1897 abril
15.
El periódico El Figaro, que tan
acertadamente dirige el aventajado escritor Manuel S. Pichardo, quien, con
motivo del ascenso de nuestro comprovinciano Sebastián de Cubas y Fernández a
la presidencia de la
Excma. Audiencia Territorial de La Habana, se expresa e n los
siguientes términos
Pero demos la palabra al ilustrado periódico El
Fígaro del 15 de abril de 1897, que tan acertadamente dirige el aventajado
escritor Manuel S. Pichardo, quien, con motivo del Sebastián de Cubas y
Fernández.
El íntegro magistrado de la Audiencia de La Habana y presidente de la Sala de lo Civil de la misma,
D. Sebastián de Cubas y Fernández —a quien con la más alta satisfacción
dedicamos estas líneas y de quien publicamos su retrato—, nació, al igual que
Gomara, Ruiz de Padrón y tantos otros compatriotas ilustradísimos, en la Villa de San Sebastián de La Gomera, y desciende de una
de las familias más distinguidas de ese hermoso y privilegiado suelo que se
halla bañado, como sus hermanas las otras Islas, por las frescas brisas del
Teide.
Su apreciable padre, D. José, a quien tuvimos el
honor de tratar, hombre eminentemente estudioso y de una inteligencia poco
común, conociendo las disposiciones de su hijo lo envió a cursar sus estudios
a las universidades de la
Península, siguiendo la carrera de abogado; asó como D.
Gabriel, la de médico; D. Luis, la de militar (en la actualidad, teniente
general de los ejércitos nacionales, y consejero del Tribunal Supremo de Guerra
y Marina); D. Tomás, la de ingeniero agrónomo; y D. Diego, D. José y D. Juan,
la del comercio, alcanzando todos una ventajosísima posición social y un
nombre que enaltece la memoria de sus honradísimos progenitores.
Pero demos la palabra al ilustrado periódico El
Fígaro del 15 de abril de 1897, que tan acertadamente dirige el aventajado
escritor Manuel S. Pichardo, quien, con motivo del ascenso de nuestro
comprovinciano a la presidencia de la Excma. Audiencia
Territorial de La Habana,
se expresa en los siguientes términos:
«Por primera vez se publica entre nosotros el
retrato del integérrimo magistrado que acaba de jurar el alto cargo de
presidente de la Audiencia
de La Habana.
Al mismo Sr. Cubas le sorprenderá esta oportuna
exhibición de su persona, por no concebir que pudiéramos haber obtenido su
fotografía. A medios hábiles debemos el poder presentar a los lectores de El
Fígaro —mejor dicho, al público de la Isla— el retrato de la honorable personalidad que
dirige hoy la administración de justicia.
Ésa era nuestra única misión, y queda cumplida.
Si la efigie no, la historia jurídica del Sr. Cubas es sobradamente conocida de
todos por el extenso y continuado periodo de tiempo durante el cual ha venido
prestando sus eminentes servicios en la magistratura cubana, donde tiene un
nombre prestigioso que abonan una inteligencia clarividente, una ilustración
vasta y sólida, una rectitud siempre acompañada del mejor acierto, y una
probidad acrisolada.
No a influencias de la política, ya que apartado
de ella ha permanecido siempre, sino sólo a sus meritos ilustres obedece el
encumbramiento de su carrera.
En el alto sitial que hoy ocupa, podrá nuestro
respetable y querido amigo hacer más brillantes los títulos que le han conquistado
la consideración».
Deber nuestro es, como historiadores, dejarlo así
consignado para honra del país que lo vio hacer. (José Antonio Pérez Carrión)
(
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