DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO
XIV
CAPITULO II:
Eduardo Pedro García Rodríguez
1341 Julio. Emmanuele Pesagno y Niccoloso da Recco, genoveses, y Angiolino
del Tegghia de Corbizz, florentino, en julio de 1341 hacen un viaje de
reconocimiento de las islas en una expedición de tres carabelas enviada por
Alfonso IV de Portugal. Contaron trece islas. Volvieron con despojos y con
varios indígenas hechos esclavos.
Llegaron á Florencia cartas de
comerciantes florentinos establecidos en la ciudad de Sevilla, fechadas el 15
de Noviembre de dicho año, y que contienen lo que vamos a manifestar en
seguida».
«Dicen, pues, que el primero de
Julio de este año, dos navíos equipados por el rey de Portugal con todas las
provisiones necesarias para una travesía, yendo con ellos una pe- queña
embarcación armada y tripulada por Florentinos, Genoveses, Castellanos y otros
Españoles, se dieron á la vela desde la ciudad de Lisboa y se dirigieron hacia
la alta mar, llevando además caballos, armas y otras máquinas de guerra, para
la toma de las ciudades y castillos, en busca de las islas, que se dice
vulgarmente haber sido encontradas, en las que desembarcaron, auxiliados de un
viento favorable, después de cinco dias de navegación; y que al fin volvieron á
su país en el mes de Noviembre trayendo lo que sigue: Cuatro hombres,
habitantes de aquellas islas, y á más muchas pieles de machos cabríos y cabras,
sebo, aceite de pescado, despojos de focas, madera de un color rojo semejante á
la del Brasil, aunque los que la conocen niegan que sea de aquella; además,
cortezas de árboles para teñir igualmente de encarnado, como asimismo tierra
roja y otras cosas semejantes».
«El genovés Niccoloso da Recco,
uno de los pilotos, respondió á las preguntas que se le hacían, diciendo, que
desde la ciudad de Sevilla hasta las islas predichas, había como novecientas
millas; pero que desde el punto llamado hoy Cabo de San Vicente, están mucho menos
distantes del continente. Que la primera de estas islas exploradas era
enteramente pedregosa y salvaje, abundando no obstante en cabras y otros
animales, así como en hombres y mujeres desnudos, de un aspecto y costumbres
feroces; añadió, que él y sus compañeros tomaron la mayor porción de pieles y
sebo, sin atreverse á internarse mucho en la isla. Que pasando á otra isla más
grande que la anterior, vieron venir hacia ellos en la playa multitud de gente,
tanto hombres como mujeres, todos casi desnudos; entre éstos, algunos que
parecían superiores á los otros, estaban cubiertos de pieles de cabras pintadas
de amarillo y encarnado, y según podía juzgarse de lejos, estas pieles eran
finas y delicadas y estaban artísticamente cosidas con cuerdas de tripa, y á lo
que debía conjeturarse por sus actos parecían tener un jefe al cual
manifestaban todos cierto respeto y obediencia. Estas gentes significaban el
deseo de comunicar con los que estaban en los barcos y prolongar su morada.
Habiéndose separado algunos botes
de los navíos para acercarse á la playa, como nadie entendía el idioma de los
indígenas, nadie se adelantó tampoco á desembarcar; su lenguaje, dicen, es
bastante dulce y vivo como el italiano.
Viendo que de los buques ninguno
desembarcaba, algunos se empeñaron en llegar á nado hasta ellos: los tomaron, y
éstos fueron los que llevaron consigo. En fin, viendo los marineros que nada
útil podían sacar de allí, se dieron á la vela, y costeando la isla la
encontraron mucho mejor cultivada en el Norte que en el Sur; vieron numerosas
habitaciones, higueras y otros árboles, palmas estériles, coles y legumbres.
Desembarcaron en seguida veinte y
cinco marineros armados, los cuales yendo á examinar qué especie de gentes
habitaba aquellas casas, encontraron unos treinta hombres desnudos enteramente,
que huyeron á su vista espantados al aspecto de las armas. Entrando otros en
las casas, notaron que estaban fabricadas de piedras cuadradas, labradas con
gran artificio y cubiertas de grandes y hermosas maderas. Encontrando las
puertas cerradas y queriendo ver el interior, las rompieron con piedras, lo que
irritó á los fugitivos cuyos gritos retumbaban por todo el aire. Después de
haber así roto las puertas, entraron en casi todas las casas, donde encontraron
higos pasados en cestos de palma, tan buenos como los de Cesena, y trigo más
hermoso que el nuestro, siendo este grano más largo, más abultado y más blanco,
como lo era igualmente la cebada y otros
cereales de que probablemente se
alimentan los habitantes. Estas casas, muy bellas y cubiertas de hermosas
maderas, eran muy blancas en el interior como si hubiesen sido albeadas con
yeso. Encontré igualmente un oratorio ó templo en el cual no había
absolutamente ninguna pintura ni adorno, tan sólo una estatua de piedra, representando
la imagen de un hombre con una bola en la mano y desnudo, con un delantal de
hojas de palma, que cubría las partes naturales, según la costumbre de los
habitantes; la que quitaron de allí y habiéndola embarcado, la transportaron á
Lisboa. Esta es la primera noticia que tenemos de los sacrilegios,
profanaciones y depredaciones llevadas a cabo por los cristianos contra la
ancestral Iglesia del Pueblo Guanche, de las muchas que tendrían lugar durante
el periodo de la guerra de invasión de las islas por parte de los europeos.
Esta isla está muy poblada y muy
cultivada, los habitantes recogen granos, trigo, frutas, sobre todo higos.
Comen el trigo y los cereales á la manera de los pájaros, reduciéndolos
enteramente á harina sin amasar ningún pan, y beben agua. «Al dejar esta isla,
los marineros que habían observado otras muchas á la distancia de ésta, como
unas cinco, diez, veinte y cuarenta millas, navegaron hacia una tercera, donde
no encontraron otra cosa sino árboles muy altos que se elevaban hasta las
nubes. Dirigiéndose desde allí á otra, la hallaron abundantemente provista de
arroyos y de aguas excelentes, teniendo además muchos bosques y palomas, que
mataban á palos y con piedras, y se las comían.
Dicen que son mayores que las
nuestras y su carne del mismo gusto ó quizás mejor. Vieron también muchos
halcones y otras aves de rapiña. No la atravesaron porque se presentaba
enteramente desierta. Desde allí percibieron también otra isla, donde había
altas rocas, la mayor parte del tiempo cubiertas de nubes; en ella son
frecuentes las lluvias, pero en tiempo sereno ofrece un aspecto encantador, y
la creían igualmente habitada».
«Después marcharon á otras muchas
islas, las unas habitadas, las otras enteramente desiertas, hasta el número de
trece; mientras así adelantaban, más encontraban, viéndose
el mar que las separa más
tranquilo que entre nosotros, con muy buenos fondeaderos, aunque tenían pocos
puertos; pero todas con abundancia de aguas. De las trece islas en donde
desembarcaron, hay cinco que hallaron habitadas y bien pobladas; pero no todas
lo estaban igualmente, teniendo unas más habitantes que otras».
Dícese también que se
diferenciaban tanto por el idioma, que de ninguna manera pueden entenderse unos
á otros, y además que no tienen ningún navío, ni ningún otro medio de venir á
dar los unos con los otros, sino á nado. Encontraron asimismo otra isla donde
no desembarcaron, puesto que en ella se manifestó una cosa sorprendente».
«Dicen, en efecto, que existe
allí una montaña de treinta mil pasos ó más, visible en ciertos tiempos desde
muy lejos, y en cuya cumbre se deja ver cierta cosa blanca; y como toda la
montaña es de roca, este blanco parece tener la forma de una ciudadela; pero
supone que en lugar de una ciudadela es una roca muy aguda en cuya cima estaría
un palo del tamaño casi del mástil de un navío, de donde pendería una verga con
una gran vela latina trazada en forma de escudo, inflada en su parte superior
por el viemo, y tendida en toda su longitud; luego parece bajarse poco á poco
del mismo modo que el mástil de los grandes buques; después se vuelve á
levantar, y de este modo continúa siempre, como lo han notado en todas las
situaciones, dando vuelta á la isla, y suponiendo que este prodigio era
producido por algún encanto mágico, no se atrevió á desembarcar en ella.
También han visto otras muchas cosas que el dicho Niccoloso no ha querido
contar. Sin embargo, parece que estas islas no son ricas, porque los
expedicionarios difícilmente han encontrado con que cubrir los gastos de los
víveres que les ha sido preciso sacar. Los cuatro hombres que han traído,
todavía imberbes, de hermosa figura, van todos desnudos: tienen una especie de
delantal formado de una cuerda que les ciñe la cintura, de donde cuelga una
cantidad de hilos de palma de junco, que tienen la longitud de palmo y medio ó
cuando mucho de dos palmos, con que se cubren por detrás y por delante, de
manera que ni el viento ni la casualidad los levantan.
Son incircuncisos, sus cabellos
de un rubio dorado, y llegando hasta el ombligo les cu-
bren las espaldas: caminan
siempre descalzos».
La isla de donde han sido traídos
se llama Canaria; encuéntrase más poblada que las otras; absolutamente nada
entienden de ningún otro idioma, aunque se les haya hablado en muchos
diferentes. Su talla no excede á la nuestra; son membrudos, bastante vigorosos
y muy advertidos, como se puede comprender. Se les habla por signos, responden
igualmente á la manera de los mudos.
Guardaban ciertas consideraciones
unos respecto de otros, y particularmente con uno de
ellos. Éste tenía una cota de
palma, al paso que la de los otros era de junco, pintada de
amarillo y de encarnado. Su canto
es dulce; su baile es análogo al de los franceses; son
vivos y alegres y más sociables
que muchos de los Españoles».
Después que se hubieron
embarcado, comieron higos y pan; éste les agradó, aunque jamás lo habían
probado; rehúsan completamente el vino y se contentan con el agua.
Comen igualmente el trigo y la
cebada á embozadas; el queso y las carnes, de que poseen una gran abundancia,
son de buena calidad; no tienen bueyes, ni camellos, ni asnos, pero si muchas
cabras, carneros y jabalíes salvajes. Se les hizo ver monedas de oro y de plata
y las desconocían. No comen absolutamente las especias de clase alguna.
Se les han enseñado collares de
oro, vasos cincelados, espadas, sables; pero ni dieron á conocer que los habían
visto jamás ni los han tenido. Aparentan una buena fe y una leahad muy grandes,
porque no se da de comer á uno, sin que antes de probarla, no haya distribuido
con los otros su ración en iguales porciones».
La institución del matrimonio
existe entre ellos, y las mujeres casadas llevan delantal como los hombres;
pero las doncellas van siempre desnudas sin manifestar vergüenza alguna».
Esta gente tiene como nosotros un
sistema de numeración, según el cual colocan
las unidades antes de las decenas
del modo siguiente:
1 Nait
2 Smetti
3 Ameloni
4 Acodetti
5 Simusetti
6 Sesetti
7 Sani
8 T amani
9 Alda-Morana
10 Marava
11 Nait-Marava
12 Smana-Marava
13 Amierat-Marava
14 Acodat-Marava
15 Simusat-Marava
16 Sesani-Marava, etc.
Hasta aquí llega el precioso
manuscrito de Bocaccio, que parece no estar completo porque se ve al dorso de
la página un blanco como para continuarlo.
Esta es la más completa
descripción que de la época anterior a invasión y conquista europea nos ha
quedado del Archipiélago, siendo tanto más digna de aprecio para el historiador
cuanto viene a confirmar las noticias que nos han conservado en sus memorias
los primeros cronistas europeos.
La claridad y presición del
relato, los pormenores que refiere, los datos que consigna, todo revela la
verdad y exactitud del piloto genovés y el crédito que merecen sus palabras.
Trece son las islas que contiene
el grupo, entre pobladas y desiertas, y ese es el número
que se encuentra en las notas de
Bocaccio. La primera isla que aborda la expedición portuguesa es al parecer la
de Fuerteventura, como lo prueba la extensión de su perímetro, la abundancia de
ganado cabrío y la recolección que se hizo de aceite de pescado que, según la
frase de Plinio, abundaba en sus costas y sobre el islote Lobos.
La segunda isla se halla tan
claramente designada que nunca hubiéramos dudado de su
Identidad, aunque no se la
nombrase; sólo nos maravilla que fuese ya tan generalmente conocida con el
nombre de Canaria, sin confundirla ron ninguna otra del grupo. Su estado de
civilización nos demuestra que con frecuencia tocaban en sus costas buques de
todas las naciones entonces comerciales, cuyo trato suavizaba sus costumbres e
introducía reformas en su agricultura e industria.
En la tercera isla queremos
reconocer el Hierro, con sus frondosos y espesos árboles que
se avecinan a las nubes, y en la
cuarta La Gomera ,
con sus frescas aguas corrientes y sus palomas de sabrosa carne. La Palma debe ser la isla de
elevadas cumbres donde la lluvia sin cesar caía y, Tenerife, aquella en que se
levantaba el monte en cuya cima estaba izado un mástil y una vela,
extendiéndose y plegándose alternativamente a impulsos del viento. Sabido es que
el Teide se hallaba entonces en ignición, y en ese estado la colun1na de humo
denso y negro que se escapaba del pico, subiendo al tiempo mismo en que una
nube blanca y torneada rodeaba el pan de azúcar, podía ciertamente ofrecer a la
vista de los inexpertos y atemorizados marinos un aspecto nuevo y sorprendente.
(Agustín Millares Torres; 1977, t. I: 155-60)
1342. Parte del
reino de Mallorca una expedición de mercaderes hacia las Islas Canarias. Los navegantes van a la
búsqueda de materias
tintóreas, esclavos, etc. El 16 de abril de ese año se firma en Palma de Mallorca una licencia en la que se autoriza a Francesc des Valers,
Pere Magre, Bartolomeu Giges
y otros socios y armadores a conquistar alguna de las islas recién descubiertas llamadas de la Fortuna.
1342 Abril 26.
Parte del reino de Mallorca una segunda expedición en la coca
bayonesa San Joan al mando
de Domingo Gual con destino a las Islas Canarias. Otras expediciones se repiten hasta
fines de siglo, partiendo en
unos casos de Mallorca v en otros de Barcelona.
1343.
"Escarmentado el Moro como alegre la Cristiandad del
castigo, la victoria de unos y de otros las pérdidas, procurando los aumentos
de la fe la Reina
doña Juana de Nápoles, que después de su abuelo Roberto en este año de 1343,
luego hizo donación del derecho que dice tenía a la conquista de las Islas
Fortunadas, y era suyo por donación del Papa á su abuelo, y por ella á su
sobrino don Luís de España y Cerda porque tenía larga noticia de dichas Islas
por un navío suyo que las aportó de Lancelot Mailesol napolitano que estuvo en
ellas de paz y trato y comercio en el año 1320, y por este tiempo las frecuentó
hasta el presente año de 1344 que el Papa Clemente VI le dio investidura y
luego Don Luís envió Armada a ellas".(Marín de Cubas, p 15).
1344. Mostrencas las Canarias, Clemente V, papa de Avignon, (Papa
de la secta católica Célebre por haber suprimido los templarios. Tras un
cónclave difícil, reunido en Perusa, que duró más de 11 meses, fue elegido papa
el arzobispo de Burdeos, Bertrand de Got (5 jun. 1305), que tomó el nombre de
Clemente V. Fijó la ceremonia de su coronación en Vienne, en tierras del
Imperio; pero, a instancias de Felipe I V el Hermoso, se celebró en la iglesia
de SaintJust, de Lyon, en tierra francesa, ante la presencia del referido
monarca (14 nov. 1305)., otorgó la investidura de Príncipe de las Fortunadas,
"in partibur Africae", con
la conquista de las islas y tierras "adyacentes", a Luís de la Cerda , sin más obligación
que la de convertir a los naturales, adoradores del Sol. Nieto de Fernando de la Cerda , el primogénito de
Alfonso X, a quien birló el trono Sancho IV, hijo de Alfonso de la Cerda y Mahalda de Francia,
Luis casó con Leonor de Guzmán, nacida del Guzmán el Bueno, que vino de Allén
Mar. Llevó en dote el Puerto de Santa María, comprado por el padre al almirante
Micer Benito Zacarías, con el cortijo del Alijar, tierra de pan llevar, uniendo
al puerto el grano, que había de llevar a la patria de origen. Muerto el
flamante príncipe y sus dos varones sin descendencia, el segundo ajusticiado,
por seguir prematuramente a Enrique de Trastamara, quedó por única heredera
Isabel de la Cerda. Y
vacas las Fortunadas. Lo estaban 1393, cuando Enrique III fletó en Sevilla
armada para las Canarias, probablemente a iniciativa de la reina Catalina, hija
de Juan de Gante y nieta de Enrique III de Inglaterra, el socio de Alfonso X,
en la cruzada de "Alléns Mar". (L.A. Toledo)
1344. De la armada que vino a Canaria. Se considera, a base de conyuctura: más bien
que por verdadera historia, que el año de 1344
llega a esta isla la armada de don Luís de la Cerda , conde de Talmond de
Francia, según lo que refiere en su historia Pedro IV, rey de España. Entonces
debieron de venir a canarias los mallorquines, a quienes los canarios se
vanagloriaban de haber vencido, según cuenta Francisco López de Cámara en la Historia de las Indias.
Se cree que los mallorquines que
vinieron con la armada de don Luís de la Cerda llevaban consigo muchos útiles para
construir y que, al desembarcar sin sospecha en la playa de Almenara, frente a
la ciudad de Telde, fueron capturados por la muchedumbre de isleños que
acudieron a la orilla, para oponerse a la entrada. Los demás soldados, que
habían quedado en la armada,
creyendo que los presos habían sido muertos o sin esperanza de libertad, dieron
vela a su nación, y no se sabe dónde fueron a parar, ni hasta ahora se ha
tenido de ellos noticia alguna.
Los mallorquines cautivos
hallaron en los canarios humanidad y buena voluntad; y se entendieron con ellos
tan prudentemente, que vivieron junto con ellos casi como si. fuesen naturales,
y más que unos amigos de fuera. Tuvieron de ellos tierras y ganado y mujeres,
con las que se casaron y tuvieron hijos. Ellos fabricaron la iglesia de Santa
Catalina Mártir, entre la ciudad y el puerto, la cual era cuidada por frailes
franciscanos que vinieron a 'predicar el Evangelio; y hicieron estatuas de
madera a la Virgen
y a Santa Catalina ya San Nicolás, pero tan mal hechas, que molesta el que se
deban contemplar, debajo de formas tan torpes, bellezas más que divinas.
También adoctrinaron a los canarios en todas sus cosas, tanto de gobierno como
en ritos y ceremonias que ellos hacían a Dios. Ello no obstante, no se sabe que
algún canario se haya bautizado; se cree, al contrario, que fue establecido por
los canarios que cada uno
vivise en su ley, y que no
consintieron que propagasen el Evangelio.
Pero con el tiempo, aumentando la
generación de los mallorquines, de modo que les parecía poder enfrentarse con
los isleños, empezaron a predicar el Evangelio ya querer cambiar las cosas de
éstos; y ellos (como todavía no había llegado el tiempo establecido por Dios
para su conversión), en cierta hora del día, (así como los sicilianos habían
hecho con los franceses), tomaron las armas y mataron a todos los mallorquines
ya los que habían nacido de ellos.
Los frailes franciscanos fueron
precipitados desde la altura de un monte, por lo cual todos juntos gozan hoy,
triunfadores, en el cielo, la palma del martirio. (Leonardo Tooriani; 1959:
117-19)
1344 Noviembre 4.
BULA del Papa de la secta
católica Clemente VI erigiendo las Islas Afortunadas en principado soberano,
feudatario de la Santa Sede ,
e instituyendo al Infante don Luís de la Cerda en Príncipe de la Fortuna.
«Clemente obispo, siervo de los
siervos de Dios, a nuestro querido hijo el noble Luis de España, Príncipe de la Fortuna : según como lo
pide la solicitud que se nos ha presentado de vuestra parte, existen en el
Océano, entre el Mediodía y el Occidente, unas islas, de las cuales se sabe que
las unas están habitadas y los otras deshabitadas, a todas las cuales se los
llama generalmente Afortunadas, aunque cada una tiene su denominación propia,
como se dirá abajo, y algunas otras islas adyacentes a éstas; también existe
cierta isla situada en el Mediterráneo. De todas estas islas, la pri-
mera se llama vulgarmente
Canaria, la segunda Ningaria, la tercera Pluviaria, la cuarta Capraria, la
quinta Junonia, la sexta Embronea, la sétima Atlántida, la octava de las
Hespérides, la novena Cernent, la
décima las Gorgonas y la que está en el Mediterráneo Goleta, y todas estas
dichas islas desconocen la fe de Cristo y la dominación de los
cristianos; para la exaltación de
la fe y honra del hombre cristiano, deseáis emplear vuestra persona y vuestros
bienes en la adquisición de todas las dichas islas, con tal que os sean
concedidas por Nos, según lo habéis manifestado y pedido humildemente, sobre
ellas el título y autoridad para vos y vuestros herederos y sucesores, tanto
varones como
hembras.
Nos, aprobando en consecuencia la
intención piadosa que manifestáis tener bajo este concepto, y deseando que la
fe ortodoxa se propague y florezca en aquellas islas, que el culto divino se
observe y que por mediación vuestra se extiendan los límites de la cristiandad,
acogiendo vuestra demanda para el honor de Dios, para vuestra salvación y
aumento de vuestros Estados en
virtud de la autoridad Apostólica, en nuestro nombre y en el de los Romanos
Pontífices, nuestros sucesores, y de la misma iglesia Romana, con acuerdo y
consentimiento de nuestros hermanos y en la plenitud de la autoridad
Apostólica, os concedemos y damos en feudo perpetuo en la manera, forma y tenor
y bajo las condiciones y convenciones contenidas en la presente, mientras no
haya cristiano alguno que pretenda tener especial derecho, todas las
supradichas islas y cada una de ellos con todos sus derechos y pertenencias,
alta y media justicia y toda cualquiera otra jurisdicción temporal, para vos y
vuestros herederos y sucesores, así varones como hembras, católicos y
legítimos, permaneciendo fieles a la Iglesia Romana ; y os investimos de hecho presente
del supradicho feudo, por el cetro de oro, dándoos igualmente a vos ya vuestros
herederos y sucesores, salvo, como se ha dicho, el derecho de otro, pleno y
libre poder de adquirir y poseer perpetuamente esas mismas islas, de acuñar
moneda de una o más clases y de ejercer en los propias islas, salva la
soberanía del Romano Pontífice sobre ellas, los derechos reales, con facultad
de levantar en todas y cada una de ellas iglesias y monasterios y dotarlos
convenientemente, reservando para vos y vuestros herederos y sucesores el
derecho de patronato como está permitido por las reglas canónicas.
Y a fin de que en virtud de la
concesión que os hemos hecho, seáis considerado con el título de más alta
dignidad, Nos, en virtud de la autoridad ya expresada, de parecer y
consentimiento de nuestros hermanos, os damos el Principado de dichas islas y
decretamos que seáis llamado Príncipe de la Fortuna , poniendo con nuestras manos so- bre
vuestra cabeza una corona de oro, en señal de que habéis adquirido el dicho
Principado y del aumento de vuestro honor, queriendo que vos y vuestros
herederos y sucesores en el mismo Principado, cualesquiera que sean, seáis en
adelante llamado príncipe de la
Fortuna ; de suerte que vos, en lo que os atañe, y vuestros
herederos y sucesores por vos mismo o por vuestros Procuradores legalmente
habilitados, seáis obligado a prestar reconocimiento, homenaje, pleno vasallaje
y juramento de fidelidad según la fórmula que será prescrita; que si acaeciere
por algún evento el que a falta de varones, la sucesión a dicho Principado toca
a una mujer soltera, ella habrá de casar con un católico fiel a la iglesia
Romana, después que haya pedido el parecer al Pontífice Romano.
Y además, vos y cualquiera otro
heredero vuestro y sucesores en el dicho Principado y por razón de éste,
pagaréis íntegramente cada año, el día de San Pedro y San Pablo,
al Pontífice Romano entonces
reinante, cualquiera que sea el lugar donde esté, y a la Iglesia Romana , o
igualmente, en caso de vacante de la Santa Silla , a la iglesia misma, cualquiera que
sea el punto donde se encuentre, dando al futuro Pontífice y según la parte que
toca al Colegio de la dicha iglesia, un censo de 400 florines de oro puro y
bueno, con el cuño y peso de Florencia, al pagamento de cuyo censo, según se
acaba de decir, vos y vuestros herederos y sucesores en el dicho Principado
estaréis obligados, etc., etc.». Dada en Aviñón, el 4 de noviembre de 1344;
FORMULA del juramento de fidelidad exigido al Príncipe de la Fortuna al tomar posesión
de las islas. «Yo, Luis de España, príncipe de la Fortuna , confieso y
reconozco que las islas abqeto expresadas, a saber: Canaria, Ningaria,
Pluviaria, Junonia, Embronea, Atlántica, de las Hespérides, Cernent, Gorgónida
y Goleta, con todos sus derechos y pertenencias, han sido concedidas por vos mi
Señor Clemente VI, Papa por la divina Providencia, en vuestro nombre y en el de
vuestros sucesores los Romanos Pontífices canónicamente elegidos y de la Iglesia Romana , en
feudo perpetuo a mí y mis sucesores católicos y legítimos y unidos a la Iglesia Romana , así
varones como hembras, y que yo las he recibido y las conservo mediante el censo
anual de 400 florines de oro puro y bueno del peso y cuño de Florencia, pagando
anualmente el dia de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, a vos mi señor
Clemente VI, Papa por la divina Providencia, y a vuestros sucesores y a la Iglesia Romana.
Por las cuales islas presto un pleno vasallaje a vos y a vuestros sucesores
canónicamente elegidos ya la
Santa Iglesia Romana. Yo seré desde hoy fiel y obediente a
San Pedro y a vos mi señor Clemente VI, Papa, ya vuestros sucesores
canónicamente elegidos y a la
Santa Iglesia Romana, etc., etc.». (En: A. Millares Torres,
1977 t. 3:333-4)
1344 Noviembre 15. La concesión del Papa de la secta
católica Clemente VI de las islas Canarias a
Don Luís de la Cerda ,
Un mes más tarde, le nombra rey del Archipiélago a con el título de
Príncipe de la Fortuna.
Luis de la
Cerda (era conocido en Francia como don Luis de España), de
abolengo castellano, biznieto de Alfonso X el Sabio, conde de Claramont
(Clermont), y almirante de Francia.
Esta concesión constituye una clara aplicación
de la vieja doctrina omni-insular. De
la Cerda se
apresta a conquistar las islas, y la autoridad papal le concede la investidura
a cambio del pago anual de un censo de 400 florines de oro, y del compromiso de promover
la evangelización de los guanches naturales de ellas tal como lo había pedido. El Drenario de San Pedro era el
tributo que el papado exigía de las islas en las cuáles, de acuerdo a la doctrina omni-insular, ejercía
jurisdicción. El drenario, exigido originalmente, sufrió alteraciones en su
naturaleza a través del medievo, siendo considerado limosna en unos momentos, y
verdadero tributo en otros (bien como diezmo o impuesto eclesiástico, o como
censo temporal), en palabras de
Weckmann.
En el mismo sentido, el papa Nicolás V confirma las
posesiones portuguesas frente a las costas africanas por medio de la bula Romanus Pontifex, en 1455. Los más
importantes descubrimientos portugueses son las Azores y Cabo Verde (utilizadas
más tarde como referencia de Alejandro VI para trazar la línea de partición),
cuya concesión es confirmada en la bula Inter
caetera de Calixto III en 1456.
1345. El rey Alfonso IV de Portugal, al recibir comunicación de la
bula, reclama la soberanía; en carta del 12 de febrero de 1345 expone que «praedictarum
insularum fuerunt prius nostri regnicolae inventores».
1345. El rey Alfonso XI de Castilla, al recibir comunicación de la
bula anterior, reclama la soberanía; en carta de Alcalá de Henares del 13 de
mayo de 1345 expone que la «acquisitio Regni Africae ad nos nostrumque jus
regium nullunque alium dinosci tur pertinere».
1345. Aborda la isla Titeroygatra en busca de esclavos el capitán
Álvaro Guerra y tomó posesión nominal de ella en nombre de Pedro IV de Castilla, dándole el nombre de
isla del Infante.
Sus convecinos los de
Fuerteventura llamábanla Torcusa; los naturales denominábanla
Titre-Roy-gatre. Sus habitantes eran
altos, enjutos de carnes, morenos y de rostro agradable; ágiles, sobrios,
andarines, hospitalarios y tan obsequiosos, que á los extranjeros de algún viso
les ofrecían sus propias mujeres. Estas eran de rostro alegre y ojos negros y
grandes, bastante vivarachas y muy enamoradas.
Vestían los hombres capas cortas
de pieles, á las que decían huruy, largas hasta las rodillas; envolvían sus
pies en cueros sujetos con correas, calzado que recibía el nombre de maho ó
maxo; adornaban sus cabezas con gorros de piel en forma de cono, al que
llamaban guapil. Un saco o mochila de cuero, harguy, usaban para viaje. Las
mujeres vestían una larga túnica hasta los pies, y encima un tamarco ó capa de
abrigo. Una tira de cuero teñida de Color encima del gorro y que se extendía á
su alrededor con tres plumas en la parte de la frente, adornaban sus cabezas.
Las armas consistían en macanas,
lanzas o tezeres y ganotz, garrotes.
Vivían en cuevas y casas por ellos
construidas, de piedras secas. Los matrimonios eran como en Gran Canaria. Antes
de casarse la cebaban con leche y gofio para que fuese digna de sus esposos.
Solían ofrecer las primicias al rey, siendo noble el hijo que se considerase
suyo.
Sus cadáveres eran envueltos en
pieles y enterrados, eran cubiertos de piedras -dolmen.
Adoraban á Guayaxeras -dios -en
sus efequenes formados de piedras en círculo yen su interior había una piedra
grande llamada Jayra. Hacían rogativas por falta de lluvias. Al Sol le decían
Ahío. Al mes, Cela. A la cabra, Chinguena. A la leche, Aho. Al cerdo, Ilfe. A
la cebada, Terrwmen, etc.
La medicina consistía en quemar
con fuego las heridas, untándolas con manteca de ganado después; en sangrías
practicadas con finos pedernales, y en cataplasmas que hacían con hojas
machacadas. Obtenían fuego, frotando un palo seco de espino, contra otro
estopiento de tabaiba.
Al ocupamos de los letreros
hallados en la isla del Hierro, dijimos que muchos de sus caracteres eran
idénticos á los usados por los chinos y japoneses, y hoy debemos añadir que
muchos antropólogos aseguran que las razas Cro-magnón, Guanche, Vasca y
Japonesa es una misma, pero ignoro si la lengua-madre de los guanches y sus
consiguientes dialectos tenían palabras de los Japoneses y Vascos, pues
únicamente se ha acreditado que los Vascos entienden sesenta palabras del
lenguaje Japonés. Mr. Bellesort llama la atención de que los japoneses creen
descender de la diosa "Sol" como primera emperatriz habida en el
Japón.
El padre Calancha hace observar,
que al conquistarse Méjico, hallaron en aquel imperio unos indios feroces, muy
semejantes en su físico, uso, costumbres é industria, á los guanches de las
islas Afortunadas, existiendo en la isla de Tenerife y en la villa de la Orotava un cerro, llamado
por los aborígenes Chichimani, y hace suponer conexión con los mejicanos
denominados Chichimecos.
El lenguaje de los indios de las
pampas Argentinas, ya hemos dicho que tiene ciertas relaciones léxicas con el
mejicano y el guanche. Asimismo existe gran identidad entre la antigua raza
guanchinesca y la actual que en estado medio salvaje puebla las numerosas islas
de la tierra del fuego y la
Patagonia , en la punta Sur de América.
Si las razas enumeradas tienen
tan gran afinidad entre sí, desde su constitución física, hasta sus usos,
costumbres, industria y creencias religiosas, pues todas admitían un Dios
superior y un principio del mal, dando culto al Sol, Bel ó Baal, -tanto las
razas descritas, como otras del viejo y nuevo mundo, ¿qué partes del globo
habitaban y cual fué la causa de diseminarse por la tierra? Solo existe una
explicación categórica y concluyente; la desaparición de las tierras
Atlántico-tricontinentales de que hemos hecho mención en la
nota del texto en su página 12
que hoy ampliamos con nuevos datos modernos.
Al efecto corrobora mis creencias
el sabio profesor de Filadelfia James Lindesay; pues dice que; hace diez mil
años estaban perfectamente unidas Asia y América; que el actual estrecho de
Behering y toda su comarca, tenía un clima distinto del de hoy, pues ha hallado
en Siberia grandes mamíferos y plantas fósiles, que solo podían vivir en climas
más bien cálidos que fríos; que la
Geología del litoral Americano concuerda perfectamente con el
litoral Asiático, como sucede con los litorales de España y Africa; que hay
abundancia de oro en la punta Americana y muchos otros signos que ha hallado,
que le confirman en su opinión de que había facilidad de comunicaciones entre
sí.
Otros sabios aseguran que los
Vascos y Japoneses habitaban esas mismas tierras polares y que estos últimos
llegaron atravesando la
Siberia , la
Mongolia y península de Corea, fijándose en las islas del hoy
Japón, bajando los Vascos por Europa hasta los Pirineos, donde se quedaron,
uniéndose después á los celtiveros.
Los demás que quedaron en la
parte Americana, como es consiguiente, emigraron hacia el interior de la hoy
América, huyendo de los primeros glaciares que rápidamente iban enfriando el
medio ambiente y tapizando la tierra polar con sus masas heladas.
¿Quién pudo introducir entre los
canarios el culto de Bel? Opino que las caravanas comerciales que
constantemente salían de la primitiva Babilonia, apenas fundada, cuya fecha
pasa de veinte mil años, estando aún libre la península Africano-canariense.
Las excavaciones practicadas hace poco en el templo de Nippur ó Calneh -antiguo
Kengi ó Babilonia, que significa tierra de canales y cañas -han dado por
resultado averiguar que cinco veces fué arruinada la ciudad y sus templos y
otras tantas reedificada, incluso los templos, y éstos han sido escavados y han
hallado, el primero de la era cristiana, el segundo construido 600 años antes
de Jesucristo en tiempo del Rey Ashurbanapal cuya terminación es palabra
guanche; -unos pasos más abajo se ven ruinas del tiempo del rey Kdashman-Turgh
de 1400 años A.C. La plataforma que sigue fue edificada en tiempo del Rey
Ur-gur; siglos antes de nacer el patriarca Abrahan; otra plataforma se halla
más abajo, de tiempo de los reyes Sargón I y Narin-sin, cuyo nombre se halla
esculpido en los ladrillos; siendo el Sargón Rey 3800 años A. C., y por último
en el fondo de un gran pozo se ven los escombros del emplazamiento de la
primitiva Calneh ó Nippur, con fragmentos de urnas, arcos y altares,
construidos hace 4500 años antes de Jesucristo. Es
decir son las ruinas de obras de
hombres que trabajaron hace 7000 años. En cada capa se han hallado millares de
tablillas de barro arcilloso con escritos, relatando historia, religión,
cuentas, diccionarios, cronología, documentos comerciales, hechos guerreros,
etc., cuyo contenido parece que traducen los antiguos con suma habilidad.
Pregunto yo ¿cuántos millares de
años tendrán los letreros grabados en la lava volcánica del Hierro, de la cueva
de Belmaco y otros de las islas Canarias, cuando ningún sabio los ha podido aún
descifrar por completo? ¿Las tablillas ó pinturas de barro de Gran Canaria
tendrán su traducción?
Los objetos hallados en dichas
ruinas consistentes en alhajas de plata, oro y pedrería, ataudes hechos de yeso
medio quemado, con tapas de una especie de vidrio verdoso, tuberías de barro,
objetos de tierra cocida, cerámica pintada, grabados con buril en vasos de
piedra, arcos, etcétera, demuestra sucesión de progreso de miles de años
anteriores á las ruinas y por lo tanto identidad de ambiciones que las
nuestras; teniendo ya industria y comercio por lo que ya eran razas muy
civilizadas.
Los guanches de alguna isla,
tenían un débil reflejo de una antigua civilización, pero otros solo la
rudimentaria del hombre de la edad de la piedra y la madera. ¿De dónde procedía
su débil civilización? No es fácil la contestación: pues no puede probarse que
estuvieron en relaciones directas con pueblos cultos, porque ningún objeto de
arte de éstos, se ha podido hallar en los antros de sus cuevas-moradas ni en
las excavaciones hechas para cimentar edificios. (Cipriano de Arribas y
Sánchez; 1993:278-81)
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