CAPITULO VI
Chaurero n Eguerew
INVASIÓN SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH
(TENERIFE)
Antecedentes de
razzias pre-coloniales a la captura de esclavos
La Isla Chinech
(Tenerife) desde un principio impuso respeto a los salteadores castellanos,
aragoneses, mallorquines y portugueses quienes no se atrevieron a efectuar
desembarcos digamos reglados, pues era proverbial el coraje y valentía que
siempre mostró el pueblo guanche, aún así no estuvo exento de sufrir
esporádicos desembarcos de aventureros por las desérticas costas de manera
subrepticia al principio, posteriormente, conforme los frailes fueron
consiguiendo cotas de tolerancia y asentamiento en algunos de los menceyatos
del sur de la isla, supieron aprovechar cuando no promover las disensiones
entre los menceyatos para desde los eremitarios-realmente casas de
contratación-, como base de operaciones desde donde los mercenarios esclavistas
realizaban algunas correrías depredatorias, al interior de la isla las cuales
en ocasiones terminaban con la captura de algunos pastores los cuales eran
inmediatamente esclavizados y comercializados preferentemente a través de los
puertos de Lanzarote o La
Gomera, aunque posteriormente, una vez invadida y sometida
Gran Canaria también lo fueron en el de Las Isletas desde donde eran reenviados
a Castilla, Puerto de Santa María, Sevilla, Valencia o Mallorca.
Desde el siglo XIV las islas fueron fuente de
suministros de esclavos para algunos pueblos de la península ibérica, los
aragoneses, mallorquines y castellanos fueron los que actuaron con mayor
incidencia, en 1351, los mercaderes mallorquines Juan Doria (de Auria) y
Jaime Segarra (de Sagarra), proyectan
una expedición de treinta personas -religiosos, clérigos y seglares- para la
“evangelización” de las islas. Para ello
cuentan con doce guanches esclavos
posiblemente de los apresados en la expedición depredatoria de 1342,
emprendida por los
capitanes Francesc des Valer y
Domingo Gual, a
bordo de las
cocas «Santa Créu», «Santa Magdalena», «Sant Joan» y una cuarta más de
nombre desconocido. Ahora comprados por Juan y Jaime, convenientemente
instruidos en la fe católica. Para llevar adelante el proyecto piden autorización
al Papa de turno, Clemente VI, quien en bula de Avignon, a 15 de mayo de 1351,
aprueba el proyecto de Doria y Segarra y les concede gracias espirituales.
Así, tenemos registradas actividades
esclavistas desde el año 1342 confirmadas por
un documento de 1352, donde consta que en ese año de 1352, Pedro
IV el Ceremonioso, había solicitado a su Lugarteniente en la isla de Mallorca,
un informe acerca de cómo habían sido introducidos en dicha isla doce indígenas
de la isla de Gran Canaria, los cuales habían llegado allí en alguna expedición
procedente de las correrías mallorquinas a Canarias en el año 1342. El motivo
que tenía Pedro el Ceremonioso era la queja de algunas personas que habían adquirido los esclavos, y ahora
pretendían Juan Doria y Jaime Segarra, llevarlos consigo a las Canarias, como
parte de una expedición más compleja, donde querían integrarse con los nativos,
y era preciso el concurso de los mencionados esclavos que habían aprendido la
lengua catalana. Como medida cautelar, el Rey dictaminó que si los esclavos
habían sido apresados “cum fraude”, que era justo que se llevasen nuevamente a
su tierra, pudiendo ir con los expedicionarios; pero si habían sido adquiridos
legalmente como cautivos, debía pagarse a sus dueños el justo precio por ellos.
Los canarios que zarparon rumbo a Canarias habían sido previamente bautizados
por el rito católico en Mallorca. No es improbable que además de estos doce
hubiese otros canarios en Mallorca, que
finalmente se integraran en dicha isla, dejando sucesión.
A estos desgraciados esclavos canarii el
profesor Antonio Rumeu de Armas influido por su acendrado catolicismo los califica como “doce apóstoles neófitos indígenas,
instruidos previamente en las verdades de la fe.” Aunque más adelante reconoce que: “Se trataba
de una empresa comercial privada, en la que participaron diversos socios
armadores, con apoyo y respaldo oficial, puesto que los títulos y las cartas de
creencia le van a ser despachados por Roger de Rovenach, lugarteniente del rey
de Mallorca, Jaime III. Puede darse como seguro que el objetivo de estas
primeras expediciones era de predador, con la finalidad exclusiva de capturan
indígenas, para su ulterior venta en los mercados esclavistas mediterráneos, y
adueñarse de ganado menor, ovejas y cabras, particularmente.” Y continua nuestro
autor: “En un documento expedido el 14 de mayo de 1352, se daban instrucciones
muy precisas al capitán de la expedición, Arnaldo Roger, por parte del
lugarteniente Guillén de Llagostera. El párrafo que más nos interesa decía así:
”Si sucediese, Dios mediante, que adquirieseis las dichas islas o alguna de las
mismas, las tendréis en feudo del mencionado señor nuestro, el rey de Aragón; y
en su nombre y representación... os damos pleno
poder.. - sobre las dichas gentes
y... sus bienes, y de conocer en todos los pleitos y controversias civiles
y criminales, y de regir y gobernar las predichas gentes como a vos pareciese
convenir mejor...”. (A. Rumeu de Armas, la expedición militar mallorquina a
Canarias de 1366)
El primer contacto de cristianos con los guanches
de la isla de Chinech (Tenerife) que tenemos documentado, nos lo proporciona D.
Tomás Marín de Cubas, quien nos dice que: “en el año 1347 desembarcan en
Adeje -posiblemente por el actual puerto de Los Cristianos-, un grupo de
aragoneses quienes trataron de entablar paces previas a la ocupación de
hecho de la isla. Avisado el Rey de la isla que en aquella fecha lo era
Betzenuriga, de la presencia de los extranjeros, este salio al encuentro de los
mismos acompañado de varios miembros del Sabor (capitanes) y sus
correspondientes Tabores. Betzenuriga escuchó con paciencia las insolentes
propuestas del Capitán de los aragoneses que le culminaba a que dejasen
de ser idolatras y aceptase el cristianismo como única religión verdadera.
Ante tan impertinente propuesta, Betzenuriga
le respondió que, -ellos ya tenían un Dios llamado Jucancha, y que no admitía
tener paces con los extranjeros, invitándoles a abandonar la isla,
advirtiéndole de que si volvían con semejantes propuestas no saldrían vivos-.”
(Marín de Cubas (1694: 82)
La presión depredatoria sobre el
archipiélago es ejercida aún en aquellos casos en los piratas arriban al mismo
como consecuencia de algún temporal como fue el caso en 1369, de una probable expedición mallorquina a las islas
Canarias. "Hay, asimismo, hacia Occidente, algunas islas descubiertas de
una manera casual y maravillosa no ha mucho, desde el año del Señor de 1370 o
aproximadamente ... Como unos piratas persiguiesen hostilmente cierta galera o
nave del rey de Aragón, los marineros, dejando a su espalda la tierra firme, es
decir, el reino de Aragón, sin esperanza y contra su voluntad se lanzaron a
toda vela por la inmensidad del mar Océano, hacia Occidente, empujados por un
violentísimo viento Levante que nace de Oriente, que continuó aún con gran
furia, durante nueve días y nueve noches en el desamparo del mar. Por fin, en
la mañana del décimo día, salido ya el sol, mientras contemplaban unos agudos
montes...". Se encontraban ya ante las Canarias, donde se relacionaron
con los aborígenes.
Luego regresaron a Aragón llevando consigo algunos de éstos. Este
acontecimiento solicitó alguna expedición posterior, contando ya con el apoyo
real.” (Florentino Pérez Embid.)
En 1393 Las Crónicas de Enrique
III, narran la primera expedición castellana al Archipiélago Canario: “En este
año, estando el rey en Madrid, oyo nuevas como algunas gentes de Sevilla e de
la costa de Vizcaya e Guipúzcoa armaron algunos navíos Sevilla... e pasaron a
las islas que son llamadas Canarias, como quier que otros, e andovieron en la
mar fasta que bien sopieron... E enviaron a decir al lo que allí fallaron e
como eran islas ligeras de conquistar, si la su merced fuese, e a pequeña
cosa”. En este mismo año en el País Vasco fue célebre la llegada de barcos armados
con capital sevillano, vizcaíno y guipuzcoano. En estas correrías fueron
apresados como queda dicho los Reyes de Lanzarote, junto con 170 súbditos. El
destino de estos fuese probablemente el País Vasco o Andalucía. También cabe la
posibilidad que fuesen llevados a la actual Italia.
Lo cierto es que también es muy
probable que cuando las Islas se hallaron bajo el dominio de la Corona de Castilla, casi un
siglo después, algunos de esos esclavos pudieron haber sido manumitidos y
recobrando su libertad, o bien los hijos de aquellos, regresando en algún
porcentaje a las Islas con nombres y apellidos impuestos en su lugar de
procedencia. Otros quedaron en su
destino, integrándose con familias y concediendo a dichos lugares la formación
de linajes con sangre de las Afortunadas.
Sobre 1404 los piratas y
esclavistas Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle exploran las costas de
la isla Chinech (Tenerife) pero desisten de desembarcar aunque nos dejaron una
idílica descripción de la isla: “La isla de Infierno, que se dice Tonerfiz,
tiene la forma de un rastrillo, casi como la de Gran Canaria, y contiene
aproximadamente 18 leguas francesas de largo y 10 de ancho; y en su centro
hay una gran montaña, la más alta que haya en todas las Islas Canarias, y se
extiende la ladera de la montaña en todas las direcciones, por la mayor parte
de toda la isla. Y en su alrededor los barrancos están llenos de grandes
bosques y de hermosas fuentes de agua corriente, con dragos y con muchos otros
árboles de diferentes clases y diferentes condiciones. El país es muy bueno
para toda clase de cultivos, y viven en él muchas gentes, que son los más
atrevidos de todos los demás pueblos que viven en las Islas, y nunca fueron
asaltados ni conducidos en cautiverio, como los de las otras islas. Y su país
se adelanta por un lado, hacia Sur, hasta seis leguas de distancia de La Gomera, y por el otro lado,
hacia Norte, hasta cuatro leguas de Gran Canaria, y por aquí se considera que
es una de las buenas islas que haya.” (Le Canarien, 1980: 164)
Abril 18 de 1472.-Diego
de Sevilla (mercader, vesyno de Sevylla
en la collación de Santa Maria)
vende a Rodrigo de Andújar
(vesyno de la cibdad
de Murcia, que está
presente) una esclava canaria,
natural de Tenerife, que ha
nonbre Ysabel, de hedad de treinta años poco más
o menos; e más otro su esclavo negro,
natural de Guynea, de hedad
de quince años poco más
o menos, que ha nombre Lancarote ... (F.
S. P., sin fol. 1.
Sometida la Isla Benahuare y
pendiente la concesión por parte de la corona castellana para la invasión de la
de Chinech los cazadores de esclavos no estaban ociosos y desde la base de Las
Isletas en Tamaránt, bajo diversos pretextos hacía correrías por Chinech a la
captura de seres humanos, la codicia por la presas crearon no pocos problemas
entre los propios mercenarios.
El mercenario y traficante de
esclavos Alonso de Lugo un año después de su llegada al real de Las Palmas en
compañía del masacrador de pueblos Pedro de Vera, según recoge Marín de Cubas:
“En la Isla de
Thenerife hizo una entrada Alonso Fernández antes de irse á España con las
Compañías de la Hermandad
el año 1479; llevando práctico entró de noche á la parte de Icod, trajo á
Canaria buena presa de ganado que halló acorralado, muy manso, todo cabrío, tres mujeres, dos hombres y algunos
muchachos, que dormían en cuevas, y mucho sebo, carne salada 263, panes de
cera y cantidad de velas de cera medio encentadas y una á modo de cirio pascual
encentado, cueros de cabra y cebada, dejáronse allá otras mayores cantidades de
todo esto, y molinitos ó tahonillas de mano, cazuelas y platos de barro tosco.”
(Marín de Cubas [1694] 1993:168-72)
Escasas las rentas generadas por la colonia de Tamaránt el pesquisidor colonial Francisco Maldonado decide una entrada a la captura de esclavos en la isla Chinech, al no contar con las fuerzas suficientes para la empresa, en 1490 se asocio con uno de los yernos de Diego de Herrera, Pedro Fernandez de Saavedra, Señor de Fuerteventura.
Cada uno equipó su tropa. Así se verificó en la primavera de aquel año y, como la travesía era de pocas horas, se hallaron los buques fondeados en la Rada de Añazu antes de que los guanches pudieran advertir su presencia. Sin embargo, aquella soledad no se prolongó largo tiempo, pues los guanches estaban siempre alerta sabiendo, tal vez, que la isla vecina había pasado ya el poder de sus enemigos. El mencey de Anaga, rey de aquel distrito, al ver los buques reunió al momento un buen número de guerreros, gente dispuesta y ágil, y apostándose con ellos en la Cuesta de Arguijón en Ofru (Ofra) esperó en una buena posición el ataque de los cristianos. Los contingentes invasores avanzaron separados, primero los hombres de Maldonado y luego los de Saavedra.
Al poco rato Maldonado y sus mercenarios se vieron rodeados por los Guanches de Naga y muy apurados, habían perdido ya 40 hombres cuando llego Saavedra con sus fuerzas y los saco del mal lance. A duras penas se pudieron retirar ambos hasta la costa perdiendo en total 100 hombres.
El 24 de enero de 1494, el
esclavista Ibone de Armas se querella contra este pesquisidor Francisco
Maldonado por causa de las extorsciones de que fue víctima en 1492 en diversas
entradas que tuvieron por escenario las
islas de La Palma
y Tenerife, el actor se querella contra el pesquisidor Francisco Maldonado ante
el Consejo de Castilla: “diziendo: que se querellava de Francisco Maldonado,
nuestro pesquesydor desta dicha ysla, que diz que podría aver dos años, poco
más o menos, que el dicho pesquesidor diz que enbió tres navíos a La Palma e a Tenerife a
saltear; e que él diz que fue por capitan de un navío, por mandado del dicho
pesquesydor, e fizieron presas en las dichas yslas, y estando en La Palma diz que les faltó las
bituallas y él diz que se bolvió; y él, con su liçençia, se torn,o a saltear, y
diz que buscó bituallas, y diz que fueron con él çinquenta onbres en el dicho
navío, e diz que a su cargo, e tomaron
treynta canarios, e diz que vinieron con los dichos canarios a la dicha ysla de
la Gran Canaria,
donde quintaron al dicho pesquesidor; e el restante diz que lo tomó e ocupó e
dio sus partes a los otros, e treze mill e quinientos maravedís, que le
vinieron de su parte, como quiera que muchas vezes dis que fue requerido para
que ge los diese, diz que nunca lo quiso fazer, e diz que porque no avía venido
a donde estava para que él le fesiese parte del armada; lo qual claramente diz
que era injusto y en nuestro deserviçio, y asimismo diziendo que él traxo, por
mandado del dicho pesquesidor, que él traxo dozientos quintales de urchilla”…
(A. Rumeu de Armas)
Por estas mismas fechas 24 de
enero de 1494, el colono y esclavista portugués establecido en Lanzarote Lope
de Salazar, se querella contra el pesquisidor Francisco Maldonado ante el
Consejo de Castilla: “Sepades que Lope
de Salazar, vesyno del Real de Las Palmas, que es en la dicha isla, nos hizo
relación por su petición que ante nos en el nuestro Consejo presentó diziendo:
que Francisco Maldonado, nuestro pesquisydor en la dicha ysla, le avía hecho
muchos agravios e ynjusticias, especialmente que podía aver año e medio, poco
más o menos, que por su mandado él fue a Tenerife al vando de Anaga, a
concertar pazes entre la dicha ysla e el dicho vando de Anaga; e qué la paz
se avía concertado en cierta forma, que
era que los de la dicha ysla pudiesen saltear e cativar qualesquiera canarios
que afuera de los dichos mojones que entre ellos fueron limitados se tomasen,
si fuesen de los otros vandos e dentro de los dichos límites; asimismo y que
podría aver seys meses, poco más o menos, quél avia ydo a saltear, e que tomó
fuera de los dichos límites tres
canarios del grand rey, el qual tiene la dicha isla por enemigo e contrario
sin tener con él consideración alguna de paz, e dis que los dichos canarios
pudieron ser tomados dentro de los dichos límites, pues no eran del vando de
Anaga”… (En: Antonio Rumeu de Armas, 1975)
Alonso Fernández de Lugo, por abril de 1494, antes de iniciar la invasión reglada o
conquista formal de la isla de Tenerife, decide llevar a cabo uno de los actos
de piratería a los que tanta afición tenía, para ello desplaza una escuadrilla
de navíos piratas hacia la costa norte de la isla, y amainan velas a la vista
remota de los dominios del gran Kebehi Benchomo. Al anochecer ordena que la
flota se aproxime a la costa y, amparándose en la oscuridad, desembarca hombres
y caballos. Al amanecer inicia la razzia por los poblados y auchones de la
zona, cuyos habitantes, tomados por sorpresa, se vieron imposibilitados para la
defensa. El botín obtenido por el pirata
fue cuantioso; 140 mujeres y niños que fueron remitidos a la isla de La Gomera, y de allí a los
mercados esclavistas de España. Además se apoderaron (según Marín de Cubas) de
veinte mil cabezas de ganado (cabras, ovejas y cerdos) que fueron destinadas al
consumo del ejército invasor, pero la operación no estuvo exenta de algunos
riesgos, la carabela la
Garrida, encalló en las rocas de la costa hundiéndose
irremisiblemente.
Según la Historia oficial el
depredador y traficante en esclavos revestido por los nefasto reyes
católicos con patente de capitán invasor
Alonso Fernández de Lugo, desembarca con su huestes de mercenarios y convictos
el 1 de mayo de 1493 en la rada de Añazu n Chinech (hoy Santa Cruz de
Tenerife), con el ánimo de saquear la isla tal como había hecho con la de
Benahuare (La Palma),
siguiendo el “concierto” que a tal fin había suscrito el 28 de diciembre de
1493 con la corona castellano-aragonesa, respaldado económicamente por los
comerciantes de esclavos, Niculido Angelat, Guillelmo Blanco, Francisco Palomar y Mateo Viña, armadores de
la armada para la invasión y conquista de Tenerife.
Dicha armada puso en tierra la
artillería, armas, herramientas, pertrechos y “bestias”, para la tropa
compuesta por 2.000 peones y 160
caballos, engrosados con 500 peones de las islas ya ocupadas, más unos 500
auxiliares de Tenerife aportados por los
bandos de paces.
Con tan potente ejercito, Alonso
de Lugo daba por sentado que la invasión y ocupación de Chinech habría de ser
un paseo militar similar al de la isla Benahuare. Lejos estaba el invasor de
pensar en que iba ser actor de la mayor derrota que jamás sufriera los
ejércitos imperialistas castellano-aragonés en su dilatada historia colonial.
En la batalla de La Matanza de Acentejo,
nuestros ancestros un 29 de mayo de 1494 humillaron la altiva cerviz de Lugo,
destrozando al ejército invasor, el cual dejo en el campo de batalla más de dos
mil muertos, el propio Lugo que había recibido una pedrada en la cara que le
destrozo los dientes, se vio obligado con parte de su Plana Mayor a huir a uña
de caballo para salvar sus vidas, las cuales debían a los auxiliares
guimareros, quienes profundos conocedores del terreno, guiaron a los invasores
por los altos de Chikayka conduciéndolos hasta la seguridad del torreón de
Añazu (Santa Cruz).
No deja de ser una actitud
netamente cristiana, la menara que tuvo el invasor de agradecer a los
guimareros el hecho de que le salvaran su miserable vida, como tendremos
oportunidad de ver.
Refugiados los sobrevivientes en la
seguridad del torreón de Santa Cruz, apenas unos cuatrocientos de los más de
dos mil quinientos hombres que conformaba el ejército invasor, la mayoría de
ellos heridos y contusionados, despertaron la conmiseración de su aliado El
Mencey de Güímar Añaterve, quien decidió ayudar a los invasores
proporcionándoles importantes cantidades de gofio, leche, carne (Cabra y
ovejas) quesos y hierbas medicinales y cuanto podía ofrecer de los productos de
la tierra.
Desesperado Alonso de Lugo más
que por los resultados de la batalla[1], por
la imposibilidad de hacer frente a sus acreedores al no haber botín de guerra
que comercializar, urdió la manera más infame para hacerse con algunos activos.
Tal como recoge el frayle
Espinosa: […] Este fue el fin de la primera jornada que los españoles hicieron
en esta isla; y aunque fue afrentoso, fue suceso de guerra y cosa que pudo ser
sin culpa de los hombres, faltándoles la fortuna. Ruin dejo fue, pero más
ignominioso lo dejaron a su parada de infidelidad con sus amigos; y fue que,
enviando a llamar a sus aliados y amigos los del Reino de Güímar, con engaño y
doblez dándoles a entender que era para dar orden de que el rey de Taoro no les
hiciese daño en sus tierras, por estar confederados con ellos y haberles
ayudado en la batalla, mientras volvían a rehacerse creyendo ellos ser así,
vinieron de paz muchos, condoliéndose de su pérdida.
Y convidándoles los españoles para que
entrasen en sus navíos a verlos, estando dentro, alzaron velas y llevaron a
España gran cantidad de ellos, para venderlos por cautivos, pensando restaurar
su pérdida con este inhumano hecho y fuera de toda razón. Algunos déstos que
fueron vendidos para esclavos, siendo ya ladinos en la tierra, se fueron a los
Reyes a pedir justicia y libertad, informando de cómo, siendo libres en su
tierra, con engaño los habían traído a donde estaban y vendido como a esclavos,
siendo libres, amigos y confederados; y así mandaron los Reyes se les diese
libertad y en ella viviesen. […] (Fray Alonso de Espinosa, 1980:103).
Algunos autores se niegan a
reconocer este inhumano hecho realizado con la mayor alevosía por el desalmado
Alonso de Lugo y su plana mayor, entre ellos Antonio Rumeu de Armas y Juan
Bethencourt Alfonso, el primero porque su acendrado españolismo y profundas
convicciones católicas le impiden mostrarse conforme en que ese personaje que
con tanto empeño pretende presentárnoslo como un caballero dotado de grandes
dotes militares y cubierto por brillante
armadura, -aun que admite que cometió “algunos errores”-, al bandolero
esclavista que realmente era, y el segundo, porque dado su natural bondad, le
era imposible concebir que existiera un ser humano capaz de llevar a cabo tales
felonías, a ambos, les demiente la documentación conservada especialmente la de
los archivos de los mercados de esclavos.
En la
sociedad guanche, la mujer gozaba
de una alta consideración social, pero además tenía un papel activo en el trabajo
agrícola, aparte de las tareas del hogar y cuidar a sus hijos,
también ejercían la mayoría de los oficios de carpinteros, sogueros, loceras,
sastres etc.
Entre
sus tareas cotidianas era frecuente el desplazarse a grandes distancias para
obtener el agua para uso doméstico, siendo por tanto, excelentes porteadoras,
cualidad que ha pervivido hasta nuestros días especialmente en las zonas
rurales, donde no es infrecuente el ver a algunas mujeres transportando en la
cabeza y en equilibrio grandes cargas sin más ayuda que un rollo de piel o tela
denominado “ruedo” que algunas veces colocan en el interior de la copa del
sombrero.
Por
otra parte, la educación de los infantes comenzaba a partir de los seis años de
edad, y según el rango social, los niños imitaban a sus padres ejercitándose en
la defensa, deportes, conocimiento del medio
o en las labores propias del pastoreo o de roturación de la tierra, y
las niñas en las labores propias de sus madres.
No es
difícil -aunque doloroso-, imaginarnos una comitiva de mujeres, jóvenes, niños
y algunos ancianos que partiendo de algún lugar del Valle de Güímar se dirige
hacía Añazu transportando la ayuda ofrecida por Añaterve a los invasores.
Mujeres con pesados odres llenos de leche, otros repletos de gofio, cebada y
trigo, además de pesados cerones de higos pasados sobre sus cabezas y, algunas
de ellas con niños de pecho en los
brazos, adolescentes entre doce y catorce años con sus cargas de quesos y
manteca, con andares ligeros alegrando el camino con sus canciones, niñas de
seis y ocho años que imitan a sus madres transportando en sus cabecitas
hatillos de hierbas medicinales, mozalbetes a los que el conducir los hatos de
ganado se les hace más ligero al poder disfrutar de la cercanía de las jóvenes
y, serios y circunspectos ancianos cuidando del buen orden de la marcha.
Muchos
de ellos iban ilusionados a conocer por primera vez a aquellos extranjeros de
que tanto le habían hablado sus mayores, gentes que habían prometido liberar al
menceyato de Gúímar de la dependencia del Rey Grande de Taoro Benchomo, quien
tenía sometido políticamente a los guimareros desde que estos perdieron la Batalla de La Negrita frente a los
taurinos.
Así me imagino aquella comitiva
que hoy llamaríamos de ayuda solidaria aunque, en aquel caso por una causa
equivocada, consecuencia de que un aciago día, aquel en el que los hijos de la Diosa Madre Chaxiraxi
se dejaron embaucar por el signo de la cruz y la espada, renunciando a la luz y
los rayos vivificadores de Magek, ese día, abrieron las puertas del Echeide y
dejaron en libertada a Guayota el cual no tardó en aliarse con unos espíritus
gemelos al suyo llamados cristianos, los cuales inexorablemente habrían de
conducirlos al infierno católico de la más negra e inhuma esclavitud.
Algunos de aquellos mártires al
mes siguiente de ser alevosamente apresados ya estaban integrados en los
circuitos comerciales, tal como quedaron registrados en el archivo del mercado
de esclavos de Valencia, como recoge el siguiente documento:
“1494, junio 28, Valencia.-Benito de Benavides, mercader del Puerto, presenta 42
cautivos: Alganaxsega, de
28 años; Beneyguay,
de 28; Beneygacim, de 12; Sosala,
de 6; Algaratia, de 12; Algayaguar, de
10; Agalaf, de 10; Mode, de 8; Tenaro, de 7; Nast, da 13; Benonar, de 8;
Facu., de 13; Vhoim, de 13; Gurfe,
de 13;
Besay, de 7;
Beseloh; de 18: todos ellos
varones; Cachiney, de 25 años; Cachina,
de 30; Attenagasi, de 20; Argayagada,
de 20; Benafoho, de 30; Attagaregui, de 40; Tagatay, de 20; Tagayacte, de 22; Atenayoctno, de 25;
Attanatda, de 35; Adiisoda, de 30; Achordue,
de 25; Atocatnagui,
de 25; Atantanam, de
22; Atanasguguga, de
22; Actanistaya, de
24; Tentagays, de 20;
Tetagursa, de 25; Attissa, de 20;
Atenata, de 25; Amhmatisa, de 30, todas
hembras. Alguaseiga, de 26 años, natural
de La Palma, soltero, presos por
Alonso de Lugo,
capitán del rey,
fué llevado a
Lanzarote, donde lo recoge
Benavides, factor y procurador del
gobernador de las islas,
para venderlo. (A. R. V., B. G.,
194, fols. 133-137.)”.
Me asalta una pregunta aunque no
venga al caso, ¿Los llamados mártires de Tazacorte, eran a caso más seres
humanos que los cientos de nuestros ancestros vendidos como esclavos en esa
entelequia llamada España?
Esclavos guanches vendidos en Valencia
“En el año de
1490 se presentaban en la Corte dos esclavas pequeñas, sin
mención de procedencia.
Empieza a animarse
el mercado el año
siguiente, 1491, en que
aparecen los tinerfeños en
crecido porcentaje, preludio
de los nutridos cargamentos que iban a llegar de 1493 a 1496. Los de La Palma aparecen también, aunque en menor número,
en 1491, y tienen su máxima
entrada en 1494, año en que menudean
a su vez
los berberiscos de las
costas vecinas continentales,
capturados desde las Islas.
Todos estos datos reflejan,
con seguridad, el movimiento
de las fuerzas del futuro Adelantado y
las consecuencias de su sinuosa política.
Tal concesión
supone el reconocimiento, de iure, de
una realidad conocida
y tolerada como
era la captura
de los canarios en
las islas no sometidas
aún a la
soberanía real, con
provecho exclusivo de los aprensores. Es probable que
de los 40 cautivos que
llegaron a Valencia en 1491 (de los
cuales siete eran
de Tenerife) y los
correspondientes a 1492, incluidas las
tres tinerfeñas que trajo Antonio Veana el 31
de julio, no se
hubiera percibido el
quinto de ninguno de
ellos en las
cajas de la Corona.
Esto siendo muy rigoristas, y pensando que las cinco que se ajustaban a Juan
Abello el 20 de octubre
podían haber sido
apresadas con toda regla,
llegadas ya las órdenes reales a
las Islas. A partir de este momento, al menos, las piezas que tenían a sus
espaldas la firma de los
soberanos.”… Vicenta Cortes, 1955)
No hay comentarios:
Publicar un comentario