RESUMEN
Se plantean los criterios metodológicos para el estudio de
los registros fáunicos d contextos funerarios aborígenes, valorando su
significado como fuente de información en la reconstrucción de los rituales
mortuorios. Se revisa, asimismo, el tratamiento de que han sido objeto estos
materiales a partir de la bibliografía existente. Finalmente, se aplica la
propuesta de análisis en el yacimiento
sepulcral de Arenas-1 (Buenavista del Norte).
Palabras
claves: Prehistoria de Tenerife, Prácticas Funerarias, Fauna,
Zooarqueología.
ABSTRACT
The focus
in this paper is set in the methodological criteria for the stiidy of the
fauna! arrhaenlngir.! rernainr frnrn ahnriginal f~unerary contexts,
calibrating its role as a source of information for the reconstruction of the
funerary rituals. The treatment received by these remains in the available
bibliography is also reviewed. Finally, the proposal of analysis is applied to
the funerary site of Arenas-1 (Buenavista del Norte).
Key words:
Prehistory of Tenerife , Funerary Practices, Fauna, Zooarchaegy.
.S.E. Politécnico de Las Palmas.
Las necrópolis prehispánicas canarias, como sucede con
prácticamente todas las sociedades del pasado, han atraído desde siempre el
interés de las personas, generando por ello un conjunto de relaciones diversas,
cuya naturaleza dependerá del carácter de las motivaciones que hayan originado
tal atención.
Así en primer lugar, han centrado la preocupación de las
propias comunidades aborígenes a las que pertenecieron, vinculación emanada de
su sistema ideológico y que se expresa mediante las prácticas funerarias de
homenaje y culto al antepasado.
Tal condición va a determinar una imbricación compleja e
indisociable entre vivos y muertos, en la que participan las relaciones
sociales y de parentesco que regulan la comunidad.
Tras la desarticulación de los modos de vida indígenas
desde el siglo xv, como
consecuencia del proceso de Conquista y afianzamiento del nuevo orden impuesto
por los colonizadores europeos, el interés que despiertan los muertos de las
poblaciones vencidas evidentemente cambia. Las costumbres funerarias serán
recogidas por los cronistas y primeros historiadores de los antiguos naturales,
además de por algunos visitantes foráneos que, deslumbrados por el exotismo de
una «cultura primitiva), se adentran en el pasado aborigen. Éstos recopilan un
importante volumen de información desde su particular punto de vista,
destacando aquellos aspectos más evidentes o bien otros que por muy extraños
acaparan su atención'. A partir del siglo XVIII y con mayor incidencia
desde finales del XIX se produce una intensificación en los estudios con
un carácter científico sobre el pasado insular, que prolongados hasta fechas
muy recientes se han dirigido de forma prioritaria a los restos humanos de
múltiples yacimientos
sepulcrales 2.
En este caso la elección de cuevas como recintos
sepulcrales y fundamentalmente la práctica de momificación o mirlado, haciendo
omisión o reseñando muy someramente otros contenidos de las prácticas y ritual
funerario.
Tradicionalmente los muertos de una cultura se han
entendido como el elemento que más claramente identifica a una población
desaparecida.
Pero tales lugares no sólo han captado el interés de
eruditos e investigadores. En general, prácticamente todos los sectores de la
población se han visto atraídos o involucrados de alguna manera con las
manifestaciones del mundo funerario aborigen. Enclavados en un territorio
frecuentado y explotado por el campesino isleño han quedado inmersos en su
quehacer cotidiano, llegando incluso a constituir bienes de consumo interno o
de carácter comercial para dicho grupo3. De igual modo, han sido foco de
atención para otras muchas personas que por «estímulos» diversos han saqueado
de forma sistemática el contenido de estos espacios, con consecuencias
sumamente negativas para el Patrimonio Arqueológico canario.
A pesar de todo, en el campo de la investigación
esta dilatada experiencia de enterramientos e n …
no encuentra una traducción equiparable en los niveles de información
existentes sobre las prácticas funerarias, donde los objetivos de
conocimiento han incidido esencialmente en el registro bioantropológico,
destacando los análisis morfométricos y paleopatológicos. pues
son la evidencia directa de los individuos que la conformaron; sobre todo
cuando, como en el caso de Tenerife, manifestaciones de otra índole:
constructivas, artísticas, etc., no dejan huellas tan patentes y10 abundantes,
pasando desapercibidas o infravaloradas al carecer de un aspecto monumental.
Además, en este fenómeno de atención a los restos humanos
desempeñarían un papel de primer orden las distintas corrientes de
investigación que desde Europa llegan al Archipiélago y que influyen
notablemente en el aspecto que se describe. En dicho proceso cabría resaltar el
descubrimiento en 1868 del (Hombre de Cro-Magnon) que rápidamente atrae a
Canarias a destacados investigadores de origen francés en busca de colecciones
esqueleticas con los mismos rasgos morfológicos descritos e:: el hallazgo de la Dordoña. Este
fenómeno inicia una prolongada etapa de estudios antropológicos, con profundas
implicaciones raciológicas, adquiriendo posteriormente su máxima expresión en
los trabajos del Dr. M. Fusté y sobre todo de la Dra. 1. Schwidetzky en los
que el concepto «raza» y «desarrollo cultural» van íntimamente unidos.
Las cuevas de enterramiento han sido ampliamente
reutilizadas por pastores, agricultores, pescadores, etc., con diversos fines.
Han constituido una fuente de aprovisionamiento de abono para los campos de
cultivo e incluso de ingresos monetarios obtenidos de investigadores y
coleccionistas que demandan las piezas óseas humanas.
Es evidente que la actividad funeraria supera la mera
deposición del cadáver en el lugar destinado para tal fin, incluyendo toda una
serie de acciones que, estandarizadas o no, determinarán el carácter del
enterramiento, pero que en un sentido más amplio son el reflejo del sistema
ideológico inherente a la formación social guanche. Entre éstas
tradicionalmente se han primado los comportamientos referidos al
acondicionamiento del espacio sepulcral, a la disposición (posición y
orientación) del cadáver en el mismo y tratamiento de que ha sido objeto
(momificación o no), completando el panorama con una descripción más o menos
detallada, según los casos, de los elementos materiales que integran el
enterramiento, unificados genéricamente bajo la denominación de ajuar.
En la isla de Tenerife la mayoría de los yacimientos
sepulcrales estudiados contienen ajuar, entendido como todos aquellos elementos
que acompañan al muerto; si bien existen algunas excepciones en las que están
ausentes, en parte explicadas como resultado del expolio, mientras que en
otras, de difícil interpretación, parecen obedecer a razones estructurales
inherentes a la ideología funeraria.
Se ha señalado la posibilidad de que el ajuar pueda
presentar un carácter colectivo, en función del escaso volumen de piezas que en
ocasiones se documentan en relación con el número de individuos inhumados, o
bien por el lugar que ocupan en el depósito sin asociarse directamente a
muertos concretos
En una laxa definición de ajuar se han incluido
principalmente las evidencias de recipientes cerámicos, las industrias líticas,
óseas, malacológicas y lígneas, además de los elementos de adorno personal
confeccionados en diferentes materias
Casi la totalidad de los yacimientos consultados en la
bibliografía muestran un carácter colectivo, en los que se efectúan tanto
enterramientos primarios como secundarios de forma independiente o conjunta en
el mismo espacio. Asimismo, parece existir una estrecha relación entre
enterramientos colectivos y la presencia de ajuar. primas como barro, hueso,
madera, concha, etc. Dichos materiales se identifican con los de uso corriente
hallados en los lugares de habitación, aunque en proporción diferenciada siendo
quizá éste el motivo por el que genéricamente se han interpretado como objetos
de carácter personal, destinados a servir al muerto en la «vida del más allá)).
En esta misma línea, se ha planteado que al no presentar un carácter
especial en cuanto a los soportes, técnicas de fabricación, morfología, etc.,
no se precisaría la elaboración de
nuevos
objetos para el enterramiento, recurriendo a los ya preexistentes de
utilización doméstica (Ruiz-Gómez de Fez et al., 1995), si bien
no es una razón excluyente y, en cualquier caso, no tiene por qué afectar a
todos los materiales5.
Con todo, y a pesar del tratamiento generalizado, para
determinados materiales se han esgrimido interesantes propuestas que permiten
entrever una estructuración más compleja en el conjunto de las prácticas
mortuorias, aunque sin llegar a producir un cambio sustancial en los contenidos
que determinan el conocimiento de esta parcela del ritual funerario, siempre
considerados como bienes que conforman el ajuar. Tal es
el caso de las producciones alfareras y líticas:
Las cerámicas han sido explicadas como recipientes
contenedores para diversos productos alimenticios, terapéuticos, aromáticos,
etc., considerados ofrendas, a lo que habría que añadir, a tenor del grado de
facturación y la imposibilidad de reconstruir las piezas por ausencia de
fragmentos, un contenido simbólico para algunas de tales manifestaciones, con
carácter votivo, asociado a un ritual de fracturación, «como exponente simbólico
de la parte por el todo), (C. del Arco, 1992- 1993), también señalado paro ntrns contextos rituales
de la isla (A. Tejera Gaspar, 1988).
El caso de las industrias líticas es igualmente
significativo, pues aunque en gran medida se han calificado como objetos L.
Diego Cuscoy (1965) recoge para la cueva sepulcral de Llano Negro (Santiago del
Teide) la actividad de talla sobre obsidiana, a partir de 1os útiles y desechos
de fabricación (microlascas) que de este material encuentra, a la que vincula
percutores y machacadores también presentes como instrumentos empleados en
dicho proceso.
En el conjunto de materiales que integran el ajuar también
se incluyen los restos fáunicos que de manera habitual se han identificados con
ofrendas alimenticias 6. Por lo general, éstos aparecen
escasamente tratados en la bibliografía, no siendo objeto de análisis en la
misma medida que otros elementos, ni tan siquiera a nivel cuantitativo como
sena un simple recuento.
En el mejor de los casos, se señala su existencia, a veces
acompañada de una somera identificación anatómica y específica'. A partir de
los trabajos bibliográficos pudiera considerarse una situación de omisión en
determinados yacimientos, ya sea involuntaria al no haberlos reconocido o
consciente al no otorgárseles la suficiente consideración, aún admitiendo que
no siempre están presentes en los contextos sepulcrales como así parece
confirmarse en aquellos en que se destaca su ausencia. Dicho fenómeno explicaría
la falta de información sobre restos de fauna en los espacios aludidos pues, al
menos, en determinados ámbitos de la isla, caso de los Silos (B. Galván, et
al., 1995a) y Buenavista del Norte (B. Galván et al.,
1995b-c, 1 996b, 1998a-b), se ha comprobado una frecuencia relativamente alta
de tales manifestaciones.
Con la excepción más evidente de los restos de cánidos a
los que se les ha otorgado un valor simbólico, interpretados como «animales
guías o compañeros del muerto» (DIEGO
CUSCOY, 195 1,1965,1968). Esta situación no es extraña al comprobar que
el mismo fenómeno se ha producido para los lugares de habitación, centrando la
atención las manufacturas alfareras y las industrias líticas, fundamentalmente
las obsidiánicas, así como el utillaje óseo.
Para los vertebrados terrestres, cuando no se recogen bajo
la denominación de fauna, se citan las especies domésticas que los guanches
poseían: cabras y ovejas, tratadas en su
mayona de forma conjunta, cerdos y perros. En cuanto a la malacofauna
siempre se refiere a conchas de patellas, y si en alguna ocasión se mencionan
otros géneros como sucede en Llano Negro (Santiago del Teide) con la presencia
de un «gran caracol marino» no se vincula a las ofrendas
alimenticias (L. Diego Cuscoy, 1965). Por último, la ictiofauna únicamente se
constata mediante las unidades vertebrales8.
Como ya se ha mencionado en relación con las cerámicas e
industrias líticas, para los registros fáunicos también se han sugerido
interesantes planteamientos que permiten vislumbrar, dentro de los rituales
funerarios, un panorama más dinámico de lo que en principio se ha establecido
para el comportamiento del aborigen ante la muerte.
Entre éstos destaca la consideración que determinadas
regiones esqueléticas, fundamentalmente colmillos de cerdos, cráneos y cuernos
de cabras, merecen como piezas simbólicas; por ejemplo en la Necrópolis del Llano de
Maja, diferenciadas de las alimenticias que se asimilan con los huesos largos (Diego
Cuscoy, 1965) 9.
Los peces están presentes en ocho de los yacimientos
consultados, si bien cuando se ofrece el cómputo de restos es francamente bajo
(entre 1 y 4). Llama la atención este volumen tan reducido que de ser así no
podría funcionar como ofrenda alimenticia. La explicación a tal fenómeno quizá habría
que buscarla en el sistema de recogida empleado en la recuperación del material
que en el momento al que se alude no gozaría de la minuciosidad que en la
actualidad debe regir cualquier intervención arqueológica.
También pudiera ser que hayan sido desconsiderados o
simplemente no
identificados en todos los casos.
El mismo fenómeno se pudiera entrever en la publicación
referida a la Necrópolis
de La Cueva del
Salitre en Montaña Rajada, Las Cañadas de El Teide (J. ÁLVAREZ DELGADO, 1947), en la que se registran
abundantes cuernos de cabra de pequeño tamaño y huesos de animales enteros, que
parecen diferenciarse de los que están fracturados longitudinalmente, estos últimos
comparados a los de los lugares de habitación y a los de otras cuevas sepulcrales.
Por su parte, defensas de cerdo individualizadas se señalan
Asimismo, en el caso de la malacofauna se ha propuesto una
doble función, como recurso alimenticio y como elemento simbólico, rasgo que,
por otra parte, aparece documentado en múltiples culturas del pasado. En este
sentido, Diego Cuscoy (1 95 1 : 146) afirma:
f...) Además de las conchas pevforadas, de finalidad
ornamental, hay que citar la gran cantidad de conchas de patellas, conus,
murex, y otras que se encuentran en las cuevas sepulcrales junto al cadável;
con predominio abrumador de la primera.
En el occidente africano, en las tumbas prehistóricas, aparecen
igualmente grandes cantidades de conchas de moluscos cubriendo algunas
veces la tumba. La concha más usada para este fin es la patella, como en Canarias.
Berberes du Sous. Hesperis,
111, 1923, pág. 237). f...).
No obstante, esta aparente abundancia de conchas no se registra
con la misma intensidad en la bibliografía consultada por lo que quizá se trate
de un ejemplo de omisión, sobre todo teniendo en cuenta la naturaleza
inconfundible de en la bibliografía en algunos yacimientos funerarios como
ocurre en la Necrópolis
del Masapé (DIEGO CUSCOY, 1953), o en la de La Gotera (DIEGO CUSCOY19, 53;
C. DEL ARCO, 1995), e incluso, más recientemente, en el Inventario
Arqueológico del Municipio de los Silos (B. GALVANef
al., 1995a) donde se ha comprobado la presencia de este elemento
anatómico en varias cuevas de enterramiento. Sin embargo, y sin pretender negar
la posibilidad de un carácter simbólico para tales piezas, es necesario
comprobar dicha naturaleza «especial» ante la existencia de otras unidades
dentarias de suidos referenciadas en diversos yacimientos, a la vez que el
esqueleto postcraneal no se identifica. También es preciso llamar la atención
sobre el importante problema que representa la falta de estudios
zooarqueológicos, en sus distintas especialidades, requeridos por estos
particulares registros, que sin duda están propiciando un sesgo notable en el
verdadero contenido y, en consecuencia, en su significación real. En este
sentido, resulta muy
sencillo sobrevalorar determinados elementos fácilmente
identificables:
conchas de moluscos marinos, dentición y cornamenta de
animales terrestres, etc., en perjuicio de otros menos famiiiares, especialmente
si éstos se encuentran fracturados. estos materiales. En cualquier caso,
aceptando la validez de dicha hipótesis, es necesario una revisión de los
registros desde una perspectiva integradora, referida no sólo a los conjuntos fáunicos
sino en relación con todo el material arqueológico que se encuentra en los
yacimientos sepulcrales.
Por último, dentro de los conjuntos fáunicos sólo los
perros han recibido un tratamiento netamente diferenciado, del que
prácticamente se ha excluido su uso como ofrenda alimenticia, asimilándose con
la idea de «animales guías o compañeros del muerto» (L. Diego
Cuscoy, 1951, 1965 ", 1968).
Aspectos que introducen la noción de
sacrificio ritual para tales fines.
El perro se ha relacionado con la actividad pastoralista, convertido
en un instrumento de ayuda indispensable para el pastor. Esta consideración se
esgrime en el sitio de Llano de Maja (L.
Diego Cuscoy, 1965), donde se recuperaron los cráneos de tres perros, uno de
ellos con signos de momificación.
Dichas evidencias se han vinculado con el conjunto
poblacional allí inhumado, adscrito a un grupo de pastores trashumante que
frecuentaba la zona para su explotación estival,
destacando el tratamiento que recibe el animal por su
asociación con el. hombre.
Además, existen referencias concretas para cinco cuevas funerarias
en las que se incluyen unidades mandibulares o piezas sueltas de dentición
pertenecientes a cánidos, como único elemento mediante el cual se manifiestan 12.
En este trabajo Diego Cuscoy (1965: 156) incide sobre esta
condición del perro entre numerosas poblaciones de diferentes ámbitos y
contextos cronoculturales: «( ...) En Egipto, en sepulturas del Fayun y el
Badari aparece
un perro
enterrado al lado de su amo í...) los indios catios de Colombia "que
piensan que al muerto le es necesario un perro para conducirlo al país
de los espíritus" (...)
En definitiva, teniendo en cuenta las numerosas incógnitas
planteadas, solo un análisis profundo de las características de dichos
conjuntos osteológicos y su relación con los demás elementos integrantes del
enterramiento permitirán una aproximación a la confusa significación de estos
animales en los contextos sepulcrales guanches.
Abordar la actitud de los grupos humanos del pasado ante el
hecho de la muerte es una labor que entraña una notable por encima de los 2.000
m. snm. En esta misma línea destaca la selección netamente restrictiva en cuanto
a la elección de las regiones anatómicas: el cráneo como elemento que
representa al individuo y la dentición quizá en el mismo sentido que la de los
cerdos, considerada como «amuleto». Sin embargo, también pudiera estar actuando
el efecto de sobrevaloración de ciertas unidades esqueléticas, anteriormente
reseñado. Lo cierto es que en las muestras fáunicas habitacionales, los cánidos
en sentido anatómico, en una gran mayoría sólo han sido identificados por la
presencia de piezas dentarias. Entonces, si poseen ese carácter particular
podría suceder que el contenido simbólico de estos materiales se reprodujera
igualmente a escala doméstica. Para otros contextos crono-culturales se citan
depósitos rituales y áreas de habitación con un volumen elevadísimo de restos
dentarios de distintas especies de cánidos (D. MAZZANTyI C. QUINTANA, 1997).
Por otra parte, cuando se interpreta el significado de los
perros en los espacios sepulcrales aborígenes no habían sido descritos en los
yacimientos de habitación, y menos aún con evidencias de consumo como se ha comprobado
posteriormente en varias cuevas de Tenerife, unas con niveles muy importantes
de participación en la dieta como en la Cueva de Los Cabezazos en Tegueste (DIEGOC USCOY,1
975) o de forma testimonial como sucede en la Cueva de La Fuente en Buenavista del Norte (V.
ALBERTO,
1997.
A tal efecto, los datos son aún escasos (C. DEL ARCO, 1987)
y los estudios zooarqueológicos resultan totalmente insuficientes. No obstante,
desde el momento que se constata la ingesta de cánidos los elementos de
reflexión se amplían, pues cabe la posibilidad de una ofrenda alimentaria al
igual que sucede con el resto de los animales, o cualquier otra variable
relacionada con la celebración del cárnico, así como su inclusión en prácticas
rituales son costumbres que se hallan ampliamente extendidas entre numerosos
pueblos a lo largo de la
Historia (G. MARCY, 1962; J. MILLIET, 1995).
La dificultad. Se interviene en una esfera del
conocimiento singular y compleja, en la que son partícipes directas las ideas, creencias
y modos de vida; todo ello a partir de las evidencias materiales conservadas en
los espacios que la comunidad eligió
para depositar a sus muertos.
El progresivo avance metodológico en la intervención,
estudio e interpretación de los sitios de enterramiento ha revelado la
complejidad cultural de da muerte)), y de las manifestaciones asociadas a la
misma. Estos fenómenos no pueden reducirse al simple depósito de los cuerpos,
la orientación y posición de los mismos, etc., y por idéntica razón, los
conjuntos materiales que forman parte de tales contextos, no pueden ser
analizados bajo parámetros meramente descriptivos, ni identificados, en todos
los casos, como elementos de ajuar.
Todo espacio sepulcral, primario o secundario, va a tener como
fin último el «reposo» de los individuos que formaban parte de la comunidad que
les rinde homenaje13, con lo que cualquier elemento en él incluido está ligado,
de forma directa
o indirecta, al ritual funerario llevado a cabo.
Como ya se ha indicado, en la investigación arqueológica de
Tenerife dichos restos suelen agruparse bajo la denominación genérica de ajuar 14,
considerándose como tal, todos aquellos artefactos o ecofactos que se
asocian a los enterramientos, integrado por los objetos personales y ofrendas
que el grupo hace a sus difuntos. A partir de ellos, se plantea la idea
de una creencia en el «más allá », con unos requerimientos materiales
similares a los de la vida «terrenal».
Podría considerarse que hay homenaje desde el mismo
momento en que se produce un tratamiento particular y sistematico de las
practicas de enterramiento, independientemente del grado de sofisticación que
presente cada caso. No obstante, para la Prehistoria de Tenerife se aplica en el sentido estricto
de la expresión: acto o serie de actos que se celebran en honor de unals
personales, pues parece aceptable un culto al antepasado que se canaliza, por
lo menos en parte, a través del ritual funerario.
.
Para los conjuntos fáunicos, se ha señalado su
reiterada interpretación como ofrendas funerarias alimenticias, en cuyo caso se
produciría la entrega de porciones cárnicas para cubrir las necesidades del
difunto que se suponen análogas a las que tenía en vida. Para ello, según los
datos disponibles, se seleccionan las mismas especies animales que intervienen
de forma ordinaria en la alimentación, por una parte animales domésticos:
cabra, oveja y cerdo; por otra, marinos: moluscos y
peces.
Este tipo de manifestaciones implica necesariamente una creencia
en la vida de ultratumba, donde la existencia del individuo se prolonga,
constituyendo el propio hecho de la muerte un nexo entre ambas esferas de la
existencia, o bien un elemento de transición. En este sentido, interesa
analizar cómo se entiende la muerte entre las poblaciones prehispánicas de
Tenerife e intentar comprender de manera se refleja en las actitudes que se
generan a partir de ésta. Sin duda, se trata de un campo de conocimiento
sumamente difícil que de abordar
puesto que compete directamente al ámbito de lo ideológico.
En
función de los datos que ofrecen las fuentes etnohistóricas y la información
arqueológica de que se dispone parece que:
Los
individuos fallecidos siguen formando parte de la comunidad, de tal forma que
los muertos no se desligan del acontecer cotidiano.
Este hecho se observa en la voluntad de no desvincular el mundo
de los vivos del de los muertos, aspecto que se plasma en la elección de los
espacios donde se van a ubicar las necrópolis de contacto físico directo pero
también se exterioriza mediante un complejo ritual funerario que implica
relaciones entre los hombres y el desarrollo de actividades económicas que, en esencia,
representan el trasvase al ámbito de la muerte de los esquemas que rigen la
vida cotidiana de estas poblaciones. En esta misma idea redunda el carácter
colectivo que poseen en su mayor parte los recintos funerarios.
Quizá por esta razón, se le entregan a los muertos
aquellos objetos que en vida le fueron corrientes en su que hacer cotidiano,
objetos personales que constituyen el ajuar mortuorio, ya sean los propios que
el individuo poseyó, ya otros nuevos que la comunidad produce específicamente
para ellos. En este grupo han de incluirse también las «ofrendas
alimenticias ».
Además, entre los principios que envuelven a la
muerte parece destacarse un activo proceso de comunicación que se plasma en la
celebración de determinadas actividades por parte del grupo en relación con sus
miembros fallecidos. El mantenimiento de los lazos que unen a vivos y muertos
se manifiesta, entre otros aspectos, en la realización de (<banquetes»o
((comidas rituales», que evidencian un marcado carácter de homenaje a
los antepasados l b . Este tipo de celebraciones parece conllevar
una temporalización que trasciende el momento de defunción, expresión que
remarca los vínculos de conexión.
Tomás
Marín de Cubas en su Historia de las siete Islas Canarias señala para
Tenerife:
(...)
hacían largas romerías á visitar los huesos de sus sepulcros en todo
semejantes á los canarios y en particular habza ios mas kecuentes en ei
pico Eide y tambien jura
l6
ban por los huesos de sus antepasados á modo de venganza ó pleito
homenaje (...) hacíanles ofrenda de comida del modo que hemos dicho; (...).
Este
mismo autor refiere para Gran Canaria:
f...)
llevábanles de comer á las sepulturas, el marido á la mujer y
ella á él; (...).
La importancia de los antepasados y la consideración que
se les profesa entre el grupo étnico de Tenerife desempeña un papel primordial en
la ordenación social de la población, pues legitima y refuerza la percepción de
pertenencia a un linaje. Con ello se garantiza la reproducción de los vincuios
sociaies, ratificando una situación de desiguaidad en ei piano real, que
descansa sobre una norma sagrada y que se perpetúa en el caso más extremo con
motivo de la muerte de un Mencey y su sustitución por
un nuevo jefe, tal y como se describe en las fuentes etnohistóricas.
Quizá en el marco de estas (romerias o visitas a los
sepulcros se llevara a cabo la celebración de estas comidas rituales a ias que
nos referimos, como un elemento más de todo el complejo ceremonial inherente a
las creencias de estas poblaciones 17.
A partir de la reciente información arqueológica de
que se dispone para Tenerife parece apropiado considerar la dualidad que
presentan los restos fáunicos en contextos sepulcrales, correspondiendo en
determinados casos a «ofrendas alimenticias dedicadas al muerto, mientras que
en otros han de ser interpretadas como restos de comidas rituales)). De
cualquier forma, a la ya de por sí problemática ausencia de estudios que existe
para los yacimientos sepulcrales se añade que la distinción entre ambas categorías
mencionadas no siempre resulta posible, dado que no en todos los casos los hechos
analizados presentan un carácter exclusivo. Así, los 1ímites entre una ofrenda
alimenticia y un banquete ritual pueden llegar a diluirse por completo en
función de cómo se articule el ritual en el que tienen lugar; de tal suerte que
la celebración de un «ágape funerario» con frecuencia implica una ofrenda
alimenticia si entre los comensales se hace participar a los muertos.
Además, la inclusión intencional de animales en recintos funerarios,
según la información bibliográfica, abarca un espectro mayor que las dos
opciones hasta ahora mencionadas.
Existe la posibilidad de que en ciertos enterramientos de Tenerife
se haya procedido a prácticas de “sacrificio ritual”·, si bien se
trata de un aspecto aún poco contrastado. El caso
más representativo lo constituiría el sitio de
enterramiento colectivo del Llano de Maja (L. Diego Cuscoy, 1965) con la presencia
de restos de cánidos, excluidos de las ofrendas alimenticias y que son
interpretados como «animales guías o compañevos del muerto». De verificarse
esta situación se produciría la inmolación de determinados animales, en este
caso los perros, de forma coetánea al fallecimiento del individuo.
El sacrificio ratificaría la destacada consideración de
que es objeto el animal, resaltando el carácter especial que éste adquiere frente
a otros1*.
El autor introduce al respecto distintos niveles de
análisis que implican: la elección concreta del animal: la cabra, el rol de
ésta en el ritual:
como acompañante del muerto o como alimento para éste y la
significación simbólica de esta práctica en una cultura de marcado carácter pastoralista,
donde la cabra es el elemento que permite extrapolar a la esfera del Más
Allá los esquemas de la organización socio-económica que rige a esta
población. La presencia de ovicaprinos completos se ha contrastado en
abundantes yacimientos a partir tanto de su excavación como, recientemente, en
el desarrollo de los Inventaríos Arqueológicos de distintos Municipios.
Habría de incluirse asimismo la existencia de ciertos
elementos con un neto contenido simbólico representados en la figura de los «avnuletos»
de origen animal, que en el caso de Tenerife, como ya se ha comentado,
se han asimilado con grandes defensas de suidos, cráneos y cornamentas de
cápridos, así como algunas conchas de moluscos marinos. Estos elementos
estarían dotados de ciertas capacidades mágicas,
orientados a fines propiciatorios, de protección, etc. 19.
En función de los datos expuestos hasta el momento,
resulta aceptable la destacada participación de los animales en el ritual
funerario, en una variada gama de manifestaciones según el significado que
comporten. Indefectiblemente, profundizar en dicho significado pasa por un
análisis exhaustivo del registro fáunico en sí mismo y con los demás elementos
estructurales que dan lugar al enterramiento, tarea esta que aun
se
encuentra por hacer.
CRITERIO MET ODOLOGICOS
PARA EL ESTUDIO DE LOS RESTOS FAUNICOS
En principio, no difieren de los aplicados a los registros
óseos de los yacimientos de habitación. La distinción fundamental estriba en la
interpretación que se haga de los rasgos definidores de la muestra en relación
con la naturaleza del depósito donde se hallan. A continuación se expondrán
algunas de las variables a tener en cuenta según las categorías cipios de la Isla (J. F. NAVARRO MEDEROS,e t al., 1995). De tal manera,
que
en función del tratamiento aplicado a los animales, es
posible asimilarlo con la práctica de sacrificios rituales, anteriormente
esbozadas, con aplicación en los yacimientos
sepulcrales
de la isla.
En primer lugar, ha de atenderse al origen tafonómico
de los restos, verificando la relación hombre-animal y, por tanto, la voluntad
expresa de su inclusión en el recinto.
Este principio, que a priori pudiera
resultar obvio, tiene una gran trascendencia dadas las numerosas deposiciones
de carácter natural e inducidas por otros animales que se producen en las cuevas
de enterramiento20. Éstas pueden tener un origen anterior, simultáneo o
posterior, a la utilización funeraria del lugar, por lo que las relaciones
contextuales no siempre se observan con claridad, sobre todo en aquellas en que
por alteraciones postdeposicionales se hayan entremezclado los materiales.
Los taxones más comunes registrador en los yacimientos son:
roedores, lagartos, aves, conejos, perros y gatos, cuyo carácter intrusivo no
siempre es fácil identificar, con lo que la falta de consideración de este
aspecto acarrearía errores muy
graves en la interpretación 21.
En las muestras arqueológicas interesan los datos de
volumen, distribución de los restos, relación con otros materiales, etc. Tales
aspectos ofrecen una valiosa información acerca de la organización del espacio
sepulcral, de la naturaleza concreta del ritual asociado a los animales, si
éste posee un carácter colectivo o individual, posibles manifestaciones de
regulación socioeconómica, etc.
Igualmente, constituyen aspectos esenciales en la
investigación los caracteres zoológicos: frecuencia de especies, edad, sexo,
unidades anatómicas seleccionadas, etc. Así por ejemplo, tanto las «ofrendas
alimenticias, como los «banquetes funerarios » en Tenerife muestran un espectro
faunístico mas diversificado que las restantes categorías rituales, fundamentalmente
especies domésticas, moluscos y peces, que totalmente asimilables a los lugares
de hábitat, han de vincularse a la explotación cárnica de los mismos. Por
contra, los sacrificios se hallan limitados a un único taxón: el perro,
materializado a partir de la región craneal, siendo además la representación esquelética
diametralmente opuesta a los registros anteriores, en función del
volumen/calidad de masa cárnica 22.
Por último, habría que profundizar en las características
de la manipulación a la que son
sometidos antes de quedar incluidos en el depósito. Dicho aspecto resulta
esencial en la
significación ritual del registro, aunque no puede
desvincularse de los criterios anteriormente reseñados. En este sentido, además
de las pautas de selección ya mencionadas, en las superficies óseas quedan
reflejadas una serie de huellas, cuya lec tura precisa permitirá
reconstruir el tratamiento que el hombre aplicó a los animales según la función
a la que estuvieran a destinados. A tal efecto, la ausencia de dichas
manifestaciones revelaría igualmente la
intención que subyace en el comportamiento humano con respecto a los animales y
el desarrollo de la actividad
funeraria. Estas huellas se identifican con el tratamiento carnicero y
procesado culinario de la carne, correspondiéndose con las marcas de
desarticulado, descarnado y
fracturación, además de las provocadas por las formas de preparación, Así, dentro de la propuesta
formulada en estas páginas constituyen un indicador de primer orden en la colocación
de ofrendas alimenticias hantes funerarios»: pues aunque ambas se asocian a una
función alimenticia se entiende que han de ofrecer modelos diferenciados. A
este respecto se acepta que la inexistencia de huellas de descarnado, la
no afección de calor o fuego y una reducida prevalencia de fracturación
ósea, se ajusta mejor al carácter de ofrenda23,
mientras
que la celebración de una comida funeraria indefectiblemente reunirá el conjunto
de variables que integran los procesos de carnicería y consumo, incluida la
condición de detritus culinario 24.
En función de la representatividad de los mencionados caracteres
y de cómo se combinen, se extraerán los datos fundamentales que expliquen el
sentido del gesto funerario que da origen a su presencia en el yacimiento (J.
D. Vigne, 1982, 1986).
El avance experimentado en la investigación de la
prehistoria insular revela un panorama conceptual, en lo que a prácticas
funerarias se refiere, más complejo de lo que hasta ahora se ha venido
considerando. No obstante, el proceso de conocimiento debe entenderse como un
sistema de interrelaciones donde las partes se vinculan indisociablemente.
Profundizar en la actividad funeraria no tiene sentido en sí misma si
no se enmarca en el contexto social en que se desarrolla.
La muerte y el ritual que conlleva es la expresión de una norma, distinguida
por los usos o tradiciones, mediante la cual se plasma el ser social guanche.
En este marco se inscribe el estudio del yacimiento
sepulcra1 de Arenas-1, del cual procede la muestra arqueofaunística que a
continuación se valora. El trabajo forma parte
de un Proyecto de Investigación sobre el doblamiento prehispánico
en la costa de Buenavista del Norte, dirigido por la Dra. B. Galván de la U.L .L., y que, aún sin concluir, ha proporcionado
relevante información para el conocimiento del pasado aborigen en este ámbito
(B. Galván et al. 1991, 19951a-c, 1996a-b, 1998a-b, V. Alberto et al.
1997, V. Alberto, 1998, J. Velasco ef al. 1998).
La cueva aludida forma parte de un asentamiento próximo a
a la playa de Las Arenas, de la que recibe su nombre, inte- N E grado por tres cuevas de habitación
y dos de enterramiento, descubierto
frente de colada que discurre por la plataforma de la Isla Baja 25. Esta
situación favorece un modelo de una ocupación
particular, añadiendo al espacio útil delimitado por SE las propias cavidades una amplia franja de terreno
exterior, - en donde tiene lugar el
desarrollo de las actividades domésticas o cotidianas que caracterizaron la vida
de sus ocupantes. En dicho modelo adquiere
gran relevancia la inmediatez física de los espacios dedicados a habitación y
los destinados a ente rramiento que se hallan prácticamente unidos, sin
solución de
continuidad2'j. De esta situación parece desprenderse un n importante
nivel de relación entre vivos y muertos que forman parte del mismo grupo, así
como la consideración desta cada de los antepasados en la
comunidad. El estudio de Arenas-1 constituye una oportunidad excepcional dada
la posibilidad de interpretar un recinto funerario directamente vinculado a
un área habitacional por lo que permite una reconstrucción integradora de los
modos de vida y de los planteamientos ante la muerte28.
La
cueva tiene su origen en un tubo volcánico abierto en la misma colada que sirve
de soporte a todo el Conjunto.
Orientada
al W, cuenta con varios ramales (E-W), de dimensiones más reducidas, que no se
aprovechan para fines sepulcrales.
Por tanto, es el espacio inmediato a la zona de acceso, más
amplio (9 x 5 x 1,80 m), el que presenta mayor interés arqueológico, acogiendo
al depósito funerario. A priori, la apariencia desordenada del
material en superficie podría hacer pensar en una importante alteración del
mismo. Sin embargo, la organización interna del yacimiento obedece a una fenomenología
en la que se siguen unas pautas de comportamiento específicas, que devienen de
la compleja respuesta de estos grupos ante el hecho de la muerte. Arenas-1
constituye un depósito colectivo, de carácter secundario.
El contenido arqueológico estaba sellado por un estrato de
cascajo, de potencia considerable, producto de la desagregación mecánica de las
rocas del techo y paredes de
la cavidad (Niveles 1 y 11), lo que ha garantizado la
integridad del mismo, si bien en parte ha determinado la fragmentación de los
materiales. Bajo este paquete se dispone el suelo en el que se efectuaron los
enterramientos (Nivel 111), definido por la presencia de una estructura de
combustión en la zona central, en torno a la cual se organiza el espacio
sepulcral.
Entre los restos recuperados se identificó un número
mínimo de veinte individuos, de distinto sexo y edad, asimilables al espectro
de población propio de una comunidad estable29. de forma prioritaria en el
yacimiento de habitación: Arenas-3 y en el de
enterramiento: Arenas- l.
En cuanto al carácter secundario se afirma por el
comportamiento particular en relación con las evidencias esqueléticas, determinado
por la subrepresentación de ciertos elementos óseos, por la ausencia de
conexiones anatómicas, a lo que se une el agrupamiento selectivo de
determinadas unidades anatómicas, concentrando vértebras y costillas por un lado,
huesos largos y fragmentos de cráneo por otro y huesos de manos y pies por
separado. Asimismo, se documentó una participación antrópica activa en el
proceso de reducción esquelética de alguno de los cuerpos, a partir de la
presencia de marcas de desarticulación, producidas por cortes en las zonas de
inserción ligamentosa en varios huesos (V. Alberto et al. 1997)30.
El contexto funerario incluye, a su vez, toda una serie de
manifestaciones que remarcan la complejidad cuituai que se desarrolla en este
espacio. Se trata de los elementos materiales no humanos que se concentran en
torno al hogar, entremezclándose con las evidencias bioantropológicas:
fragmentos cerámicos, útiles líticos confeccionados tanto en obsidianas fantil 1,
aunque habría que considerar una situación de subrepresentación de
infantiles, como en rocas cristalinas de grano grueso, elementos de adorno personal
como cuentas de barro o hueso, además de un volumen relativamente considerable
de restos fáunicos.
En principio, y como se ha defendido a lo largo de este trabajo,
no parece acertado considerar genéricamente estos materiales como parte del
ajuar funerario. Así se produce en el caso de la fauna, cuyo tratamiento
implica la ingesta real de estos animales, circunstancia que apunta hacia la
realización de una comida fúnebre de connotación ritual.
El registro fáunico 31
Con respecto a la fauna, la característica principal del
yacimiento es su doble naturaleza, por un iado como depósito arqueológico, con
la presencia de restos claramente relacionados con la práctica de enterramiento
y, por otro, como depósito paleontológico, a partir de las acumulaciones
naturales de Canariomys bravoi y Gallotia goliath 32.
El
total de la muestra de fauna mastológica recuperada en la cueva asciende a
1.125 restos, si bien todos no tienen una procedencia relacionada con la
actividad humana.
Se
compone tanto de animales terrestre como marinos (moluscos y peces), aunque en
este trabajo sólo se aportan datos sobre la fauna vertebrada terrestre. El
estudio de los moluscos marinos ha sido realizado por C. M. Eugenio en una serie de 118 ejemplares, en la que destaca
la prevalencia de las patellidaes frente a otras especies, predominando las Patellas
candei crenatas. Ver malacofauna marina en B.
GALVÁN et al., 1996b.
Por
su parte, aún no se cuenta con un estudio definitivo de los restos
ícticos.
CUADRO N ~ JM1.
DISTRIBUCION DE RESTOS POR NIVELES
Nivel
N
. 1 ...................................
N. 11 .................................. 6,22
N
. 111 .................................
TOTAL.. ............ 1.125
CUADRO NÚM. 2
REPARTO DE RESTOS POR ESPECIES
Especies
O/C
.............................
C
. h ............................
S. d. ...........................
C. f .............................
F. c .............................
o. c ............................
C . b ............................
G. g .......................s....
Aves ............................
Indet. .........................
Nivel
III Nivel 11 Nivel 1 1 Total
-1
OIC:
Ovicaprino (ove'aslcabras); C.h.: Capra hircw (cabra); S.d: Sus
domesticus (cerdo); C.f.:
Canis
farniliaris (perro]; Ec.: Felis catus (gato); 0.c.: Oryctolagus cuniculus
(conejo); Cb.:
Canariomys
bravoi (rata); G.g.: Gallotia goliath (lagarto).
3
O
Nivel 1
Corresporide a un nivel de cascajo de mediano y
pequeño tamaño entre los que se encontraba abundante material antropológico
junto a numerosas evidencias de fauna, que en parte responden a fenómenos de
intomsión y deposición natural a lo largo de un amplio período de tiempo. Este
hecho no descarta la posibilidad de que
algunos de la restos formaran
parte del enterramiento aborigen que contenía la cavidad como así parepe
suceder. Sin embargo, discriminar el origen exacto de las 'evidencias entraña
gran dificultad, precisamente por el estado de alteración que presenta este
paquete.
Tanto Canariomys bravoi como Gallotia goliath se
encuentran bien documentados, alcanzando las proporciones más elevadas de
representatividad en el registro. Poco se conoce sobre los hábitos y conductas
de estos animales, pero a juzgar por otros hallazgos parecen mostrar cierta
preferencia por enclaves de este tipo, emplazando en ellos sus refugios. De
ahí, el alto porcentaje de restos óseos con una representación anatómica extraordinaria,
prácticamente enteros y concentrados en las zonas más alejadas y recónditas de
la cavidad, principalmente, en las grietas que se forman entre las piedras. No se
conservan conexiones anatómicas sensu estricto, aunque se aprecian
ciertas relaciones coherentes, (vértebras, costillas, restos de cráneo, etc.)
que apuntan al estado de articulación propio en esta clase de depósitos
naturales. El índice de fracturación es muy bajo al no haber sido manipulados
por el hombre, ubicados en una zona que no permite el tránsito, afectados
únicamente por las piedras que caen del techo y por la influencia de la
pendiente que muestra el suelo33.
Por lo que se refiere a los restos de gato y conejo, se
trata de intrusiones que se producen en época histórica subreciente, manteniendo
aún algunas conexiones anatómicas e incluso restos de piel. Según el número
mínimo de individuos calculado, se contabilizan tres ejemplares de conejos y
uno de gato.
El perro también está presente a partir de un exiguo
conjunto óseo integrado por varios huesos cortos de ambas extremidades posteriores,
asignables a un individuo infantil. En
ellos no se aprecia signo alguno de manipulación con
objeto culinario34. Asimismo, su localización en el yacimiento no pei
Nivel 111
Es el que menor volumen de evidencias ofrece. Con respecto
a la fauna terrestre tan sólo se recuperaron 70 restos. Al igual que en el
nivel 1 parte de los huesos corresponde al
material
arqueológico, y otra se relaciona con el depósito natural.
En este sentido parece aumentar el porcentaje de
evidencias fáunicas aportadas por el hombre en época prehispánica, de ahí que
los fragmentos óseos correspondientes a especies domésticas (cabras, ovejas y
cerdos), adquieran un peso mayor en el registro. En cuanto a la determinación
específica se identifican los mismos
taxones que en el nivel 1, a excepción
Nivel 111
Sin duda, es el más interesante en el recabado de
datos relacionados co m el mundofunerario.
Fuente (V. ALBERTO, 1997)
se registra con seguridad el aprovechamiento alimenticio
de perros, si bien con una prevalencia ciertamente baja.
Presenta el porcentaje mas alto de restos fáunicos,
manteniendo las mismas especies que en los casos anteriores, excluyendo la presencia
de gatos y conejos35.
El grupo mejor representado es el de los ovicaprinos, aunque
también están presentes el cerdo y el perro, además de Canariomys bravoi,
Gallotia goliath y algunas aves, que se
manifiestan en una frecuencia considerable.
Cabras y ovejas están sometidas a un tratamiento similar al
que reciben en cualquier lugar de habitación como producto del procesado de los
alimentos, lo que significa que el material óseo aparece fracturado, con marcas
de corte en sus superficies propias de los restos animales que se han
manipulado para su consumo.
La representación anatómica se encuentra más limitada que
en los espacios domésticos, siendo las partes más abundantes las diáfisis de
huesos largos y las piezas de dentición.
No se observa una selección específica en cuanto a la edad
de los animales, abarcando desde individuos infantiles, con poco tiempo de
vida, hasta ejemplares adultos, plenamente desarrollados.
En este nivel el índice de fracturación de los huesos
resulta bastante elevado, constituyendo la tónica general para todas las
evidencias óseas del paquete. En el tratamiento aplicado a los animales es
interesante señalar la incidencia que el
fuego presenta en la muestra.
Por lo que se refiere a los cánidos están representados
por siete piezas de dentición decidua que corresponden a un perro de pequeña
talla. A pesar de lo exiguo del registro muestra ciertas
particularidades que permiten realizar algunas consideraciones.
En primer lugar, las unidades dentales están afectadas por
fuego, mientras que los restantes huesos no muestran signos de tal alteración.
En este sentido, no puede determinarse con exactitud si la incidencia del fuego
responde a un acto inducido.
La recuperación de un hueso de lagomorfo en ei nivel TI1
obedece a un fenómeno de percolación postdeposicional conocido o si, por el
contrario, se trata de un suceso fortuito relacionado con la existencia de una
estructura de combustión en el depósito. En cualquier caso, resulta interesante
el protagonismo que adquiere el fuego en el desarrollo de la actividad ritual,
destacando el hogar como el elemento en torno al cual
se organiza el espacio funerario.
Además, su posición estratigráfica parece obedecer a una inclusión
voluntaria en época aborigen, vinculada al uso funerario de la cavidad; siendo
más difícil aceptar una intrusión desde niveles superiores. Por otra parte, la
identificación exclusiva de sólo ciertas regiones anatómicas se asimila a lo
que se ha descrito en otros yacimientos sepulcrales de la isla.
Por lo que se refiere a los restos de cerdos pocas son las
valoraciones que se pueden hacer al respecto, dado el reducido volumen de la
muestra en estudio. En concreto se ha identificado un individuo adulto,
representado fundamentalmente por pequeños fragmentos de dentición. No obstante
entre las astillas óseas indeterminadas pudieran encontrarse elementos adscribibles
a este taxón, por lo que en su reconocimiento
podrían incidir los problemas derivados de la
determinación específica.
De
cualquier forma, hay que señalar que en el nivel 11 se recuperó una
defensa de cerdo, de importantes dimensiones, calcinada; situación ya descrita
para otros contextos sepulcrales.
De igual manera la interpretación de las aves resulta
complicada, pues aunque aparecen asociadas al depósito funerario los caracteres
zooarqueológicos de la muestra no son lo
suficientemente claros como para considerar una relación
inequívoca con la práctica sepulcra13'.
Por último, habría que considerar la significación que
reviste la presencia de Canariomys bravoi y Gallotia goliath en este
nivel arqueológico. Sin duda, buena parte de los restos tienen su origen en un
depósito paleontológico, si bien algunas de estas manifestaciones corresponden
al contenido funerario, como expresión de su aprovechamiento por parte del hombre, al igual
que sucede en otras unidades del Conjunto (V. Alberto, 1998).
Dichos animales fueron objeto de consumo por parte de las personas
que vivían en este espacio. Algunos de los fragmentos recuperados en el proceso
de excavación se hallan directamente relacionados con el material
bioantropológico, entremezclados con los desechos de otras especies consumidas.
En este caso resulta interesante considerar el estado de alteración térmica que
muestra parte del registro, semejante al documentado en Arenas-3, excluyendo el
estado de carbonización que evidentemente no se relaciona con la preparación
culinaria.
Asimismo, en las superficies óseas se detectan ligeras
incisiones, originadas por un instrumento cortante, utilizado con escasa intensidad.
Este tipo de marcas son muy reducidas dentro de la muestra, si bien es cierto
que para el procesado y consumo de tales animales no se requiere una
manipulación excesiva.
El estudio tafonómico de los restos fáunicos ha permitido establecer
diferencias entre aquellos que se encuentran aportados por el hombre y los que
se hallan de forma natural en la cueva. Este último, como ya se ha mencionado,
es el caso de una buena parte de Canariomys bravoi y Gallotia goliath, muertos
en el interior de la cueva en un proceso natural38, anterior al uso funerario,
aunque probablemente también con posterioridad al mismo.
A partir de las características identificadas en la fauna
de Arenas-1, con excepción de las evidencias paleontológicas, es plausible
interpretar que buena parte de los animales allí presentes fueron objeto de
consumo, catalogándose la muestra como el conjunto de desechos originados-n tal
actividad: Una valoración menos precisa acontece con los restos de perro que no
parecen haber participado de tal condición, mientras que para el cerdo no se
cuenta con suficierjtes datos para confirmar o descartar ya un acto de
consurho, ya una utilización simbólica de determinadas regiones anatomiqas como
las piezas dentarias. La asociación contextual de los materiales afirma su
destacada participación en el desarrollo del ritual, bien a través de la
celebración de una ((comida o banquete mortuorio » o de cualquier otra posible
manifestación de notable contenido
simbólico 39.
Como sucede en muchas sociedades del pasado el binomio hombre-animal
manifiesta unas relaciones más complejas que las puramente
económicas/subsistenciales, adquiriendo en ocasiones un destacado papel en las
expresiones ideológicas del grupo humano (P. Meniel, 1988). la aseveración
parece apropiada, como se ha intentado poner de relieve a lo largo de estas
páginas, para la prehistoria de Tenerife, e incluso para otras islas del
Archipiélago, en función de su participación en el ritual funerario.
En este sentido, cobra aún mayor significación si se tiene
en cuenta que el ámbito de intervención puede considerarse más amplio que el
meramente funerario, en virtud de su relación con lo que se ha convenido en
denominar el campo de las prácticas “mágico-
Religiosas”. A tal efecto, se cuenta con las referencias
proporcionadas por las fuentes etnohistóricas en las que se alude a
celebraciones propiciatorias donde los animales desempeñan un importante
protagonismo, tal es el caso de las rogativas efectuadas en los lugares
conocidos como baladeros. Es asimismo ilustrador, aunque no se refiera
concretamente a la isla de Tenerife, el ritual que acontece en tomo al Roque
Idafe en la Palma ,
con la entrega de vísceras animales para satisfacer a la divinidad. Igualmente
resulta de gran interés la información que la investigación arqueológica
proporciona sobre las denominadas «aras de sacrificio» a las que se vincula un
importante registro fáunico de características peculiares, asociado a actos
de inmolación ritual, ampliamente documentados en la isla de la Gomera (J. F. Navarro 1992,
J. F. Navarro et al. 1994, 1995) y El Hierro (M. Hernández 1982;
M. C. Jiménez 1991).
Por lo que se refiere a las prácticas funerarias, sucede
que los restos de fauna son elementos relativamente frecuentes en los depósitos
sepulcrales, si bien no parecen haber sido objeto de una atención suficiente en
la investigación, destacando tan sólo aquellos que han merecido una
consideración especial por constituir registros particulares. Esta
fragmentación de la globalidad implica necesariamente interpretaciones
parciales que pudieran desvirtuar la realidad, cuando no han sido obviados
directamente en beneficio de otros objetos que se consideran más relevantes.
A tenor de los datos de que se dispone, ciertamente
escasos, resulta plausible plantear la no estandarización del rol animal en las
prácticas funerarias en función del significado que adquieren en el ritual:
ofrendas alimentarias, sacrificios rituales, amuletos, banquetes mortuorios,
etc. Sin embargo, ante la inexistencia de estudios específicos es preciso
mantener una postura de cautela hasta no contar con nuevos datos que aclaren la
situación de los restos animales presentes en yacimientos sepulcrales.
Evidentemente defendemos la necesidad de estudios
sistemáticos e integradores de todos aquellos elementos que conforman una estructura
hnerariu ceme Unica via de acceder a una realidad unitaria, pero que, a
su vez, carecen de sentido si no se ponen en estrecha relación con las
variables que determinan la organización socio-económica de la comunidad que
rinde culto a sus muertos.
Ya se ha señalado la intención de homenaje que de tras de toda una serie
de actuaciones funerarias encaminadas a no desvincular el mundo de los vivos
del de los muertos. En efecto, estos últimos parecen seguir formando parte de
la comunidad superando el hecho biológico de la muerte. Por otra parte, el
intenso respeto y culto que parece merecer la figura del antepasado, reafirma
la cohesión de los vínculos parentales y de pertenencia al linaje, por lo que
en definitiva constituye un mecanismo de validación del organigrama social 40,
colaborando asimismo en la identificación que los hombres establecen con
respecto al territorio que habitan y1o explotan.
Asimismo,
hay que tener presente, que la naturaleza del ritual funerario promueve la
producción y circulación de bienes, pues en él se emplean objetos y recursos
que en sentido económico quedan inutilizados, al margen de la concepción
ideológica
que entrañen.
Por lo que a los animales se refiere los registros son
similares a los que se documentan en los lugares de habitación, con presencia
de especies tanto terrestres como marinas.
En virtud de la información disponible existe un
predominio de la fauna doméstica, destacando la presencia de cápridos y ovinos,
frente a los suidos, al igual que ocurre en las acumulaciones habitacionales.
En esencia este fenómeno no resulta extraño, evidenciando la importancia
socio-económica de la actividad pastoralista en el sistema de producción
aborigen, asociada a la explotación de la cabaña ganadera de cabras y ovejas.
Asimismo, están presentes otros recursos animales, fundamentalmente de origen
marino como son moluscos y peces, que diversifican el espectro de las
estrategias desarrolladas para la obtención de bienes alimenticios. En un análisis
tradicional podrían considerarse representados aquellos elementos de origen
animal que, con una notable incidencia, conforman los fundamentos alimenticios
y dietéticos de la población aborigen, con el protagonismo de los derivados de cabras
y ovejas, un lugar intermedio, poco definido, para los del cerdo, y el papel
secundario para los vinculados a las actividades depredadoras, fruto de la
pesca, el marisqueo y ocasionalmente la caza. No obstante, es posible
introducir algunas consideraciones, dado que la muestra animal de los contextos
sepulcrales parece coincidir en su contenido básico con la de los ámbitos
domésticos, por lo que el estudio de ambos registros permitiría aproximarse a
la dinámica de funcionamiento global en la simbiosis hombre-animal.
La ganadería es un elemento clave en la articulación
socio-económica del grupo étnico de Tenerife. El marco en que se ha de revelar
la preponderancia de esta actividad tiene un carácter insular y, por tanto, un
modelo de funcionamiento homogéneo que es posible reconstruir en los
yacimientos arqueológicos.
Sin embargo, si se analizan otros mecanismos productivos,
dirigidos directamente al aprovisionamiento alimenticio, se introducen
importantes diferencias y su expresión en el modelo económico queda matizada,
adquiriendo una dimensión territorial más reducida y, en consecuencia, unos
comportamientos/resultados más diversificados; indicando, a su vez, que la
naturaleza de las relaciones establecidas en el conjunto de variables que
interactúan en el sistema de producción son más complejas de lo que
anteriormente se ha definido.
En el análisis de las prácticas funerarias resulta
insostenible la simple definición de ajuar para todos aquellos materiales arqueológicos
no humanos presentes en los yacimientos sepulcrales, sobre todo cuando no se
conoce el significado inherente atodos e!emenntos. Pretender riegm- 12
rxistericiu de ajuares, entendidos como ofrendas de bienes que se realizan alllos
individuols fallecido/s, no tendría sentido, si bien es necesario considerar
otras posibles acciones ritualizadas, ya sea en el propio proceso de
enterramiento, ya en actividades posteriores de culto u homenaje. Baio este
enfoque se han pretendido valorar los restos de fauna en contextos funerarios
de Tenerife, aunque la ausencia de información al respecto impone plantear
exclusivamente algunas hipótesis de trabajo.
Los
primeros resultados obtenidos en el yacimiento sepulcra1 de Arenas-1, e incluso
en el habitacional de Arenas-3, en Buenavista del Norte, aportan datos sustanciales
al conocimiento del complejo mundo de las creencias que los guanches
tenían
sobre la muerte.
La fauna de Arenas-1, representa un registro relativamente
abundante y bien conservado. El estudio zooarqueológico aplicado a los restos
de fauna vertebrada terrestre ha permitido identificar, en una proporción muy
importante de este material,
las huellas de una manipulación antrópica semejante a la de
los fragmentos óseos en los lugares de habitación y, en concreto, idéntica a
los desechos culinarios de Arenas-3, con
los que comparten no sólo el tratamiento carnicero sino
las condiciones particulares de frecuencia de especies, intervalos de edad de
10s animales, etc. Tal circunstancia ha propiciadola interpretación de los
restos fáunicos de Arenas-1, como evidencias de una comida ritual, en relación
con el desarrollo de una práctica de enterramiento secundario. Es muy probable que
la celebración de este «banquete mortuorio» tuviera un carácter colectivo, con
la intervención de una parte o de todos los miembros del grupo que rinden culto
y se comunican con sus parientes más cercanos fallecidos.
Los animales asociados al espacio funerario participan,
junto con un amplio repertorio de materiales de variada naturaleza, quizá en
ciertos casos también con un carácter funcional, de un complejo ritual
ceremonial, cuyo significado último se presenta francamente difícil de
precisar. Más complicado resulta aún pretender obtener conclusiones
generalizables al contexto insular. Otros ejemplos de yacimientos sepulcrales conocidos
en las inmediaciones del actual pueblo de Buenavista4', unos exclusivamente a
través de programas de prospección y otros a partir de la intervención
arqueológica, certifican la existencia de prácticas funerarias diferenciadas,
si bien es cierto que, en el estado actual de la investigación, no es posible
valorar los motivos que determinan dicha diferenciación, por lo que distanciar o
aproximar el componente ritual sería precipitado. Por el contrario, también se
intuyen importantes afinidades como sucede con la cueva de enterramiento en el
Conjunto de Las Estacas, igualmente en la costa de Buenavista, sin que ello
lleve aparejado una traslación estricta
de
todos sus componentes.
Asimismo, las descripciones bibliográficas existentes para
algunos yacimientos sepulcrales de la isla, aportan abundantes elementos de
comparación que los acercan a Arenas-1, resultando factible una interpretación
en el mismo sentido.
Por el momento, sólo es posible valorar la riqueza
tipológica de las prácticas que acontecen con el hecho de la muerte en la
sociedad guanche4*. Los planteamientos expuestos sobre los registros fáunicos
intentan destacar la ineludible necesidad de profundizar en la significación de
todos y cada uno de los elementos que componen un depósito funerario como única
vía para acceder a su auténtico contenido y significación
real. Tal objetivo pasa por ampliar los criterios de investigación
que hasta la actualidad han determinado la interpretación de los yacimientos
funerarios. En el ámbito de la bioantropología, desde finales de los años 80,
se ha producido un extraordinario avance, tanto en la metodología de campo con
la depuración de las técnicas de excavación, como en la forma de abordar los
análisis osteológicos propiamente dichos, determinados por la diversificación y
alto nivel de especialización de los investigadores que trabajan en esta
disciplina, y en la que desempeñan un papel primordial los procesos analíticos de
variada n a tu r a l e z a frente al
favorable panorama de los estudios bioantropológicos, la interpretación de los
restantes materiales que intervienen en el enterramiento no ha experimentado el
mismo avance, manteniendo la consideración
de
elementos de ajuar en sentido amplio. (Verónica Alberto Barroso)
CUADRNOÚ M. 3 YACIMIENTOS FUNERARIOS CON RESTOS DE
FAUNA
Cva.
de Los Guanches La Matanza
de Acentejo
Fauna Ref bibliog. Observaciones
Ajuar:
cuentas, cerámica, punzón Asociada a un poblado.
J.A.D., 1947 Ajuar: tres tabonas, restos de piel.
Asociada
a un poblado.
Fauna:
4 vértebras de pescado.
Cva.
Individual 11, Bco. Cabrera Sauzal J.A.D., 1947
Ajuar:
22 cuentas.
Asociada
a un poblado.
Fauna:19
dientes de cerdo y perro.
Roque
del Pris Tacoronte J.A.D., 1947
J.A.D.,
1947 Ajuar: cerámica, restos de piel, madera.
Fauna:
abundantes cuernos de cabra, huesos enteros y fracturados.
Signos
de momificación.
Ajuar:
industria lítica, 26 cuentas,pieles.
Fauna:
3 cráneos de perro, 3 cuernos y huesos de cabra,
un
colmillo de cerdo y unfrag. de lapa.
J.A.D., 1947
L.D.C., 1965
Llano
de Maja
Ajuar:
industria Iítica, cuentas
una
de pasta vítrea.
Fauna:
dos vértebras de pescado.
Las
Cañadas
Cva.
del Barranco
de La Costa J.A .D., 1947
Buenavista
del
Norte
Ajuar:
cerámica, restos de piel,
164
cuentas, tabonas, punzones,
cordón
Fibra vegetal.
Asociada
a un poblado.
Fauna:
un conus.
Referencias
a momihcación.
Ajuar:
tabonas, punzones.
Cercana
a cuevas de habita-
J.A.D.,
1947
¿.D.C.,
1947;1951
L.D.C.,
1947-1951
L.D.C.,
1947-1951
El
Masapé-11 ' San Juan de
ción.
Fauna:
1 colmillo de cerdo, 1
maxilar
de oerro.
Ajuar:
12 cuentas.
Cercana
a cuevas de habitación.
Fauna:
dientes de perro.
Ajuar:
5 obsidianas y 2 basaltos.
Fauna;
varias lapas.
Referencias
a momificación.
Cva
de La Gotera
Risco
Caído La Victoria
de Acentejo
Denominación Localidad Ref bibliog. Observaciones
Ajuar:
tabonas, cerámica, pun.
zones,
cuentas, tronco.
Asociada
a un poblado.
Fauna:
Un maxilar de perro
dos
molares de cerdo y hue.
sos
de cabra.
Cva.
IV del Bco.
Agua
de Dios Tegueste L.D.C.. 1964
Ajuar:
cerámica, tabonas, per.
cutor,
machacador, restos ve.
getales,
cuentas.
Fauna:
dentición de olc y cer.
do,
huesos largos, lapas, un
caracol
marino y una verte.
bra
de pescado.
Ajuar:
cuentas y punzones.
Fauna:
conchas, un conus.
Santiago
del
Llano
Negro Teide L.D.C., 1965
Playa
del Bollullo La Orotava
L.D .C., 1968
cuentas.
Fauna:
conchas.
Ajuar:
cerámica, obsidiana,
cuentas,
ob'etos de madera,
una
muela de molino.
Asociado
a cuevas de habita.
ción.
Fauna:
lavas.
Pino
Leris La Orotava M.L.P.. 1982
Los
Auchones Santa Cmz F.A.T., 1992 Ajuar:
cerámica.
Fauna:
una lapa y huesos.
Ajuar:
cerámicas, obsidianas,
semillas.
Estructura
de combustión.
Enterramiento
secundario.
Asociada
a una cueva de habitación.
Fauna:
huesos de olc.
Enterramiento
secundario.
Icod
de Los
Vinos
Cva.
de Los
Guanches
Cva-1,
Mña.
ralavera
Buenavista
del
Norte B.G.S., 1995
Cva-2,
Mña.
ralavera
Buenavista
del
Norte B.G.S., 1995 Fauna: huesos de olc
Vva-4,
Mña.
ralavera
Buenavista
del
Norte B.G.S., 1995 Fauna: huesos de olc y cerdos.
Vva.
de Arenas-1 Buenavista
del
Norte B.G.S., 1995 *Desarrollada en el texto.
Cerámica,
útiles en rocas cristalinas,
obsidiana.
Asociada
a cueva de habitación.
Fauna:
olc, lapas, thais, burgados,
ictiofauna.
B.G.S.; 1998
Cn:
Colectivo/individual. iT Fauna vertebrada terrestre. M: Malacofauna, 1:
lctiofauna
El
presente trabajo se debe al esfuerzo de muchas personas
que
lo han hecho posible. Nuestro reconocimiento a B.
Galván,
J. Velasco, C. M. Hernández, A. Barro
y E. Borges, por
la
investigación y aportaciones a la prehistoria de Buenavista
del
Norte. También a M. Arnay, A. Tejera, M. C. Jiménez, y
J. F.
Navarro, por su colaboración y sugerencias inestimables.
A D.
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Notas:
(L.
Diego Cuscoy, 195 1);
(L.
Diego Cuscoy, 1951; C. del Arco, 1992-1993)4.)
personales, en ocasiones han sido relacionadas con
actividades de talla en el propio yacimiento e incluso, avanzando en esta
interpretación, con los trabajos carniceros derivados del procesado de los
animales que requieren las ofrendas alimentarias
(L. Diego Cuscoy, 1965).
Así, de 62 yacimientos revisados en Tenerife a partir de
sus correspondientes publicaciones o memorias de investigación tan sólo en 22
se alude a restos de animales (35,4%). De éstos únicamente 4 casos registran
fauna vertebrada terrestre, malaco e ictiofauna de forma conjunta, mientras que
con una naturaleza exclusiva 7 mencionan fauna terrestre.
fauna y 3 ictiofauna, combinándose mamíferos y
moluscos en
2 yacimientos y mamíferos y peces en otro (cuadro núm. 3).
¿1O Mencionadas en once yacimientos, sin que se
ofrezcan datos sobre
el número de evidencias.
l 2 Evidentemente dada la parquedad de la
información son muchos los interrogantes que se abren sobre el tratamiento
funerario de que son objeto los perros. Por ejemplo, la práctica de
momificación aplicada a estos animales, partir & !a condenación
parcial de tejidos blandos, por lo que habna que tener en cuenta otras
posibilidades tafonómicas como un origen natural y fortuito de tal fenómeno,
determinado por las condiciones ambientales que se dan en esta zona
14 a incluido
prácticamente cualquier elemento que forme parte del enterramiento,
con excepción de los propios
restos bioantropológicos, aunque luego en su interpretación se haya destacado
otro significado.
15. Esta situación de proximidad tiene una
traducción Grosso modo, se
puede establecer una estrecha relación entre hábiiai y enterramiento a partir,
fundamentalmente, de la localización de cuevas de enterramiento insertas en
ámbitos de habitación o en aquellos emplazamientos de intensa frecuentación
humana, en los que se realizan actividades de diversa índole, aunque no se
hallen ligados a asentamientos de carácter estable. De cualquier forma, no se
puede desestimar la posibilidad de yacimientos en la bibliografía alusiva, si
bien al tratarse de casos excepcionales pueden estar determinados por múltiples
condicionantes que en el estado actual de la investigación no es posible
precisar.
l 7 Tales comportamientos podrían asociarse con la
existencia de cultos funerarios exteriores (G. CAMPS, 1961), superando
los límites físicos del recinto sepulcral. M. C. Jiménez (1991) señala
para la isla de El Hierro la existencia de «ofrendas que se
materializan en depósitos de alimentos (representados por fauna marina y
terrestre), y en un complejo ajuar utilitario que se coloca junto al difunto,
que por su funcionairdad parecen tener una finalidad previsora para la otra
vida)), frente a otro tipo de depósito arqueológico asociado a los
enterramientos que interpreta como «ceremonias fúnebres
habidas en las proximidades de los lugares de
enterramiento. Se trata de la presencia de importantes acumulaciones de
carbones, cerámicas fragmentadas, útiles de piedra y restos de alimentos
(especialmente de conchas marinas) que se arricuian ciaramenie en Ú i c h
¿ür~juriiü~T»a. ra esta investigadora se trataría de
prácticas colectivas que intervienen en el ritual, relacionadas con el
mismo momento de la defunción o en determinadas fechas del año con el
objeto de establecer una comunicación con elllos muertols.
l 8 El sacrificio ritual en relación con el
fallecimiento de una persona se puede intuir asimismo entre las prácticas
funerarias prehispánicas de La
Gomera. J. F. Navarro Mederos (1992), llama la atención sobre
la presencia de restos de ovicaprinos en yacimientos funerarios, que en
ocasiones parece corresponder a piezas desconectadas entre !es hwses h ~ma n c
sp rm, en otras muchas, se asimila claramente a la inhumación de un animal
completo.
l9 En este grupo podrían considerarse
determinados 0bjetos de adorno personal confeccionados con materia dura animal
que aparecen de forma preferencial en yacimientos funerarios, como ha señalado
M. C. Jiménez para la isla de El Hierro (1991). Si bien en estos casos el
elemento faunístico ocuparía un segundo plano, aunque no desposeído de
simbolismo, frente al objeto en sí. El animal actúa esencialmente como materia
prima y es la pieza resultante la que posee el carácter especial. Sin embargo,
en ocasiones se aprecia una preferencia por determinadas regiones anatómicas
que debe obedecer a la concepción que sobre los mismos
posee el
hombre.
20 En ocasiones pueden presentar un origen
antrópico, al margen de la formación finerariz, si bien es la más frecuente.
'' Los roedores y lagartos no suelen presentar excesivas
complicaciones para su interpretación, aunque sí a la hora de determinar el
momento de su inclusión. Llama la atención la extraordinaria abundancia de
estos animales en las cuevas funerarias, en ocasiones formando auténticas
ebolsadas)) de cientos de huesos. Los restos de aves suelen estar presentes en
zonas costeras, en relación con los hábitos de nidificación de las especies
marinas, aunque no exclusivamente. Con el conejo no hay problema pues se
considera una introducción postconquista, mientras que los casos más delicados
los constituyen perros y gatos, documentados entre la población aborigen e
incluso para los cánidos participando en las prácticas funerarias.
22
Un esquema similar podría aplicarse a los elementos denominados «amuletos».
Por ejemplo, en el caso de la cabra, animal también empleado en ofrendas
alimenticias y banquetes, tan sólo asimilados a cráneos y cornamentas,
restringiéndose tanto la variedad esquelética como taxonómica, donde se resalta
el valor ((mágico-religioso-ritual» de la parte anatómica frente al económico
del animal.
23 Sin embargo, no siempre se cumplen estos requisitos.
Así, las ofrendas frecuentemente
p~edenp reseiitar hüelias relacioriadas con el desmembramiento
o troceado del cuerpo. En este sentido, y aunque no para
la isla de Tenerife, hemos tenido la oportunidad de observar los registros
Municos de diversos yacimientos sepulcrales procedentes de la isla de El
Hierro, materiales que en general constituyen una muestra excelente por sus
condiciones de estudio, y entre los que parecen existir muy buenos –ejemplos de
ofrendas alimenticias.
24
Determinar el patrón que rige una actividad de estas características,
además de las implicaciones ideológicas, posibilita la comparación con la
práctica doméstica y el nivel con que ésta se reproduce en el ritual, además de
interesantes valoraciones de carácter dietético/nutricional.
25
En esta zona del litoral se concentran numerosos yacimientos, entre los
que destacan el conjunto de La
Fuente (B. GALVAN et al., 1991) y el
de Las Estacas (B. GALVAN et al.,
1998a-b), además de la célebre Cueva de Asena donde la tradición sitúa la
morada invernal del Mencey de Daute (L. DE LA ROSA OLIVERA. 1978).
26 Circunstancia igualmente documentada en el
cercano Conjunto de Las Estacas.
27 En 1995 el Conjunto de Las Arenas fue objeto de
intervención arqueológica por parte del equipo que coordina la Dra. B. Galván, actuando… como
en rocas cristalinas de grano grueso, elementos de adorno personal como cuentas
de barro o hueso, además de un volumen relativamente considerable de restos
fáunicos.
En principio, y como se ha defendido a lo largo de este
trabajo, no parece acertado considerar genéricamente estos materiales como
parte del ajuar funerario. Así se produce en el caso de la fauna, cuyo
tratamiento implica la ingesta real de estos animales, circunstancia que apunta
hacia la realización de una comida fúnebre de connotación ritual.
28 Por lo que
a los planteamientos mortuorios se refiere en este conjunto no sólo se
detectaron dos cavidades con uso funerario exclusivo, sino que además en la
cueva de habitación de Arenas-3 se recuperaron los restos de un individuo
perinatal, depositado en una pequeña cubeta artificial, entremezclados con
otros materiales arqueológicos propios de la actividad doméstica (.T. VELASCOef ai., i998j. Dicho fenómeno
añade un nuevo elemento al complejo proceder funerario que tiene lugar en la
costa de
Buenavista
del Norte.
29 Distribuidos de la siguiente manera: 16
adultos, 3 infantiles 11, 1 in- Núm. 45 (1999)
30 Para la Necrópolis de Ucazme (Adeje) se ha presentado un
conjunto de restos óseos con huellas de descarnado atribuidas a un doble
origen: animal y antrópico, consideras parte de la práctica ritual (R. GONZÁLEZ
ANTÓN et al.,
1995). A partir de éstas se propone un proceso de reducción esquelética de los
cuerpos efectuado por perros, con intervención humana para acelerarlo. Con
independencia de las huellas antrópicas de descarnado, dicha interpretación
plantea algunos problemas. En primer lugar, el nivel de control tan sumamente
preciso que ha de tener lugar para que los cánidos descarnen un cadáver, sobre
todo cuando se hace intervenir a perros asilvestrados y obtener con ello un
patrón estandarizado como el que se describe que tan sólo afecta las regiones
articulares de las extremidades.
En segundo lugar, el tipo de marcas que se muestran parece
asimilarse más con la acción de roedores que con la de carnívoros, a pesar
de que la morfología dental en ambos casos provocaría modelos de alteración
netamente diferenciados. Sin embargo, la interpretación final que hace este
equipo tan sólo propone la participación de los perros. A priori, y
en función de los datos argumentados para su contrasración, resulta
averitui-ado adiniiir !a práctica de una actividad de descarnado inducido
mediante la intervención de perros salvajes, por lo que quizá pudieran
considerarse otras posibles explicaciones.
31.M. - iírido y !rrglrte de grui. talla,
endémicos de Tenei-ifc. En la actualidad
se consideran extintos, si bien se plantea la posibilidad
de una población relicta de Gallotia goliath, aislada en el Macizo de
Teno, que ha evolucionado hacia una subespecie de menores dimensiones. Ambos
están bien representados en los Conjuntos de Las Fuentes y Las Arenas, mientras
que en Las Estacas, por el momento, sólo se ha documentado el lagarto.del
carácter de la muestra ósea permite afirmar que estos animales heran capturados
y consumidos por el hombre, a la vez que la existencia de un importante
depósito paleontológico, en la cueva que nos ocupa, indica la intensa presencia
de éstos en el nicho ecológico donde se ubican los yacimientos
(V. ALBERTO, 1998).
33 Se ha intentado determinar si la presencia de
estas especies en la cueva pudiera obedecer a la acción de otros animales
depredadores como el perro, el gato, o algún tipo de ave rapaz, que diera lugar
a un depósito de características similares a éste. Por el momento, y a partir
del estudio efectuado en la muestra, no se ha observado ningún elemento que
corrobore este hecho.
34 El perro está presente en la cueva de habitación
Arenas-3 y en Estacas1, aunque a partir de los restos recuperados no es posible
inferir el consumo de dichos animales. Sin embargo, en el cercano yacimiento de
La mite afirmar una relación directa con el depósito, introduciendo la
posibilidad de una inclusión posterior. No obstante, en
el nivel 111 se recuperaron siete piezas dentarias
pertenecientes de igual manera a ,un ejemplar infantil, claramente asociadas al
contenido arqueológico del sitio. Dicha circunstancia, a lo que se añaden los
caracteres anatómicos de la muestra,
hacen probable que pudiera tratarse del mismo animal.
En cuanto a la interpretación de la avifauna existen
dificultades para establecer el momento preciso de su deposición, y cuál es la
causa de la misma. Es probable que se trate de intrusiones más o menos
recientes, pero también podrían remontarse
a períodos más alejados en el tiempo. Los restos a N
óseos correspondientes a animales domésticos destinados a la E alimentación: cabra, oveja y
cerdo, forman parte del registro
arqueológico de la cueva.
36
Este dato guarda perfecta relación con la importancia que ovislcapra
evidencia en los lugares habitacionales del conjunto arqueológico.
37
Al margen de esta consideración la presencia de aves ha sido registrada
entre los desechos alimenticios de la cueva de habitación de Arenas-3.
38
En el catálogo de yacimientos paleontológicos de la isla (F. GARCIATALAVEReAt al,
1989) se recogen varios ejemplos de cuevas sepulcrales aborígenes
donde se encuentran depósitos naturales de estas especies.
39
En la información bibliográfica disponible sobre otros yacimientos
sepulcrales de la isla se pueden encontrar datos de gran valía al respecto.
Así en la abundante producción de L. Diego Cuscoy el autor
distingue en diversos yacimientos entre huesos fracturados, semejantes a los de
los lugares de habitación, asociándolos a las ofrendas alimenticias, frente a
los dio detallado de los mencionados restos permitiría identificar un
comportamiento asimilable al descrito para Arenas-1, por lo menos en lo que a
la fauna se refiere.
40
C. H. Pradelles (1996), en un trabajo sobre los
ritos funerarios en Africa, indica que la muerte de un individuo conlleva dos
fases:
1.
La propia muerte, donde el individuo se separa de los vivos.
2.
Los funerales, en el que el muerto es desprovisto de sus cualidades
humanas
y accede al status de ancestro regularmente venerado o a la condición de
espíritu ocasionalmente invocado.
Entre
estos pueblos los rituales estarían estrechamente ligados a la ideología
y al
sistema de parentesco. Con la muerte el linaje se refuerza y las alianzas se
renuevan, por lo que tales ritos actúan directamente en el funcionamiento
del
sistema social.
41
Ver referencias a B. GALVÁN et al., 1995-1998, en este
mismo trabajo.
42 En el proceso de investigación sobre las
conductas funerarias abongenes estaría aún por definir el carácter de los
registros que se originan con las prácticas de enterramiento. Asimismo, se
desconoce el alcance que pudieran representar factores tales como la
consideración social del individuo, el momento cronoiógico, e inciuso ia
distribución territoriai.
43 En este sentido, ha resultado decisiva la
configuración de un amplio equipo de investigación que coordinan los Dres. M.
Arnay y E. González con representación de las dos Universidades Canarias.
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