1953.
Fallece Ramón Manchón.
GALERÍA
CANARIA DE RETRATOS
Creemos no equivocarnos si
atribuimos al historiador y crítico de arte Jonathan Allen la oportunidad de
haber señalado por vez primera -en su estudio incluido en el catálogo de la
exposición Modos Modernistas [La cultura del modernismo en Canarias
1900/1925] (1)- la naturaleza canaria de Ramón Manchón, al tiempo que
aportaba noticias significativas sobre su excelente trayectoria como ilustrador
gráfico.
Lamentaba el profesor Allen en
aquel esclarecedor texto, la carencia de testimonios biográficos relativos a la
presencia de este artista en nuestro archipiélago, salvo el hecho, por él
citado, de su nacimiento en 1883, en el puerto del Arrecife de Lanzarote.
Ramón Manchón Herrera nació,
efectivamente, en dicha población, a las tres de la tarde del primero de abril
de aquel año, y fue bautizado en la parroquia de San Ginés Obispo cuatro días
más tarde. Su padre, don Nicanor Manchón Quílez, natural de Valencia,
desempeñaba en la isla el empleo de administrador de la sociedad Pesquería
Canario-africana. Había casado en Madrid, en la iglesia parroquial de San
Lorenzo, con doña Carolina Herrera Márquez (2).
Nada de particular tiene el
establecimiento de esta familia levantina en la aquella isla. Con anterioridad
se habían avecindado en Lanzarote otras de similar origen, como los Melgarejo,
oriundos de Cieza en Murcia, los Ballester de Mallorca, o los Coll, de estirpe
catalana. Gentes laboriosas que procuraban horizontes nuevos en los que
desarrollar su proverbial capacidad mercantil, la innata predisposición al
comercio de los pueblos mediterráneos. Muchos de ellos triunfaron, ampliaron la
capacidad de sus negocios y constituyeron el germen de la futura burguesía
arrecifeña, ocupando la posición social que otrora disfrutara una casta
anterior vinculada exclusivamente a las labores agrícolas y a su incierta
dependencia de los inestables, impredecibles factores climatológicos.
Pero por los motivos que
fuera -y pueden ser de variado origen: laborales, económicos, culturales o
sanitarios- los Manchón retornaron a la Corte , donde radicaba la rama materna de la
familia. Allí residían dos de los abuelos del joven Ramón, don Pascual Herrera
y doña Eusebia Márquez emigrados, como tantos otros, de sus originarios solares
valencianos y turolenses de Játiva y Alcañíz, respectivamente. Y allí habitaba
también su padrino de bautismo, don Antonio Manchón Quílez, hermano de su
padre.
En este punto nos parece
importante señalar que, aunque ahora olvidado, como sucede con el propio Ramón
Manchón, su tío Antonio fue un importante grabador en madera, discípulo de
Carlos Capuz en Madrid y de Auguste Trichón en París, que había viajado en su
juventud a Londres para estudiar los últimos adelantos en la técnica del
grabado, conocimientos que le proporcionaron una considerable fama y que
también, suponemos, transmitió a su ahijado y sobrino, nuestro artista (3).
La vida de Ramón Manchón
transcurrió, al parecer, en Madrid, donde fundó en 1915 el Salón de
Humoristas, certamen del que fue vicepresidente. Jefe del Fomento de las
Bellas Artes en el Ministerio de Educación Nacional y secretario general de las
Exposiciones y Concursos Nacionales, su estricto sentido de la integridad moral
le impidió compaginar su carrera artística con la labor burocrática que
desempeñaba, distanciándose con elegancia de cuanto pudiera ir en beneficio de
su propia obra, por razón del cargo que ocupaba. Tan sólo una vez al año
exponía públicamente en las colectivas que organizaba el mencionado salón.
José Francés, otro de los
impulsores de este evento y gran amigo suyo, escribió para el catálogo de la
exposición-homenaje que la
Asociación de Escritores y Artistas Españoles organizó en
1954, un año después de la muerte de Manchón: Fue, cuando la juventud, apasionada
y libre, de los mejores ilustradores de aquella nobles revistas -que no han
tenido sucesión- La Esfera
y Blanco y Negro. Triunfaba en los concursos de carteles con franca y limpia
rivalidad de los Ribas, los Bartolozzi y los Penagos, maestros pariguales.
Mas luego
y precisamente logrado ya prestigio definitivo, por honesto y cabal concepto de
lealtad, llevado a un límite excesivo, se impuso silencio e hizo dejación
voluntaria de éxitos a su obra personal, cada día autosuperada, por estimar
incompatible el artista con el funcionario asesor y consejero influyente en el
arte ajeno.[…].
Manchón,
alto, pálido y rubio, con los ojos huraños, el entrecejo fruncido, las palabras
y los ademanes bruscos, fue concentrándose cada vez más, purificándose cada vez
más en la depuración de su sensibilidad y su modestia
Lentamente,
con una seguridad y una desconfianza alternativas en sí mismo, que le hacían
ahincar más en los temas y el estilo, y que le arrastraban a una negligencia
desdeñosa, tan admirable por los menos como la concisión rebuscada o la fórmula
truquista de otros dibujantes, Ramón Manchón iba domando su arte hasta lograr
la sonrisa amable, la tierna tolerancia y la burlona ironía. […]
Y, sin
embargo, los dibujos humorísticos, las estampas ilustrativas, las xilografías
tan bien trabajadas de Ramón Manchón, no son enfermizos ni decadentes. Su
melancolía integral brota de la pura aristocracia de su temperamento. Y así
como no hallamos nunca en su estilo y sus armonías cromáticas ninguna disonancia,
ninguna chillonería agresiva, la sensación que dejan en nuestra alma sus
escenas de la vida cotidiana, sus glosas de la irremediable mesocracia, son
también armónicas, suaves, adormecidas, pero saturadas de una amargura difícil
de evitar y de olvidar (4).
Para ilustrar la presencia de
Ramón Manchón en esta «Galería Canaria de Retratos» contamos con dos
caricaturas esenciales, obra de Fernando Fresno, halladas recientemente entre
las innumerables que se conservan en el archivo del artista, propiedad de los
descendientes del gran dibujante humorístico.
Dos años mayor que Manchón,
Fernando Fresno (5) aunaba en su polifacética personalidad la dedicación a las
ciencias y el arte. Farmacéutico, catedrático, actor y, por sobre todo,
dibujante humorístico, fue quien amplió el radio de influencia de la caricatura
personal llevándola a todos los estamentos de la vida social, el creador de la
caricatura de todos, como solía orgulloso recordar (6).
Recurramos de nuevo a la palabra
contemporánea de José Francés y quedará cerrado el triángulo de amigos: Fresno
era, por esencia, potencia y persistencia, el verdadero maestro en este género
de narrador gráfico, de cronista facial que significa el caricaturista
especializado en reproducir con personal estilo los ajenos rasgos físicos y
espirituales de sus contemporáneos.
Y a fe que
puso en la, para él gustosa, tarea una dedicación constante, un entusiasmo no
desmentido jamás.
Porque de
las varias facetas que definían a Fresno -el hombre de ciencia, el comediante,
el cineasta, el caricaturista-, era ésta última la que mejor afirma su derecho
al perenne recuerdo.
Teatro y
Caricatura fueron las dos vocaciones arraigadas de su vida, aparentemente
destinada en la adolescencia a trabajos de laboratorio y ejercicio de una
profesión donde el prestigio del apellido paterno, Gómez Pamo, no interrumpiera
la legítima defusión ecoica. […]
Era conmovedor ver a Fresno en sus últimos
años, aureolado ya de legítima gloria, con sus cabellos blancos, humilde y
obstinadamente abstraído en el afán de dibujar en su blok de apuntes, entre los
grupos de gente que se divertía o pavoneaba en las fiestas sociales, en las
reuniones artísticas y las mascaradas políticas, como un repórter primerizo,
procurando sorprender actitudes y expresiones indefensas de los que no se
sentían observador. Únicamente a otro insaciable de la propia vocación, el
marqués de Valdeiglesias, se le veía también así, en plena senectud, tomas
«notas de sociedad» en su pequeño blok, sin codicia de verlas publicadas, como
Fresno de ver reproducidos sus dibujos. Era el desinterés, el placer por el
placer, lo que movía las manos y apresuraba los latidos cordiales de estos dos
arquetipos del dibujante y del periodista.[…] (7).
La vinculación artística de
Fernando Fresno con Canarias se traduce en una larga serie de caricaturas
realizadas durante sus estancias en el archipiélago en ruta hacia América,
particularmente las fechadas en 1933, cuando recaló en el archipiélago en
compañía de su hija, la actriz Maruchi Fresno, de gira teatral en aquella época
(8). Parte de su familia se estableció en Gran Canaria, tras el matrimonio de
su hijo don Fernando Gómez-Pamo y López con doña Cándida Guerra del Río y
Bosch. (Tomado de: Carlos Gaviño de Franchy en: Gaviño de Franchy Editores)
NOTAS
[1] VV. AA.: Modos Modernistas [La cultura del modernismo en Canarias 1900/1925].
Cabildo de Gran Canaria.
Ayuntamiento de Las Palmas. Cajacanarias. Las Palmas de Gran Canaria. 2000.
[2] Debo y agradezco a mi entrañable amigo el historiador don Carlos Rodríguez Morales la localización de esta partida de bautismo.
[3] Antonio Manchón Quílez nació en Játiva, Valencia, en 1836. Colaboró en la ilustración de obras como: Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes. Biblioteca Universal Ilustrada. Madrid, 1876; Atlas Geográfico Universal. Astor, Hermanos. Madrid, 1877; El Quijote, en edición de Urbano Manini de 1868 y de
Sobre Antonio Manchón Quílez
vide: Pedro CASADO CIMIANO: Diccionario biográfico de ilustradores españoles
del siglo XIX. Ollero y Ramos. Madrid, 2006.
[4] Asociación de Escritores y Artistas Españoles. XXXVI Salón de Humoristas. Círculo de Bellas Artes. Madrid. 1954.
Sobre Ramón Manchón Herrera vide
Eliseo IZQUIERDO: Periodistas canarios. Siglos XVIII al XX. Propuesta para un
diccionario biográfico y de seudónimos. Edición al cuidado de Carlos Gaviño de
Franchy. Consejería de Educación, Cultura y Deportes. Gobierno de Canarias.
Islas Canarias, 2005.
[5] Fernando Gómez-Pamo del Fresno, doctor en Farmacia, profesor de
[6] Ficha del catálogo de Fernando Fresno.
[7] Op. cit.
[8] Juan GÓMEZ-PAMO GUERRA DEL RÍO:«El cuadernos canario de Fernando Fresno». Aislados. Año III, número 88. El Mundo. Santa Cruz de Tenerife, 9 de febrero de 2001.
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