CAPITULO XI
Chaurero n Eguerew
INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH
(TENERIFE) VI
Otra falacia
histórica colonial: La supuesta Victoria de Acentejo
“Una mentira mil
veces repetida se transforma en una verdad”
Joseph Goebbels.
Joseph Goebbels.
En ocasiones no es fácil para un
cristiano creyente fervoroso rayando en el fanatismo aún cuando este
creyente esté dotado de cierta capacidad
intelectual, el asumir que su dios no siempre actúa conforme a sus deseos y
rogativas, experimentando quizás en sus fueros más interno cierta sensación de
sentirse estafado, especialmente cuando estando auto convencido de que su causa es la única justa, creyendo
interpretar los deseos de un dios del cual además se auto titula representante,
aunque como es natural no medie una designación directa de la divinidad. Es por
ello, que el creyente-fanático no puede asumir que sus deseos y propósitos se
puedan ver truncados por un grupo de despreciables infieles. Es probable que estos sentimientos
perturbaran el espíritu del dominico fray Alonso de Espinosa cuando recorría la
isla Chinech recabando información de guanches y colonos para su proyecto de
documentar una serie de supuestos milagros voluntariamente atribuidos a la virgen
de Candelaria, estas indagaciones y su desmesurada imaginación le condujeron a
ser huéspedes de la santa Inquisición en Tamaránt por querer hacerse pasar por
miembro de tan santo tribunal.
Cuando el buen dominico recogió
la información de la batalla de Acentejo donde perecieron más de dos mil
cristianos a manos de los tabores de infieles guanches, su ego de cristiano y
andaluz se negaría a aceptar que su dios les sometiera a prueba tan dura.
Quizás sobreponiéndose a su
decepción, decidió salvar el “honor” de aquellos cristianos invasores
esclavistas creando una leyenda materia en la que además, eran expertos en su
orden, así de la imaginativa mente del frayle surge el mito de la supuesta
segunda batalla de Acentejo, como es sabido los mitos son relatos que pretenden
dar modelos de actuación. Los mitos se imponen como relatos llenos de
autoridad pero sin justificación; se apela, emotivamente, a que las cosas
han sido así. Mito este de la segunda batalla que fue seguido y sostenido por
cronistas e historiadores posteriores que han antepuesto una visión bucólica
poética a la vez que revanchita de la creación de literaria de Espinosa, a un
análisis crítico del mito en cuestión, porque
cuanto más viejo es un
mito, más solera tiene y más a gusto se consume. El creyente apenas se
para a pensar en todas las fantasías que se hayan podido añadir durante los
siglos en que estuvo vigente. En la dimensión espiritual del hombre pesa
más la tradición que la lógica más sensata. Y cuanto más fantasioso es un
mito más atractivo resulta.
Pero antes de continuar con la invención del
frayle con el mito de la supuesta segunda batalla de Acentejo, permítame el
posible lector que reproduzca dos artículos tomados de la obra de Espinosa,
Historia…, uno relativo a las “procesiones angelicales” y el otro de los “milagros”
de la virgen de Candelaria, hay que tener en cuenta que el frayle no nos está
hablando de manera poética o figurada, son afirmaciones rotundas y según él
incuestionables:
“De los procesiones que en
aquellos tiempos hacían los ángeles por la playa de
Candelaria”
Aunque,
estando la santa imagen de Candelaria en Chinguaro en la
casa del rey de Güímar, o en la cuevecita junto a ella,
donde muchos años estuvo, habían los
naturales guanches oído muchas veces armonía del cielo y músicas celestiales,[1] y visto
muchas lumbres encendidas a modo de procesión, no eran tan ordinarias como lo
fueron después que pasaron la santa reliquia a la cueva de San Blas.[1]
Que
como ya los guanches tenían más opinión y conocimiento de quién
ella era, así ella obraba más a menudo cosas, con
que los confirmaba en su opinión y los atraía a su devoción.
Eran
las procesiones que los ángeles hacían así por la playa, donde la santa imagen
estaba, como por la del Socorro, donde
apareció, muy ordinarias, así de noche como de día, con mucha solemnidad, gran armonía y música de voces suavísimas, con muchedumbre de compañía que, con
velas encendidas, puestas en orden y concierto, hacían su procesión, desde la ermita que llaman de Santiago hasta
la cueva de San Blas, por toda la
playa, que es larga; y esto era tan ordinario, que ya no lo extrañaban
los naturales. [1]
En la playa
que dicen de Abona, que será cuatro leguas désta de
Candelaria, hacia la
Montaña Roja, se veían también ordinariamente
estas procesiones, principalmente por la fiesta de la Asunción de Nuestra
Señora; y esto es tanta verdad, que ahora, en estos tiempos,
personas que las han visto se van a la dicha playa y hallan
velas de cera acabadas de apagar, y algunos las han hallado
encendidas y pegadas a los riscos y me enseñaron el lugar
y yo lo vide. Y así en esta playa, como en la de Candelaria,
se halla por la orilla de la mar gran cantidad de gotas de cera
que de las procesiones que los ángeles hacen en honra de la Candelaria gotean, y yo
doy fe
que las he hallado y visto, y las tengo en mi poder, y oído a oíros muchos lo
propio.
Las candelas
o velas que en estas playas se hallan, no son muy
blancas, mas el pabilo no se deja entender de qué sea, porque
ni es estopa ni algodón, antes en alguna manera parece de
seda blanca torcida. Lo que toca a estas procesiones, que después acá que la
isla es de cristianos, se han visto, adelante, cuando tratemos de los milagros,
se hará mención dellas más particular. (Espinosa, 1980:64-66)
“De cómo Nuestra Señora de Candelaria libró un navío que iba para
Indias de sus enemigos”
Son tantos los milagros que esta Señora hace por los mareantes,
que de solos ellos se pudiera hacer larga historia. Y de éstos son patentes indicios los muchos cabos y maromas de que las paredes de la iglesia están
adornadas; que navegando navíos con grandes tempestades y llamando a Nuestra Señora de Candelaria, han sido por ella
socorridos visiblemente, viéndola en
el mástil mayor o en la popa de los navíos. Y de muchos que se cuentan y
refieren diré algunos que he averiguado y comprobado.
Viniendo de
España para Indias un navío de españoles con próspero viento, en el golfo de
las Yeguas, que es cerca de estas islas de
Canarias, toparon un navío francés, que les vino siguiendo tres días y
tres noches; al cabo de los cuales habiéndoles
ganado el barlovento, vino un martes en la tarde a ponérseles a tiro de cañón. Y como los españoles venían sin armas ofensivas ni defensivas, y el enemigo
hecho un reloj, perdiendo la esperanza
de escapar de sus manos, a persuasión
del maestro del navío, que tenía noticias de los milagros que Nuestra Señora hace por los que se le encomiendan y en
sus necesidades la invocan, con fe se encomendaron todos a esta Señora,
prometiendo de ir en romería a su bendita
casa.
El navío francés les comenzó a bombardear.
Estando ya casi barloado con ellos, espantable caso: todas las
bombas que daban en el navío español, como si ellas fueran de cera y el navío de
bronce o metal, resurgían hechas pasta, sin hacer daño alguno; y muchas balas, así de los esmeriles y piezas que tiraban como de los mosquetes y
escopetas, daban a los hombres en los
pechos y otras partes, y caían a sus pies sin hacerles daño alguno. Y en
particular dio una bala a los del
navío español a uno en la muñeca del brazo, donde traía unas cuentas de reumas, y quebrándole una de ellas,
no le hizo otro mal.
Viendo, pues, los del navío tan manifiesto milagro, dieron
voces a Nuestra Señora de Candelaria y volvieron sobre el navío francés, para barloar con él. Más los franceses cobraron tanto temor y miedo que, no osando esperar a
los que tenían rendidos y acobardados, dieron a huir por el espacioso
mar, quedando los españoles libres y vencedores; desde donde vinieron al puerto de Santa Cruz, para venir a dar gracias
a quien les había librado tan patentemente y con tanta honra.
Sucedió un admirable caso en este mismo día y en esta misma
hora en que aconteció este milagro, que no permitió esta Señora que los religiosos que en su casa la sirven, ni los romeros que en ella estaban, que eran muchos,
quedasen en ayunos de este consuelo y
milagro; porque a prima noche oyeron
todos tocarse las campanillas del coro que se suelen tañer al alzar; y esto por gran rato y espacio. Y
yendo todos a ver lo que era (por ser
cosa inusitada tocarse a aquellas horas),
no hallaron persona alguna que tocarles pudiese. Y entrando en la iglesia, estaba tan clara como si fuera
a medio día. Y luego entendieron todos
denotar aquello algún milagro que la Reina de los ángeles
entonces hubiese hecho; y así notaron el día
y la hora. Y de hoy a ocho días vinieron diez y nueve hombres del navío arriba dicho descalzos y en romería, uno de los cuales era don Gabriel de
Montalvo, que con muchas lágrimas contaron todo lo sucedido. Este milagro está
comprobado.” (Espinosa, 1980:164-166)
Y así, ¡hasta cincuenta y seis “milagros” más!
Juzgue el posible lector por sí mismo, pues bien, “fundamentados” documentos
como los presentes han sido seguidos ciegamente por determinados intelectuales
con patente de corso en la
Historia de Canarias, creando una especie de “bola de nieve”
en torno a determinados pasajes de nuestra historial colonial hasta el punto
que es difícil dilucidar que contienen de verdad y cuanto de montaje mal intencionado,
pero eso sí, desde un óptica “culta” es
decir, colonial.
El abogado e
investigador canario Antonio Cubillo Ferreira en un interesante artículo
relacionado con la supuesta segunda batalla de Acentejo y haciéndose eco de
una investigación sobre el tema
realizada por el historiador Eduardo Espinosa nos dice:
“Mi estimado
amigo, ya fallecido, natural de Ycod de los Vinos, Eduardo Espinosa de los
Monteros y Moas, después de muchos años de investigación y análisis de textos
antiguos de la conquista y las datas notariales, escribió un magnífico opúsculo
con el título de “El real de Ycoden y el postrero de la conquista”[1] en el
cual, con todo lujo de detalles, se analizan los hechos históricos y documentos
para demostrar que nunca existió esa “victoria de Asentejo”, inventada por los
españoles. El montaje histórico, nos dice Eduardo, surge de una invención
fabricada por el monje dominico fray Alonso de Espinosa”, y continua el Sr.
Cubillo: “dice, que después de la batalla de Aguere marchó Alonso de Lugo con
el ejército a La Orotava,
sin que los guanches se opusieran a su acción, “hasta assentar su real en el
lugar del que se denominó Realejo en el término de Taoro”, y que desde aquí
hicieron correrías las tropas conquistadoras hasta que los guanches presentaron
la batalla en un lugar de Acentejo cercano al otro donde había sido la primera,
siendo vencidos y muertos la mayor parte de ellos y cantada la victoria por sus
enemigos después de haber peleado la mayor parte del día. Según el fraile
dominico, los guanches desplegaron sus tropas ante las de los españoles,
provocando el combate en campo abierto, en el mismo sitio donde los habían
derrotado en Asentejo. Esto no es un hecho real sino una historia fabricada por
el fraile.
El
historiador icodense da una cita del monje que dice: “Marchó su campo la vía de
la Orotava,
con mejor suceso que la vez primera, sin hallar mucha resistencia, aunque
alguna, hasta asentar su real en el lugar que se denominó Realejo”. Eso quiere
decir que no hubo ninguna acción bélica entre Aguere y Taoro.”
La
historiografía y las fuentes archivisticas canarias nos trasmite interesantes y
pormenorizados detalles de batallas y escaramuzas sostenidas entre los
invasores europeos y nuestros ancestros, por ejemplo la batalla de Ofra donde Maldonado
y Saavedra perdieron 200 mercenarios muertos en el combate, Acentejo donde
murieron más de 2.000 milites, la batalla de Aguere favorable a los invasores,
escaramuzas como la de Las Pañuelas, Abikure en Anaga, las de Icod, Adeje etc.
No es comprensible que la supuesta segunda batalla de Acentejo con la magnitud
que le atribuye el frayle Espinosa y sus seguidores, no haya dejado mas huella documental que el
relato-ficción del dominico.
Interesado
en esta cuestión he indagado en las fuentes por si pudiera existir algún
resquicio que pudiera dar algún viso credibilidad al relato de Espinosa, pero
mi esfuerzo resultó inútil en tal sentido.
Isabel Fuentes Rebollo
(1501-1510)
168 documentos.
Datas de Tenerife, libros I al IV 1884 “
Datas de Tenerife libro V
146 “
Antonio Rumeu de Armas
50 “
Eduardo Azanar Vallejo
(1476-1515)
1203 “
Eduardo Aznar Et. Al.
(1518-1525)
658 “
Total documentos consultados
4.109
Todos estos documentos
correspondientes al archivo principal de la Corona de Castilla, el de Simancas y en una de
sus secciones más interesantes el Registro General del Sello (exceptuado las
Datas), han sido reproducidos íntegramente o extractados por autores de
reconocida solvencia académica. En
ninguno de ellos se hace la menor referencia a la supuesta segunda batalla de
Acentejo. Hecho que de haber tenido lugar tal como nos los presentan
determinados elucubradores, es prácticamente imposible que no estuviese
reflejado en las fuentes documentales. Antonio Cedeño militi que vino a la
conquista de Tanaránt con Juan Rejón y que participo en la invasión de Chinech,
escribió una crónica de la conquista Breve
resumen e historia muy verdadera de la conquista de Canaria, no recoge la
supuesta segunda batalla de Acentejo. Otro criollo e historiador el medico
Tomás Marín de Cubas, no hace mención a dicha batalla.
Curiosamente este supuesto hecho
de armas tampoco es mencionado por los dos cronistas españoles mejor informados
de la época, Bernáldez el Cura de los
Palacios.
Desde mi
punto de vista, lo que el fraile tomo por una batalla fue una de las tantas
correrías que habitualmente realizaban los invasores para la captura de
esclavos o ganados recogida por transmisión oral, la que dio pie a Espinosa
para urdir su hiperbólica segunda batalla de Acentejo:
“…Iba en vanguardia
de esta expedición el mismo Lope Fernández de la Guerra, quien, deseoso de
penetrar en el famoso distrito, se adelantó solo hasta el lugar
donde está hoy el caserío de Santa Úrsula; pero,
al llegar allí, le salieron de improviso al
encuentro y le acometieron, dando horrorosos silbos,
veinte guanches que estaban en acecho tras unos matorrales.
Como el sitio
no era favorable para la defensa, retrocedió Lope, saliendo
a escape sobre su caballo hasta que, entrando en un llano
donde podía manejar sus armas, retrocedió, y haciendo frente a los
isleños que de cerca le perseguían, mató
seis con su lanza, ahuyentando a los demás, entre los cuales quedó uno prisionero bajo los pies del caballo”. (A. Millares Torres)
En este
encuentro murió luchando valientemente Badamoheí, infante de la casa real de Tacoronte.
Entre las Datas de repartimiento de las tierras
usurpadas, existe una que considero de interés por los datos que aporta, un pino con seguridad el Pino Santo de
la actual Victoria, un barranco primero
como vamos a La Laguna,
actual Barranco de Cabrera, por consiguiente las tierras concedidas a Juan
Benítez por esta data forman parte de
los municipios de La
Matanza y La
Victoria:
1.356-26.—Juan
Benítez. Como a v° e conquistador q. fuistes destas islas
y por los muchos trabajos q. en estas conquistas hovistes os
do., un pedazo de tas. de s. q. son en Asentejo para sembrar pan, las cuales
dhas. tas. habéis de echar la linde desde un pino q. está “en hante de la ranbla honda estuvimos el día del desbarato de Asentejo”
y ha de venir la linde dende aquel pino atravesando
fasta un barranco primero como vamos a La Laguna
y dende
este linde hasta la montaña, os do las dhas. tas. q. han por
linderos la rambla honda hasta la montaña y de la otra parte de
abajo está dha. linde y del otro lado el barranquillo suso dende están
unos barecos como vamos a La
Laguna y de la otra parte de arriba la montaña. Digo q. vos
do 250 f.
10-111-1502.
Si en dicho término hubiese
tenido lugar la pretendida segunda batalla de Acentejo, es lógico y dado la
especial idiosincrasia de los invasores que en lugar de recoger en el documento
como referencia del lugar la expresión “estuvimos
el día del desbarato de Asentejo”, con toda seguridad hubiesen empleado la
de: “estuvimos el dia del desbarato de
los guanches”, terminología más apropiada de haber existido tal batalla y
recogida documentalmente para eventos similares.
En cuanto al topónimo La Victoria de Acentejo, es
cuando menos lamentable que organismos oficiales se presten de manera consiente
a un continuo ejercicio de pleitesía en su acepción como capitulación,
rendición, sometimiento a los poderes coloniales, y que además se encuentran
cómodos con la situación heredada siendo incapaces de indagar en los
fundamentos históricos de su existencia.
Uno no puede dejar de
sentir vergüenza ajena cuando lee textos como el siguiente:
“La
Victoria de Acentejo es uno de los pueblos más notables en la
historia de Canarias.
Debe su nombre al grito de ¡Victoria! que dieron los
castellanos en la batalla que les otorgó la Conquista de la isla de
Tenerife el 25 de diciembre de 1495. En honor a este hecho se celebró una misa
junto al Pino, que pervive como símbolo del municipio y se prometió
levantar una ermita en el lugar donde hoy se alza el templo parroquial, lo que
inició el asentamiento de los primeros pobladores.”[1]
En ocasiones los lugares toman el
nombre de determinados hechos notables ocurridos en los mismos, que permanecen
en la memoria de los coetáneos y es trasmitida a las sucesivas generaciones lo
cual acaba siendo reflejado en la documentación de cada momento, bien por
normativas administrativas, testamentos, documentos de compra-venta etc.
Un de las fuentes más fiables por
la proximidad a los hechos de la invasión de la isla son las datas o cédulas de
repartimiento de las tierras usurpadas, en este caso las relativas al
Achimenceyato de Acentejo.
De las 53 datas de repartimiento
fechadas entre 1497 y 1522, que recogen el topónimo Acentejo, ninguna de ellas menciona a La Victoria de Acentejo, prueba
evidente de que en el lugar no se produjo ningún acontecimiento con la
suficiente entidad como para que fuese conservado por la memoria popular o por
decisión de los estamentos gobernante, en cambio el topónimo La Matanza de Acentejo está
recogido en cinco de ellas y documentado desde 1497, para una mayor
inteligencia del posible lector reproducimos dichas datas:
22.—Juan
Rodrigues de Gamonales en mi nonbre y nonbre de Miguel de
Plasencia suplico a V. M.
q. por quanto avernos fama de servir a V. M. y ser
vs.... unas tas. q. están dondescendiendo la Matanca de Acentejo la
primera rambla fasta la otra de los Charcos q. alinda con
Baeca y sus compañeros e por quanto no es mucho para nosotros
suplicamos a V. M.
nos la mande firmar q. en esto ganará V. M. vassallos
y será servicio a Dios. 30-VIII-1491 (?).
662-3.—Diego
Mancanufyo. «Yo Alonso de Lugo, governador de las islas
de Tenerife y San Miguel de la
Palma, do a vos D. M. unas tas. q. son sobre el
ruoque junto con las montañetas de la Matanca
y fasta las cuevas questán en barranco de la Matanca y las cuevas
questán sobre el roque y otras q. son mías y de Juan Delgado
questán en el barranco de Fanfan cerca de la ta. de Ygoymad
porq. así q. vos las do vos do este alvalá firmado de mi nombre fecho
xx días de mes de otubre de xc y siete años y estas cuevas questán
sobre el roque son para mí y Pero García. Dénsele 3 c. de senbradura donde
demanda. Alonso de Lugo». 20-X-1497. [Traslado
adjunto, de J. López de Acoca, escribano mayor].
818-60.—Rodrigo
Yanes. Tas. para q. son en Agentejo abajo de la Matanca pasando el charco
del agua aliende de un barranco seco, en el mismo lomo
donde ya vos he dado otro pedazo de tas., demás de lo dado os
hago merced de otras 5 c. Le da 3 c. 27-111-1503.
1.242-25.—Fernando
Días, v°. Un pedazo de ta. monte q. es en Acentejo,
abajo de La Matanca,
linderos el barranco y tas. de Pedro de Agreda y de la otra
parte la montaña y malpaís, la cual ta. va por el lomo abajo
hasta la mar, en q. puede haber 3 c. para sembrar.
6-VI-1509.
712-63.—Pedro
Vizcaíno. «Beso las manos de V. M. a la cual plega saber
en como en las Matancas están unas cuevas mías q. V. M. me mandó
dar y un pedazo de ta. cabe las cuevas». Le sean dadas las
tas. y cuevas. Alonso de Lugo. S. f.
Por
otra parte, el Cabildo de los colonos en su sesión de 25 de julio 1508 dispone
los lugares donde han de tener lugar la mesta, situándola de esta manera:
“Están de la Punta
haza en todos los términos de Taoro y hirán a hazer mesta al avchón del Rey al Ryo quando se apregonare que será el lunes
primero que vyene, so pena de dc mrs. para el reparo de los caminos
desta ysla; e los que están de
la Matanza a este cabo, hasta el arroyo de Guavonje,
que se entiende donde mataren a
Sordillán, quando los llamaren vayan todos a fazer su mesta a la cruz que es camino de Taoro; e los que están desde el
arroyo hasta todo el término de Tegueste vayan con sus ganados a hazer mesta al
arroyo del agua de Tegueste, al Paso Baxo; e los
otros que están en todo el término de Anaga se junten para quando los llamaren en el arroyo que
está a la cabezada de todo el
arroyo de Tegueste; e los que están en Heneto se junten en Taco, en la montaña, para hazer mesta; e todos los otros ganados que
sean en todo el término de Guymar con la
montaña se junten todos a las Syete Huentes
del señor Governador, e que ninguna persona non sea osado de dexar de mesta ninguna res, so pena que el que se le
provare ge lo demandarán por de hurto e sy fuere guanche que le serán
dados cientaçotes.” (Acuerdos Cabildo de Tenerife, 1508, fol. 8v.)
Este
texto nos indica que en la época el término de
La Matanza
abarcaba toda la comarca de Acentejo[1] con
los mismos límites del achimenceyato del mismo nombre que en tiempos de la
invasión estaba gobernado por Chimenchia-Tinguaro, hermano del gran Kebehi
Benchomo. Dicho territorio lo ocupa los actuales municipios de La Matanza, La Victoria y Santa Úrsula,
poblaciones estas dos últimas que en aquellos momentos no debían ser
significativas puesto que no son reseñadas en la documentación de aquel tiempo.
No es comprensible según
las tácticas militares de la época que los invasores pusieran en marcha todo su
ejercito de mercenarios en pleno apogeo de la estación invernal, y mucho menos
que después de haber obtenido la supuesta victoria nada menos que sobre 5.000
guanches según algunos sesudos historiadores, dieran contra marcha regresando
al campamento de Añazu, en lugar de ocupar el apetecido menceyato de Tahoro.
La realidad es que por esas
fechas las tropas invasoras estaban acuarteladas invernando en Añazu y con
graves problemas de mantenimientos, por lo que de vez en cuando algunos
destacamentos hacían cabalgadas a la rapiña de ganado, mientras tanto, dejaban
que la epidemia de modorra hiciera sus estragos y, posiblemente reenvenenando
los acuíferos, así estuvieron hasta la primavera del año siguiente por finales de mayo recibieron un buque con
ayuda del duque de Medinasidionia, no fue hasta el mes de julio de 1496 que las
tropas se pusieron en marcha hacía Taoro sin gran resistencia por parte de los
guanches porque tal como recoge Marín de Cubas: “estaban todos enfermos,
cayendose a sus pies, allí había grandes cantidades de cuerpos, unos cerca del
agua muertos, otros emparedados en cuevas y paredones a modo de hornillos, y
todo era horroroso, y entrado de la cuaresma no aparecía un hombre vivo por
todos aquellos campos y sierras”. (Marín de Cubas, [1694] 1993: 196).
Imagen: Batalla fantasma de
Acentejo (La Victoria).
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