Varios son los autores que nombran a estos
dos guerreros: Cedeño, Abreu, Marín, Torriani, Viera, Berthelot. De
Guanhaben sólo conocemos unas variantes ortográficas (Guanjaven, Guanhaven) sin
importancia. El otro aparece a veces como Caitafa, Catayfa y Gaitafa lo
que tampoco supone un grave problema identificatorio, (esta última forma quizás
asimilable a Gayfa, nombre de otro guayre citado en las mismas listas) pues a
veces aparecen distintas variantes en el mismo autor, siempre haciendo
referencia a la misma persona.
Juan Álvarez Delgado (I) explica Guanhaben como
“el que agarra y levanta rápido” y Cataifa como “hombre que tropieza
habitualmente”, u “hombre que se arrastra detrás de alguien”; esto es
ejemplificante, como se verá, de una costumbre canaria bien documentada de
llamar a una persona por alguno de sus rasgos (físicos, morales), destacados o
por alguna gesta particular, nombre que venía a sustituir el que antes
tuviera. Así Bentejuí es “el del salto”, última acción que realizó,
llamárase como se llamara con anterioridad, o Atacaycate que quiere decir “gran
corazón”, y las mujeres por ser tan desemejado, lo llamaban Arabisenen, que
quiere decir “salvaje”, como dice Abreu (II, 8)
Del estudio de éstos y otros autores (Abreu, Escudero,
Espinosa, Marín, Viana, Viera, Torriani, Berthelot) se deduce, que en Gran
Canaria y Tenerife (y probablemente en las demás islas), se superponían dos
calendarios: el solar para fijar las estaciones, cosechas, etc., y el
lunar para el cómputo de los meses. Todos coinciden en que el año
comenzaba el 21 de Junio, solsticio de verano, día que se celebra por toda la
geografía terrestre y que el mismo cristianismo enmascaró con su San Juan, en
cuya víspera aún se encienden hogueras solares. También queda patente que
entre los guanches existían una serie de fiestas: las fiestas “mayas” de fines
de Abril (probablemente para celebrar la primavera y el fin de la siembra),
quizás otras en Octubre y Diciembre (21, solsticio de invierno) y dos
principales y mejor documentadas que el resto: las de Junio y las de Agosto.
Ambas se inscriben dentro de las celebraciones
con motivo de la recolección, viniendo a marcar las primeras y las últimas
recogidas del grano que constituía la base de la alimentación. El único
mes cuyo nombre se conoce es el Beñesmet, que Juan Álvarez Delgado (2) traduce
como “la segunda época” (beñesmet), lo que sería exacto y ajustable a lo que
dicen los autores antiguos si, como describen, el año comienza a 21 de Junio y
los meses se miden por lunaciones, es decir, meses de 29 noches y 30
días. Así el 2º mes o Beñesmet iría del 21 de Julio al 21 de Agosto
debería su importancia a ser el mes en que se acaba la recolección,, y a esa
importancia el que sea el único cuyo nombre se conserva. Mientras, la
importancia de las fiestas de Junio se deberían a ser el comienzo del año
y éste a que el 21 de Junio constituye el día más largo y la noche más corta,
siendo por tanto el día escogido por las más diversas culturas para festejar,
en origen, al sol.
De hecho la pervivencia aborigen es
perceptible en que las fiestas más importantes del archipiélago comienzan en
Junio y acaban en Agosto-Septiembre por un normal desplazamiento
posterior. Algunas que es preciso tener en cuenta para lo que hablamos
son: San Juan en Telde (24 de Junio), Santiago en Gáldar (25 de Julio),
Candelaria de Güimar (15 de Agosto); la 2ª luna -y las demás- no coinciden
siempre con el mismo día solar, y todas las demás fiestas de vírgenes
importantes antes del 15 de septiembre.
Lo cierto es que durante ellas, se juntaban en
los lugares principales (Güimar, Gáldar…) gentes de distintos bandos y, aunque
estuvieran en guerra, las luchas cesaban y el regocijo era general. Se
cantaba, bailaba, se hacían banquetes provistos en gran parte o en la totalidad
por el jefe anfitrión o la “república” a base de recursos expresamente
destinados a estas ocasiones (recuérdese que, además, en el caso de las dos
principales se trata del tiempo de la recolección); por las noches se encendían
hogueras en torno a las cuales se conversaba y daban ajijidos, probablemente se
hicieran pactos y trueques.
Pero la práctica festiva a la que queremos hacer
referencia con más detalle es a los ejercicios de fuerza. Abreu (II,2):
“Tenían
por gentileza hacer apuestas de hincar y poner palos y vigas en partes y
riscos, que da admiración y temor ver el lugar, así por la altura como por la
fragosidad; los cuales palos hasta hoy están puestos, y estarán, por ser muy
dificultoso quitarlos. A lo que dicen de la grandeza de los palos, para
llevarlos por tierra llana a cuestas es menester fuerza de hombre muy robusto;
y de la aspereza del lugar parece que un hombre desembarazado no sería posible
subir adonde están puestos”.
Y por otro lado a la lucha entre campeones.
Entonces, con la población reunida, era el momento y lugar adecuados para los
desafíos entre los guerreros destacados de los diferentes bandos, lo que en
principio parece una demostración de fuerza en su sentido amplio del cantón en
su conjunto, mucho más efectivo (e incruento) probablemente que una batalla
campal. Abreu
(II,7)
“Adargoma era Gayre, de los más valientes
canarios que había en el término de Gáldar, y Gariraugua entre los de Telde era
tenido por más esforzado. Había, con sus valentías y reputación,
acrecentado muchos ganados; y, como siempre las diferencias y debates que había
entre canarios por la mayor parte eran sobre pastos, sus pastores se fueron a
quejar cada uno a su señor. Juntáronse los dos, Adargoma y Gariraygua, a
tratar del desagravio de las diferencias que tenían sus pastores y de
conformidad lo dejaron y pusieron en la forma de la lucha, del que venciese,
con tal acierto, que el vencido dejase el pasto a su contrario y estuviese a la
voluntad del vencedor”.
Cataifa era del bando de Gáldar, no sabemos que
cantón, y Guanhaben del de Telde; según Cedeño y Marín, del poblado de
Tunte. El enfrentamiento, y aquí sólo conjeturamos, se pudo deber a las
mismas causas que motivaron el de Adargoma y Gariraygua. Cataifa es el único
de los que ayudan a Doramas a quien Abreu da más adelante el estatuto de
guayre. Quizás pasó en él a Telde (quizás escaso en el Norte lo que lo
que constituiría una causa razonable para ayudarlo) y los suyos entraron en
disputa de tierras, pastos, etc. Con los de Guanhaben y la salida natural
fue ésta, no la de lanzarse mutuamente ejércitos o misiles atómicos.
¿Dónde lucharon? Abreu (II,8), tras
hablar de la unificación política de la isla por Atidama y Gumidafe, que
tuvieron por hijo y heredero a Artemi, que tuvo dos hijos que se repartieron la
isla, Ventagoyhe (Telde) y Egonaygachesemidán (Gáldar, pone:
“Y, por que sus padres habían residido
en Gáldar, acordaron entre los dos hermanos que sus juntas o congregaciones,
que ellos llamaban sábor, se hiciesen en Gáldar, y los de Telde fueran a
ellas.”
Pero también dice que el guanarteme de
Telde se ensoberbeció y no quería acudir a Gáldar, y que Adargoma y Gariraygua
se enfrentaron en el barranco de Tenoya, es decir, en el límite de los dos
bandos, o en cualquier sitio aparente. Además, si se admitan conjeturas
de más arriba, se trataba de un conflicto “teldense”. Por último,
Guanhaben, que es de Tunte, correrá hacia un “risco conocido”.
Después de pedir permiso al sábor, que como
siempre lo dio con solicitud, y de que lo confirmara el faycan, salieron al
terrero y a su alrededor se elevaron los gritos de sus seguidores. Los
hombres buenos, los guayres respetados, estaban cerca para dirimir en la lucha
y establecer el ganador en caso de duda… Quizás habían estado levantando,
como dicen Espinosa de los de Güimar, enormes piedras sin que ninguno se
quedara atrás. Y empezaron con las distintas modalidades de lucha,
cercándose cada vez más el uno al otro. Desde sus lajas altas se
arrojaron las tres tabonas redondas y los susmagos (las lanzas silbantes); más
cerca se sajaron con los afilados trafiques y si ágil era uno, el otro lo era
en igual medida. A la distancia de un brazo se pusieron para ganarse
ventaja con los magados y después que se hubieron
cansado seguían sin lograrlo. El griterío de la gente recorría los
palmares de la Vega ,
y para cuando fueron a agarran con los cuerpos brillantes y resbaladizos de
sudor y grasa, habían llego los más rezagados y no quedaba nadie que no tuviera
sitio desde donde contemplar el portento: chiquillos en los hombros de los
padres, pollones sobre los muros o los árboles…
Se agarraron y si Guanhaben le daba
una, Cataifa respondía de igual forma, y muchas eran revueltas. Aquél fue
un desafío grandioso. Marín dice que “había durado dos horas”.
Abreu (II,8) que “estuvieron asidos mucho tiempo, que cansados se
apartaron”. Incapaces de vencerse Guanhaben le dijo a Cataifa:
“Veo que eres fuerte, veamos si también eres valiente”
Porque valiente no le decían sino al que
había sido invencible. Y echó a correr con el otro detrás y detrás de los
dos todo el mundo. Llegados al risco elegido se tiró al vacío
rocoso. Cataifa, sin dejar que llegara a estrellarse, se botó tras él y
junto a él alcanzó la memoria.
Indudablemente algo más que el “pundonor”
personal estaba en juego. Pero ya sabemos que también otros se
mataron: Bentejuí y Tazarte se esriscaron al perder la batalla de Ansite
y Atanausú se dejó morir de hambre cuando lo llevaban preso a España.
También lo dijo otro guerrillero famoso: “Más
vale morir de pie que vivir de rodillas”.
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