[Crónica de Indias: Texto completo.]
Fray Bartolomé de las Casas
Brevísima relación de la destruición de las Indias,
colegida por el obispo don fray Bartolomé de Las Casas o Casaus, de la orden de
Santo Domingo, año 1552
Capitulo-IV
DE LA PROVINCIA DE
CARTAGENA
Esta provincia de Cartagena
está más abajo cincuenta leguas de la de Sancta Marta, hacia el Poniente, e
junto con ella la del Cenú hasta el golfo de Urabá, que ternán sus cient leguas
de costa de mar, e mucha tierra la tierra dentro, hacia el Mediodía. Estas
provincias han sido tractadas, angustiadas, muertas, despobladas y asoladas,
desde el año de mil e cuatrocientos y noventa y ocho o nueve hasta hoy, como
las de Sancta Marta, y hechas en ellas muy señadas crueldades y muertes y robos
por los españoles, que por acabar presto esta breve suma no quiero decir en
particular, y por referir las maldades que en otras agora se hacen.
DE LA COSTA DE LAS PERLAS Y DE PARIA Y LA ISLA DE LA TRINIDAD
Desde la costa de Paria hasta el
golfo de Venezuela, exclusive, que habrá docientas leguas, han sido grandes e
señaladas las destruiciones que los españoles han hecho en aquellas gentes,
salteándolos y tomándolos los más que podían a vida para venderlos por esclavos.
Muchas veces, tomándolos sobre seguro y amistad que los españoles habían con
ellos tratado, no guardándoles fee ni verdad, rescibiéndolos en sus casas como
a padres y a hijos, dándoles y sirviéndoles con cuanto tenían y podían. No se
podrían, cierto, fácilmente decir ni encarecer, particularizadamente, cuáles y
cuántas han sido las injusticias, injurias, agravios y desafueros que las
gentes de aquella costa de los españoles han recebido desde el año de mil e
quinientos y diez hasta hoy. Dos o tres quiero decir solamente, por las cuales
se juzguen otras innumerables en número y fealdad que fueron dignas de todo
tormento y fuego.
En la isla de la Trinidad , que es mucho
mayor que Sicilia e más felice, questá pegada con la tierra firme por la parte
de Paria, e que la gente della es de la buena y virtuosa en su género que hay
en todas las Indias, yendo a ella un salteador el año de mil e quinientos e
dieciséis con otros sesenta o setenta acostumbrados ladrones, publicaron a los
indios que se venían a morar y vivir a aquella isla con ellos. Los indios
rescibiéronlos como si fueran sus entrañas e sus hijos, sirviéndoles señores e
súbditos con grandísima afección y alegría, trayéndoles cada día de comer tanto
que les sobraba para que comieran otros tantos; porque esta es común condición
e liberalidad de todos los indios de aquel Nuevo Mundo: dar excesivamente lo
que han menester los españoles e cuanto tienen. Hácenles una gran casa de
madera en que morasen todos, porque así la quisieron los españoles, que fuese
una no más, para hacer lo que pretendía hacer e hicieron.
Al tiempo que ponían la paja
sobre las varas o madera e habían cobrido obra de dos estados, porque los de
dentro no viesen a los de fuera, so color de dar priesa a que se acabase la
casa, metieron mucha gente dentro della, e repartiéronse los españoles, algunos
fuera, alrededor de la casa con sus armas, para los que se saliesen, y otros
dentro. Los cuales echan mano a las espadas e comienzan a amenazar a los indios
desnudos que no se moviesen, si no, que los matarían, e comenzaron a atar, y
otros que saltaron para huir, hicieron pedazos con las espadas. Algunos que
salieron heridos y sanos e otros del pueblo que no habían entrado, tomaron sus
arcos e flechas e recógense a otra casa del pueblo para se defender, donde
entraron ciento o doscientos dellos e defendiendo la puerta; pegan los
españoles fuego a la casa e quémanlos todos vivos. Y con su presa, que sería de
ciento y ochenta o docientos hombres que pudieron atar, vanse a su navío y
alzan las velas e van a la isla de San Juan, donde venden la mitad por
esclavos, e después a la
Española , donde vendieron la otra.
Reprendiendo yo al capitán desta
tan insigne traición e maldad, a la sazón en la mesma isla de Sant Juan, me
respondió: "Andá señor, que así me lo mandaron e me lo dieron por
instrucción los que me enviaron, que cuando no pudiese tomarlos por guerra que
los tomase por paz." Y en verdad que me dijo que en toda su vida había
hallado padre ni madre, sino en la isla de la Trinidad , según las buenas
obras que los indios le habían hecho esto dijo para mayor confusión suya e
agravamiento de su pecados. Destas han hecho en aquella tierra firme infinitas,
tomándolos e captivándolos sobre seguro. Véase qué obras son estas y si
aquellos indios ansí tomados si serán justamente hechos esclavos.
Otra vez acordando los frailes
de Sancto Domingo, nuestra orden, de ir a predicar e convertir aquellas gentes
que carescían de remedio e lumbre de doctrina para salvar sus ánimas, como lo
están hoy las Indias, enviaron un religioso presentado en teología de gran
virtud y sanctidad, con un fraile lego su compañero, para que viese la tierra y
tractase la gente e buscase lugar apto para hacer monasterios. Llegados los
religiosos, recibiéronlos los indios como ángeles del cielo y óyenlos con gran
afección y atención e alegría las palabras que pudieron entonces darles a
entender, más por señas que por habla, porque no sabían la lengua. Acaesció
venir por allí un navío, después de ido el que allí los dejó; y los españoles dél,
usando de su infernal costumbre, traen por engaño, sin saberlo los religiosos,
al señor de aquella tierra, que se llamaba don Alonso, o que los frailes le
habían puesto este nombre, o otros españoles, porque los indios son amigos e
codiciosos de tener nombre de cristiano e luego lo piden que se lo den, aun
antes que sepan nada para ser bautizados. Así que engañan al dicho don Alonso
para que entrase en el navío con su mujer e otras ciertas personas, y que les
harían allá fiesta. Finalmente, que entraron diez y siete personas con el señor
y su mujer, con confianza que los religiosos estaban en su tierra y que los
españoles por ellos no harían alguna maldad, porque de otra manera no se fiaran
dellos. Entrados los indios en el navío, alzan las velas los traidores e
viénense a la isla Española y véndenlos por esclavos.
Toda la tierra, como veen su
señor y señora llevados, vienen a los frailes e quiérenlos matar. Los frailes,
viendo tan gran maldad, queríanse morir de angustia, y es de creer que dieran
antes sus vidas que fuera tal injusticia hecha, especialmente porque era poner
impedimento a que nunca aquellas ánimas pudiesen oír ni creer la palabra de
Dios. Apaciguáronlos lo mejor que pudieron y dijéronles que con el primer navío
que por allí pasase escribirían a la isla Española, y que harían que les
tornasen su señor y los demás que con él estaban. Trujo Dios por allí luego un
navío para más confirmación de la damnación de los que gobernaban, y
escribieron a los religiosos de la
Española : en él claman, protestan una y muchas veces; nunca
quisieron los oidores hacerles justicia, porque entre ellos mesmos estaban
repartidos parte de los indios que ansí tan injusta y malamente habían prendido
los tiranos.
Los dos religiosos, que habían
prometido a los indios de la tierra que dentro de cuatro meses venía su señor
don Alonso con los demás, viendo que ni en cuatro ni en ocho vinieron,
aparejáronse para morir y dar la vida a quien la habían ya antes que partiesen
ofrecido. Y así los indios tomaron venganza dellos justamente matándolos,
aunque innocentes, porque estimaron que ellos habían sido causa de aquella
traición; y porque vieron que no salió verdad lo que dentro de los cuatro meses
les certificaron e prometieron; y porque hasta entonces ni aun hasta agora no supieron
ni saben hoy que haya diferencia de los frailes a los tiranos y ladrones y
salteadores españoles por toda aquella tierra. Los bienaventurados frailes
padescieron injustamente, por la cual injusticia ninguna duda hay que, según
nuestra fee sancta, sean verdaderos mártires e reinen hoy con Dios en los
cielos, bienaventurados, como quiera que allí fuesen enviados por la obediencia
y llevasen intención de predicar e dilatar la sancta fee e salvar todas
aquellas ánimas, e padescer cualesquiera trabajos y muerte que se les
ofresciese por Jesucristo crucificado.
Otra vez, por las grandes
tiranías y obras nefandas de los cristianos malos, mataron los indios otros dos
frailes de Sancto Domingo, e uno de Sant Francisco, de que yo soy testigo,
porque me escapé de la mesma muerte por milagro divino, donde había harto que
decir para espantar los hombres según la gravedad e horribilidad del caso. Pero
por ser largo no lo quiero aquí decir hasta su tiempo, y el día del juicio será
más claro, cuando Dios tomare venganza de tan horribles e abominables insuItos
como hacen en las Indias los que tienen nombre de cristianos.
Otra vez, en estas provincias,
al cabo que dicen de la Codera ,
estaba un pueblo cuyo señor se llamaba Higueroto, nombre propio de la persona o
común de los señores dél. Este era tan bueno e su gente tan virtuosa, que
cuantos españoles por allí en los navíos venían hallaban reparo, comida,
descanso y todo consuelo y refrigerio, e muchos libró de la muerte que venían
huyendo de otras provincias donde habían salteado y hecho muchas tiranías e
males, muertos de hambre, que los reparaba y enviaba salvos a la isla de las
Perlas, donde había población de cristianos, que los pudiera matar sin que
nadie los supiera y no lo hizo; e, finalmente, llamaban todos los cristianos a
aquel pueblo de Higueroto el mesón y casa de todos.
Un malaventurado tirano acordó
de hacer allí salto, como estaban aquellas gentes tan seguras. Y fue allí con
un navío e convidó a mucha gente que entrase en el navío, como solía entrar y
fiarse en los otros. Entrados muchos hombres e mujeres y niños alzó las velas e
vínose a la isla de Sant Juan, donde los vendió todos por esclavos, e yo llegué
entonces a la dicha isla e vide al dicho tirano, y supe allí lo que había
hecho. Dejó destruído todo aquel pueblo, y a todos los tiranos españoles que
por aquella costa robaban e salteaban les pesó y abominaron este tan espantoso
hecho, por perder el abrigo y mesón que allí tenían como si estuvieran en sus
casas.
Digo que dejo de decir inmensas
maldades e casos espantosos que desta manera por aquellas tierras se han hecho
e hoy en este día hacen. Han traído a la isla Española y a la de Sant Juan, de
toda aquella costa, que estaba poblatísima, más de dos cuentos de ánimas
salteadas, que todas también las han muerto en las dichas islas, echándolos a
las minas y en los otros trabajos, allende de las multitudes que en ellas, como
arriba decimos, había. Y es una gran lástima y quebramiento de corazón de ver
aquella costa de tierra felicísima toda desierta y despoblada.
Es esta averiguada verdad, que
nunca traen navío cargado de indios, así robados y salteados, como he dicho,
que no echan a la mar muertos la tercia parte de los que meten dentro, con los
que matan por tomarlos en sus tierras. La causa es porque como para conseguir
su fin es menester mucha gente para sacar más dineros por más esclavos, e no
llevan comida ni agua sino poca, por no gastar los tiranos que se llaman
armadores, no basta apenas sino poco más de para los españoles que van en el
navío para saltear y así falta para los tristes, por lo cual mueren de hambre y
sed, y el remedio es dar con ellos en la mar. Y en verdad que me dijo hombre
dellos que desde las islas de los. Lucayos, donde se hicieron grandes estragos
desta manera, hasta la isla Española, que son sesenta o setenta leguas, fuera
un navío sin aguja y sin carta de marear, guiándose solamente por el rastro de
los indios que quedaban en la mar echados del navío muertos.
Después, desque los
desembarcaran en la isla donde los llevan a vender, es para quebrar el corazón
de cualquiera que alguna señal de piedad tuviere, verlos desnudos y
hambrientos, que se caían de desmayados de hambre niños y viejos, hombres y
mujeres. Después, como a unos corderos los apartan padres de hijos e mujeres de
maridos, haciendo manadas dellos de a diez y de a veinte personas y echan
suertes sobrellos, para que lleven sus partes los infelices armadores, que son
los que ponen su parte de dineros para hacer el armada de dos y de tres navíos,
e para los tiranos salteadores que van a tomarlos y saltearlos en sus casas. Y
cuando cae la suerte en la manada donde hay algún viejo o enfermo, dice el
tirano a quien cabe: "Este viejo dadlo al diablo. ¿Para qué me lo dais,
para que lo entierre? Este enfermo ¿para qué lo tengo que llevar, para
curarlo?" Véase aquí en qué estiman los españoles a los indios e si
cumplen el precepto divino del amor del prójimo, donde pende la Ley y los Profetas.
La tiranía que los españoles
ejercitan contra los indios en el sacar o pescar de las perlas es una de las
crueles e condenadas cosas que pueden ser en el mundo. No hay vida infernal y
desesperada en este siglo que se le pueda comparar, aunque la de sacar el oro
en las minas sea en su género gravísima y pésima. Métenlos en la mar en tres y
en cuatro e cinco brazas de hondo, desde la mañana hasta que se pone el sol;
están siempre debajo del agua nadando, sin resuello, arrancando las ostras
donde se crían las perlas. Salen con unas redecillas llenas dellas a lo alto y
a resollar, donde está un verdugo español en una canoa o barquillo, e si se
tardan en descansar les da de puñadas y por los cabellos los echa al agua para
que tornen a pescar. La comida es pescado, y del pescado que tienen las perlas,
y pan cazabi, e algunos maíz (que son los panes de allá): el uno de muy poca
sustancia y el otro muy trabajoso de hacer, de los cuales nunca se hartan. Las
camas que les dan a la noche es echarlos en un cepo en el suelo, porque no se
les vayan. Muchas veces, zabúllense en la mar a su pesquería o ejercicio de las
perlas y nunca tornan a salir (porque los tiburones e marrajos, que son dos
especies de bestias marinas crudelísimas que tragan un hombre entero, los comen
y matan).
Véase aquí si guardan los
españoles, que en esta granjería de perlas andan desta manera, los preceptos
divinos del amor de Dios y del prójimo, poniendo en peligro de muerte temporal
y también del ánima, porque mueren sin fee e sin sacramentos, a sus prójimos
por su propia codicia. Y lo otro, dándoles tan horrible vida hasta que los acaban
e consumen en breves días. Porque vivir los hombres debajo del agua sin
resuello es imposible mucho tiempo, señaladamente que la frialdad continua del
agua los penetra, y así todos comúnmente mueren de echar sangre por la boca,
por el apretamiento del pecho que hacen por causa de estar tanto tiempo e tan
continuo sin resuello, y de cámaras que causa la frialdad. Conviértense los
cabellos, siendo ellos de su natura negros, quemados como pelos de lobos
marinos, y sáleles por la espalda salitre, que no parecen sino monstruos en
naturaleza de hombres de otra especie.
En este incomportable trabajo, o por mejor
decir ejercicio del infierno, acabaron de consumir a todos los indios lucayos
que había en las islas cuando cayeron los españoles en esta granjería; e valía
cada uno cincuenta y cient castellanos, y los vendían públicamente, aun
habiendo sido prohibido por las justicias mesmas, aunque injustas por otra
parte, porque los lucayos eran grandes nadadores. Han muerto también allí otros
muchos sinnúmero de otras provincias y partes.
DEL RIO YUYAPARI
Por la provincia de Paria sube
un río que se llama Yuyapari, más de docientas leguas la tierra arriba; por él
subió un triste tirano muchas leguas el año de mil e quinientos e veinte y
nueve con cuatrocientos o más hombres, e hizo matanzas grandísimas, quemando
vivos y metiendo a espada infinitos innocentes que estaban en sus tierras y
casas sin hacer mal a nadie, descuidados, e dejó abrasada e asombrada y
ahuyentada muy gran cantidad de tierra. Y, en fin, él murió mala muerte y
desbaratóse su armada; y después, otros tiranos sucedieron en aquellos males e
tiranías, e hoy andan por allí destruyendo e matando e infernando las ánimas
que el Hijo de Dios redimió con su sangre.
DEL REINO DE VENEZUELA
En el año de mil e quinientos e
veinte y seis, con engaños y persuasiones dañosas que se hicieron al Rey
nuestro señor, como siempre se ha trabajado de le encubrir la verdad de los
daños y perdiciones que Dios y las ánimas y su estado rescibían en aquellas
Indias, dió e concedió un gran reino, mucho mayor que toda España, que es el de
Venezuela, con la gobernación e jurisdición total, a los mercaderes de
Alemania, con cierta capitulación e concierto o asiento que con ellos se hizo.
Estos, entrados con trecientos hombres o más en aquellas tierras, hallaron
aquellas gentes mansísimas ovejas, como y mucho más que los otros las suelen
hallar en todas las partes de las Indias antes que les hagan daño los
españoles. Entraron en ellas, más pienso, sin comparación, cruelmente que ninguno
de los otros tiranos que hemos dicho, e más irracional e furiosamente que
crudelísimos tigres y que rabiosos lobos y leones. Porque con mayor ansia y
ceguedad rabiosa de avaricia y, más exquisitas maneras e industrias para haber
y robar plata y oro que todos los de antes, pospuesto todo temor a Dios y al
rey e vergüenza de las gentes, olvidados que eran hombres mortales, como más
libertados, poseyendo toda la jurisdicción de la tierra, tuvieron.
Han asolado, destruído y
despoblado estos demonios encarnados más de cuatrocientas leguas de tierras
felicísimas, y en ellas grandes y admirables provincias, valles de cuarenta
leguas, regiones amenísimas, poblaciones muy grandes, riquísimas de gentes y
oro. Han muerto y despedazado totalmente grandes y diversas naciones, muchas
lenguas que no han dejado persona que las hable, si no son algunos que se
habrán metido en las cavernas y entrañas de la tierra huyendo de tan extraño e
pestilencial cuchillo. Más han muerto y destruído y echado a los infiernos de
aquellas innocentes generaciones, por estrañas y varias y nuevas maneras de
cruel iniquidad e impiedad (a lo que creo) de cuatro y cinco cuentos de ánimas;
e hoy, en este día, no cesan actualmente de las echar. De infinitas e inmensas
injusticias, insultos y estragos que han hecho e hoy hacen, quiero decir tres o
cuatro no más, por los cuales se podrán juzgar los que, para efectuar las
grandes destruiciones y despoblaciones que arriba decimos, pueden haber hecho.
Prendieron
al señor supremo de toda aquella provincia sin causa ninguna, más de por
sacalle oro dándole tormentos; soltóse y huyó, e fuése a los montes y
alborotóse, e amedrentóse toda la gente de la tierra, escondiéndose por los
montes y breñas; hacen entradas los españoles contra ellos para irlos a buscar;
hállanlos; hacen crueles matanzas, e todos los que toman a vida véndenlos en
públicas almonedas13 por esclavos. En muchas provincias, y en todas
donde quiera que llegaban, antes que prendiesen al universal señor, los salían
a rescibir con cantares y bailes e con muchos presentes de oro en gran
cantidad; el pago que les daban, por sembrar su temor en toda aquella tierra,
hacíalos meter a espada e hacerlos pedazos.
Una vez, saliéndoles a rescibir
de la manera dicha, hace el capitán, alemán tirano, meter en una gran casa de
paja mucha cantidad de gente y hácelos hacer pedazos. Y porque la casa tenía
unas vigas en lo alto, subiéronse en ellas mucha gente huyendo de las
sangrientas manos de aquellos hombres o bestias sin piedad y de sus espadas:
mandó el infernal hombre pegar fuego a la casa, donde todos los que quedaron
fueron quemados vivos. Despoblóse por esta causa gran número de pueblos,
huyéndose toda la gente por las montañas, donde pensaban salvarse.
Llegaron a otra gran
providencia, en los confines de la provincia e reino de Sancta Marta; hallaron
los indios en sus casas, en sus pueblos y haciendas, pacíficos e ocupados.
Estuvieron mucho tiempo con ellos comiéndoles sus haciendas e los indios
sirviéndoles como si las vidas y salvación les hobieran de dar, e sufriéndoles
sus continuas opresiones e importunidades ordinarias, que son intolerables, y
que come más un tragón español en un día que bastaría para un mes en una casa
donde haya diez personas de indios. Diéronles en este tiempo mucha suma de oro,
de su propia voluntad, con otras innumerables buenas obras que les hicieron. A1
cabo que ya se quisieron los tiranos ir, acordaron de pagarles las posadas por
esta manera. Mandó el tirano alemán, gobernador (y también, a lo que creemos,
hereje, porque ni oía misa ni la dejaba de oír a muchos, con otros indicios de
luterano que se le conoscieron), que prendiesen a todos los indios con sus
mujeres e hijos que pudieron, e métenlos en un corral grande o cerca de palos
que para ellos se hizo, e hízoles saber que el que quisiese salir y ser libre
que se había de rescatar de voluntad del inicuo gobernador, dando tanto oro por
sí e tanto por su mujer e por cada hijo. Y por más los apretar mandó que no les
metiesen alguna comida hasta que les trujesen el oro que les pedía por su
rescate. Enviaron muchos a sus casas por oro y rescatábanse según podían;
soltábamos e íbanse a sus labranzas y casas a hacer su comida: enviaba el
tirano ciertos ladrones salteadores españoles que tornasen a prender los
tristes indios rescatados una vez; traíanlos al corral, dábanles el tormento de
la hambre y sed hasta que otra vez se rescatasen. Hobo destos muchos que dos o
tres veces fueron presos y rescatados; otros que no podían ni tenían tanto,
porque le habían dado todo el oro que poseían, los dejó en el corral perecer
hasta que murieron de hambre.
Desta dejó perdida y asolada y
despoblada una provincia riquísima de gente y oro que tiene un valle de
cuarenta leguas, y en ella quemó pueblo que tenía mil casas.
Acordó este tirano infernal de
ir la tierra dentro, con codicia e ansia de descubrir por aquella parte el
infierno del Perú. Para este infelice viaje llevó él y los demás infinitos
indios cargados con cargas de tres y cuatro arrobas, ensartados en cadenas.
Cansábase alguno o desmayaba de hambre y del trabajo e flaqueza. Cortábanle
luego la cabeza por la collera de la cadena, por no pararse a desensartar los
otros que iban en los colleras de más afuera, e caía la cabeza a una parte y el
cuerpo a otra e repartían la carga de éste sobre las que llevaban los otros. Decir
las provincias que asoló, las ciudades e lugares que quemó, porque son todas
las casas de paja; las gentes que mató, las crueldades que en particulares
matanzas que hizo perpetró en este camino, no es cosa creíble, pero espantable
y verdadera. Fueron por allí después, por aquellos caminos, otros tiranos que
sucedieron de la mesma Venezuela, e otros de la provincia de Sancta Marta, con
la mesma sancta intención de descubrir aquella casa sancta del oro del Perú, y
hallaron toda la tierra más de docientas leguas tan quemada y despoblada y
desierta, siendo poblatísima e felicísima como es dicho, que ellos mesmos,
aunque tiranos e crueles, se admiraron y espantaron de ver el rastro por donde
aquél había ido, de tan lamentable perdición.
Todas estas cosas están probadas
con muchos testigos por el fiscal del Consejo de las Indias, e la probanza está
en el mesmo Consejo, e nunca quemaron vivos a ningunos destos tan nefandos
tiranos. Y no es nada lo que está probado con los grandes estragos y males que
aquellos han hecho, porque todos los ministros de la justicia que hasta hoy han
tenido en las Indias, por su grande y mortífera ceguedad no se han ocupado en
examinar los delictos y perdiciones e matanzas que han hecho e hoy hacen todos
los tiranos de las Indias, sino en cuanto dicen que por haber fulano y fulano
hecho crueldades a los indios ha perdido el rey de sus rentas tantos mil
castellanos; y para argüir esto poca probanza y harto general e confusa les
basta. Y aun esto no saben averiguar, ni hacer, ni encarecer como deben, porque
si hiciesen lo que deben a Dios y al rey hallarían que los dichos tiranos
alemanes más han robado al rey de tres millones de castellanos de oro. Porque
aquellas provincias de Venezuela, con las que más han estragado, asolado y despoblado
más de cuatrocientas leguas (como dije), es la tierra más rica y más próspera
de oro y era de población que hay en el mundo. Y más renta le han estorbado y
echado a perder, que tuvieran los reyes de España de aquel reino, de dos
millones, en diez y seis años que ha que los tiranos enemigos de Dios y del rey
las comenzaron a destruir. Y estos daños, de aquí a la fin del mundo no hay
esperanza de ser recobrados, si no hiciese Dios por milagro resuscitar tantos
cuentos de ánimas muertas. Estos son los daños temporales del rey: sería bien
considerar qué tales y qué tantos son los daños, deshonras, blasfemias,
infamias de Dios y de su ley, y con qué se recompensarán tan innumerables
ánimas como están ardiendo en los infiernos por la codicia e inhumanidad de aquestos
tiranos animales o alemanes.
Con sólo esto quiero su
infidelidad e ferocidad concluir: que desde que en la tierra entraron hasta
hoy, conviene a saber, estos diez y seis años, han enviado muchos navíos
cargados e llenos de indios por la mar a vender a Sancta Marta e a la isla
Española e Jamaica y la isla de Sant Juan por esclavos, más de un cuento de
indios, e hoy en este día los envían, año de mil e quinientos e cuarenta y dos,
viendo y disimulando el Audiencia real de la isla Española, antes favoresciéndolo,
como todas las otras infinitas tiranías e perdiciones (que se han hecho en toda
aquella costa de tierra firme, que son más de cuatrocientas leguas que han
estado e hoy están estas de Venezuela y Sancta Marta debajo de su jurisdición)
que pudieran estorbar e remediar. Todos estos indios no ha habido más causa
para los hacer esclavos de sola perversa, ciega e obstinada voluntad, por
cumplir con su insaciable codicia de dineros de aquellos avarísimos tiranos
como todos los otros siempre en todas las Indias han hecho, tomando aquellos
corderos y ovejas de sus casas e a sus mujeres e hijos por las maneras crueles
y nefarias ya dichas, y echarles el hierro del rey para venderlos por esclavos.
DE LAS PROVINCIAS DE LA TIERRA FIRME POR LA PARTE
QUE SE LLAMA LA
FLORIDA (*)
A estas provincias han ido tres
tiranos en diversos tiempos, desde el año de mil e quinientos y diez o de once,
a hacer las obras que los otros e los dos dellos en las otras partes de las
Indias han cometido, por subir a estados desproporcionados de su merescimiento,
con la sangre e perdición de aquellos sus prójimos. Y todos tres han muerto
mala muerte, con destrución de sus personas e casas que habían edificado de
sangre de hombres en otro tiempo pasado, como yo soy testigo de todos tres, y
su memoria está ya raída de la haz de la tierra, como si no hubieran por esta
vida pasado. Dejaron toda la tierra escandalizada e puesta en la infamia y
horror de su nombre con algunas matanzas que hicieron, pero no muchas, porque
los mató Dios antes que más hiciesen, porque les tenía guardado para allí el
castigo de los males que yo sé e vide que en otras partes de las Indias habían
perpetrado.
El cuarto tirano fué agora
postreramente, el año de mil y quinientos e treinta y ocho, muy de propósito e
con mucho aparejo; ha tres años que no saben dél ni parece: somos ciertos que
luego en entrando hizo crueldades y luego desapareció, e que si es vivo él y su
gente, que en estos tres años ha destruído grandes e muchas gentes si por donde
fué las halló, porque es de los marcados y experimentados e de los que más
daños y males y destruiciones de muchas provincias e reinos con otros sus
compañeros ha hecho. Pero más creemos que le ha dado Dios el fin que a los
otros ha dado.
Después de tres o cuatro años de
escrito lo susodicho, salieron de la tierra Florida el resto de los tiranos que
fué con aqueste tirano mayor que muerto dejaron; de los cuales supimos las
inauditas crueldades y maldades que allí en vida, principalmente dél y después
de su infelice muerte los inhumanos hombres en aquellos innocentes y a nadie
dañosos indios perpetraron; porque no saliese falso lo que arriba yo había
adivinado. Y son tantas, que afirmaron la regla que arriba al principio
pusimos: que cuanto más procedían en descubrir y destrozar y perder gentes y
tierras, tanto más señaladas crueldades e iniquidades contra Dios y sus
prójimos perpetraban. Estamos enhastiados de contar tantas e tan execrables y
horribles e sangrientas obras, no de hombres, sino de bestias fieras, e por eso
no he querido detenerme en contar más de las siguientes.
Hallaron grandes poblaciones de
gentes muy bien dispuestas, cuerdas, políticas y bien ordenadas. Hacían en
ellos grandes matanzas (como suelen) para entrañar su miedo en los corazones de
aquellas gentes. Afligíanlos y matábanlos con echarles cargas como a bestias.
Cuando alguno cansaba o desmayaba, por no desensartar de la cadena donde los
llevaban en colleras otros que estaban antes de aquél, cortábanle la cabeza por
el pescuezo e caía el cuerpo a una parte y la cabeza a otra, como de otras
partes arriba contamos.
Entrando en un pueblo donde los
rescibieron con alegría e les dieron de comer hasta hartar e más de seiscientos
indios para acémilas de sus cargas e servicio de sus caballos, salidos de los
tiranos, vuelve un capitán deudo del tirano mayor a robar todo el pueblo
estando seguros, e mató a lanzadas al señor rey de la tierra e hizo otras
crueldades. En otro pueblo grande, porque les pareció que estaban un poco los
vecinos dél más recatados por las infames y horribles obras que habían oído
dellos, metieron a espada y lanza chicos y grandes, niños y viejos, súbditos y
señores, que no perdonaron a nadie.
A mucho número de indios, en
especial a más de docientos juntos (según se dice), que enviaron a llamar de
cierto pueblo, o ellos vinieron de su voluntad, hizo cortar el tirano mayor
desde las narices con los labios hasta la barba todas las caras, dejándolas
rasas; y así, con aquella lástima y dolor e amargura, corriendo sangre, los
enviaron a que llevasen las nuevas de las obras y milagros que hacían aquellos
predicadores de la santa fe católica bautizados. Júzguese agora qué tales
estarán aquellas gentes, cuánto amor ternán a los cristianos y cómo creerán ser
el Dios que tienen bueno e justo, y la ley e religión que profesan y de que se
jactan, inmaculada. Grandísimas y estrañísimas son las maldades que allí
cometieron aquellos infelices hombres, hijos de perdición. Y así, el más
infelice capitán murió como malaventurado, sin confesión, e no dudamos sino que
fué sepultado en los infiernos, si quizá Dios ocultamente no 1e proveyó, según
su divina misericordia e no según los deméritos dél, por tan execrables
maldades.
DEL RÍO DE LA PLATA (*)
Desde el año de mil e quinientos
y veinte y dos o veinte y tres han ido al Río de la Plata , donde hay grandes
reinos e provincias, y de gentes muy dispuestas e razonables, tres o cuatro
veces capitanes. En general, sabemos que han hecho muertes e daños; en
particular, como está muy a trasmano de lo que más se tracta de las Indias, no
sabemos cosas que decir señaladas. Ninguna duda empero tenemos que no hayan
hecho y hagan hoy las mesmas obras que en las otras partes se han hecho y
hacen. Porque son los mesmos españoles y entre ellos hay de los que se han
hallado en las otras, y porque van a ser ricos e grandes señores como los
otros, y esto es imposible que pueda ser, sino con perdición e matanzas y robos
e diminución de los indios, según la orden e vía perversa que aquéllos como los
otros llevaron.
Después que lo dicho se escribió,
supimos muy con verdad que han destruído y despoblado grandes provincias y
reinos de aquella tierra, haciendo extrañas matanzas y crueldades en aquellas
desventuradas gentes, con las cuales se han señalado como los otros y más que
otros, porque han tenido más lugar por estar más lejos de España, y han vivido
más sin orden e justicia, aunque en todas las Indias no la hubo, como parece
por todo lo arriba relatado.
Entre otras infinitas se han
leído en el Consejo de las Indias las que se dirán abajo. Un tirano gobernador
dió mandamiento a cierta gente suya que fuese a ciertos pueblos de indios e que
si no les diesen de comer los matasen a todos. Fueron con esta auctoridad, y
porque los indios como a enemigos suyos no se lo quisieron dar, más por miedo de
verlos y por huírlos que por falta de liberalidad, metieron a espada sobre
cinco mil ánimas.
Ítem, viniéronse a poner en sus
manos y a ofrecerse a su servicio cierto número de gentes de paz, que por
ventura ellos enviaron a llamar, y porque o no vinieron tan presto o porque
como suelen y es costumbre dellos vulgada, quisieron en ellos su horrible miedo
y espanto arraigar, mandó el gobernador que los entregasen a todos en manos de
otros indios que aquéllos tenían por sus enemigos. Los cuales, llorando y clamando
rogaban que los matasen ellos e no los diesen a sus enemigos; y no queriendo
salir de la casa donde estaban, los hicieron pedazos, clamando y diciendo:
«Venimos a serviros de paz e matáisnos; nuestra sangre quede por estas paredes
en testimonio de nuestra injusta muerte y vuestra crueldad.» Obra fué ésta,
cierto, señalada e digna de considerar e mucho más de lamentar.
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