Recuerdos de
niñez y juventud (1903-1924).
Acaba de aparecer el
libro de memorias de María Rosa de la Torre Millares , que dejó preparado su hijo
Bernardo Víctor Carande Millares, cuando le sobrevino el final de sus días.
Esta edición lleva mucho tiempo esperando salir a la luz, esquivando censuras
de todo tipo, tanto del entorno familiar como institucional. El fallecimiento
del polifacético Bernardo Víctor Carande en 2005 ha dejado en manos de sus hijos
la tarea de vencer las dificultades y poder ver en la calle el libro de su
abuela. La oportunidad la ha hecho posible una editorial de las características
de Anroart que con este libro añade una tesela más al mosaico de la vida
canaria de comienzos del siglo XX.
La muchacha
que se nos revela en este libro, María Rosa de la Torre Millares ,
está incardinada en una familia muy dada a manifestar su creatividad en
distintos campos, ya sea del arte, ya de la ciencia, o de la música, o de la
literatura, o de la investigación, o…
Son
numerosos los Millares que eligen la escritura de sus recuerdos y vivencias
personales, sobre todo de la juventud, por el deseo de legar a su familia lo
que creen más importante de sus vivencias. Las mujeres de la familia no lo han
hecho menos que los hombres. Ellas también han tenido inquietudes
escriturarias. Es una especie de virus que llega hasta hoy. La protagonista de
este libro, María Rosa, tuvo ocasión de participar con algunos trabajos
publicados en la revista de su hijo Bernardo Víctor titulada Capela. La
entrega como mecanógrafa de los trabajos de su marido, el catedrático de la Universidad de Sevilla
Ramón Carande Thovar, quitó tiempo para que María Rosa dedicara más a su propia
labor de escritora.
María Rosa de
Cercanas están dos publicaciones donde aparecen algunos ejemplos. Myriam Álvarez Martínez publicó en la revista El Museo Canario (2005, nº. LX, pp. 231-260) “Dolores Millares Cubas. Poesías de Nofnas”, poemas que Lola de
María Rosa
habla en estos Recuerdos de niñez y juventud (1903-1924) de las memorias
que escribió su madre, Francisca Millares Cubas. A veces remite a ellas,
señalando que su madre describe tal hecho “muy bien en sus memorias sin
terminar”.
En 1998 se
publican las Memorias de infancia y juventud de Manolo Millares, base
del reciente documental Cuadernos de contabilidad de Manolo Millares. En
2005 ven la luz las Memorias, 1932-2002 del ordenador y prologuista de
este libro, Bernardo Víctor Carande.
Todo el mundo habla de las memorias de Agustín Millares Torres y de Agustín Millares Cubas. Se sabe que don Agustín Millares Carlo preparaba las suyas cuando le llegó la muerte, y aún se espera encontrar los manuscritos que guardaba en su escritorio. El poemario de Josefina dela Torre Versos
y estampas (1927) no es otra cosa que una especie de memorias, al estilo
juanramoniano, evocadoras de su infancia en la isla. También ella ha dejado sus
recuerdos escritos. De los miembros actuales de la familia, se sabe que algunas
y algunos de ellos llevan también su diario.
Todo el mundo habla de las memorias de Agustín Millares Torres y de Agustín Millares Cubas. Se sabe que don Agustín Millares Carlo preparaba las suyas cuando le llegó la muerte, y aún se espera encontrar los manuscritos que guardaba en su escritorio. El poemario de Josefina de
¿Acaso no
son memorias también los poemas, o las pinturas, de otros tantos miembros de la
familia? Dentro de poco conoceremos lo más granado de la obra de Juan Millares
Carló, voz acallada hasta ahora por diversos motivos, y que también dejó un
cuaderno de memorias. Cuando lean esa obra casi inédita, me dirán si no hay
también biografía y retrato de su época en sus poemas o en sus obras de teatro.
El libro es
un retrato de los primeros 20 años del siglo XX desde la mirada de una joven
bien de la sociedad de Las Palmas. Están escritos por una mujer ya adulta,
que no quiere que sus experiencias de infancia y juventud queden olvidadas. Sus
impresiones, aparentemente superficiales, nos permiten calar en los modos de
pensar de aquella sociedad, en sus usos y mentalidades, de modo que es una
especie de disección de aquella época. Estos recuerdos, a veces, nos dicen más
por lo que callan que por lo que se nos presenta, por lo que dejan de decir que
por lo que afirman.
Viene
enriquecido el libro con una buena colección de fotografías que nos transportan
a los momentos de la narración.
En estos Recuerdos
que reseño hoy, la autora dedica una cariñosa remembranza de una hermanita que
murió con algo más de cuatro meses. Me voy a permitir acabar esta reseña con
las palabras del hermano mayor, Claudio de la Torre (Néstor Claudio, a quien llamaban Nestoro,
firmaba entonces como N. de la Torre Millares ). Cuando murió la hermanita,
Claudio de la Torre
se encontraba en Madrid. El 4 de agosto de 1915 se daba la noticia del
fallecimiento de la niña María de la Encarnación de la Torre Millares. El
4 de noviembre, el periódico Diario de Las Palmas publicaba el poema
titulado “4 de agosto de 1915”, dedicado “A mi hermana María de la Encarnación ”. El poema
está lleno de noticias biográficas. Posteriormente, se publicó en el libro de
poemas El canto diverso (1918), con recortes sustanciales que,
indiscutiblemente, lo mejoraron. Dice:
4 de Agosto de 1915
A mi hermana María de El con estas tardes claras, se acentúa en el alma como si la inconsciente quietud de los primeros años encontrase oportuno retornar al presente; mi presente perdido en el silencio de esta tierra que no es la tierra mía.
**
Bajo este sol de Agosto, el ancho campo se interna, gris, dentro del horizonte. Allá, junto a la mar, está un cariño que naciera en mi ausencia, pero que el alma intenta precisarlo. ¿Cómo será mi hermana? Y la dorada infancia de mi vida volvió a mí, presurosa, del recuerdo: Ella será muy rubia y muy alegre, y una nueva ilusión para la casa. Y mis ojos buscaron en la Altura la afirmación de la ilusión forjada. ¡Que la tierra era mucha, y más el mar para buscar afirmaciones prontas! Mas el alma indagó estérilmente por la altura infinita y silenciosa, y así pasó la ausencia, sin que hallara la sencilla visión tan deseada.
**
He regresado a casa. Hace unos días. Cuando más luminoso era el ensueño, precursor de un futuro de bondades, mi hermana abandonó la única senda. Dijérase que sólo había nacido por llenar el vacío de mi ausencia1, y todo aquel cariño que forjara, pensando en ti, allá, en otras regiones, repartido quedó en todas las cosas que para la familia eran recuerdos; aquí, un día… Allí, cuando jugaba… Y la casa nos habla de certezas para que comprendamos que te fuiste. ………………………………………...
FIN
Las locas aventuras que corrimos sin pensar que vendrían consecuencias, dejáronnos el alma un poco vieja, para crearnos nuevas ilusiones, y en lo nuestro buscamos el consuelo. Esto esperé de ti, cuando mi vida se complicó de un modo lamentable, y no encontré más solución posible que el retorno a la estancia primitiva. Porque todo el que espera de la vida más fuerte que la vida ha de esperar, para batirla en el momento dado con la seguridad que da el cerebro. Y yo no soy así: poca cabeza para solucionar con diplomacia. En casa me lo dicen muchas veces y por temor a un futuro complicado. Tú no puedes saber cómo es tu hermano. Si no te hubieras muerto, algún día hubieras comprendido mis locuras, que acaso te contaran los mayores. ¡Si supieras…! Cuántas veces he pensado en tu cara serena e infantil que me hiciera olvidar de mis errores, por todo aquel cariño que sobrara… ¡Mi cariño que nunca conociste, pobre hermana, que nunca conocí!
N. de
Las Palmas 4 de Noviembre de 1915. |
(Antonio Henríquez.
Publicado en el número 153 Bienmesabe)
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