UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL
1491-1500
CAPITULO I-XXI
1494 Marzo 29. Medina del Campo. El Rey e la Reyna. Alonso de
Lugo, nuestro governador de la ysla de Palma, dízennos que avéys de dar parte
de la conquista de la ysla de Tenerife a algunas personas; sy asy es, avremos
plaser que dedes parte a doña Beatriz de Bovadilla antes que a otro. De Medina
del Canpo, a XXIX de março de XCIIII años. (A. Rumeu 1975:432)
1494 Abril. Por
los últimos días del mes, Alonso Fernández de Lugo, decide iniciar la invasión
de la isla de Chinech (Tenerife), misión para la cual había sido contratado por
los reyes católicos. Antes de iniciar la conquista formal de la isla, decide
llevar a cabo uno de los actos de piratería a los que tanta afición tenía, para
ello desplaza una escuadrilla de navíos piratas hacia la costa norte de la
isla, y amainan velas a la vista remota de los dominios del gran Kebehi
Benchomo. Al anochecer ordena que la flota se aproxime a la costa y, amparándose
en la oscuridad, desembarca hombres y caballos. Al amanecer inicia la razzia
por los poblados y cuevas de la zona, cuyos habitantes, tomados por sorpresa,
se vieron imposibilitados para la defensa. El botín obtenido por el pirata fue
cuantioso; 140 mujeres y niños que fueron remitidos a la isla de La Gomera , y de allí a los
mercados esclavistas de España. Además se apoderaron (según Marín de Cubas) de
veinte mil cabezas de ganado (cabras, ovejas y cerdos) que fueron destinadas al
consumo del ejército invasor, pero la operación no estuvo exenta de algunos
riesgos, la carabela la
Garrida , encalló en las rocas de la costa hundiéndose
irremisiblemente.
1494 Abril 24. Medina del Campo (f. 518). Orden a las justicias del
Reino, especialmente a las de Sevilla, Córdoba, y Jerez de la Frontera , para que
guarden la carta de seguro dada a favor de Pedro de Santana, vecino de Gran
canaria, que recela de Pedro de Grade, vecino de Jérez de la Frontera. Don
Alvaro. Johannes. Andreas. Franciscus. Johannes licencia tus. Castillo.
(E.Aznar; 1981)
1494 Abril 30. Medina del Campo (f. 69 y 70). Incitativa al Ido. de
Villena, oidor de la
Audiencia y juez de términos de Sevilla, para que entienda en
el pleito que ante el Consejo tratan doña Beatriz de Bobadilla, viuda de
Fernando Peraza, como tutora de sus hijos Guillén Peraza y doña Inés, y Sancho
de Herrera, en nombre propio y en el de su madre doña Inés Peraza, quines
reclaman la isla del Hierro y 500.000 maravedís que les debía Fernando Peraza,
debiéndolo remitir, una vez concluido, para que el Rey dicte sentencia. Dicha
comisión se hace a petición de doña Beatriz de Bobadilla, que alega serle muy
gravoso litigar ante el Consejo, por habitar en las islas de Canaria, y afirma
que el.beneficio alcanzará tambien a los demandantes, vecinos de Sevilla. El
Rey y la Reina.
Rodericus. (E.Aznar; 1981)
1494 Mayo. Los valiosos
documentos inéditos aportados ahora confirman plenamente
el desembarco en Tenerife de las
huestes invasoras en mayo. Si Alonso de Lugo tenía como límite para
aprovecharse de las franquicias sobre las vituallas el 15 de marzo de del año 1494; si idéntica fecha se le señala como
tope para el transporte del cuerpo expedicionario invasor en los navíos reales
de lñigo de Artieta (plazo superado por la exoneración de la armada de Vizcaya
y el apresurado flete de navíos); si la escuadra tenía que recalar en Tamaránt
(Gran Canaria) para embarcar las tropas reclutadas in situ, súmense travesías
con laboriosas escalas y el tiempo nos situará inexorable en la última decena
de abril.
“Puestos a concretar la fecha
exacta del desembarco, surgen las discrepancias entre los cronistas. Espinosa,
el mejor informado entre todos, se limita a asegurar que Alonso de Lugo «llegó
por mayo»; pese a la aparente inconcreción, la variedad de acontecimientos
históricos que acumula en este mes obliga a sospechar que se refiere a las
jornadas iniciales. Abreu Galindo se atreve a aventurar más detalles: el
conquistador recaló «en Sannta Cruz a tres dias de mayo. ..; y púsole nombre por
haber tomado puerto aquel día». El poeta Viana adopta una postura singular;
Alonso de Lugo parte de Gran Canaria un 30 de abril, arriba a Santa Cruz el
«primero de mayo», le pone nombre al lugar el 3 y se dirige apresuradamente a La Laguna el día 4 del mismo
mes. Por su parte, Núñez de la
Peña y Viera y Clavijo se dejan influir por el
cronista-poeta, cuyas precisiones cronológicas aceptan.
El parecer de Viera se ha
divulgado más, por el respaldo de tan ilustre nombre. Este autor da por sentado
que la escuadra zarpó «de Canaria el 30 de abril», echando «las áncoras en el
puerto de Añazo a las seis de la mañana del día siguiente. La festividad de la
invención de la Cruz
se celebró el 3 de mayo, en el campo del puerto de Añazo, con una simplicidad
memorable. ..Desde este día se intituló Puerto de Santa Cruz aquella ribera...
El 4 de mayo salió de sus alojamientos todo nuestro ejército y se avanzó hacia
la vega de La Laguna » De esta baraja de fechas, cabe considerar
como probables las de 1 de mayo de 1494.” (A..Rumeu 1975:177)
1494 Mayo. Encuentro en La Jardina (Gracia) entre el gran Kebehi Benchomo y
el capitán de los mercenarios invasores Alonso de Lugo. Las tropas
españolas acamparon en las proximidades
de Gracia, que fue así escenario del singular encuentro. El fraile Espinosa
recoge con puntualidad las incidencias del mismo.
El monarca de Taoro compareció puntual a la cita convenida
con un nutrido séquito de trescientos guanches vasallos. Llegados frente
afrente, Alonso de Lugo y Benitomo entablaron diálogo, valiéndose como
intérprete de Guillén Castellano, quien conocía el habla indígena por haber
estado antaño cautivo. Lo que el capitán
gallego-andaluz demandó, con sibilinas palabras
el régulo taorino es fácil de adivinar. En primer lugar, la amistad con
los reyes de Castilla y la sumisión política a este reino, circunstancia la
segunda que invalidaba virtualmente la primera. En segundo término, la
conversión al cristianismo. A cambio de un vejamen y una claudicación les
prometía, como recompensa, que el «rey de España...”Los tomaría y recibiría
debajo de su amparo y protección y les haría muchas mercedes».
La repuesta del altivo Kebehi Benchomo fue de una mesura y
dignidad sorprendentes, digna del gran caudillo que era. En lo relativo a la prometida amistad puntualizó “Que ningún hombre que no fuese provocado
de otro e irritado, la había de rehusar”
En punto a religión “Que
ellos que cosa era cristiandad, ni entendían esta religión, que se verían en
ello y se informarían, y así con más acuerdo darían repuesta”.
Especial énfasis puso el monarca guanche en replica a la tercera demanda, que le humillaba y hería.
Rechazó de plano someterse al rey de España, no era de ese parecer porque nunca había reconocido sujeción a otro
hombre, pues libre había nacido y así pensaba morir.
No habiendo posibilidad de
avenencia, el caudillo guanche y el capitán de los invasores se separaron, dedicándose durante varias
jornadas a adiestrar sus fuerzas el castellano y a movilizar sus hombres el
guanche.
Misiva de los Reyes Católicos a
Alonso de Lugo encareciéndole que acepte la colaboración económica de doña
Beatriz del Bobadilla en la conquista de Tenerife.
1494 Mayo 2. El invasor esclavista,
Alonso Fernández de Lugo, al desembarcar por Añazu (Santa Cruz), hizo
una torre para defensa de sus tropas mercenarias. Si bien los cronistas callan
dónde se levantó, no por eso es difícil fijar su emplazamiento, ya que es
conocido el paraje por donde entraron las fuerzas de Lugo; y siendo el objeto
del torreón amparar a los mercenarios, hemos de sospechar que estaba junto al
campamento, o sea en los alrededores de la plaza de San Telmo, pues allí acampó
el ejército castellano. El torreón de Añazu persistió hasta que la población
europea de Añazu (Santa Cruz) comenzó a formarse en la orilla izquierda del
barranco de Araguigo (Santos,) después de la erección de la iglesia del templo
de la secta católica de la
Concepción.
1494 Mayo 3,?. En este día posiblemente el 3 de mayo Añazu n
Chinech (Santa Cruz de Tenerife) recibió el nombre castellano al oficiar los
invasores una misa de la secta católica en el mismo lugar donde se levantaba un
madero en forma de cruz que acompañaba al mercenario y esclavista Alonso de
Lugo en su invasión de conquista.
1494 Mayo 7,?. Una flota al mando del invasor y esclavista Alonso
de Lugo zarpa desde Tamaránt (Gran Canaria) con destino a Chinech
(Tenerife). Quince embarcaciones transportaban a un gran ejército al que
acompañaba un grupo de guerreros de Tamaránt, capitaneados por Maninidra.
1494 Mayo 8. Medina del Campo (f. 56). Incitativa al gobernador o juez de residencia de Gran Canaria, para que determine en la petición de Antón viejo, vecino de
1494 Mayo 8, Medina del Campo AS, RS,. ACW, pc.
xVm-1494/34-35.
Antón Viejo ynçitatiua.
Don Fernando e Doña Ysabel etc. A vos el nuestro
governador o juez de rresidencia de la ysla de la Grand Canaria salud
e gracia. Sepades que, Antón Viejo, vezino de la ysla de la Gomera , nos fizo rrelación
diziendo que al tiempo que nos enbiamos a conquistar la ysla de la Grand Canaria él fué
vno de los que fueron conquistar la dicha ysla i estouo en ella todo el tyenpo
desde que se comencó (sic) a conquistar fasta que se ganó, e después de ganada,
estouo en ella más de quatro años donde diz que le dieron tierras en
rrepartimiento como a cada vno de los que asy se hallaron en la dicha
conquista, como nos mandamos dar, e que tuvo las dichas tierras pacíficamente
los dichos quatro años e que gastó en las reparar e .arar a sus bienes e que
después, por que se fué de ally a la dicha ysla de la Gomera , que.syn hazer cosa
por que meresciese cosa alguna, que Pedro de Vera, governador que a la sasón
ally estaua, le tomó las dichas tyerras e las dió a v no que llama Trugillo que
nunca en la dicha conquista se halló e que por benir con el dicho Pedro de vera
e ser su allegado se las dió, en lo qual él rrescibió mucho agrauio e dapno. E
nos suplicó e pidió por merced le mandásemos voluer las dichas tierras, pues él
trabajó muncho en la dicha conquista, o sobre ello le proueyésemos como la
nuestra merced fuese. E nos tovímoslo por bien por que vos mandamos que luego
veades lo suso dicho e llamadas e oydas las partes a quien atañe etc. fagades e
administredes entero conplimiento de justicia al dicho Antón Viejo etc. E non
fagades ende al etc. (La pena es de 10.000 y el emplazamiento en forma.) Dada
en la villa de Medina del Campo, a ocho días del mes de mayo año etc. de mill e
quatrocientos e noventa e quatro años. Esto hazed e complid atento al tenor e
forma de la carta que vos será dada para hazer el dicho rrepartimiento de 1as
dichas tierras de la dicha ysla. Don Aluaro, Tohannes licenciatus, Decanus yspalensys,
Andrés dootor, Antonius doctor, Franciscus de Cárdenas (?), Filipus doctor,
Dyego licenciatus. Yo _Anafonso (sic) del Mármol, escr. de cámara del Rey e de la Reyna nuestros señores, la
fyz escreuir por su mandado con acuerdo de los del su consejo. (D.J. Wölfel)
1494 Mayo 10. Medina del Campo (f. 21). Receptoría al gobernador o
juez de residencia de Gran Canaria, para que reciba los testigos que Gonzalo
Arias, escribano de cámara, ha de presentar ante los del Consejo, en
seguimiento del pleito que trata con Gonzalo de Burgos, vecino de Gran Canaria,
sobre la escribanía del ayuntamiento de dicha isla, que éste dice pertenecerle
por provisión de Pedro de Vera, gobernador que fue de la isla, mientras Gonzalo
Arias alega que le corresponde por renuncia de Luis de Sepúlveda, confirmada
por los reyes.Don Alvaro. (E.Aznar; 1981)
1494 mayo 25.
PRIMERA CAMPAÑA DEL GENERAL
LUGO
Batalla de Acentejo: destrucción
del ejército invasor e incidentes de la lucha. Recógense los sobrevivientes al
Real de Santa Cruz. Nuevo socorro de los güimareros. Acuérdase en Consejo
abandonar la isla para levantar otro ejército. Asalto del Real. Embarcan para
Canaria los restos del ejército hispano-güimarero. Asalto de portugueses en
Tenerife.
Ya hemos dicho en el capítulo anterior
que a consecuencia de la entrevista celebrada entre el rey Bencomo y el general
Lugo, formóse éste un concepto tan aventajado del poder enemigo que el día 5
levantó el campo de Gracia y contramarchó al Real de Santa Cruz para aumentar y
mejorar las defensas, ante la perspectiva de una campaña dura y de mayores
riesgos de lo que presumía al desembarcar. Es indudable que sus inquietudes
disminuyeron con la alianza definitiva del pueblo güimarero, pero con todo no
quiso como general previsor mover el ejército, sin dejar ultimados cuanto
estimó necesario a su seguridad. Por esta razón no abrió la campaña hasta la
amanecida del martes 25 de Mayo, en que después de levar anclas parte de la
escuadrilla con orden de barloventear por el Norte de la isla para que le
sirviera de base de operaciones y de dejar un pequeño presidio en el Real,
rompió la marcha el ejército reforzado por un cuerpo de 300 güi-mareros mandado
por sus mejores capitanes. Concedidas a las fuerzas dos horas de descanso en la
laguna, a las 10 de la mañana emprendieron de nuevo la marcha en orden de
batalla con dirección a Taoro.
Este reconocimiento ofensivo a lo
largo de la trocha era realizado con todas las precauciones militares, en medio
de un silencio sospechoso y sin ver ni a un solo enemigo ni una cabeza de
ganado.
Y sin embargo nunca estuvieron
tan vigilantes los guanches. Es evidente que Bencomo supo con bastante
anticipación el día y hora en que salía al campo el ejército español, así como
su propósito de internarse hasta Taoro, como lo confirmó el voltejeo de los
buques por los mares del valle de la
Orotava ; pues de no tener estas noticias con anterioridad, no
reuniera oportunamente los labores de los reinos de Anaga, Tacoronte y Taoro
con sus achimenceyatos de Tegueste y Punta del Hidalgo, es decir, la totalidad
de los contingentes ligueros. También es verosímil que se propusiera atacar a
los españoles, no sólo en terreno en que a éstos le fuera dificultoso
desplegarse en batalla y sobre todo utilizar la caballería, pues conocía el modo
de guerrear y el valor de las armas europeas, sino cuando se hubieran internado
en el valle, por lo menos más allá del lugar en que se libró la batalla,
¡quizás en el descenso de la
Cuesta la Florida!, como lo demuestran los hechos. De no ser
así, ¿cómo se explica que no embistiera al enemigo a la ida? ¿Cómo podía prever
que contramarchara el ejército desde los llanos de Acentejo? ¿Porqué se hallaba
emboscado con dos mil hombres a la entrada del valle? Si en los llanos de
Acentejo abandonó unos cuantos rebaños de cabras y ovejas, que sirvieran de
cebo a los invasores, fue para que los embarazara en su avance y perdieran la
formación al ganar el valle.
Aunque las cosas ocurrieron de
otro modo, el éxito de las armas guanches debióse de todas suertes al acertado
plan estratégico de Bencomo. No cabe calcularse racionalmente, como diremos en
otra parte, en más de 6.000 combatientes los que podían poner en línea de
batalla la Liga. Según
tradición, con estas fuerzas formó el rey de Taoro tres cuerpos de ejército de
a 2.000 plazas cada uno, equivalentes en número por separados al ejército
español, con el mandato imperativo de que ninguno entrara en batalla sin estar
apoyado por los menos por otro; para lo que los escalonó del siguiente modo:
dispuso que el primer cuerpo, bajo el mando de los reyes Acaymo y Beneharo, se
emboscase al Este del barranco de Acentejo hacia la parte baja, con orden de
ocultar su presencia al enemigo y correrse sobre la trocha así que pasara; el
segundo cuerpo, regidos por Tinguaro, que era precisamente achimencey del
gobierno de Acentejo, y por el llamado rey de Tegueste, que igualmente se
emboscara a lo largo del Sur del camino de Santo Domingo sin dejarse ver,
mientras el mismo Bencomo se ocultó con el tercer cuerpo en las cercanías del
pie de la Florida.
Por manera que todo hace presumir
intentaban sorprender al ejército invasor cuando bajara la Cuesta de la Florida , cayendo sobre su
retaguardia los dos cuerpos guanches que quedaban emboscados a su espalda y
recibiéndolos al pie Bencomo al bajar desordenados; pero como el ejército
castellano al llegar a los llanos de Acentejo contra-marchó por el mismo
camino, ignorándose la causa, escurriéndose por entre el monte, el cuerpo de
Tinguaro se emboscó a lo largo del camino de Santo Domingo, por el lado Sur,
mirando al mar, y el de los reyes Acaymo y Beneharo por el Este de la trocha o
camino, a partir de la ermita de Guía a lo largo de lo que aún lleva el nombre
de Toscas de los Muertos (por los muchos que allí perecieron) o Callejón de Acentejo,
cuesta arriba hasta la actual carretera o más. En estas posiciones esperaron
emboscados al enemigo.
El ejército español en su marcha
de avance recorrió todo el camino en orden de batalla; y como de los
exploradores destacados hasta la
Cuesta de la
Florida , de donde se descubre el valle de Araotapala y a lo
lejos Taoro, retornó una pareja manifestando no verse seres vivientes excepto
unos rebaños abandonados en los llanos de Acentejo, dispuso el general siguiera
el ejército adelante para apoderarse de dichos rebaños y de allí volver sobre
sus pasos en dirección a la laguna.
Esta contramarcha ha dado motivo
a originales comentarios. Hasta hay autores que censuran con acritud al general
Lugo, porque suponiendo que la antigua trocha de Acentejo atravesaba el
barranco de este nombre por un sitio más profundo, por el hoy camino de San
Antonio abierto años después de la conquista, no dejó fuerzas para guardar el
paso dando lugar a otro Roncesvalles; cuando el camino llevaba otra dirección
como hemos visto, ni aunque la llevara por donde suponen se trata de un abismo,
ni le hizo caso en las invasiones posteriores, pues fiara nadie fue un misterio
que se debió el desastre a no contramarchar el ejército en el mismo orden de
batalla que observó al avanzar.
Calcúlase que entre 4 y 5 de la
tarde, ya de vuelta, alcanzaba la vanguardia las Toscas de los Muertos o séase
el comienzo de la trocha cuesta arriba, caminando el ejército al paso del
ganado, si no a la desfilada en grupitos de 3, 4 ó 5 personas, revueltos y confundidos
hombres, cabras y ovejas en el centro de la columna o cuerpo de batalla;
ocupando esta muchedumbre una extensión lineal de 2 ó 3 kilómetros de un
terreno agrio y accidentado, donde unos quedaban ocultos de otros por lo
desigual del suelo por los matorrales y barranquillos como los de Chibana
(Chivana), Marta, Pascuala y otros, a través de un monte bajo de pinochos,
jaras, tabaibas, zarzales, etc., campo a propósito para luchar los guanches
cuerpo a cuerpo.
Explícase la confianza y abandono
en que marchaba el ejército, fiados en sus batidores y descubiertas, en la
formación de los escuadrones de la vanguardia y retaguardia, por una región
cruzada poco antes sin rastro de enemigos; como también es fácil hacerse cargo
de la turbación y confuso arremolinamiento de aquella mezcla de hombres y
animales, cuando al sonido de unos cuantos bugg nube de piedras y banótes, seguidos de una
fila de millares de hombres que cargaban saltando como tigres sin darles tiempo
a desplegarse, quedando todo el ejército desde el primer momento peleando en su
mayor parte en combates singulares. Fue una lucha épica durante 2 ó 3 horas por
el valor de los combatientes' y de resultado trágico, pues quedó casi
aniquilada la expedición española.
Después de algún tiempo de empeñada
la lucha, llegó el rey Bencomo con su cuerpo de ejército cayendo como una
avalancha sobre el enemigo, que no pudo resistir el empuje de estas fuerzas de
refresco. Cargó sobre la retaguardia tan rabiosamente que la obligó a
replegarse hacia los llanos de Acentejo, donde derrotada se entregó a una
desenfrenada carrera, buscando el mar por el Barranco Hondo para ganar la Baja de Acentejo; en la que
se salvaron 100 o 120 naturales de la isla de Canaria y 4 portugueses, pues no
están de acuerdo los autores respecto a las dos primeras cifras, que fueron
recogidos por los buques a la siguiente mañana.
La cabeza de la columna, después
de una hecatombe que quedó escrita para siempre en el nombre de las Toscas de
los Muertos que aún lleva, a favor de la noche y todos heridos se salvó el
general con 50 caballeros y 30 güimareros; que guiados por éstos atravesaron la
sierra central hasta llegar a un sitio de donde descubrieron los fuegos del
Real de Santa Cruz y se animaron con los gritos de ¡esperanza, esperanza!;
gritos lanzados en momentos de angustia, y que sirvieron de bautismo al actual
lugar de La Esperanza.
(Vid. Anexos n.m 2/3/4, donde se precisa con mayores detalles el desarrollo de
la batalla de Acentejo).
Habiendo logrado 30 soldados
formarse en escuadrón pudieron ganar una cueva y fueron sitiados; lo que sabido
por Bencomo los perdonó dándole libertad y mandándolos escoltados al campamento
de Añaza, pues los guanches no sacrificaban los prisioneros de guerra. Y
cuéntase que al ser conducidos de Taoro al Real de Santa Cruz, al pasar por el
campo de batalla se les incorporó disimuladamente, según Viana, el capitán
Gonzalo del Castillo y, según otros autores, Juan Benítez que para salvar la
vida se había hecho el muerto entre los demás cadáveres; pero echando de ver la
escolta que figuraba uno más de los 30 que le entregaron, de nuevo los condujo
ante Bencomo, que pronto conoció al intruso y lo perdonó como a los demás.
Por manera que de un ejército de
1.300 infantes, incluyendo los 300 del cuerpo auxiliar güimarero, y 125
caballos o séase un total de 1.425 plazas, murieron 1.170, a saber: 600
españoles peninsulares,cios se levantó de pronto en toda la línea un espantoso
estruendo acompañado de una 300
españoles isleños y 270 güimareros; habiéndose salvado únicamente: 39 hombres
que quedaron de presidio en el Real de Santa Cruz, 185 que más o menos heridos
pudieron escapar de la batalla a través del monte o fueron recogidos por los
buques y 31 prisioneros devueltos por Bencomo, o séase un total de 255 sobrevivientes
de la primera invasión y de la primera campaña.
El hecho de no figurar ni un
herido entre los 1.170 cadáveres que quedaron en el campo de batalla, nos
autoriza a deducir que los guanches durante la lucha no dieron cuartel; de lo
que derivamos el corolario, tenido en cuenta muchas circunstancias, que si bien
en el acto del combate las bajas de los guanches debieron ser muy superiores,
las definitivas o por muerte probablemente no pasaron de un millar. Este
cálculo lo creemos razonable atendiendo a las fuerzas que presentaron más tarde
en línea de batalla y a la densidad de población que podía ofrecer los Estados
que formaban la Liga. Tan
fuera de la realidad consideramos a aquellos autores que dan a entender que
Tinguaro con 300 hombres destruyó al ejército, sorprendido en el fondo de un
soñado barranco, como a Viana que asienta entraron en combate 9.000 ligueros
perdiendo 3.000 muertos.
Cuanto a los heridos guanches
debieron ser muchos, entre los que se encontraban el rey Bencomo y el infante Tinguaro.
Tan sangrienta batalla jamás la
olvidaron los pocos sobrevivientes españoles. El mismo general Lugo pasados
algunos años, en 1503, al agraciar con una data a Juan Benítez, hace en ella
referencia a la «rambla honda donde estuvimos el día del desbarato de
Acentejo», que como ya dijimos, está hacia la Tosca de los Muertos.
Refiriéndose a esta función de
guerra dice Viana:
y son tantas las cosas que se
cuentan de aquel tan desdichado y triste día que por ser temerarias y algo
incrédulas no he querido tocarlas, ni escribirlas; más sólo digo porque es bien
se crea, que batalla más cruda, más reñida, ni de mayor estrago, no se ha visto
en otro tanto número de gente, pues que de mil soldados de los nuestros
murieron ochocientos poco menos, quedaron todos los que se escaparon con daño
heridos lastimosamente.
Respecto a los hechos de heroísmo personal
menudearon por ambas partes, así como los lances y situaciones singulares. Al
agigantado y valeroso Pedro Benítez2, el Tuerto, de aspecto tan feroz que servía
a las madres de coco o espantajo para asustar a los muchachos, debió la vida el
general Lugo, que desmontado y tendido de una pedrada que le rompió varios
dientes, consiguió rescatarlo de un grupo de guanches. Hablase asimismo de las
hazañas de Tinguaro y de la muerte que dio al blasfemo capitán Núñez, así como
de las heroicidades del guanche Leocaldo y sus siete hijos y de las que
llevaron a cabo seis ballesteros; y de la contestación de Tinguaro al rey
Bencomo, que hallándolo sentado a consecuencia de una herida recibida como le
dijese:
«¿Pues ahora es tiempo de
descanso, hermano!, le respondió: «Ya he cumplido con mi obligación de capitán,
ahora cumplan los soldados con la suya». Cuéntase también del sacrificio que se
impuso el soldado Pedro Mayor, al ver cómo el enemigo perseguía a Lugo,
cambiando su ropón azul (por el rojo del general) y que como temblara el
valeroso canario Pedro Maninidra antes de entrar en combate, al preguntarle el
general si sentía miedo, contestó: «Tiemblan las carnes del aprieto en que las
pone el alma»; por más que tratándose de una sorpresa es de presumir que los
guanches no dieran tiempo a tan generosos propósitos y gallarda frase. En estos
y otros sucesos andan mezcladas la leyenda y la verdad histórica.
Y ponemos término a estos
episodios mencionando el cuento infantil que nos relata fray Alonso de
Espinosa, que fue otro obispo de Chiapas en Tenerife. En su afán de presentar a
los guanches con el fondo de simplicidad de los indios de América, refiere que
unos cuantos enviados a recoger los despojos de la batalla, como trataran de
comprender el mecanismo de una batalla que encontraron armada y se les disparó
matando a uno, de allí en adelante cuando veían alguna daban grandes rodeos
para no pasar cerca.
¡Y esto se dice de hombres que
vivieron años en contacto con los españoles en Añaza, que se batían con
frecuencia contra ballesteros y que moraban con ellos compatriotas educados por
los castellanos, como eran los gomeros partidarios de la independencia de su
país!
El desastre de Acentejo produjo
en el pueblo de Güímar una honda impresión, no ya por la pérdida de sus deudos
sino por las temidas represalias de Bencomo, de ausentarse los españoles; por
lo que resolvieron anticiparse enviándoles el mismo día 26 un socorro de algunos
subsidios y una fuerza de 300 hombres.
Las zozobras de los castellanos
en las primeras horas después de la derrota, nos las hace conocer Viana,
describiendo la sucesión de impresiones del general Lugo y de los pocos que con
él ganaron el Real, cuando creyéndose abandonados de todos y los únicos
sobrevivientes, fueron llegando los prisioneros puestos en libertad por Bencomo
y conducidos al Real de Santa Cruz por un escuadrón guanche, los navios con un
centenar de soldados recogidos en la
Baja de Acentejo y el auxilio acordado por los güimareros,
cuyo acto de lealtad en momentos tan amargos jamás olvidaron los españoles.
No con poco alboroto los
cincuenta que con el general allí asistían, temieron ser escuadra de enemigos,
la que vieron llegarse, pero luego que conocieron su esforzada gente excesivo
fue el gozo que sintieron; recíbense, y abrázanse, y se cuentan los unos a los
otros sus desastres. En este mismo tiempo, los navios que sacaron a esotros de
la roca, iban llegando al puerto deseado, y así se vieron juntos brevemente más
de doscientas en la arena y playa, despidióse Sigoñe y sus soldados de los de
España, y vuélvense a Taoro. Sacan algún refresco de comida de los navios,
tratan de animarse, y dar alivio a los cansados cuerpos, y cuando en más
descanso se juzgaban vieron que se acercaba a toda prisa un formado escuadrón
de naturales; de nuevo se alborotan los espíritus, el real estandarte en sangre
tinto al aire se desplega tremolando, la caja rota, destemplada y floja, y la
trompeta ronca al punto suena;
armarse todos,
y aunque mal heridos
al torrejón se
suben animosos,
porque tan
cerca estaban, que difícil
fuera
embarcarse a tiempo que escapasen,
más, llegan
dos del bando que venía
y dicen que
departe deAñaterve,
Rey de Güímar,
su constante amigo;
el pésame les
dan de su desgracia,
y herbolario
diestro que les cure
y un presente
aunque pobre, en testimonio
de voluntad, y
fuéles presentado:
doce cerdosos
puercos y gruesísimos,
doce carneros
mochos, mansos, bellos,
doce castrados
báifos y cabrunos,
doce cabritos,
doce corderillas,
doce {echones
tiernos regalados,
doce docenas
de conejos bellos,
doce quebeques
grandes de manteca,
quesos anejos
doce, y doce frescos,
doce odres
grandísimos de leche,
doce cueros de
gofio de cebada:
estimó el
general mucho el presente,
y al punto el
cirujano se dispuso
a ejercitar su
ciencia en los heridos,
y estuvo en su
compaña cinco días,
y al cabo
dellos como agradecidos
envió el
general al Rey de Güímar
un morrión
lustroso con sus plumas,
una gorra de
fino terciopelo,
un caballo y
jaez, muy estimado,
una cortante
espada reluciente,
bañada en
sangre del Rey Bencomo,
una banda
amarilla con sus borlas,
una graciosa
caja de cuchillos,
unas medias de
seda granadinas,
seis pares de
zapatos pespuntados,
un borceguí
argentado costosísimo,
y sobre todo,
un rico anillo de oro,
y en él una
esmeralda trasparente,
como en señal
de su esperanza cierta,
y al sabio
herbolario, y demás gente,
dieron
diversas piezas y regalos:
y al fin se
despidieron muy gozosos...».
Efectivamente,
a virtud de los acuerdos tomados en un consejo celebrado por el general con los
principales sobrevivientes de la batalla, el 30 o 31 de Mayo le fue devuelto a
Añaterve el cuerpo auxiliar de 300 hombres, con un amistoso mensaje de que
abandonaban la isla para volver pronto con otro ejército. A la verdad la
situación en que se encontraban era insostenible. Ni el general Lugo podía
mantenerse en el Real de Santa Cruz con las reliquias de Acentejo, ni levantar
con la urgencia que el caso requería otro ejército permaneciendo en Tenerife,
ni contaba ya con bastantes recursos personales, ni quería por honor desistir
de la conquista; y en este callejón sin salida expuso con sinceridad el estado
de cosas en el referido consejo, pero en términos tan conmovedores y patrióticos,
que juraron todos no abandonarle en la empresa. Hallábase entre los
concurrentes, a pesar de la gravedad de sus heridas, el generoso Lope Hernández
de la Guerra y
que afectado por las palabras del general puso a su disposición cuanto tenía, o
sea dos ingenios de azúcar en Canaria, oferta que provocó clamoroso entusiasmo.
Bajo tan buenos auspicios se disolvió el consejo con la orden de apresurar los
preparativos de reembarque, despidiendo en su consecuencia, como arriba
dijimos, las fuerzas de los aliados güimareros.
Pero a la
mañana siguiente, 1a de Junio, cuando más afanados estaban aparejando las cosas
para su marcha, fue asaltado el Real por los guanches anagueses bajo el mando
del valeroso sigoñe Haineto, en la forma que refiere Viana:
cuando
reconocieron otra gente que deAnaga venía a combatirles, y conociendo al
capitán Haineto, vasallo del deAnaga, alborotados quisieron embarcarse en los
navios, pero andaba la mar tan alterada que no les dio lugar, y así briosos e
dispusieron todos a defensa, y aunque todos heridos, todos juntos dentro en su
torrejón los esperaron; llegó Haineto, y con fiereza brava persuadiendo a los
suyos al combate, dio al torrejón tres vueltas en contorno, procurando la parte
acomodada para les asaltar, y en un instante, alzando el silbo y bélico
alarido, saltó Haineto y otros que le siguen, cayó Haineto mortalmente herido,
y el cuerpo revolcando en el arena bañado en sangre suya aún no cesaba, que
dando voces a su fiera gente, los animaron a la batalla cruda, indicios dando
de gallardo esfuerzo, y claras muestras de invencible espíritu; más no cesaban,
no, los fieros bárbaros, que en vez de escarmentar y acobardarse, viendo a su
capitán herido y muerto, con doblado rencor, saña y enojo, tiraban desde abajo,
no atreviéndose volver de salto arriba, dardos, piedras tales y tantas que tal
daño hacían, que hubo de permitir el rey del cielo, que para que pudieran
socorrerse sus cristianos heridos y angustiados cesase el mar, crecida la
marea, con tal bonanza, que sin riesgo alguno llegaron los bajeles a la orilla
hasta encallar las proas en la arena, y con las piezas, versos y esmeriles,
ballestas, pasadores y arcabuces, ahuyentaron con notable pérdida a los
contrarios, que con furia tanta el torrejón cercaban y afligían:
murieron tres
soldados españoles y como quince fueron mal heridos; pero murieron de los
guanches fuertes que trabajaban más por señalarse como sesenta, y mal heridos
cinco;
A consecuencia
de estos nuevos heridos no pudieron embarcar hasta el 8 de Junio, llegando al
siguiente día al puerto de la Luz
en Canaria, donde saltaron 255 hombres sobrevivientes del ejército: de ellos
225 entre peninsulares e insulares españoles y 30 güimareros salvados de la
batalla, que sin duda prefirieron a que un siglo más tarde escribiera fray
Alonso de Espinosa de que los llevaron como esclavos, a quedarse
voluntariamente en Tenerife y los ahorcara Bencomo.
Hay vagas
noticias de una entrada de portugueses en Tenerife después de la batalla de
Acentejo. Dice a este propósito Viera y Clavijo en una nota (Tomo II, pág.
198):
«Gonzalo
Fernández de Saavedra, que por este mismo tiempo andaba con dos carabelas
portuguesas asaltando las islas para adquirir honra, era tan fantástico y
valeroso, que se dice, jamás quitó gorra a castellano. Así, no queriendo pasar
a Tenerife bajo las órdenes de Dn. Alonso de Lugo, entró con su gente por otra
parte de la isla, poco después de la batalla de Acentejo, y atacó furiosamente
a los guanches. Los antiguos aseguraban que tenía rozados con su espada tres almudes
de sembradura en el sitio donde le hallaron muerto, y a su lado dos isleños que
había ahogado por la garganta, después de estar caído y atravesado con gran
número de dardos de tea. En torno de su cadáver se encontraron también otros
diecisiete hombres, muertos por su mano, y un poco más distante a Baca su
escudero, con algunos portugueses algarabías».
NOTAS
1 En la
información de nobleza, en 1512, de Hernando de Esteban de la Guerra , sobrino del
conquistador Lope Hernández de la
Guerra , deponen varios testigos de los derrotados en
Acentejo. A la pregunta 6-, dicen:
Alonso de la Cruz : «Se pasó mucho trabajo
por ser la gente muy valiente y peleaban como castellanos...y el Adelantado y
el dicho Lope Hernández y los demás salieron por los montes».
Guillen
Castellano: « ... es cosa notoria los trabajos y hambres... y fatigas que
pasaron en esta dicha Isla en conquistarla porque los naturales de esta isla
eran de mucho esfuerzo... y el testigo se halló en el desbarato de Acentejo,
que llaman agora la Matanza...
y fue un día de mucho espanto y tristezapara los cristianos...».
Antón Viejo: «
... y fue muchas veces herido, padeciendo mucha necesidad de hambre y sed y
comiendo yerbas, palmitos, porque la gente de la isla era muy esforzada, e un
día en Centejo, a do dicen la
Matanza , pelearon tan fuertemente que desbarataron los
cristianos y mataron más de 600 hombres y los que escapamos fuimos maltratados
y heridos y el dicho Lope Hernández Guerra salió con dos heridas muy malas y
muchos golpes y lo llevaron sus sobrinos travesado en un caballo...».
Otro: «... se
falló el día del desbarato e lo vido e que pereció mucha gente... e cristianos
que serán 900 hombres entre caballeros e peones que faltarían...».
Otro a la
10": «... se falló al desbarato e vido muertos muchos cristianos e fueron
más y murieron muchos de sus isleños e que este testigo se escapó...».
Francisco
Buches, a la 6a: «... que en el desbarato deAcentejo murieron más de 600
cristianos y el Adelantado y el dicho Lope Hernández (que trajo tres sobrinos)
y los que quedaron se escaparon por los montes mal heridos y este testigo vido
al dicho Lope Hernández con dos heridas mortales y muchos golpes de piedra y se
entendió que no escapara y lo vido llevar travesado en su caballo al puerto de
Sta. Cruz a curar, y fue tanto el trabajo, que se pasaba a cada soldado siete
higos de cada ración...».
2 Entre los
episodios extraordinarios, que relata Viana de diferente modo, fue el ocurrido
al general Lugo por saltarle un guanche sobre las ancas del caballo y aprisionarlo
con los brazos por detrás; y del que logró verse libre tendiéndose y dando
espuelas al caballo en dirección a las ramas bajas de un árbol, por debajo de
las que pasó dejando enganchado al guanche.
Y sin embargo
de parecer esta leyenda inverosímil tiene su justificación documental:
«Yo Dn.
Alonso... do... a vos Gonzalo Rodríguez... quinientas fanegas de tierra de
sequero... en Acentejo entre el barranco del Ahorcado... del camino cara a la
mar...». (Datas. Libro 2°. Su fecha: 17 de Junio de 1503).
«Yo Dn.
Alonso... digo que por cuanto yo obe dado en repartimiento a Gonzalo Rodríguez
mayordomo del adelantado de Sevilla la hoya de la mano derecha bajo la Rambla del
Ahorcado...(Data.. Febrero, 19 de 1506). Precisamente este ahorcado a que se
refiere viene a quedar donde se libró la batalla.
(En: Juan
Bethencourt Alfonso, Historia del Pueblo Guanche, tomo III)
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