miércoles, 29 de octubre de 2014

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA: UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS



                            DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XIV



CAPITULO II:




Eduardo Pedro García Rodríguez

1341 Julio. Emmanuele Pesagno y Niccoloso da Recco, genoveses, y Angiolino del Tegghia de Corbizz, florentino, en julio de 1341 hacen un viaje de reconocimiento de las islas en una expedición de tres carabelas enviada por Alfonso IV de Portugal. Contaron trece islas. Volvieron con despojos y con varios indígenas hechos  esclavos.
                              
Llegaron á Florencia cartas de comerciantes florentinos establecidos en la ciudad de Sevilla, fechadas el 15 de Noviembre de dicho año, y que contienen lo que vamos a manifestar en seguida».

«Dicen, pues, que el primero de Julio de este año, dos navíos equipados por el rey de Portugal con todas las provisiones necesarias para una travesía, yendo con ellos una pe- queña embarcación armada y tripulada por Florentinos, Genoveses, Castellanos y otros Españoles, se dieron á la vela desde la ciudad de Lisboa y se dirigieron hacia la alta mar, llevando además caballos, armas y otras máquinas de guerra, para la toma de las ciudades y castillos, en busca de las islas, que se dice vulgarmente haber sido encontradas, en las que desembarcaron, auxiliados de un viento favorable, después de cinco dias de navegación; y que al fin volvieron á su país en el mes de Noviembre trayendo lo que sigue: Cuatro hombres, habitantes de aquellas islas, y á más muchas pieles de machos cabríos y cabras, sebo, aceite de pescado, despojos de focas, madera de un color rojo semejante á la del Brasil, aunque los que la conocen niegan que sea de aquella; además, cortezas de árboles para teñir igualmente de encarnado, como asimismo tierra roja y otras cosas semejantes».

«El genovés Niccoloso da Recco, uno de los pilotos, respondió á las preguntas que se le hacían, diciendo, que desde la ciudad de Sevilla hasta las islas predichas, había como novecientas millas; pero que desde el punto llamado hoy Cabo de San Vicente, están mucho menos distantes del continente. Que la primera de estas islas exploradas era enteramente pedregosa y salvaje, abundando no obstante en cabras y otros animales, así como en hombres y mujeres desnudos, de un aspecto y costumbres feroces; añadió, que él y sus compañeros tomaron la mayor porción de pieles y sebo, sin atreverse á internarse mucho en la isla. Que pasando á otra isla más grande que la anterior, vieron venir hacia ellos en la playa multitud de gente, tanto hombres como mujeres, todos casi desnudos; entre éstos, algunos que parecían superiores á los otros, estaban cubiertos de pieles de cabras pintadas de amarillo y encarnado, y según podía juzgarse de lejos, estas pieles eran finas y delicadas y estaban artísticamente cosidas con cuerdas de tripa, y á lo que debía conjeturarse por sus actos parecían tener un jefe al cual manifestaban todos cierto respeto y obediencia. Estas gentes significaban el deseo de comunicar con los que estaban en los barcos y prolongar su morada.

Habiéndose separado algunos botes de los navíos para acercarse á la playa, como nadie entendía el idioma de los indígenas, nadie se adelantó tampoco á desembarcar; su lenguaje, dicen, es bastante dulce y vivo como el italiano.

Viendo que de los buques ninguno desembarcaba, algunos se empeñaron en llegar á nado hasta ellos: los tomaron, y éstos fueron los que llevaron consigo. En fin, viendo los marineros que nada útil podían sacar de allí, se dieron á la vela, y costeando la isla la encontraron mucho mejor cultivada en el Norte que en el Sur; vieron numerosas habitaciones, higueras y otros árboles, palmas estériles, coles y legumbres.

Desembarcaron en seguida veinte y cinco marineros armados, los cuales yendo á examinar qué especie de gentes habitaba aquellas casas, encontraron unos treinta hombres desnudos enteramente, que huyeron á su vista espantados al aspecto de las armas. Entrando otros en las casas, notaron que estaban fabricadas de piedras cuadradas, labradas con gran artificio y cubiertas de grandes y hermosas maderas. Encontrando las puertas cerradas y queriendo ver el interior, las rompieron con piedras, lo que irritó á los fugitivos cuyos gritos retumbaban por todo el aire. Después de haber así roto las puertas, entraron en casi todas las casas, donde encontraron higos pasados en cestos de palma, tan buenos como los de Cesena, y trigo más hermoso que el nuestro, siendo este grano más largo, más abultado y más blanco, como lo era igualmente la cebada y otros
cereales de que probablemente se alimentan los habitantes. Estas casas, muy bellas y cubiertas de hermosas maderas, eran muy blancas en el interior como si hubiesen sido albeadas con yeso. Encontré igualmente un oratorio ó templo en el cual no había absolutamente ninguna pintura ni adorno, tan sólo una estatua de piedra, representando la imagen de un hombre con una bola en la mano y desnudo, con un delantal de hojas de palma, que cubría las partes naturales, según la costumbre de los habitantes; la que quitaron de allí y habiéndola embarcado, la transportaron á Lisboa. Esta es la primera noticia que tenemos de los sacrilegios, profanaciones y depredaciones llevadas a cabo por los cristianos contra la ancestral Iglesia del Pueblo Guanche, de las muchas que tendrían lugar durante el periodo de la guerra de invasión de las islas por parte de los europeos.

Esta isla está muy poblada y muy cultivada, los habitantes recogen granos, trigo, frutas, sobre todo higos. Comen el trigo y los cereales á la manera de los pájaros, reduciéndolos enteramente á harina sin amasar ningún pan, y beben agua. «Al dejar esta isla, los marineros que habían observado otras muchas á la distancia de ésta, como unas cinco, diez, veinte y cuarenta millas, navegaron hacia una tercera, donde no encontraron otra cosa sino árboles muy altos que se elevaban hasta las nubes. Dirigiéndose desde allí á otra, la hallaron abundantemente provista de arroyos y de aguas excelentes, teniendo además muchos bosques y palomas, que mataban á palos y con piedras, y se las comían.

Dicen que son mayores que las nuestras y su carne del mismo gusto ó quizás mejor. Vieron también muchos halcones y otras aves de rapiña. No la atravesaron porque se presentaba enteramente desierta. Desde allí percibieron también otra isla, donde había altas rocas, la mayor parte del tiempo cubiertas de nubes; en ella son frecuentes las lluvias, pero en tiempo sereno ofrece un aspecto encantador, y la creían igualmente habitada».

«Después marcharon á otras muchas islas, las unas habitadas, las otras enteramente desiertas, hasta el número de trece; mientras así adelantaban, más encontraban, viéndose
el mar que las separa más tranquilo que entre nosotros, con muy buenos fondeaderos, aunque tenían pocos puertos; pero todas con abundancia de aguas. De las trece islas en donde desembarcaron, hay cinco que hallaron habitadas y bien pobladas; pero no todas lo estaban igualmente, teniendo unas más habitantes que otras».

Dícese también que se diferenciaban tanto por el idioma, que de ninguna manera pueden entenderse unos á otros, y además que no tienen ningún navío, ni ningún otro medio de venir á dar los unos con los otros, sino á nado. Encontraron asimismo otra isla donde no desembarcaron, puesto que en ella se manifestó una cosa sorprendente».

«Dicen, en efecto, que existe allí una montaña de treinta mil pasos ó más, visible en ciertos tiempos desde muy lejos, y en cuya cumbre se deja ver cierta cosa blanca; y como toda la montaña es de roca, este blanco parece tener la forma de una ciudadela; pero supone que en lugar de una ciudadela es una roca muy aguda en cuya cima estaría un palo del tamaño casi del mástil de un navío, de donde pendería una verga con una gran vela latina trazada en forma de escudo, inflada en su parte superior por el viemo, y tendida en toda su longitud; luego parece bajarse poco á poco del mismo modo que el mástil de los grandes buques; después se vuelve á levantar, y de este modo continúa siempre, como lo han notado en todas las situaciones, dando vuelta á la isla, y suponiendo que este prodigio era producido por algún encanto mágico, no se atrevió á desembarcar en ella. También han visto otras muchas cosas que el dicho Niccoloso no ha querido contar. Sin embargo, parece que estas islas no son ricas, porque los expedicionarios difícilmente han encontrado con que cubrir los gastos de los víveres que les ha sido preciso sacar. Los cuatro hombres que han traído, todavía imberbes, de hermosa figura, van todos desnudos: tienen una especie de delantal formado de una cuerda que les ciñe la cintura, de donde cuelga una cantidad de hilos de palma de junco, que tienen la longitud de palmo y medio ó cuando mucho de dos palmos, con que se cubren por detrás y por delante, de manera que ni el viento ni la casualidad los levantan.

Son incircuncisos, sus cabellos de un rubio dorado, y llegando hasta el ombligo les cu-
bren las espaldas: caminan siempre descalzos».

La isla de donde han sido traídos se llama Canaria; encuéntrase más poblada que las otras; absolutamente nada entienden de ningún otro idioma, aunque se les haya hablado en muchos diferentes. Su talla no excede á la nuestra; son membrudos, bastante vigorosos y muy advertidos, como se puede comprender. Se les habla por signos, responden igualmente á la manera de los mudos.

Guardaban ciertas consideraciones unos respecto de otros, y particularmente con uno de
ellos. Éste tenía una cota de palma, al paso que la de los otros era de junco, pintada de
amarillo y de encarnado. Su canto es dulce; su baile es análogo al de los franceses; son
vivos y alegres y más sociables que muchos de los Españoles».

Después que se hubieron embarcado, comieron higos y pan; éste les agradó, aunque jamás lo habían probado; rehúsan completamente el vino y se contentan con el agua.

Comen igualmente el trigo y la cebada á embozadas; el queso y las carnes, de que poseen una gran abundancia, son de buena calidad; no tienen bueyes, ni camellos, ni asnos, pero si muchas cabras, carneros y jabalíes salvajes. Se les hizo ver monedas de oro y de plata y las desconocían. No comen absolutamente las especias de clase alguna.

Se les han enseñado collares de oro, vasos cincelados, espadas, sables; pero ni dieron á conocer que los habían visto jamás ni los han tenido. Aparentan una buena fe y una leahad muy grandes, porque no se da de comer á uno, sin que antes de probarla, no haya distribuido con los otros su ración en iguales porciones».

La institución del matrimonio existe entre ellos, y las mujeres casadas llevan delantal como los hombres; pero las doncellas van siempre desnudas sin manifestar vergüenza alguna».

Esta gente tiene como nosotros un sistema de numeración, según el cual colocan
las unidades antes de las decenas del modo siguiente:

1 Nait
2 Smetti
3 Ameloni
4 Acodetti
5 Simusetti
6 Sesetti
7 Sani
8 T amani
9 Alda-Morana
10 Marava
11 Nait-Marava
12 Smana-Marava
13 Amierat-Marava
14 Acodat-Marava
15 Simusat-Marava
16 Sesani-Marava, etc.

Hasta aquí llega el precioso manuscrito de Bocaccio, que parece no estar completo porque se ve al dorso de la página un blanco como para continuarlo.

Esta es la más completa descripción que de la época anterior a invasión y conquista europea nos ha quedado del Archipiélago, siendo tanto más digna de aprecio para el historiador cuanto viene a confirmar las noticias que nos han conservado en sus memorias los primeros cronistas europeos.

La claridad y presición del relato, los pormenores que refiere, los datos que consigna, todo revela la verdad y exactitud del piloto genovés y el crédito que merecen sus palabras.

Trece son las islas que contiene el grupo, entre pobladas y desiertas, y ese es el número
que se encuentra en las notas de Bocaccio. La primera isla que aborda la expedición portuguesa es al parecer la de Fuerteventura, como lo prueba la extensión de su perímetro, la abundancia de ganado cabrío y la recolección que se hizo de aceite de pescado que, según la frase de Plinio, abundaba en sus costas y sobre el islote Lobos.

La segunda isla se halla tan claramente designada que nunca hubiéramos dudado de su
Identidad, aunque no se la nombrase; sólo nos maravilla que fuese ya tan generalmente conocida con el nombre de Canaria, sin confundirla ron ninguna otra del grupo. Su estado de civilización nos demuestra que con frecuencia tocaban en sus costas buques de todas las naciones entonces comerciales, cuyo trato suavizaba sus costumbres e introducía reformas en su agricultura e industria.

En la tercera isla queremos reconocer el Hierro, con sus frondosos y espesos árboles que
se avecinan a las nubes, y en la cuarta La Gomera, con sus frescas aguas corrientes y sus palomas de sabrosa carne. La Palma debe ser la isla de elevadas cumbres donde la lluvia sin cesar caía y, Tenerife, aquella en que se levantaba el monte en cuya cima estaba izado un mástil y una vela, extendiéndose y plegándose alternativamente a impulsos del viento. Sabido es que el Teide se hallaba entonces en ignición, y en ese estado la colun1na de humo denso y negro que se escapaba del pico, subiendo al tiempo mismo en que una nube blanca y torneada rodeaba el pan de azúcar, podía ciertamente ofrecer a la vista de los inexpertos y atemorizados marinos un aspecto nuevo y sorprendente. (Agustín Millares Torres; 1977, t. I: 155-60)
1342. Parte del reino de Mallorca una expedición de mercaderes hacia las Islas Canarias. Los navegantes van a la búsqueda de materias tintóreas, esclavos, etc. El 16 de abril de ese año se firma en Palma de Mallorca una licencia en la que se autoriza a Francesc des Valers, Pere Magre, Bartolomeu Giges y otros socios y armadores a conquistar alguna de las islas recién descubiertas llamadas de la Fortuna.
1342 Abril 26. Parte del reino de  Mallorca una segunda expedición en la coca bayonesa San Joan al mando de Domingo Gual con destino a las Islas Canarias. Otras expediciones se repiten hasta fines de siglo, partiendo en unos casos de Mallorca v en otros de Barcelona.
1343. "Escarmentado el Moro como alegre la Cristiandad del castigo, la victoria de unos y de otros las pérdidas, procurando los aumentos de la fe la Reina doña Juana de Nápoles, que después de su abuelo Roberto en este año de 1343, luego hizo donación del derecho que dice tenía a la conquista de las Islas Fortunadas, y era suyo por donación del Papa á su abuelo, y por ella á su sobrino don Luís de España y Cerda porque tenía larga noticia de dichas Islas por un navío suyo que las aportó de Lancelot Mailesol napolitano que estuvo en ellas de paz y trato y comercio en el año 1320, y por este tiempo las frecuentó hasta el presente año de 1344 que el Papa Clemente VI le dio investidura y luego Don Luís envió Armada a ellas".(Marín de Cubas, p 15).
1344. Mostrencas las Canarias, Clemente V, papa de Avignon, (Papa de la secta católica Célebre por haber suprimido los templarios. Tras un cónclave difícil, reunido en Perusa, que duró más de 11 meses, fue elegido papa el arzobispo de Burdeos, Bertrand de Got (5 jun. 1305), que tomó el nombre de Clemente V. Fijó la ceremonia de su coronación en Vienne, en tierras del Imperio; pero, a instancias de Felipe I V el Hermoso, se celebró en la iglesia de SaintJust, de Lyon, en tierra francesa, ante la presencia del referido monarca (14 nov. 1305)., otorgó la investidura de Príncipe de las Fortunadas, "in partibur Africae", con la conquista de las islas y tierras "adyacentes", a Luís de la Cerda, sin más obligación que la de convertir a los naturales, adoradores del Sol. Nieto de Fernando de la Cerda, el primogénito de Alfonso X, a quien birló el trono Sancho IV, hijo de Alfonso de la Cerda y Mahalda de Francia, Luis casó con Leonor de Guzmán, nacida del Guzmán el Bueno, que vino de Allén Mar. Llevó en dote el Puerto de Santa María, comprado por el padre al almirante Micer Benito Zacarías, con el cortijo del Alijar, tierra de pan llevar, uniendo al puerto el grano, que había de llevar a la patria de origen. Muerto el flamante príncipe y sus dos varones sin descendencia, el segundo ajusticiado, por seguir prematuramente a Enrique de Trastamara, quedó por única heredera Isabel de la Cerda. Y vacas las Fortunadas. Lo estaban 1393, cuando Enrique III fletó en Sevilla armada para las Canarias, probablemente a iniciativa de la reina Catalina, hija de Juan de Gante y nieta de Enrique III de Inglaterra, el socio de Alfonso X, en la cruzada de "Alléns Mar". (L.A. Toledo)

1344. De la armada que vino a Canaria.  Se considera, a base de conyuctura: más bien que por verdadera historia, que el año de 1344  llega a esta isla la armada de don Luís de la Cerda, conde de Talmond de Francia, según lo que refiere en su historia Pedro IV, rey de España. Entonces debieron de venir a canarias los mallorquines, a quienes los canarios se vanagloriaban de haber vencido, según cuenta Francisco López de Cámara en la Historia de las Indias.

Se cree que los mallorquines que vinieron con la armada de don Luís de la Cerda llevaban consigo muchos útiles para construir y que, al desembarcar sin sospecha en la playa de Almenara, frente a la ciudad de Telde, fueron capturados por la muchedumbre de isleños que acudieron a la orilla, para oponerse a la entrada. Los demás soldados, que
habían quedado en la armada, creyendo que los presos habían sido muertos o sin esperanza de libertad, dieron vela a su nación, y no se sabe dónde fueron a parar, ni hasta ahora se ha tenido de ellos noticia alguna.

Los mallorquines cautivos hallaron en los canarios humanidad y buena voluntad; y se entendieron con ellos tan prudentemente, que vivieron junto con ellos casi como si. fuesen naturales, y más que unos amigos de fuera. Tuvieron de ellos tierras y ganado y mujeres, con las que se casaron y tuvieron hijos. Ellos fabricaron la iglesia de Santa Catalina Mártir, entre la ciudad y el puerto, la cual era cuidada por frailes franciscanos que vinieron a 'predicar el Evangelio; y hicieron estatuas de madera a la Virgen y a Santa Catalina ya San Nicolás, pero tan mal hechas, que molesta el que se deban contemplar, debajo de formas tan torpes, bellezas más que divinas. También adoctrinaron a los canarios en todas sus cosas, tanto de gobierno como en ritos y ceremonias que ellos hacían a Dios. Ello no obstante, no se sabe que algún canario se haya bautizado; se cree, al contrario, que fue establecido por los canarios que cada uno
vivise en su ley, y que no consintieron que propagasen el Evangelio.

Pero con el tiempo, aumentando la generación de los mallorquines, de modo que les parecía poder enfrentarse con los isleños, empezaron a predicar el Evangelio ya querer cambiar las cosas de éstos; y ellos (como todavía no había llegado el tiempo establecido por Dios para su conversión), en cierta hora del día, (así como los sicilianos habían hecho con los franceses), tomaron las armas y mataron a todos los mallorquines ya los que habían nacido de ellos.

Los frailes franciscanos fueron precipitados desde la altura de un monte, por lo cual todos juntos gozan hoy, triunfadores, en el cielo, la palma del martirio. (Leonardo Tooriani; 1959: 117-19)

1344 Noviembre 4.

BULA del Papa de la secta católica Clemente VI erigiendo las Islas Afortunadas en principado soberano, feudatario de la Santa Sede, e instituyendo al Infante don Luís de la Cerda en Príncipe de la Fortuna.

«Clemente obispo, siervo de los siervos de Dios, a nuestro querido hijo el noble Luis de España, Príncipe de la Fortuna: según como lo pide la solicitud que se nos ha presentado de vuestra parte, existen en el Océano, entre el Mediodía y el Occidente, unas islas, de las cuales se sabe que las unas están habitadas y los otras deshabitadas, a todas las cuales se los llama generalmente Afortunadas, aunque cada una tiene su denominación propia, como se dirá abajo, y algunas otras islas adyacentes a éstas; también existe cierta isla situada en el Mediterráneo. De todas estas islas, la pri-
mera se llama vulgarmente Canaria, la segunda Ningaria, la tercera Pluviaria, la cuarta Capraria, la quinta Junonia, la sexta Embronea, la sétima Atlántida, la octava de las
Hespérides, la novena Cernent, la décima las Gorgonas y la que está en el Mediterráneo Goleta, y todas estas dichas islas desconocen la fe de Cristo y la dominación de los
cristianos; para la exaltación de la fe y honra del hombre cristiano, deseáis emplear vuestra persona y vuestros bienes en la adquisición de todas las dichas islas, con tal que os sean concedidas por Nos, según lo habéis manifestado y pedido humildemente, sobre ellas el título y autoridad para vos y vuestros herederos y sucesores, tanto varones como
hembras.

Nos, aprobando en consecuencia la intención piadosa que manifestáis tener bajo este concepto, y deseando que la fe ortodoxa se propague y florezca en aquellas islas, que el culto divino se observe y que por mediación vuestra se extiendan los límites de la cristiandad, acogiendo vuestra demanda para el honor de Dios, para vuestra salvación y
aumento de vuestros Estados en virtud de la autoridad Apostólica, en nuestro nombre y en el de los Romanos Pontífices, nuestros sucesores, y de la misma iglesia Romana, con acuerdo y consentimiento de nuestros hermanos y en la plenitud de la autoridad Apostólica, os concedemos y damos en feudo perpetuo en la manera, forma y tenor y bajo las condiciones y convenciones contenidas en la presente, mientras no haya cristiano alguno que pretenda tener especial derecho, todas las supradichas islas y cada una de ellos con todos sus derechos y pertenencias, alta y media justicia y toda cualquiera otra jurisdicción temporal, para vos y vuestros herederos y sucesores, así varones como hembras, católicos y legítimos, permaneciendo fieles a la Iglesia Romana; y os investimos de hecho presente del supradicho feudo, por el cetro de oro, dándoos igualmente a vos ya vuestros herederos y sucesores, salvo, como se ha dicho, el derecho de otro, pleno y libre poder de adquirir y poseer perpetuamente esas mismas islas, de acuñar moneda de una o más clases y de ejercer en los propias islas, salva la soberanía del Romano Pontífice sobre ellas, los derechos reales, con facultad de levantar en todas y cada una de ellas iglesias y monasterios y dotarlos convenientemente, reservando para vos y vuestros herederos y sucesores el derecho de patronato como está permitido por las reglas canónicas.

Y a fin de que en virtud de la concesión que os hemos hecho, seáis considerado con el título de más alta dignidad, Nos, en virtud de la autoridad ya expresada, de parecer y consentimiento de nuestros hermanos, os damos el Principado de dichas islas y decretamos que seáis llamado Príncipe de la Fortuna, poniendo con nuestras manos so- bre vuestra cabeza una corona de oro, en señal de que habéis adquirido el dicho Principado y del aumento de vuestro honor, queriendo que vos y vuestros herederos y sucesores en el mismo Principado, cualesquiera que sean, seáis en adelante llamado príncipe de la Fortuna; de suerte que vos, en lo que os atañe, y vuestros herederos y sucesores por vos mismo o por vuestros Procuradores legalmente habilitados, seáis obligado a prestar reconocimiento, homenaje, pleno vasallaje y juramento de fidelidad según la fórmula que será prescrita; que si acaeciere por algún evento el que a falta de varones, la sucesión a dicho Principado toca a una mujer soltera, ella habrá de casar con un católico fiel a la iglesia Romana, después que haya pedido el parecer al Pontífice Romano.

Y además, vos y cualquiera otro heredero vuestro y sucesores en el dicho Principado y por razón de éste, pagaréis íntegramente cada año, el día de San Pedro y San Pablo,
al Pontífice Romano entonces reinante, cualquiera que sea el lugar donde esté, y a la Iglesia Romana, o igualmente, en caso de vacante de la Santa Silla, a la iglesia misma, cualquiera que sea el punto donde se encuentre, dando al futuro Pontífice y según la parte que toca al Colegio de la dicha iglesia, un censo de 400 florines de oro puro y bueno, con el cuño y peso de Florencia, al pagamento de cuyo censo, según se acaba de decir, vos y vuestros herederos y sucesores en el dicho Principado estaréis obligados, etc., etc.». Dada en Aviñón, el 4 de noviembre de 1344;

FORMULA del juramento de fidelidad exigido al Príncipe de la Fortuna al tomar posesión de las islas. «Yo, Luis de España, príncipe de la Fortuna, confieso y reconozco que las islas abqeto expresadas, a saber: Canaria, Ningaria, Pluviaria, Junonia, Embronea, Atlántica, de las Hespérides, Cernent, Gorgónida y Goleta, con todos sus derechos y pertenencias, han sido concedidas por vos mi Señor Clemente VI, Papa por la divina Providencia, en vuestro nombre y en el de vuestros sucesores los Romanos Pontífices canónicamente elegidos y de la Iglesia Romana, en feudo perpetuo a mí y mis sucesores católicos y legítimos y unidos a la Iglesia Romana, así varones como hembras, y que yo las he recibido y las conservo mediante el censo anual de 400 florines de oro puro y bueno del peso y cuño de Florencia, pagando anualmente el dia de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, a vos mi señor Clemente VI, Papa por la divina Providencia, y a vuestros sucesores y a la Iglesia Romana. Por las cuales islas presto un pleno vasallaje a vos y a vuestros sucesores canónicamente elegidos ya la Santa Iglesia Romana. Yo seré desde hoy fiel y obediente a San Pedro y a vos mi señor Clemente VI, Papa, ya vuestros sucesores canónicamente elegidos y a la Santa Iglesia Romana, etc., etc.». (En: A. Millares Torres, 1977 t. 3:333-4)
1344 Noviembre 15. La concesión del Papa de la secta católica Clemente VI de las islas Canarias a  Don Luís de la Cerda, Un mes más tarde, le nombra rey del Archipiélago a con el título de Príncipe de la Fortuna. Luis de la Cerda (era conocido en Francia como don Luis de España), de abolengo castellano, biznieto de Alfonso X el Sabio, conde de Claramont (Clermont), y almirante de Francia.
Esta concesión constituye una clara aplicación de la vieja doctrina omni-insular. De la Cerda se apresta a conquistar las islas, y la autoridad papal le concede la investidura a cambio del pago anual de un censo de 400 florines de oro, y del compromiso de promover la evangelización de los guanches naturales de ellas tal como lo había pedido. El Drenario de San Pedro era el tributo que el papado exigía de las islas en las cuáles, de acuerdo a la doctrina omni-insular, ejercía jurisdicción. El drenario, exigido originalmente, sufrió alteraciones en su naturaleza a través del medievo, siendo considerado limosna en unos momentos, y verdadero tributo en otros (bien como diezmo o impuesto eclesiástico, o como censo temporal),  en palabras de Weckmann.
En el mismo sentido, el papa Nicolás V confirma las posesiones portuguesas frente a las costas africanas por medio de la bula Romanus Pontifex, en 1455. Los más importantes descubrimientos portugueses son las Azores y Cabo Verde (utilizadas más tarde como referencia de Alejandro VI para trazar la línea de partición), cuya concesión es confirmada en la bula Inter caetera de Calixto III en 1456.
1345. El rey Alfonso IV de Portugal, al recibir comunicación de la bula, reclama la soberanía; en carta del 12 de febrero de 1345 expone que «praedictarum insularum fuerunt prius nostri regnicolae inventores».

1345. El rey Alfonso XI de Castilla, al recibir comunicación de la bula anterior, reclama la soberanía; en carta de Alcalá de Henares del 13 de mayo de 1345 expone que la «acquisitio Regni Africae ad nos nostrumque jus regium nullunque alium dinosci tur pertinere».

1345. Aborda la isla Titeroygatra en busca de esclavos el capitán Álvaro Guerra y tomó posesión nominal de ella en nombre de  Pedro IV de Castilla, dándole el nombre de isla del Infante.

Sus convecinos los de Fuerteventura llamábanla Torcusa; los naturales denominábanla Titre-Roy-gatre.  Sus habitantes eran altos, enjutos de carnes, morenos y de rostro agradable; ágiles, sobrios, andarines, hospitalarios y tan obsequiosos, que á los extranjeros de algún viso les ofrecían sus propias mujeres. Estas eran de rostro alegre y ojos negros y grandes, bastante vivarachas y muy enamoradas.

Vestían los hombres capas cortas de pieles, á las que decían huruy, largas hasta las rodillas; envolvían sus pies en cueros sujetos con correas, calzado que recibía el nombre de maho ó maxo; adornaban sus cabezas con gorros de piel en forma de cono, al que llamaban guapil. Un saco o mochila de cuero, harguy, usaban para viaje. Las mujeres vestían una larga túnica hasta los pies, y encima un tamarco ó capa de abrigo. Una tira de cuero teñida de Color encima del gorro y que se extendía á su alrededor con tres plumas en la parte de la frente, adornaban sus cabezas.

Las armas consistían en macanas, lanzas o tezeres y ganotz, garrotes.

Vivían en cuevas y casas por ellos construidas, de piedras secas. Los matrimonios eran como en Gran Canaria. Antes de casarse la cebaban con leche y gofio para que fuese digna de sus esposos. Solían ofrecer las primicias al rey, siendo noble el hijo que se considerase suyo.

Sus cadáveres eran envueltos en pieles y enterrados, eran cubiertos de piedras -dolmen.
Adoraban á Guayaxeras -dios -en sus efequenes formados de piedras en círculo yen su interior había una piedra grande llamada Jayra. Hacían rogativas por falta de lluvias. Al Sol le decían Ahío. Al mes, Cela. A la cabra, Chinguena. A la leche, Aho. Al cerdo, Ilfe. A la cebada, Terrwmen, etc.

La medicina consistía en quemar con fuego las heridas, untándolas con manteca de ganado después; en sangrías practicadas con finos pedernales, y en cataplasmas que hacían con hojas machacadas. Obtenían fuego, frotando un palo seco de espino, contra otro estopiento de tabaiba.

Al ocupamos de los letreros hallados en la isla del Hierro, dijimos que muchos de sus caracteres eran idénticos á los usados por los chinos y japoneses, y hoy debemos añadir que muchos antropólogos aseguran que las razas Cro-magnón, Guanche, Vasca y Japonesa es una misma, pero ignoro si la lengua-madre de los guanches y sus consiguientes dialectos tenían palabras de los Japoneses y Vascos, pues únicamente se ha acreditado que los Vascos entienden sesenta palabras del lenguaje Japonés. Mr. Bellesort llama la atención de que los japoneses creen descender de la diosa "Sol" como primera emperatriz habida en el Japón.

El padre Calancha hace observar, que al conquistarse Méjico, hallaron en aquel imperio unos indios feroces, muy semejantes en su físico, uso, costumbres é industria, á los guanches de las islas Afortunadas, existiendo en la isla de Tenerife y en la villa de la Orotava un cerro, llamado por los aborígenes Chichimani, y hace suponer conexión con los mejicanos denominados Chichimecos.

El lenguaje de los indios de las pampas Argentinas, ya hemos dicho que tiene ciertas relaciones léxicas con el mejicano y el guanche. Asimismo existe gran identidad entre la antigua raza guanchinesca y la actual que en estado medio salvaje puebla las numerosas islas de la tierra del fuego y la Patagonia, en la punta Sur de América.

Si las razas enumeradas tienen tan gran afinidad entre sí, desde su constitución física, hasta sus usos, costumbres, industria y creencias religiosas, pues todas admitían un Dios superior y un principio del mal, dando culto al Sol, Bel ó Baal, -tanto las razas descritas, como otras del viejo y nuevo mundo, ¿qué partes del globo habitaban y cual fué la causa de diseminarse por la tierra? Solo existe una explicación categórica y concluyente; la desaparición de las tierras Atlántico-tricontinentales de que hemos hecho mención en la
nota del texto en su página 12 que hoy ampliamos con nuevos datos modernos.

Al efecto corrobora mis creencias el sabio profesor de Filadelfia James Lindesay; pues dice que; hace diez mil años estaban perfectamente unidas Asia y América; que el actual estrecho de Behering y toda su comarca, tenía un clima distinto del de hoy, pues ha hallado en Siberia grandes mamíferos y plantas fósiles, que solo podían vivir en climas más bien cálidos que fríos; que la Geología del litoral Americano concuerda perfectamente con el litoral Asiático, como sucede con los litorales de España y Africa; que hay abundancia de oro en la punta Americana y muchos otros signos que ha hallado, que le confirman en su opinión de que había facilidad de comunicaciones entre sí.
Otros sabios aseguran que los Vascos y Japoneses habitaban esas mismas tierras polares y que estos últimos llegaron atravesando la Siberia, la Mongolia y península de Corea, fijándose en las islas del hoy Japón, bajando los Vascos por Europa hasta los Pirineos, donde se quedaron, uniéndose después á los celtiveros.

Los demás que quedaron en la parte Americana, como es consiguiente, emigraron hacia el interior de la hoy América, huyendo de los primeros glaciares que rápidamente iban enfriando el medio ambiente y tapizando la tierra polar con sus masas heladas.
¿Quién pudo introducir entre los canarios el culto de Bel? Opino que las caravanas comerciales que constantemente salían de la primitiva Babilonia, apenas fundada, cuya fecha pasa de veinte mil años, estando aún libre la península Africano-canariense. Las excavaciones practicadas hace poco en el templo de Nippur ó Calneh -antiguo Kengi ó Babilonia, que significa tierra de canales y cañas -han dado por resultado averiguar que cinco veces fué arruinada la ciudad y sus templos y otras tantas reedificada, incluso los templos, y éstos han sido escavados y han hallado, el primero de la era cristiana, el segundo construido 600 años antes de Jesucristo en tiempo del Rey Ashurbanapal cuya terminación es palabra guanche; -unos pasos más abajo se ven ruinas del tiempo del rey Kdashman-Turgh de 1400 años A.C. La plataforma que sigue fue edificada en tiempo del Rey Ur-gur; siglos antes de nacer el patriarca Abrahan; otra plataforma se halla más abajo, de tiempo de los reyes Sargón I y Narin-sin, cuyo nombre se halla esculpido en los ladrillos; siendo el Sargón Rey 3800 años A. C., y por último en el fondo de un gran pozo se ven los escombros del emplazamiento de la primitiva Calneh ó Nippur, con fragmentos de urnas, arcos y altares, construidos hace 4500 años antes de Jesucristo. Es
decir son las ruinas de obras de hombres que trabajaron hace 7000 años. En cada capa se han hallado millares de tablillas de barro arcilloso con escritos, relatando historia, religión, cuentas, diccionarios, cronología, documentos comerciales, hechos guerreros, etc., cuyo contenido parece que traducen los antiguos con suma habilidad.

Pregunto yo ¿cuántos millares de años tendrán los letreros grabados en la lava volcánica del Hierro, de la cueva de Belmaco y otros de las islas Canarias, cuando ningún sabio los ha podido aún descifrar por completo? ¿Las tablillas ó pinturas de barro de Gran Canaria tendrán su traducción?

Los objetos hallados en dichas ruinas consistentes en alhajas de plata, oro y pedrería, ataudes hechos de yeso medio quemado, con tapas de una especie de vidrio verdoso, tuberías de barro, objetos de tierra cocida, cerámica pintada, grabados con buril en vasos de piedra, arcos, etcétera, demuestra sucesión de progreso de miles de años anteriores á las ruinas y por lo tanto identidad de ambiciones que las nuestras; teniendo ya industria y comercio por lo que ya eran razas muy civilizadas.

Los guanches de alguna isla, tenían un débil reflejo de una antigua civilización, pero otros solo la rudimentaria del hombre de la edad de la piedra y la madera. ¿De dónde procedía su débil civilización? No es fácil la contestación: pues no puede probarse que estuvieron en relaciones directas con pueblos cultos, porque ningún objeto de arte de éstos, se ha podido hallar en los antros de sus cuevas-moradas ni en las excavaciones hechas para cimentar edificios. (Cipriano de Arribas y Sánchez; 1993:278-81)



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