domingo, 26 de enero de 2014

CAPÍTULO XLIV-X



EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1831-1840

CAPÍTULO XLIV-X



Eduardo Pedro García Rodríguez

1838. En Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz) sobre las nueve de la noche, un barco caletero propiedad de don Francisco Nepomuceno, al tratar de entrar en la Caleta, trabucó, muriendo uno de los tripulantes, el resto logró salvarse a nado.

1838. En este año, en el Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz) se vivió uno de los temporales más intensos de la década, aunque sus efectos desbastadores fueron menores que los que causó el aluvión del 26. Los daños materiales fueron muy importantes. A continuación y para que los lectores tengan una idea de la virulencia de los frecuentes temporales que suelen azotar las costas portuenses, dedicamos algunas líneas a describir de manera somera, algunos de los efectos del temporal de 1838: Los días 23 y 24 de enero hubo gran mar de leva y, a las horas de pleamar y de la bajamar, así de día como de noche, hizo notables destrozos en toda la rivera de la ciudad. En los llanos de Martíanez subieron las aguas marinas por encima de los sembrados que están orientados hacía el naciente más de 27 metros, y más de 12 por la parte que da al norte. La violencia de las olas fue tal, que arrasó con las paredes del paseo y la cruz que señalaba la tumba colectiva de los marinos franceses que fallecieron en el naufragio causado por el aluvión de 1826. El mar saltó por encima de la batería de San Telmo, la cual encharcó dejando dentro un pez de regular tamaño conocido como jurel,  y separó un pedazo de la pared de la entrada por haber movido los cimientos de la roca basáltica. Todo el montullo que estaba debajo de esta muralla fue barrido, subiendo sobre ella y derribando la pared de la casa del vecino don Domingo Aguilar.  Una parte de la casa de Commnig que miraba al norte la derribó, y de la banda exterior de la destila que estaba cerca arrancó y se llevó un risco firme el que antes servía para frenar el ímpetu de las olas. Subió por la calle de las lonjas, derribó una de las esquinas de la casa de don Roberto Power, y habiendo salvado los muros de la casa, le derribó las puertas y ventanas, llenando las calles adyacentes de  agua, callaos arena y tierra. El derrame de las olas pasó el callejón y dio vuelta sobre el poniente hasta entrar en la playa del varadero. Subió el mar sobre el muelle dejándolo en el reflujo inundado de callaos y el choque de sus bancos llegó hasta las ventanillas de la cocina de la aduana.

La parte de trinchera o empalizada que defendía la manzana de la calle de Perdomo, la rompió, y pasó por encima de sus ruinas. El mar furioso subió descargando por el lado de naciente sobre la casa de don José Pérez Chaves, en la cual abrió un boquete entrando en toda ella, llenando de consternación al inquilino don Guillermo Aguilar y familia, y de escombros la casa y sus inmediaciones; subiendo por el costado de poniente de la plaza del charco hasta la esquina de la calle de Puerto Viejo. También desde el Varadero, subió hasta La Calzada de Quintana. La pared de resguardo, que estaba situada frente a la Calle Nueva, la subió e entrando por ella inundando algunas casas terreras de la Calle Mequinez. Las desembocaduras de los barrancos se internaron considerablemente,  más de lo que estaban desde el aluvión de 1826.

1838.
Una que otra también habían zarpado interpoladas con las aquí noticiadas; pero no he podido saber los nombres de las naves, ni de sus directores: Concluyendo con decir, que el de 1838, algunos hijos de Lanzarote se embarcaron en otra que salió de Sta. Cruz,- La Polacra Sarda, «Leonor», su Capitán. Pedro Costa conducía 223, pasajeros todos de Lanzarote y su catástrofe fue el Martes de Carnaval de 1838-, (despacha­da por un tal Dn. Juan Vensano, genovés, con más de 200, pasajeros; cerca de Cabo Verde a la media noche se abrió el bajel30, salvándose únicamente tres marineros asidos de una lancha sumergida y vararon al día siguiente a las dos de la tarde en la isla de Sal, para contar la horrorosa catástrofe, uno de ellos nombrado Miguel N. volvió des­pués a Lanzarote su patria. (J.A. Álvarez Rixo, 1982:168-170)


1838 Enero 6.
El ensayo electoral de 1812, repetido en 1820, apenas nos había iniciado en esa nueva organización en que el pueblo entra como el más importante factor de la moderna sociedad. No es extraño, pues, que a las perturbaciones del mes de agosto sucedieran luego las no menos graves del mes de noviembre, en que tuvieron lugar las juntas de parroquias para la elección de los compromisarios que, a su vez, habían de elegir los individuos de cada ayuntamiento. En las poblaciones principales se disputó con verdadero encarnizamiento el voto entre los moderados y progresistas, que este era ya
el nombre con que principiaban a conocerse los realistas y constitucionales, llevando a las urnas el feroz exclusivismo de los partidos en acción.

En Las Palmas, aunque triunfaron en las juntas los llamados liberales, la diputación provincial, por cuestiones exclusivamente accidentales y de localidad, declaró nula la elección y disolvió el nuevo ayuntamiento, procesando a dos de sus más enérgicos concejales que se negaron a obedecer, don Antonio Doreste y don Cristóbal Millares, que se vieron reducidos a prisión en el convento de Santo Domingo, cuartel entonces de la milicia urbana.

Para cumplir luego con la ley electoral de 12 de julio de 1837, referente a las elecciones de diputados y senadores, y con el deseo en Tenerife de dejar sin representación en las Cortes a su rival Gran Canaria, se cometieron en la diputación y en la confección de listas tantas ilegalidades y atropellos, sostenidos por la decisiva influencia del jefe político y del comandante general, que las solicitudes y protestas inundaron la secretaria del congreso (6 de enero de 1838). La excitación volvió a apoderarse de los ánimos y, tanto en una como en otra isla, se pospuso al interés de partido la cuestión siempre nueva de la capitalidad. (A.Millares, t.4, 1977)


1838 Febrero.
En Santa Cruz, obedeciendo entonces a sus propios intereses, se pedía la supresión de la catedral de La Laguna y la traslación de la de Las Palmas a aquel pueblo, cuyo título de capital la autorizaba para estas y otras pretensiones. Fundado tal vez en esto, había sido instalado en su recinto el real consulado que en el siglo anterior, como hemos visto, se creó en La Laguna, despojo que sintió mucho aquella ciudad.

Justo es decir que las aspiraciones del pueblo de Santa Cruz se hallaban motivadas por el movimiento marítimo de su puerto. Los buques que entonces visitaban este Archipiélago se detenían siempre en aquella rada y allí verificaban todas sus operaciones. Los extranjeros que deseaban conocer el país, principiaban sus excursiones por Tenerife y con frecuencia limitaban su viaje a visitar el Teide y La Orotava, hablando inexactamente y de memoria respecto a las demás islas. Los cónsules y las autoridades habían fijado su residencia en la nueva capital y contribuían con su respectiva influencia a recomendarla al gobierno y a las naciones extranjeras. Su muelle, depósitos, lazareto y servicio sanitario se hallaban convenientemente vigilados y todo concurría a fomentar un pueblo que hacía pocos años era sólo una sucursal, por decirlo así, de La Laguna. La población, no obstante, de corto vecindario, no contenía edificio alguno público ni privado digno de la atención del viajero, pero sus habitantes, liberales e industriosos, esperaban del porvenir el triunfo completo de sus aspiraciones. La más importante de sus rivales, la ciudad de Las Palmas, con una lamentable ignorancia de sus propios y vitales intereses, sólo pensaba en enviar a la Corte española mensajeros con documentos, solicitudes y protestas, reclamando la devolución de su antiguo título de capital y dejando en el más punible abandono sus mejoras marítimas y comerciales.

Con un muelle inabordable la mayor parte del año y sin esperanza de concluirlo en una
forma que lo pusiera al abrigo de los vientos del norte, no era posible progreso alguno.

Repetidas veces lo hemos consignado en esta historia: los pueblos situados en el litoral de estas islas son los únicos que pueden aspirar aun porvenir relativamente más o menos halagüeño y, entre esos pueblos, serán los primeros aquellos que posean mejores medios de comunicación. (A. Millares, t.4, 1977)


1838 Febrero 17. Nace en la colonia de las lejanas y abandonadas Islas Canarias, el criollo Nicolás Estévanez y Murphy. No va a resultar una tarea fácil la de resumir su agitada vida, porque Estévanez es un personaje con­tradictorio y paradójico, que vive durante un período histórico largo y complejo, marcado profundamente por la expansión imperialista de la Eu­ropa de Bismarck y que abarca tres períodos concretos de la historia de la metrópoli: la Era de Isabel II, el Sexenio Revolucionario y la Restauración Bor­bónica. Pensamos que la sociedad canaria tiene contraída una deuda histórica colectiva, la tarea de rescatar del olvido en que se encuentra inmerso Nicolás Estévanez y situarlo en el lugar que le corresponde.
Nicolás Estévanez nace en Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria) en el edificio donde se hallaba instalada la Inquisición, en la plaza de San Antonio Abad. En el seno de una familia burguesa que tenía su residencia habitual en la isla de Chinet (Teneri­fe), su padre era militar progresista de origen malagueño y su madre procedía de una familia de colonos comerciantes de origen irlandés. Nicolás Estévanez y su familia tenían su residencia habitual en Chinet (Teneri­fe), en ella transcurriría su in­fancia y en ella vivieron sus mejores ami­gos.
 Nicolás Estévanez fue un militar comprometido en la lucha por la democracia y la justicia social, permaneció en las filas del ejército español mientras sus ideas no se lo impidieron. En la actividad política destacó por su importante labor al ser reelegido diputado, ocupando los cargos de Gobernador Civil de Madrid y Ministro de la Guerra (España) en cortos períodos de la República de 1873. Pero Estévanez fue más allá en su práctica política; podemos considerarlo integrado en el sector más revolucionario del Partido Re-publicano Federal. Participó en los preparativos de la llamada «Revolución de Septiembre de 1868», en los levantamientos federales de 1869 y 1872, comenzando a brillar con luz propia en la Primera República Española de 1873.
 Sus actividades no son exclusivamente políticas sino también literarias. Destacó Estévanez en sus facetas de poeta, traductor, periodista e historiador. Tras el fracaso de la Iª República, a causa del golpe del General Pavía, Estévanez se exilió voluntariamente en compañía de su familia, con una primera etapa en Lisboa, de donde es expulsado por sus actividades conspiradoras contra la Monarquía de la Restauración. De Lisboa marcha a Londres para finalizar su periplo de exiliado en el París cosmopolita y cultural de la IIIª República Francesa, que será también el lugar de refugio de otros republicanos españoles y de revolucionarios de diferentes países.

Estévanez encuentra trabajo como traductor en la editorial de los hermanos Garnier, siendo éste su principal medio de subsistencia; Al mismo tiempo seguirá escribiendo poemas y colaborando en la prensa hasta su muerte en 1914. Hasta 1880 permanecerá a su lado Patricio, su hermano, que compartía pensamientos e ideales con él. Sus preocupaciones en estos años de exilio voluntario van a centrarse en permanecer siempre dispuesto a participar en todo intento por derribar la Monarquía, llegando incluso a colaborar con Ruiz Zorrilla, que no era precisamente «santo de su devoción».
Se mantendrá siempre fiel a Pi y Margall, pero será partidario de la acción insurreccional frente a la vía parlamentaria que defenderá el político catalán.

Otro tema preocupó a Estévanez: el de Cuba y su lucha por la libertad. En los años que siguieron al Sexenio defenderá al igual que Pi y Margall la autonomía como un mal menor, si se quiere conservar a Cuba bajo el dominio español; sin embargo, lentamente va a ir evolucionando hacia posturas más cercanas a la independencia, siempre que ésta fuera decidida por un plebiscito en el que votaran libremente todos los cubanos. Su deseo de que Cuba siguiera siendo española hay que relacionarlo con su concepción federalista del Estado; no queriendo que su querida Cuba prosiguiera como colonia de una Monarquía centralista, la española. Estévanez sufre, de la misma manera que sus contemporáneos, el impacto de la derrota de 1898, que pudo evitarse, y ve peligrar a su tierra natal, a sus Islas Canarias, que van a ser un objetivo apetecido dada su situación estratégica, exigiendo remedio inmediato al abandono que sufren, puesto que no se pueden conseguir siempre victorias, como la alcanzada ante el almirante inglés Sir Horace Nelson el 25 de julio de 1797. La indefensión de los canarios sería comparable al caso de Puerto Rico, sin oposición al intrusismo norteamericano.
En el transcurso de su vida, la estancia más larga de Estévanez en Canarias corresponde a su infancia y adolescencia (1838-1852); después se traslada a Toledo a estudiar su carrera militar y hasta la Revolución de 1868 no vendrá a las islas sino en tres ocasiones: 1857, 1862 y 1866, durante cortas estancias. Desde el Sexenio Revolucionario hasta su muerte en 1914, Estévanez no hará sino un viaje, que se sepa, a su tierra natal, de paso para La Habana en 1906. No debemos sacar la conclusión precipitada de que Canarias no ocupó un lugar importante en el pensamiento y en la obra de Estévanez.

En muchas de sus obras nos deja muestras de su amor por Canarias, y también en múltiples poemas de su producción literaria, como en el célebre poema “Canarias”, en el que define al Archipiélago, simbolizado en la “dulce, fresca e inolvidable sombra” del almendro de su infancia, Canarias es también una roca y una fuente y hasta una peña; pero añade que es su patria. Su patria es además de lo mencionado, una senda y una choza y hasta el espíritu; pero este espíritu lo adjetiva como «isleño», así pues su patria es una isla.
 
Esta idea de “patria-isla” supera el llamado «Pleito Insular», dado que el concepto de patria no es aplicable a ninguna isla en particular; este poema puede ser leído y sentido por todos los canarios, puede ser asumido como un canto al Archipiélago, a la nacionalidad canaria, si se prefiere así. Estévanez no es «insularista» y escribe para todas ellas, puesto que su voluntario exilio ha hecho que sienta las islas como suyas.

La configuración de Canarias en el pensamiento de Estévanez se va a presentar profundamente mezclado con el africanismo y americanismo, formando parte de su ideario. Así una Canarias autónoma, integrada en una República Federal Ibérica, constituye su ideal político inmediato.
 
Desde el 23 de agosto de 1898, Estévanez va a residir en una «quinta» en Getafe, cerca de Madrid (España). Las razones de este retorno voluntario no las manifiesta; los acontecimientos posteriores parecen aclarar que Estévanez pretende volver a la vida política activa, siguiendo los consejos de sus correligionarios y el deseo expreso de Pi y Margall, que quiere contar con su ayuda. En este período de su vida (1898-1909), Estévanez seguirá residiendo temporadas en París que alternará con estancias más o menos prolongadas en Getafe, con constantes viajes a Madrid (España), residiendo entonces en diversas pensiones de la zona de la Puerta del Sol.

Podemos decir, además, que después de la muerte de Pi y Margall en 1901, se propone unificar a todos los defensores de la República, para acceder al poder por la vía parlamentaria. El fracaso de estos intentos le hará colaborar con Lerroux, Ferrer y otros revolucionarios en la vía insurreccional. Ya viejo y cansado, en 1909, se retira a París para no volver a España. Se encuentra decepcionado, pero a pesar de todo anima a sus partidarios más jóvenes a seguir luchando porque entiende que la IIª República llegará de forma inevitable a España, aunque él no la pudiera ver. (Nicolás Reyes González)
 
1838 Febrero 20. Nace en el barrio de Vegueta en Guiniwada (Las Palmas de Gran Canaria) el político Nicolás Estévanez Murphy. Pronto pasó a Tenerife con su familia, lugar donde creció hasta su ingreso en el Ejército español. Participó en las guerras en Cuba y abrazó la causa del republicanismo de izquierdas. Fue ministro de Guerra de la Primera República Española.

1838 Agosto 23.

[…] Un inconveniente tiene, entre otros de menor importancia, estas mismas poblaciones costeras, y es el peligro de introducir en su recinto enfermedades contagiosas, originadas por la frecuencia de las comunicaciones o por defecto de precauciones sanitarias. Esta desgracia le cupo a Las Palmas con la invasión de la fiebre amarilla, importada a su suelo por el bergantín Temerario el 23 de agosto de 1838.

Huyó al campo la mayor parte de su población segura de que, acierta altura sobre el nivel del mar, era el contagio inofensivo; pero el comercio y la industria quedaron paralizados y el tráfico marítimo interrumpido por muchos meses. La ruina de Las Palmas parecía consumada. La Audiencia y la catedral se trasladaron con sus servidores y oficinas a la ciudad de Telde y los cordones sanitarios se establecieron con todo el rigor de la ley.

En tan tristes circunstancias se amotinó el pueblo y se dirigió, con dos piezas de artillería, a cortar las incomunicaciones que por las autoridades coloniales se habían establecido. El motín produjo cierta alarma en Santa Cruz y se recibió orden para que el
gobernador militar restableciese los cordones y castigase a los culpables. Entonces (24 de diciembre de 1838), se adquirió la certidumbre de que la fiebre había desaparecido de la ciudad y así se comunicó a la isla vecina. Pocos días después (27 de diciembre), el mismo general se trasladó a Las Palmas, acompañado del jefe político interino y de dos médicos militares, y examinó el estado sanitario de la localidad, convenciéndose de que el contagio, si lo hubo, había terminado por completo. En virtud de esta manifestación se había declarado en Santa Cruz (2 de enero de 1839), la extinción del mal en Las Palmas y dos días después se publicó esta misma declaración en Canaria, volviendo la isla a comunicarse libremente con el Archipiélago y el extranjero. Incalculables fueron,
no obstante, los perjuicios que durante tan breve plazo experimentó aquella ciudad, no sólo por la paralización de todos sus ramos de riqueza sino por la forzosa inacción de sus marinos dedicados a la pesca, siendo esta industria la base de la alimentación general del país.

Siguió a este triste episodio el movimiento electoral que dio, como ya era notorio, el triunfo a las personas adictas a la política e intereses de Santa Cruz, dejando indefensa a Las Palmas. La lucha que desde la reinstalación del régimen constitucional se había recrudecido entre las dos poblaciones rivales, continuó con nuevo encarnizamiento, alimentada por los medios que ponían en juego para alcanzar el nombramiento de determinadas personas a la representación de la provincia. Llevaba siempre, como hemos dicho, terribles desengaños la ciudad de Las Palmas, y llegó un momento en que, perdida toda esperanza de rehabilitación, su ayuntamiento pensó en abandonar el campo, dejando a su rival en posesión de un título que con tan buena suerte había alcanzado.

Todavía la cuestión de capitalidad solía a veces galvanizar la multitud y reanimar por algunos días las esperanzas de los patriotas, pero la residencia de las principales autoridades en Santa Cruz concluía siempre por convencer a todos de la inutilidad de sus esfuerzos y de la desatentada inversión de los caudales dedicados a este objeto. En medio de esta deshecha borrasca, el espíritu innovador del siglo se infiltraba en todos los corazones y la aurora de una nueva vida empezaba a iluminar el horizonte canario. ¿Qué efectos iba a producir? (A.Millares, t.4, 1977)

1839.
En el mismo libro se apuntó la cantidad que se pagó por la compra de la imagen de la Virgen de los Dolores en aquel año, que tal vez no fue adquirida para ponerla en la iglesia en vez de la que, por encargo de la parroquia, esculpió Martín de Andujar en el año 1637, como habíamos supuesto, sino de la que donó Don José Fernández Evora Lynch y Kleogh, dueño de las imágenes del Cristo de la Expiración y la Magdalena que tenia en su capilla y que puso bajo la custodia de la parroquia en el año 1839.

Don Eugenio Lynch y de La Hanty, señor y patrono de ellas y poseedor del vinculo que instituyeron Maria Magdalena de Evora y el licenciado Gonzalo Báez Borges, quiso que se colocaran en el mismo altar donde se había puesto la de la Virgen donada por su padre (Archivo del obispado de La Laguna, legajo 541), que debía de ser el que había en la capilla de San Francisco de Asís, en la cual estuvo colocado el Cristo Rescatado desde el año 1730, en que llegó de la Habana a Ycod, hasta el año 1870, en que se llevó de la parroquia a la ermita de la Virgen de los Afligidos, donde debieron de haberlo puesto en el retablo que se llevó de la iglesia de San Francisco en el año 1857, que era propio de Don Francisco de Miranda, mayordomo de la ermita desde el año 1852, por representación de su mujer Doña Catalina Alfonso, cuya traslación corrió por cuenta suya.

Miranda expuso al gobernador eclesiástico, en octubre de 1864, que desde tiempo inmemorial iba al Calvario la procesión del Nazareno que salía de la iglesia matriz el viernes santo de madrugada y después de predicarse allí un sermón sobre la Pasión volvía a la parroquia y siendo mucha la devoción que los fieles de este y otros pueblos tenían a la imagen deseaban que concediera licencia para que todos los años por el segundo domingo de septiembre se sacara en triunfo llevándola al Calvario donde se celebrase su festividad con misa cantada y sermón para depositarla otra vez en la iglesia de San Marcos.

Vista la solicitud de Miranda y el informe del arcipreste cíe Ycod, a quien tuvo por conveniente oir, y en consideración a la especial devoción que el vecindario del Calvario tenía a la imagen, dio licencia para que se llevara procesionalmente el segundo domingo de septiembre de la parroquia a la ermita, donde se celebrase misa cantada con sermón y, concluida la función, se volviera a llevar a la primera (Archivo episcopal de La Laguna, legajo 541, número 41).
 
La imagen del Nazareno no era, pues, "el Señor del Calvario" de cuyo culto estaba encargado Miranda en el año 1864, como creyó el autor de este breve escrito en otro que tituló "Sobre la ermita de Nuestra Señora de los Afligidos" y se publicó en la Revista del Patrimonio Histórico-religioso de Ycod" del año 1997. La escultura de "el Señor del Calvario" que estaba colocada en la ermita el mismo año queMiranda pidió
autorización para hacer la festividad del Nazareno en septiembre, debía de ser la del Humildad y Paciencia, la cual estaba puesta en el retablo en el año 1870, conforme al inventario que se hizo dicho año. (Espinosa de los Monteros y Moas)
 
1839.
Cupo a ese pueblo (Arrecife de Lanazarote) el honor de ser cabeza de distrito electoral para lo que se le agregaron los lugares de Tías y Yaiza, aunque más antiguos que él, en 1839: véase el Boletín oficial N.° 65, de 17 de agosto.

Dio motivo esta accidental distinción a más latas pretensiones, y habiendo algunos de sus vecinos machangos de lo que oían decir ocu­rría por España, erigidos en una junta provisional, hubo disensio­nes por querer fuese el Arrecife cabeza de Partido Judicial y no la antigua villa de Teguise que siempre fuera capital. De esto instruirá al curioso el Boletín Oficial de Canarias N.° 141 y 143, del mes de noviembre de 1840.

Finalmente, el vecindario del Puerto del Arrecife ha visto cum­plidos sus deseos, mandando el Gobierno de S. M. en Real Cédula de 8 de noviembre de 1847, inserta en el Boletín Oficial N.° 34 de 20 de marzo de 1848, que el Juzgado de la villa de Teguise bajase y se esta­bleciese en el Puerto, lo mismo que el gobierno militar, cuya Real resolución fue obedecida y ejecutada, aunque con sentimiento de los agraviados. Pero como todas las órdenes tienen su tornavuelta, dentro  de pocos meses vino otra para que dicho mando militar de la Isla se reinstalase otra vez en la expresada villa de Teguise donde en el pro­pio año de 1848, se volvió a radicar. Y aunque la villa repitió instan­cia a S. M. para que no se la privase de su antiguo privilegio, vemos en el Boletín oficial N.° 185, de 9 de noviembre de 1849, repetida la Real Orden, para que no se atienda a la solicitud que había elevado dicha población en enero último para permanecer siendo cabeza de partido: sino que continuase siéndolo el Puerto del Arrecife. Lo mili­tar permaneció arriba.

Ya el Juzgado civil había sido puesto provisionalmente en el Puerto por la Audiencia Territorial, cuyo tribunal lo propuso a S. M. que ahora se dignó aprobarlo. De consiguiente la Diputación de Provincia concedió 28.752 rs. vn. para hacer una cárcel del Parti­do contribuidos por todos sus pueblos, de cuya suma contribuyó el Puerto del Arrecife 2.362 rs. vendióse la que estaba, y edificóse otra más amplia a espaldas de la primera de la cual instruye el Boletín Oficial N.° 109, de 11 de septiembre de 1848. Y del N.° 31, de 12 de marzo de 1849, se ve, que en aquella fecha contenía el Puerto del Arrecife 2.023 almas, inclusos 255 marineros.

De paso anotaremos, que a veces se hallan equivocados las fe­chas, y aun nombres de los meses en los Boletines, cuya advertencia es buena tenerla por si no se viesen algunas órdenes a la primera ojeada. (J. Álvarez Rixo, 1982:97-98)


1839.
Constaba la Universidad de Eguerew (La Laguna) las siguientes cátedras: humanidades, filosofía, derecho civil y canónico y teología. Componíase su claustro de treinta y siete doctores, de los cuales era decano don Francisco Martínez y Fuentes y rector don An- tonio Porlier. Los alumnos matriculados en dicho año eran ciento dieciseis. El Seminario Conciliar, instalado en Las Palmas, tenía por director al canónigo don Pedro de la Fuente y recibían allí su educación ochenta y un jóvenes, con cátedras de latín, filosofía y teología.

Tal era el estado general de la colonia al principiar el año de 1840. El censo acusaba un
aumento de población, a pesar de la emigración que constantemente se dirigía a las Antillas en buques del país dedicados a ese lucrativo tráfico. Algunos de estos isleños, voluntariamente alejados, regresaban ricos a su patria, aunque con frecuencia se quedaban en el país de su adopción en donde desarrollaban facultades de actividad, energía e inteligencia que antes no se hubiera sos
pechado en ellos.

1839. El naturalista Sabino Berthelot, autor de una monumental Historia Natural de las Islas Canarias, publicada en Francia, ha dado la explicación de porque muchos de los prisioneros franceses decidieron quedarse en Canarias muchos años después del regreso de los repatriados, al narrar un encuentro con un marino francés en Chinet (Tenerife), que decía que fue víctima de la catástrofe del Indonlptable (catástrofe de la que nos faltarían detalles sin el relato que nos han hecho de la famosa tempestad, donde, en el mes de abril de 1810, zozobraron varios navíos de alto bordo en la bahía de Cádiz). Este superviviente que no era otro que el timonel Michel Maffiotte se expresaba así ante El Cónsul General de Francia en Canarias e ilustre canariologo Sabin Berthelot: "No le contaré los diversos sucesos que tuvieron lugar, después de ese desgraciado naufragio, durante mi estancia en el Puerto de Santa María, ni mi detención en los calabozos y todas mis otras desgracias. Estas islas, donde vine enviado en último lugar con quinientos prisioneros de guerra (en 1809), se convirtieron para mí en una segunda patria. Nosotros sólo tuvimos que felicitarnos por la humanidad de sus habitantes y la buena voluntad de las autoridades coloniales; el teniente del Rey, Don Marcelino Prat, merece en especial una mención honorífica.

Este digno hombre nos ayudó en todo lo que pudo; compró las herramientas para los que podían ejercer algún oficio y nos permitía trabajar en la ciudad. El gobernador general y el teniente coronel Megliorini, mayor de la plaza de Santa Cruz de Tenerife, también se interesaron por nosotros. En cuanto a mí, la casualidad hizo que conociera aun negociante que me dio trabajo. Desde entonces le he cogido gusto al comercio y me he establecido en el país. Los primeros años fueron penosos, pero ahora esto no va mal."

Este relato lo hubieran podido hacer muchos franceses que permanecieron en el archipiélago y hay que lamentar que sea el único recogido por Sabino Berthelot. Es necesario reconocer que si los sufrimientos de Cádiz y las torturas de Cabrera han ins-pirado tantas memorias, con frecuencia de simples soldados, la estancia en las Islas Afortunadas jamás fue evocada por ninguno de los dos mil trescientos marinos. Quizás en esa época bretones y provenzales no tenían la pluma muy fácil, quizás muchos igno-raran su uso.

1839 Mayo 4. Las autoridades coloniales civiles, militares y los responsables sanitarios declararon finalizada la epidemia de fiebre amarilla que afectó a Winiwuada (Las Palmas) desde agosto de 1838. El origen del mal se localizó en la llegada de El Temerario que procedía de puertos con patente sucia y no advirtió a los responsables de sanidad. El establecimiento de rígidos cordones sanitarios y la paralización de las actividades públicas y mercantiles impidió que la epidemia se extendiese al resto de la isla.


1839 Mayo 4. Las autoridades civiles, militares coloniales y los responsables sanitarios declararon finalizada la epidemia de fiebre amarilla que afectó a Guiniwada (Las Palmas) desde agosto de 1838. El origen del mal se localizó en la llegada de 'El Temerario' que procedía de puertos con patente sucia y no advirtió a los responsables de sanidad. El establecimiento de rígidos cordones sanitarios y la paralización de las actividades públicas y mercantiles impidieron que la epidemia se extendiese al resto de la isla. La burguesía colonial abandonó la ciudad refugiándose en interior de la isla, especialmente en Tafira.
1839 Septiembre 5.
El Marqués de la Concordia, Presidente de la Junta Superior de Fortificación de Canarias dirigió oficio al Señor Coronel Comandante de Ingenieros de .la Provincia D. Domingo Rancel, diciéndole que por haberse caído una muralla de la Batería del Buen-Ayre, y estar el resto próximo a su completa ruina, vistos los informes que opinan la mala situación de aquel fuerte, que lo fijante de sus fuegos no pueden defender el desembarcadero del Confital, así como que es inútil y perjudicial su reparación, ordena que se abandone y se recojan algunos de los efectos que puedan ser útiles...

En el archivo de Acialcázar existe la nota siguiente relativa a esta Batería: «El Excmo Sr. D. Andres Bonito y con acuerdo de los Ingenieros Riviere y La Pierre, para no dejar sin defensa al puerto del Confital á legua y media de la ciudad y á espaldas del Puerto
de la Luz de quien lo separa unicamente una barra de arena ó len- gua de tierra de 128 varas, limpio en su interior y donde entran á carenar barcos hasta de 60 toneladas y donde varias veces se han introducido corsarios, por saber es el único asilo que tienen los barcos que trafican con Tenerife, tanto cuando estan acosados por los temporales como por los corsarios, ordenó fortificar este surgidero, construyendo la Bateria con cinco cañones de á 18 en la Punta del Buen-Ayre, y en el lado izquierdo entrando del mar, en su mediania y á la altura de unas 40 varas sobre su nivel, circunstancias que con la de estar colocada donde forman más remanso las aguas y más limpias para desembarcos, por la mucha altura, no las avista y defiende, pues arrimandose debajo de ella burlaban sus fuegos, como sucedió varias veces despues de su construcción. Por ello y por estar en mal estado, Hermosilla no la reparó y se propuso variarla de emplazamiento, colocándola en la punta del Arrecife ó del Cabrón, en lo interior medio y último de la concha del puerto del Confital, que tenia todas las ventajas que se puedan desear para colocar en ella una buena bateria que presentaba sus fuegos de frente á la boca de entrada y casi batia las dos orillas, de suerte que pocos barcos ó lanchas podrian ocultarsele. Esta bahia recibe el nombre de Confital, por arrojar la mar en sus riberas, unas piedrazuelas blancas, en forma de almendras confitadas que facilmente engañaban».

Viera y Clavijo, en su conocida historia dice así: «...Navegando de Tenerife á Gran Canaria el General Bonito en 1742) para revisar aquellas fortificaciones, al amanecer cuando iba á remontarla Isleta, se hallo bajo un Corsario inglés de gran buque que tenia ganado el barlovento. Mandaba el bergantín del Comandante general el patrón insigne practico de aquellas travesías que viéndose cogido, mandó con admirable presencia de espíritu hechar gallardete y bandera española, haciendo disparar al mismo tiempo un cañon con bala, al Corsario. Sorprendido con esta arrogancia el Inglés y juzgando que aquel fuese algún pirata español que quería abordarle, aferró un poco las velas para esperarle á pié firme, pero Sebastian Ortega, habiendo ganado entre tanto el punto que habia menester; viró de bordo y como ya encontro viento favorable para orzar; hizo fuerza de vela y en un instante se metió en el Puerto del Arrecife. Los ingleses burlados no se atrevieron á seguirle temiendo el riesgo de la costa...»,

El 26 de octubre de 1847 se redactó por el ingeniero D. Nicolás Clavijo, un presupuesto para reparación de esta Batería, en el cual se dice que se hallaba muy deteriorada, tanto las obras de fortificación que la forman, como también el Cuerpo de Guardia y Repuesto de ella; que demoler 68 varas cúbicas de pared hacia los extremos y flancos de la batería y otras 60 en varias partes y trozos de su parapeto, ripiando y encalando todo el declivio superior, formando las explanadas de las losas á propósito para las piezas y su parapeto á barbeta, y reparar el Cuerpo de Guardia y Repuesto de las muchas faltas que tienen sus techos, pisos y Puertas... Del reconocimiento que practicó resultó ser necesario para estas reparaciones la cantidad de 8.731 Rs. von. 16 mrs con arreglo al Presupuesto siguiente: Jornales Reales de vellón (Rv.) y maravedises (m)

60 días de sobrestante a l0 Rv 600 Rv
60 días de Maestro Aparejador a 15 Rv 900Rv
120 días de oficial de albañilería a l0 Rv 1200 Rv
240 días de peón a 4 Rv 960 Rv
40 días de Maestro carpintero a 13 Rv 4 m 524 Rv 24 m

Materiales

40 carretadas de material a 5 Rv 200 Rv
30 id de tierra a 5 Rv 150Rv
50 id de arena a 5 Rv 250 Rv
68 varas de losetones a l0 Rv 680 Rv
200 fanegas de cal incluso conducción a 5 Rv 1000 Rv
80 cantos a 4Rv 320 Rv
42 varas cuadradas de losas a 7 Rv 294 Rv
12 vigas de tea a 20 Rv 240 Rv
20 tablas de tea a lO Rv 200 Rv serrería de esta madera 64 R v
conducción de madera y andamios 200 Rv
3 pestilleras grandes a 30 Rv 90 Rv
pares de dados y puones a 7 Rv 17 m 22 Rv 17 m
3 id de machi-hembras a 7 Rv 17 m 22 Rv 17 m
2 fallebas a l0 Rv 20 Rv
1/10 para gastos imprevistos 793 Rv 20 m
Total 8.731 Rv 16 m

La Artillería que se colocó en esta Batería de 1743, fue la procedente del Reducto de San Felipe, sito en Guanarteme, cuando se abandonó.

Según Hermosilla debería cambiarse su emplazamiento colocándola en la Punta Cabrón y, dotándola de foso y elevando 9 pies su parapeto del mar, cubrirían los edificios que pudieran hacerse en su gola. Estaba artillada con 3 cañones de hierro de a 18 montados en cureñas de Plaza de las que existía una de respeto; como pertrechos tenía 1 máquina llamada caballo; 1 escalera herrada; 1 banco; una leva sin herrar; 21 espeques; 6 cuñas.

Como armamento y Utensilio para el servicio de las piezas tenía 3 juegos de armas; 1 botafuegos; 1 plomada, etc. Constaba de 30 cartuchos de hierro del calibre de a 18; 120 tacos para cargar los cañones; 1 sacatrapos y 1 rascador; 117 balas; I2 1ibras de cuerda-
mecha. Las herramientas de carpintero eran 3 azuelas de mano; 2 barrenas; 1 cepillo; 4 tenazas; 4 martillos; 4 sierras. Los efectos del Parque: un arca de pino forrada su tapa; 1 sin forrar y 1 tina. Además tenía 6 qq de pólvora de munición emharrilada y encartuchada. Agrega Hermosilla que la reparación de esta Batería ha de hacerse por la Real Hacienda; que para disparar I I7 halas de á I8 que corresponden á 39 tiros por Cañon, son precisos siete quintales y medio de pólvora; la guarnición es 1 soldado de
Infantería y para el servicio de esta Batería y dotarla según corresponde faltan: tres encerados de una tercua en cuadro; 2 de id de a  varas y media; dos valdes de hierro; 50 balas de Palanqueta del calibre de a 18; I2 1ibras de cuerda-mecha; 480 tacos de filastica del calibre de a 18; 1 embudo; 2 barriles con arcos de hierro; 6 medidas de hoja de lata; una de media libra de a 1; de a 2; de a 4; de a 6 y de a 9; 2 espuertas; 2 escobas; 2 azadas de hierro enmangadas; 1 pico; un eslabón de acero; 1 libra de yesca; 1 de pajuela de azufre; 6 astas para los juegos de armas de los cañones; 100 sacos terreros; 1 sebador; 5 mangos de herramienta y media resma de papel.

En los planos se ve esta Batería así como una reconstrucción de cómo debió ser nueva acompañándose asimismo otro plano donde se aprecian los restos que en 1944 hemos encontrado de esta Batería. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)
1840.  La Isla Erbania (Fuerteventura) sufre otra de su cíclicas crisis económicas ocasionada por el descubrimiento de la económica sosa artificial, afectará a la exportación de la barrilla. Los golpes definitivos para el comercio del grano, se producen en 1852, con la liberalización comercial que supone la Ley de Puertos Francos, permitiendo la entrada en Tamaránt (Gran Canaria), Chinech (Tenerife) y Benahuare (La Palma) de cereales extranjeros libres de aranceles, y por ello más baratos.
1840.
Consta tenía la Matrícula de Lanzarote, 2 bergan­tines, 2 bergantines-goletas: 9 goletas y balandras: 40 barquillos de vela y remo, 1 bote, y la lancha: totales 13 de cubierta y 51 sin ella. De éstos a excepción de 4 a 5, pertenecientes al Puerto de Papagayo, y 2 a 3, dichos al de Arríela, los demás corresponden al Puerto del Arrecife. (José A. Álvarez Rixo, 1982:206-208)

1840 Julio 2. José María Bremón, haciendo uso de su máxima autoridad, firmaba en la capital de Canarias Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife) un llamamiento o circular de la diputación provincial solicitando ayuda para los moradores majoreros y de Titoreygatra (Lanzarote  "víctimas por ocho años consecutivos de escasísimas cosechas", cuya situación se hacía indescriptible . "Figuraos no obstante que poblaciones enteras se dirigen a las playas con el fin de trasladarse a otras islas en la primera embarcación que se ofrezca a su vista, pero que careciendo del preciso alimento para su viaje, no son admitidos en ella y quedan en la misma playa acosadas por el hambre y la sed; pues esas mismas poblaciones llegan diezmadas a sus hogares, por que muchos no han tenido fuerzas para resistir tal miseria y perecen dolorosamente en los caminos. ¿Será posible un grado mayor de penuria y desesperación?".Por lo tanto mientras se esperaba la llegada de socorros que demandaba el gobierno de la metrópoli, la diputación proponía la suscripción pública, de acuerdo con una serie de criterios ejecutivos, como eran: recogida de donativos por los ayuntamientos mediante depósito por un plazo de 30 días, y seguidamente remitían a al organismo provincial, salvo en Gran Canaria, que se centralizaba en el mismo Ayuntamiento. Se demandaba a otras instituciones como la Junta de Fortificación y de Comercio, más el de todas las personas pudientes, ya que la situación lo exigía. Consta documentalmente que durante los meses de junio y julio de 1840, Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife), recibió 300 personas, que Millares Torres concreta en 303 pasajeros desembarcados procedentes de Erbania (Fuerteventura). Estas situaciones angustiosas se repiten en años sucesivos y en torno a la mitad de la centuria, agravadas no sólo por las sequías sino por las esporádicas plagas de langosta procedentes del vecino desierto sahariano.  (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)







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