1976.
Fallece en México la criolla
canaria Mercedes Pinto.
Añazu n Chinech, nace Mercedes
Pinto. En los años 20 llega a Madrid (España), donde empieza a colaborar en
diarios y revistas como Prensa Gráfica o La Acción. En 1924, se
traslada a Uruguay donde ocupa diversos cargos especiales en el Gobierno. Funda
la Casa del Estudiante de Montevideo, que fue visitada por Rabindranat Tagore,
Luigi Pirandello o Alfonsina Storni. También vive en Chile, Cuba y México,
donde destaca por su defensa de los derechos de la mujer. Pese a la popularidad
de su novela Él, llevada al cine por Luís Buñuel, en Canarias sólo hemos
podido conocer algo de su obra y su biografía gracias a los recientes estudios
de Alicia Llarena. Muere en Mexico, capital en 1976. Obras:Brisas del Teide (1921), poesía. El divorcio como
medida higiénica (1923), ensayo. Un señor... cualquiera (1930),
teatro. Él (1940), novela. Cantos de muchos puertos (1940),
poesía. La emoción de Montevideo (1940), ensayo. El alma grande del
pequeño Juan (1950), novela. Ella (1955), novela.
Mercedes Pinto nació en 1883 en Santa Cruz de Tenerife, Islas
Canarias. Escritora, dramaturga y
periodista,
Desde joven, fue conocida como la "Poetisa Canaria", pues ya había participado en diferentes concursos regionales. A los 20 años fue a vivir a Madrid dedicándose al periodismo y a dictar conferencias. En esta época publicó su primer libro "Brisas de Teide".
Conocida por sus ideas liberales y republicanas, Mercedes dio en 1923 una polémica conferencia en la Universidad Central de Madrid (España) sobre "El divorcio como medida higiénica", lo que fue motivo directo de su exilio bajo las amenazas del dictador Primo de Rivera.
Se radicó en
Montevideo, Uruguay, en 1925, continuando su labor periodística, a la vez que desarrolló actividades culturales:
fundó la "Casa del Estudiante" para la promoción y estímulo de los
artistas y escritores populares. Por allí pasaron invitados de la talla
de Rabindranath Tagore, Luigi Pirandello o Alfonsina Storni.
Su
producción literaria fue muy vasta y exitosa: "El" su novela más conocida; "Un señor... cualquiera"
estrenada en el Teatro Solís de Montevideo; "Cantos de muchos puertos". Mercedes fundó su propia compañía de teatro: "La Compañía Teatral de Arte Moderno" y con ella como directora artística, recorrió varios países de America, difundiendo obras de dramaturgos uruguayos.
Aparte del
teatro, tuvo otros actividades: en Paraguay dio conferencias en la Universidad de Asunción; en Argentina, participó
en Jornadas sobre el tema de la Mujer en la Universidad de
Tucumán; en Bolivia, llevó a cabo
campañas de educación popular. Vivió algunos años en Cuba, donde ocupó
el puesto de Educadora de
Conferencistas, y trató de solidarizar
al pueblo cubano con los refugiados judíos que llegaban a la isla, huyendo de
los nazis.
Mercedes, dinámica, valiente y
luchadora mujer, fue periodista,
poetisa, autora teatral, oradora y pedagoga, se manifestó siempre como
una gran defensora de los derechos de
la mujer, la clase obrera y la modernización de la educación. Se radicó
en México en 1943, allí publicó su segunda novela "Ella" y aunque vivió algunas temporadas en Madrid,
incursionando en cine, no permaneció mucho tiempo en la España franquista.
Mercedes Pinto falleció en México en 1976, a los 93 años; su tumba está en el Panteón Jardín de Ciudad de México. Unos versos que le dedicara Pablo Neruda son el epitafio de su tumba: "Enérgicamente sola, urgentemente viva".
Mercedes Pinto falleció en México en 1976, a los 93 años; su tumba está en el Panteón Jardín de Ciudad de México. Unos versos que le dedicara Pablo Neruda son el epitafio de su tumba: "Enérgicamente sola, urgentemente viva".
Desde el año 2008 el Centro de
Educación a Distancia de Santa Cruz de Tenerife, lleva el nombre de la
escritora.
Estudios sobre Mercedes Pinto
YO SOY LA NOVELA. VIDA Y OBRA DE MERCEDES PINTO
“Alicia Llarena: Yo soy la novela. Vida y obra de Mercedes PintoLas Palmas de Gran Canaria, Ediciones del Cabildo de Gran Canaria-Instituto Canario de la Mujer, 2003.
Capitulo 1.
Historia de una biografía
La historia de esta
biografía comenzó en 1989, cuando la Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno
Autónomo de Canarias sacó a la luz, en edición facsímil, una novela publicada
en Uruguay sesenta y tres años antes: Él, de Mercedes Pinto. El volumen
llamó mi atención por varias razones; primero, porque ignoraba completamente
quién era la autora; segundo, porque la novela procedía de un espacio y un
tiempo poco comunes (Montevideo, 1926); y tercero, porque bajo el plástico
transparente con el que el libro estaba envuelto, el editor había incluido una
cuartilla con una información preciosa, un fragmento del libro de Juan
Francisco Aranda (Luis Buñuel, Lumen, 1960) capaz de conmocionar a
cualquiera:
"Él, la
novela de la canaria Mercedes Pinto que sirvió a Buñuel y Luis Alcoriza para
realizar el guión de la película de idéntico título que dirigió el cineasta
aragonés en 1952, y que recibió en Basilea el premio FIAF.
Él es el estudio
científico de otro psicópata (fue proyectado por el profesor Jacques Lacan en la Escuela de Psicopatía de
París, Hospital Sainte Anne).
El protagonista de Él es producto de una casta familiar, social y religiosa. Todas sus reacciones, aunque increíblemente ridículas y absurdas, son muy reales en un sudamericano paranoico, pero todavía más en un español. Cuenta el caso de un burgués celoso, pero, más que cualquier otro film de Buñuel, Él es una de las obras maestras de Buñuel.
El protagonista de Él es producto de una casta familiar, social y religiosa. Todas sus reacciones, aunque increíblemente ridículas y absurdas, son muy reales en un sudamericano paranoico, pero todavía más en un español. Cuenta el caso de un burgués celoso, pero, más que cualquier otro film de Buñuel, Él es una de las obras maestras de Buñuel.
“Es una de mis
preferidas... Me satisface sobre todo por lo que tiene de documento verídico
sobre un caso patológico... Pero toda la exposición minuciosa, detallada,
documentada, del progreso psicopático del personaje resultó inverosímil para el
gran público, que se reía frecuentemente durante las proyecciones del film” L.
Buñuel
Que la novela de una
escritora canaria publicada en los años veinte sirviera de argumento a Luis
Buñuel era ya un dato extraordinario; que además lo fuera de una de sus
películas preferidas amplificaba la emoción; que Jacques Lacan se sintiera
atraído por este caso de paranoia rozaba el grado de lo increíble; y que en
aquellas fechas una autora de las islas edificara su ficción sobre una
enfermedad mental me pareció, cuando menos, un gesto excepcional en el contexto
de nuestras letras. Sin haberle quitado aún el envoltorio, el libro ya me había
envuelto a mí en un mar de preguntas, y la primera de todas, precisamente, fue
la de la ausencia: ¿por qué no lo editaron antes? ¿Y por qué nadie habla de
Mercedes Pinto?
Mientras rasgaba el
plástico con honda expectación, otras interrogaciones empezaron a aflorar:
¿Cómo conocería Buñuel esta novela? ¿Y a la escritora la conoció? ¿De dónde su
interés por llevarla al cine? ¿Y qué hacen Lacan y la paranoia en todo esto?
¿Por qué se publicaría en Uruguay?... Y, finalmente, la auténtica pregunta
¿Quién es Mercedes Pinto? ¿Habrá escrito otras cosas? En busca de alguna
información oculta en el interior, abrí las páginas, tan vacías en este aspecto
como plenas en muchos otros. La naturaleza facsímil de la edición permitía
conocer por la portada la ciudad de edición y la propia casa editorial
(Montevideo, Editorial de la Casa
del Estudiante), y en su reverso una lista de “Libros Uruguayos que Ud. debe
leer”, publicidad del famoso Palacio del Libro; e incluso sonreír con las hojas
finales que, al uso de la época, están pobladas de una heterogénea propaganda
hoy reservada a periódicos y revistas (desde anuncios de médicos y abogados,
hasta el anuncio del “Agua Salus. La mejor agua mineral”, la “Compañía de
Navegación Lloyd Brasileiro”, la pasta “Dentinol”, o el célebre tabaco
“Partagás”). Por su parte, la fecha exacta de la edición se identifica
claramente al final del texto (“Este libro se terminó de imprimir el día 21 de
agosto de 1926, en la
Imprenta Nacional Colorada”), igual que el nombre de los tres
ilustradores, que aparecen en la hoja anterior (De Simone, Fernández y
González, Federico Lanau). Sin embargo, el volumen no incluía ninguna nota
biográfica sobre Mercedes Pinto, ninguna pista que pudiera identificarla, que
la hiciera tangible en aquel primer encuentro, que contara algo más sobre su
vida y diera pistas sobre sus obras. Pensé entonces que el editor podía haber
añadido al libro otra cuartilla con datos sobre la autora, apéndice cuya
ausencia sugería que lo único importante de la novela era el vínculo con
Buñuel.
Amén de leer el libro
y de buscar la película del director aragonés, me ocupé los días siguientes de
indagar en bibliotecas y consultar historias literarias, por ver si se
iluminaba de algún modo la figura de Mercedes. Como fruto de aquellas primeras
tentativas conocí entre otras cosas su libro de versos Brisas del Teide
(publicado en Madrid en 1924), pero también el grado de ausencia de la
escritora en los manuales más accesibles de la literatura insular [1], donde la
mención de Mercedes sigue siendo mínima, y su presencia se justifica únicamente
con relación a Luís Buñuel. [2]
A pesar de la exclusión de Mercedes Pinto en el discurso oficial de nuestra historia literaria, que podría interpretarse a priori como una consecuencia de la escasa relevancia de su obra, o de su falta de continuidad (sólo suelen mencionarse sus dos primeros títulos) mi curiosidad siguió intacta, porque a las primeras preguntas sobre la autora se fueron sumando las que surgieron del contacto directo con el texto. En la lectura de Él, además del tema excepcional, de la crudeza de ciertas escenas, de sus personajes y sus anécdotas, me llamó la atención “ese arte lapidario con que está escrito” [3], una prosa nítida, lacónica, fragmentaria (poco más de cien brevísimas escenas) y sobre todo intensa, que sorteaba con eficacia poco habitual el tono dramático o los excesos emocionales del argumento. En este sentido, la novela estaba lejos de responder a las tópicas expectativas del discurso confesional que, de un modo a veces sospechoso, se le presupone históricamente a la escritura femenina.
A pesar de la exclusión de Mercedes Pinto en el discurso oficial de nuestra historia literaria, que podría interpretarse a priori como una consecuencia de la escasa relevancia de su obra, o de su falta de continuidad (sólo suelen mencionarse sus dos primeros títulos) mi curiosidad siguió intacta, porque a las primeras preguntas sobre la autora se fueron sumando las que surgieron del contacto directo con el texto. En la lectura de Él, además del tema excepcional, de la crudeza de ciertas escenas, de sus personajes y sus anécdotas, me llamó la atención “ese arte lapidario con que está escrito” [3], una prosa nítida, lacónica, fragmentaria (poco más de cien brevísimas escenas) y sobre todo intensa, que sorteaba con eficacia poco habitual el tono dramático o los excesos emocionales del argumento. En este sentido, la novela estaba lejos de responder a las tópicas expectativas del discurso confesional que, de un modo a veces sospechoso, se le presupone históricamente a la escritura femenina.
Pero el texto
presentaba también otros ingredientes inquietantes: una dedicatoria a su hijo
Juan Francisco, “tortura taladradora y eterna de mis horas desde su
desaparición, en los días cruentos de mi extraña odisea” [4], y una
“Aclaración” sobre las intenciones del libro y el motivo por el que decidió
publicarlo acompañado no de opiniones de críticos literarios, sino de médicos y
jurisconsultos, y donde aparece una valiosa información biográfica:
"Mi libro estaba ya preparado para salir a la calle gritando todo su dolor y toda su inquietud. Pero “un viento de tragedia”, como el de la hermosa poesía de la escritora uruguaya Luisa Luisi, lo arrancó de la casa Pueyo donde se estaba editando, y lo arrancó también de Madrid, y de España... y de Europa!
"Mi libro estaba ya preparado para salir a la calle gritando todo su dolor y toda su inquietud. Pero “un viento de tragedia”, como el de la hermosa poesía de la escritora uruguaya Luisa Luisi, lo arrancó de la casa Pueyo donde se estaba editando, y lo arrancó también de Madrid, y de España... y de Europa!
Al llegar a
Montevideo, mi anhelo por sacar a los caminos de la Vida la sombra de “El”,
continuaba, y entonces pensé con temor si tendría cabida su figura en este país
donde las leyes mejoran la situación de la mujer y la protegen más; en si
tendría ambiente mi libro y hallaría eco en esta sociedad" (Él, 8)
En estas mismas
páginas Mercedes razona la decisión que la llevó a incluir en el libro un total
de cuatro textos que, a manera de prólogos y epílogos, firman otros tantos
notables de la época. La escritora necesitaba arroparse de estos discursos de
autoridad porque era consciente de la polémica que su caso suscitaría en España
(donde estuvo a punto de imprimirse), país donde el divorcio seguía siendo un
tabú social [5]; por ello solicita la complicidad del abogado y escritor Jaime
Torrubiano Ripoll (Catedrático de la Real Academia de Jurisprudencia de Madrid), del
célebre doctor en psiquiatría Julio Camino Galicia (Coronel Médico Director del
Departamento de Alienados Militares en Carabanchel), de Alberto Valero Martín,
“el abogado de moda en Madrid, el lord Byron de la poesía española” (Él,
8), y del uruguayo Santín Carlos Rossi, sociólogo y doctor especializado en
psiquiatría. Todos ellos participan en la primera edición de la novela con
sendos prólogos y epílogos, documentos que no sólo han sido escritos por
hombres de ley y de ciencia, sino también por individuos de una condición
ideológica heterogénea, lo que los hace sumamente interesantes: “Reunidas están
pues en mi novela, opiniones diversas y diversidad de tendencias, como prueba
de mi amplitud espiritual, ya que preguntados quedan católicos, ateos,
librepensadores...” (Él, 8). Por otra parte, ante la ausencia general de
información sobre Mercedes, los textos, que habían sido añadidos como
atenuantes de la idea que impulsa la novela (reclamar la legalidad del divorcio
cuando la tragedia conyugal raya en la violencia o la locura), resultaron finalmente
esenciales, pues sus contenidos hacen pensar constantemente en la naturaleza
autobiográfica del relato:
El divorcio
vincular lo considera Vd. Entre líneas, si no me equivoco, como la única
solución posible de las grandes tragedias conyugales (...) ese divorcio es, tal
vez, el que entiendo desearía Vd., para su remedio y el de tantos ciudadanos
españoles, ver establecido en nuestra patria... (Jaime Torrubiano, Él, 12)
Pero si la señora
Mercedes Pinto ha narrado tan bien su observación, si ha logrado tanta
felicidad a su relato, no es seguramente solo porque tiene imaginación emotiva,
gracia espontánea de estilo y vigor maestro de expresión: hay algo más que
literatura en este libro. Mercedes Pinto es escritora y poetisa de talento,
tuvo un ambiente que pudo darle conocimientos superiores; pero el psicólogo que
hay en el psiquiatra insiste que en estas páginas hay algo más que literatura:
hay vida y hay dolor. Esta observación fue “vivida”, me atrevería a jurarlo...
Y siendo así, esta libro ya no es una “novela”, sino un “documento” (Santín
Carlos Rossi, Él, 16)
Su autora, la
ilustre socióloga y pedagoga Mercedes Pinto, nos ha revelado aparte de sus
brillantes dotes literarias, poseer un alma potentemente intelectualizada pero
que no ha sabido perder los atributos de su feminidad y por ello resulta
efectivamente altruista en grado superabundante, efectividad que la ha obligado
a no poder sufrir callada los ayes y lamentaciones de todas aquellas inocentes
criaturas que por la ley fatal del destino, o por culpa de la incultura y
cobardía de los demás, fueron condenadas a vivir en perpetuo martirio (Julio
Camino, Él, 172).
Durante un tiempo,
toda la información sobre Mercedes Pinto que pude acumular en mi primer
acercamiento se resumía en estos datos, importantes desde luego para entender
la resistencia imperante en el contexto social de la novela hacia el divorcio
(prohibido en España), y la perturbación que la denuncia explícita de este
“caso clínico y social” ocasionaría en el entorno, pero insuficientes para resolver
cuestiones importantes que la lectura del libro no hizo más que acentuar: ¿Por
qué tuvo que arrancarlo de la imprenta de Madrid? ¿Qué ocurrió exactamente con
Meredes? ¿Quién era él? ¿Por qué se fue a Montevideo? ¿Le ocurrió a ella misma
todo lo que cuenta? ¿Hasta dónde la realidad y hasta qué punto la ficción? ¿Y
qué hacía la escritora canaria en Madrid? ¿Tendría más obra publicada? ¿Por qué
desapareció sin dejar huella? ¿Quién era, en definitiva, Mercedes Pinto?
Desde esos días hasta
hoy la escritora ha sido un misterio centelleante que resurgía, una y otra vez,
cuando se cerraban todas las puertas y los muros parecían infranqueables. Así,
cuando ya no esperaba resolver los tantos y tan grandes acertijos que quedaban
pendientes, la vida de Mercedes Pinto empezó a transparentarse en una curiosa
suma de instantes azarosos, imprevisibles, y hasta enigmáticos —demasiado
casuales—, que poco a poco iluminaron su rica trayectoria existencial. Mis
actuales conocimientos sobre la escritora se fueron edificando sobre las
escasas aportaciones precedentes que encontré en las islas [6], y en las que
pude conocer que la obra de Mercedes era más amplia de lo que indicaba el largo
silencio en torno a ella, que fueron muchas y variadas las acciones culturales
que llevó a cabo en España e Hispanoamérica, y que, a pesar de su singular
trayectoria, excepcional en su contexto histórico, nadie se había ocupado aún
de hacer un estudio profundo, sistemático y riguroso sobre el tema. Es más, a
la ausencia de ese estudio global sobre Mercedes Pinto se unía la ausencia de
sus obras, inaccesibles o incompletas en el mercado editorial y aún en las
bibliotecas más surtidas del país. Por más que había avanzado sustancialmente
desde que la descubrí en aquella edición facsímil, las lagunas sobre la autora
eran tan grandes como el océano que media entre Canarias y América.
Mucho tiempo después,
de un modo casual e inesperado, en el transcurso de un viaje al Nuevo
Continente, el nombre de Mercedes emergió en el lugar menos previsible, en El
Colegio de México, en medio de un cóctel, cuando alguien sorprendido por mi
raro acento me preguntó de dónde era. Al responderle que de las Islas Canarias,
comentó sobre la marcha: “yo conozco a una escritora canaria que vive en
México: Mercedes Pinto; bueno, ella murió hace años, pero conozco a su hija, la
actriz Pituka de Foronda, que vive todavía”. Esta casualidad extraordinaria no
era en el fondo gratuita, porque durante los tres meses que residí en el
Distrito Federal yo ya había repartido numerosos ejemplares de la novela Él
entre distintas bibliotecas y grupos de investigación, y había hablado de la
escritora en todas partes, en busca precisamente de alguna pista sobre su vida
en la capital azteca.
Lo que he alcanzado a
conocer sobre Mercedes debe mucho a esta anécdota, que me obligó a volver a
México con el único propósito de encontrarme con Pituka. La primera vez que nos
vimos la emoción de las islas le brotaba por todas partes: me recitó poemas
completos de Mercedes, me contó cosas de su vida, y acabó cantando la canción
con la que más identificaba a su madre, nuestro conocido y emblemático
“Arrorró”. Al día siguiente, la actriz me citó en su casa para enseñarme el
patrimonio personal de Mercedes Pinto, ubicado en un cuarto pequeño –el último despacho
de la escritora—, en cuyas paredes y estantes se agolpaban sus libros,
carpetas, diplomas y fotografías. La abundancia del material me anunció
enseguida que la tarea no iba a ser fácil, y que no bastaban unas horas o un
par de días para poner en orden aquel maravilloso laberinto de papeles viejos.
Mientras miraba todo cuanto estaba ante mis ojos, Pituka me miraba no sin
ciertos recelos, entre la esperanza de la promesa que entonces le formulé
(rescatar la obra y la figura de Mercedes) y la sospecha de que mi interés
fuera efímero.
Volví varias veces a México. Y quizás por la celebración que yo hacía ante los datos, acontecimientos y anécdotas que narraba ante mi grabadora, o por la emoción que manifesté cuando depositó en mis manos algunas obras de Mercedes, inaccesibles hasta la fecha, Pituka acabó hospedándome en su casa, para evitarme el trasiego de ida y vuelta en aquella ciudad inmensa. Con ella y Herbert Wallace, su marido, conviví durante días en su preciosa residencia de Cuajimalpa; y rodeados de una atmósfera irrepetible, a la que contribuían el acompañamiento musical (el “Arrorró” de Olga Ramos y otras canciones de las islas que le había llevado expresamente como obsequio), decidimos colocar sobre la mesa de billar todo lo que en la casa había quedado de Mercedes, desde sus libros hasta sus anillos de plata tan llamativos, desde sus credenciales de periodista hasta sus recortes de prensa o documentos más íntimos. Mientras ordenaba la vida y obra de Mercedes entendí por qué había sido hasta entonces una mujer desconocida. Todo era tan abundante (sus actividades teatrales, su labor de conferenciante y su obra periodística, especialmente) y estaba tan disperso, que era imposible abordarla en poco tiempo, y una primera aproximación a su trayectoria ofrecía de entrada serias dificultades. Entre otras cosas la información que encontré en la casa de Pituka debía complementarse con otras búsquedas, a veces en puntos tan lejanos como La Habana, Uruguay o Chile; y reunir su obra periodística –sin duda la más difícil— exigía una lenta, complicada y agotadora empresa entre hemerotecas de países diferentes, amén de una problemática disposición temporal y económica. A pesar de estas serias dificultades, Mercedes Pinto seguía teniendo una luz extraordinaria, y decidí comprometerme en su rescate.
Volví varias veces a México. Y quizás por la celebración que yo hacía ante los datos, acontecimientos y anécdotas que narraba ante mi grabadora, o por la emoción que manifesté cuando depositó en mis manos algunas obras de Mercedes, inaccesibles hasta la fecha, Pituka acabó hospedándome en su casa, para evitarme el trasiego de ida y vuelta en aquella ciudad inmensa. Con ella y Herbert Wallace, su marido, conviví durante días en su preciosa residencia de Cuajimalpa; y rodeados de una atmósfera irrepetible, a la que contribuían el acompañamiento musical (el “Arrorró” de Olga Ramos y otras canciones de las islas que le había llevado expresamente como obsequio), decidimos colocar sobre la mesa de billar todo lo que en la casa había quedado de Mercedes, desde sus libros hasta sus anillos de plata tan llamativos, desde sus credenciales de periodista hasta sus recortes de prensa o documentos más íntimos. Mientras ordenaba la vida y obra de Mercedes entendí por qué había sido hasta entonces una mujer desconocida. Todo era tan abundante (sus actividades teatrales, su labor de conferenciante y su obra periodística, especialmente) y estaba tan disperso, que era imposible abordarla en poco tiempo, y una primera aproximación a su trayectoria ofrecía de entrada serias dificultades. Entre otras cosas la información que encontré en la casa de Pituka debía complementarse con otras búsquedas, a veces en puntos tan lejanos como La Habana, Uruguay o Chile; y reunir su obra periodística –sin duda la más difícil— exigía una lenta, complicada y agotadora empresa entre hemerotecas de países diferentes, amén de una problemática disposición temporal y económica. A pesar de estas serias dificultades, Mercedes Pinto seguía teniendo una luz extraordinaria, y decidí comprometerme en su rescate.
Las páginas que
siguen son el resultado de ese compromiso extrañamente personal con Mercedes al
que me condujeron sus obras tanto como otras coincidencias y avatares del
camino. Me mueve en ellas el propósito de acercarla a los lectores, pero sobre
todo el de restituir su legado en nuestra historia cultural, donde su ausencia
es notoria. Dado el inevitable encuentro que en este libro iba a producirse,
entre el tono narrativo del relato biográfico, y la necesidad de proveer, fijar
y contrastar abundantes datos, imprescindibles en un primer estudio de
conjunto, he preferido no interrumpir la lectura de una vida, y dejar para las
notas a pie de página, en la mayor parte de los casos, la información que
precisa un lector más curioso o exigente. Confío así en que la lectura de estas
páginas pueda resultar amena y sugestiva, sin renunciar al rigor y la seriedad
de una investigación donde convergen, además, múltiples materiales: los que
conocí directamente de los textos de Mercedes, de sus propios familiares, los
que me participaron trabajos y publicaciones precedentes, y lo que yo misma he
logrado reunir en distintas ciudades de Hispanoamérica. Confío también en que
este volumen sirva de orientación a futuras investigaciones, dispuestas a
completar el mosaico de esta vida casi inabarcable, y que de algún contribuya
al requerimiento que expresara en su día el dramaturgo mexicano Luis G.
Basurto, amigo personal de la escritora: “Mercedes Pinto requiere un biógrafo
apasionado y acucioso: tan amplia y profunda es la imagen de su personalidad;
tan rico el camino de su vida multifacética y asombrosa” [7]. Provista al menos
de la pasión que me inspiró desde el principio la escritora tinerfeña, estos
capítulos son un primer tributo a su figura, un primer intento de responder a
esa pregunta que un día me hiciera yo: ¿Pero quién es Mercedes Pinto?
NOTAS
[1] En la Historia de la literatura canaria, de J. Artiles e I. Quintana (1978), por ejemplo, no hay una sola referencia; y en publicaciones muy posteriores a la edición facsímil de Él, la información sigue siendo escasa: “PINTO DE ARMAS, Mercedes (1890-?). Prosista. n. en Santa Cruz de Tenerife. Autora de un libro de versos, Brisas del Teide, debe su renombre a la novela Él, que sirvió de base al guión de una de las películas mexicanas de Luis Buñuel, y que se publicó en Montevideo (Uruguay). Hay una reedición facsimilar de 1989” (Jorge Rodríguez Padrón, Primer Ensayo para un Diccionario de la Literatura en Canarias, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno Autónomo de Canarias, 1992, p. 246). Incluso en páginas web donde se sintetiza la trayectoria de los historiadores y escritores tinerfeños más relevantes, la obra aparece incompleta y equivocadas las fechas de muerte y nacimiento: “Santa Cruz de Tenerife, 1885-México 1979. Novelista y poetisa: una novela suya fue titulada Él, que fue llevada al cine por Luis Buñuel. Es autora también de Brisas del Teide (verso) y Ella (prosa)” (www.cabtfe.es/puntoinfo/texto/e/0106CULT/53.html).
[2] Es obvio que la
escasa celebridad de la que ha gozado Mercedes Pinto en España se deba a la
película del director aragonés, máxime si tenemos en cuenta que la obra
literaria de la escritora ha sido hasta hoy desconocida. En un trabajo reciente
sobre “La mirada de Luis Buñuel sobre la paranoia”, Gallego Llorente señala que
“La película está basada en la novela titulada
Pensamientos de la autora mexicana Mercedes Pinto que narra su convivencia
con un paranoico. No he podido encontrar dicha novela con lo que tampoco me ha
sido posible saber los aportes de Buñuel a la película. Nunca explicó por qué
le cambió el título a la novela, como de hecho nunca explicaba casi nada de sus
películas...” (en Revista de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica
de Madrid, 1999, n. 29, p. 186). En efecto, en los créditos de la película
aparece el título “Pensamientos”, pero también es verdad que la novela
Él de Mercedes Pinto lleva hasta hoy seis ediciones en España e Hispanoamérica; aún así la sombra de Buñuel sigue pesando sobre el texto.
[3] Valero Martín,
“Una opinión final”, Él de Mercedes Pinto, Montevideo, Editorial de la Casa del Estudiante, 1926.,
p. 183. En adelante el número de página sigue esta edición.
[4] Mercedes Pinto, “Ofrecimiento”, Él (sin página).
[4] Mercedes Pinto, “Ofrecimiento”, Él (sin página).
[5] "Creo
conveniente dar una explicación al público, de la idea que me ha guiado al
colocar mi libro como 'emparedado' entre opiniones de médicos y jurisconsultos.
Advertida de que suscitará polémicas el caso clínico y social que presento
(...) busqué la opinión de (...) ."un médico competente e imparcial que
dijese si Él era producto de una fantasía delirante, o era un caso
patológico existente por desgracia con inusitada frecuencia", (Él,
7).
[6] Debo mis primeros
conocimientos y pistas sobre Mercedes al trabajo de Nieves Pérez Riego, “Él, de
Mercedes Pinto: vanguardia y paranoia”, que leí en 1992 gracias a la copia que
me ofreció su autora; su trabajo fue finalmente publicado en Italia (Quaderni
Ibero-Americani, 83-84 (1998), pp. 69-79). La información de Pérez Riego me
condujo al artículo de Pilar Domínguez Prats: “Mercedes Pinto: una exiliada
canaria en Hispanoamérica”, VIII Coloquio de Historia Canarias-América,
Tomo I, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria-Instituto de Cooperación
Iberoamericana, Las Palmas de Gran Canaria, 1988, pp. 311-326. Ambos textos me
descubrieron el carácter polifacético del personaje, y me sirvieron como
primeras referencias a la hora de iniciar la búsqueda de sus obras. Más
adelante haré mención de otros trabajos pioneros, producidos en el ámbito
insular, que han contribuido a esclarecer la vida y la obra de la escritora.
[7] Luis G. Basurto, “Crónica de México”, El Heraldo de México, martes 27 de octubre de 1970, p. 4C.
[7] Luis G. Basurto, “Crónica de México”, El Heraldo de México, martes 27 de octubre de 1970, p. 4C.
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