1845.
Falleció en Caracas en en
la más completa miseria, el criollo canario Fernando Key y Muñóz, primer
Ministro de hacienda de Venezuela.
Apoyó como la gran mayoría de sus
paisanos el movimiento insurreccional independentista. Formó parte de esa elite
mercantil canaria que se mantuvo fiel a la emancipación, a pesar de las
acusaciones que vertieron contra su persona sus deponentes y del ambiente opuesto
que reinó entre los de origen más humilde.
Fernando Key y Muñoz (1768-1845) es un
completo desconocido en su pueblo natal, Icod de los Vinos (Tenerife). De su
familia sólo se conoce el protagonismo político en las Cortes gaditanas de su
hermano Santiago. Este último, nacido el 24 de julio de 1772 y fallecido en
Sevilla en 1821, fue doctor en derecho, canónigo de la Catedral de Las Palmas,
Doctoral de la de Sevilla, Ministro de la Inquisición y Rector
de la Universidad
de Sevilla. Se distinguió como diputado en las Constituyentes por su
absolutismo, su defensa del Santo Oficio y el apoyo a la creación de la Universidad de La Laguna y a la desmembración
de la Diócesis
de Canarias en dos obispados.
Fernando y Santiago Key y Muñoz habían
nacido en el seno de una familia de la elite icodense. Al ser el mayor heredó
el vínculo familiar, que, tras su emigración, administraron sus hermanos y
heredó su hijo Salvador. Sus padres eran el icodense Lázaro Key y Pérez Rixo y
la lagunera Felipa Muñoz, el primero hijo del irlandés Diego Key y la icodense
Nicolasa Pérez Rixo, y la segunda del jienense Diego Muñoz. Familias expansivas
en el Icod del siglo XVIII, vinculadas por sus lazos sociales y mercantiles con
linajes vinculados al comercio canario-americano, como era el caso de los Key,
los Muñoz y los Pérez Rixo, enlazados con otras familias de la elite icodense
como los Hurtado de Mendoza y los León Huerta. Estrategia que seguirán sus
hermanos Tomasa y Domingo, el único que permanecerá en Icod, donde será alcalde
y significado propietario. Ella casará con Lorenzo Montemayor, comerciante,
Regidor del cabildo lagunero y secretario de su Consulado, mientras que Domingo
lo hará con su paisana María Josefa de Torres y Brito, miembro de la familia
Torres, de estrechas relaciones mercantiles con el Nuevo Mundo. Dos de los
Montemayor y Key emigrarían también a Venezuela, donde serían comerciantes en
Río Chico y Cónsules Generales de España en ese país.
Fernando forma parte, pues, de un grupo de
familias unidas por estrechos vínculos con el comercio canario-americano. Se
enroló desde muy joven como cargador en un buque de ese comercio cuyo capitán
fue su tío Pedro Muñoz. Este tráfico fue el punto de partida de estos estratos
mercantiles que en buena medida se integran como hacendados y comerciantes en
Venezuela. Vínculos de familiaridad y paisanaje que explican que desde bien
temprano se establezca como dependiente cualificado en las casas de comercio
isleñas de Caracas, como eran las de los originarios de San Pedro de Daute y de
tanto protagonismo en la
Independencia, los López Méndez, las de los realejeros Orea y
la de su tío Tomás Muñoz. En la casa de comercio de estos dos últimos, una de
las más importantes de Caracas, con un capital de 85 000 pesos en 1785,
llegaría a alcanzar la dirección, desde la prematura muerte de su tío en 1796.
Casas de comercio dedicadas a la exportación y hostiles a la continuidad de la
hegemonía monopolista en Venezuela de ka Compañía Guipuzcoana, unidas por
sólidos vínculos de consanguinidad y parentesco. Marcos Orea y los López Méndez
estaban casados con hermanas y sobrinas de Francisco de Miranda, y lo mismo
cabe decir de todo este sector social en el que la endogamia era muy elevada.
Baste decir que tanto Tomás Muñoz, como Telesforo Orea y el propio Fernando Key
contrajeron nupcias con hijas del coronel caraqueño Manuel Ayala.
Fernando Key había casado con Manuela
Ayala, de la que enviudó en abril de 1840. Tuvo con ella 7 hijos, de los que
tres murieron en la pubertad sin sucesión. Nietos suyos serían dos exponentes
de la intelectualidad venezolana, el poeta Fernando Key y Ayala, que glosaría
la tierra de sus ascendientes con acendrado patriotismo en los versos que
vertió en las páginas del órgano nacionalista canario en Venezuela El
Guanche en 1897, y muy especialmente Santiago Key y Ayala, ensayista,
político e historiador, miembro de las Academias de la Lengua y la Historia con numerosos
libros publicados sobre la crítica y la investigación literaria.
En las décadas anteriores a la Emancipación Venezolana,
el joven Fernando Key pudo prosperar rápidamente con el capital proporcionado
por sus expansivos negocios en la compañía Muñoz y Orea, convirtiéndose bien
pronto en hacendado, como da cuenta su plantación e ingenio azucarero de las
Adjuntas en la cercanía de Caracas, por el que Humboldt pasó y del que habla
sobre sus barracones llenos de esclavos. Prueba de su estimación social es su
cargo de Regidor vitalicio del ayuntamiento caraqueño. Por su elevada fortuna
se integró en el Consulado caraqueño en la clase de comerciante, para la que
era necesario poseer más de 30 000 ducados de capital. Sus sólidos
conocimientos mercantiles y financieros le llevaron bien pronto a
ascender en fama y estimación dentro de la elite social. En 1797 fue elegido
quinto consiliario del Consulado Caraqueño por el voto de 26 hacendados y 26
comerciantes, en 1799 cónsul 2º y en 1800 cónsul 1º. Por su prestigio fue
nombrado asesor del ingeniero José Mariano Aloy en la construcción de la casa
consular. En 1805 sería uno de los promotores de la Casa de Bolsa y Recreo de los
Comerciantes de Caracas.
Con la invasión napoleónica de España, ante
la inestabilidad social y política que se derivaba de la falta de autoridad
legítima en la Monarquía,
se convirtió con sus paisanos Juan y Pedro Eduardo en uno de los firmantes de
la representación de los mantuanos caraqueños en favor de una junta gubernativa
autónoma. Partidario de la libertad de comercio y opuesto al monopolio español
que sancionaba las Cortes de Cádiz apoyó como la gran mayoría de sus paisanos
el movimiento insurreccional independentista. Formó parte de esa elite
mercantil canaria que se mantuvo fiel a la emancipación, a pesar de las
acusaciones que vertieron contra su persona sus deponentes y del ambiente
opuesto que reinó entre los de origen más humilde por el claro contenido
oligárquico de la
Primera República de Venezuela.
Participó en el golpe de estado de 19 de
abril de 1810 y fue designado como primer Ministro de Hacienda de la Venezuela independiente,
cargo con el que respondía a su prestigio financiero y a la notoria fama entre
los comerciantes y hacendados venezolanos. Como el icodense Matías Sopranis,
regidor del primer ayuntamiento republicano de Caracas, que moriría prisionero
en las cárceles de La Guaira
por sus ideas republicanas, sufrió la hostilidad de la restauración monárquica.
Desempeñó altos cargos de la administración republicana durante la Guerra y se mantuvo fiel a
la causa independentista. Con la crisis subsiguiente a la guerra su casa de comercio
quebró entre 1815 y 1819, por lo que se vio envuelto en un ruidoso pleito con
Gonzalo Orea y su primo Tomás Muñoz, que le llevaría a la ruina y que todavía
estaba vigente en 1842. Falleció en Caracas en 1845 en la más completa
miseria, sostenido por su hijo Salvador, como confiesa en su testamento. En él
pide a sus hijos que si quisieren hacer algo sea únicamente sufragios por
su alma, prescindiendo de pompas mundanas, bien expresivo de su ideología
ilustrada. Confiesa que aunque poseía en años pasados una fortuna opulenta
con la guerra y demás trastornos del país, me encuentro ahora reducido a la
pobreza suma, pues todos mis bienes los entregué a mis acreedores y están
sujetos al concurso, habiéndome quedado exclusivamente dependiente de la piedad
de mi hijos, los cuales me han atendido con su propio peculio hasta la fecha,
especialmente de mi hijo Salvador, al que soy deudor de grandes cantidades.
Fernando Key Muñoz, primer Ministro de
Hacienda de Venezuela, regidor del cabildo caraqueño y uno de los más
significados representantes de la elite mercantil y agraria de Venezuela, se le
considera uno de los más destacados impulsores del comercio y la agricultura de
ese país en el tránsito de los siglos XVI II al XIX. (Manuel Hernández
González,publicado en BienMesabe en el número 494 )
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