SOR
BERNARDA HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ (1911-1985), BACHILLER, PIANISTA, MAESTRA
NACIONAL, CONCEJAL DE BUENAVISTA E HIJA DE LA CARIDAD DE SAN
VICENTE DE PAÚL DEDICADA A LA ENSEÑANZA
En este artículo queremos
recordar a una entrañable y polifacética mujer, querida y admirada por todos
los que la conocieron, Sor Bernarda Hernández Rodríguez, que obtuvo los títulos
de Bachiller y de Maestra, destacó como pianista, ejerció como maestra nacional
y fue designada concejal del Ayuntamiento de Buenavista, cargo al que renunció
pronto. Luego abandonó el Magisterio público para ingresar en las Hijas de la Caridad de San Vicente de
Paúl, en
cuya Orden continuó
desarrollando una impresionante
labor docente y
social, centrada durante 44 años y hasta su muerte en el Colegio Insular
“San Antonio” de Las Palmas de Gran Canaria.
SU ILUSTRE FAMILIA
Nuestra biografiada nació en la
calle San Joaquín de Fasnia el 2 de abril de 1911, a las
siete de la noche, siendo hija de
don Luis Hernández Farré, natural de Güímar, y de doña Isabel Rodríguez
Reverón, que lo era del
citado pueblo de
Fasnia, en cuyo
“Centro parroquial” estaban
avecindados, aunque se habían
casado en la
parroquia del Sagrario Catedral
de La Laguna. El
15 de ese mismo mes fue bautizada, “sub conditione después de la bendición de
la pila bautismal”, en la iglesia parroquial de San Joaquín por el cura ecónomo
don José de Ossuna y Batista; se le puso por nombre “Ramona Cirila” y actuó
como madrina la abuela paterna, doña Ramona Farré y Pujol, siendo testigos la
madre, el padre, don Diego López González y don Guillermo Díaz González, los
dos últimos ministros de la parroquia.
Creció en el seno de una familia
acomodada, culta y profundamente creyente, que vivió primero en Fasnia y a
partir de 1915 en La Laguna ,
aunque pasaba largas temporadas en Güímar, donde se estableció definitivamente
hacia 1936. Por lo tanto, entre estas tres localidades compartió doña Bernarda
su infancia y su juventud.
En la rama paterna destacaron
numerosos ascendientes: su abuelo, don Pedro Hernández González (1837-1901),
clérigo tonsurado y primer maestro propietario de Güímar (durante 40 años); el
hermano de su abuela, don Fidel Farré Pujol (1839-1891), Licenciado en Sagrada
Teología, beneficiado-arcipreste de Güímar y examinador sinodal del Obispado;
su bisabuelo, don Pedro Hernández Bueno (1798-1885), administrador de espolios
y vacantes de la Diócesis ,
regidor del Ayuntamiento de La
Laguna , secretario de la Comisión de Escuelas de Güímar y comerciante; su
tatarabuelo, don Pedro Hernández García (1742-1799), subteniente de Artillería;
el hermano de su tatarabuela, don Sebastián Bueno y Quintero (1761-?), cura de
Choroní y vicario de Barquisimeto, en Venezuela; y los tíos de ambos: don José Antonio Quintero y Acosta (1746-1763), clérigo minorista, don
Domingo María Quintero y Acosta (1748-1828), conocido por “El
Virrey”, oficial de Infantería, notario público, juez sustituto y receptor de la Audiencia de Méjico,
ministro interventor e intendente honorario en La Habana , y don Isidro
Quintero y Acosta (1764-1849), secretario de cámara y gobierno de dos Obispados
en América, canónigo de la
Catedral de La
Laguna , juez examinador sinodal, juez colector e introductor
de la cochinilla en Canarias.
Por su parte, en la rama materna
también sobresalieron algunos miembros: su abuelo, don Francisco Rodríguez y
González Perlaza (1851-1936), capitán
del Ejército Territorial de Canarias y comandante militar de Fasnia y de otras
localidades; y sus bisabuelos: don Francisco Rodríguez Perlaza
(1808-1888), subteniente de
Milicias, alcalde de
Granadilla y de Buenavista, y don Juan Antonio Reverón
Martín (1803-1876), sargento 2º de Milicias.
En cuanto a sus hermanos, tuvo
cinco: una niña, que falleció de corta edad en Fasnia, en 1911; don
Francisco Pedro (1913-2007), casado con doña Ana Martín
Fernández, con sucesión1; doña Cirila (1915), que ejerció como maestra en El
Escobonal (Güímar), San Juan (Güímar), El Grandal (Puntallana), El Médano
(Granadilla) y Lomo de Mena (Güímar), y contrajo matrimonio con don Arturo
Hernández Cruz, natural de Güímar e interventor del Ayuntamiento, con
descendencia2; doña Mélida (1918-1996),
conocida por “Meña”, que colaboró con sus hermanas en las tareas docentes y
contrajo matrimonio con don Constantino Torres Bardó, con sucesión3; y don Luis
Hernández Rodríguez, que se ausentó de la isla.
BACHILLER, PIANISTA Y MAESTRA
Tras superar
los Estudios Primarios,
doña Bernarda cursó
el Bachillerato en el
Instituto de Canarias La
Laguna. Siendo aún estudiante de este centro, en julio de
1925 contribuyó con 2 pesetas a la suscripción abierta para el homenaje que se
la iba a tributar al director del instituto,
don Adolfo Cabrera-Pinto
y Pérez, con
motivo de su
próxima jubilación4.
Luego, después de obtener el
título de Bachiller, se matriculó en la Escuela Normal de
Maestras de la misma ciudad de La
Laguna , donde cursó con brillantez la carrera de Magisterio,
como destacó el periódico Gaceta de Tenerife el 15 de junio de 1929, bajo el
titular “Alumnos aprovechados”: “En la
Escuela Normal
de Maestras de La Laguna ha terminado, con brillantes notas, el
segundo curso de la carrera del
Magisterio, la estudiosa señorita
Bernarda Hernández Rodríguez. /
Reciba ésta la más sincera felicitación,
la que hacemos extensiva a su abuelo, nuestro distinguido amigo don Francisco
Perlaza”.
En ese mismo año, doña Bernarda
participó con brillantez en la fiesta literaria incluida en el programa de
actos de la festividad en honor de la Milagrosa , Patrona de la Escuela Normal , la
cual se celebró el domingo 24 de noviembre de 1929, a las tres de la tarde, y
fue organizada por las alumnas de tercero de Magisterio, con la cooperación de
sus compañeras de los demás cursos. Dicho acto tuvo lugar en el salón de actos
del centro docente, como anunció Gaceta de Tenerife el 22 de dicho mes; en la
primera parte se interpretaría: “«L'Eventail», piano a cuatro
manos, por las alumnas
Bernarda Hernández Rodríguez y Pilar
Alonso Gómez”; y en la segunda parte: “«Un temporal en el cabo de Hornos»,
piano, por la señorita
Bernarda Hernández Rodríguez,
explicando los diferentes
momentos musicales la señorita Isabel Hernández”. Al día siguiente,
dicha información fue reproducida en La Prensa. Y el 30 de ese mismo mes, una vez
celebrado el festival, Gaceta de Tenerife destacaba la brillante actuación de
nuestra biografiada: “Todos los números del programa, estuvieron a cargo de las
normalistas. Merecidos aplausos recibieron la señorita Bernarda Hernández Rodríguez,
por la delicadeza con que ejecutó al piano Un temporal en el Cabo de Hornos; y
la señorita Isabel Hernández, que explicó los diversos motivos musicales de tan
sentimental composición. / La misma señorita Hernández y la señorita Pilar Alonso oyeron nuevos aplausos por la
admirable interpretación, a dos manos, de L’Eventail”.
MAESTRA INTERINA
DE MASCA Y
VALLE DE SAN
LORENZO, Y CONCEJAL
DEL AYUNTAMIENTO DE BUENAVISTA
Una vez obtenido el título de
Maestra de Primera Enseñanza, en junio de 1931 doña Bernarda presentó una
instancia a la Junta
Provincial de Instrucción Pública, “solicitando regentar
escuelas interinamente”, tal como informó Gaceta de Tenerife el 27 de dicho
mes.
Su primer destino fue el de
maestra interina de la lejana escuela de Masca (Buenavista del Norte), para la
que fue nombrada el 28 de octubre de 1931 y de la que tomó posesión tres días
después, cuando contaba 20 años de edad. Permaneció a su frente durante un año
y medio, hasta el 19 de abril de 19335. En ese período fue designada para que
ocupase el puesto de concejal en el Ayuntamiento de Buenavista, dado el gran
prestigio y el afecto que se había ganado en el vecindario; debido a sus
constantes traslados a la cabecera municipal tuvo que nombrar como sustituta a
su hermana Meña, quien en ese tiempo colaboró con ella. Poco tiempo después,
abrumada por los
problemas que en
aquellos difíciles tiempos
de la República tenía el
Ayuntamiento, doña Bernarda renunció al cargo de concejal y a su plaza de
maestra.
El 22 de enero de 1934 fue
nombrada maestra interina de la escuela de niñas de Valle de San Lorenzo
(Arona), de la que tomó posesión el 28 de dicho mes y en la que permaneció
durante ocho meses, hasta el 29 de septiembre del mismo año6.
Después de este destino parece
que doña Bernarda abandonó el Magisterio público, aunque en el censo de 1940
estaba empadronada con sus padres y dos hermanos (doña Nélida, de 22 años, y
don Luis, de 14) en la calle Santo Domingo de Güímar; figuraba con 28 años de
edad y como “profesora”7; no obstante, sabemos que por entonces estaba ausente
en la Península.
LABOR DOCENTE COMO HIJA DE LA CARIDAD DE SAN
VICENTE DE PAÚL
Lo cierto fue que nuestra
biografiada sintió como crecía en ella una irrefrenable
vocación religiosa, por lo que
ingresó en las Hijas de la
Caridad de San Vicente de Paúl. Tras seguir los estudios de
noviciado en Sambuesa (Navarra) y en Cádiz, profesó solemnemente en dicha
Orden.
La nueva monja trabajó
intensamente en varios centros religiosos peninsulares, hasta que en 1941 se
incorporó al Colegio Insular “San Antonio” de Las Palmas de Gran Canaria,
internado que su Orden regenta en la calle Sor Brígida Castelló nº 1 de dicha
ciudad. En este centro prestó 44 años de servicios ininterrumpidos a la Enseñanza , hasta que le
sorprendió la muerte.
Por sus aulas pasaron numerosas
generaciones de canarios de todas las clases sociales, que luego llegarían a
ser desde errantes vagabundos hasta ingenieros industriales, pasando por todas
las profesiones conocidas. En ellos volcaba su espíritu humanitario, hasta el
punto de romper pizarras para darle trozos a los niños más pobres, de modo que
tuviesen donde escribir. Además de
los conocimientos
elementales de lectura
y escritura, Sor Bernarda enseñaba en el colegio otras
disciplinas, sobre todo piano, mecanografía y manualidades.
ENFERMEDAD Y FALLECIMIENTO
Encontrándose gravemente enferma,
Sor Bernarda Hernández Rodríguez ingresó en la
Clínica Ntra. Sra. del Perpetuo
Socorro de Las Palmas de Gran Canaria, recibiendo allí
durante su larga permanencia
probados desvelos y atenciones, tanto por parte del cuadro médico como por el
resto del personal. En este centro médico dejó de existir el miércoles 20 de
noviembre de 1985, a los 74 años de edad, confortada con los Santos Sacramentos
y la Bendición
Apostólica. Ese mismo día fue trasladada a su querido
Internado “San Antonio”, que sirvió como capilla mortuoria para su velatorio. A
las once de la mañana del día siguiente fue trasladada a la parroquia de Santo
Domingo de Vegueta, donde se ofició la misa de corpore insepulto y luego
recibió sepultura en el cementerio católico de San Lázaro de dicha ciudad.
El mismo día de su muerte se
publicaron en el Diario de Las Palmas dos esquelas, en las que se rogaba una
oración por el eterno descanso de su alma y se invitaba a asistir a su
entierro, una enviada por sus hermanos y otra por “El Padre Director,
Sor Visitadora y Consejo, sus hermanas
de Comunidad, Hijas de la
Caridad de San
Vicente de Paúl del Colegio Insular San
Antonio y familia”. Esas mismas esquelas se repitieron al día siguiente en La Provincia. Asimismo ,
este periódico se hizo eco de la muerte de esta entrañable religiosa el 23 de
dicho mes, en el apartado “In memoriam” de su sección “Vida social”:
En esta
ciudad dejó de existir sor Bernarda
Hernández Rodríguez, hija de la Caridad. Tras oficiarse una misa corpore
insepulto en la parroquia de Santo Domingo (Vegueta), recibió
cristiana sepultura en
el cementerio católico
de San Lázaro. Expresamos nuestro pésame a sus
hermanos: Pedro, Cirila, Meña y Luis Hernández Rodríguez; hermanos políticos:
Ana Martín Fernández y Constantino Torres Bardó; sobrinos, primos y demás
familia, así como al padre director, sor visitadora y consejo, y hermanas de
comunidad Hijas de la Caridad
de San Vicente de Paúl del Colegio Insular San Antonio.
Sus familiares renunciaron al
traslado de su cadáver hasta Güímar, dado el cariño que se le profesaba en la
capital grancanaria, pues quiso que sus restos reposaran para siempre en la
ciudad en la que había transcurrido la mayor parte de su vida.
En Tenerife se celebraron varias
misas por el descanso de su alma: en la parroquia de Santiago Apóstol de El
Puertito de Güímar el domingo 24 de noviembre, a las diez de la mañana; en la
parroquia de Santo Domingo de Guzmán de la misma ciudad el miércoles 27, a las
seis de la tarde; en la parroquia de San Francisco de Santa Cruz de Tenerife el
jueves 28, a las siete y media de la tarde; en la parroquia de la Cruz del Señor el viernes 29,
también a las siete y media de la tarde; y en la parroquia de Valle de San
Lorenzo el sábado 30 de noviembre, a las seis y media de la tarde.
SEMBLANZA PÓSTUMA POR DON
JUAN GREGORIO HERNÁNDEZ
El 26 de ese mismo mes de noviembre, don Juan Gregorio
Hernández publicó en
Diario de Las
Palmas una emotiva
reseña necrológica de
nuestra biografiada, titulada “Falleció Sor
Bernarda. Una vida
entregada a la
obra social”, que
por su interés reproducimos a continuación:
Tinerfeña de nacimiento, canaria
por adopción e Hija de la
Caridad por una vocación que la llevó a marcar las más altas
metas a la entrega, en un servicio directo a los niños a través de 42 años en
el Colegio Insular San Antonio.
Fue la mujer fuerte que nos habla
el Evangelio, su lámpara se mantuvo encendida
siempre para los demás, por eso
su pérdida ha producido profundo dolor en las Comunidades de Hijas de la Caridad y en las
generaciones de niños y familiares que compartieron con ella penas y alegrías,
sinsabores y éxitos, carencias y, sobre todo, amor; un profundo amor que la
llevaba a heroicidades silenciosas, que sólo están escritas en el libro de la
vida, porque fueron siempre hechas en la humildad que fue su característica.
Pedagoga, humana,
vicenciana, disponible y
responsable, su vida
se ha ido
consumiento día a día en una
entrega incondicional a la noble causa de los niños.
Su sentido y proyecto de vida iba
siempre directamente a Dios, y su final probado por el sufrimiento personal, lo
ofreció conscientemente por los niños, razón de ser de su vida y de su afán.
Nota necrológica publicada en
Diario de Las Palmas el 26 de noviembre.
SEMBLANZA
POR DON DOMINGO CHICO, CORRESPONSAL OFICIAL DE GÜÍMAR
También don Domingo Chico
González, Corresponsal Oficial e Hijo Adoptivo de
Güímar, dedicó
a nuestra biografiada
un sentido artículo
en El Día
el sábado 30 de
noviembre, que tituló “Desde Güímar. En
la muerte de Bernarda Hernández, hija de la Caridad ”:
Desmemoriada la humanidad en el
abigarrado fluir de la existencia, ignora la muerte, postergándose el
pensamiento respecto a la vigencia que la propia naturaleza comporta en
igualdad para todos. Los valores éticos y humanos de validez permanente se
soslayan, privando el interés por las cosas perecederas. Es un vivir perturbado
el nuestro por el excesivo caudal de apetencias que arrastra, distantes el
dolor, la ternura y toda amorosa causa.
Y sin embargo la muerte va con el
mundo, medrando en un calvario de resurrecciones para bien o para mal según
comportamientos. Puede ser un poema-código, o el arañazo doliente que perdura
en desgarramientos del alma. Y es por eso que cuando un ser se ha despegado de
las mentiras mundanas y se da a Dios en la fe de sus obras nos paramos a pensar
lo que somos, viniendo entonces el crujir de dientes, a orillas de lo finito,
como despertados de un mal sueño. ¡Súbeme a Ti, Señor!, acabamos por exclamar.
Dame la mano desde la alta cumbre de tu gloria, y hazme oveja hallada más lejos
de mis propias lágrimas.
Y puede ser tiempo aún si volvemos de ese fárrago que nos
lleva, sinceros a posteriori al menos, sobre la tierra dóciles.
Sor Bernarda Hernández, coetánea
del que ahora escribe, venida de una familia por demás
apreciada, creyente y
de noble vivir,
nació para seguir
a Jesús sin
otra alternativa que el Cielo a través de la ayuda a sus hermanos los
pobres. Ella contribuyó a redimir al mundo en aquello que más atrae, para con
el lirismo amante de las buenas obras sentir la confesión de la tristeza
terrenal, vislumbrando al Señor en el compromiso de sus promesas.
Sor Bernarda ha muerto. Ahora
habrá comenzado a vivir la existencia pretendida, escapada ya de un mundo en el
que calor y frío no sirvieron ante las penas. Y en ello estuvo toda la vida. Su
trance amargo por cruel y larga enfermedad le serviría de alado
triunfo para
hacer presentación, ante
el que la envió
a contribuir en la
obra por
El comenzada.
Rezaremos por ella, vista en la
rogativa que alzamos, sincera mirándonos, alma ya sin amarguras. Y que sea
ahora su bien moción de reclamo a nuestro andar por la tierra desolada.
Fue Hija de la Caridad de San Vicente de
Paúl del Colegio Insular San Antonio, en Las Palmas de Gran Canaria. Cuarenta y
cuatro años de servicios ininterrumpidos (antes lo había hecho en centros
peninsulares) le sirvieron para una labor dichosa que le crearía merecimientos
sin fin en esa localidad donde la lloran con lágrimas verdaderas. Es tanto el
amor por ella despertado que los suyos tinerfeños considerando el cuadro
después de
vivirlo intensamente renunciaron
al deseo de trasladar su cadáver a Güímar para darle sagrada sepultura junto a
los suyos donde sus padres yacen: un rasgo tremendamente significativo que
mucho dice en favor de la gente de la isla de enfrente que la quiso y que
agradece sus obras de misericordia, en las que se ven inmersos muchos seres que
la llamaron madre.
Era una santa. Su ejecutoria lo
confirma, como el dominio de tanto dolor sufrido en franca resignación.
Desde Tenerife su familia quiere
expresar sinceramente un amable agradecimiento al director de la Clínica Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro que la atendió, don Juan Pedro Marallé Mariñán y al
cuadro médico a sus órdenes, así como al resto del personal
que allí trabaja, por sus
probados desvelos y atenciones a favor de Sor Bernarda durante su larga
permanencia en el Centro, favor que recordarán siempre en el más considerado
aprecio, igual que al público de Las Palmas por su reconocimiento y su pena. Pero
de una manera particularísima a los que un día fueron acogidos y ahora, sin ser
de su sangre lo supieron ser en espíritu.
Y que ella nos diga: Yo quiero
hablar de vuestra boca.
No volverá del tiempo, lo
sabemos, pero en su obra tendremos una señal. Que Dios la tenga en su seno.
(Octavio Rodríguez Delgado. Cronista Oficial de Güímar)
[blog.octaviordelgado.es]
Notas:
1
Tuvieron cinco hijos: doña Ana María,
don Pedro Francisco, don Rubens, don Francisco y doña Milagrosa Hernández Martín.
2 Procrearon dos hijos: don
Carlos Alberto (1939), Doctor en Derecho, secretario titular de Ochagavía e
Izalzu (Navarra) y profesor de universidad, y don Jaime Rufino Hernández y
Hernández (1943).
3 Dejaron tres hijos: don
Antonio, doña Isabel, secretaria del ministro de Cultura don Javier Solana, y
don Pedro Torres Hernández, restaurador de obras de arte.
4 “Homenaje a Cabrera Pinto”. La Prensa , jueves 23 de julio
de 1925, pág. 3; “Una próxima jubilación. Homenaje a Cabrera-Pinto”. Gaceta de
Tenerife, 26 de julio de 1925, pág. 3.
5 Archivo de la
Consejería de Educación del Gobierno de Canarias.
Libros de nombramientos y escuelas.
6 Ibidem.
7 Archivo Municipal de Güímar. Padrón vecinal de 1940.
No hay comentarios:
Publicar un comentario