APUNTES PARA SU HISTORIA
CAPITULO VIII-IV
Eduardo Pedro García
Rodríguez
Tejina después del antiguo régimen
En los nombramientos de
Alcaldes reales que efectuaba el Cabildo colonial de Tenerife anualmente solo
designa una misma persona para ejercer dicho cargo, de atribuciones
administrativas y judiciales, para Tegueste
y Tejina, hasta mediados del siglo
XVII.
Luego, al igual que hacía la Iglesia en la jurisdicción
eclesiástica, nombraba a distintas persona para cada uno de los dos lugares.
Los principios
constitucionales en la metrópoli, frente al viejo Cabildo colonial, dieron
nacimiento a los Ayuntamiento en Tejína, la
Punta del Hidalgo Valle de Guerra y Tegueste, dentro de su jurisdicción, las que ya funcionaban en 1813.
Con las vicisitudes de aquella época fueron arrastrando una vida lánguida hasta
que por R. O. de 22 de marzo de 1847 y a petición del jefe político la
Punta se incorporal a Tejina y luego, y a su solicitud, ambos
se unen al de La Laguna
por R. O. de 8 de diciembre de 1849.
Constitución del Ayuntamiento de Tejina
“Se
pondrá ayuntamiento en los pueblos que no le tengan, y en que convenga le haya,
no pudiendo dejar de haberle en los que por sí o con su comarca lleguen a mil
almas, y también se les señalará término correspondiente.
En el
321 recoge: Estará a cargo de los ayuntamientos: Primero. La policía de
salubridad y comodidad. Segundo. Auxiliar al alcalde en todo lo que pertenezca
a la seguridad de las personas y bienes de los vecinos, y a la conservación del
orden público. Tercero. La administración e inversión de los caudales de
propios y arbitrios conforme a las leyes y reglamentos, con el cargo de nombrar
depositario bajo responsabilidad de los que le nombran. Cuarto. Hacer el
repartimiento y recaudación de las contribuciones, y remitirías a la tesorería
respectiva. Quinto. Cuidar de todas las escuelas de primeras letras, y de los
demás establecimientos que se paguen de los fondos del común. Sexto. Cuidar de
los hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás establecimientos de
beneficencia, bajo las reglas que se prescriban. Séptimo. Cuidar de la construcción
y reparación de los caminos, calzadas, puentes y cárceles, de los montes y
plantíos del común, y de todas las obras públicas de necesidad, utilidad y
ornato. Octavo. Formar las ordenanzas municipales del pueblo, y presentarlas a
las Cortes para su aprobación por medio de la diputación provincial, que las
acompañará con su informe. Noveno. Promover la agricultura, la industria y el
comercio según la localidad y circunstancias de los pueblos, y cuanto les sea
útil y beneficioso.“
A
tenor de estas y otras disposiciones legales de la metrópoli, los vecinos de Tejina deciden constituirse en
Ayuntamiento independiente del Cabildo colonial de La Laguna , el cual hasta
entonces había tenido jurisdicción dirigía la vida política y económica de la
isla excepto la de la Villa
de La Orotava.
Al Ayuntamiento Constitucional de Tejina
pertenecía también la localidad de Bajamar, el alcalde era propuesto por el
vecindario y designado por la Real Audiencia. Al parecer, los creadores de
estos ayuntamientos abandonaron el lugar, los grandes propietarios se
marcharon, y los vecinos que quedaban, la mayoría de ellos no sabían leer ni
escribir.
Hasta 1846 fue un municipio independiente, fecha en
la que fue anexionado al de San Cristóbal de La Laguna junto con Punta del
Hidalgo y Valle de Guerra, según consta en el expediente de agregación de estos
Ayuntamientos. Arch. antg. Del Ayuntamiento de La Laguna. S - 6, doc. 15 y
19.
Tejina en el Diccionario Madoz
Lugar con ayuntamiento de la isla y diócesis de Tenerife, provincia y
audiencia territorial de Canarias, partido judicial de la La guna, de cuya ciudad dista 1 1/2 legua. Situado
en un llano al norte de la isla, cuyo.-, vientos son los que
principalmente reinan; su clima es
sano, alegre y sano, y no se padecen otras enfermedades
que las estaciónales, fiebres y tercianas. Tiene sobre 154 casas de las
que unas 70 forman cuerpo de población y
las restantes diseminadas todas pequeñas y miserables; una fuente de excelente
calidad; iglesia parroquial servida por el párroco, sacristán, sochantre y dos
monaguillos. En la parte norte de la población
el cementerio construido en 1837, capaz y ventilado, y tres ermitas dedicadas a San Juan, San
Sebastián y San Esteban; la primera en el pago de Bajamar de esta
jurisdicción, y las dos restantes en el
término, el cual confina Norte con Punta
del Hidalgo; Este con varias montañas; Sur con Tacoronte, y Oeste con Tegueste,
el terreno aunque en general de secano, es de buena calidad; habiendo sólo
arbolado de frutales en la huertas mencionadas. Caminos; el que se dirige a La Laguna es llano y se halla
en buen estado; pero el que conduce a Tacoronte y demás pueblos del
interior de esta isla esta bastante descuidado. La correspondencia se recibe de
La Laguna por
medio de valijero, a cuyo punto se lleva también la que sale.
Produce: Trigo, maíz, patatas y
hortaliza, frutas de todas clases y vino, siendo esta y la del trigo la
principal cosecha; se cría ganado vacuno, pero el más abundante es el de cerda;
hay caza de conejos, perdices codornices y palomas.
Industria: La agrícola y algunos telares
de lienzos caseros para el uso de sus habitantes.
Comercio: Extracción de los frutos
sobrantes a la ciudad de La
Laguna ; celebrándose el día del santo patrón de este pueblo
una feria cuyo exclusivo tráfico consiste en la venta de los frutos sobrantes
del país y con especialidad vino.
Población: 156 vecinos; 646 almas.
Riqueza: 97.950 reales. Contribuye por todos los conceptos 20.019. (Diccionario Madoz 1845-1850).
Breve retazo histórico de
la cochinilla:
En el México precolombino
era un producto entregado como tributo de los pueblos vasallos a los mexicas.
“Al color con que se tiñe la
grana llaman nocheztli, quiere decir, sangre de tunas, porque en cierto
género de tunas se crían unos gusanos que se llaman cochinillas, apegados a las
hojas, y aquellos gusanos tienen una sangre muy colorada, ésta es la grana fina
que es conocida en esta tierra... A la grana que ya está purificada y hecha en
panecitos, llaman grana recia o fina, véndenla en los tiánquez
hecha en panes, para que la compren los pintores y tintoreros”. (Fray
Bernardino de Sahagún)
En
una economía agraria como la canaria, la recesión provocada por la pérdida del
mercado del vino, y en menor medida, la barrilla y la orchilla, tenía que
provocar una crisis coyuntural de serias dificultades económicas. En este
contexto de regresión económica y social las olas emigratorias se
intensificaron.
Ante las nuevas perspectivas
económicas que se divisaban con la posible explotación industrial de tales
plantas, La Real
Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife gestiona la
introducción de la cochinilla para ayudar a paliar la grave crisis que se
estaba viviendo en las islas.
En Tenerife como en el resto
de Canarias la cochinilla fue el cultivo de recambio al vino en la etapa
1860-1878. Llegó a alcanzar el 90 por ciento de las exportaciones,
transformando sustancialmente la economía. La aparición de los tintes
sintéticos hizo que se convirtiera en un cultivo marginal.
Pero,
las dificultades por las que estaba pasando la agricultura pronto se
remontarían con la introducción de un nuevo producto de exportación: la
cochinilla. El desarrollo de ese nuevo mercado “hizo a Canarias tan próspera
que todas las otras actividades comerciales fueron o descuidadas o abandonadas».
Mayores proporciones alcanzarían su expansión con el establecimiento del
régimen portuario de las franquicias en 1852. De esta manera, la tunera dejaría
de ser una fuente de suministros de frutos de alimentación de las clases bajas
para convertirse en la cuna del insecto que más «riqueza” creó en tan poco
tiempo
En Canarias las tuneras
(Opuntia ficus-indica y Opuntia tormentosa) abundaban de manera salvaje -sin
necesidad de riego y en un suelo pobre- sobre los litorales y las costas hasta
una altura de 700 metros. Los frutos de la primera eran comestibles, los
llamados higos de pico, tunos o chumbos. Ambas plantas eran aptas para la cría
de la cochinilla. Por ello, ante las nuevas perspectivas económicas que se
divisaba con la posible explotación industrial de tales plantas, la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife gestiona la introducción de la
cochinilla para ayudar a paliar la grave crisis que se estaba viviendo a raíz
del hundimiento del mercado del vino.
La introducción de la cochinilla
en las islas se realizó desde Méjico, vía Cádiz, donde había llegado ocho
nopales, o higueras tunas (Coccus cacti, Cactus opuntii) en el año 1820, con
dirección a la
Sociedad Económica de Amigos del País. Pero, a pesar de la
crítica situación en que se encontraba el aparato productivo de las islas, en
un principio su propagación encontró oposición. En efecto, la mayor parte de
los empresarios agrícolas se opusieron al experimento y fueron muy incrédulos a
que aquello fuera un éxito. Como el resto de los agricultores españoles, los
isleños también eran extremadamente resistentes a la innovación agraria. Un
visitante extranjero en 1856, el británico Charles Piazzi Smyth, manifestó que
los pequeños agricultores destruyeron las primeras plantaciones por la noche y
tacharon a su introductor de loco porque era una innovación no tolerada en una
tierra que se resistía a romper con 300 años de historia del cultivo de la
viña.
El interrogatorio de
1878:
En el “Boletín Oficial de la Provincia » de 25 de
febrero de 1878 salió publicado un interrogatorio destinado a todos los
ayuntamientos de Canarias, formulado por la Junta de Agricultura, Industria y Comercio, en el
cual se les preguntaba sobre el cultivo de la cochinilla y grana. Con un poco
de suerte hemos encontrado las contestaciones que dio el Ayuntamiento de Garachico, y que se conservan, quizá,
por haber sido multado con 37,50 pesetas, al no efectuar las contestaciones a
su debido tiempo, lo hizo en 27 de julio, cinco meses después. Y dice así: “1.
Se cultiva en la jurisdicción 13 hectáreas de nopales. 2. Dos variedades de
nopales, una conocida con el nombre de terciopelo, cubierta toda ella de una
especie de mota y la otra, cuyas hojas o palas son mayores, rizadas de algunas
púas más consistentes que la de la anterior clase de tuneras y su cutis es
liso. 3. Cada hectárea produce por término medio 368 kilogramos de cochinilla.
4. No se conoce más que una sola clase de cochinilla, a la que también se la da
el nombre de grana. 5. Es difícil fijar el personal necesario para atender el
cultivo de una hectárea de tierra dedicada a tunas, porque no sólo varía mucho
de las que son de secano a regadío, sino de las que las tierras estén más o
menos limpias de hierba y de las distintas cantidades de abonos que necesita el
nopal para desarrollarse. Sin embargo, puede creerse que tres hombres y dos
mujeres, empleados constantemente, pueden atender a la labranza de una
hectárea. 6. Los jornales de los hombres se paga a 5 reales de vellón y los de
las mujeres a 2.50. 7. Hay mucha variedad en el valor de los terrenos,
fluctuando los de secano desde cuatro mil a doce mil reales y los de riego
desde catorce mil a treinta mil reales. Por los datos sueltos que hemos podido
encontrar, referente a los municipios de Los Silos y Buenavista, podemos
afirmar, sin miedo a equivocarnos, que Los Silos duplicaba a Garachico y Buenavista triplicaba a la Villa del Roque en
producción de grana o cochinilla. Hornos para secar cochinilla se conservan
actualmente en las fincas y casas solariegas de Los Brieles, en Las Cruces, y
San Juan de Taco, en Buenavista.”
José Velázquez Méndez, publicado en el dominical de “El Día”, Santa Cruz de
Tenerife, 21 de febrero de 1988.
La
perdida de este cultivo en Tejina
provocó que muchos terratenientes abandonaran la zona tal como expuso el
psicologo y munícipe Juan Martines Torvizco en una alocución con motivo de las fiestas de Tejina en el año 2007: “Lejos de aminorar el desarrollo del pueblo, los vecinos de
Tejina fueron adquiriendo la
propiedad a aquellos propietarios que habían decidido marcharse a vivir a la
ciudad de los adelantados, produciéndose una revitalización de la economía que
se consolidó en el siglo XX. La explicación más probable del éxodo fuera
la crisis de la cochinilla, dada las extensiones de cultivos existentes en los
campos de Tejina.”
Tejina a partir del siglo XX y principios del XXI
En
los repartos de tierras en los primeros momentos de la invasión y conquista de
la isla, las tierras de los menceyatos de
Tacoronte y Tegueste fueron excluidas de la
plantaciones más importantes y rentables del momento, la caña de azúcar,
posiblemente por carecer de los importantes caudales de agua de que se desponía
en los menceyatos de Taoro y Daute, así como otros de la banda del
sur tales como Adeje, Abona y Güímar.
Las
tierras de Tegueste y Tacoronte fueron dedicadas
especialmente al cultivo de cereales, vid, frutales y hortalizas.
Tejina conoce un importante desarrollo agrícola, antes en cultivo de la vid,
árboles frutales, hortalizas, especialmente tomates de mesa, pepinos y
pimientos, cereales, cochinilla, platanera, caña de azúcar o tabaco y hoy en
plantas ornamentales, cuyos invernaderos cubren el valle. Bajamar y La Punta , al borde de una
cornisa rocosa y abrupta, salpicada de cuevas y de cardones, con un paisaje de
indudable belleza, viven de cara al mar, con un desarrollo turístico
ligeramente estancado a partir de los ochenta, aunque hoy parece reconducirse.
A este respecto, entra mucho en
juego la combinación de dos aspectos básicos para entender la permanencia del
mundo rural en Tejina, siendo por un
lado la diversidad biológica y
ecológica con la que cuenta el territorio y, por otro, el saber empírico de los
campesinos (lo que
se podría traducir en diversidad cultural), que han trabajado la tierra durante
numerosas décadas hasta la actualidad, en base a un modelo de aprovechamiento
vernáculo, que se basa en la obtención vertical y múltiple de todos los
recursos, en donde se busca la optimización del territorio y las mejores
cosechas de distintos productos en las diferentes épocas del año.
Para entendernos, a pesar de que
dentro de las tablas estadísticas sólo aparezcan los grandes cultivos, es
preciso tener en cuenta que, por ejemplo, dentro del grupo de las papas existen
una gran variedad de tipos (bonita negra, bonita colorada) que son el resultado
de distintos sabores, colores y tamaños. Lo mismo ocurre con el trigo, el cual
puede llegar a contener hasta 14 variedades distintas, según las
características físicas y de sabor recibía diferentes denominaciones
(Arisnegro, Sevillano, Negro, Moreno, Colorado, Moruno, Morisco, Pelón,
Plaganudo etcétera).
Todo ello pone de manifiesto la riqueza agrícola
con la que cuenta Tejina, la cual no
es más que una simplificación de la biodiversidad natural, en la medida que se
sustituye un número elevado de especies animales y vegetales, por un número un
poco más reducido de cultivos y ganados. Sin embargo, esta simplificación de la
que hacemos mención debido a causas antrópicas, no resulta tan alarmante, ya que
la diversidad agrícola (mezcla de diversidad biológica y diversidad cultural)
es sumamente importante. Y este dato no se debe pasar por alto a la hora de
entender la complejidad y la riqueza del mundo rural Tejinero.
Un mundo rural que a pesar de la evolución de los entornos urbanos, sigue
manteniendo su identidad.
Principales cultivos
Contando con los datos del Censo
Agrario de 1999 y de otras fuentes más actuales, indicaremos los principales
cultivos y cabezas de ganado que se tienen lugar en todo el término, haciendo
hincapié en las localizaciones donde se dan cada una de ellas.
Los diferentes cultivos. Entre
todas ellas destaca la de flores y plantas (52,8% del total), en donde la localidad
de Valle Guerra tiene mucho que decir.
El campo de otros cultivos, en
donde se encuentran los cereales, es el segundo más
importante, en donde destaca toda el área
encontrándose en segundo lugar el plátano, el cual tiene una
relativa importancia en los entornos más costeros. A todo esto hay que destacar
el papel de los
viñedos, los cuales han aumentado en hectáreas como
consecuencia del éxito que está teniendo en el mercado local de la Isla.
Entrando directamente en los datos
del Censo Agrario de 1999 (Fuente: ISTAC) se comprueba como de las 1.676 hectáreas cultivadas, la mayoría (456 hectáreas) eran de
las grandes
extensiones de plataneras que se encuentran en las localidades
de Tejina, Bajamar, Valle de Guerra
o La Punta del
Hidalgo, las cuales siguen manteniendo su estatus a día de hoy.
Por su parte, el campo que más
hectáreas registra es el de ’otros cultivos’, entre los que se encuentran los
cereales
(trigo, cebada, centeno, avena, tricale y millo (maíz), las leguminosas
(judías, habas y altramuces entre otras), los cultivos forrajeros
(cereales de invierno, alfalfa, veza para forraje, col forrajera, cardo,
gramíneas, maíz forrajero) o los frutales, los cuales, en todo su conjunto, ocupaban nada más y nada
menos que 484 hectáreas cultivadas. En la actualidad este último dato ha
variado, ya que con datos de 2007 este campo suman más de 500 hectáreas, de las
cuales 180 pertenecen a los cereales (177 en secano y 3 en regadío), 14
hectáreas a las leguminosas y 309 hectáreas a los cultivos forrajeros, entre
los cuales destacan los cereales de invierno.
Flores y plantas ornamentales
(entre las que se encuentran, por ejemplo las plantas aromáticas y medicinales,
los claveles, las rosas, los esquejes de flor o las strelitzias).
Además, es preciso destacar el
papel de las papas
y otros tubérculos (batatas, boniatos, ñames), los cuales en el
censo agrario de 1999 ocupan un total de 161 hectáreas, localizadas en buena
medida en el agrosistema como El Batán, Las Carboneras o Chinamada. Según datos de 2007, las
hectáreas dedicadas a los tubérculos (tanto de regadío como de secano) habían
descendido a las 113 hectáreas, como consecuencia tanto del éxodo rural como de
la primacía de los viñedos en el mercado.
Finalmente, sin contar las tierras
en barbecho, las cuales han aumentado, es preciso señalar que los tomates y otras hortalizas
(puerros, lechugas, zanahorias, coles, bubangos, pimientos, acelgas,
coliflores, entre otros).
”El tabaco, el
sector tabaquero en Canarias llegó a ser uno de los grandes motores de la
economía de nuestras Islas, no sólo en el siglo XIX, que quizás nos toca muy
lejos, ni hasta mediados del pasado siglo XX, sino que también lo fue en la
década de los setenta, los ochenta y los noventa, donde comenzó el gran declive
de las empresas tabaqueras en Canarias. Fue tal su importancia que del mundo de
la hoja de tabaco nacieron hasta cadenas hoteleras dentro y fuera de nuestra
tierra. En los sesenta, setenta y ochenta se movían miles de puestos de trabajo
en nuestras dos provincias en derredor de este sector. No deben olvidarse dos
de las grandes empresas, CITA, que hoy ha pasado a ser JT International
Canarias, o la gran fábrica de puros, con su central en La Laguna , "Don
Álvaro". Sólo estas dos empresas dieron, repito, miles de empleos.
Y por citar
algún dato, que hoy se podría considerar hasta como anécdota, en Tenerife, La Palma , Gran Canaria, y hasta
en La Gomera ,
se llegó a plantar tabaco en grandes extensiones de tierra. En Tenerife, la
zona de El Socorro, Tejina, los
altos de La Orotava , Araya en Candelaria, Granadilla,
etcétera, fueron lugares en los que la planta de tabaco creo un cierto
prestigio al puro hecho en esta Isla, y a la fabricación de cigarrillos.”
(Domingo J. Jorge)
El
siglo XVI estuvo dominado por la caña de azúcar en casi toda la isla, excepto
en los menceyatos de de Tegueste y Tacoronte, y su crisis, motivada por la
competencia del Caribe, fue seguida por el auge económico del vino, que
adquirió gran fama en los mercados europeos y americanos, hasta el siglo XVIII,
cuando una nueva crisis, redujo la importancia de la viña a cifras
testimoniales y provocó importantes dificultades económicas a la isla.
La caña de azúcar arraigó con
gran rapidez en nuestro suelo y dio lugar al extraordinario desarrollo de la
industria azucarera en nuestras islas. En la primera década del siglo XVI este
cultivo se había desarrollado por toda Gran Canaria, llegando pronto a
extenderse a Tenerife y La Palma ,
alcanzando su máxima extensión en la primera mitad de este siglo, siendo
notable por la buena calidad de su producto.
La
caña de azúcar se conoce desde épocas remotas en la India. A partir del siglo
III los indios aprendieron a cristalizar el azúcar y su difusión se hizo más
fácil por esta circunstancia y porque la expansión de los árabes la dio a
conocer en los países por donde pasaron.
Como
reminiscencias del cultivo de la caña en la isla quedarían ciertas zonas aunque
en pequeñas dimensiones. Hasta principio del siglo XX estuvieron en activo
algunas fábricas como eran la de Daute,
en los Silos, y la de Punta del Hidalgo. La primera funcionó durante algunos
años pero pronto quedaría cerrada porque los propietarios de las plantaciones
sustituyeron la caña por el plátano. La otra (Punta del Hidalgo) sobrevivió
hasta 1916 aproximadamente; fue montada con base suficiente para ampliarla y perfeccionarla
al compás de las necesidades de producción, llevándose a cabo plantaciones de
este cultivo en zonas de Tejina y
Bajamar. Sin embargo, dicha empresa no se vio coronada por el éxito y ante esta
circunstancia la fábrica fue cerrada y los terrenos fueron sustituidos por
otros cultivos.
“Después
de muchos años, de centurias, las Islas del Azúcar volvieron a sentir el silbo
del viento entre las afiladas hojas, que cortan como cuchillas de barbero. Ya
se había olvidado el lujo y el esfuerzo de otro tiempo, cuando aguas y tierras
despertaron codicias para asentar a genoveses, flamencos o gentes del reino que
las hizo suyas. Fueron años que desataron la aventura oceánica y que traería
mano de obra de Madeira o del Golfo de Guinea. De ese tiempo quedó la huella,
hija del empeño por crear ingenios y moler en trapiches los dulces y esponjosos
tallos, con los que producir azúcares y confituras.
Los años duros de la posguerra exigían redimir
tierras. Había que doblegar el malpaís y ocupar brazos ociosos. El aislamiento,
como así dieron en llamar, despertó patrióticas ansias de cubrir todas las
necesidades con lo propio, y se abrazó con entusiasmo la utópica autarquía. Con
ese convencimiento se plantó henequén y algodón, se le dio un cierto respiro a
la ya decadente apuesta del cereal, se puso en marcha un plan tabaquero, se
hicieron ensayos con los que se quería producir café…, y en esa maraña volvió a
desplegar raíces la veterana caña de azúcar.” (Zenaido Hernández).
El cultivo descrito por
el inglés Thomas Nichols:
[...] Echan la planta a lo largo y en un surco razonablemente hondo, de modo que las raíces, siendo cubiertas de tierra, pueden ser regadas de la lluvia o del agua de regadío.
Cada raíz produce muchas
cañas. Esta planta está dos años sin dar provecho a su dueño.
Cortan estas cañas por el
pie y hacen fejes della, después de limpias y deshojadas, llevándolas a el
molino do se muelen. Lo que dellas destilan cae en un gran vaso, hecho para
eso, y lo hacen hervir hasta que tome cuerpo, y después lo ponen en vasos de
barro, y llevan a otro lugar en que lo limpian y purifican con un género de
tierra gruesa que extienden encima. De lo que queda en el caldero hacen otro
género de azúcar que llaman espuma; y de lo que sale del blanco hacen una
tercera especie de azúcar, y de lo que resta procede la panela. Finalmente el
deshecho de todos estos cocimientos y refinos se llama remiel, de que hacen un
género de azúcar que llaman refinado. Cuando este fruto primero, llamado
planta, ha sido cogido del modo ya expuesto, queman el lugar en que nació con
paja de caña, hasta el tronco de las propias cañas, y las riegan después y
cultivan con cuidado hasta que al cabo de dos años echan otra, que viene a ser
el segundo fruto, al cual llaman soca. Y así de dos en dos años consecutivos,
hasta que, siendo la planta demasiado vieja, sea conveniente replantar el
cañaveral. (Thomas Nichols)
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