EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA
1821-1830
CAPÍTULO XLIII-I
Eduardo Pedro García Rodríguez
1821.
A fines
del año 1821, Dn. Antonio G. Bermudez y Dn. Ginés de Castro y
Álvarez, (vecinos de Arrecife de Lanzarote) remataron una balandrita inglesa
encallada aquellos días allí, la cual cargaron con 300 y más
pasajeros y despacharon al año siguiente para Montevideo. Pero siendo tan excesivo el número
de gente para su cabida, no podían menearse, conociéndose a los pocos días que
no podía navegarse así; y que para tanta chusma iba a faltar el agua. Acercáronse al África hacia Cabo Verde y el Senegal, contrajeron las calenturas, enfermaron y murieron
a docenas, entre ellos el piloto Dn. Manuel de Torres. Y
extraviados sin conocer su paradero, les
halló, socorrió y condujo a la
Guadalupe o Martinica una fragata de guerra francesa, desde cuyas islas pasaron a la de Puerto
Rico los pocos escapados de la muerte.
Reclamó
el gobierno francés cosa de diez mil pesos, importe del trabajo,
gastos de hospitales, etc. Pero los dueños de la expedición pensando que las habían con
nuestros procuradores o escribanos que todo
se enreda y es, échamela deberétela, se engañaron. Al percibir las evasiones, el ministro de la Marina francesa ocurrió a
Fernando VII, directamente,
y S. M. mandó perentoriamente pagar la suma, se embargaron los bienes mismos que se habían percibido en pago de fletes
de los pasajeros y quedaron burlados los codiciosos empresarios de esta catástrofe. (J.A. Álvarez Rixo, 1982:167)
1821.
Se establece en el Puerto de
Arrecife (Lanzarote) un retratista francés que vino bien a los que para dejar
su retrato a su familia tenían que ir a Canaria o Tenerife. (J. Álvarez Rixo, 1982:120
1821. Un embate
de mar deja al muelle de Añazu (Santa Cruz) en una situación ruinosa.
La crisis económica de la época una más de las habituales
en esta colonia impidió ejecutar las reparaciones. Tres años después, en 1824,
el ingeniero militar español Diego de Tolosa construyó la grada de martillo
deshecha por el mar y la explanada en la que se encontraba el pescante.
1821.
En la
Universidad de La Laguna-Tenerife. Como manuales usado para lógica
y ética se usan los Elementa
philosophiae de
Francisco de Guevara, presbítero de Guanajuato; pero la
explicación de las matemáticas se funda en
el prolijo y poco claro Vallejo. La clase de física, bajo la dirección del doctor Saviñón, es la más adelantada con mucho,
pues, además de que entre los
estudiantes circulan las excelentes obras de Haüy, Biot y otros autores modernos, este catedrático dicta sus
propios apuntes. Al mismo tiempo esta clase goza de la ventaja de poseer una
muy buena colección de instrumentos de física, que fueron traídos de
París en 1821. Según los actuales planes de
estudio, la enseñanza de la jurisprudencia se organiza, atendiendo a las
diversas cátedras, de la siguiente manera: en el primer curso, historia y elementos de derecho civil
romano, según Heineccio. En el segundo curso, lo mismo. El manual para
ambos son los Elementa
inris civilis Romanorum de A. Vinnio. En el tercer curso, derecho
español, usándose como manual las Ilustraciones del Derecho Real de
España, de don Juan Sala. En cuarto curso, derecho
canónico, siguiéndose el manual de Devoti titulado Institutiones canonicae.
En quinto curso, se estudia el Pandectas
y se utilizan los siguientes manuales:
el Digesto Romano-hispano, de don Juan Sala, el Tratado de vera
Religione, de Luis Bayllí, y la Filosofía
de la Elocuencia, de Capmany. En el
sexto y séptimo cursos, se estudian algunos libros de la Novísima
Recopilación de Leyes, utilizándose
como manual el citado libro de Sala, y la Práctica forense, de Febrero. Sin embargo, como no
hay suficientes alumnos para todas estas clases, sólo se imparten las
siguientes: el primer curso, con seis alumnos y al cuidado del licenciado y
catedrático Juan Botas, un jurista con amplios conocimientos en la especialidad de derecho civil; el segundo curso,
con ocho alumnos y bajo la dirección de don
Domingo Mora, muy buen latinista y
jurista experimentado; el cuarto curso, con 6 alumnos a los que enseña el doctor José Martinón, el mejor profesor de
derecho canónico en la provincia; y el séptimo curso, con siete alumnos y al
cuidado del doctor José Antonio
Morales. La carrera de teología debe abarcar, según su plan de estudios,
siete cursos académicos; pero hasta ahora existen sólo cátedras para el primer
curso. Los catedráticos son los doctores Isidoro Rivero y Antonio Porlier, los
cuales, sin embargo, cuentan con pocos alumnos.
Para ser admitidos como estudiantes en la Universidad, los alumnos
deben tener, al menos, doce años y haber aprendido a leer, escribir y contar en una de las escuelas primarias. El traje
de los estudiantes, cuyo número alcanza entre 100 y 120, no tiene nada de
extraordinario; consta de ropa negra,
una larga capa negra y un sombrero de tres picos. No se les permite portar armas y las peleas entre ellos son
muy raras.
El
único círculo literario que existe en las Islas son las Sociedades Económicas de Amigos del País de Tenerife y Gran
Canaria, fundadas, en 1777, en La
Laguna y Las Palmas, que proceden de la fundada en Madrid y tienen las mismas normas y estatutos que la de
Madrid. Su principal objetivo consiste
en animar y estimular la industriosidad del pueblo, para contribuir al
bien común mediante la expansión de conocimientos útiles. Además, solían dar a conocer, anualmente, sus
gestiones y celebrar concursos para
premiar trabajos; sin embargo, desde la muerte del historiador don José Viera,
que era uno de sus miembros más diligentes, su actividad ha decaído mucho.
Entre
las bibliotecas públicas, la más importante es la de la Universidad, aunque no cuenta con más de 2.000 volúmenes
y está compuesta de varias
colecciones pequeñas, habiendo sido, en parte, adquirida y, en parte,
donada a la institución por algunos protectores de la misma. Posee algunas obras excelentes en el ámbito de las
ciencias naturales, aunque la gran
mayoría de sus libros son de contenido teológico. Además de esto, en La Laguna y Las Palmas están también abiertas
al público las bibliotecas de los
dos cabildos catedralicios y de los dos conventos de los dominicos, pero son tan poco significativas como los
restos de las bibliotecas que se encuentran, de vez en cuando,
sepultados en algunos conventos, y los
cuales sólo contienen, en su mayor parte, obras de los Padres de la Iglesia y trabajos sobre teología y filosofía
escolástica. De bibliotecas privadas,
la más selecta es la del marqués de Villanueva del Prado, en La Laguna, la
cual, además de las mejores obras de los antiguos clásicos, comprende también las de los mejores escritores
modernos, especialmente los franceses, alcanzando los cuatro mil volúmenes.
Sin embargo, entre los pueblos que aspiran a ser civilizados, es difícil encontrar
un sitio donde haya tan pocos libros en las casas y menos gusto por la
lectura que en Canarias. Y, por otra parte, si existiera tal gusto por la
lectura, al amante de los libros le sería muy difícil satisfacerlo, pues el
comercio de libros, esa actividad
imprescindible para la formación intelectual, es algo totalmente desconocido en las Islas. Como si
viviéramos todavía en la época inmediatamente
posterior a la invención de la imprenta, se encuentran casi tantos
ejemplares manuscritos como impresos de los antiguos escritores españoles; es
más, los libros se consideran aquí como una suerte de contrabando que nadie desea poseer en gran cantidad, y mucho menos hacerlo
circular. En casi todas las iglesias de los pueblos hay carteles en los que se
advierte contra determinados libros y, en 1829, el obispo de Tenerife remitió una larga carta pastoral de
setenta páginas sobre doctrinas y
libros peligrosos, en la que promete un catálogo completo de escritos prohibidos, aunque, al final, no lo ha
publicado. Importar libros del extranjero conlleva,
pues, grandes dificultades. Desde la supresión de la Inquisición, a la que se
había encomendado la censura, los libros, al llegar a la aduana, son
entregados a un clérigo especialmente designado por el obispo, para que
los examine; y, si éste cree encontrar en ellos postulados o principios
contrarios al Estado, a la Iglesia Católica o a la moral,
quedan confiscados inmediatamente. Con menos rigor se procedía en los momentos en que estuvo
vigente la Constitución, pues, entonces, el clero
había perdido transitoriamente su enorme influencia, y no se atrevía a exigir sus antiguos derechos, con lo que
los libros prohibidos pudieron
entrar por vez primera en las Islas. Francia enviaba, además de un montón
de libros obscenos de lo más descarado de su literatura, las obras de los enciclopedistas y los revolucionarios. Y
no resulta ninguna sorpresa que la
juventud se lance con avidez sobre estas lecturas, que únicamente sirven para echarla a perder. Ciertamente,
este tipo de lecturas ha contribuido bastante a la inmoralidad y al desprecio
hacia todo lo sagrado, que, hace
algunos años, y especialmente entre los estudiantes, eran de buen gusto y de lo cual se encuentra, todavía
hoy, algún rastro; sin embargo, gracias al desconocimiento que la
mayoría de la gente tiene de la lengua francesa, puede esperarse que este mal
no haya echado profundas raíces en el pueblo.
Tan raros
como los libros son las revistas y los periódicos: en efecto, en las
Islas no se edita ni un solo diario. El oráculo del pueblo es la Gaceta de Madrid,
de la cual circulan una docena de ejemplares entre los funcionarios y los politicastros del
Archipiélago. También han podido entrar, sin
problemas hasta ahora, periódicos ingleses, que, sobre todo, leen los comerciantes. La única imprenta de las Islas es la
de la Universidad de La Laguna, que
se sirve de caracteres vaciados en Madrid, pero que se utiliza más para imprimir tratados breves,
programas y escritos ocasionales que
para obras de contenido más amplio. Entre las instituciones científicas merece especial
mención el Jardín botánico fundado,
en una colina del Puerto de La Orotava, por el marqués de Villanueva del Prado, por cuya cuenta
corrieron sus considerables costes.
La idea que lo movió a la creación de este hermoso parque fue la de cultivar en él las principales plantas
tropicales y, mediante su aclimatación
a un clima más suave, hacerlas más apropiadas para transplantarlas en Europa. Y difícilmente podría
haberse hallado para la realización de este proyecto un lugar más
conveniente que el Valle de La Orotava. Pues este Valle, protegido por altas
montañas y bañado por muchas fuentes, une a
las ventajas de su situación geográfica un suelo extraordinariamente fértil. El jardín, organizado con
esmero, hacía prometérselas felices a los botánicos, cuando su fundador tuvo
la desgraciada idea de regalarlo al Gobierno español. Durante los
disturbios de la revolución no se pudo hacer nada por su mantenimiento; ahora
todos parecen haberse desentendido de él,
pues sus terrenos se usan sólo para cultivar coles y papas. El amante de la naturaleza, que solía pasear a la sombra de los majestuosos árboles de este jardín,
encuentra ahora sólo unas pocas plantas exóticas y se queja con razón
de que este abandono ha resultado una gran
pérdida para la ciencia.
(En: Mac-Gregor, [1831]
2005:180-181)
La
época de mayor actividad y esplendor del puerto de Santa Cruz fue el periodo de
más o menos cien años que abarca desde 1848 hasta 1950. Durante ese tiempo, el
puerto se convirtió definitivamente en el principal eje económico no sólo de la
ciudad sino de la isla, observándose en él una actividad como nunca antes se
había conocido. Las causas fueron muchas y variadas.
La situación estratégica de las Islas Canarias dentro de
las rutas marítimas internacionales, en el esquema general de la política
colonialista de las potencias europeas en la segunda mitad del siglo XIX.
Países como España, Francia, Bélgica y Gran Bretaña utilizaron nuestros puertos
como punto de parada y fonda a la hora de transitar en sus caminos hacia sus
colonias en ultramar. El puerto de Añazu
n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) se convirtió en lugar de abastecimiento,
instalándose compañías coloniales europeas para el mejor control de sus intereses,
lo que alentó un gran dinamismo económico para la pequeña burguesía
dependiente.
A
medida que avanza el siglo XIX el muelle había quedado mermado en su capacidad
para acoger el aumento del tráfico y del comercio. En 1845 la Junta de Comercio local
encargó al técnico de obras públicas Pedro Maffiotte, conocedor de las nuevas
técnicas en el corte de prismas para la escollera, la formación de un nuevo
dique más seguro.
1821.
Un bergantín con patente de corso de los independentistas venezolanos fondeó,
en Arguineguín, para hacer agua tras haber capturado a tres barcos por el
barlovento de la Isla. Por el mismo tiempo, esta vez por la playa de La Aldea,
fue rechazada una nueva invasión de corsarios ingleses, como así lo contaron
testigos de la época, en 1778, sin precisar fecha aunque es probable la de 1743 a 1745.
1821. la corona española da un giro a su política tradicional para
con la colonia de Canarias y promulga los Nuevos Aranceles de Aduanas que
igualaban el tratamiento económico y fiscal canario al de la metrópoli. Esto
supuso un gran golpe económico para la burguesía dependiente de islas que aún
no habían salido de la crisis anterior. También se crea una Diputación en
Canarias igual a las diputaciones de la metrópoli. La clase dirigente criolla
canaria se movilizó y a la cabeza estuvo José Murphy, pero los logros fueron
insignificantes. El resultado fue la quiebra de la economía en la colonia de
Canarias. Esta quiebra condujo a que años más tarde se alcanzara la mayor tasa
de flujo migratorio legal. La más alta de toda la historia demográfica de la
colonia.
Mientras tanto, en la metrópoli, comienza el llamado trienio liberal. En 1823 Regresa al trono Fernando VII dejando la constitución en suspenso y se inicia otro periodo de desamortización para paliar los gastos de la guerra de independencia de los españoles. Los años 1826 y 1827 son años de crisis económica, en 1830 tiene lugar la pragmática sanción del rey español Fernando VII que permitiría que su hija Isabel fuese reina.
Mientras tanto, en la metrópoli, comienza el llamado trienio liberal. En 1823 Regresa al trono Fernando VII dejando la constitución en suspenso y se inicia otro periodo de desamortización para paliar los gastos de la guerra de independencia de los españoles. Los años 1826 y 1827 son años de crisis económica, en 1830 tiene lugar la pragmática sanción del rey español Fernando VII que permitiría que su hija Isabel fuese reina.
1821. El convento de los Santos Reyes
en Hipalám (San Sebastián) isla de La
Gomera es inventariado con el fin de clausurarlo y se cierra
el de San Pedro en Hermigua en virtud de la 1ª desamortización.
1821. En pleno
siglo XIX el Atlántico sigue sin perdonar. Un nuevo embate, deja al muelle de
Santa Cruz en una situación ruinosa. La crisis económica de la isla impidió
ejecutar las reparaciones. Tres años después, en 1824, el ingeniero militar del
ejército de ocupación español Diego de Tolosa construyó la grada de martillo deshecha
por el mar y la explanada en la que se encontraba el pescante.
La época de mayor actividad y esplendor del puerto de Añazu
(Santa Cruz) fue el periodo de más o menos cien años que abarca desde 1848
hasta 1950. Durante ese tiempo, el puerto se convirtió definitivamente en el
principal eje económico no sólo de la ciudad sino de la isla, observándose en
él una actividad como nunca antes se había conocido. Las causas fueron muchas y
variadas: El comercio de la cochinilla: Debido al auge de este
comercio, Santa Cruz de Tenerife durante las décadas de los años cincuenta y
sesenta del pasado siglo experimentó una buena coyuntura económica, favorecida
por la ley de Puertos Francos de 1852 y las
Rutas coloniales:
La situación estratégica de las Islas Canarias dentro de las rutas marítimas
internacionales, en el esquema general de la política colonialista de las
potencias europeas en la segunda mitad del siglo XIX. Países como Francia,
Bélgica, Gran Bretaña y España utilizaron
nuestros puertos como punto de parada y fonda a la hora de transitar en sus
caminos hacia sus posesiones de ultramar. El puerto de Añazu n Chinet (Santa
Cruz de Tenerife) se convirtió en lugar de abastecimiento, instalándose
compañías europeas para el mejor control de sus intereses, lo que alentó un
gran dinamismo económico colonial.
1821. El criollo
José Murphi y Meade hace la presentación de los aranceles de aduanas
“Prescindamos, pues, para ver si estamos en este último caso de todos los
eventuales a que se ha aludido propios para entorpecer las comunicaciones de
estas islas con la península: imaginemos que todo ha de ser propicio en quanto
a cosechas, y que estaremos libres de aquellos mil incidentes adversos e
imprevistos, de los que rara vez dexa alguno de atravesarse, a contrariar los
más bien formados planes; y supongamos aún que ha cesado la guerra actual que
subsiste con los disidentes de la América y que tantos daños ha causado: que se
pudiera ir y venir de España con la facilidad y prontitud que se va desde
Ceuta, o aunque digamos de las islas Baleares; y que en fin, desde la península
pudieran surtirse estas islas de todos los géneros de absoluta necesidad y de
los renglones de subsistencia que indispensablemente han de menester: supóngase
todo esto, y, sin embargo, es bien cierto, que no se evitaría la ruina del
comercio de los vinos, y que por lo mismo se atravesaría en mucho el de la
barrilla: porque, ni uno ni otro renglón que en España abundan, podrían servir
para pagar lo que de allí se trajera ¿con qué, pues, satisfarían estas islas
por lo que sacaran de España? Con dinero no podría ser, porque como este signo
no entra por lo general en un país sino como representante de los frutos o
manufacturas sobrantes de él, que se han estraído; y los que de aquí se sacan
no podrían venderse sin gravísimo quebranto, si hubiera de hacerse la venta de
modo a que refluyera aquí o en la península su producto en numerario, y no en
mercancías, resulta que ni tendríamos éstas, ni tendríamos dinero, ni sobrantes
en frutos, por que a tener los últimos sólo estimula la certeza de que sirvan
para proporcionar las cosas de que se carece: y no pudiendo servir los vinos
sobrantes para venderse por dinero en los países a donde principalmente se
llevan, y e donde ahora se expenden, porque se toman por ellos unos efectos que
está prohibido recibir; es claro, que no se hará más vino que el indispensable
al limitado consumo a que lo reducirá el nuevo estado de cosas, y no se sabrá
con que cubrir lo que venga de España, que ha de ser por lo mismo muy poco o
nada el consumo de un país así empobrecido vendrá en verdad a ser
insignificante, y puestas en la balanza de una parte las ventajas que el estado
sacaría de este pequeño aumento de gasto de géneros nacionales, y de la otra la
destrucción total de uno o dos ramos preciosos de industria que también son muy
nacionales, y de que depende a subsistencia y bien estar de más de doscientas
mil almas, parece demasiado obvio de qué lado estaría la mayor pérdida, para
exigir una disertación muy difusa a fin de manifestarlo.
Anticipa el Consulado la respuesta que se dará por algunos
a estas objeciones, y es, que siendo los hombres naturalmente amigos del ocio,
y prefiriéndolo al trabajo, es preciso para hacerlos industriosos que sientan
los estímulos de la necesidad, o de algún otro grande interés personal; esto es
una verdad; pero no aplicable al caso presente. En estas islas hay industria:
ella es la que produce los dos citados ramos de comercio mediante éstos, se
compran a los extranjeros las cosas que se necesitan, y que no podrían
obtenerse en España por el mismo camino. El tráfico, pues, de estas islas con
la mayor parte de los países extranjeros, es un cambio de industria. Las islas
Canarias permutan la suya con los únicos países con que es posible verificarlo.
Restringido su comercio a la península sola, seria menester abandonar la
industria actual, y sostituirle otra capaz de producir los equivalentes a los
productos que se traxeran de allí, o establecer aquí mismo talleres que
satisfacieran a las necesidades de estos habitantes.
1821 Febrero 23.
Fue adquirido por el gobierno de
la metrópoli el edificio donde sería ubicado el cuartel de las tropas estolas
denominado de Los Reyes, en la ciudad de Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de
Gran Canaria).
Tiene una superficie de 432,90 m2 de los cuales
340,90 están edificados en una planta y 371,15 con dos, situado en la calle de
su nombre, lindando al Norte con casas de los Herederos del Conde de la Vega Grande de
Guadalupe, al Este con la calle de los Reyes Católicos; al Sur con la calle de
Garciatello y al Oeste con casas de los Herederos del mencionado Conde; este
edificio fue adquirido por el Estado según escritura otorgada ante el Notario
D. Pedro Chomás el 23 de Febrero de 1821, estando inscrito en el Registro de la Propiedad el 5 de Marzo
de 1901 al folio 153 del tomo 920, finca 6306, inscripción la, y se adquirió
para alojar fuerzas de Artillería llegando a estar con el tiempo en estado
ruinoso por cuyo motivo se propuso su venta en pública subasta que quedó desierta.
Sirvió luego de alojamiento a fuerzas de Caballería y en la actualidad
convenientemente restaurado, se dedica a oficinas de la Caja de Reclutas y Centro de
Movilización.
1821 Abril 16.
Debido sin duda a la poca defensa
que prestaba la escollera en esta fecha,
un temporal destruyó de nuevo el martillo del muelle de Añazu (Santa
Cruz), que se reparó en 1824 bajo la dirección del Comandante del Real Cuerpo
de Ingenieros Don Diego José de Tolosa y del Campo, quien hizo construir la
grada del martillo y la explanada en que se asentaba el antiguo pescante.
1821 Septiembre 30.
Era entonces en Santa Cruz
alcalde de primera elección el laborioso e inteligente patricio don Matías del
Castillo Iriarte, ligado por estrechos vínculos de amistad con el procurador síndico
don José Murphy, fervoroso patrocinador de los intereses de aquel pueblo.
Cuando llegó el momento en que la comisión encargada por las Cortes españolas
de presentar informe sobre la división territorial, el don José, en nombre del
municipio de Santa Cruz, redactó y entregó en secretaría una solicitud en la
que principiaba por rechazar la designación de capital que se deseaba para La Laguna, por ser contraria,
decía, a la posesión en que se hallaba Santa Cruz, y luego añadía: "Es
constante y consiguiente a lo que queda expuesto que en el primero de dichos
pueblos (Santa Cruz) residen el jefe superior político, la diputación
provincial, el capitán general y todo lo que es anexo a su encargo, intendente,
juzgado de alzada, junta superior de sanidad y administración principal de
correos; en fin, todo menos el tribunal de la Audiencia territorial
que está en la ciudad de Las Palmas en la isla de Gran canaria. En cuanto a
catedrales, es preciso advertir que la más antigua está también en la ciudad de
Las Palmas, y la más moderna, que no tiene todavía dos años de fecha -pues se
instaló afines de 1819 y no se le ha nombrado su primer obispo-, fue puesta en La Laguna porque el señor
Bencomo, que tuvo la principal parte en este establecimiento, tuvo también muy
particular empeño en que se erigiese en el pueblo donde había nacido y vivido
mucho tiempo, que es el expresado de La Laguna". Después de otras consideraciones,
añade: "Está la villa de Santa Cruz situada en el principal puerto de mar
de las Islas Canarias; es el pueblo de más comercio y concurrencia, el más
central de toda la provincia y sus relaciones son constantes y estrechas con
toda ella. La población es de las más bellas, no sólo de las islas, sino que en
esta parte puede competir con muchos pueblos de nota de Europa; es el único que
en Canarias ofrece verdaderas comodidades a los forasteros y extranjeros,
porque por lo mismo que es el más concurrido, presenta los alicientes
necesarios para el establecimiento de posadas o fondas, que allí solamente hay
que merezcan el nombre en toda la extensión de la palabra; y en cuanto a
vecindario, ninguno otro tiene más dentro de su casco, y si por ventura hay
alguno que en esto le exceda algo será la ciudad de Las Palmas de la Gran Canaria.
(A.Millares t.4. 1977)
1821 Octubre 5.
Una de las pocas ocasiones en que
las Islas Canarias han visto en tiempos modernos turbada su tranquilidad, fue
en los años de 1808 y 1809, en que, con motivo de la invasión de los franceses
en la metrópoli y sucesos que se siguieron, quiso La Laguna erigirse en capital
del Archipiélago, como lo pretende ahora.
Entonces hubo un cisma político
en la colonia, separándose la isla de Gran Canaria, cuya ciudad, llamada Las
Palmas, en donde reside la
Audiencia y está la más antigua catedral, nunca ha dejado de
titularse capital de la provincia a que aquella isla da el nombre... Si La Laguna conserva siempre a
Santa Cruz, su rivalidad y su tirria ha sido siempre impotente para turbar el
orden y sosiego públicos, menos cuando ha encontrado acogida y apoyo en sus
proyectos de ambición, y concluye el señor Murphy pidiendo a las Cortes
mantengan en su rango de capital al pueblo que representaba, desechando los
proyectos de la comisión.
Presentado el informe en el
congreso principió su discusión el 5 de octubre de 1821, continuando en los
días 8, 12 y 19. Decía dicho informe que se presentaba a La Laguna como capital por ser
la que ejercía aquel rango en Tenerife, informe que fue desde luego desechado.
En otro segundo que le siguió, se pretendía que las Cortes españolas declarasen
que sería capital aquel pueblo que el congreso designara en lo sucesivo.
proposición que nada resolvía, por lo que sus autores la adicionaron
estableciendo que “subsistiesen las autoridades tanto militares como políticas
en los mismos puntos en que se hallaban, mientras la cuestión se decidía”.
También este dictamen se desechó
como vago e indeterminado, y entonces fue cuando el diputado Giraldo presentó
la siguiente proposición: "Pido se declare capital de Canarias la ciudad
de Las Palmas". Las Cortes no permitieron su discusión y mandaron que el
expediente volviese a los comisionados encargados del dictamen, para que füe el
pueblo que se considere más apto para establecer la capital.
En sesión del 8 de octubre, había
dicho el señor Cabezas "que para hacer capital a Las Palmas se había sin
duda tenido en cuenta que aquella isla es una de las mayores y que está situada
en el centro del terreno que ocupa con corta diferencia la de Tenerife". y
en la misma sesión, don Manuel López añadió "que no se hablase de
centralidad, pues si Santa Cruz estaba más cerca de La Palma, La Gomera y El Hierro, Las
Palmas lo estaba de Lanzarote y Fuerteventura". Por último, la comisión,
en sesión del 19 (octubre), presentó la propoción siguiente: "La comisión
propone para capital de las Islas Canarias a Santa Cruz de Tenerife".
La discusión se empeñó de nuevo y
con más ahinco, aunque desgraciadamente entre personas que desconocían la
situación del Archipiélago y sus necesidades, dominando casi por completo el
espíritu de partido y el deseo de pronunciar elegantes discursos. No faltó
quien, por defender a Las Palmas, lanzara al pueblo de Santa Cruz
calificaciones ofensivas, y no faltó tampoco quien, por otra parte, atacara a
Las Palmas afirmando, entre otras cosas, que era una isla inabordable,
entregada a los vientos y al furor de las olas, que se hallaba situada al
extremo del grupo confinando con el cabo de Bojador .
Sea como fuere, la proposición
fue aprobada por el congreso y Las Palmas y La Laguna se encontraron, sin
esperarlo, desposeídas por una rival improvisada de un título a que ambas con
mayor o menor razón creían tener derecho. La ley se publicó el 27 de enero de
1822, conteniendo con relación a esta provincia el párrafo siguiente: Canarias.
Ca-
pital. Santa Cruz de Tenerife.
Población. 213.108 almas. Diputados. tres.
En el mismo día se votó por las
Cortes la organización militar del territorio, dividiéndolo en trece capitanías
gernerales, de las cuales fue la última la de Canarias, designándose también
como capital a la misma villa de Santa Cruz.
Contribuyó poderosamente al
triunfo obtenido por esta población un informe del jefe político, remitido a
Madrid en tiempo oportuno y en el cual se afirmaba por este funcionario que la
diputación provincial debía permanecer en aquella villa, pues de este modo se
evitaban novedades peligrosas sin beneficio alguno para los intereses generales
del país. En esta ocasión tan crítica recogió Santa Cruz el premio de su
constancia y sagacidad, dejando burladas las fundadas esperanzas de sus dos
poderosas rivales.
La actividad de su nuevo
ayuntamiento, compuesto de personas libres de todo compromiso, de ideas
liberales y apasionadas por el engrandecimiento de su población, venció las
influencias y el poder de La
Laguna y los antiguos títulos que ostentaba Las Palmas,
comprobados con el consentimiento unánime de nuestros cronistas e historiadores
se llamaban siempre a esta última ciudad la capital de las Canarias.
La lucha, pues, continuó con
terrible empeño entre las tres poblaciones contendientes, infundiendo a las dos
vencidas cierta secreta esperanza el convencimiento de que, aquella división
territorial, desaparecería con una Constitución que sólo era aceptada por la
parte ilustrada pero menos numerosa de la monarquía. (A.Millares t.4, 1977)
1821 Octubre 22. Las negociaciones del criollo José Murphy en la metrópoli, tienen como
resultado el nombramiento de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife), como
capital de la colonia de Canarias.
1821. Noviembre 30. El
Comandante General de Canarias. Juan J. Ordovas, se dirigió al Secretario
de Estado y del Despacho de la Guerra en términos desoladores. Un bergantín
insurgente había apresado días atrás, en el Norte de Gran Canaria,
"tres buques del tráfico interior de esta Provincia, con los que aportó
y fondeó en la rada llamada de Arguineguín el día 1° del corriente; su
tripulación, según noticias de los paisanos prisioneros, consistía
en 80 o 90 hombres, que saltando en tierra ; proveyeron de aguas y
carnes, para regresar al parecer a la Isla de la Margarita, de
donde eran procedentes" .
El resto del
citado informe del Capitán General Ordovás se desarrolla en los
siguientes términos:
"La frecuencia y costumbre con que los
corsarios surcan estos mares, y se dirigen a aquel paraje, me obligaron a tomar
las medidas más eficaces para privarles de aquellos recursos, mas ya sea por
éste motivo, o por que la ambición y deseos de ejercer toda clase de
atrocidades le es más natural al que nuevamente se ha presentado, perteneciente
a la llamada República de Colombia (según se demuestra por los adjuntos
documentos que me ha dirigido), es indudable que no obstante la debilidad de su
Buque, montado con 6 piezas de a 8, 2 de a 12 y 1 de a 16 puesta en
colisa, nos ha constituido en un riguroso Bloqueo, impidiendo la entrada y
salida de todo Buque Español, reconociendo y apresando a unos, e
incendiando a otros sin perdonar a los Barcos Costeros; de forma que esta
fatalidad junto con no haber llovido en el transcurso de más
de 9 meses, ni tampoco ser las producciones de esta Isla suficientes para
mantener una tercera parte de su población, aún en años felices, ha
hecho aumentar el precio en los artículos de primera necesidad, presentando
la idea más horrorosa si dentro de poco tiempo no se acude a su remedio.
Este
comercio falto de recursos se halla en la mayor consternación al verse
privado de dar salida a sus vinos, único ramo que le proporciona algunas
ventajas, y lleno de justos temores, no se atreve ni aun a las más pequeñas expediciones,
pues tienen una seguridad positiva de que han de ser víctimas de esta
clase de enemigos.
Las
remesas de efectos y dinero que los naturales de estas Islas, establecidos en
nuestras Américas hacían anualmente para el socorro de sus familias,
van desapareciendo, y habiendo sido hasta la presente la parte más principal de
la riqueza de esta Provincia, es consiguiente que marcha a su mayor
decadencia. Por cuyas razones las entradas en Tesorería del ramo de Aduanas van
disminuyéndose de día en día, porque sólo se recaudan los derechos de
los pocos Barcos Extranjeros que tocan en estos Puertos; y como la pobreza
de estos naturales es la más lastimosa y no circula el numerario, no pueden,
o pagan nial las contribuciones, que se les hacen tanto más gravosas
cuanto 110 estaban acostumbrados a ellas, y como tampoco se ha remitido el papel sellado
faltan todos los resortes que debían formar los ingresos, por lo que rio
debe tardar mucho en verse desatendidas las principales obligaciones de esta
Provincia.
La
fuerza militar compuesta de los Cuerpos de Milicias Provinciales, la tengo
reducida a menos de la precisa, y aun así no se les satisface más que el haber
para su manutención, pagando del mismo el entretenimiento de las prendas de
vestuario, debidas a la generosidad de algunos habitantes que contribuyeron
voluntariamente para ellas al llegar yo a esta Provincia.
No
se oyen sino clamores y miserias, y si S.M. no se digna destinar un buque de
Guerra que deje expeditos los mares que forman la división de estas
Islas, veo como segura la desolación más completa. Yo no encuentro recursos
para ocurrir a estos males, el comercio no está en estado de hacer un esfuerzo
porque se vé arruinado, el Consulado carece de fondos, y así todos esperan el
remedio de S.M. a quien Suplico tenga V.E. la bondad de hacerlo
presente, para que convencido de la triste situación en que se hallan estos
terrenos se sirva si lo tiene a bien acceder a mi solicitud, o determinar lo que fuere
de su Rl. agrado".
El
Secretario de la Guerra
contestó al Comandante General de Canarias el 27 de abril de
1822, asegurándole que había dado traslado de su petición al responsable
del despacho de Marina, y le pedía que hiciera todo lo posible por su parte.
Pero,
llegados a este punto, no puede abordarse el problema de la defensa de Canarias
sin tener en cuenta, al menos, dos cuestiones importantes. En primer lugar,
el cambio político operado en la
Metrópoli por la vía del pronunciamiento del general Riego en
Cabezas de San Juan, contribuye a dar una dimensión de debate público al
tema; y. en segundo término, se va a operar un giro, como acabamos de
apreciar, en el acoso insurgente al Archipiélago. Ahora los enemigos tendrán
como punto de origen fundamental la Gran Colombia.
Una serie de concausas decide al
gobierno de Buenos Aires, mediante un decreto del 6 de octubre de 1821, a poner fin al
sistema del corso. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1822.
Siguiendo
esta misma costa más al E. del Puerto de Naos (Arrecife-Lanzarote), existe una
curiosidad de valor, merced a la indolencia de estos naturales. A saber: unos
grandes trozos de mármol blanco medios enterrados en la arena, y es
tradición en la isla haber sido cargamento de cierta embarcación que
se fue a pique en aquel paraje. D". Felipe Ravina cónsul sardo de Sm.
Cruz sacó algunos de estos mármoles en 1822, y los remitió a Inglaterra.
Ninguna dificultad había para que en nuestra provincia sirviesen de
magnificencia de una iglesia o de cualquiera obra pública. (J.
Álvarez Rixo, 1982:76)
1822. Santa Lucía, Tamaránt (G.
Canaria). Se promueven disturbios al impedirse enterramientos en el cementerio
parroquial.
1822.
Teror-Arucas y Firgas, Tamaránt
(G.Canaria). Motín suscitado por el reparto que el Ayuntamiento de Moya
trataba de hacer la Montaña
de Doramas.
1822. Teror-Arucas y Firgas, Tamaránt (G. Canaria). Contra la data de don Juan Laguna y las roturaciones que se estaban haciendo la Montaña de Doramas.
1822.
Diciembre. En la playa de San Felipe, Puerto en Puerto Mequínez, naufragó,
hundiéndose, un bergantín-goleta
Americano, logrando salvarse la tripulación y parte de la carga.
1822 Septiembre 6.
Nace en Eguerew (La Laguna) el criollo Eugenio
Domínguez. Dedicado al estudio de la
música pasó a Madrid (España) en cuyo conservatorio ingresó. En aquella capital
de la metrópoli compuso una Salve a dos coros y otras varias obras de mérito,
que fueron ejecutadas con grande aplauso por aquellas orquestas. Aconsejado por
algunos amigos decidió inscribirse en el conservatorio de Nápoles, dirigido por
Mercadante. Sus progresos fueron tanto más rápidos cuanto que sus conocimientos
eran ya muy extensos y prácticos. Allí escribió varias composiciones que
presagiaban un autor de gran porvenir, hasta que desgraciadamente una
enfermedad de pecho le obligó a volver a Canarias, siendo tan rápida su
dolencia que tuvo que detenerse en Cádiz, desde donde se le trasladó a Puerto
Real, muriendo allí en la noche de 1º de diciembre de 1846.
1822 Diciembre 19. Una nueva sublevación de los vecinos de Arucas,
Firgas y Teror que ocasionan distintos destrozos e incendios en algunas
haciendas de colonos en Moya, en Tamaránt (Gran Canaria). Antes de retirarse,
una parte de los sublevados se acercó hasta las inmediaciones del lugar de Moya
con la intención de coger los papeles de su Ayuntamiento. Unos días más tarde,
el tumulto vuelve a reproducirse con el objetivo de «venir sobre el lugar de
Moya, según parece, con la intención de destruirlo», efectuar un deslinde de la Montaña y considerar como
baldíos todos los terrenos repartidos con anterioridad.
1823.
Agüimes-Ingenio, Tamaránt (G. Canaria). La imposición de un juez de Letras, del
partido de Telde, cuyo sueldo deben pagar los vecinos mediante contribuciones,
dio lugar al alzamiento.
1823.
Con la vuelta del absolutismo en España y sus colonias se restaura gran parte
del convento de Los Santos Reyes en Hipalán (San Sebastián) isla de La Gomera.
1823. Entre las autoridades de la metrópoli en la colonia existió
la preocupación de que los conflictos se generalizasen, pues se temía que
cuando un pueblo tenía problemas los demás hacían causa común con él. Incluso
las noticias sobre lo sucedido en una isla llegaban con cierta rapidez a las
otras y lo mismo ocurría con los distintos pueblos, siendo frecuente el envío
de delegados al pueblo en conflicto con el fin de obtener información sobre la
organización y objetivos del motín. Sólo el motín de septiembre de 1823 en el
que por distinto motivo se unen los pueblos del Norte y del Sur de la isla de
Tamaránt (Gran Canaria) adquiere el carácter de un movimiento generalizado,
aunque no organizado como lo demuestra la rapidez con que fue reprimido por las
fuerzas de ocupación españolas en Canarias.
1823. Pájara-Bentancuria, Erbania (Fuerteventura). Los vecinos se
niegan a pagar las contribuciones de exportación en la playa del jurado.
1823. Acosado, el
régimen liberal en la metrópoli por la conspiración absolutista, intenta
promover al máximo una política de reparto de tierras que diese apoyo popular
al Gobierno constitucional. El retraso en la elaboración y aprobación de los
repartos de tierras implicó que en la mayor parte de los casos los expedientes
de repartimiento quedasen bloqueados una vez que la vuelta al absolutismo
determinó la abolición de todas las medidas dictadas por las autoridades
constitucionales. De hecho, la política de la Diputación Canaria respecto a la
de baldíos que habían realizado los
grandes propietarios, como sucedió en el pleito que mantenían los vecinos de
Titoreygatra (Lanzarote) contra la concesión de la isla de la Graciosa a favor
de D. Francisco de la Cruz Guerra, o con el pleito antiguo que mantenían los
vecinos de la Gomera contra la casa feudal condal por la posesión de las
tierras públicas de la isla. Por otra parte, la distribución de baldíos tendía
a generar conflictos de jurisdicción entre pueblos limítrofes, que por primera
vez tienen reconocido un ámbito territorial propio, aunque poco preciso por
falta de delimitación de términos municipales.
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