domingo, 2 de febrero de 2014

CAPÍTULO XLV-VII





EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1841-1850

CAPÍTULO XLV-VII


Eduardo Pedro García Rodríguez

1846 Septiembre 2.
Según recoge el historiador Álvarez Rizo: “Hasta aquí había escrito cuando tuve el disgusto de saber el falleci­miento de este excelente sujeto acaecido el día dos de septiembre del co­rriente año de 1846, para hacer cuyo debido elogio quisiera poseer elo­cuencia conforme a la ley que le conservé; puesto que fue buen amigo de mi padre, y mi cariñoso maestro de primeras letras. Retengo su fiso­nomía y me he esforzado por bosquejarla, pero por si no lo hubiera lo­grado enteramente haré también la descripción de su persona. Era ésta mediana como también el grueso, algo cargado de espaldas, color no muy trigueño, pelo, cejas y barba negras y pobladas, ojos oscuros, el mi­rar modesto, nariz aunque recta y con punta ancha de atrás, boca algo más de mediana, un poco inclinada hacia abajo los extremos, y el con­junto de su aspecto serio que no anunciaba su tanta bondad de corazón.

Cosa de dos años antes a causa de sus achaques, el Ilmo. Sr. Dn. Judas Romo obispo de Canaria, que estaba en Lanzarote le substi­tuyó por Dn. Josef Marcial Garcés, natural de esta misma isla, quien ha quedado de párroco del Arrecife y será el segundo.
Dn. Francisco de Acosta hizo testamento por el cual dejó herede­ro a su sobrino Dn. Francisco de Acosta Guillen, sacristán de la propia iglesia (San Ginés).

 Sus bienes sólo eran la casa habitación, terrera aunque larga; y sus modestos muebles consistentes en dos sillones de caoba, sillas de palo del país sin pintar, algunas otras de fondo de paja, una mesa grande sobre la cual estaba un mediano nicho con un crucifijo ante el cual solía orar: un estante de vidriería que contenía su corta biblio­teca, y el demás menaje de casa era todavía más tosco y sencillo. Dis­puso que se le sacase su corazón y en una umita o redoma se deposita­se en la parroquia por la cual tanto había hecho. Pero dicho corazón ha permanecido en poder de su heredero, por este no haber consegui­do permiso para colocarlo en la iglesia. (J. Álvarez Rixo, 1982:65)

1847.
 Se utilizan carros que circulan sobre vías para transportar las piedras para las obras del puerto de Santa Cruz. Las vías se colocaban sobre un murallón un poco más ancho que los raíles. (Fuente: Revista de Obras Públicas 1856, 4 Tomo I – Articulo de Francisco Clavijo).

1847. En general, los alzamientos populares que se producen en la colonia desde 1648 a 1847 tienen un sistema de convocatoria variado. Lo normal es la convocatoria mediante el toque de caracolas (bucios) o bocinas, pero también se puede llevar acabo mediante la fijación de pasquines, toque de tamanización  motín, caso de las islas de señorío feudal o de la Aldea, Tejeda y Artenara en 1777 y de Teror, Arucas y Firgas en 1814-1822-23, Tamaránt (Gran Canaria) se debe a que la causa de la protesta les afecta por igual, pero no por ello sobrepasa el marco local. El carácter rural de los motines explica el paralelismo existente entre las zonas de roturaciones de tierras realengas como en Tamaránt (Gran Canaria) o concejiles como en Chinech y Benahuare (Tenerife y La Palma) y de monopolio de la tierra por los colonos europeos y las de mayor conflictividad.

En Chinech (Tenerife) el número de muertes habidas durante el desarrollo del conflicto o como consecuencia de la brutal y desproporcionada represión del mismo es más numeroso. El conflicto de La Orotava de 1648 termina con arrestos, muertes y torturas; en el de Añazu (Santa Cruz) de 1720 se produce la muerte del intendente Ceballos a manos de los amotinados y la de 12 de éstos que fueron ajusticiados en la horca; en el del Puerto de la Orotava de 1810 murieron apuñalados dos súbditos franceses. En la isla de Lanzarote se tiene constancia de una muerte en el conflicto de Arrecife de 1810, desconociéndose si hubo o no víctimas mortales en el resto de las islas.
1847. La expedición de Piazzi Smith es la que ha realizado estudios más completos del volcán. Tuvo lugar en 1847, y fue subvencionada por el Almirantazgo inglés, previas conversaciones con la reina María Cristina, más preocupada a la sazón por las consecuencias de su matrimonio morganático que por especulaciones geológicas. Marchaba el jefe de la expedición acompañado de su esposa y con ella acometió la hazaña de trepar hasta el mismo ojo del cíclope. Ha sido ésta la primera fémina que ha llegado a la cima del volcán isleño; no hay tradición oral o escrita de otra que se le adelantara. Maravilla pensar, cómo pudo hacerlo la valiente dama con el atuendo femenino que se imponía por esa época. No hay que admitir ni por un momento que mistress Piazzi Smith prescindiera de los dictados de la moda; sabido es que la mujer, que desobedeció al Señor en el Paraíso, jamás ha dejado de rendir la más ciega obediencia a cuantos enarbolan la aguja y la tijera. Tampoco había estos por entonces inventado el estilo deportivo, de modo que es seguro que la señora, tal cual salió de Picadilly Circus, llegó a la cúspide del Teide. Escalar peñas, deslizarse a gatas junto a los precipicios, hundirse entre la greda, malpisar los senderos movedizos, adosarse a la pared de un desfiladero, desafiar el viento, la nieve, los gases deletéreos y hacer todo esto con un miriñaque a la cintura, tres enaguas, corsé y un redingot, constituye en verdad una proeza sin precedentes en la Historia. Los lores del Almirantazgo premiaron con una medalla la labor del sabio, y luego con esa injusticia que es propia de los hombres eminentes, olvidaron dar otra a su mujer.
1847. Era la primera acción para crear un puerto moderno. En ese mismo año llega a Tenerife el primer ingeniero español de Caminos, Canales y Puertos, Francisco Clavijo y Pló. Hasta entonces, como hemos visto, las competencias en obras portuarias venían de la mano de ingenieros militares al ser considerados los puertos recintos que competían al Ministerio de la Marina de la Metropoli. Tras la creación del Ministerio de Fomento en España en 1832, las competencias pasaron a este Ministerio, quedando claramente definidas en un Real Decreto de 17 de diciembre de 1851. El Estado se hacía cargo de las obras que considerara de importancia general para el país, arrebatándoselas a las administraciones coloniales locales tales como consulados, ayuntamientos, diputaciones, etc.
1847. En ese año llega a Chinech (Tenerife) el primer ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, el español Francisco Clavijo y Pló. Hasta entonces,  las competencias en obras portuarias en la colonia venían de la mano de ingenieros militares al ser considerados los puertos recintos que competían al Ministerio de la Marina español. Tras la creación en la Metrópoli del Ministerio de Fomento en 1832, las competencias pasaron a este Ministerio, quedando claramente definidas en un Real Decreto de 17 de diciembre de 1851. El Estado se hacía cargo de las obras que considerara de importancia general para el país, arrebatándoselas a las administraciones locales tales como consulados, ayuntamientos, diputaciones, etc. El puerto de Añazu n Chinet (Santa Cruz) fue declarado, en 1852, puerto de interés general, encargándosele al ingeniero Clavijo un estudio del puerto a construir. Este tendría que atender a las nuevas necesidades planteadas, tanto a la construcción de fuertes diques para la defensa contra el oleaje y las corrientes, como de un plan general que coordinase todas las exigencias de un puerto moderno: áreas de abrigo, áreas de descarga de materiales, espacios para almacenes, centros de contratación mercantil y otros servicios propios. Clavijo, atendiendo a estos criterios y tras reparar el muelle antiguo, redacta un primer proyecto en 1858, el cual fue devuelto por la Administración para que fuera ampliado. El trazado definitivo lo finaliza en 1862, siendo aprobado por una Real Orden de 18 de noviembre de 1864. El nuevo plan de Clavijo consistía en alargar en dos tramos el mismo muelle que él mismo había reparado dos años antes. El primero de dichos tramos tenía dirección noreste, con unos setenta y cinco metros de longitud, en el cual se venía trabajando desde 1848, quedando prácticamente terminado en 1863. El segundo tramo se proyectó con una longitud de ciento cincuenta y dos metros, formando un codo con el anterior. Este último tramo no se terminó hasta 1881, ya con Clavijo jubilado y bajo la dirección de Juan León y Castillo. A partir de la última década del siglo pasado (s.XX), las obras de acondicionamiento empiezan a terminarse mucho más rápido debido a la continuidad en el trabajo, a la mejora de las máquinas y a las nuevas tecnologías aplicadas.
La línea de atraque era de 339 metros. Como el abrigo del puerto seguía siendo tan malo como en tiempos pasados y los fondos de la bahía no habían sido limpiados, los navíos no podían llegar hasta el muelle para atracar. Se continuaba con el procedimiento de fondeo de los buques a cierta distancia. Las operaciones de carga y descarga eran llevadas a cabo por medio de lanchas que en número de diez o doce ocupaban la línea de atraque. En su lugar se podían atracar tres o cuatro barcos de menos de 500 toneladas. El total de lanchas dedicadas a la carga y descarga era de unas veinte. Los buques de cabotaje entre las islas, por sus dimensiones reducidas y su poco calado no fondeaban sino que entraban al atracadero.
Antes de la introducción de telégrafo, a mediados del siglo XIX, como sistema de información de las llegadas de barcos se utilizaban el mirador particular y las vigías. De éstas había una en Anaga, pagada por la capitanía general. A partir de 1868 estuvo a cargo del ayuntamiento. Conocer de antemano la llegada de los barcos interesaba a los comerciantes más a menudo que a los militares. En el castillo de San Cristóbal había otra vigía militar pagada por el comercio de Santa Cruz. Se mantuvo hasta después de la instalación del cable y le correspondía entrar en contacto con los barcos que se aproximaban por medio de señales.
1847.  En el verano, se perdió en el puerto de Añazu Chinech (Santa Cruz de Tenerife) el bergantín Benedicto, frente a la desembocadura del barranco de Araguy (Santos).

1847. En la Aldea de San Nicolás isla de Tamaránt (Gran Canaria) se produce otra sequía, que  originó la hambruna de 1847 con 112 muertos seguido de la terrible epidemia del cólera morbo de 1851 con 42 fallecidos. Todo ello explica el estancamiento demográfico de la primera mitad de la centuria y la emigración con destino a Cuba y a las jóvenes repúblicas de la América independiente, momento en que el ayuntamiento había adquirido autonomía administrativa y financiera con independencia del Cabildo tras las reformas liberales de 1836 que conformaron las corporaciones municipales modernas.

1847. Tejeda, Tamaránt (G. Canaria). Movimiento vecinal contra la usurpación de las aguas que bajan a la Aldea.

1847 Marzo 22.
El Santuario de Las Nieves en la isla Benahuare (La Palma) es victima de un robo.
“El suntuoso Real Santuario Insular de la Patrona de La Palma y de los palmeros, en Santa Cruz de La Palma, es el centro de la espiritualidad de la isla por antonomasia y uno de los focos de devoción más antiguo del Archipiélago. Ya en la Bula del Papa Martín V, fechada en Roma el 20 de noviembre de 1423, quedaba demostrada la existencia de una iglesia dedicada a dicha imagen bajo la advocación de “Beatae Mariae de La Palma”, devoción que se extendió por todas las islas. Prueba de ello es que en otros lugares de nuestra región se erigieron ermitas y templos dedicados a la venerada “Morenita”. Se sabe y está comprobado que, evangelizadores introdujeron el cristianismo en nuestra isla con anterioridad a la Conquista y es precisamente esta imagen de la Virgen de Las Nieves, una prueba fehaciente. Su presencia en San Miguel de La Palma corre pareja con la historia española y penetra de lleno en la leyenda. Todo ello respalda las hipótesis de ciertos cronistas sobre su llegada: viajes de frailes irlandeses o marinos mediterráneos, misiones del Obispado de Telde, incursiones de normandos, del propio Lugo, de la conversa Francisca de Gazmira, de las expediciones enviadas por el Rey Juba de Mauritania, etc.
Nuestra señora de las nieves durante su bajada
La prueba documental más antigua que se ha podido encontrar en torno al asentamiento del santuario de Las Nieves en Benahuare (La Palma), recogida por el desaparecido historiador palmero Don Alberto José Fernández García en su detallado trabajo titulado Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves (León, 1980), es la cita encontrada en el Libro de Repartimientos, donde consta que Lope Hernández y Aparicio Rodríguez, medidores y deslindadores de las tierras de la Isla, nombrados por el Adelantado Fernández de Lugo el 23 de enero de 1507, dicen: “y otro titulo que ansi mesmo le dicen Santa Maria de las Nieves un solar de cincuenta codos...”
La Imagen de la vbirgen
La escultura de la Virgen es la imagen mariana más antigua de cuantas se veneran en las Islas. Es una talla modelada en terracota que mide 57 cms de altura. Su Hijo, que porta sobre el brazo derecho, 12 cms. Se la colocó en un pedestal de 24 cms, por lo que su altura máxima es de 81 cms. Está policromada: manto azul que lleva sobre sus hombros, traje color rojo, toca blanca por la cabeza; las orlas y el cinto son dorados, como los del Niño Jesús. Es una obra gótica de finales del siglo XIV (aunque algunos estudiosos apuntan el siglo XIII), con reminiscencias del románico en su período de decadencia.
Así es como se veneró la imagen en los primeros años, pero ya el 12 de julio de 1534 aparece inventariado uno de sus primeros adornos, una “toca de seda vieja”. También, el 12 de febrero de 1571, “un almayzal de toca labrada de seda colorada”, “un manto de tafetán azul con guarnición de oro”; el 3 de octubre de 1574: “una ropa de tafetán blanco con pasamanos de oro que tiene vestida la ymagen de nuestra señora”, y así un largo etcétera.
Estas vestimentas fueron incrementándose con el paso de los años, y se iban colocando de forma que las manos de ambas tallas quedaran al exterior, costumbre que se siguió, al menos, hasta 1637. Por esta época, debido a las señales que el tiempo había hecho sentir, sobre todo, en la figura del Niño, fue necesario tomar nuevas determinaciones acerca de cómo se vestiría la Virgen, “con objeto de dar la impresión de que toda ella había sido hecha para este fin, aparte de coincidir con los años en que fue costumbre aparecer cubiertas algunas figuras de la Virgen”.
El  franciscano Fray Diego Henríquez, en su obra sobre las sagradas imágenes aparecidas en Canarias (1714), describía el icono original de la virgen de las Nieves en Benahuare (La Palma) con las siguientes palabras: “es esta venerable imagen de escultura algo menos de una vara de alto; su materia de piedra extraordinaria entre roja y blanca; el rostro es perfecto y lleno; los ojos, rasgados y abiertos que parecen mirar a todas partes; las mejillas rosadas; el color moreno, no con exceso obscuro; obstenta magestad y mueve a veneracion y devocion; la túnica es roja y ceñida con cíngulo; el manto es azul; el Niño le sale del corazon, dentro de la cual esta incluida la mayor parte del cuerpecito; falta a la imagen la punta de la nariz y al Niño en algunas cuasi fisuras su primero barniz y, aunque diestros pintores han procurado suplirlo, no o aceptan ni el hijo ni la Madre, pues luego lo expelen, demostracion que bastantemente explica la desigualdad y que no se proporcionan ni estos betúmenes a aquellos barnices, ni los maestros mas diestros...”
También el profesor Jesús Pérez Morera, en su obra Silva (1994) recoge: “la majestad icónica y la concentración espiritual que emana de su rostro, esquemáticamente idealizado, refleja lo eterno y sobrenatural. Tal vez a ello se debe la poderosa atracción que ejerce sobre quien lo contempla y la devoción despertada a través de los siglos. Ante sus ojos rasgados y abiertos, que parecen mirar a todas partes, como señala Fray Diego Henríquez, quedaba el pueblo hipnotizado”.
En dicha obra, el estudioso palmero también analizaba cómo se inició la tradición de sobrevestir la imagen original de Nuestra Señora de Las Nieves, con valiosos ropajes: tocas, mantos y sayas a partir del siglo XVI. A principios del XVII, la imagen fue retocada por el pintor Juan de Sosa, según informó la también profesora palmera Gloria Rodríguez, en una época en la que la cabeza del Niño Jesús se hallaba “quebrada por el cuello pegada con cera” (Libro de Visitas y cuentas de fábrica, Inventario de 1618). Este deterioro que la imagen iba sufriendo con el paso del tiempo, obligarían a tomar algunas medidas a fin de evitar su desgaste. Una de ellas fue embutirla dentro de una especie de “percha triangular de corte barroco” o de una suntuosa campana textil, de donde sólo asoma la cabeza de la Virgen. Sus manos y el Niño son postizos. Así quedó configurada su iconografía tal y como la conocemos en nuestros días.
En 1681 el Visitador Pinto de Guisla indicaba que esta venerada escultura era de “talla cuia materia es piedra, pero se uiste y adorna como si se hubiera hecho para uestir”. Sobre este particular, recogemos aquí lo que escribió en 1920, Don José Crispín de la Paz y Morales, cura párroco de Las Nieves, rescatado por el profesor Pérez Morera en su obra: “La forma exterior de la Imagen, tal cual se presenta a la veneración de los fieles, es la propia de las imágenes de la edad media, teniendo para acomodarle los vestidos dos brazos añadidos, lo mismo que otro Niño Jesús que se pueden mover y separar de su cuerpo a voluntad. En sus vestidos usa de todos los colores, menos el negro, abuso intolerable y que debiera ordenarse el blanco como el único y exclusivo”.
El joyero de la virgen
Uno de los primeros datos que conocemos acerca del joyero de la Virgen se remonta al inventario del 12 de enero de 1571, donde consta “una corona de plata que con hechura y todo pesa 24 doblas”. Más tarde, el 3 de octubre de 1574, se consigna “una corona de plata del niño jesus”. De entre las impresionantes joyas que posee la venerada Imagen, la que posiblemente sea una de las más antiguas, es un calvario en miniatura, dentro de un cilindro de cristal engastado en oro, del que penden nueve perlas. Fue regalo del Regidor de La Palma Don Guillén de Lugo Casaus en 1576. El Santuario custodia un largo catálogo de valiosas prendas y alhajas con las que el pueblo palmero ha agradecido a su Patrona los favores recibidos. La corona de oro, esmaltes y perlas que aparece inventariada por primera vez en 1603, fue enviada desde el Nuevo Reino de Granada, en Indias, por Don Pedro Fuentes, un hijo de La Palma. Otras coronas de plata fueran traídas desde América por Agustín Poggio, pero fueron fundidas para la construcción del fabuloso trono festivo de plata de la Virgen. El “papagayo” de oro y esmeraldas fue donado en 1604 por Don Diego Fierro. El riquísimo collar de esmeraldas con medallas esmaltadas y perlas lo posee desde 1648. El capitán Don Manuel de la Mota le regaló el precioso rosario de perlas gruesas, a condición de que la Sagrada Imagen lo tuviera siempre encima “por la mucha devocion con que se lo habia traido”.. La “lagartija” de oro y esmeraldas fue obsequio de Doña Margarita de Guisla Van de Walle en 1652 y otra muy parecida de Doña Francisca Vélez fue dejada a la Patrona en su testamento de fecha 3 de abril de 1778. Ambas obras de arte fueron enajenadas para sufragar los gastos que supusieron las reformas de la capilla mayor en 1876.
Componen el valioso joyero de la Virgen numerosos collares de perlas y oro, valiosos rosarios, cruces de esmeraldas, oro y esmaltes, broches de oro y piedras preciosas, medallones de filigrana; la “Rosa Aurea”- una gran rosa de oro macizo donada por Doña Manuela de Sotomayor que luce entre sus manos la Virgen en las grandes solemnidades-, innumerables anillos, colgantes, cadenas, pendientes...; un rostrillo cuajado de perlas y esmeraldas hecha por orden del Visitador (el 19 de septiembre de 1757); una custodia de diamantes, oro y perlas fue el legado de Doña Ana Teresa Massieu y Vélez de Ontanilla en 1712; una guirnalda de oro y gemas que lleva la imagen sobre los hombros confeccionada por el orfebre palmero Don Manuel Hernández; la lujosa “Eme” de María hecha de perlas; las maravillosas coronas de diamantes y gemas de la Coronación Canónica, efectuada por Monseñor Tedeschini - Nuncio Papal el 22 de junio de 1930-; y así una larga relación de alhajas impresionantes que, incluso, tienen nombre propio: “la Sirena”, “la Custodia”, “el Barco”, “la Lira”, etc.
El barco de marfil en miniatura fue obsequio de Doña Asunción García de Aguiar; la preciosa lira de oro y esmaltes fue obsequio de Doña Rosario Becerra y Cosmelli. Esta ilustre dama regaló a la Virgen todas sus joyas para que fueran invertidas en la corona imperial para su coronación; también dejó todas sus alhajas Don José Crispín, en su testamento de 22 de octubre de 1952; Doña Juana Felipe Cárdenas le regaló un bello medallón de filigrana de oro y perlas en 1903; la mayor esmeralda que luce la imagen la recibió de manos de Don José Manuel de Fuentes en 1757; un soberbio broche y una sirena de esmeraldas, un clavo de oro y una cadena de perlas magníficas fueron dádivas de Doña María de Las Nieves Pinto y Vélez de Ontanilla en 1779; esta rica dama también le regaló la plata de la mandorla o sol que nimba la imagen; un vecino de La Habana, Don Domingo Hernández, había regalado en 1672 un espléndido conjunto de joyas, entre las que se encuentran una fabulosa cruz de esmeraldas, oro y esmaltes. Todas ellas fueron altamente valoradas por el prestigioso orfebre palmero Don Pedro Leonardo Santa Cruz. Doña Manuela Sotomayor le regaló un hermoso lazo y cruz de oro y perlas...
Todas estas bellas obras de arte, y muchísimas más, conforman el joyero más valioso de cuantos existen en Canarias, que se incrementa constantemente con los obsequios que le hacen los devotos de dentro y fuera de la isla, en agradecimiento a los favores recibidos.
Arte suntuorio
Capítulo aparte es el que merecen los objetos destinados al culto: desde la custodia de filigrana de plata mejicana, la más antigua de su estilo del Archipiélago, obsequiada por el Obispo electo de Puerto Rico en 1666, Don Pedro de Escobar; los seis magníficos faroles ochavados de plata repujada de 1768; los innumerables cálices, copones... las varas de plata calada del palio y del guión del Santísimo enviadas desde La Habana en 1723; la preciosa cruz procesional de plata repujada donadas por el Maestre de Campo Don Gaspar Mateo de Acosta en 1704; vinajeras de estilo barroco sobredoradas; más custodias, portaviáticos, acetres, lámparas votivas de plata, bronce y cristal, jarrones; el fabuloso altar trono festivo de plata de la Virgen y sus andas de baldaquino; los incensarios, navetas, ciriales, atriles, vasos, etc.
El creciente de luna que lleva la Virgen a sus plantas fue regalo de Juan de Oviedo (1681) y bañado en oro en 1706 gracias a la generosidad de Don Ambrosio Rodríguez de la Cruz. Un cáliz de plata con un arete de diamantes, regalo de Don José Miguel Sotomayor en 1930.
El tan anhelado Museo Insular de Arte Sacro será un digno expositor de todos estos tesoros. Serán mostrados los ricos mantos de brocado y sedas, bordados en oro y plata, etc. Algunos de ellos muy antiguos. Tanto, que son los mismos con los que pintores de hace varios siglos han plasmado en sus obras a la “Dama del Monte”. Una de las pinturas más antiguas que se conservan de la iconografía de la Virgen de Las Nieves está en su Santuario y es de la primera mitad del siglo XVII. Existe otra que pertenece al sacerdote Don Andrés de las Casas Guerra de la misma época. Ambas presentan la particularidad de aparecer la imagen ya vestida.
La legendaria inscripción
Siempre hemos oído hablar sobre una extraña inscripción que, supuestamente, tiene la Virgen grabada en su espalda. Una enigmática y célebre palabra: “ASIETA” traducida por las iniciales de “Alma Santa Inmaculada en Tedote Aparecida”. Tedote es el nombre guanche de la capital palmera. Un nombre que llevan muchachas palmeras asumido como sinónimo de “Nieves”.
Wamgüemert y Poggio, en su libro publicado en 1909 titulado Influencia del Evangelio en la Conquista de Canarias asegura que, no sólo es cierta la existencia del mencionado grabado, sino que éste fue estudiado por el Obispo Don Antonio Tavira y Almazán (cuya visita al Santuario tuvo lugar en 1794). No obstante, ni en el acta correspondiente a esa visita, ni en el Archivo Parroquial consta que “La Morenita” posea tal inscripción. Es posible que los historiadores hayan hecho caso al asunto “de oídas” sin haberlo estudiado en profundidad. Es rotunda la aseveración hecha por el palmero Don Alberto José Fernández García en su publicación titulada Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves (León, 1980). Allí explica cómo tuvo el gran honor de contemplar la imagen de la Patrona de La Palma sin las ricas vestiduras que la cubren y no encontrar nombre alguno.
Onomástica de Ntra. Señora de Las Nieves. Día de precepto
En el Acta del Cabildo de La Palma de 28 de agosto de 1637 consta cómo se concede a la Santa Imagen Patrona uno de tantos privilegios otorgados por los Sres Obispos en el transcurso de los siglos. En esta ocasión se refiere a la declaración de día de precepto del 5 de agosto, importante efeméride que también fue rescatada por el célebre alcalde constitucional Don Juan Bautista Lorenzo Rodríguez en su detallada obra sobre los hechos sociales, políticos, religiosos, etc. de la época que le tocó vivir. Esta petición le fue hecha al prelado por numerosas familias, instituciones y particulares de La Palma, así como por “parte y devoción de la Justicia y Regimiento de la Isla”.
En la solemne declaración, Don Francisco Sánchez de Villanueva y Beza, “por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Arzobispo Obispo de estas islas de Canaria, del Consejo de Su Majestad y Su Predicador, Asistente de Su Santidad nuestro muy Santo Padre Urbano VIII...” manda que en lo sucesivo, a partir de ese año de 1637, fuese festivo en Santa Cruz de La Palma “y contorno y término de la ermita...”. Transcribimos el resto del mandato: “... lo cual, mirando al servicio de Dios y devoción con que se celebra la dicha fiesta, mandamos dar y dimos la presente para que aquí adelante todos los años se guarde en la dicha y ciudad y contorno según y de la manera que las demás establecidas por Su Santidad y nuestros antecesores en el Sínodo y al Vicario de la dicha isla que es o fuere, así lo mande publicar, guardar y cumplir”. El decreto fue dado en Icod de Los Vinos (Tenerife) el 15 de agosto de 1637 por mandato del secretario del Cabildo de La Palma, Su Señoría Iltma. Don Carlos de Briones Samaniego.
Curato Real
En el acta del Cabildo de La Palma de 16 de enero de 1662, consta cómo el “Doctor Don Francisco de Betancor, Chantre de la Iglesia Catedral de Canaria, Gobernador, Provisor y Visitador General de este Obispado”, había solicitado a Su Majestad el Rey, la confirmación de la aceptación de Nuestra Señora de Las Nieves en su Patronato Real. Esta petición del prelado fue efectuada el 6 de diciembre de 1657 ante el notario público José Martín de Rivera. La ratificación vino dada en Madrid con fecha 18 de septiembre de 1661, cuatro años más tarde de la solicitud. Por medio de la Cédula Real, “la recibe en su Patronato Real y debajo de su protección y amparo para defenderla y ampararla de su mayor lustre, autoridad y aumento del culto divino”. El Real Decreto vino refrendado por Don Antonio Alosa Rudarte. Se ordena que se ponga una copia en el Libro de Provisiones y otra en el Archivo del Cabildo de La Palma , mientras que el original sea custodiado en el Archivo del Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, “según y como Su Majestad lo manda, la cual dicha cédula fue leída en este Cabildo y obedecida según y en la forma acostumbrada”.
Algunos robos
En el templo más rico de la Isla de La Palma, debido a las imposiciones y cuantiosas limosnas que desde muy antiguo se viene haciendo, se han dado, desgraciadamente, casos de robo. Uno que tuvo una amplia difusión entonces y que produjo profunda consternación entre los palmeros, se produjo el 27 de marzo de 1678. A la Santa Imagen de “la Morenita” le fueron robadas algunas valiosas joyas y prendas. El 4 de abril de l mismo año se comenzó a instruir el caso por el Vicario Don Melchor Brier y Monteverde, “según parece sin resultado”.
Otro célebre robo fue el que se produjo el 22 de marzo de 1847. En esta ocasión se trató de una fabulosa lámpara de plata, “que era la principal que había en este templo”. Esta preciosa obra de arte fue regalada por la generosa piedad del Capitán don Luis Fernández de Lugo, “había cosa de dos siglos, para mayor ostentación del culto de la Sagrada Imagen de Nuestra Señora de Las Nieves”. El peso de esta joya era de 27 marcos y 7 onzas. Seguida la causa por el Juzgado de primera Instancia de esta Isla, se descubrieron los autores del robo, si bien uno de ellos tan sólo fue quién cumplió condena.
Pretensión de los dominicos
Los frailes dominicos - de la Orden de Predicadores establecida en Santa Cruz de La Palma desde 1530-, intentaron fundar convento en el Santuario, donde llegaron finalmente a establecerse en la medianoche del miércoles 24 de noviembre de 1649 y a colocar al Santísimo. Según un testigo presencial, entraron en el templo a la fuerza, “sin tener para ello ni título ni razón”. Esto produjo rápidamente la pronta oposición de la Justicia secular y eclesiástica “y muchos ciudadanos a echarles de ella y no quisieron salir ni abrir las puertas de la dicha ermita”. En caso de que se llegara a materializar esta pretensión, los perjuicios económicos para el clero secular serían considerables.
Ante la negativa de los dominicos, se abrió por fuerza una puerta lateral de la ermita y entraron aquellos para expulsarlos. El testigo continuó narrando la incidencia: “trugeron entonces en procesión a Ntra Sra de Las Nieves a la Parroquia de esta ciudad. Hízoseles muchas contradicciones y sin embargo no quisieron salir”. Continúa informando de cómo se informó al Sr. Obispo Don Francisco Sánchez de Villanueva, Arzobispo de Taranto. El barco con las noticias zarpó del muelle capitalino el 30 de noviembre. “Su señoría mandó por censuras saliesen, el cual auto se les notificó, y salieron luego de dicha ermita”.
La autoridad eclesiástica los expulsó finalmente en la noche del 9 de diciembre de 1649, “habiendo salido por la puerta que mira al río cantando el salmo ‘In exitu Isräel de Aegipto’ y dejando de manifiesto el Santísimo sobre el ara”. Así es como consta en el expediente que se custodia en el Archivo del Real Santuario capitalino. El religioso que ocupó la iglesia para hacer la fundación, como prior, fue Fray Antonio de Talavera, el que se posesionó con el nombre de vicario de aquel recinto sacro.
El mismo día que los frailes abandonaron el Santuario mariano, se trajo de allí a Su Divina Majestad en una solemne procesión “la más solemne y con mayor concurso que jamás se ha visto, y fue tan general el contento que toda la ciudad en la dicha noche puso luminarias e hizo hogueras”.
S. M. El Rey Don Felipe IV también dictó orden contra aquella pretensión en documento real firmado en Madrid el 2 de julio de 1650.
  “El orgullo de La Palma”.
1847 Julio 25. La dignidad de Conde de Lucena es concedida, por Real Decreto al criollo Leopoldo O´Donnel y Jorris por Isabel II.  Leopoldo O´Donnell nació en Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) el 12 de enero de 1809. Sus padres fueron  Carlos O´Donnell Anetham, Teniente de Rey, y  Josefa Jorris, una cartagenera que había sido camarista de la Reina. Su infancia la pasó muy cerca de su padre y, según Ibo Alfaro (uno de sus biógrafos), desde muy joven se le entreveía una decidida tendencia a la carrera de las armas. En 1819 ingresa en el ejército español con el grado de subteniente, desempeñando sus deberes en el Regimiento de Artillería. El 19 de abril de 1828 ascendió a Capitán. Casó con la catalana  Manuela Bargés. La primera guerra carlista española supondrá el desarrollo de una fulgurante carrera para nuestro personaje. Su destacado papel en esta empresa le permitió ser ascendido a Coronel de Infantería. Según Real Cédula de 5 de diciembre de 1834, es galardonado con la Cruz Laureada de San Fernando. Tras un año apartado de los frentes de combate a causa de una herida sufrida, en 1835 fue elegido Comandante de la Guardia. En 1836 se le confió el mando del Regimiento de Gerona. Su gran actuación en la batalla de Unza contra los carlistas le supuso su segunda Cruz Laureada de San Fernando. Un año más tarde, por su comportamiento en Fuenterrabía e Irún, recibió la Gran Cruz de Isabel la católica. El 7 de agosto de 1937, es designado General del Cuerpo del Ejército de la Costa Cantábrica.
Ese mismo año, por sus proezas al mando de este cuerpo, es ascendido, a propuesta del General Espartero, a Mariscal de Campo. Con motivo de sus brillantes e ininterrumpidos servicios prestados a la Reina María Cristina en dicha Guerra, es nuevamente recompensado con la Cruz de San Fernando. En 1839 se le designa para el mando del Ejército del Centro y para Capitán General de los reinos de Aragón, Valencia y Murcia en España. Antes de finalizar 1839 ya era Teniente General. No es fácil encontrar una carrera tan fulgurante como la suya en la historia militar española. En 1840, Leopoldo O´Donnell, por discrepancias con el Duque de la Victoria, se vio obligado a emigrar a Francia. Volvió a España en 1844 para ser nombrado Capitán General de La Habana (Cuba). Las aspiraciones políticas de O´Donnell comienzan hacia 1851. El criollo añazero (tinerfeño) es nombrado Ministro de Guerra y forma un partido político llamado "Unión Liberal", que jugaría un papel importante en los años venideros. Así, constituido el Gobierno en torno a los dos personajes más importantes del momento, en el ámbito político fueron configurándose las diferencias doctrinales entre los progresistas que apoyaban a Espartero y los moderados de la Unión Liberal que seguían a O´Donnell. La falta de entendimiento entre ambos, llevó a Espartero a dimitir de su cargo quedando la presidencia en manos de general canario durante tres meses, siendo luego sustituido por Narváez. Sin embargo, ante las manifestaciones populares, la Reina se vio obligada a llamarlo de nuevo, manteniéndose en la presidencia del Gobierno de aquel país hasta 1864. Después de cinco años en el gobierno, el desgaste se hizo ostensible. Los acosos llegaron incluso por parte de antiguos colaboradores, lo que, entre otras cosas, le hizo dimitir hacia 1863. Fue  Leopoldo, gran amigo personal de Napoleón III, quien invitaba a menudo al matrimonio O´Donnell a su palacio de Compiegne. La muerte le sorprendió el 15 de noviembre de 1867. La Infanta  Luisa Fernanda, cuñada de la Reina, escribió a su viuda lo siguiente: "la nación ha perdido un buen español, el Ejército un buen general y el trono constitucional, un baluarte para un día de peligro". Proféticas palabras, porque poco después Isabel II tuvo que abandonar España.

1 comentario:

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