro utilizado, sino más bien y
sobre todo por las posibles analogías con el presente que nos duele y que
lloramos en buena medida. Algunas de las afirmaciones que podrán leer, en este
y en posteriores rescates, se presentarán ante nuestra conciencia como
asombrosas actualísimas ideas que en nuestros días también expresamos ante
estos fenómenos humanos que se suceden en el mundo insular. En este sentido, se
tornan valiosísimos estos escritos hoy históricos pero que fueron tembloroso
presente, tantas veces doloroso, en el instante en que fueron dados a la luz en
nuestros medios de información del XIX.
Santa Cruz 20 de Octubre de 1839
Sabemos que el Gobierno de S. M., movido por
diversas exposiciones, ha decretado y hecho las más estrechas prevenciones a
todas las Autoridades de la
Provincia, para evitar o contener la emigración de los
naturales de estas Islas, y como esta disposición debemos calificarla de un
perjuicio trascendental, justo será que, para conseguir su modificación,
dediquemos algunas columnas de nuestro periódico.
Es un principio reconocido por los mejores
economistas que la población es siempre proporcionada a los medios de
subsistencia, y aunque la opinión de estos Sabios no fuera bastante para
convencernos, la experiencia, como se demostrará, ha de comprobar aún más aquel
axioma.
Diversas observaciones practicadas con el
objeto de preparar este trabajo, han dado por resultado que en general la
emigración es hoy mayor en cada una de las Islas que forman esta Provincia por
el orden siguiente: Fuerteventura, Lanzarote, Tenerife,
Canaria [Gran Canaria], Hierro, Palma y Gomera,
guardando la proporción general de 1 por 103 almas.
Vamos pues a examinar ahora cuál ha sido y
es su población; el aumento que ésta ha tenido en los 35 años desde 1802 a
1837; y si los medios de subsistencia guardan la misma proporción,
reservándonos para otra ocasión continuar estas observaciones con más datos.
La población general de las Islas ha sido y es
aproximadamente la que sigue.
Año de
1802.................................... 184.516 almas
1837.....................................
243.234
Vemos pues la progresión ascendente de la
población y ella nos concede naturalmente a deducir la necesidad de la
emigración, necesidad tan imperiosa que no hay poder que la evite, mucho más
cuando todos los días escasean los medios de ocupación y subsistencia.
No es preciso que nos remontemos a épocas
lejanas para comprobar este extremo, pues en nuestros años y tiempos muy
recientes lo hallamos justificado. Entre los diversos artículos que constituían
la principal riqueza del país, la barrilla, el vino y el aguardiente eran los
de mayor utilidad; pero sea que los extranjeros hayan podido surtir sus
mercados con los de otros países, más cómodos en su precio, o que en los suyos
hayan aclimatado la producción, ello es que cuando no hace muchos años la
barrilla se vendía en las Islas a 150 rs. vn. quintal, y el vino a 1.200 pipa,
hoy la primera escasamente se beneficia a 22 rs. 17 mrs. vn. y el segundo a
400.
Hemos hallado ya una causa, pero no la única pues
es y muy grande la escasez de producciones agrícolas que por efecto de la
sequedad de los inviernos se ha experimentado y que ha reducido islas enteras a
la mayor miseria. Juzgamos también como una de mucha influencia lo poco
repartida que se halla la propiedad, exclusiva en alguna de las Canarias de un
corto número de familias; así es que la parte más numerosa de su población, que
ocupa sólo el lugar de jornaleros o medianeros, no hayan recompensa alguna en
sus trabajos y tienen por necesidad que buscar en otros países un jornal que,
aunque adquirido a fuerza del sudor de su rostro, les proporciona alimento y
aun permite hacer pequeños ahorros.
Es pues una necesidad absoluta la
emigración, y el quererla contener es desconocer los principios naturales,
único móvil que induce a ella. Bien cierto será que cuando los isleños hallen
en su país medios de subsistencia, no se expondrá a buscarla en otra parte,
corriendo los peligros de una larga navegación y los trabajos a ella
consiguientes. Búsqueseles ocupación, ya empleándolos en la construcción de
caminos aquí tan malos y escasos; ya destinándolos a la explotación de aguas,
tan abundantes en casi todas las Islas, que por descuido se pierden en las
entrañas de la tierra y cuya falta no contribuye poco a nuestra miseria; ya
protegiendo nuestra agricultura tan descuidada, y entonces se evitará la emigración.
De otro modo, sin conseguir el objeto, no se alcanza más que proporcionar
medios de especulación a ciertas clases, que prevalidas de los obstáculos hacen
más lucrativas sus expediciones.
Preciso es también que tratemos, aunque
ligeramente, algo acerca del medio adoptado por el Gobierno para contener como
dice la emigración. Por Real Orden del 16 de abril último se previno que todo
capitán de buque que quisiese llevar pasajeros a nuestros puertos de Las
Antillas deba precisamente depositar la cantidad de 400.000 rs. vn. en
metálico. El Gobierno ignora que aquí hay muy pocos que puedan depositar esta
exorbitante suma, siendo muchos los buques de estas Islas empleados en el
transporte de pasajeros a América; y ¿qué sería de nuestra pobre marina mercantil
si tal orden fuese exactamente cumplida? Estaría ya arruinada, porque ni hay
abundancia de producciones que extraer, ni consumos considerables para
importar: sería este el último golpe que sepultaría en la miseria del país, que
sólo de este modo puede equilibrarse y que aún reporta bienes que quizá no han
estado al alcance de los que quisieron alarmar al Gobierno con falsas
suposiciones. Uno sólo de estos emigrados que retorne a las Islas trae a ellas
más riqueza que la que pueden producir 100 si se evitase, y este hecho lo
reconocemos por experiencia y vemos siempre que llega algún buque de nuestras
Américas.
El Excmo. Sr. Gefe Político ha representado
a S. M. acerca del particular y la Diputación Provincial
tenemos entendido tratar de hacerlo. Estas exposiciones deben ser apoyadas por
los Diputados de la
Provincia, pues son de un interés considerable a su
felicidad, trabajando por conseguir que en vez de ser entorpecida la
emigración, se libre a estos naturales de ciertas trabas que en el tiempo se
indicarán.
(El
Conservador, nº 18, 20 de octubre de 1839. Este medio se puede consultar
en la fundamental página de la
ULPGC Jable. Archivo de
Prensa Digital)
(El Conservador/ Redacción BienMeSabe. Publicado en
el número 474 )
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