viernes, 16 de enero de 2015

EL MENCEYATO DE TEGUESTE



APUNTES PARA SU HISTORIA

CAPITULO VIII-IV




Eduardo Pedro García Rodríguez

Tejina después del antiguo régimen

En los nombramientos de Alcaldes reales que efectuaba el Cabildo colonial de Tenerife anualmente solo designa una misma persona para ejercer dicho cargo, de atribuciones administrativas y judiciales, para Tegueste y Tejina, hasta mediados del siglo XVII.

Luego, al igual que hacía la Iglesia en la jurisdicción eclesiástica, nombraba a distintas persona para cada uno de los dos lugares.

Los principios constitucionales en la metrópoli, frente al viejo Cabildo colonial, dieron nacimiento a los Ayuntamiento en Tejína,  la Punta del Hidalgo Valle de Guerra y Tegueste, dentro de su jurisdicción, las que ya funcionaban en 1813. Con las vicisitudes de aquella época fueron arrastrando una vida lánguida hasta que por R. O. de 22 de marzo de 1847 y a petición del jefe político  la Punta  se incorporal a Tejina y luego, y a su solicitud, ambos se unen al de La Laguna por R. O. de 8 de diciembre de 1849.

Constitución del Ayuntamiento de Tejina

La Constitución española de 1812 de obligado cumplimiento en las colonias en su Titulo VI artículos. 309 y 310, disponía que: Para el gobierno interior de los pueblos habrá ayuntamientos compuestos de alcalde o alcaldes, los regidores y el pro curador síndico, y presididos por el jefe político donde lo hubiere, y en su defecto por el alcalde o el primer nombrado entre éstos, si hubiere dos.
“Se pondrá ayuntamiento en los pueblos que no le tengan, y en que convenga le haya, no pudiendo dejar de haberle en los que por sí o con su comarca lleguen a mil almas, y también se les señalará término correspondiente.
En el 321 recoge: Estará a cargo de los ayuntamientos: Primero. La policía de salubridad y comodidad. Segundo. Auxiliar al alcalde en todo lo que pertenezca a la seguridad de las personas y bienes de los vecinos, y a la conservación del orden público. Tercero. La administración e inversión de los caudales de propios y arbitrios conforme a las leyes y reglamentos, con el cargo de nombrar depositario bajo responsabilidad de los que le nombran. Cuarto. Hacer el repartimiento y recaudación de las contribuciones, y remitirías a la tesorería respectiva. Quinto. Cuidar de todas las escuelas de primeras letras, y de los demás establecimientos que se paguen de los fondos del común. Sexto. Cuidar de los hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás establecimientos de beneficencia, bajo las reglas que se prescriban. Séptimo. Cuidar de la construcción y reparación de los caminos, calzadas, puentes y cárceles, de los montes y plantíos del común, y de todas las obras públicas de necesidad, utilidad y ornato. Octavo. Formar las ordenanzas municipales del pueblo, y presentarlas a las Cortes para su aprobación por medio de la diputación provincial, que las acompañará con su informe. Noveno. Promover la agricultura, la industria y el comercio según la localidad y circunstancias de los pueblos, y cuanto les sea útil y beneficioso.“
A tenor de estas y otras disposiciones legales de la metrópoli, los vecinos de Tejina deciden constituirse en Ayuntamiento independiente del Cabildo colonial de La Laguna, el cual hasta entonces había tenido jurisdicción dirigía la vida política y económica de la isla excepto la de la Villa de La Orotava.
Al Ayuntamiento Constitucional de Tejina pertenecía también la localidad de Bajamar, el alcalde era propuesto por el vecindario y designado por la Real Audiencia. Al parecer, los creadores de estos ayuntamientos abandonaron el lugar, los grandes propietarios se marcharon, y los vecinos que quedaban, la mayoría de ellos no sabían leer ni escribir.
Hasta  1846 fue un municipio independiente, fecha en la que fue anexionado al de San Cristóbal de La Laguna junto con Punta del Hidalgo y Valle de Guerra, según consta en el expediente de agregación de estos Ayuntamientos. Arch. antg. Del Ayuntamiento de La Laguna. S - 6, doc. 15 y 19.
Tejina en el Diccionario Madoz
 Lugar con ayuntamiento de la isla y diócesis de Tenerife, provincia  y audiencia territorial de Canarias, partido judicial de la La­guna, de cuya ciudad dista 1 1/2 legua.  Situado en un llano al norte de la isla, cuyo.-, vientos son los que principalmente reinan; su clima es sano, alegre y sano, y no se padecen otras enfermedades que las estaciónales, fiebres y tercianas. Tie­ne sobre 154 casas de las que unas 70 forman cuerpo de población y las restantes diseminadas todas pequeñas y miserables; una fuente de excelente calidad; iglesia parroquial servida por el párroco, sacristán, sochantre y dos monaguillos. En la parte norte de la población  el cementerio construido en 1837, capaz y ventilado,  y tres ermitas dedicadas a San Juan, San Sebastián y San Esteban; la primera en el pago de Bajamar de esta jurisdicción,  y las dos restantes en el término,  el cual confina Norte con Punta del Hidalgo; Este con varias montañas; Sur con Tacoronte, y Oeste con Tegueste, el terreno aunque en general de secano, es de buena calidad; habiendo sólo arbolado de frutales en la huertas mencionadas. Caminos; el que se dirige a La Laguna es llano y se halla en buen estado; pero el que conduce a Tacoronte y demás pueblos del interior de esta isla esta bastante descuidado. La correspondencia se recibe de La Laguna por medio de valijero, a cuyo punto se lleva también la que sale.
Produce: Trigo, maíz, patatas y hortaliza, frutas de todas clases y vino, siendo esta y la del trigo la principal cosecha; se cría ganado vacuno, pero el más abundante es el de cerda; hay caza de conejos, perdices codornices y palomas.
Industria: La agrícola y algunos telares de lienzos caseros para el uso de sus habitantes.
Comercio: Extracción de los frutos sobrantes a la ciudad de La Laguna; celebrándose el día del santo patrón de este pueblo una feria cuyo exclusivo tráfico consiste en la venta de los frutos sobrantes del país y con especialidad vino.
Población: 156 vecinos; 646 almas.
Riqueza: 97.950 reales. Contribuye por todos los conceptos 20.019. (Diccionario Madoz 1845-1850).
Breve retazo histórico de la cochinilla:
En el México precolombino era un producto entregado como tributo de los pueblos vasallos a los mexicas.
“Al color con que se tiñe la grana llaman nocheztli, quiere decir, sangre de tunas, porque en cierto género de tunas se crían unos gusanos que se llaman cochinillas, apegados a las hojas, y aquellos gusanos tienen una sangre muy colorada, ésta es la grana fina que es conocida en esta tierra... A la grana que ya está purificada y hecha en panecitos, llaman grana recia o fina, véndenla en los tiánquez hecha en panes, para que la compren los pintores y tintoreros”. (Fray Bernardino de Sahagún)
En una economía agraria como la canaria, la recesión provocada por la pérdida del mercado del vino, y en menor medida, la barrilla y la orchilla, tenía que provocar una crisis coyuntural de serias dificultades económicas. En este contexto de regresión económica y social las olas emigratorias se intensificaron.
Ante las nuevas perspectivas económicas que se divisaban con la posible explotación industrial de tales plantas, La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife gestiona la introducción de la cochinilla para ayudar a paliar la grave crisis que se estaba viviendo en las islas.
En Tenerife como en el resto de Canarias la cochinilla fue el cultivo de recambio al vino en la etapa 1860-1878. Llegó a alcanzar el 90 por ciento de las exportaciones, transformando sustancialmente la economía. La aparición de los tintes sintéticos hizo que se convirtiera en un cultivo marginal.
Pero, las dificultades por las que estaba pasando la agricultura pronto se remontarían con la introducción de un nuevo producto de exportación: la cochinilla. El desarrollo de ese nuevo mercado “hizo a Canarias tan próspera que todas las otras actividades comerciales fueron o descuidadas o abandonadas». Mayores proporciones alcanzarían su expansión con el establecimiento del régimen portuario de las franquicias en 1852. De esta manera, la tunera dejaría de ser una fuente de suministros de frutos de alimentación de las clases bajas para convertirse en la cuna del insecto que más «riqueza” creó en tan poco tiempo
En Canarias las tuneras (Opuntia ficus-indica y Opuntia tormentosa) abundaban de manera salvaje -sin necesidad de riego y en un suelo pobre- sobre los litorales y las costas hasta una altura de 700 metros. Los frutos de la primera eran comestibles, los llamados higos de pico, tunos o chumbos. Ambas plantas eran aptas para la cría de la cochinilla. Por ello, ante las nuevas perspectivas económicas que se divisaba con la posible explotación industrial de tales plantas, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife gestiona la introducción de la cochinilla para ayudar a paliar la grave crisis que se estaba viviendo a raíz del hundimiento del mercado del vino.
La introducción de la cochinilla en las islas se realizó desde Méjico, vía Cádiz, donde había llegado ocho nopales, o higueras tunas (Coccus cacti, Cactus opuntii) en el año 1820, con dirección a la Sociedad Económica de Amigos del País. Pero, a pesar de la crítica situación en que se encontraba el aparato productivo de las islas, en un principio su propagación encontró oposición. En efecto, la mayor parte de los empresarios agrícolas se opusieron al experimento y fueron muy incrédulos a que aquello fuera un éxito. Como el resto de los agricultores españoles, los isleños también eran extremadamente resistentes a la innovación agraria. Un visitante extranjero en 1856, el británico Charles Piazzi Smyth, manifestó que los pequeños agricultores destruyeron las primeras plantaciones por la noche y tacharon a su introductor de loco porque era una innovación no tolerada en una tierra que se resistía a romper con 300 años de historia del cultivo de la viña.
El interrogatorio de 1878:
En el “Boletín Oficial de la Provincia» de 25 de febrero de 1878 salió publicado un interrogatorio destinado a todos los ayuntamientos de Canarias, formulado por la Junta de Agricultura, Industria y Comercio, en el cual se les preguntaba sobre el cultivo de la cochinilla y grana. Con un poco de suerte hemos encontrado las contestaciones que dio el Ayuntamiento de Garachico, y que se conservan, quizá, por haber sido multado con 37,50 pesetas, al no efectuar las contestaciones a su debido tiempo, lo hizo en 27 de julio, cinco meses después. Y dice así: “1. Se cultiva en la jurisdicción 13 hectáreas de nopales. 2. Dos variedades de nopales, una conocida con el nombre de terciopelo, cubierta toda ella de una especie de mota y la otra, cuyas hojas o palas son mayores, rizadas de algunas púas más consistentes que la de la anterior clase de tuneras y su cutis es liso. 3. Cada hectárea produce por término medio 368 kilogramos de cochinilla. 4. No se conoce más que una sola clase de cochinilla, a la que también se la da el nombre de grana. 5. Es difícil fijar el personal necesario para atender el cultivo de una hectárea de tierra dedicada a tunas, porque no sólo varía mucho de las que son de secano a regadío, sino de las que las tierras estén más o menos limpias de hierba y de las distintas cantidades de abonos que necesita el nopal para desarrollarse. Sin embargo, puede creerse que tres hombres y dos mujeres, empleados constantemente, pueden atender a la labranza de una hectárea. 6. Los jornales de los hombres se paga a 5 reales de vellón y los de las mujeres a 2.50. 7. Hay mucha variedad en el valor de los terrenos, fluctuando los de secano desde cuatro mil a doce mil reales y los de riego desde catorce mil a treinta mil reales. Por los datos sueltos que hemos podido encontrar, referente a los municipios de Los Silos y Buenavista, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que Los Silos duplicaba a Garachico y Buenavista triplicaba a la Villa del Roque en producción de grana o cochinilla. Hornos para secar cochinilla se conservan actualmente en las fincas y casas solariegas de Los Brieles, en Las Cruces, y San Juan de Taco, en Buenavista.” José Velázquez Méndez, publicado en el dominical de “El Día”, Santa Cruz de Tenerife, 21 de febrero de 1988.
La perdida de este cultivo en Tejina provocó que muchos terratenientes abandonaran la zona tal como expuso el psicologo y munícipe Juan Martines Torvizco en una alocución con motivo de las fiestas de Tejina en el año 2007:  “Lejos de aminorar el desarrollo del pueblo, los vecinos de Tejina fueron adquiriendo la propiedad a aquellos propietarios que habían decidido marcharse a vivir a la ciudad de los adelantados, produciéndose una revitalización de la economía que se consolidó en el siglo XX.  La explicación más probable del éxodo fuera la crisis de la cochinilla, dada las extensiones de cultivos existentes en los campos de Tejina.”

Tejina a partir del siglo XX y principios del XXI
En los repartos de tierras en los primeros momentos de la invasión y conquista de la isla, las tierras de los menceyatos de  Tacoronte y Tegueste fueron excluidas de la plantaciones más importantes y rentables del momento, la caña de azúcar, posiblemente por carecer de los importantes caudales de agua de que se desponía en los menceyatos de Taoro y Daute, así como otros de la banda del sur tales como Adeje, Abona y Güímar.

Las tierras de Tegueste y Tacoronte fueron dedicadas especialmente al cultivo de cereales, vid, frutales y hortalizas.

Tejina conoce un importante desarrollo agrícola, antes en cultivo de la vid, árboles frutales, hortalizas, especialmente tomates de mesa, pepinos y pimientos, cereales, cochinilla, platanera, caña de azúcar o tabaco y hoy en plantas ornamentales, cuyos invernaderos cubren el valle. Bajamar y La Punta, al borde de una cornisa rocosa y abrupta, salpicada de cuevas y de cardones, con un paisaje de indudable belleza, viven de cara al mar, con un desarrollo turístico ligeramente estancado a partir de los ochenta, aunque hoy parece reconducirse.
A este respecto, entra mucho en juego la combinación de dos aspectos básicos para entender la permanencia del mundo rural en Tejina, siendo por un lado la diversidad biológica y ecológica con la que cuenta el territorio y, por otro, el saber empírico de los campesinos (lo que se podría traducir en diversidad cultural), que han trabajado la tierra durante numerosas décadas hasta la actualidad, en base a un modelo de aprovechamiento vernáculo, que se basa en la obtención vertical y múltiple de todos los recursos, en donde se busca la optimización del territorio y las mejores cosechas de distintos productos en las diferentes épocas del año.
Para entendernos, a pesar de que dentro de las tablas estadísticas sólo aparezcan los grandes cultivos, es preciso tener en cuenta que, por ejemplo, dentro del grupo de las papas existen una gran variedad de tipos (bonita negra, bonita colorada) que son el resultado de distintos sabores, colores y tamaños. Lo mismo ocurre con el trigo, el cual puede llegar a contener hasta 14 variedades distintas, según las características físicas y de sabor recibía diferentes denominaciones (Arisnegro, Sevillano, Negro, Moreno, Colorado, Moruno, Morisco, Pelón, Plaganudo etcétera).
Todo ello pone de manifiesto la riqueza agrícola con la que cuenta Tejina, la cual no es más que una simplificación de la biodiversidad natural, en la medida que se sustituye un número elevado de especies animales y vegetales, por un número un poco más reducido de cultivos y ganados. Sin embargo, esta simplificación de la que hacemos mención debido a causas antrópicas, no resulta tan alarmante, ya que la diversidad agrícola (mezcla de diversidad biológica y diversidad cultural) es sumamente importante. Y este dato no se debe pasar por alto a la hora de entender la complejidad y la riqueza del mundo rural Tejinero. Un mundo rural que a pesar de la evolución de los entornos urbanos, sigue manteniendo su identidad.
Principales cultivos
Contando con los datos del Censo Agrario de 1999 y de otras fuentes más actuales, indicaremos los principales cultivos y cabezas de ganado que se tienen lugar en todo el término, haciendo hincapié en las localizaciones donde se dan cada una de ellas.
Los diferentes cultivos. Entre todas ellas destaca la de flores y plantas (52,8% del total), en donde la localidad de Valle Guerra tiene mucho que decir.
El campo de otros cultivos, en donde se encuentran los cereales, es el segundo más importante, en donde destaca toda el área  encontrándose en segundo lugar el plátano, el cual tiene una relativa importancia en los entornos más costeros. A todo esto hay que destacar el papel de los viñedos, los cuales han aumentado en hectáreas como consecuencia del éxito que está teniendo en el mercado local de la Isla.
Entrando directamente en los datos del Censo Agrario de 1999 (Fuente: ISTAC) se comprueba como de las 1.676 hectáreas cultivadas, la mayoría (456 hectáreas) eran de las grandes extensiones de plataneras que se encuentran en las localidades de Tejina, Bajamar, Valle de Guerra o La Punta del Hidalgo, las cuales siguen manteniendo su estatus a día de hoy.
Por su parte, el campo que más hectáreas registra es el de ’otros cultivos’, entre los que se encuentran los cereales (trigo, cebada,  centeno, avena, tricale y millo (maíz), las leguminosas (judías, habas y altramuces entre otras), los cultivos forrajeros (cereales de invierno, alfalfa, veza para forraje, col forrajera, cardo, gramíneas, maíz forrajero) o los frutales,  los cuales, en todo su conjunto, ocupaban nada más y nada menos que 484 hectáreas cultivadas. En la actualidad este último dato ha variado, ya que con datos de 2007 este campo suman más de 500 hectáreas, de las cuales 180 pertenecen a los cereales (177 en secano y 3 en regadío), 14 hectáreas a las leguminosas y 309 hectáreas a los cultivos forrajeros, entre los cuales destacan los cereales de invierno.
Flores y plantas ornamentales (entre las que se encuentran, por ejemplo las plantas aromáticas y medicinales, los claveles, las rosas, los esquejes de flor o las strelitzias).
Además, es preciso destacar el papel de las papas y otros tubérculos (batatas, boniatos, ñames), los cuales en el censo agrario de 1999 ocupan un total de 161 hectáreas, localizadas en buena medida en el agrosistema  como El Batán, Las Carboneras o Chinamada. Según datos de 2007, las hectáreas dedicadas a los tubérculos (tanto de regadío como de secano) habían descendido a las 113 hectáreas, como consecuencia tanto del éxodo rural como de la primacía de los viñedos en el mercado.
Finalmente, sin contar las tierras en barbecho, las cuales han aumentado, es preciso señalar que los tomates y otras hortalizas (puerros, lechugas, zanahorias, coles, bubangos, pimientos, acelgas, coliflores, entre otros).
”El tabaco, el sector tabaquero en Canarias llegó a ser uno de los grandes motores de la economía de nuestras Islas, no sólo en el siglo XIX, que quizás nos toca muy lejos, ni hasta mediados del pasado siglo XX, sino que también lo fue en la década de los setenta, los ochenta y los noventa, donde comenzó el gran declive de las empresas tabaqueras en Canarias. Fue tal su importancia que del mundo de la hoja de tabaco nacieron hasta cadenas hoteleras dentro y fuera de nuestra tierra. En los sesenta, setenta y ochenta se movían miles de puestos de trabajo en nuestras dos provincias en derredor de este sector. No deben olvidarse dos de las grandes empresas, CITA, que hoy ha pasado a ser JT International Canarias, o la gran fábrica de puros, con su central en La Laguna, "Don Álvaro". Sólo estas dos empresas dieron, repito, miles de empleos.
Y por citar algún dato, que hoy se podría considerar hasta como anécdota, en Tenerife, La Palma, Gran Canaria, y hasta en La Gomera, se llegó a plantar tabaco en grandes extensiones de tierra. En Tenerife, la zona de El Socorro, Tejina, los altos de La Orotava, Araya en Candelaria, Granadilla, etcétera, fueron lugares en los que la planta de tabaco creo un cierto prestigio al puro hecho en esta Isla, y a la fabricación de cigarrillos.” (Domingo J. Jorge)


La Caña de azúcar
El siglo XVI estuvo dominado por la caña de azúcar en casi toda la isla, excepto en los menceyatos de de Tegueste y Tacoronte, y su crisis, motivada por la competencia del Caribe, fue seguida por el auge económico del vino, que adquirió gran fama en los mercados europeos y americanos, hasta el siglo XVIII, cuando una nueva crisis, redujo la importancia de la viña a cifras testimoniales y provocó importantes dificultades económicas a la isla.
La caña de azúcar arraigó con gran rapidez en nuestro suelo y dio lugar al extraordinario desarrollo de la industria azucarera en nuestras islas. En la primera década del siglo XVI este cultivo se había desarrollado por toda Gran Canaria, llegando pronto a extenderse a Tenerife y La Palma, alcanzando su máxima extensión en la primera mitad de este siglo, siendo notable por la buena calidad de su producto.
La caña de azúcar se conoce desde épocas remotas en la India. A partir del siglo III los indios aprendieron a cristalizar el azúcar y su difusión se hizo más fácil por esta circunstancia y porque la expansión de los árabes la dio a conocer en los países por donde pasaron.

Como reminiscencias del cultivo de la caña en la isla quedarían ciertas zonas aunque en pequeñas dimensiones. Hasta principio del siglo XX estuvieron en activo algunas fábricas como eran la de Daute, en los Silos, y la de Punta del Hidalgo. La primera funcionó durante algunos años pero pronto quedaría cerrada porque los propietarios de las plantaciones sustituyeron la caña por el plátano. La otra (Punta del Hidalgo) sobrevivió hasta 1916 aproximadamente; fue montada con base suficiente para ampliarla y perfeccionarla al compás de las necesidades de producción, llevándose a cabo plantaciones de este cultivo en zonas de Tejina y Bajamar. Sin embargo, dicha empresa no se vio coronada por el éxito y ante esta circunstancia la fábrica fue cerrada y los terrenos fueron sustituidos por otros cultivos.
 “Después de muchos años, de centurias, las Islas del Azúcar volvieron a sentir el silbo del viento entre las afiladas hojas, que cortan como cuchillas de barbero. Ya se había olvidado el lujo y el esfuerzo de otro tiempo, cuando aguas y tierras despertaron codicias para asentar a genoveses, flamencos o gentes del reino que las hizo suyas. Fueron años que desataron la aventura oceánica y que traería mano de obra de Madeira o del Golfo de Guinea. De ese tiempo quedó la huella, hija del empeño por crear ingenios y moler en trapiches los dulces y esponjosos tallos, con los que producir azúcares y confituras.
Los años duros de la posguerra exigían redimir tierras. Había que doblegar el malpaís y ocupar brazos ociosos. El aislamiento, como así dieron en llamar, despertó patrióticas ansias de cubrir todas las necesidades con lo propio, y se abrazó con entusiasmo la utópica autarquía. Con ese convencimiento se plantó henequén y algodón, se le dio un cierto respiro a la ya decadente apuesta del cereal, se puso en marcha un plan tabaquero, se hicieron ensayos con los que se quería producir café…, y en esa maraña volvió a desplegar raíces la veterana caña de azúcar.” (Zenaido Hernández).
El cultivo descrito por el inglés Thomas Nichols:

[...] Echan la planta a lo largo y en un surco razonablemente hondo, de modo que las raíces, siendo cubiertas de tierra, pueden ser regadas de la lluvia o del agua de regadío.
Cada raíz produce muchas cañas. Esta planta está dos años sin dar provecho a su dueño.
Cortan estas cañas por el pie y hacen fejes della, después de limpias y deshojadas, llevándolas a el molino do se muelen. Lo que dellas destilan cae en un gran vaso, hecho para eso, y lo hacen hervir hasta que tome cuerpo, y después lo ponen en vasos de barro, y llevan a otro lugar en que lo limpian y purifican con un género de tierra gruesa que extienden encima. De lo que queda en el caldero hacen otro género de azúcar que llaman espuma; y de lo que sale del blanco hacen una tercera especie de azúcar, y de lo que resta procede la panela. Finalmente el deshecho de todos estos cocimientos y refinos se llama remiel, de que hacen un género de azúcar que llaman refinado. Cuando este fruto primero, llamado planta, ha sido cogido del modo ya expuesto, queman el lugar en que nació con paja de caña, hasta el tronco de las propias cañas, y las riegan después y cultivan con cuidado hasta que al cabo de dos años echan otra, que viene a ser el segundo fruto, al cual llaman soca. Y así de dos en dos años consecutivos, hasta que, siendo la planta demasiado vieja, sea conveniente replantar el cañaveral. (Thomas Nichols)


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