Los canarios, para los
americanos, eran criollos, pertenecían a una provincia separada de la Península por los mares.
Sus intereses, en principio, no tenían nada que ver con la lealtad a la Corona, ni con los
monopolistas del Estado español en materia comercial. Es más, en su propia
tierra, sus clases dominantes defendían la libertad de comercio. Inciden sobre
la caracterización socio-profesional de la mayoría de los isleños. Pero también
apuntan un rasgo fundamental para comprender sus peculiaridades étnicas en la
sociedad venezolana: su caracterización como criollos, su rápida identificación
con la tierra, su definición separada y disgregada frente al conjunto de los
españoles.
La emigración canaria a Venezuela
había sido considerable desde el último tercio del siglo XVII. A partir de esa
época el traslado de un elevado número de familias isleñas se convirtió en un
factor decisivo para la configuración de la sociedad venezolana colonial1.
El análisis de los matrimonios de blancos de la Catedral de Caracas entre
1684-1750, la única parroquia existente en la ciudad hasta esas fechas, nos da
una idea del peso mayoritario de la inmigración canaria dentro del conjunto de
la española. De los 4333 matrimonios celebrados, un 16'5% les correspondían,
dato indicativo de su importancia dentro de la población blanca. Pero su número
es todavía más representativo si lo comparamos con el resto de la emigración
foránea. Eran 713 frente a 242 de la Península y Baleares y 54 extranjeros. Teniendo
además en cuenta la elevada proporción que emigran casados y los que se
distribuyen por el interior del país, con una proporción, como en Cuba, mucho
más elevada que la de los peninsulares.
Poundex y
Mayer, en el mismo conflicto de independencia, nos proporcionan una definición
de su papel dentro de la sociedad venezolana: entre los blancos, los
canarios se distinguen por su carácter industrioso y se dedican a la
agricultura, el comercio al detal y la cría de ganado. Su número es mucho mayor
que el de los españoles2. Inciden sobre la caracterización
socio-profesional de la mayoría de los isleños. Será precisamente la
reactivación de la economía venezolana en la primera década del XIX, con la
expansión cafetalera y la revitalización del cacao en áreas hasta entonces
desconocidas como Carúpano, la que potenciará la emigración familiar a unos
niveles inusitados en vísperas de la Emancipación, como se puede apreciar en 1803 en
el Pico del Teide de los Guezala3. La goleta San Rafael, del
capitán grancanario Salvador Almeida, testimonia la migración grancanaria y su
explotación. Fletada en Las Palmas en 1802 para La Guaira, desembarcó sus
pasajeros en Barcelona. Los trasladados procedían de Telde, Agüimes, Teror y
San Lorenzo. Una parte se asentó en Barcelona, en consonancia con su desarrollo
regional en el café, el cacao y la ganadería4. Se acentuó también la
lanzaroteña, una isla cuya participación era reducida hasta entonces. En 1803
el Alcalde Mayor de Teguise la autoriza sin ningún tipo de obstáculos. Se puede
apreciar en Venezuela su nítida presencia por esos años5. En esta
etapa de paz retornó un elevado número de indianos que llevaban largos años sin
poder regresar por los largos conflictos bélicos. Se podría decir que fue el
último gran retorno de divisas antes de la Emancipación. La
Palma continuó con un similar porcentaje al del XVIII. En 1802 salió con
emigrantes un buque desde su capital. Cuba seguía siendo su destino primordial.
La paz en junio de 1808 coincidió con un período de bonanza inusitado en
Venezuela. La producción de café llegaba a superar el 20% de sus exportaciones.
En los protocolos de 1809 y 1810 se puede apreciar la gran intensidad que
alcanza en buques como el San Carlos General O´Donnell, el Barcelonés
o el Carmen6.
Controvertidos
y polémicos debates se han originado sobre el carácter de la Independencia
venezolana, de los sectores socio-políticos en lucha y sobre sus reales
motivaciones. Como en todos estos procesos, indudablemente no existen causas
unívocas. Su complejidad es un hecho indiscutible. Los canarios apoyaron en un
principio los cambios políticos promovidos por la élite mantuana caraqueña.
Todos los sectores sociales de origen canario coincidían con la oligarquía
criolla en su oposición al monopolio comercial español y a los privilegios
concedidos por Godoy a algunos comerciantes norteamericanos, que habían llegado
a controlar gracias a exenciones aduaneras más del 50% del comercio exterior de
la provincia.
La fuerte
conmoción que supuso para Venezuela la invasión napoleónica de España les llevó
a tomar el poder político para evitar que el poder se les fuera de las manos.
El miedo a una rebelión similar a la haitiana pesaba como una loza. El
conglomerado étnico y social del país distaba mucho de ser homogéneo. Las
noticias que venían de la
Península eran cada vez más pesimistas sobre la marcha de los
acontecimientos. De esta forma se precipitaron los acontecimientos que
desembocaron en la proclamación de la Junta Suprema de Caracas el 19 de
abril de 1810 y la destitución del Comandante General Emparán. Sólo cuatro años
antes, la oligarquía caraqueña se había opuesto con vehemencia a la invasión de
Miranda. En tan poco tiempo la situación había cambiado radicalmente. Las
clases dominantes tenían recelos de los funcionarios españoles y de la política
de la Monarquía. Eran
manifiestamente opuestos a las trabas a la generalización del comercio libre y
criticaban severamente la política gubernamental en la concesión de privilegios
comerciales desproporcionados a la casa comercial norteamericana
Craig-Caballero Sarmiento. Esa conciencia diferenciada y la exigencia de
libertad de comercio no les hubiera impulsado por sí solas a afrontar la
ruptura sin el impacto de la destrucción del imperio español con la ocupación
de la Península.
El miedo a
la insurrección, a la descomposición del orden social fue sin duda uno de los
factores que animó a la oligarquía caraqueña a tomar el poder político. Un
representante de ella, el portuense Telesforo Orea, que fue comisionado por la Junta para solicitar la
ayuda de los Estados Unidos al nuevo Gobierno, refería que la rebelión la
habían comenzado los blancos, recelosos por las consecuencias de una similar a
la haitiana. El miedo a los pardos y los blancos de orilla, el factor
desestabilizador de la sociedad venezolana, que odiaban de forma visceral la
hegemonía y prepotencia de las clases dominantes, les llevó a la toma del
poder. Orea señaló que desearía que vinieran cinco o seis mil hombres de
cualquier nación que fuesen, aunque fuesen franceses, a sujetar los mulatos y
salvar sus vidas y propiedades, pues preveen funestísimas consecuencias si los
negros piden su libertad y se unen a ellos. El pesimismo sobre lo que
ocurre en la Península
es patente: Desengáñese, la
Península a la hora de ésta está sometida a Bonaparte y
España no puede resistir su contienda con Francia por falta de medio y recursos
para seguir la guerra, pues necesitaría a lo menos 200 millones de duros
anuales, y éstos no pueden suplirlos las colonias7.
Desde esa perspectiva, criollos y canarios coincidían en su rechazo al poder monopolista tal y como había sido ejercido por España y la burocracia godoísta. Eran partidarios del libre comercio. Pero les separaban los diferentes intereses sociales. La oligarquía mantuana tenía puntos de vista sobre el poder político y la propiedad de la tierra contrapuestos frente a los blancos de orilla y los pardos. Esa divergencia socio-política existía en igual medida en la comunidad isleña. La disparidad de puntos de vista y percepción de la realidad entre los de extracción social baja y los que integraban la oligarquía criolla, era tan irresoluble como la que separaba a los nativos del país. La propia evolución de los acontecimientos la iba a demostrar con claridad.
Ya desde los primeros movimientos desarrollados por la oligarquía criolla exigiendo la convocatoria de una Junta, se puede apreciar la presencia e involucración de los isleños. En la llamada Conjuración de Matos, en julio de 1808, este hacendado margariteño establecido en Caracas declara: Amigo, ha llegado ya el tiempo de que los Americanos gocemos de nuestra libertad; en la presente ocasión es necesario que salgamos de todos los españoles y quedarnos sólo los criollos y los isleños porque éstos son buenos8. La hostilidad hacia los privilegios godoístas y las autoridades españolas reconocidas por la Junta Central de Sevilla era bien patente. Esa diferenciación entre españoles e isleños demuestra sus intereses diferenciados frente a los comerciantes españoles. Eran partidarios de la profundización en el libre comercio, contrarios a las trabas de su monopolización por los españoles. La política de la Junta Central y de la Regencia, dominada por los intereses mercantiles gaditanos y opuesta a todo lo que significase apertura comercial ,contribuía una vez más a exacerbar los ánimos.
Varios meses después, en noviembre, aconteció la llamada Conjuración para la constitución de una Junta Gubernativa, también conocida por el nombre de la Conspiración de los Mantuanos. Cuarenta y cinco firmas de significados mantuanos respaldaban la petición. Entre ellos tres isleños: Fernando Key y Muñoz y los hermanos Pedro y Juan Eduardo. En el expediente que se abrió contra la misma aparecen las declaraciones de varios comerciantes canarios: Francisco Báez de Orta, Salvador González, Antonio Soublette y Antonio Díaz Flores9.
Los desacuerdos con la política de la Regencia fueron creciendo al tiempo que las noticias sobre la evolución de los acontecimientos en la Península eran cada día más intranquilizadores. Los acontecimientos se precipitaron y sobrevino la deposición del Capitán General y la proclamación de la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII de la que formó parte como Ministro de Hacienda Fernando Key Muñoz.
Los canarios apoyaron la ruptura con la Regencia y se sumaron al proceso impulsado por la oligarquía caraqueña. Alvarez Rixo señalaba al respecto que cuando los caraqueños en 19 de abril del año 1810 constituyeron su Junta Gubernativa conservadora (decían) de los derechos del señor Rey Don Fernando VII, los muchos isleños canarios que había domiciliados fueron en un principio considerados por los criollos como otros tales, puesto que nacieron en las Islas Canarias, provincia separada de la Península. Y los mismos isleños, hombres sencillos y faltos de instrucción, los más de los cuales sólo habían ido a Caracas para agenciar algo con que poder regresar a su patria, no recelaron superchería en los primeros procedimientos del nuevo gobierno. Pero luego que reunido el Congreso de las Provincias o ciudades de Venezuela en 2 de Marzo de 1811 vieron que los criollos patriotas, además de sus proclamas y declaraciones equívocas llamaron para ser directores de sus manejos y reformas a algunos tránsfugas o reos de infidencia, quienes se hallaban guarnecidos en las islas Antillas extranjeras, conocieron claramente era tramoya estudiada para separarse del todo de España, erigiéndose Venezuela en país independiente, proyecto que los leales canarios reprobaban10.
A pesar de su simplismo, su interpretación tiene algo de fundamento. Los canarios, para los americanos, eran criollos, pertenecían a una provincia separada de la Península por los mares. Sus intereses, en principio, no tenían nada que ver con la lealtad a la Corona, ni con los monopolistas del Estado español en materia comercial. Es más, en su propia tierra, sus clases dominantes defendían la libertad de comercio. Inciden sobre la caracterización socio-profesional de la mayoría de los isleños. Pero también apuntan un rasgo fundamental para comprender sus peculiaridades étnicas en la sociedad venezolana: su caracterización como criollos, su rápida identificación con la tierra, su definición separada y disgregada frente al conjunto de los españoles. Poundex y Mayer afirman al respecto que se da generalmente el nombre de criollos a todos los que nacen en el país, aunque los criollos de las Islas Canarias, llamados isleños, forma también una parte de la población11. Canario es desde los orígenes de la Venezuela colonial sinónimo de isleño, un conglomerado étnico diferenciado de español y de europeo, un norte no muy definido, pero que se corresponde con una sociedad colonizada ultramarina, desde la perspectiva de la época. Para los venezolanos, son criollos, descendientes de europeos, pertenecientes a una colonia española. Por eso su insistencia en diferenciarlos del conjunto de la población española, que lleva a dividirlos en tres grupos: europeos, isleños y americanos, división ésta que la Guerra de Independencia con sus proclamas dejará claro en los bandos en lucha.
El teórico del anticolonialismo,
el célebre Abad de Pradt, llama a las Canarias la primera colonia española que
se nos presenta a nosotros. El propio Humboldt la denomina como tal cuando
refiere que con la excepción de La Habana, las islas Canarias se asemejan poco a las
demás colonias españolas en su gusto por las letras y la música; o cuando
reconoce en Tenerife que hospitalidad reina en todas las colonias. Su
propio Comandante General, el Marqués de Casa-Cagigal, en un manifiesto de
1805, no se corta cuando dice que esta colonia, las islas Canarias, cuyo
valor admiraron desde el intrépido Berckley hasta el emprendedor Nelson, merece
tomar parte en el honrado empeño de vengar a su nación ultrajada.
Un texto del
Observador caraqueño de 1825 afirma que se denominan colonias a ciertos
países en que habitan gentes enviadas de la metrópoli por el príncipe o
república para que vivan en ellos según las leyes de su establecimiento.
Nada que ver con una etnia oprimida que se libera de una potencia sojuzgadora.
Este es el concepto de colonia que se tenía en la época. En ese sistema los
gobiernos están siempre respecto a las colonias en un estado de desconfianza,
de celos y de indiferencia; la gran distancia hace que no se puedan conocer sus
necesidades, ni sus intereses, ni sus costumbres, ni su carácter. Sus más
profundas y legítimas quejas, debilitadas en razón de la distancia y despojadas
de cuanto puede mover la sensibilidad, están expuestas a interpretaciones
viciosas (...). Las colonias son respecto a las metrópolis lo que los hijos a
los padres, y por consiguiente los derechos de estos sobre aquellas son los
mismos que la naturaleza ha dado a un padre sobre los hijos (...). Mientras que
la madre patria tiene sobre sus colonias la ventaja de la fuerza física y moral
de un padre sobre sus hijos menores, es claro que ellas no pretenderán sacudir
el yugo, ni proclamar su independencia, antes bien los lazos que las unen con
aquélla serán tanto más fuertes, cuanto que consistirán en las necesidades de
las colonias y en los sacrificios de la madre patria. El voto de la
naturaleza es que todo ser que se creía se hará un día libre y las colonias se
hallaban en 1808 en el estado de virilidad12. Desde ese concepto, las Canarias reunían tales
requisitos. Se trataba de un territorio ultramarino, ocupado y conquistado por
una potencia europea e incorporado a su soberanía. La literatura de la época la
califica como tal. El teórico del anticolonialismo, el célebre Abad de Pradt,
la llama la primera colonia española que se nos presenta a nosotros13. El propio Humboldt la denomina como
tal cuando refiere que con la excepción de La Habana, las islas Canarias
se asemejan poco a las demás colonias españolas en su gusto por las letras
y la música; o cuando reconoce en Tenerife que hospitalidad reina en todas
las colonias14. Su propio
Comandante General, el Marqués de Casa-Cagigal, en un manifiesto de 1805, no se
corta cuando dice que esta colonia, las islas Canarias, cuyo valor admiraron
desde el intrépido Berckley hasta el emprendedor Nelson, merece tomar parte en
el honrado empeño de vengar a su nación ultrajada15.
Como tal
colonia fue considerada por el Congreso de Panamá de 1826. En tal calidad se
planteó su unión a la
Gran Colombia desde bien temprano, como se puede apreciar con
la misma Junta Suprema de Canarias que en 1808 derribó al Comandante General
Cagigal y que planteó la unión de las Islas con la América española bajo
protectorado británico16 o más
tarde el manifiesto insurreccional de Agustín Peraza de 1817 o en los contactos
con liberales canarios de la década de los 2017.
El propio General Pedro Briceño comunicaba el 12 de abril de 1826 a Simón
Bolívar por carta que es indudable que en el momento en que podamos destruir
los restos de la escuadra española que cubre a Cuba, damos la libertad a
aquella isla, a Puerto Rico y a las Canarias, que desean también ser americanas18.
Aunque el
estatuto de Canarias siempre fue claro, siendo integradas en el Consejo de
Castilla y no en el de Indias, su calificación como un territorio ultramarino
siguió siendo general. Era frecuente hasta en los protocolos notariales su
calificación como Reino de Indias y los canarios denominaban
habitualmente a la
Península Ibérica como España. Esa consideración a
nadie llamó la atención hasta la insurrección de las Américas que aparece ya
con el tratamiento de subversiva. Así el Intendente Paadin denuncia al
brigadier Antonio Eduardo en 1817 por afirmar que se remitían considerables
cantidades a España como si estas islas no fuesen parte de España19.
Otro tanto
le ocurrió con el vino. El 17 de julio de 1813 el Síndico Domingo Calzadilla y
Soussa denuncia la arribada a Santa Cruz de un barco cargado de vinos de
España para efectuar su descarga en la isla. El Intendente Ángel Soverón se
escandaliza de que llamen a los vinos y aguardientes de la Península extranjeros: Yo
prescindo de esta denominación a pesar de que no deja de repugnarme hablando
unos españoles que tantas y tan constantes pruebas han dado y están dando de
serlo y de que en nada ceden a sus compatriotas y hermanos de la Península. Lo natural
antes es perjudicial ahora. Voces como considerar extranjero a lo peninsular o
España suenan ya a separatismo20.
La consideración de los canarios como criollos, un ente diferente al de los peninsulares y los americanos, ya fue objeto de controversias en el siglo XVIII en la cuestión de la alternativa entre españoles y criollos en los provincialatos de las órdenes religiosas y en las alcaldías de los cabildos. Tales disparidades llevaron a considerarlos como americanos por parte de los regulares peninsulares. Idéntica pugna llevó al regidor vasco del ayuntamiento de Caracas Manuel Clemente y Francia en 1775 a afirmar que no era cierta la unidad de nación que se supone entre los isleños de Canarias y españoles legítimos o castizos21. En la literatura del tránsito de los siglos XVIII al XIX los canarios fueron caracterizados como algo diferenciado de los españoles. El galo Depons cuando se refiere a éstos los excluye en sus juicios. Habla sobre ellos como los criollos de Canarias22. Como tales aparecen en las partidas de bautismos. El asesino del canario José Sosa, el zambo José de Jesús Revilla, declara en su confesión en 1775 que era un hombre de nación isleña23. Un pariente del Capitán General, Juan Manuel Cajigal no tiene problemas en calificarlos de tales africanos24. El sobrino de Antonio Eduardo, el acaudalado comerciante canario en Caracas Pedro Eduardo, presidente del Tribunal del Consulado en Angostura, regidor del primer ayuntamiento de la Caracas independiente, no tiene problemas en afirmar en una carta a su amigo Felipe Massieu, que no me creí, ni me creo español, como isleño me considero colono como los americanos, y en cuanto a mis mayores me considero inglés, si hubiera sido español no estaría aquí25.
La consideración de los canarios como criollos, un ente diferente al de los peninsulares y los americanos, ya fue objeto de controversias en el siglo XVIII en la cuestión de la alternativa entre españoles y criollos en los provincialatos de las órdenes religiosas y en las alcaldías de los cabildos. Tales disparidades llevaron a considerarlos como americanos por parte de los regulares peninsulares. Idéntica pugna llevó al regidor vasco del ayuntamiento de Caracas Manuel Clemente y Francia en 1775 a afirmar que no era cierta la unidad de nación que se supone entre los isleños de Canarias y españoles legítimos o castizos21. En la literatura del tránsito de los siglos XVIII al XIX los canarios fueron caracterizados como algo diferenciado de los españoles. El galo Depons cuando se refiere a éstos los excluye en sus juicios. Habla sobre ellos como los criollos de Canarias22. Como tales aparecen en las partidas de bautismos. El asesino del canario José Sosa, el zambo José de Jesús Revilla, declara en su confesión en 1775 que era un hombre de nación isleña23. Un pariente del Capitán General, Juan Manuel Cajigal no tiene problemas en calificarlos de tales africanos24. El sobrino de Antonio Eduardo, el acaudalado comerciante canario en Caracas Pedro Eduardo, presidente del Tribunal del Consulado en Angostura, regidor del primer ayuntamiento de la Caracas independiente, no tiene problemas en afirmar en una carta a su amigo Felipe Massieu, que no me creí, ni me creo español, como isleño me considero colono como los americanos, y en cuanto a mis mayores me considero inglés, si hubiera sido español no estaría aquí25.
El Regente Heredia describió con
manifiesta dureza su caracterización cuando hablaba de José Antonio Díaz,
canario zafio y cerril, que apenas sabía firmar, y que por su tosca figura y
tarda explicación se distinguía entre sus paisanos, que son comúnmente
reputados en Venezuela el sinónimo de la ignorancia, barbarie y rusticidad26. Su arquetipo está siendo definido en
abierta oposición con otros grupos étnicos venezolanos que proclaman su pureza
de sangre, cuya caracterización social es bien diferente. El canario común es
un blanco de orilla, pertenece al último estamento de la sociedad y se le
supone siempre rayando en la frontera de los ilegítimo o lo impuro en una
sociedad como la venezolana en la que la cuestión racial es un hecho
incontestable de su estructura social. Entre ellos hubo mulatos e incluso
esclavos, lo que se contraponía con la automática blancura e hidalguía de
cántabros y vascos27. Como sostiene
Santos Rodulfo Cortés, aunque no figurara de manera taxativa en los textos
legales su exclusión de cargos y prerrogativas cortesanas, no es desconocido
que los habitantes de las Islas Canarias sufrieron el mismo aislamiento, no
obstante tener la misma filiación nacional que sus congéneres de la metrópoli28.
El isleño común convive entre "el populacho" y como tal trasmite rechazos en otros sectores sociales. Ese papel de total integración a la realidad venezolana, palpable con claridad en todo el siglo XIX, y por tanto de asunción de su identificación con el medio en el que vive, le lleva a considerarse como un protagonista de todos los odios y roles sociales como ningún otro pueblo lo ha protagonizado en la historia de Venezuela. De ahí su destacado papel en la rebelión de Juan Francisco de León contra la Compañía Guipuzcoana, en las Guerras de Independencia, en la Guerra Federal o en otros acontecimientos cruciales de la vida socio-política de Venezuela. Lo sorprendente del arquetipo es que se establece en una franja social de los mismos. Parte del isleño que es blanco de orilla, que vive de los pequeños cultivos, de la maloja, como arriero, baratillero o pulpero. Pero parecen quedar fuera de él el sector social isleño que se convierte en hacendado o comerciante, que constituye una parte nada desdeñable de las elites dominantes en Venezuela.
Contra los isleños de origen social bajo se daba por tanto un doble rechazo, étnico y social. Vivían de actividades que eran consideradas despreciables por personas de "limpio origen". Picón Salas señalaría que la tosquedad de modales, su ignorancia y falta de cortesía era lo que los patricios criollos satirizaban, por sobre otra cosa, de los inmigrantes canarios29. Urquinaona, el comisionado de la Regencia española que fue a Venezuela con la misión de pacificar el país, nos ha dejado un retrato de su papel social que se podría convertir en su estereotipo, en el que se palpa que fue la miseria, la codicia y el interés mezquino la causa de su expansión en Venezuela. La emigración de canarios "bastos y groseros" fue un hecho común en Venezuela desde el siglo XVI: A su ejemplo e impulsos de la miseria y codicia, fueron multiplicándose los cargamentos, sin advertir mejoras en la especie, que regada por pueblos y campiñas, llegó a formar una parte considerable de aquel vecindario, donde, empezando por servir a los dueños de las tierras destinadas a la siembra de forraje, pasaban a la clase de arrendatarios, pulperos, bodegueros y mercaderes. Como sus progresos pendían de la predilección de los propietarios y consumidores, que por lo general eran hijos del país, el interés mezquino se disputaba la preferencia de servir a unos con bajeza y adular a otros con humillación30.
Ese carácter diferenciado desde los puntos de vista étnico y social explica la endogamia de etnia y de grupo a que se refería Bervegal, explica esa política de ayuda mutua, asistencia y protección en unos isleños que se consideran unidos por una misma comunidad de intereses y un mismo origen. Ello contribuye a explicar ese expresivo cariz de enemistad de clase y de etnia siempre presente en la generalidad de los isleños, que se expresó con toda su crudeza en el proceso contra el padre del Precursor de la Independencia, Sebastián de Miranda, que plasmaba en definitiva la oposición de la oligarquía mantuana al ascenso de los isleños de procedencia social baja. Igual aconteció en su abierta oposición frente al tacorontero José de la Guardia, que llegó a ser Auditor de guerra interino, Intendente interino y Teniente de Gobernador de la Provincia de Venezuela. Tan rápida ascensión disgustó al Cabildo de Caracas. Según él, era abogado de literatura muy ordinaria y hombre de crianza y esfera aún más ordinaria, isleño de una de las Canarias por naturaleza e hijo de uno que fue en esta ciudad pulpero. Circunstancias que, puestas en un genio conocidamente altivo, le hacen como éste mucho tiempo advertido, hombre de inclinaciones opuestas al decente esplendor de la Gente Noble y le ha hecho muy odioso o mal recibido en esta ciudad. Por la dignidad de sus cargos tratará de ocupar puesto más distinguido en los actos públicos que el Cabildo y juzgan quizá poder atentar contra la Nobleza cuanto quisiera y lograr desairarla y hacerla ver que él con sólo ser isleño y favorecido del Gobernador, tiene más para la estimación de su calidad aunque tan baja, que la primera Nobleza y las honras con que distingue a ésta la Real Autoridad31.
Lo que realmente iba a oponer a los canarios de clase baja era su contraposición de intereses con la oligarquía caraqueña. Debemos de tener en cuenta que el proyecto político de la oligarquía mantuana consistía en la formación de un gobierno federal, unas elecciones restringidas a los propietarios y la convocatoria de un congreso en Caracas al que acudieron las 7 provincias unidas que aceptaron la creación de la Junta Suprema: Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo. Este Congreso procedió a la declaración de la independencia el 5 de julio de 1811.
La unanimidad de partida no existía, pues las oligarquías de locales de Guayana, Coro y Maracaibo no aceptaron la junta y se mantuvieron fieles a la Regencia. Tal era la hostilidad que se evidencia en ellas frente el poder omnímodo de los mantuanos. Pero no era sólo un rechazo de parte del territorio de la Capitanía General de Caracas. La política de la Primera República respondía a los intereses de los sectores oligárquicos: consolidación de la gran propiedad agropecuaria, supresión de la trata y continuidad de la esclavitud, libertad de comercio, sufragio censitario, estímulo de la colonización. Las ordenanzas de los Llanos de 1811 mostraron abiertamente su interés en hacerse con los pastos ganaderos y restringir el libre acceso a los mismos por parte de los llaneros. La desafección de los isleños de orilla, además de por componentes emocionales y religiosos, vendría fundamentalmente por latente disgusto por su prepotencia. En el campo y la ciudad, existía la misma enemistad que antaño, el mismo odio larvado por el acaparamiento de tierras y la imposibilidad de acceder a los cargos públicos.
En un principio, por tanto, los canarios se integraron dentro del proceso revolucionario. Baralt señala que habían tomado parte activa en la revolución. Los más ricos de entre ellos ofrecieron donativos al gobierno, lo sirvieron con esmero y espontaneidad, solicitaron y obtuvieron el título de acendrados patriotas y ocuparon empleos distinguidos en el congreso, en los ministerios en los tribunales y en las juntas32. Se puede apreciar ese apoyo en la representación efectuada por 115 isleños avecindados en la Guaira. En ella se ofrecen a sacrificar nuestros intereses y nuestras vidas en la justísima defensa de nuestra Santa Religión Católica y los derechos de nuestro muy amado Soberano Rey el Sr. Fernando VII y de la muy noble Patria de Venezuela. El propósito que les anima es considerar justificada la instauración de la Junta como el más legítimo, equitativo y benéfico gobierno, que nos defiende y ampara en segura paz y tranquilidad, libres de la opresión y violencia. Encabeza esta representación José Luis Cabrera y aparece un amplio elenco de miembros de todas las categorías mercantiles, excepto los que se pueden considerar como comerciantes propiamente dichos. Las excepciones serían Salvador Eduardo, Esteban Molowny y Juan Andrés Salazar. Los demás eran mercaderes, dependientes, capitanes de buque, marineros, artesanos, pulperos, arrieros, etc33.
Pocos días después, el 27 de octubre, se imprime una representación de canarios residentes en Caracas. Viene avalada por 134 firmas, aunque lamentablemente sólo aparecen los nombres de los cuatro primeros. Evidentemente sus promotores eran cuatro cualificados miembros de la oligarquía de procedencia isleña: Fernando Key, Casiano de Medranda, Telesforo de Orea y Salvador Eduardo. Dicen hablar en su propio nombre y en el de los demás naturales de Islas Canarias que residen felizmente en la actual época en esta provincia. Sostienen que las providencias del Gobierno son sabias, que su establecimiento emana del Derecho Natural, producto del prudente juicio, oportunidad y madurez con que en las circunstancias más apuradas y peligrosas ha sabido establecer la tranquilidad general del Pueblo. Invocan que les anima el patriotismo y juran que ellos pertenecen absolutamente a la Patria que los sostiene y a la Suprema Junta que digna y legítimamente representa los Derechos del más desgraciado de los Soberanos (...). Estos son los sentimientos generales de todos los naturales de Islas Canarias, que en la regeneración política de Venezuela tuvieron la fortuna de encontrarse en esta Capital. Se consideran acendrados patriotas y están dispuestos a servir a la Junta bien para disponer sus personas cuando la exija la seguridad del País y de las provincias confederadas; o bien de sus propiedades conforme convenga a las intenciones del Gobierno34.
Pero pocos días después de la proclamación de la República, acontece la llamada Insurrección de los isleños en la Sabana de los Teques, en las inmediaciones de Caracas. Era la confirmación de que las deserciones comenzaban a crecer entre los isleños de las clases bajas, que la decepción y el desánimo cundía. Un realista furibundo como José Domingo Díaz refiere que los promotores, el mercader canario Juan Díaz Flores, hermano del ya citado Antonio, y tío de Ramón Díaz, el coautor del Resumen de la Historia de Venezuela junto con Baralt, que se mantuvieron fieles a la causa republicana; y un caraqueño, José María Sánchez.. En su opinión, la impaciencia o la inorancia hicieron dar el grito mucho tiempo antes del que estaba designado, y de un modo el más necio torpe y brutal. A las tres de la tarde del 11 de julio sesenta individuos naturales de las islas Canarias se reunieron en los Teques montados en sus mulas, armados de trabucos, cubiertos sus pechos con hojas de lata y gritando ¡Viva el Rey y mueran los traidores! Tremolaban una bandera en que estaban pintados la Virgen del Rosario y Fernando VII. La rebelión fue pronto sofocada por haber sido delatada por uno de sus organizadores. Sus cabecillas detenidos y conducidos a las cárceles. Juzgados en tres días, fueron fusilados 16 de ellos y colgados en la horca35. Francisco Javier Yanes reconoce que sus cadáveres fueron destrozados, a usanza española, y puestos sus despojos en varios puntos de la ciudad36.
Uno de los promotores, pariente de Díaz Flores, Francisco de Azpurúa, contradijo a Díaz. Sostuvo que los isleños no fueron los directores sino sólo los ejecutores, que detrás estaba el clero y un sector de la élite local. Entendía que la represión se cebó sobre los cabecillas, y particularmente sobre Díaz Flores, al que descuartizaron para aterrar con las reliquias de su cuerpo a todos los compatriotas de Canarias, de que se componía una gran parte del vecindario de Caracas37. Álvarez Rixo, por su parte, mantuvo que no tenían jefes inteligentes que pudiesen corresponder a su leal intención, la cual descubierta y acometidos los isleños por los numerosos revolucionarios fanáticos, estimulados más bien por el aliciente de saquear los caudales que habían agenciado los canarios con su industria y economía, que inteligenciados de lo que significaban las conveniencias civiles que sus corifeos proclamaban ganaron el punto y cometieron horribles iniquidades con los isleños que pillaron, cuyo relato horroriza. Su sangre no quedó del todo sin vengar38. El punto de vista contrario de Rafael Baralt y Ramón Díaz expone que fue una conspiración torpe por lo precipitada. Pero señalan algunas precisiones de interés. Sostiene que estaban bien hallados en el país con familia la mayoría. Fueron al principio muy adictos, pero se desengañaron en los medios que se emplearon para reparar el mal de los primeros derroches, y temiendo por sus bienes, amenazados de onerosas derramas, empezaron a desear el restablecimiento del gobierno antiguo. Pero fracasaron porque eran generalmente ignorantes y debían quedar rezagados en la marcha nuevamente emprendida, supersticiosos. La ironía no deja de tener una peyorativa carga social: Estaban caballeros en mulas, armados de trabucos y sables39.
Baralt y Díaz estaban exponiendo los reales condicionantes de la actitud de estos rudos isleños: tenían miedo a las onerosas contribuciones del gobierno. Por su ignorancia, se les incitaba a la rebelión y a la proclamación del antiguo orden. Pero ese es un juicio que nos debe llevar al quid de la cuestión, la desconfianza de las clases bajas crecía hacia la política gubernamental, potenciada o no por los clérigos o por los españoles. Esos isleños se rebelaron de forma ingenua. Se les trató de reprimir simbólicamente con la barbarie del descuartizamiento. La proclama del Gobierno es contundente: Hombres vendidos a déspotas tanto más despreciables cuanto son la hez y la execración de las naciones, han hecho en esta tarde un esfuerzo que para siempre va a librarnos de su odiosa presencia y del espectáculo abominable de su estupidez y envilecimiento40.
Pero eso no hizo sino propalar la llama del odio que se extendería como la pólvora. Álvarez Rixo lo sentenció con estas trágicas palabras: su sangre no quedó del todo sin vengar. Los odios larvados estallan en la Primera República. Rencores diversos, de todos los disconformes con el nuevo orden, inconexos, sin ideas claras, que son no sólo de isleños de orilla, sino también de pardos, de mulatos, de esclavos...
Pocos días después, el 12 de julio, una representación de 60 isleños vecinos de Caracas trata de desmarcarse de la acusación general que se les hacía de desafectos a la independencia. Expresan que se sienten consternados por la rebelión. Piensan que estos paisanos que delinquieron contra el gobierno lo hicieron seducidos y engañados por los descontentos, que les habrán hecho creer que se trataba de despojarles de sus intereses. Habían sido engañados por los reales impulsores del movimiento que les anunciaban que sus bienes habían sido confiscados. Señalan que aún así, no siendo esto motivo justo para que por una regla general se comprenda a todo el paisanaje, tampoco debe serlo para que bajo ese concepto nos veamos a cada instante insultados del pueblo, como ya lo han hecho con algunos y temenos justamente que lo ejecute con los demás. Entendían que no han maquinado jamás contra el Gobierno, pero algunos de ellos han dejado sus casas e intereses por temor a las vejaciones e injurias. Piden al ejecutivo que se les garantice protección, pues están a favor de la República y son buenos ciudadanos. Prácticamente la totalidad de los firmantes son mercaderes y pequeños propietarios. Excepto Esteban Molowny, que es comerciante, todos los demás han adquirido una cierta estabilidad económica partiendo de un origen humilde o de modestos niveles económicos en las islas. Entre ellos, Gonzalo Lima Quintero, el herreño que se estableció en Chacao, padre del Doctor Ángel Quintero, diputado por Caracas en las constituyentes de 1830; y del médico Tomás Quintero, ni tan siquiera sabe firmar. Es bien significativo que esta representación fuera sólo firmada por este sector social, sin que apareciera una sola firma de los de más alta esfera. El objetivo es claro, desligarse de la masa ignorante41.
El Gobierno decreta un día después que tiene reiteradas pruebas de su afectuosa sinceridad, que debe castigar a los delincuentes, sea cual sea el país en el que han nacido. Les expresa que ha tomado providencias para que vivan seguros de la situación que merece su conducta y que si así lo hacen pueden tranquilizarse y continuar sus honestas ocupaciones bajo la especial protección del Gobierno que castigará con la mayor severidad a quienes los insulten o ultrajen42.
Es significativo que, mientras que los canarios de origen inferior apoyarían a partir de entonces la contrarrevolución, los integrados en la oligarquía mantuana optarían por la independencia. Las excepciones fueron siempre posteriores a ella, en las que no están ajenos los afanes de ascenso y el resentimiento, como acaeció en dos independentistas contumaces como Vicente y Antonio Gómez. Vinculaciones familiares llevaron a Fernando Monteverde a apoyar a su primo Domingo en la contrarrevolución. Disputas mercantiles fueron los móviles de Gonzalo Orea. Pero luego, como hemos visto en Monteverde, se integrarían con facilidad en el universo de la oligarquía republicana. Les unía el espíritu de casta y se identificaban con los mismos intereses. En la Venezuela de la emancipación se daba al respecto un hecho singular: la elevada presencia de los isleños y de sus hijos entre la elite mantuana que protagonizó ese proceso. Es el caso de los Rivas, Paz Castillo, Soublette, Peña, Vargas, Miranda, Miranda, Anzola, Sanz, Lindo, y un largo etcétera, que explica que hasta el célebre dirigente mulato Manuel Piar estuviese mezclado con los lazos de la sangre con el mismo Carlos Soublette. Los que iban a protagonizar la Guerra a Muerte, como el propio José Félix Rivas paradójicamente, eran hijos de isleños.
Uno de ellos, Pedro Eduardo, especificaba con clarividencia por qué apoyó la independencia en una carta a un compatriota, residente en La Palma: Yo era feliz en 1810, tenía mucho que perder y nada que ganar, pero reventó la revolución como un efecto del desmoronamiento del Imperio Español bajo la corrupción y la invasión de Bonaparte y por instigación de los ingleses a quienes todo por acá se sujetaba desde aquel tiempo y en el caso de elegir era pensador y no máquina como casi todos nuestros desgraciados compatriotas que se hallaban aquí y elegí sin titubear el partido que dictaban la razón y la política; mejor y más seguro era ir sin volver la cabeza atrás (...). Además no me creí ni creo español, como isleño me considero colono como los americanos, y en cuanto a mis mayores me considero inglés, si hubiera sido español no estaría aquí43.
Cuando estalló la rebelión de los isleños, en 1811, el ayuntamiento de Caracas y el tribunal de policía caraqueño estaba copado por canarios partidarios de la independencia: Pedro Pablo Díaz, Casiano Medranda, Pedro Eduardo, José Melo Navarrete, Onofre Vasallo y Matías Sopranis como regidores, Domingo Ascanio como Corregidor44. Alguno fue acusado por conspiración como Fernando Key Muñoz, pero en el proceso se demostró su inocencia45. Medranda, que murió en el campo de batalla como capitán del ejército venezolano, fue miembro de la Sociedad Patriótica y escribió una memoria panegírica de la independencia y de la labor de esa sociedad republicana en su órgano de expresión, el Patriota de Venezuela46. Había representado a la República en las Bermudas para que el almirantazgo inglés apoyara las reivindicaciones caraqueñas.
Será precisamente un isleño, el
mercader santacrucero Rodulfo Vasallo, el que, como diputado director de obras
públicas de Caracas, por representación del Poder Ejecutivo, acabara con uno de
los símbolos más afrentosos contra los canarios que promovieron la rebelión
contra la Guipuzcoana,
la lápida que se erigió en la demolida casa del herreño Juan Francisco de León
en el barrio isleño de La Candelaria. En su exhorto explica que solicitó al
Gobierno y obtuvo su consentimiento para demoler con toda solemnidad el
poste de ignominia que a mediados del siglo próximo pasado hizo levantar el
sistema de opresión y tiranía en un solar que está frente al templo de Nuestra
Señora de Candelaria, y en donde tenía su casa habitación el magnánimo Juan
Francisco de León para manchar inicuamente la memoria de éste como caudillo de
los valerosos varones que en aquel entonces pretendieron sacudir el duro yugo
mercantil con que la avaricia y despotismo de los Reyes de España estancaron el
comercio de estas Provincias por medio de la Compañía Guipuzcoana,
cuyos privilegios exclusivos hicieron gemir a los venezolanos por más de
cuarenta años47.
Los canarios pasaron a convertirse en la columna vertebral del nuevo orden. La restauración realista no podía entregar el poder a la antigua elite que en su gran mayoría había apoyado la causa republicana. Monteverde se apoyó en los canarios hostiles a la República y ellos se sirvieron de él. Eran en su mayoría de origen social bajo, salvo algunos oportunistas que se le incorporaron por aspirar a puestos altos, como Vicente Gómez, nombrado Administrador General de la Renta de Tabaco, o críticos por circunstancias personales a la naciente República como Gonzalo Orea o el citado Fernando Monteverde.
En el
Congreso posterior a la independencia, Vicente Gómez representaba a San Carlos
y José Luis Cabrera en el Constituyente a Guanarito. El médico grancanario fue
uno de los más fieles exponentes de la ideología liberal en el parlamento. Fue
precisamente él quien inicia el debate que concluyó días después con la
declaración de Independencia. Señala que en cuanto a Fernando VII no debe imputarnos
a nosotros esta resolución, la
Regencia que lo representa es quien nos ha conducido a ella,
bloqueándonos, atacándonos, amotinándonos y haciéndonos cuanta guerra está a su
alcance. Cuando ella respetaba nuestro talismán, justo era que respetásemos el
suyo; pero declarados insurgentes, tenemos que ser independientes para borrar
esa nota. Ahora tendremos existencia propia, aunque no de grande estatura, y
cesarán las maquinaciones y otros males fomentados por la ambigüedad,
aprovechemos, pues, la ocasión que se nos presenta, antes que no podamos volver
a conseguirla, y nos expongamos a la execración de nuestra posteridad; se acabó
el tiempo de los cálculo y entró el de la actividad y energía; seamos, pues,
independientes, pues queremos y debemos serlo. Defendió en el parlamento la
profundización en la revolución liberal, tratando de eliminar los privilegios
nobiliarios. Reprochó el uso del título de Castilla al señor Ascanio
(proponiendo) que se aboliesen en los oficios estos títulos en Venezuela, independiente
de Castilla, y todos los que no fuesen propios de un gobierno democrático48.
A la par que se acrecientan las protestas contra el Gobierno republicano, acontece la insurrección de Valencia, en la que junto a los pardos intervienen isleños, acontece una riada de donativos de canarios a la República. El comerciante Juan Andrés Salazar, al que luego se le expropiará su almacén en la Guaira por la II República, da 300 pesos y 200 pares de zapatos, el mercader José Toribio Espinosa 400 pesos y reproduce la oferta que ha hecho antes de todos sus bienes, petición que reitera más tarde al consignar 400 pesos en plata para el mantenimiento de la tropa de reserva. En la Victoria de 30 donativos que se realizan la mitad poco más o menos de estos individuos son naturales de las Islas Canarias. El corregidor, el granadillero Juan de la Cruz Mena, especifica que todos han contribuido graciosamente con donativos voluntarios para el servicio del Estado en esta y otra ocasión, sin haber manifestado el menor disgusto con nuestro actual Gobierno49.
A la par que se acrecientan las protestas contra el Gobierno republicano, acontece la insurrección de Valencia, en la que junto a los pardos intervienen isleños, acontece una riada de donativos de canarios a la República. El comerciante Juan Andrés Salazar, al que luego se le expropiará su almacén en la Guaira por la II República, da 300 pesos y 200 pares de zapatos, el mercader José Toribio Espinosa 400 pesos y reproduce la oferta que ha hecho antes de todos sus bienes, petición que reitera más tarde al consignar 400 pesos en plata para el mantenimiento de la tropa de reserva. En la Victoria de 30 donativos que se realizan la mitad poco más o menos de estos individuos son naturales de las Islas Canarias. El corregidor, el granadillero Juan de la Cruz Mena, especifica que todos han contribuido graciosamente con donativos voluntarios para el servicio del Estado en esta y otra ocasión, sin haber manifestado el menor disgusto con nuestro actual Gobierno49.
En la Gaceta del 9
de agosto una representación del comercio de Venezuela para el desarrollo de
compañías de agricultura es firmada por Pedro Eduardo, José Gabriel García,
Salvador González, Antonio Díaz Flores y Fernando Key. En la del día 17 de 10
donativos del pueblo de Cagua, 11 son de isleños, sufragados bien en casabe o
en moneda. No se sabe si tales cesiones eran realmente voluntarias o son
producto del miedo. En la Gaceta
del 20 de septiembre tres nuevos isleños se suman: un vecino de Tucuta, José
Sánchez, labrador, con más de 30 años de residencia en Caracas dona al Estado
100 pesos en metálico; el mercader y orfebre Marcial Bermúdez, 14; Blas
Betancourt, teniente de la cuarta compañía de urbanos de Cocorote ratifica la
oferta de una casa en aquel pueblo y diez pesos mensuales por el tiempo de dos
años para el ejército. El 1 de noviembre 5 isleños de Guatire dan también
cortos donativos. Posiblemente otros muchos más, pero en los de muchos pueblos
no se expresa su procedencia.
En la Gaceta de 15 de octubre de 1811, en nombre del pueblo de San Carlos, de arraigada presencia isleña, José Leal González, canario y Teniente Justicia Mayor de la localidad, el vasco Domingo de Olavarría y el también isleño Vicente Gómez, administrador de la Renta de Tabaco y poco tiempo después su diputado en el Congreso, firman un manifiesto en que expresan la conducta patriótica de San Carlos, dando además cada uno, junto con otros ciudadanos de esa villa 100 pesos. Lo esperpéntico de este hecho es que pocos meses después será esta villa uno de los bastiones de Monteverde en su rápida carrera hacia la Conquista de Caracas y los firmantes se integrarán en sus filas. Julio Llamozas recoge cómo en Calabozo la declaración de independencia fue recibida por sus vecinos con los europeos y canarios (téngase en cuenta esa distinción) residentes aquí con bailes, músicas, iluminaciones generales, jeroglíficos alusivos a la ostentación del acto y otros aparatos públicos, distinguiéndose en los costos y en el entusiasmo de la jura José Marcelino Velásquez, de doce años, hijo de Antonio Velásquez, natural de Canarias50, alcalde de la localidad y hacendado originario de Fuerteventura, que finalizaría sus días en su tierra natal.
La insurrección de Valencia fue un síntoma de lo que estaba acaeciendo en Venezuela. La Primera República, exclusivista y oligárquica, dividida y fragmentada, con un ejecutivo fuerte encabezado por Miranda incapaz de timonear la creciente inflación, con una emisión continua de papel moneda, se estaba quedando sin base social. Valencia cayó con severas pérdidas en ambos bandos. Pero los adeptos de la contrarrevolución crecían a cada paso entre los descontentos por la creciente depresión económico y la política antipopular del Gobierno. Su propia debilidad en imponer su hegemonía en toda la antigua Capitanía General de Venezuela era una muestra de su escasa capacidad de atracción sobre las oligarquías locales disidentes de Guayana, Maracaibo y Coro. Un españolista, Juan Bautista de Arrilaga, manifestaba con evidente razón, abordando la desmedida avaricia de tierras de la oligarquía caraqueña, que sólo le habían secundado en su empresa quienes de ellos dependían: así ha acreditado la experiencia que los señores de los terrenos en cuestión han sido los principales autores de la revolución de Caracas y que la mayor parte de sus inquilinos les han seguido en tan depravada empresa51.
A la oposición de las oligarquías regionales le siguió la de los sectores sociales disidentes de la política mantuana: pardos, negros e isleños de orilla. Pulperos y mayordomos de haciendas oligárquicas, que eran en su mayoría de origen, luego convertidos en dirigentes y partícipes de la rebelión, se opusieron a la República por su política recaudatoria y afrentosa con sus intereses. El cabildo caraqueño tuvo una política manifiestamente hostil a los pulperos. Les prohibió bajo multa de 25 pesos y 8 días de prisión el interceptar abastos para el consumo, les obligó a mantener siempre en la pulpería 10 fanegas de maíz y 10 pesos de casabe para ser incautados en cualquier momento por la Hacienda. Les incorporó al ámbito de un tribunal especial de policía y les obligó a entregar al ejército los alimentos que necesitase para sus subsistencias. Suscripciones constantes, extorsiones y saqueos les depauperaron y les llevaron a apoyar la insurrección y a convertirse en sus más decididos partidarios. Precisamente la victoria de Monteverde les llevó a mejorar considerablemente en su situación, reabriéndoles las pulperías que el Gobierno había decretado su cierre, dándoles nuevas licencias y derogando los aranceles de precios republicanos52.
En la Gaceta de 15 de octubre de 1811, en nombre del pueblo de San Carlos, de arraigada presencia isleña, José Leal González, canario y Teniente Justicia Mayor de la localidad, el vasco Domingo de Olavarría y el también isleño Vicente Gómez, administrador de la Renta de Tabaco y poco tiempo después su diputado en el Congreso, firman un manifiesto en que expresan la conducta patriótica de San Carlos, dando además cada uno, junto con otros ciudadanos de esa villa 100 pesos. Lo esperpéntico de este hecho es que pocos meses después será esta villa uno de los bastiones de Monteverde en su rápida carrera hacia la Conquista de Caracas y los firmantes se integrarán en sus filas. Julio Llamozas recoge cómo en Calabozo la declaración de independencia fue recibida por sus vecinos con los europeos y canarios (téngase en cuenta esa distinción) residentes aquí con bailes, músicas, iluminaciones generales, jeroglíficos alusivos a la ostentación del acto y otros aparatos públicos, distinguiéndose en los costos y en el entusiasmo de la jura José Marcelino Velásquez, de doce años, hijo de Antonio Velásquez, natural de Canarias50, alcalde de la localidad y hacendado originario de Fuerteventura, que finalizaría sus días en su tierra natal.
La insurrección de Valencia fue un síntoma de lo que estaba acaeciendo en Venezuela. La Primera República, exclusivista y oligárquica, dividida y fragmentada, con un ejecutivo fuerte encabezado por Miranda incapaz de timonear la creciente inflación, con una emisión continua de papel moneda, se estaba quedando sin base social. Valencia cayó con severas pérdidas en ambos bandos. Pero los adeptos de la contrarrevolución crecían a cada paso entre los descontentos por la creciente depresión económico y la política antipopular del Gobierno. Su propia debilidad en imponer su hegemonía en toda la antigua Capitanía General de Venezuela era una muestra de su escasa capacidad de atracción sobre las oligarquías locales disidentes de Guayana, Maracaibo y Coro. Un españolista, Juan Bautista de Arrilaga, manifestaba con evidente razón, abordando la desmedida avaricia de tierras de la oligarquía caraqueña, que sólo le habían secundado en su empresa quienes de ellos dependían: así ha acreditado la experiencia que los señores de los terrenos en cuestión han sido los principales autores de la revolución de Caracas y que la mayor parte de sus inquilinos les han seguido en tan depravada empresa51.
A la oposición de las oligarquías regionales le siguió la de los sectores sociales disidentes de la política mantuana: pardos, negros e isleños de orilla. Pulperos y mayordomos de haciendas oligárquicas, que eran en su mayoría de origen, luego convertidos en dirigentes y partícipes de la rebelión, se opusieron a la República por su política recaudatoria y afrentosa con sus intereses. El cabildo caraqueño tuvo una política manifiestamente hostil a los pulperos. Les prohibió bajo multa de 25 pesos y 8 días de prisión el interceptar abastos para el consumo, les obligó a mantener siempre en la pulpería 10 fanegas de maíz y 10 pesos de casabe para ser incautados en cualquier momento por la Hacienda. Les incorporó al ámbito de un tribunal especial de policía y les obligó a entregar al ejército los alimentos que necesitase para sus subsistencias. Suscripciones constantes, extorsiones y saqueos les depauperaron y les llevaron a apoyar la insurrección y a convertirse en sus más decididos partidarios. Precisamente la victoria de Monteverde les llevó a mejorar considerablemente en su situación, reabriéndoles las pulperías que el Gobierno había decretado su cierre, dándoles nuevas licencias y derogando los aranceles de precios republicanos52.
Los isleños
José Acosta y Francisco Antonio Vera denunciaron al oligarca José Félix Rivas
por la explotación de que eran objeto en sus haciendas. El primero era su
mayordomo de su ingenio de caña de Guarenas. Alega que trabajó 9 meses en ella
sin sueldo, con servicios de esclavo. Solicita que se le abonen tales
salarios, atendida la miseria que me hallo y la persecución que sufrí por el
concepto de ser canario europeo. En similares términos se manifiesta
Francisco Antonio Vera, que trabajaba con su mujer en una hacienda de café y
limones del susodicho en Chacao, no devengándose lo salarios por cuanto a
todos nos tenía por esclavos53.
La llegada a Coro de un marino profesional canario, de origen oligárquico y curiosamente primo de los Rivas, Domingo Monteverde y Rivas, estrechamente vinculado a otros linajes caraqueños, con otro pariente, Fernando Monteverde y Molina, que más tarde casaría su hija con el Presidente Navarte, sirve de aglutinador de este heterogéneo movimiento de intereses bien diversos, pero unido por su firme rechazo a la Primera República. Monteverde desafió la autoridad española y se autoproclamó Capitán General de Venezuela frente a la voluntad de la Regencia española. Se convertiría por tanto en el ejecutor de los puntos de vista de sectores socio-políticos que vivían y se identificaban con Venezuela, no en el ejecutor de las órdenes que venían de Cádiz. Creará un poder propio, enfrentado con las instituciones del Antiguo Régimen y con los representantes de las Cortes Gaditanas. Este movimiento, complejo y heterogéneo que ha sido venido en llamar la conquista canaria de forma despectiva por Carraciollo Parra Pérez, se aglutinó en torno a un caudillo, Monteverde, que convirtió a Coro en la base de su programa contrarrevolucionario. Apoyado por el clero y por numerosos individuos de los sectores populares, condujo a una rápida ocupación del área controlada por la Primera República y obligó a Miranda a capitular54. Hasta el terremoto de Caracas de 26 de marzo de 1811 parecía estar de parte de la contrarrevolución, dando la razón a los clérigos realistas que invocaban el carácter sacrílego y demoniaco de la revolución.
Los canarios
pasaron a convertirse en la columna vertebral del nuevo orden. La restauración
realista no podía entregar el poder a la antigua elite que en su gran mayoría
había apoyado la causa republicana. Monteverde se apoyó en los canarios
hostiles a la República
y ellos se sirvieron de él. Eran en su mayoría de origen social bajo, salvo
algunos oportunistas que se le incorporaron por aspirar a puestos altos, como
Vicente Gómez, nombrado Administrador General de la Renta de Tabaco, o críticos
por circunstancias personales a la naciente República como Gonzalo Orea o el
citado Fernando Monteverde. El marino no estaba designado por la Regencia, pero actuó como
tal y los isleños que dirigían sectores del país lo auparon como tal. El
clérigo tinerfeño Pedro Gamboa y el criollo fray Pedro Gamboa en su apología de
la actuación de Monteverde subyararon que en la provincia de Barinas gobernaba
el natural de Santiago del Teide Pedro González de Fuentes por órdenes suyas.
Éste la había reconquistado y Cevallos se propuso quitarle el mando,
enviando con él a Barinas desde Barqusimeto a Don José Miralles, pero González,
que no podía reconocer a Cevallos como general en jefe, sino a Monteverde, que
tenía una emanación legítima, se resistió a la entrega del mando y Miralles
regresó a Coro55.
El
comerciante garachiquense Francisco Fernández Vinony, que se hallaba al
servicio de las armas republicanas, vendió a los contrarrevolucionarios Puerto
Cabello por hallarse quebrado de los fondos de su compañía, por una parte, y
por la seducción y recompensa que esperaba este traidor por recompensa de su
felonía, luego que los reos de Estado estuviesen en libertad y su paisano
Monteverde se apoderase de la plaza56.
Mas era un sector social lo suficientemente minoritario como para que el
ejercicio de su poder no creara fricciones tanto con las autoridades españolas
como frente a los demás grupos étnicos. Controvertido ha sido el tratamiento
que ha dado la historiografía venezolana hacia la conquista canaria.
Parra Pérez sostiene que con Monteverde, convertido en ídolo de sus
paisanos, cambió por completo el aspecto de las cosas. Los ardientes
revolucionarios se convirtieron en endiablados realistas y principales
sostenedores de un régimen de venganzas y pillaje. Miyares los denuncia
entonces como monopolizadores de los empleos públicos (...). Una de las
características de la situación y que indica como Monteverde no obedecía más
ley que su capricho, es que al entregar los puestos a los canarios no tuvo para
nada en cuenta que éstos hubieran sido republicanos o realistas: lo esencial en
aquel momento era que diesen pruebas de ser monteverdistas. Tal obcecación
se aprecia en sus expresiones que teoriza sobre su papel como creador del
personalismo en Venezuela. Sus soportes eran, según Ceballos, los que con
las armas vociferaban poco antes el odio irreconciliable al gobierno español57.
Coincidimos con Lynch en que ese análisis procede de una visión resentida sobre los protagonistas de la contrarrevolución. Lo que ponían en tela de juicio era su origen social, al cual despreciaban con vehemencia58. Una visión más ecuánime del proceso nos permite apreciar algunos de sus rasgos. Es significativo que sus mayores y más despiadados críticos sean las autoridades españolas. El Regente Heredia, que despreciaba a los isleños de orilla, dijo de Francisco de Miranda que había nacido de una familia obscena y los calificó con los conocidos epítetos de cerriles, ignorantes, bárbaros y rústicos59. Urquinaona, el comisionado de la Regencia para pacificar Venezuela, los llama traidores por incitar la República y bastos y groseros. El vasco Olavarria señalaba la decidida protección del señor Capitán General a los idiotas isleños sus paisanos60. Los epítetos serían eternos sobre su ignorancia y estupidez.
No cabe duda que Monteverde se comportaba con rasgos de un auténtico caudillo, que se valió de los canarios para consolidar su poder y que ellos se valieron de él ocupando los cargos públicos. Urquinaona refiere que éstos, a pesar de su conducta escandalosa en los primeros y últimos cargos de aquel gobierno tumultuario, supieron después aprovecharse de la estupidez de su paisano Monteverde para vilipendiar no sólo a los que lisonjearon con sus servicios y humillaciones, sino a los europeos y americanos por no haber transigido con los sediciosos. Colocó en su opinión a los isleños más rústicos, ignorantes y codiciosos, que empeñados en resarcir lo que había perdido o dejado de ganar durante la revolución, cometían todo género de tropelías con los americanos y aun con los españoles europeos que detestaban su soez predominio. El general Miyares, a quien Monteverde usurpó el cargo, se reafirma en similar apreciación: nombraba en todos los pueblos, cabildos y justicias de sus paisanos los isleños61. Cajigal manifiesta que no temiesen los delincuentes porque Monteverde les otorgará el poder. Con él al mando a todo isleño, sin causa ni indagaciones de su conducta se le emplea, protege y auxilia. Los acusa de querellantes por sentirse españoles sólo cuando triunfó su paisano: En este ramo de sostener querellas es innegable que son generosísimos y hasta pródigos los tales africanos (en tiempo de la independencia de Venezuela), españoles celosos cuando Monteverde entraba en los pueblos de su residencia62.
Coincidimos con Lynch en que ese análisis procede de una visión resentida sobre los protagonistas de la contrarrevolución. Lo que ponían en tela de juicio era su origen social, al cual despreciaban con vehemencia58. Una visión más ecuánime del proceso nos permite apreciar algunos de sus rasgos. Es significativo que sus mayores y más despiadados críticos sean las autoridades españolas. El Regente Heredia, que despreciaba a los isleños de orilla, dijo de Francisco de Miranda que había nacido de una familia obscena y los calificó con los conocidos epítetos de cerriles, ignorantes, bárbaros y rústicos59. Urquinaona, el comisionado de la Regencia para pacificar Venezuela, los llama traidores por incitar la República y bastos y groseros. El vasco Olavarria señalaba la decidida protección del señor Capitán General a los idiotas isleños sus paisanos60. Los epítetos serían eternos sobre su ignorancia y estupidez.
No cabe duda que Monteverde se comportaba con rasgos de un auténtico caudillo, que se valió de los canarios para consolidar su poder y que ellos se valieron de él ocupando los cargos públicos. Urquinaona refiere que éstos, a pesar de su conducta escandalosa en los primeros y últimos cargos de aquel gobierno tumultuario, supieron después aprovecharse de la estupidez de su paisano Monteverde para vilipendiar no sólo a los que lisonjearon con sus servicios y humillaciones, sino a los europeos y americanos por no haber transigido con los sediciosos. Colocó en su opinión a los isleños más rústicos, ignorantes y codiciosos, que empeñados en resarcir lo que había perdido o dejado de ganar durante la revolución, cometían todo género de tropelías con los americanos y aun con los españoles europeos que detestaban su soez predominio. El general Miyares, a quien Monteverde usurpó el cargo, se reafirma en similar apreciación: nombraba en todos los pueblos, cabildos y justicias de sus paisanos los isleños61. Cajigal manifiesta que no temiesen los delincuentes porque Monteverde les otorgará el poder. Con él al mando a todo isleño, sin causa ni indagaciones de su conducta se le emplea, protege y auxilia. Los acusa de querellantes por sentirse españoles sólo cuando triunfó su paisano: En este ramo de sostener querellas es innegable que son generosísimos y hasta pródigos los tales africanos (en tiempo de la independencia de Venezuela), españoles celosos cuando Monteverde entraba en los pueblos de su residencia62.
Es cierto
que se aprovecharon del ejercicio del poder que les había brindado Monteverde
para mostrar sus rencores y sus ansias de venganza hacia las clases altas o
para escalar en todos los estamentos del poder. Se convirtieron en oficiales
del ejército, magistrados de justicia y acapararon la Junta de Secuestros,
encargada de confiscar las propiedades de los republicanos. Era una viva
muestra de todos los odios larvados en la época colonial y exacerbados durante
la republicana. La represión fue ejercida fundamentalmente por los hermanos Gómez
y el mercader isleño Gabriel García. Significativamente los tres habían
colaborado con la
Primera República. Heredia señala que hubo depredaciones y
ultrajes que no lo exigía la necesidad sino la infame avaricia o el deseo de la
venganza que animaba a los isleños zafios y a los zambos que eran los
principales comisionados. Para el Regente, el más temible de los
exaltados por el ascendiente que tenían en Monteverde, era el isleño don
Antonio Gómez (...). De golpe le nombró Contador Mayor interino con todo el
sueldo63. Repletaron las
cárceles de Caracas con todos aquellos que consideraban partidarios del régimen
republicano. Pero en no poca medida influyeron razones personales, como la
venganza que los Gómez ejecutaron contra José Ventura Santana, hijo de isleños,
del cual eran acreedores y les había cobrado con apremio una fuerte suma que
les había prestado anteriormente64.
Urquinaona acusa de trato de favor a los isleños que participaron activamente en la Primera RepúblicaUrquinaona acusa de trato de favor a los isleños que participaron activamente en la Primera República: "No hay en las listas isleño sospechoso y peligroso que en el termómetro de su paisano Gómez suba hasta la primera clase, sin embargo de que los proscriptores europeos lo coloquen en ella". Rodulfo Vasallo, Tomás Molowny y Pedro Eduardo eran insurgentes de primera categoría, sin embargo contra ellos no hubo proceso. Lo mismo aconteció con los que tenían relaciones familiares con Monteverde. El caso más célebre es el pasaporte entregado por este Capitán General a Simón Bolívar y a todos los Rivas, incluido José Félix, por su parentesco con éstos últimos65.
Urquinaona acusa de trato de favor a los isleños que participaron activamente en la Primera RepúblicaUrquinaona acusa de trato de favor a los isleños que participaron activamente en la Primera República: "No hay en las listas isleño sospechoso y peligroso que en el termómetro de su paisano Gómez suba hasta la primera clase, sin embargo de que los proscriptores europeos lo coloquen en ella". Rodulfo Vasallo, Tomás Molowny y Pedro Eduardo eran insurgentes de primera categoría, sin embargo contra ellos no hubo proceso. Lo mismo aconteció con los que tenían relaciones familiares con Monteverde. El caso más célebre es el pasaporte entregado por este Capitán General a Simón Bolívar y a todos los Rivas, incluido José Félix, por su parentesco con éstos últimos65.
El
Comisionado estima que su conducta "trasluce el descontento general nacido
de las infracciones y la altanería de los isleños de Canarias cuyo soez
predominio hacía desear la llegada de los insurgentes de Santa Fe"66. Es cierto que "el poder
isleño" secundado por peninsulares fieles a la Corona estaba cavando su
propia fosa y abriendo la puesta en 1813 a la II República
venezolana. Pero no lo es menos que la contrarrevolución no podía tener otra
apoyatura, porque no podía fundamentarse en la oligarquía, ni dejar la puerta
abierta a los zambos o a los pardos. Lo que si es cierto es que no podía tener
proyección de futuro.
Monteverde
se enfrentó con las autoridades legales, se enemistó con la Audiencia, que trataba
de limitar su poder absoluto, creó instituciones paralelas que desafiaban el
orden establecido como la Junta
especial compuesta por 5 canarios, 8 peninsulares y 4 criollos y no llegó a
poner en práctica la
Constitución de Cádiz. No sacó beneficios económicos, pero se
apoyó en los canarios para consolidar su poder personal. Heredia los acusó de
haber inundado el país de odios contra los españoles, que prepararon "con
esta división entre el corto número de blancos la tiranía de las gentes de
color que ha de ser el trsite y necesario resultado de esas ocurrencias"67.
Alvarez Rixo
sostiene que Monteverde se comportó como un soberano absoluto que trataba a sus
súbditos como grumetes. A sus paisanos les había oído decir que "entre las
costumbres que introdujo fue que no oía ni despechaba asunto ninguno sino de
las 10 o las 11 de la mañana hasta las 2 de la tarde. Recibía a las gentes con
sequedad y altivez"68. Su
paisano y pariente, el diputado Fernando Llarena, en el debate que su
autoproclamación subscitó en las Cortes de Cádiz señala que era injusto que se
le diese a Miyares una capitanía general "cuando ha estado quieto en
Puerto Rico, lejos del humo de la pólvora. Señor ¿Dónde estamos? ¿Miyares con
sus manos lavadas se ha de calzar un mando que Monteverde se ha
conquistado?"69.
Monteverde
trató de atraerse a sus filas a los pardos., a los que trataron de ensalzar y
elevar en su reputación. Buena prueba de ello es el sermón predicado por el
agustino canario Miguel de Soto ante la compañía de tiradores pardos de la
ciudad de Guayana el 11 de marzo de 181270.
Su ejercicio
del poder estaba condenado a morir. Era difícil mantener un experimento de esa
naturaleza con un apoyo social cada vez más reducido. A todas luces guerra
social y restauración del antiguo orden eran mensajes contradictorios.
Rebeliones de esclavos y de pardos canalizan proyecciones de contenido
ideológico difuso, pero eran claras en sus consignas y en su rechazo al poder
establecido. Buscaban la libertad en la misma medida que odiaban a la
oligarquía. Por ello tampoco la
II República que le sucedió tenía porvenir. Seguía siendo
inflexible en la defensa de los intereses mantuanos. Los sectores populares
veían a los republicanos como sus antiguos amos. La conflictividad era
inevitable. De ahí el papel que desempeñarán los llaneros en la segunda
ofensiva realista contra Caracas, en la que destacaron Boves, Yáñez y Francisco
Tomás Morales.
La tensión y el odio étnico-social se incrementó en la Venezuela de 1813. Con ella una intensa escala de muertos en la que sería la guerra más sangrienta de cuantas sacudieron por esas fechas el corazón de la América española. Se calcula en un tercio de la población las pérdidas demográficas deparadas. La Declaración de la Guerra a Muerte por Bolívar, en la que diferenció entre españoles y canarios por considerar a éstos últimos como criollos, trataba de afirmar un programa que agrupara a los venezolanos por encima de las diferencias sociales y étnicas: el americanismo. Intentaba involucrarlos americanos frente a los españoles y canarios en una auténtica pugna de exterminio que sería brutal por ambas partes. Los llaneros, en una actitud a caballo entre el odio racial y el afán de recompensas, continuaron fieles a la causa realista. Boves actuaba realmente motivado por objetivos militares. Querían el ganado, al igual que los canarios que se integraban en sus filas y se identificaron con esa lucha porque querían obtener las tierras que arrebatarían a la oligarquía criolla. Se ha discutido mucho si los líderes llaneros eran repartidores de las propiedades que arrebataban a los blancos para dárselas a los pardos. Las reflexiones de Carrera Damas sobre el asturiano se orientan a desmitificar a esos caudillos. Pensamos que los llaneros realistas no tenían un programa político decidido, sólo les unía su odio visceral hacia la oligarquía y el afán de recompensa. Éste repartía como caudillo el botín, pero no planteaba la abolición de la sociedad clasista. Era una lucha social pasional y violenta, pero no contenía una orientación política decidida. Se lucha más contra que a favor de. Eran realistas porque en la República no tenían nada que ganar.
La tensión y el odio étnico-social se incrementó en la Venezuela de 1813. Con ella una intensa escala de muertos en la que sería la guerra más sangrienta de cuantas sacudieron por esas fechas el corazón de la América española. Se calcula en un tercio de la población las pérdidas demográficas deparadas. La Declaración de la Guerra a Muerte por Bolívar, en la que diferenció entre españoles y canarios por considerar a éstos últimos como criollos, trataba de afirmar un programa que agrupara a los venezolanos por encima de las diferencias sociales y étnicas: el americanismo. Intentaba involucrarlos americanos frente a los españoles y canarios en una auténtica pugna de exterminio que sería brutal por ambas partes. Los llaneros, en una actitud a caballo entre el odio racial y el afán de recompensas, continuaron fieles a la causa realista. Boves actuaba realmente motivado por objetivos militares. Querían el ganado, al igual que los canarios que se integraban en sus filas y se identificaron con esa lucha porque querían obtener las tierras que arrebatarían a la oligarquía criolla. Se ha discutido mucho si los líderes llaneros eran repartidores de las propiedades que arrebataban a los blancos para dárselas a los pardos. Las reflexiones de Carrera Damas sobre el asturiano se orientan a desmitificar a esos caudillos. Pensamos que los llaneros realistas no tenían un programa político decidido, sólo les unía su odio visceral hacia la oligarquía y el afán de recompensa. Éste repartía como caudillo el botín, pero no planteaba la abolición de la sociedad clasista. Era una lucha social pasional y violenta, pero no contenía una orientación política decidida. Se lucha más contra que a favor de. Eran realistas porque en la República no tenían nada que ganar.
Frente a lo
que vulgarmente se cree, en esa nueva coyuntura no pocos canarios con tierras
en el mundo de Los Llanos fueron ejecutados por las huestes de Boves. Es el
caso del grancanario Juan María Serpa y Gil, vecino de Chaguaramas y casado con
una lugareña y con 4 hijos adultos, que murió ajusticiado por el Gobierno
realista en 1813. En su testamento dejó constancia de su apoyo al proceso
emancipador y cendenó la actitud de la mayoría de sus compatriotas. Poseía dos
leguas de tierra contiguas al hato y casa donde residía comprado a los Cuevas y
los Morenos, dos de los propietarios de la región, gravadas con 500 pesos. Tres
años antes había comprado con Cayetano González 800 becerros. González puso el
dinero y él los transportó desde Apure. Se obligaba a pagarle la mitad de su
valor, 1.200 pesos71. Julio
Llamozas en su relato de la emancipación en Calabozo expuso los asesinatos del
palmero Diego García en su hato de Bénegas, “que estaba allí con su familia”,
al sargento isleño Domingo Delgado, que custodiaba los presos , “dándole
puñaladas” y “poniendo los presos en libertad” o al vecino criador José Antonio
Morales, que atrajo a otros “vecinos notables por su honradez, edades, empleos
y bienes de fortuna”,de su mismo origen. y “al mismo llegar a Calabozo fueron
fusilados en la plaza el 28 de junio de 1814”72.
El odio de clase era lo que se trasmitía.
Los líderes
realistas isleños (Pascual Martínez, Pedro González Fuentes, José Yáñez,
Francisco Rosete, Salvador Gorrín, Pascual Martínez, Francisco Tomás
Morales...) tenían todos ellos en común su procedencia social. Pertenecían a
los estratos más bajos de la sociedad venezolana. No eran ninguno militares
profesionales, prácticamente eran simples milicianos cuando comenzó la guerra.
Otros dirigentes de la contrarrevolución han sido considerados isleños como
Sebastián de la Calzada
o Eusebio Antoñanzas. Pero el primero es gaditano y el segundo aragonés de
Calahorra73. Eran todos ellos
emigrantes llegados a Venezuela a principios de la centuria. Un artículo de la Gaceta de Caracas de 1814
los llamó en ese sentido "los canarios que de malojeros pasaron a
oficiales".
La barbarie, la violencia era desenfrenada por ambas partes. Se fusilaba sin piedad al enemigo en un simbolismo despiadado en el que se descuartizaban los restos. El insurgente Briceño pedía la muerte de todos los españoles y canarios y llegó a pedir dinero por su cabeza74. El odio étnico se hace patente cuando se cantaban canciones como ésta cuando los canarios iban conducidos a los patíbulos75:
La barbarie, la violencia era desenfrenada por ambas partes. Se fusilaba sin piedad al enemigo en un simbolismo despiadado en el que se descuartizaban los restos. El insurgente Briceño pedía la muerte de todos los españoles y canarios y llegó a pedir dinero por su cabeza74. El odio étnico se hace patente cuando se cantaban canciones como ésta cuando los canarios iban conducidos a los patíbulos75:
Bárbaros isleños,
brutos criminales,
haced testamento
de vuestros caudales.
brutos criminales,
haced testamento
de vuestros caudales.
La consideración de rústicos, pulperos y bodegueros parece siempre presente en los isleños. En la Gaceta de Caracas de 14 de diciembre de 1813 se expuso que en la batalla de Araure murieron "los canarios Esteban Padrón, Manso, Betancourt y otros muchos tenderos y bodegueros de los que emigraron de esta capital. La barbarie no tiene bandera ni etnia: El canario Bartolomé Trujillo presentó a Rosete a su hijo para que lo asesinase porque era patriota"76.
Entre los líderes realistas, uno de los más significativos era José Yañéz. Oriundo de la Guancha, procedía de una familia de pequeños propietarios. Emigró a Venezuela sobre 1805. Sobre él diría Muñoz que "no era hombre de esclarecido linaje ni de antecedentes honrosos en Venezuela. Oscuro dependiente de una tienda de mercería en Caracas, nativo de Canarias, llegó a la Guaira en 1805 si más equipaje que las ropas que vestía, si bien con el alma llena de ambición de oro y de riquezas. La revolución de 1810 le hizo variar de carrera y fue a hacerse soldado en Barinas (...) después que Monteverde había ocupado a Caracas"77. Sobran los comentarios. Austria dice que desempeñó bastante capacidad y valor "en comparación de los mil otros guerrilleros que quisieron mejorar su triste condición, so pretexto de defensores de la causa del rey de España"78.
Una de las acusaciones que se efectuaba contra estos caudillos era que no tenían nada que ver con un ejército convencional. La subordinación y la jerarquía militares, tal y como era entendida en el ejército, no existía en la realidad. Los ejércitos sólo obedecían a su caudillo. Por eso Yáñez lo recomponía por su prestigio personal. Heredia decía que "reconoció a lo menos de palabra la autoridad del Capitán General, aunque siempre hizo cuanto se le antojó en punto a robo y matanzas". En Araure, tras ser derrotados por las disciplinadas tropas de Bolívar, el Regente exclamaba que "la mayor parte de los cuerpos de Apure no tenían orden ni concierto, y se llamaban de caballería porque se componían de hombres montados a caballo casi en pelo, y aunque se dijese que mandaba Ceballos, esto era sólo en el nombre, haciendo cada cual lo que le daba la gana"79. Su solo nombre sembraba el pánico en las filas republicanas. Sus ejércitos estaban "formados por cuadrillas de salteadores que infestaban aquellos lugares, y de los que por éstos u otros crímenes se hallaban en las cárceles o condenados a trabajos públicos"80.
Se convirtió en uno de los símbolos míticos de la contrarrevolución, siendo en ocasiones considerado muerto por los republicanos: "solo una fuga, la más precipitada, pudo salvar la vida a un monstruo tan criminal y detestable, pero no perdemos la esperanza de que pague sus atrocidades"81. Y las pagó, demostrando con su muerte el valor simbólico que tiene en una guerra tan brutal el descuartizamiento de los cadáveres. Eso acaeció en Ospino. Austria señala que "el vecindario de Ospino se apoderó en el campo de su cadáver y lo descuartizó, colocando sus miembros en diversos puntos de sus inmediaciones"82. Sin embargo sus soldados se niegan aceptarlo, tal era el soporte emocional de el hecho de esparcir los restos. Manuel González y José González de Ara, orotavenses, soldado y capitán, en una división del ejército de Boves declararon que "murió de un balazo y viéndole sus enemigos en tierra cayeron sobre él, cortándole la cabeza para llevársela, cuya acción impidió su ejército porque redoblaron sobre el enemigo"83. Logró reunir en varias ocasiones en torno a 1500 y 2000 llaneros que lo hicieron uno de los más temibles caudillos de la contrarrevolución venezolana, llegando a derrotar a los republicanos en Guasdalito y Barinas.
Pascual Martínez fue otro canario dirigente del ejército realista. Pasará a la historia por las atrocidades que ejecutó cuando fue nombrado por Monteverde Gobernador de la isla de Margarita. Tanto Francisco Javier Yanes como Urquinaona coinciden en la sangrienta represión que efectuó sobre los isleños. Precisamente murió allí fusilado a resultas de una rebelión que lo condenó a la pena capital. El primero lo llama digno sucesor de Lope de Aguirre. Urquinaona señala que en la época anterior a la insurrección de 1810 se hallaba como sargento de guarnición en Margarita "casado con una isleña de su clase"84.
Las características de los
dirigentes isleños de la contrarrevolución eran similares. Salvador Gorrín era
un modesto emigrante tinerfeño, natural de Santiago del Teide, que se
estableció como pulpero en Ocumare de la costa, integrándose como tantos otros
en la marea bélica de la época. Cajigal decía de él que "sus hechos eran
escandalosos, dirigiéndose contra las propiedades grandes o pequeñas de los
habitantes; les hirió en lo más delicado que conoce el hombre (...). Si
mientras que Gorrín dilapidaba al propietario y perseguía al infeliz, hubiese dirigido
sus miras contra los insurgentes que había dispersado, ni éstos se hubieran
apoderado de Caucara ni batido luego a Tomaseti con tanto descrédito de las
armas del Rey"85.
Pero si hubo un dirigente isleño sobre el que se tejió la marea de la destrucción, el saqueo y la insurrección de los esclavos ese fue Rosete. Como Gorrín era pulpero. Baralt dice que Antoñanzas lo encontró "con una miserable pulpería en el pueblo de Taguay, sosteniéndose más que de su industria de la beneficencia de los vecinos. (...) Desde entonces nuestro pulpero, deponiendo el exterior torpe con que se encubría su fingida humildad, no pensó ya sino en distinguirse por su celo en la persecución de los patriotas"86. Se le acusó de marcar con hierro candente con una P en señal de oprobio87. Pero la acusación que los hacendados criollos plantearon con crudeza sobre Rosete es que fue bajo las órdenes de Boves a levantar la esclavitud en Ocumare: "Más de tres mil esclavos fueron forzados a seguir a este otro español, y a pesar de la extrema repugnancia que tenían para seguirle fueron forzados a ello". Con "la pretendida libertad" los incorpora a sus ejércitos. La liberación de los esclavos con objetivos militares fue una de las cosas que más repugnaron los oligarcas, aunque ellos ofrecieron la libertad a los esclavos que se incorporaban al ejército. Claro está que los republicanos eran los propietarios y les interesaba una incorporación controlada. Lo de Rosete era un saqueo para ellos. La literatura republicana llega a decir que muchos esclavos prefirieron el hambre y la sed a ser soldados realistas. Era un símbolo de "esa fiel esclavitud" que exhortaban los oligarcas88.
Pero sin duda el más singular de los llaneros isleños fue el lugarteniente de Boves y último Capitán General de Venezuela, Francisco Tomás Morales. Modesto salinero en el Carrizal de Ingenio en Gran Canaria, emigró como tantos isleños de humilde cuna a Venezuela a labrarse un porvenir. Sobre sus orígenes, una vez más los epítetos son clamorosos. Baralt dice:" El canario Morales, rastrero y bajo desde los principios, había comenzado por soldado y asistente del teniente coronel español don Gaspar de Cagigal", frase que copia de Heredia. Parra Pérez dice de él que era " antiguo vendedor de pescado frito en Píritu y llamado a terrible notoriedad en los años siguientes"89.
No era, por tanto, como todos los anteriores, un militar profesional. El mando del Capitán General Montalvo en Venezuela en 1815 fue siempre nominal, porque Morales, como los anteriores, ejercía la autoridad por su cuenta. Había mandado fusilar, según Heredia, a 7 capitanes de su ejército por estar inclinados al reconocimiento de la autoridad. "Envió las 7 cabezas al Gobernador militar de Caracas para que las fijase en parajes públicos"90. Cajigal reafirma que la insubordinación, la no aceptación de la jerarquía, el no sometimiento a los superiores es una constante en Morales. Yanes dice de él que sus atrocidades llevaron a extremos deleznables, como el que aconteció con el canario Tomás Losada en Cariaco. Partidario de la independencia había huido de Caracas y se había refugiado en esa localidad: "mandó matarlos a todos y que le llevasen el dinero y efectos que encontrasen en su posada"91.
La
restauración del absolutismo en España en 1814 posibilitó el envío en 1815 de
una fuerza expedicionaria al mando de Pablo Morillo constituida por diez mil
soldados que ocupa Maracaibo y entra en Caracas. Se dirige hacia Nueva Granada,
que reconquista en octubre de 1816. Con estos refuerzos la Guerra de Independencia
venezolana dejó de ser por vez primera una guerra social interna, una guerra
civil, para introducir un elemento foráneo. Morillo necesitaba con urgencia
recursos económicos y para ello recurrió a la subasta de tierras de los
dirigentes republicanos. De esa forma más de las 2/3 partes de las familias
oligárquicas venezolanas vieron vendidas sus propiedades. De esa forma las
autoridades españolas rompían de forma definitiva con los garantes del antiguo
orden social. Pero a la larga se quedarían sin la base social que garantizase
la continuidad del dominio colonial en América.
El gobierno español trató de consolidar su hegemonía en el país a través del ejército expedicionario, con lo que trataba de convertirlo en el valuarte para restaurar la estructura social colonial. Por vez primera la jerarquía y la subordinación deberían ser los principios militares. Pero esa decisión les fue distanciando de los llaneros y de los isleños. Para ellos eran unos recién llegados, parásitos sin ninguna conexión ni raíces en Venezuela, cuyo único interés era amasar fortuna y abandonar el país. La deserción paulatina de los canarios en el ejército realista se hace más evidente. Uno de ellos será el futuro General Cerdeña, que se integraría en las filas republicanas dejando el batallón Numancia y participando en la guerra hasta la conquista del Perú, país en donde se estableció y ocupó diversos cargos políticos hasta su muerte en Lima. Incluso los que se mantuvieron fieles como Morales tuvieron numerosos enfrentamientos con los militares profesionales.
Las tropas que habían luchado por el Rey fueron menospreciadas y consideradas de segunda fila. el capitán Rafael Sevilla reflejó una conversación entre Morales y Morillo que confirmó su distanciamiento. El último se opuso a sus consejos, ante lo que el canario le señaló que “en adelante me abstendré de darlos”. Le podrán reprochar que la nueva autoridad militar “fue vilmente engañada, pero no que lo fueron los veteranos del ejército de Venezuela. El tiempo, mi general, el tiempo y la historia dirán cual de los dos se equivoca”92. El propio Morales en una carta dirigida al propio Morillo dejó constancia de esa postergación, a diferencia de los actuado por Boves y por él: “los jefes españoles que podían tomar o tenían en la mano las riendas del Gobierno, o no tenían el conocimiento necesario de la localidad, de los pueblos e índole de sus habitantes, o queriendo hacer la guerra por lo que han leído en los libros, se veían envueltos y enredados por la astucia y viveza de las tropas, sin poder dar un paso con feliz éxito, a menos que fuese seguido de los mismos naturales. Tuvo la fortuna D. José Tomás Boves de penetrar los sentimientos de éstos y adquirir un predominio sobre ellos por aquella simpatía, o como suele decirse, por un no sé qué suele sobresalir en las acciones de un hombre y hacerle dueño de sus semejantes. El difunto Boves dominaba con imperio a los llaneros, gente belicosa y tal que es preciso saberla manejar para aprovecharse de su número y de su destreza. (...) Comía con ellos, dormía entre ellos y ellos eran toda su diversión y entretenimiento, sabiendo que sólo así podría tenerlos a su devoción y contar con sus brazos para los combates, reluciendo más estas verdades con el contraste de los ejércitos o divisiones mandadas por los jefes de la provincia con nombramiento o patente de la soberanía (...) . Verdad es que las tropas disciplinadas saben hacer la guerra por principios, pero es contra otras tropas que operan por la misma táctica, y están arregladas a unas costumbres militares, pero venga un jefe, cualquiera que sea, y entre en combate sin contar con los modales y genios de sus soldados, hallará seguramente su destrucción y su ruina. Diecinueve mil hombres mandaba Boves y tenía reunidos para acciones hasta 12.000. ¿Y podrá algún otro hacerlo en el día? Usted lo sabe y nadie lo ignora”93.
Mientras
tanto en los republicanos se opera un cambio que será decisivo. El objetivo de
Bolívar era organizar un ejército sobre la base de la igualdad legal y la
americanidad, que posibilitara a los pardos un cierto acceso al poder a través
de la milicia. Gracias a ello un amplio número de llaneros, decepcionados con
la marginación con que habían sido tratados por los nuevos dirigentes militares
españoles, se integran en el ejército republicano. Agrupados en torno a un
caudillo de origen isleño y de procedencia social baja, José Antonio Páez, son
conquistados por las promesas de Bolívar de darle parte de las tierras tomadas
al enemigo y garantizarles su parte en las de propiedad nacional. Ese cambio de
actitud republicano fue esencial para el éxito final de la causa
independentista.
Morales, en su interpretación de este proceso, sostuvo que el ejército anterior a la llegada de Morillo no eran tropas desordenadas sino batallones arrojados y valientes. Con Morillo se hizo la guerra con más mérito y regularidad y con ascensos regulados a ordenanza94. Álvarez Rixo, que bebió directamente de los testimonios de sus paisanos, entre ellos del propio Morales, apuntó que la tropa peninsular, bien vestida y equipada "con aquel garbo que es peculiar a los españoles de raza pura" contrastaba con los pobreza de los del país, descalzos y con trajes rotos. En su opinión Morillo cometió la imprudencia de "considerar a los criollos sólo por su mezquino aspecto", sin atender a su mayor mérito para una guerra en tierra para la que los españoles no estaban preparados. La marginación y la altanería con que los militares profesionales miraban a los criollos hizo que "en poco tiempo se vio que estos hombres despreciados, afiliados después en las filas patriotas supieron y pudieron ir destrozando a los ufanos e indiscretos soldados del General Morillo, al paso que radicando el odio contra los incorregibles españoles"95.
Morales, en su interpretación de este proceso, sostuvo que el ejército anterior a la llegada de Morillo no eran tropas desordenadas sino batallones arrojados y valientes. Con Morillo se hizo la guerra con más mérito y regularidad y con ascensos regulados a ordenanza94. Álvarez Rixo, que bebió directamente de los testimonios de sus paisanos, entre ellos del propio Morales, apuntó que la tropa peninsular, bien vestida y equipada "con aquel garbo que es peculiar a los españoles de raza pura" contrastaba con los pobreza de los del país, descalzos y con trajes rotos. En su opinión Morillo cometió la imprudencia de "considerar a los criollos sólo por su mezquino aspecto", sin atender a su mayor mérito para una guerra en tierra para la que los españoles no estaban preparados. La marginación y la altanería con que los militares profesionales miraban a los criollos hizo que "en poco tiempo se vio que estos hombres despreciados, afiliados después en las filas patriotas supieron y pudieron ir destrozando a los ufanos e indiscretos soldados del General Morillo, al paso que radicando el odio contra los incorregibles españoles"95.
Un canario partidario de la
independencia, el majorero Agustín Peraza Bethencourt, certificó que después
que "los isleños dieron entrada el año de 12 a los españoles que debían
respetar el resto de sus familias no compatriotas; son perseguidas
atribuyéndose a sí mismos las glorias; sus intereses usurpados, el saqueo y el
ultraje sus operaciones. Corren los isleños con estos motivos en turbas a las
banderas de la República;
las relaciones que los une con las familias del País y sus generales ha borrado
en estos los procedimientos anteriores con que violaron el juramento prestado
de la independencia, único requisito que exigía la República de nuestros
compatriotas originarios, considerándoseles como canarios, pues la
circunstancia apuntada les eximía de las presiones que por ley general se deben
ejecutar en los españoles"96.
En los años finales de la década segunda del siglo y en la de los Veinte la aceptación del nuevo orden por parte de los canarios se hizo cada día más patente. En El Correo del Orinoco, en la Gaceta de Colombia, en documentación oficial, aparecen muchos de ellos inscribiéndose con la nacionalidad americana. No pocos tratarían de nadar entre las dos aguas para lidiar la marcha de los acontecimientos, como la isleña rica de Cagua que relata Rafael Sevilla que se hospedó en su casa que “había tenido la habilidad de hacerse querer y respetar por ambos contendientes, pues lo mismo recibía a Morillo, a Morales y a los demás jefes españoles, que a Bolívar, a Páez y a cuantos insurgentes querían participar de su espléndida hospitalidad”97. Otros tantos fallecieron en la cruel guerra de exterminio que sufrió Venezuela, unos pocos regresaron a las islas, otros se dispersaron por Cuba y Puerto Rico. En el Congreso de Angostura Onofre Vasallo sigue representando la voz de los isleños republicanos. Agustín Castro, Antonio Rosales y Antonio Padrón son capitanes de buque que colaboran activamente con los republicanos en la guerra, bien a través del corso, como el primero, o bien auxiliando a las tropas y transportándolas como los segundos. De ahí su reintegración en la sociedad venezolana como emigrantes no iba más que un paso. En 1831 Páez como Presidente de la recién creada República de Venezuela promociona su emigración, pero sólo quiere mano de obra barata para la agricultura. Como especificará un cónsul británico, "la verdad es que los inmigrantes son bienvenidos, no tanto por su condición de colonos como por el papel que puedan jugar sustituyendo la decadencia gradual de la mano de obra esclava"98. Con ello se abre una nueva época en la historia de la emigración canaria a América. (Manuel Hernández González, publicado en el número 229 de BienMesabe)
Notas:
1. Véase al respecto, HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Los canarios en la Venezuela colonial (1670-1810). Tenerife, 1997.
1. Véase al respecto, HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Los canarios en la Venezuela colonial (1670-1810). Tenerife, 1997.
2. POUNDEX, H., MAYER, F. “Memoria para contribuir a la historia de la revolución de la Capitanía General de Caracas desde la abdicación de Carlos V hasta el mes de agosto de 1814”. En Tres Testigos Europeos de la Primera República. Introd. de Ramón Escobar Salom. Caracas, 1974. Caracas, 1974, p.105.
3. Archivo Histórico Provincial de Tenerife (A.H.P.T.). Protocolos notariales. Legs. 1333 y 752.
4. Archivo de la
Academia de la
Historia (A.A.H). Civiles, 1802.
5. Archivo General de Indias (A.G.I), Indiferente General Leg.3109. Archivo Histórico Provincial de Las Palmas (A.H.P.L.P.) Protocolos notariales. Leg.2915.
6. A.H.P.T. Legs. 1308. 1310, 2183,2185, 2186, 3094 y 3286.
7. A.H.N. Estado. Legs 5636 y 5637.
8. LECUNA, V. "La Conjuración de Matos ". BANH nº 56. Caracas, 1931, p.389.
9. Conjuración en Caracas para la formación de una Junta Gubernativa. Caracas, 1949.
10. ALVAREZ RIXO, J.A., Anécdotas referentes a la sublevación de las Américas en cuyos sucesos sufrieron y figuraron muchos canarios. Manuscrito. A.H.A.R.
11. POUNDEX, H., MAYER, F. “Op. Cit.”, p.105.
5. Archivo General de Indias (A.G.I), Indiferente General Leg.3109. Archivo Histórico Provincial de Las Palmas (A.H.P.L.P.) Protocolos notariales. Leg.2915.
6. A.H.P.T. Legs. 1308. 1310, 2183,2185, 2186, 3094 y 3286.
7. A.H.N. Estado. Legs 5636 y 5637.
8. LECUNA, V. "La Conjuración de Matos ". BANH nº 56. Caracas, 1931, p.389.
9. Conjuración en Caracas para la formación de una Junta Gubernativa. Caracas, 1949.
10. ALVAREZ RIXO, J.A., Anécdotas referentes a la sublevación de las Américas en cuyos sucesos sufrieron y figuraron muchos canarios. Manuscrito. A.H.A.R.
11. POUNDEX, H., MAYER, F. “Op. Cit.”, p.105.
12. “Colonias”. El Observador caraqueño. Caracas marzo de 1825 núms. 61 y 62. Reproducción facsimilar con estudio preliminar de Pedro Grases. Caracas, 1982.
13. PRADT, D.G. Des colonies et de la revolution actualle de l´Amerique. París, 1817. Tomo I. p.122.
14. HUMBOLDT, A. Viaje a las islas Canarias. Ed., estudio crítico y notas de Manuel Hernández González. Tenerife, 1995, pp. 128 y 201.
15. Reprod. en ÁLVAREZ RIXO, J.A. Op. Cit. p.304.
16. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. La Junta Suprema. Canarias y la emancipación americana. Tenerife, 2004.
17. PAZ SÁNCHEZ, M. PAZ SÁNCHEZ, M. Amados compatriotas. Acerca del impacto de la emancipación americana en Canarias. Prólogo de Manuel Hernández González. Tenerife, 1994. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Op. Cit.
18. O´LEARY, D.F. Memorias del General O´Leary. Caracas, 1880. Tomo VIII, p.188.
19. A.G.I. Indiferente General. Leg. 3114.
20. Véase al respecto, HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Comercio y emigración canario-americana en el siglo XVIII. Tenerife, 2004.
21. Sobre el clero regular véase, HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. “La emigración del clero regular canario a América”. El Reino de Granada y el Nuevo Mundo. V Congreso Internacional de Historia de América. Granada, 1994. Tomo II. Sobre la controversia municipal, IBÍDEM. Los canarios en la Venezuela colonial (1670-1810). Tenerife, 1999. p. 198.
22. DEPONS, F. Viaje a la parte oriental de Tierra Firme. Caracas, 1930.
23. A.G.I., Santo Domingo, Leg.995.
24. CAJIGAL, J.M. Memorias. Caracas, 1960. p.98.
25. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. La emigración canaria a América... p.340.
26. HEREDIA, J.F. Memorias. Caracas, 1986. p.61.
27. Véase al respecto HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Comercio y emigración a América en siglo XVIII. Tenerife, 2004.
28. RODULFO CORTES, S. El régimen de "gracias al sacar" en Venezuela durante el período hispánico. Tomo I. p.83.
29. PICON SALAS, M. Miranda. Buenos Aires, 1946. p.16.
30. URQUINANONA Y PARDO, P. Memorias. p.198.
31. SUAREZ, S.G. Las fuerzas armadas venezolanas en la colonia. Caracas, 1979. pp.144-145.
32. BARALT, R. M. DÍAZ, R. Resumen de la Historia de Venezuela. Curaçao, 1883 Tomo I. p. 122.
33. Gaceta de Caracas, 2 de noviembre de 1810.
34. Gaceta de Caracas. 9 de noviembre de 1810.
35. DÍAZ, J. D. Recuerdos de la rebelión de Caracas. Caracas, 1961. p. 92.
36. YANES, .F.J. Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró Estado independiente hasta el año de 1821. Caracas, 1943. Tomo I. p.4.
37. AZPURUA, R. “Breves observaciones a los recuerdos que sobre la rebelión de Caracas acaba de publicar en esta corte el señor José Domingo Díaz”. En Materiales para el estudio de la ideología realista de la Independencia. AIAH Nº4-5-6 Caracas, 1967-69. Tomo II. pp. 1107-1108.
38. ALVAREZ RIXO, J. A. Anécdotas...
39. BARALT, R.M., DÍAZ, R. Op. Cit. Tomo 2. p. 86.
40. BLANCO AZPURUA. Documentos para la historia de la vida pública del libertador. Tomo III. Caracas, 1878, p. 161.
41. Gaceta de Caracas. 16 de julio de 1811.
42. Ibídem.
43. Biblioteca Municipal de La Orotava. (B..M.L.O.). Carta a Felipe Massieu. Caracas, 18 de enero de 1839.
44. Véase Actas del Cabildo de Caracas. Caracas, 1971. Tomos 1º y 2º.
45. Gaceta de Caracas, 26 de febrero de 1811.
46. Reproducido en Testimonios de la época emancipadora. Caracas, 1956. pp. 362-363.
47. Gaceta de Caracas, 20 de septiembre de 1811.
48.
Libro de actas del Supremo Congreso de Venezuela. Caracas, 1959. Tomo I. p.185.
Tomo II. p.161.
49. Gaceta de Caracas, 26 de julio de 1811.
50. LLAMOZAS, J. “Acontecimientos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mosquiteros y San Marcos". En PÉREZ TENREIRO, T. Para acercarnos a Don Francisco Tomás Morales, mariscal de campo, último capitán general en Tierra Firme y a José Tomás Boves, coronel, primera lanza del Rey. Caracas, 1994, p.356.
51. Reproducido en Materiales para el estudio..., p.95.
52. CASTELLANOS, R.R. Historia de la pulpería en Venezuela. Caracas, 1988.pp. 77-81.
53. Reproducido en Materiales para el estudio..., pp. 139-141.
54. Véase las reflexiones de LYNCH, J. “Inmigrantes canarios en Venezuela (1700-1800: entre la élite y las masas”. VII CHCA. Las Palmas, 1990, pp.19-21.
55. GAMBOA, P. HERNÁNDEZ P. Manifestación sucinta de los principales sucesos que proporcionaron la pacificación de la Provincia de Venezuela debida a las proezas del capitán de fragata Don Domingo de Monteverde y a la utilidad de trasladar la capital de Caracas a la ciudad de Valencia presentada al Augusto Congreso Nacional. Cádiz, 1813, pp. 15-16.
56. Archivo del General Miranda. Tomo XXIV. p.420.
57. PARRA PÉREZ, C. Historia de la Primera República de Venezuela. Caracas, 1959. Tomo II, pp.487.
58. LYNCH, J. Op. cit. p. 20.
59. HEREDIA. Op. cit. pp. 41 y 61.
60. URQUINAONA, P. “Relación circunstanciada...” En Materiales para el estudio de la ideología... AIAH. Tomo I. pp. 253-254.
61. IBIDEM. Op. cit. p. 254-255.
62. CAJIGAL, J.M. Memorias, pp. 84, 97 y 98.
63. HEREDIA, J.F. Op. cit. pp. 92 y 109.
64. MUÑOZ, G.E. Monteverde: cuatro años de historia patria, 1812-1816. Caracas, 1987. Tomo I. p. 432.
49. Gaceta de Caracas, 26 de julio de 1811.
50. LLAMOZAS, J. “Acontecimientos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mosquiteros y San Marcos". En PÉREZ TENREIRO, T. Para acercarnos a Don Francisco Tomás Morales, mariscal de campo, último capitán general en Tierra Firme y a José Tomás Boves, coronel, primera lanza del Rey. Caracas, 1994, p.356.
51. Reproducido en Materiales para el estudio..., p.95.
52. CASTELLANOS, R.R. Historia de la pulpería en Venezuela. Caracas, 1988.pp. 77-81.
53. Reproducido en Materiales para el estudio..., pp. 139-141.
54. Véase las reflexiones de LYNCH, J. “Inmigrantes canarios en Venezuela (1700-1800: entre la élite y las masas”. VII CHCA. Las Palmas, 1990, pp.19-21.
55. GAMBOA, P. HERNÁNDEZ P. Manifestación sucinta de los principales sucesos que proporcionaron la pacificación de la Provincia de Venezuela debida a las proezas del capitán de fragata Don Domingo de Monteverde y a la utilidad de trasladar la capital de Caracas a la ciudad de Valencia presentada al Augusto Congreso Nacional. Cádiz, 1813, pp. 15-16.
56. Archivo del General Miranda. Tomo XXIV. p.420.
57. PARRA PÉREZ, C. Historia de la Primera República de Venezuela. Caracas, 1959. Tomo II, pp.487.
58. LYNCH, J. Op. cit. p. 20.
59. HEREDIA. Op. cit. pp. 41 y 61.
60. URQUINAONA, P. “Relación circunstanciada...” En Materiales para el estudio de la ideología... AIAH. Tomo I. pp. 253-254.
61. IBIDEM. Op. cit. p. 254-255.
62. CAJIGAL, J.M. Memorias, pp. 84, 97 y 98.
63. HEREDIA, J.F. Op. cit. pp. 92 y 109.
64. MUÑOZ, G.E. Monteverde: cuatro años de historia patria, 1812-1816. Caracas, 1987. Tomo I. p. 432.
65. URQUINAONA, P. Op. Cit.
p.307. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Francisco de Miranda y Canarias. Tenerife, 2007.
66. IBIDEM. Op. Cit. p.303.
67. Cit. por PARRA PEREZ, C. Op. Cit. Tomo II. p.501.
68. ALVAREZ RIXO, J.A. Anécdotas...
69. Diario de las Cortes de Cádiz. Sesión de 6 de abril de 1813.
70. SOTO, M. Sermón predicado en la fiesta celebrada en hinir de N.S. del Carmen al elegirla por su patrona la compañía de tiradores pardos de Fernando VII creada en la ciudad de Guayana, el 11 de marzo de 1812. San Juan de Puerto Rico, 1812,
71. Registro Principal de Caracas. Escribanías. León de Urbina, 30 de septiembre de 1813.
72. LLAMOZAS, J. “Op. cit”, pp. 358, 360 y 365.
73. A.G.M.S. Expedientes de Sebastián de la Calzada y Eusebio Antoñanzas.
74. AUSTRIA, J. Bosquejo de la Historia militar de Venezuela. Caracas, 1960. Tomo II. p.14.
75. MACHADO, J.E. Centón lírico. Caracas, 1976. p.66.
76. Gaceta de Caracas. 28 de febrero de 1814.
77. MUÑOZ, G.E. Op. Cit. Tomo II. p.293
78. AUSTRIA, J. Op. Cit. Tomo I. p.173.
79. HEREDIA, J.F. Op. Cit. p.158.
80. Gaceta de Caracas. 20 de diciembre de 1813.
81. Gaceta de Caracas. 27 de enero de 1814.
82. AUSTRIA, J. Op. Cit. Tomo II. p.172.
83. A.H.P.T. Leg.3519. 23 de agosto de 1813.
84. YANES, F.J. Historia de Margarita. Caracas, 1948. p.15. URQUINAOANA, P. “Op. cit.” p.301.
85. CAJIGAL, J.M. Op. cit. pp. 211-212.
86. Reproduce un artículo de la Gaceta de Caracas. 17 de enero de 1814.
87. Gaceta de Caracas. 24 de febrero de 1814.
88. Gaceta de Caracas. 23 de mayo de 1814.89. BARALT, R.M. , DIAZ. R. Op. cit. Tomo II , ,p.177. PARRA PEREZ, C. Op. cit. Tomo I. p.365.
90. HEREDIA, J.F. Op. cit. p.197.
91. YANES, F.J. Relación documentada.. Caracas, 1943. Tomo I. p.232.
92. SEVILLA, R. Memorias de un oficial del ejército español. Campañas contra Bolívar y los separatistas de América). 3ª ed. Bogotá, 1983, p.37.
93. Reprod. en PÉREZ TENREIRO, T. Op. cit. pp.60-61.
94. MORALES, F.T. “Relación histórica de las operaciones del ejército expedicionario de Costa firme”. En Materiales para el estudio de la ideología... Tomo I. pp. 1144-1147.
95. ALVAREZ RIXO, J.A. Anécdotas...
96. PAZ, M. BRITO, O. “Canarias y la emancipación americana: el manifiesto insurreccional de Agustín Peraza Bethencourt”. Tebeto nº3. Puerto del Rosario, 1990. p.70.
97. SEVILLA; R. Op. cit. p.204.
98. Cit. en LYNCH, J. "Op. Cit". p.27.
66. IBIDEM. Op. Cit. p.303.
67. Cit. por PARRA PEREZ, C. Op. Cit. Tomo II. p.501.
68. ALVAREZ RIXO, J.A. Anécdotas...
69. Diario de las Cortes de Cádiz. Sesión de 6 de abril de 1813.
70. SOTO, M. Sermón predicado en la fiesta celebrada en hinir de N.S. del Carmen al elegirla por su patrona la compañía de tiradores pardos de Fernando VII creada en la ciudad de Guayana, el 11 de marzo de 1812. San Juan de Puerto Rico, 1812,
71. Registro Principal de Caracas. Escribanías. León de Urbina, 30 de septiembre de 1813.
72. LLAMOZAS, J. “Op. cit”, pp. 358, 360 y 365.
73. A.G.M.S. Expedientes de Sebastián de la Calzada y Eusebio Antoñanzas.
74. AUSTRIA, J. Bosquejo de la Historia militar de Venezuela. Caracas, 1960. Tomo II. p.14.
75. MACHADO, J.E. Centón lírico. Caracas, 1976. p.66.
76. Gaceta de Caracas. 28 de febrero de 1814.
77. MUÑOZ, G.E. Op. Cit. Tomo II. p.293
78. AUSTRIA, J. Op. Cit. Tomo I. p.173.
79. HEREDIA, J.F. Op. Cit. p.158.
80. Gaceta de Caracas. 20 de diciembre de 1813.
81. Gaceta de Caracas. 27 de enero de 1814.
82. AUSTRIA, J. Op. Cit. Tomo II. p.172.
83. A.H.P.T. Leg.3519. 23 de agosto de 1813.
84. YANES, F.J. Historia de Margarita. Caracas, 1948. p.15. URQUINAOANA, P. “Op. cit.” p.301.
85. CAJIGAL, J.M. Op. cit. pp. 211-212.
86. Reproduce un artículo de la Gaceta de Caracas. 17 de enero de 1814.
87. Gaceta de Caracas. 24 de febrero de 1814.
88. Gaceta de Caracas. 23 de mayo de 1814.89. BARALT, R.M. , DIAZ. R. Op. cit. Tomo II , ,p.177. PARRA PEREZ, C. Op. cit. Tomo I. p.365.
90. HEREDIA, J.F. Op. cit. p.197.
91. YANES, F.J. Relación documentada.. Caracas, 1943. Tomo I. p.232.
92. SEVILLA, R. Memorias de un oficial del ejército español. Campañas contra Bolívar y los separatistas de América). 3ª ed. Bogotá, 1983, p.37.
93. Reprod. en PÉREZ TENREIRO, T. Op. cit. pp.60-61.
94. MORALES, F.T. “Relación histórica de las operaciones del ejército expedicionario de Costa firme”. En Materiales para el estudio de la ideología... Tomo I. pp. 1144-1147.
95. ALVAREZ RIXO, J.A. Anécdotas...
96. PAZ, M. BRITO, O. “Canarias y la emancipación americana: el manifiesto insurreccional de Agustín Peraza Bethencourt”. Tebeto nº3. Puerto del Rosario, 1990. p.70.
97. SEVILLA; R. Op. cit. p.204.
98. Cit. en LYNCH, J. "Op. Cit". p.27.
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