viernes, 3 de enero de 2014

CAPÍTULO XLIII-I






EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1821-1830

CAPÍTULO XLIII-I



Eduardo Pedro García Rodríguez

1821.
A fines del año 1821, Dn. Antonio G. Bermudez y Dn. Ginés de Castro y Álvarez, (vecinos de Arrecife de Lanzarote) remataron una balandrita inglesa encallada aque­llos días allí, la cual cargaron con 300 y más pasajeros y despacharon al año siguiente para Montevideo. Pero siendo tan excesivo el núme­ro de gente para su cabida, no podían menearse, conociéndose a los pocos días que no podía navegarse así; y que para tanta chusma iba a faltar el agua. Acercáronse al África hacia Cabo Verde y el Senegal, contrajeron las calenturas, enfermaron y murieron a docenas, entre ellos el piloto Dn. Manuel de Torres. Y extraviados sin conocer su paradero, les halló, socorrió y condujo a la Guadalupe o Martinica una fragata de guerra francesa, desde cuyas islas pasaron a la de Puerto Rico los pocos escapados de la muerte.

Reclamó el gobierno francés cosa de diez mil pesos, importe del trabajo, gastos de hospitales, etc. Pero los dueños de la expedición pensando que las habían con nuestros procuradores o escribanos que todo se enreda y es, échamela deberétela, se engañaron. Al percibir las evasiones, el ministro de la Marina francesa ocurrió a Fernando VII, directamente, y S. M. mandó perentoriamente pagar la suma, se embargaron los bienes mismos que se habían percibido en pago de fletes de los pasajeros y quedaron burlados los codiciosos empresa­rios de esta catástrofe. (J.A. Álvarez Rixo, 1982:167)

1821.
Se establece en el Puerto de Arrecife (Lanzarote) un retratista francés que vino bien a los que para dejar su retrato a su familia tenían que ir a Cana­ria o Tenerife. (J. Álvarez Rixo, 1982:120
1821. Un embate de mar deja al muelle de Añazu (Santa Cruz) en una situación ruinosa.
La crisis económica de la época una más de las habituales en esta colonia impidió ejecutar las reparaciones. Tres años después, en 1824, el ingeniero militar español Diego de Tolosa construyó la grada de martillo deshecha por el mar y la explanada en la que se encontraba el pescante.
1821.
En la Universidad de La Laguna-Tenerife. Como manuales usado para lógica y ética se usan los Elementa philosophiae de Francisco de Guevara, presbítero de Guanajuato; pero la explicación de las matemáticas se fun­da en el prolijo y poco claro Vallejo. La clase de física, bajo la dirección del doctor Saviñón, es la más adelantada con mucho, pues, además de que entre los estudiantes circulan las excelentes obras de Haüy, Biot y otros autores modernos, este catedrático dicta sus propios apuntes. Al mismo tiempo esta clase goza de la ventaja de poseer una muy buena colección de instrumentos de física, que fueron traídos de París en 1821. Según los actuales planes de estudio, la enseñanza de la jurisprudencia se organi­za, atendiendo a las diversas cátedras, de la siguiente manera: en el pri­mer curso, historia y elementos de derecho civil romano, según Heineccio. En el segundo curso, lo mismo. El manual para ambos son los Elementa inris civilis Romanorum de A. Vinnio. En el tercer curso, derecho español, usándose como manual las Ilustraciones del Derecho Real de España, de don Juan Sala. En cuarto curso, derecho canónico, siguiéndose el manual de Devoti titulado Institutiones canonicae. En quinto curso, se estudia el Pandectas y se utilizan los siguientes manuales: el Digesto Romano-his­pano, de don Juan Sala, el Tratado de vera Religione, de Luis Bayllí, y la Filosofía de la Elocuencia, de Capmany. En el sexto y séptimo cursos, se estudian algunos libros de la Novísima Recopilación de Leyes, utilizándo­se como manual el citado libro de Sala, y la Práctica forense, de Febrero. Sin embargo, como no hay suficientes alumnos para todas estas clases, sólo se imparten las siguientes: el primer curso, con seis alumnos y al cuidado del licenciado y catedrático Juan Botas, un jurista con amplios conocimientos en la especialidad de derecho civil; el segundo curso, con ocho alumnos y bajo la dirección de don Domingo Mora, muy buen latinista y jurista experimentado; el cuarto curso, con 6 alumnos a los que enseña el doctor José Martinón, el mejor profesor de derecho canónico en la pro­vincia; y el séptimo curso, con siete alumnos y al cuidado del doctor José Antonio Morales. La carrera de teología debe abarcar, según su plan de estudios, siete cursos académicos; pero hasta ahora existen sólo cátedras para el primer curso. Los catedráticos son los doctores Isidoro Rivero y Antonio Porlier, los cuales, sin embargo, cuentan con pocos alumnos.

Para ser admitidos como estudiantes en la Universidad, los alum­nos deben tener, al menos, doce años y haber aprendido a leer, escribir y contar en una de las escuelas primarias. El traje de los estudiantes, cuyo número alcanza entre 100 y 120, no tiene nada de extraordinario; consta de ropa negra, una larga capa negra y un sombrero de tres picos. No se les permite portar armas y las peleas entre ellos son muy raras.

El único círculo literario que existe en las Islas son las Sociedades Económicas de Amigos del País de Tenerife y Gran Canaria, fundadas, en 1777, en La Laguna y Las Palmas, que proceden de la fundada en Madrid y tienen las mismas normas y estatutos que la de Madrid. Su principal objetivo consiste en animar y estimular la industriosidad del pueblo, para contri­buir al bien común mediante la expansión de conocimientos útiles. Ade­más, solían dar a conocer, anualmente, sus gestiones y celebrar concursos para premiar trabajos; sin embargo, desde la muerte del historiador don José Viera, que era uno de sus miembros más diligentes, su actividad ha decaído mucho.

Entre las bibliotecas públicas, la más importante es la de la Univer­sidad, aunque no cuenta con más de 2.000 volúmenes y está compuesta de varias colecciones pequeñas, habiendo sido, en parte, adquirida y, en parte, donada a la institución por algunos protectores de la misma. Posee algunas obras excelentes en el ámbito de las ciencias naturales, aunque la gran mayoría de sus libros son de contenido teológico. Además de esto, en La Laguna y Las Palmas están también abiertas al público las biblio­tecas de los dos cabildos catedralicios y de los dos conventos de los domi­nicos, pero son tan poco significativas como los restos de las bibliotecas que se encuentran, de vez en cuando, sepultados en algunos conventos, y los cuales sólo contienen, en su mayor parte, obras de los Padres de la Iglesia y trabajos sobre teología y filosofía escolástica. De bibliotecas pri­vadas, la más selecta es la del marqués de Villanueva del Prado, en La Laguna, la cual, además de las mejores obras de los antiguos clásicos, comprende también las de los mejores escritores modernos, especialmen­te los franceses, alcanzando los cuatro mil volúmenes. Sin embargo, entre los pueblos que aspiran a ser civilizados, es difícil encontrar un sitio don­de haya tan pocos libros en las casas y menos gusto por la lectura que en Canarias. Y, por otra parte, si existiera tal gusto por la lectura, al amante de los libros le sería muy difícil satisfacerlo, pues el comercio de libros, esa actividad imprescindible para la formación intelectual, es algo total­mente desconocido en las Islas. Como si viviéramos todavía en la época inmediatamente posterior a la invención de la imprenta, se encuentran casi tantos ejemplares manuscritos como impresos de los antiguos escri­tores españoles; es más, los libros se consideran aquí como una suerte de contrabando que nadie desea poseer en gran cantidad, y mucho menos hacerlo circular. En casi todas las iglesias de los pueblos hay carteles en los que se advierte contra determinados libros y, en 1829, el obispo de Tenerife remitió una larga carta pastoral de setenta páginas sobre doctri­nas y libros peligrosos, en la que promete un catálogo completo de escri­tos prohibidos, aunque, al final, no lo ha publicado. Importar libros del extranjero conlleva, pues, grandes dificultades. Desde la supresión de la Inquisición, a la que se había encomendado la censura, los libros, al lle­gar a la aduana, son entregados a un clérigo especialmente designado por el obispo, para que los examine; y, si éste cree encontrar en ellos pos­tulados o principios contrarios al Estado, a la Iglesia Católica o a la mo­ral, quedan confiscados inmediatamente. Con menos rigor se procedía en los momentos en que estuvo vigente la Constitución, pues, entonces, el clero había perdido transitoriamente su enorme influencia, y no se atre­vía a exigir sus antiguos derechos, con lo que los libros prohibidos pudie­ron entrar por vez primera en las Islas. Francia enviaba, además de un montón de libros obscenos de lo más descarado de su literatura, las obras de los enciclopedistas y los revolucionarios. Y no resulta ninguna sorpre­sa que la juventud se lance con avidez sobre estas lecturas, que única­mente sirven para echarla a perder. Ciertamente, este tipo de lecturas ha contribuido bastante a la inmoralidad y al desprecio hacia todo lo sagra­do, que, hace algunos años, y especialmente entre los estudiantes, eran de buen gusto y de lo cual se encuentra, todavía hoy, algún rastro; sin embargo, gracias al desconocimiento que la mayoría de la gente tiene de la lengua francesa, puede esperarse que este mal no haya echado profun­das raíces en el pueblo.

Tan raros como los libros son las revistas y los periódicos: en efecto, en las Islas no se edita ni un solo diario. El oráculo del pueblo es la Gaceta de Madrid, de la cual circulan una docena de ejemplares entre los funcio­narios y los politicastros del Archipiélago. También han podido entrar, sin problemas hasta ahora, periódicos ingleses, que, sobre todo, leen los comerciantes. La única imprenta de las Islas es la de la Universidad de La Laguna, que se sirve de caracteres vaciados en Madrid, pero que se utiliza más para imprimir tratados breves, programas y escritos ocasio­nales que para obras de contenido más amplio.  Entre las instituciones científicas merece especial mención el Jar­dín botánico fundado, en una colina del Puerto de La Orotava, por el mar­qués de Villanueva del Prado, por cuya cuenta corrieron sus considera­bles costes. La idea que lo movió a la creación de este hermoso parque fue la de cultivar en él las principales plantas tropicales y, mediante su acli­matación a un clima más suave, hacerlas más apropiadas para transplantarlas en Europa. Y difícilmente podría haberse hallado para la rea­lización de este proyecto un lugar más conveniente que el Valle de La Orotava. Pues este Valle, protegido por altas montañas y bañado por mu­chas fuentes, une a las ventajas de su situación geográfica un suelo ex­traordinariamente fértil. El jardín, organizado con esmero, hacía prome­térselas felices a los botánicos, cuando su fundador tuvo la desgraciada idea de regalarlo al Gobierno español. Durante los disturbios de la revo­lución no se pudo hacer nada por su mantenimiento; ahora todos parecen haberse desentendido de él, pues sus terrenos se usan sólo para cultivar coles y papas. El amante de la naturaleza, que solía pasear a la sombra de los majestuosos árboles de este jardín, encuentra ahora sólo unas po­cas plantas exóticas y se queja con razón de que este abandono ha resul­tado una gran pérdida para la ciencia.
 (En: Mac-Gregor, [1831] 2005:180-181)

La época de mayor actividad y esplendor del puerto de Santa Cruz fue el periodo de más o menos cien años que abarca desde 1848 hasta 1950. Durante ese tiempo, el puerto se convirtió definitivamente en el principal eje económico no sólo de la ciudad sino de la isla, observándose en él una actividad como nunca antes se había conocido. Las causas fueron muchas y variadas.
La situación estratégica de las Islas Canarias dentro de las rutas marítimas internacionales, en el esquema general de la política colonialista de las potencias europeas en la segunda mitad del siglo XIX. Países como España, Francia, Bélgica y Gran Bretaña utilizaron nuestros puertos como punto de parada y fonda a la hora de transitar en sus caminos hacia sus colonias en  ultramar. El puerto de Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) se convirtió en lugar de abastecimiento, instalándose compañías coloniales europeas para el mejor control de sus intereses, lo que alentó un gran dinamismo económico para la pequeña burguesía dependiente.
A medida que avanza el siglo XIX el muelle había quedado mermado en su capacidad para acoger el aumento del tráfico y del comercio. En 1845 la Junta de Comercio local encargó al técnico de obras públicas Pedro Maffiotte, conocedor de las nuevas técnicas en el corte de prismas para la escollera, la formación de un nuevo dique más seguro.
1821. Un bergantín con patente de corso de los independentistas venezolanos fondeó, en Arguineguín, para hacer agua tras haber capturado a tres barcos por el barlovento de la Isla. Por el mismo tiempo, esta vez por la playa de La Aldea, fue rechazada una nueva invasión de corsarios ingleses, como así lo contaron testigos de la época, en 1778, sin precisar fecha aunque es probable la de 1743 a 1745.
1821. la corona española da un giro a su política tradicional para con la colonia de Canarias y promulga los Nuevos Aranceles de Aduanas que igualaban el tratamiento económico y fiscal canario al de la metrópoli. Esto supuso un gran golpe económico para la burguesía dependiente de islas que aún no habían salido de la crisis anterior. También se crea una Diputación en Canarias igual a las diputaciones de la metrópoli. La clase dirigente criolla canaria se movilizó y a la cabeza estuvo José Murphy, pero los logros fueron insignificantes. El resultado fue la quiebra de la economía en la colonia de Canarias. Esta quiebra condujo a que años más tarde se alcanzara la mayor tasa de flujo migratorio legal. La más alta de toda la historia demográfica de la colonia.

Mientras tanto, en la metrópoli, comienza el llamado trienio liberal. En 1823 Regresa al trono Fernando VII dejando la constitución en suspenso y se inicia otro periodo de desamortización para paliar los gastos de la guerra de independencia de los españoles. Los años 1826 y 1827 son años de crisis económica, en 1830 tiene lugar la pragmática sanción del rey español Fernando VII que permitiría que su hija Isabel fuese reina.
 1821. El convento de los Santos Reyes en Hipalám (San Sebastián) isla de La Gomera es inventariado con el fin de clausurarlo y se cierra el de San Pedro en Hermigua en virtud de la 1ª desamortización.
1821. En pleno siglo XIX el Atlántico sigue sin perdonar. Un nuevo embate, deja al muelle de Santa Cruz en una situación ruinosa. La crisis económica de la isla impidió ejecutar las reparaciones. Tres años después, en 1824, el ingeniero militar del ejército de ocupación español Diego de Tolosa construyó la grada de martillo deshecha por el mar y la explanada en la que se encontraba el pescante.
La época de mayor actividad y esplendor del puerto de Añazu (Santa Cruz) fue el periodo de más o menos cien años que abarca desde 1848 hasta 1950. Durante ese tiempo, el puerto se convirtió definitivamente en el principal eje económico no sólo de la ciudad sino de la isla, observándose en él una actividad como nunca antes se había conocido. Las causas fueron muchas y variadas:  El comercio de la cochinilla: Debido al auge de este comercio, Santa Cruz de Tenerife durante las décadas de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo experimentó una buena coyuntura económica, favorecida por la ley de Puertos Francos de 1852 y las   Rutas coloniales: La situación estratégica de las Islas Canarias dentro de las rutas marítimas internacionales, en el esquema general de la política colonialista de las potencias europeas en la segunda mitad del siglo XIX. Países como Francia, Bélgica,  Gran Bretaña y España utilizaron nuestros puertos como punto de parada y fonda a la hora de transitar en sus caminos hacia sus posesiones de ultramar. El puerto de Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) se convirtió en lugar de abastecimiento, instalándose compañías europeas para el mejor control de sus intereses, lo que alentó un gran dinamismo económico colonial.
1821. El criollo José Murphi y Meade hace la presentación de los aranceles de aduanas “Prescindamos, pues, para ver si estamos en este último caso de todos los eventuales a que se ha aludido propios para entorpecer las comunicaciones de estas islas con la península: imaginemos que todo ha de ser propicio en quanto a cosechas, y que estaremos libres de aquellos mil incidentes adversos e imprevistos, de los que rara vez dexa alguno de atravesarse, a contrariar los más bien formados planes; y supongamos aún que ha cesado la guerra actual que subsiste con los disidentes de la América y que tantos daños ha causado: que se pudiera ir y venir de España con la facilidad y prontitud que se va desde Ceuta, o aunque digamos de las islas Baleares; y que en fin, desde la península pudieran surtirse estas islas de todos los géneros de absoluta necesidad y de los renglones de subsistencia que indispensablemente han de menester: supóngase todo esto, y, sin embargo, es bien cierto, que no se evitaría la ruina del comercio de los vinos, y que por lo mismo se atravesaría en mucho el de la barrilla: porque, ni uno ni otro renglón que en España abundan, podrían servir para pagar lo que de allí se trajera ¿con qué, pues, satisfarían estas islas por lo que sacaran de España? Con dinero no podría ser, porque como este signo no entra por lo general en un país sino como representante de los frutos o manufacturas sobrantes de él, que se han estraído; y los que de aquí se sacan no podrían venderse sin gravísimo quebranto, si hubiera de hacerse la venta de modo a que refluyera aquí o en la península su producto en numerario, y no en mercancías, resulta que ni tendríamos éstas, ni tendríamos dinero, ni sobrantes en frutos, por que a tener los últimos sólo estimula la certeza de que sirvan para proporcionar las cosas de que se carece: y no pudiendo servir los vinos sobrantes para venderse por dinero en los países a donde principalmente se llevan, y e donde ahora se expenden, porque se toman por ellos unos efectos que está prohibido recibir; es claro, que no se hará más vino que el indispensable al limitado consumo a que lo reducirá el nuevo estado de cosas, y no se sabrá con que cubrir lo que venga de España, que ha de ser por lo mismo muy poco o nada el consumo de un país así empobrecido vendrá en verdad a ser insignificante, y puestas en la balanza de una parte las ventajas que el estado sacaría de este pequeño aumento de gasto de géneros nacionales, y de la otra la destrucción total de uno o dos ramos preciosos de industria que también son muy nacionales, y de que depende a subsistencia y bien estar de más de doscientas mil almas, parece demasiado obvio de qué lado estaría la mayor pérdida, para exigir una disertación muy difusa a fin de manifestarlo.
Anticipa el Consulado la respuesta que se dará por algunos a estas objeciones, y es, que siendo los hombres naturalmente amigos del ocio, y prefiriéndolo al trabajo, es preciso para hacerlos industriosos que sientan los estímulos de la necesidad, o de algún otro grande interés personal; esto es una verdad; pero no aplicable al caso presente. En estas islas hay industria: ella es la que produce los dos citados ramos de comercio mediante éstos, se compran a los extranjeros las cosas que se necesitan, y que no podrían obtenerse en España por el mismo camino. El tráfico, pues, de estas islas con la mayor parte de los países extranjeros, es un cambio de industria. Las islas Canarias permutan la suya con los únicos países con que es posible verificarlo. Restringido su comercio a la península sola, seria menester abandonar la industria actual, y sostituirle otra capaz de producir los equivalentes a los productos que se traxeran de allí, o establecer aquí mismo talleres que satisfacieran a las necesidades de estos habitantes.
1821 Febrero 23.
Fue adquirido por el gobierno de la metrópoli el edificio donde sería ubicado el cuartel de las tropas estolas denominado de Los Reyes, en la ciudad de Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria).

Tiene una superficie de 432,90 m2 de los cuales 340,90 están edificados en una planta y 371,15 con dos, situado en la calle de su nombre, lindando al Norte con casas de los Herederos del Conde de la Vega Grande de Guadalupe, al Este con la calle de los Reyes Católicos; al Sur con la calle de Garciatello y al Oeste con casas de los Herederos del mencionado Conde; este edificio fue adquirido por el Estado según escritura otorgada ante el Notario D. Pedro Chomás el 23 de Febrero de 1821, estando inscrito en el Registro de la Propiedad el 5 de Marzo de 1901 al folio 153 del tomo 920, finca 6306, inscripción la, y se adquirió para alojar fuerzas de Artillería llegando a estar con el tiempo en estado ruinoso por cuyo motivo se propuso su venta en pública subasta que quedó desierta. Sirvió luego de alojamiento a fuerzas de Caballería y en la actualidad convenientemente restaurado, se dedica a oficinas de la Caja de Reclutas y Centro de
Movilización.

1821 Abril 16.
Debido sin duda a la poca defensa que prestaba la escollera en esta fecha,  un temporal destruyó de nuevo el martillo del muelle de Añazu (Santa Cruz), que se reparó en 1824 bajo la dirección del Comandante del Real Cuerpo de Ingenieros Don Diego José de Tolosa y del Campo, quien hizo construir la grada del martillo y la explanada en que se asentaba el antiguo pescante.

1821 Septiembre 30.
Era entonces en Santa Cruz alcalde de primera elección el laborioso e inteligente patricio don Matías del Castillo Iriarte, ligado por estrechos vínculos de amistad con el procurador síndico don José Murphy, fervoroso patrocinador de los intereses de aquel pueblo. Cuando llegó el momento en que la comisión encargada por las Cortes españolas de presentar informe sobre la división territorial, el don José, en nombre del municipio de Santa Cruz, redactó y entregó en secretaría una solicitud en la que principiaba por rechazar la designación de capital que se deseaba para La Laguna, por ser contraria, decía, a la posesión en que se hallaba Santa Cruz, y luego añadía: "Es constante y consiguiente a lo que queda expuesto que en el primero de dichos pueblos (Santa Cruz) residen el jefe superior político, la diputación provincial, el capitán general y todo lo que es anexo a su encargo, intendente, juzgado de alzada, junta superior de sanidad y administración principal de correos; en fin, todo menos el tribunal de la Audiencia territorial que está en la ciudad de Las Palmas en la isla de Gran canaria. En cuanto a catedrales, es preciso advertir que la más antigua está también en la ciudad de Las Palmas, y la más moderna, que no tiene todavía dos años de fecha -pues se instaló afines de 1819 y no se le ha nombrado su primer obispo-, fue puesta en La Laguna porque el señor Bencomo, que tuvo la principal parte en este establecimiento, tuvo también muy particular empeño en que se erigiese en el pueblo donde había nacido y vivido mucho tiempo, que es el expresado de La Laguna". Después de otras consideraciones, añade: "Está la villa de Santa Cruz situada en el principal puerto de mar de las Islas Canarias; es el pueblo de más comercio y concurrencia, el más central de toda la provincia y sus relaciones son constantes y estrechas con toda ella. La población es de las más bellas, no sólo de las islas, sino que en esta parte puede competir con muchos pueblos de nota de Europa; es el único que en Canarias ofrece verdaderas comodidades a los forasteros y extranjeros, porque por lo mismo que es el más concurrido, presenta los alicientes necesarios para el establecimiento de posadas o fondas, que allí solamente hay que merezcan el nombre en toda la extensión de la palabra; y en cuanto a vecindario, ninguno otro tiene más dentro de su casco, y si por ventura hay alguno que en esto le exceda algo será la ciudad de Las Palmas de la Gran Canaria. (A.Millares t.4. 1977)

1821 Octubre 5.
Una de las pocas ocasiones en que las Islas Canarias han visto en tiempos modernos turbada su tranquilidad, fue en los años de 1808 y 1809, en que, con motivo de la invasión de los franceses en la metrópoli y sucesos que se siguieron, quiso La Laguna erigirse en capital del Archipiélago, como lo pretende ahora.

Entonces hubo un cisma político en la colonia, separándose la isla de Gran Canaria, cuya ciudad, llamada Las Palmas, en donde reside la Audiencia y está la más antigua catedral, nunca ha dejado de titularse capital de la provincia a que aquella isla da el nombre... Si La Laguna conserva siempre a Santa Cruz, su rivalidad y su tirria ha sido siempre impotente para turbar el orden y sosiego públicos, menos cuando ha encontrado acogida y apoyo en sus proyectos de ambición, y concluye el señor Murphy pidiendo a las Cortes mantengan en su rango de capital al pueblo que representaba, desechando los proyectos de la comisión.

Presentado el informe en el congreso principió su discusión el 5 de octubre de 1821, continuando en los días 8, 12 y 19. Decía dicho informe que se presentaba a La Laguna como capital por ser la que ejercía aquel rango en Tenerife, informe que fue desde luego desechado. En otro segundo que le siguió, se pretendía que las Cortes españolas declarasen que sería capital aquel pueblo que el congreso designara en lo sucesivo. proposición que nada resolvía, por lo que sus autores la adicionaron estableciendo que “subsistiesen las autoridades tanto militares como políticas en los mismos puntos en que se hallaban, mientras la cuestión se decidía”.

También este dictamen se desechó como vago e indeterminado, y entonces fue cuando el diputado Giraldo presentó la siguiente proposición: "Pido se declare capital de Canarias la ciudad de Las Palmas". Las Cortes no permitieron su discusión y mandaron que el expediente volviese a los comisionados encargados del dictamen, para que füe el pueblo que se considere más apto para establecer la capital.

En sesión del 8 de octubre, había dicho el señor Cabezas "que para hacer capital a Las Palmas se había sin duda tenido en cuenta que aquella isla es una de las mayores y que está situada en el centro del terreno que ocupa con corta diferencia la de Tenerife". y en la misma sesión, don Manuel López añadió "que no se hablase de centralidad, pues si Santa Cruz estaba más cerca de La Palma, La Gomera y El Hierro, Las Palmas lo estaba de Lanzarote y Fuerteventura". Por último, la comisión, en sesión del 19 (octubre), presentó la propoción siguiente: "La comisión propone para capital de las Islas Canarias a Santa Cruz de Tenerife".

La discusión se empeñó de nuevo y con más ahinco, aunque desgraciadamente entre personas que desconocían la situación del Archipiélago y sus necesidades, dominando casi por completo el espíritu de partido y el deseo de pronunciar elegantes discursos. No faltó quien, por defender a Las Palmas, lanzara al pueblo de Santa Cruz calificaciones ofensivas, y no faltó tampoco quien, por otra parte, atacara a Las Palmas afirmando, entre otras cosas, que era una isla inabordable, entregada a los vientos y al furor de las olas, que se hallaba situada al extremo del grupo confinando con el cabo de Bojador .

Sea como fuere, la proposición fue aprobada por el congreso y Las Palmas y La Laguna se encontraron, sin esperarlo, desposeídas por una rival improvisada de un título a que ambas con mayor o menor razón creían tener derecho. La ley se publicó el 27 de enero de 1822, conteniendo con relación a esta provincia el párrafo siguiente: Canarias. Ca-
pital. Santa Cruz de Tenerife. Población. 213.108 almas. Diputados. tres.

En el mismo día se votó por las Cortes la organización militar del territorio, dividiéndolo en trece capitanías gernerales, de las cuales fue la última la de Canarias, designándose también como capital a la misma villa de Santa Cruz.

Contribuyó poderosamente al triunfo obtenido por esta población un informe del jefe político, remitido a Madrid en tiempo oportuno y en el cual se afirmaba por este funcionario que la diputación provincial debía permanecer en aquella villa, pues de este modo se evitaban novedades peligrosas sin beneficio alguno para los intereses generales del país. En esta ocasión tan crítica recogió Santa Cruz el premio de su constancia y sagacidad, dejando burladas las fundadas esperanzas de sus dos poderosas rivales.

La actividad de su nuevo ayuntamiento, compuesto de personas libres de todo compromiso, de ideas liberales y apasionadas por el engrandecimiento de su población, venció las influencias y el poder de La Laguna y los antiguos títulos que ostentaba Las Palmas, comprobados con el consentimiento unánime de nuestros cronistas e historiadores se llamaban siempre a esta última ciudad la capital de las Canarias.

La lucha, pues, continuó con terrible empeño entre las tres poblaciones contendientes, infundiendo a las dos vencidas cierta secreta esperanza el convencimiento de que, aquella división territorial, desaparecería con una Constitución que sólo era aceptada por la parte ilustrada pero menos numerosa de la monarquía. (A.Millares t.4, 1977)
1821 Octubre 22. Las negociaciones del criollo  José Murphy en la metrópoli, tienen como resultado el nombramiento de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife), como capital de la colonia de Canarias.
1821. Noviembre 30. El Comandante General de Canarias. Juan J. Ordovas, se dirigió al Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra en términos desoladores. Un bergantín insurgente había apre­sado días atrás, en el Norte de Gran Canaria, "tres buques del tráfico interior de esta Provincia, con los que aportó y fondeó en la rada llamada de Arguineguín el día 1° del corriente; su tripulación, según noticias de los paisanos prisioneros, consistía en 80 o 90 hombres, que saltando en tierra ; proveyeron de aguas y carnes, para regresar al parecer a la Isla de la Margarita, de donde eran procedentes" .

El resto del citado informe del Capitán General Ordovás se desarrolla en los siguientes términos:
"La frecuencia y costumbre con que los corsarios surcan estos mares, y se dirigen a aquel paraje, me obligaron a tomar las medidas más eficaces para privarles de aquellos recursos, mas ya sea por éste motivo, o por que la ambición y deseos de ejercer toda clase de atrocidades le es más natural al que nuevamente se ha presentado, perteneciente a la llamada República de Colombia (según se demuestra por los adjuntos documentos que me ha dirigido), es indudable que no obstante la debilidad de su Buque, montado con 6 piezas de a 8, 2 de a 12 y 1 de a 16 puesta en colisa, nos ha constituido en un riguroso Bloqueo, impidiendo la entrada y salida de todo Buque Es­pañol, reconociendo y apresando a unos, e incendiando a otros sin perdonar a los Barcos Costeros; de forma que esta fatalidad junto con no haber llovido en el transcurso de más de 9 meses, ni tampoco ser las producciones de esta Isla suficientes para mantener una tercera parte de su población, aún en años felices, ha hecho aumentar el precio en los artículos de primera necesidad, presentando la idea más horrorosa si dentro de poco tiempo no se acude a su remedio.

Este comercio falto de recursos se halla en la mayor consternación al verse privado de dar salida a sus vinos, único ramo que le proporciona algunas ventajas, y lleno de justos temores, no se atreve ni aun a las más pequeñas expediciones, pues tienen una seguridad positiva de que han de ser víctimas de esta clase de enemigos.

Las remesas de efectos y dinero que los naturales de estas Islas, esta­blecidos en nuestras Américas hacían anualmente para el socorro de sus familias, van desapareciendo, y habiendo sido hasta la presente la parte más principal de la riqueza de esta Provincia, es consiguiente que marcha a su mayor decadencia. Por cuyas razones las entradas en Tesorería del ramo de Aduanas van disminuyéndose de día en día, porque sólo se recaudan los derechos de los pocos Barcos Extranjeros que tocan en estos Puertos; y como la pobreza de estos naturales es la más lastimosa y no circula el numerario, no pueden, o pagan nial las contribuciones, que se les hacen tanto más gravosas cuanto 110 estaban acostumbrados a ellas, y como tampoco se ha remitido el papel sellado faltan todos los resortes que debían formar los ingresos, por lo que rio debe tardar mucho en verse desatendidas las princi­pales obligaciones de esta Provincia.

La fuerza militar compuesta de los Cuerpos de Milicias Provinciales, la tengo reducida a menos de la precisa, y aun así no se les satisface más que el haber para su manutención, pagando del mismo el entretenimiento de las prendas de vestuario, debidas a la generosidad de algunos habitantes que contribuyeron voluntariamente para ellas al llegar yo a esta Provincia.

No se oyen sino clamores y miserias, y si S.M. no se digna destinar un buque de Guerra que deje expeditos los mares que forman la división de estas Islas, veo como segura la desolación más completa. Yo no encuentro recursos para ocurrir a estos males, el comercio no está en estado de hacer un esfuerzo porque se vé arruinado, el Consulado carece de fondos, y así todos esperan el remedio de S.M. a quien Suplico tenga V.E. la bondad de hacerlo presente, para que convencido de la triste situación en que se hallan estos terrenos se sirva si lo tiene a bien acceder a mi solicitud, o determinar lo que fuere de su Rl. agrado".
El Secretario de la Guerra contestó al Comandante General de Ca­narias el 27 de abril de 1822, asegurándole que había dado traslado de su petición al responsable del despacho de Marina, y le pedía que hiciera todo lo posible por su parte.

Pero, llegados a este punto, no puede abordarse el problema de la defensa de Canarias sin tener en cuenta, al menos, dos cuestiones impor­tantes. En primer lugar, el cambio político operado en la Metrópoli por la vía del pronunciamiento del general Riego en Cabezas de San Juan, con­tribuye a dar una dimensión de debate público al tema; y. en segundo término, se va a operar un giro, como acabamos de apreciar, en el acoso insurgente al Archipiélago. Ahora los enemigos tendrán como punto de origen fundamental la Gran Colombia.

Una serie de concausas decide al gobierno de Buenos Aires, mediante un decreto del 6 de octubre de 1821, a poner fin al sistema del corso. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)

1822.
Siguiendo esta misma costa más al E. del Puerto de Naos (Arrecife-Lanzarote), existe una curiosidad de valor, merced a la indolencia de estos naturales. A sa­ber: unos grandes trozos de mármol blanco medios enterrados en la are­na, y es tradición en la isla haber sido cargamento de cierta embarca­ción que se fue a pique en aquel paraje. D". Felipe Ravina cónsul sardo de Sm. Cruz sacó algunos de estos mármoles en 1822, y los remitió a In­glaterra. Ninguna dificultad había para que en nuestra provincia sirvie­sen de magnificencia de una iglesia o de cualquiera obra pública. (J. Álvarez Rixo, 1982:76)
1822. Santa Lucía, Tamaránt (G. Canaria). Se promueven disturbios al impedirse enterramientos en el cementerio parroquial.
 1822. Teror-Arucas y Firgas, Tamaránt  (G.Canaria). Motín suscitado por el reparto que el Ayuntamiento de Moya trataba de hacer la Montaña de Doramas.
 
1822. Teror-Arucas y Firgas, Tamaránt (G. Canaria). Contra la data de don Juan Laguna y las roturaciones que se estaban haciendo la Montaña de Doramas.

1822. Diciembre. En la playa de San Felipe, Puerto en Puerto Mequínez, naufragó, hundiéndose,  un bergantín-goleta Americano, logrando salvarse la tripulación y parte de la carga.

1822 Septiembre 6.
Nace en Eguerew (La Laguna) el criollo Eugenio Domínguez.  Dedicado al estudio de la música pasó a Madrid (España) en cuyo conservatorio ingresó. En aquella capital de la metrópoli compuso una Salve a dos coros y otras varias obras de mérito, que fueron ejecutadas con grande aplauso por aquellas orquestas. Aconsejado por algunos amigos decidió inscribirse en el conservatorio de Nápoles, dirigido por Mercadante. Sus progresos fueron tanto más rápidos cuanto que sus conocimientos eran ya muy extensos y prácticos. Allí escribió varias composiciones que presagiaban un autor de gran porvenir, hasta que desgraciadamente una enfermedad de pecho le obligó a volver a Canarias, siendo tan rápida su dolencia que tuvo que detenerse en Cádiz, desde donde se le trasladó a Puerto Real, muriendo allí en la noche de 1º de diciembre de 1846.

1822 Diciembre 19. Una nueva sublevación de los vecinos de Arucas, Firgas y Teror que ocasionan distintos destrozos e incendios en algunas haciendas de colonos en Moya, en Tamaránt (Gran Canaria). Antes de retirarse, una parte de los sublevados se acercó hasta las inmediaciones del lugar de Moya con la intención de coger los papeles de su Ayuntamiento. Unos días más tarde, el tumulto vuelve a reproducirse con el objetivo de «venir sobre el lugar de Moya, según parece, con la intención de destruirlo», efectuar un deslinde de la Montaña y considerar como baldíos todos los terrenos repartidos con anterioridad.

1823. Agüimes-Ingenio, Tamaránt (G. Canaria). La imposición de un juez de Letras, del partido de Telde, cuyo sueldo deben pagar los vecinos mediante contribuciones, dio lugar al alzamiento.
1823. Con la vuelta del absolutismo en España y sus colonias se restaura gran parte del convento de Los Santos Reyes en Hipalán (San Sebastián) isla de La Gomera.
1823. Entre las autoridades de la metrópoli en la colonia existió la preocupación de que los conflictos se generalizasen, pues se temía que cuando un pueblo tenía problemas los demás hacían causa común con él. Incluso las noticias sobre lo sucedido en una isla llegaban con cierta rapidez a las otras y lo mismo ocurría con los distintos pueblos, siendo frecuente el envío de delegados al pueblo en conflicto con el fin de obtener información sobre la organización y objetivos del motín. Sólo el motín de septiembre de 1823 en el que por distinto motivo se unen los pueblos del Norte y del Sur de la isla de Tamaránt (Gran Canaria) adquiere el carácter de un movimiento generalizado, aunque no organizado como lo demuestra la rapidez con que fue reprimido por las fuerzas de ocupación españolas en Canarias.

1823. Pájara-Bentancuria, Erbania (Fuerteventura). Los vecinos se niegan a pagar las contribuciones de exportación en la playa del jurado.

1823. Acosado, el régimen liberal en la metrópoli por la conspiración absolutista, intenta promover al máximo una política de reparto de tierras que diese apoyo popular al Gobierno constitucional. El retraso en la elaboración y aprobación de los repartos de tierras implicó que en la mayor parte de los casos los expedientes de repartimiento quedasen bloqueados una vez que la vuelta al absolutismo determinó la abolición de todas las medidas dictadas por las autoridades constitucionales. De hecho, la política de la Diputación Canaria respecto a la de  baldíos que habían realizado los grandes propietarios, como sucedió en el pleito que mantenían los vecinos de Titoreygatra (Lanzarote) contra la concesión de la isla de la Graciosa a favor de D. Francisco de la Cruz Guerra, o con el pleito antiguo que mantenían los vecinos de la Gomera contra la casa feudal condal por la posesión de las tierras públicas de la isla. Por otra parte, la distribución de baldíos tendía a generar conflictos de jurisdicción entre pueblos limítrofes, que por primera vez tienen reconocido un ámbito territorial propio, aunque poco preciso por falta de delimitación de términos municipales.

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