EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1800-1900
CAPÍTULO
XLI-XXIII
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1819.
Agosto 11.
Luís Vandewalle y Llarena, en su calidad
de síndico personero general, dirigió al alcalde mayor y subdelegado de reales rentas, don Gabriel de León y Cordero, un
oficio solicitando copia del auto de la Intendencia donde se
mandaba que el bergantín "Relampago", procedente de La Habana, pasase a Santa Cruz de Tenerife a cumplir su registro, dado que tal disposición se oponía
a los privilegios de la Isla
y, además, resultaba injuriosa para "sus representantes y autoridades" »."
El
buque había sido descargado en el puerto de la capital palmera y -aunque tenía previsto hacer escala en Tenerife-, a
causa, entre otras razones, del temor a
una acción de corsarios insurgentes, y así se había hecho constar en la documentación elevada al
Intendente con las demás, aclaraciones
del caso.
Sin embargo, la respuesta de Sierra Pambley había sido, en efecto, demasiado brusca. Negó el peligro, desestimó los
recursos, recordó a las autoridades
palmeras que no tenían facultades para tomar ciertas decisiones y, además,
subrayó la necesidad de "tomar medidas vigorosas para contener los fraudes y escándalos de que ha
dado y da tantos ejemplares La Palma".
En concordancia con sus aseveraciones, la Intendencia ordenó al subdelegado de reales rentas que le remitiese el
expediente y los bienes aprehendidos a raíz
del descubrimiento de unos contrabandistas de tabaco, así como el barco recién llegado de Cuba, todo ello
bajo las "seguridades competentes, exigiéndolas si fuere menester del
señor comandante de las armas".
Ahora bien, el 18 de agosto, Juan José Domínguez, capitán, dueño y maestre del "Relámpago" presentó un
recurso contra el mencionado auto. y solicitó
que le fuera permitido continuar su viaje a la costa de África, sin pasar por Santa Cruz de Tenerife, pues:
''Consta
a V. que
habiendo aportado a esta Isla a tomar noticias y siendo
público había insurgentes en el crucero de Anaga, los cargadores y pasajeros de esta
Isla en el Consulado me demandaron para que dejase en tierra sus intereses y que no obstante mi resistencia, se decretó en 25
de junio entregase a los interesados
sus equipajes, y en 26 del mismo se mandó llevar a efecto, y a depositar la carga en la Real Aduana, y pólvora
en los reales almacenes".
Similar petición hicieron, a la par, Antonio Jorge González, Manuel de Cáceres y José Gabriel Martín, capitán y dueños,
respectivamente, del bergantín palmero de
ochenta y cuatro toneladas "Gran Poder de Dios" que, desde el día 10, había regresado de La Habana y pretendía
continuar viaje hasta Cádiz tras la
escala prevista en La Palma,
matizando por su lado que la providencia del
Intendente no sólo era ruinosa "a los intereses del
buque, sus cargadores y seguros, sino para la Isla entera". Ambas instancias, empero, fueron devueltas por León,
ajustándose a los dispuesto por su superior
Sierra Pambley.
Mientras
tanto, el día 21 se reunió el Cabildo para deliberar acerca de un interesante informe del personero Vandewalle.
Su alegato comenzó al indicar que
había estudiado el expediente, realizado en 1813, sobre el derecho y privilegio que tenía La Palma para despachar
"sus buques de libre comercio a
Indias y admitir sus retornos"; reflexionó sobre las restricciones
impuestas por la
Comandancia General e Intendencia de la provincia, basadas, supuestamente, en un mejor servicio al
Rey; mencionó el nuevo expediente sobre la descarga del "Relámpago"
y las instancias de los capitanes y
propietarios de éste y del "Gran Poder de Dios", y subrayó:
"Si
el libre comercio y puerto habilitado en esta Isla no fuera del primer interés para sus
habitantes, y no le consideraran como el más firme apoyo de su general felicidad, y como que de él pende
el fomento de su agricultura, artes e industria; tal vez que a vista de
las trabas y embarazos que parecen alejarle su goce habría desmayado este
Ayuntamiento".
Pero el problema, en efecto, era muy grave. El puerto de Santa Cruz de La
Palma constituía, sin duda, uno de los puertos habilitados
por la Monarquía
desde "antes de haberse declarado nuevamente por tal en 11 de junio de 1811, como uno de los tres puertos
principales de las Canarias, a pesar de la
constante oposición del comercio de Cádiz", y, en este sentido:
"La Palma quisiera sofocar en el
silencio lo que ha experimentado del de la Plaza y Puerto de Santa
Cruz, tan funesto para ella como anteriormente fue el de
Cádiz a la Provincia
entera; pero esta rivalidad sin término, y este querer monopolizar el comercio a
sólo aquel punto en cuanto cabe en su influjo para con los agentes del
Gobierno, fuerzan al Personero a clamar contra una conducta, que es ruinosa a la Isla; al paso que percibe
cuan de poco momento debería ser a aquella
Plaza la casi imperceptible disminución que habría de ocasionar al extenso que le franquea el más grandioso y
rico suelo de la Isla
de Tenerife, y de las demás, que siempre le estarán dependientes".
El síndico personero citó a continuación, en favor de los privilegios comerciales de La Palma, una serie de disposiciones legales que
abarca desde, prácticamente, la
Conquista hasta el Reglamento de 12 de octubre de 1778, el
cual interpreta en sentido positivo para la Isla, habida cuenta de las leyes
anteriores y sin olvidar la mencionada declaración de las Cortes Generales del 11 de junio de 1811, que no
considera abolida "por más que se
diga contra ella".
Seguidamente,
Vandewalle pasa a analizar el asunto del "Relámpago' y al respecto
considera justa la instancia de su capitán, da por razonable y ajustada a derecho la descarga del buque y
subraya que las autoridades tinerfeñas
pretendían confundir, arbitrariamente, la prohibición de comerciar con el extranjero con la de hacerlo con el Nuevo
Mundo.
Pero más justa si cabe estima la solicitud del maestre del "Gran
Poder de Dios'', puesto que, efectivamente, la
variación de su ruta hubiera significado no
sólo el peligro del "crucero de Anaga", sino el riesgo de perder el "seguro de carga y buque", precisamente
por variar su "derrota". Y, sobre
todo, porque tal pérdida sería ruinosa para La Palma:
"Porque
siendo aquel buque el único que ha quedado del comercio de Indias,
que en gran parte y en especial La
Habana pueblan sus naturales; capitán conocido, y
exento de aquella desconfianza que han difundido las malas versaciones muy recientes de otros, no hay persona en aquella
Colonia que no remese a los suyos un
socorro o una fineza, con lo que alivian o consuelan a estos habitantes su notoria pobreza, destituida de todo
comercio, que el que hace con el
trabajo personal de sus deudos, y pequeñas pacotillas que les envían de los frutos o sedas que laboran;
así que el júbilo en que se sienten
todos sin excepción de pobres o acomodados al llegar este buque, en que el socorro de los unos se difunde en otros,
es de un aplauso que dura muchos
días, y se mide con la ansia con que se le aguarda, ¿y donde está el feliz humano, sino en la idea relativa que el
hombre se forma del bien?".
Acto seguido insistió en el afán exclusivista del
puerto de Santa Cruz de Tenerife, con
objeto de obtener las "primicias de la riqueza colonial", y, a continuación, ponderó las ventajas del puerto
palmero, su situación geografica, el gtratarse de una zona poco cruzada de enemigos y su buena protección "con sus dos largas puntas". Ventajas todas que
permitieron que se salvaran, en la última
guerra con Inglaterra, "muchos millones de reales
y cargamentos muy interesados de la América Meridional
y de presas", y que, además,
propiciaron una feliz arribada, en julio de 1818, del "Gran Poder de
Dios", a pesar de la amenaza cierta de los corsarios que, en aguas insulares, habían realizado varias
capturas.
Por consiguiente, resultaba lógico que las autoridades de La Habana despacharan para la capital palmera al citado buque,
"bien impuestas de estos privilegios',
máxime teniendo en cuenta la flexibilidad de las Leyes generales, que permitían a sus ejecutores la opción
de obedecerlas pero, en ciertos casos,
también de no cumplirlas.
Además, en lo tocante al auto de Sierra Pambley, Vandewalle vino a decir, en síntesis, lo siguiente. Primero que
resultaba paradójico que el Intendente hiciera
su viaje a Cádiz en un barco inglés y no en uno de los "muchos nacionales', si realmente, como
afirmaba el comisionado, era falso el riesgo de
corsarios. Segundo que existía un precedente por el cual se había permitido, en cierta ocasión, que un
bergantín con escaso cargamento de maderas y piedra de cal hiciera su registro
en Santa Cruz de La Palma. Y tercero que el auténtico contrabando no era el de
"tabaco de humo", de
escasa importancia y calidad, sino el realizado en Tenerife con los géneros de algodón, pues La Palma, por el contrario,
tenía un comercio muy poco desarrollado para dar
lugar a los escándalos mencionados por el
Intendente, pues su población no alcanzaba ni a un tercio de la de la isla hermana.
Finalmente,
el personero expresó unas sustanciosas conclusiones que merecen ser reproducidas:
"¿Por
qué se ven por el microscopio los defectos de La Palma, sacados de
deducciones arbitrarias, y no los de Santa Cruz [de Tenerife] ? La Palma el
único barco que retorna a ella es a traerle el importe de los frutos y géneros que
manufactura y extrae, capaces de exportar tres y cuatro registros al año, al paso que Santa
Cruz no puede exportar por sí ni uno solo, a no ser la recolección que haga de las demás Islas y cuyo giro sale más recargado
al comercio. ¿Por qué la Aduana
de Santa Cruz tan crecida en importación no presenta su exportación? Y si el
comercio del Puerto de la Orotava
fomenta la agricultura, parte su riqueza con los propietarios; y
cualquiera desgracia es trascendental a
todos los de la Isla
de Tenerife; pues aun la barrilla fruto de las de Lanzarote y Fuerteventura.
debe su estimación a dicho comercio. Santa
Cruz vive por sí, compra por sí, vende por sí, y nadie sabe como paga ni con qué, tanto como le entra del extranjero y
nacional; de modo que para el bien
de las demás Islas no debía haber ninguno en Santa Cruz, y si algunos economistas han mirado el de Cádiz perjudicialísimo,
porque está circunscrito a sus
murallas, dentro de las cuales en otro tiempo se encerraban muchos
millones, ganados del mismo modo que ahora en Santa Cruz, haciendo Estanco de los géneros para darles salida,
todo con numerario; sucede lo mismo a
éste con respecto a las demás Islas, suponiéndose tutor de ellas".
Oído el informe, la
Corporación insular optó por tomar una decisión acorde con los planteamientos de Vandewalle. Estimó
que debía obedecer pero no cumplir el auto de Sierra Pambley y, al
mismo tiempo, ofició al subdelegado de rentas
y al administrador de la aduana para que suspendiesen "todo
procedimiento sobre este particular bajo la más estrecha responsabilidad".
Igualmente, se escribió al gobernador de las armas y al subdelegado de marina "para que hagan cumplir este acuerdo",
y, de forma paralela, elevaron una representación a la Intendencia y
plantearon la necesidad de dirigirse al rey
"con los testimonios oportunos de los justos fundamentos en que el Ayuntamiento afianza esta
determinación". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1819. Octubre 2. Compareció
Vandewalle ante el gobernador de las armas el de la isla de La Palma teniente coronel
Mariano Norma, sargento mayor de la
Plaza, quien señaló que, desde
el día 14 de septiembre, se había presentado al Norte de la Isla y en el crucero de la Gabiota una corbeta que
permaneció al pairo algunos días, y
levantó los temores del bergantín palmero "El Rosario", (a) "Pamplino", que transportaba granos
desde Garafía a la capital, según le había expresado el pasajero don Vicente
Cabezola y según los partes dados por el
alcalde de mar de la Villa
de San Andrés.
Norma
comunicó, asimismo, que el día 22 de septiembre se había presentado en el puerto, una fragata inglesa cuyo
capitán, Juan May, dijo haber avistado en la misma
zona una corbeta y dos bergantines que le
infundieron sospechas. Además, el sargento mayor testificó que, el día 24, se
había presentado una goleta sobre los castillos de Santa Cruz del Barrio del Cabo y del Carmen, que no respondió a las llamadas del primero y se alejó, según los partes
del cabo primero Rafael Vidal y del sargento Domingo Pérez, comandantes de las
fortalezas mencionadas. El mismo barco,
además, había sido el que echó un bote que trató de sondear la bahía del puerto palmero.
Igualmente manifestó que, según se decía, unos pescadores conocidos por los Fiallos, vecinos de Breña Baja, habían
encontrado a la deriva, al día siguiente, los
restos de un barco -probablemente de las Islas- que había sido incendiado, al parecer por la goleta en
cuestión, ''por haberse visto en ella el fuego
por varios" testigos. La nave corsario fue divisada también, dos días después, navegando entre La Gomera y "las
calmas" de La Palma,
v. el día 30, Vicente Gutiérrez y Pablo Pérez
contaron, desde la Cumbre,
"hasta quince tiros y examinando el horizonte vieron a una goleta unirse
con un barco grande". Por último indicó que no podía dudarse que
"la permanencia de la corbeta,
goleta y bergantín por mas de quince días sobre esta Isla, es un crucero de Insurgentes por lo que la plaza, por
disposición bergantín- resultaban sospechosos y no podía dudarse
tenían "objeto que los detiene en este
crucero".
Por su parte, el sargento segundo Jerónimo Rodríguez dio su versión sobre
el incidente del puerto, ya mencionado, pues estaba de comandante de la guardia del Castillo e hizo los disparos
sobre la barca que intentó sondear la bahía.
Las
declaraciones del piloto Mariano de la Concepción Ferrás.
del soldado Pablo Pérez Castillo, del cabo
segundo de Artillería José Gabriel González
y de don Antonio Asarta, subteniente del mismo cuerpo y comandante accidental, no añaden prácticamente nada
digno de ser destacado.
El último
informó, además, de las medidas excepcionales que se habían tomado en los castillos y baterías de la capital
palmera'. Otro tanto puede decirse
de las aseveraciones del teniente don Miguel Sotomayor Fierro, comandante del
destacamento de la Plaza,
así como de las del vecino don Antonio del Castillo Gómez y del ayudante mayor
de Infantería don Joaquín Poggio y Alfaro, que pusieron fin a los
interrogatorios.
Los testigos
ratificaron, pues, la existencia real de corsarios insurgentes que amenazaban
las costas de La Palma
y su crucero marítimo, en una situación que,
como sabemos, afectó a toda Canarias. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1819 Noviembre 20.
Tiene lugar la solemne ceremonia
de la instalación oficial del obispado de la secta católica en Eguerew n Chinech
(La Laguna-Tenerife),
teniendo lugar con el esplendor y regocijo que debía inspirar tan inesperado
triunfo para la oligarquía tinerfeña, en el contexto del denominado pleito
insular arteramente dirigido desde la metrópoli.
“Más de 300 años habían
transcurrido desde que en 1485 fue trasladada la silla episcopal de Rubicón al
Real de Las Palmas, sin que en tan largo período se hubiese hecho sentir la
necesidad de crear una nueva diócesis. Preciso fue que, para satisfacer los
deseos de aquellos que habían soñado para La Laguna un brillante porvenir, se impusiera al
Estado tan inútil como onerosa carga. La irresistible influencia del confesor
del rey (El arzobispo de la secta católica Cristóbal Bencomo) allanó sin
dificultad los obstáculos que, sin esta circunstancia, hubieran sido casi
insuperables. Sin embargo, para instruir el expediente fue necesario oír a la Audiencia, cuyo
favorable informe se solicitó con anticipación. Este tribunal, en su dictamen
que lleva la fecha 4 de noviembre de 1816, decía a la real cámara "que
debía hacerse la división del territorio episcopal de las siete islas en dos
diócesis y que esta separación debía ser absoluta en territorios, jurisdicción
y rentas, pues las había sobradas para la manutención del obispo, del culto y
de los sirvientes de las iglesias" y añadieron los oidores "que según
resultaba de las rentas del antiguo obispado, habían correspondido en cada año
del decenio líquido, sin contar las distribuciones interpresentes y otros
emolumentos capitulares, a la mitra, cabildo y fábrica catedral de sólo la isla
de Canaria, la de Lanzarote y la de Fuerteventura, que son las tres que debían
quedar ala antigua diócesis, una suma de 911.602 reales vellón, ya la de
Tenerife, La Palma,
La Gomera y El
Hierro la de 1.002.374". En este informe proponía la Audiencia la reducción
en ambas diócesis de las dignidades y canonicatos de los respectivos cabildos.
Mientras se tramitaba este
expediente, fallecía en Las Palmas el obispo don Manuel Verdugo (27de
septiembre de 1816) y llegaba a Tenerife un prelado auxiliar, que lo era don
Vicente Román de Linares, nombrado por breve de Su Santidad de 31 de mayo de
aquel mismo año. Este nombramiento probaba que en Roma se veía con agrado el
pro-
yecto de división y sólo se
esperaba la propuesta del rey para acceder a su deseo.
Queriendo, pues, el monarca
complacer a su privado, se apresuró a conformarse con el dictamen favorable de
la real cámara (16 de octubre de 1818) y dirigió sus preces a la corte
pontificia, en virtud de las cuales el 4 de febrero de 1819 se expidió un breve
separando en dos diócesis, sufragáneas de la de Sevilla, la antigua de
Canarias; comprendiendo una las islas de Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, y
otra las de Tenerife, La Palma,
La Gomera y El
Hierro bajo el nombre de obispado de Tenerife. Diose la investidura, por
decirlo así, de catedral a la parroquia de los Remedios de La Laguna, instalándose en
ella la nueva diócesis con su cabildo, que se componía de un deán -que lo fue
el hermano del confesor don Pedro José Bencomo-, de tres arcedianos que
llevaban los títulos de las tres islas de Tenerife, La Gomera y La Palma, un chantre, un
tesorero, catorce canónigos, entre los cuales se contaban el magistral,
lectoral y doctoral, ocho racioneros y ocho capellanes reales.
El 20 de agosto (1819) se obtuvo
la real auxiliatoria y se comisionó a Linares para la solemne ceremonia de la
instalación oficial, teniendo lugar ésta el 20 de diciembre con el esplendor y
regocijo que debía inspirar tan inesperado triunfo.
Por una nueva bula de S.S. Pío
VII se fijaron los límites de cada diócesis, trabajo que la naturaleza se había
encargado de ejecutar dividiendo en dos grupos las islas, uno oriental y otro
occidental.
El 21 de diciembre se dio
posesión de sus cargos a los individuos del cabildo ya todos los encargados del
servicio del culto.
Fácil es de suponer la dolorosa
impresión que la sucesiva creación de la universidad y división del obispado
produjera en el ánimo de los habitantes de Las Palmas. Veía a La Laguna echar los cimientos
de su superioridad intelectual y religiosa, en tanto que Santa Cruz afirmaba su
supremacía militar y económica con la residencia de los generales y la
organización de las aduanas. ¿Qué restaba a Canaria de su primitiva grandeza?
La administración de justicia y una diócesis mutilada. La consternación era,
pues, general.
En vano se dirigían suplicas y
protestas al rey, a su cámara y a sus secretarios de Estado; en vano se
auguraba la ruina inmediata de una población por tantos conceptos digna de la
protección del gobierno; en vano, por último, se registraban antiguos títulos y
privilegios y se alegaba el derecho de prescripción y el consentimiento unánime
de todos los historiadores del país. La suerte 10 había dispuesto de otro modo
y las dos
poblaciones favorecidas
triunfaban, porque así lo exigía la marcha progresiva de los tiempos. La Laguna debía su creciente
prosperidad al celo e ilustración de sus hijos; Santa Cruz aumentaba su
importancia por haber conseguido, por medio de su posición, ser el centro
comercial del Archipiélago. La lucha había comenzado y la victoria sería
indudablemente de aquel pueblo
que lograse al fin, en el transcurso del siglo, ofrecer ala navegación una
estación naval a la altura de las necesidades marítimas de todas las naciones
del globo.
Desde luego, y en virtud de los
acontecimientos políticos que se preparaban, la cuestión de capitalidad iba a
ser el campo de batalla de la burguesía de las tres poblaciones contendientes.
Nadie lo decía en voz alta, pero todos así 1o presentían y preparaban en
secreto sus influencias en defensa de sus respectivas localidades. Era talla
irritación y ceguedad de los habitantes de ambas islas y talla ignorancia de
sus verdaderos intereses, que iban a emplear sus fuerzas y caudales en obtener
un vano título en vez de dirigir su atención a mejorar las condiciones de sus
puntos de desembarco y comunicaciones inte-
riores, fomentar su industria y
comercio, dar seguridad a sus puertos y propagar la instrucción en todas las
clases sociales. Seguiremos las vicisitudes de esta lucha encarnizada que,
desgraciadamente, se halla aún muy lejos de concluirse.
Es extraño que no aceptaran sus
cargos don Cristóbal Béthencourt y Castro, electo arcediano de Tenerife, don
Manuel Rojo, que lo fue del de La
Gomera, ni don Manuel Díaz, don Ignacio Llarena, don
Francisco Ayala y don Antonio. Pacheco, nombrados canónigos.” (A.Millares T.
1977)
1820. Guía, Tamaránt (G. Canaria). Las pretensiones de don Juan G.
Jaque, comandante accidental del Regimiento de Guía, de que la 2ª compañía de
éste Regimiento pasase revista en Gáldar, fue la causa del amotinamiento.
1820. Ingenio, Tamaránt (G. Canaria). Los vecinos se oponen al decreto de 8 de junio de 1813 que, entre otras cosas, manda a acotar y cercar los predios particulares.
1820. La Laguna cuenta con unos 10.000 habitantes.
1820. La mayoría de los conflictos registrados pueden ser
considerados como tensiones o conflictos de tipo vertical, iniciados por la
masa de vecinos de un lugar contra un elemento «foráneo» política o
económicamente más fuerte: un corregidor o alcalde mayor, un intendente,
almojarife o alcalde de la ciudad capital, un hacendado, etc.. Los conflictos o
tensiones de tipo horizontal llevados acabo entre los habitantes de diferentes
lugares entre sí son escasos y se localizan en la isla de Gran Canaria. Puede
considerarse como tal el que tiene lugar en Guía en 1820 por un problema de
jurisdicción fruto del «enfrentamiento histórico» entre este pueblo y el de
Gáldar. Esta rivalidad ya se había puesto de manifiesto en 1751 con ocasión del
motín de Guía contra el corregidor Núñez de Arce, impidiéndose la quema de las
diligencias hechas por éste al correr el rumor de que Gáldar «había tocado
rebato y que marchaba mucha gente con el capitán don Esteba Ruiz de Ouesada a
favorecer y auxiliar a el dicho Corregidor y que venían a entrarse en la plaza
de este lugar de Guía». La decidida actuación del corregidor Arce logró detener
a los 250 hombres que venían sobre Guía al mando del capitán Ouesada,
haciéndolos regresar a Gáldar a los sones de jViva el Rey!, jJusticia y buen
gobierno! y jMueran los villanos de Guía!
1820.
Agustina González y Romero, “La
Peregila”. Esta
poetisa nació en Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria). Se le conoce con el nombre de «La Perejila», que era su
pseudónimo. Fue integrante del notable grupo de poetas satíricos que escribió
esta ciudad a fines del siglo XIX y en el primer tercio del XX. Su satírica era
agresiva y burlesca, aunque no toda su producción literaria pertenece a este
género. Sus textos, que eran en su mayoría de composición improvisada, no se
habían reunido en un libro hasta 1963, cuando Néstor Álamo los recopiló en el
volumen titulado Poesía. Falleció en 1897.
1820. El alcance de la reforma agraria liberal en Canarias es sin
duda la desvinculación de los numerosos mayorazgos que se habían constituido en
la colonia a lo largo de los siglos XVI-XVIII. Las propiedades afectas al
mayorazgo eran inenajenables y el poseedor de las mismas veía limitada su
disponibilidad sobre los bienes vinculados, pues éstos habían quedado
amortizados desde el momento de la institución del mayorazgo, pues así se
garantizaba la solvencia económica del linaje colonial y se permitía a los
sucesores del fundador adoptar el modelo de vida de un rentista agrario.
Ya desde comienzos del siglo XIX
proliferan las críticas que denunciaban la escasa capacidad de la terratenencia
para explotar racionalmente sus extensas propiedades y los males económicos que
suponía una débil inversión productiva y el abandono de las tierras, que
contaban sólo con los escasos recursos que pudiesen invertir los medianeros de las explotaban. La
liberalización de gran masa de bienes pertenecientes a los mayorazgos permitió
la reorganización de la propiedad territorial, de manera que los titulares de
los patrimonios vinculados tendieron a liquidar las propiedades menos
significativas, aquellas sobre las cuales tenían un menor control o las que
resultaban poco rentables invirtiendo los capitales en la desamortización
eclesiástica o en el saneamiento de sus maltrechas y endeudadas economías
domésticas.
Es durante el Trienio
Constitucional cuando dio comienzo la desvinculación masiva de bienes sujetos
al régimen de mayorazgo. La ley aprobada por el Congreso Nacional de la
metrópoli declaraba abolida toda
propiedad vinculada, que quedaba convertida por decreto en bienes de libre
disposición para el titular del mayorazgo, previa división entre éste y su
heredero directo. Los datos indican que la venta de bienes vinculados no
resultó demasiado importante pues se limitó a la liquidación de una pequeña
porción de las propiedades para invertir sus capitales en otras adquisiciones,
para realizar inversiones en otras propiedades más significativas o para saldar
deudas contraídas por las grandes familias coloniales aristocráticas. Los datos
ofrecidos para la isla de Tamaránt (Gran Canaria) indican que el valor de los
bienes vendidos supuso algo más del millón y medio de reales, afectando aun
total de 35 mayorazgos; por su parte, los bienes desvinculados en la isla
deChinet (Tenerife) tuvieron una mayor importancia dado que se vendieron unas
199 propiedades, en su mayoría terrenos, con un valor superior a los dos
millones y medio de reales. La razón de esta diferencia podría estar en la
precaria situación económica de la terratenencia tinerfeña a comienzos del
siglo XIX, pues ésta se vio más afectada por la crisis vitivinícola y sus
rentas habían decaído de forma más significativa, al tiempo que sus propiedades
estaban cargadas con numerosos censos y tributos impuestos en el pasado.
Asimismo se aprecia cómo una parte considerable de las ventas de bienes
vinculados pertenecían a propietarios que habían abandonado las islas, bien
porque habían pasado a residir en la metrópoli debido a su ascenso social
mediante matrimonios con miembros de la nobleza cortesana, o bien porque habían
optado por emigrar a las otras colonias españolas en América.
El análisis de los compradores de
bienes desvinculados nos permite apreciar que la acción de los compradores
pertenecientes a la burguesía urbana se concentra en torno a las grandes
capitales y los pueblos más importantes, donde tienen u residencia, buscando
hacerse con un patrimonio rústico cercano que pudiesen tener bajo su control;
en aquellos casos en que las ventas se referían a áreas más apartadas de los
principales núcleos de población, los compradores de bienes desvinculados son
generalmente los miembros de la burguesía rural, seguramente los mismos que
venían controlando la explotación de las tierras por medio de arrendamientos o
la administración de los bienes del mayorazgo.
Al igual que había sucedido con
la desamortización eclesiástica, las ventas de propiedades vinculadas fueron
anuladas a partir de 1824, aunque la reintegración de los bienes vendidos fue
problemática y se dilató en el tiempo debido a la falta de recursos de los
vendedores para devolver el precio de las ventas. (Juan Ramón Núñez Pestano;
1991)
1820. Aquel año
llegaron desde México a Cádiz (España) con dirección a su Sociedad Económica
ocho nopales o higueras tunas de América, las que venían cargadas del insecto
llamado Cochinilla. La
Sociedad consiguió en el mismo año una generación numerosa, y
en su consecuencia las Cortes españolas mandaron por su decreto de 29 de Junio
de 1822, que se excitase el celo de las Sociedades económicas de las otras
provincias, que por su temperatura permitiesen el cultivo de este insecto.
Ninguna parecía más a propósito que la de Canarias, y bien lo comprendió así el
canónigo de Eguerew (La Laguna)
D. José Quintero Estévez, a quien se le debe en gran parte el rápido vuelo
que tomó en las islas la plantación de la Cochinilla. Este
laborioso eclesiástico, verdadero amigo del país, hizo venir de Cádiz algunos
insectos, y a fin de propagarlos practicó diferentes ensayos, todos con el
mejor éxito, llegándose a persuadir que algún día constituiría, el cultivo de
la grana, la principal riqueza de las Canarias.
1820 Enero 1. Las tropas acampadas en Cabezas de San Juan, Arcos,
Villamartin y Alcalá de los Gazules (España), proclamaron el Código de 1812,
llevando á su frente á Quiroga, Riego, Galidno y Mendizabal.
El 7 de M arzo, el Rey, temiendo
por su propia seguridad, dio un decreto convocando las Córtes, y prometiendo
jurar la Constitución
proclamada.
El Pueblo loco de entusiasmo,
recorrió aquel día las calles de Madrid, y por la noche derribó las puertas de la Inquisición, puso en
libertad los presos, quemó los intrumentos que habían servido para atormentar
tantas víctimas, y saqueó el archivo y biblioteca.
Dos días después, el mismo Rey,
oyendo la opinión de 1a Junta provisional de Gobierno, creada para proponer
reformas mientras las, Cortes se reunían, expidió otro decreto, de fecha 9 de
marzo aboliendo para siempre el Tribunal de la Inquisición, mandando
en él, que Ín mediatamente fueran puestos en libertad todos los presos
encerrados en sus cárceles, y entregándose á los Obispos de las respetivas
Diócesis aquellas causas, en que se trataran de asuntos dé fé.
Por la falta de correos
regulares, y el estado excepcional de la metrópoli, la noticia de tan
importantes acontecimientos no llegó á Las Palmas, sino en los primeros días de
Mayo.
También en esta Ciudad existía de
Las Palmas, como en otras de España, un partido liberal, que lentamente se
había ido formando y se engrosaba diariamente, con todos los que aspiraban á
regenerar su país, arrancándole de las manos de una turba ignorante y fanática,
que se había empeñado locamente en volver á los tiempos de Felipe II y Carlos
I.
Componían este partido unos pocos
jóvenes de las familias influyentes de la Isla, todos los que tenían títulos académicos,
algunos Catedráticos del Seminario, la mayoría de la clase media, y aquella
parte del pueblo, que por su trabajo y honradez, había conseguido salir del
estado de abyección y embrutecimiento en que vivía su clase.
Formaban el otro partido, la que
enfáticamente se llamaba vieja nobleza del país, la mayoría del Cabildo, é
individuos del Clero regular y secular, todo el paisanaje de los campos, y la
plebe.
El número era, como se ve, muy
desigual; pero tal era el poder irresistible de la opi- nión, el entusiasmo del
bando liberal, la magia de sus doctrinas, y la f santa y pura que animaba á
todos, que los indiferentes, mayoría que siempre decide del destino de los
Pueblos, se declaró á su favor, y pudo contrabalancear las influencias
rencorosas y hostiles del bando contrario.
El día en que la noticia llegó á
Las Palmas, en medio del ruido atronador de los cohetes, los vivas á la Constitución, y los
repiques de las Campanas, se oyó de pronto tocar á muerto en la Iglesia del Seminario
Conciliar, y acudiendo allí la multitud, para a veriguar la causa de tan
extraña novedad, contestaron desde la torre los alumnos, con seriedad
cómica-«Doblamos por la vecina»-Y designaban la Inquisición, cuyas
Casas estaban junto á las del Seminario.
Desde aquel momento el Santo
Oficio comprendió que su resurrección era imposible; resignándose á morir;
cerró sus puertas, hizo entrega de sus archivos, y los dos inqui- sidores
volvieron á España, ú engrosar las filas del bando absolutista.
Aquí, como en la metrópoli, pasó
como un sueño el período constitucional. Junto á la pasión política se había
abierto paso la pasión, local, y la debatida cuestión de capitalidad de la Provincia distraía los
ánimos de los Isleños, de los graves y trascendentales debates que ocuparon á
las Cortes, en los tres años de parlamento.
Las elecciones de Diputados no obedecían á los principios
sociales que se disputaban la victoria, sino á la mayor ó menor influencia que
pudieran ejercer en la resolución de las Cortes, sobre la elección del Pueblo
Capital.
Sin embargo, el último año, una
asonada, que excitando el celo fanático de las turbas ignorantes, se había
preparado por el club absolutista, haciéndoles creer, que se les iba á robar la
imagen de N. S. del Pino, y otras sandeces tan groseras y estúpidas como ésta,
insurreccionó los campesinos, que bajaron armados con intención de atacar la Ciudad, foco de impiedad y
liberalismo, desarmar la milicia urbana, y ahorcar los prohombres del bando
constitucional.
Tan atrevido proyecto estaba en
combinación con las noticias secretas recibidas de la Península, y tenían la
seguridad, de que el ataque coincidiría con la caída del aborrecido sistema;
pero la distancia, el mar, y los correos, fueron excusa de que las tropas
liberales tuviesen tiempo de atacar á los sublevados, de derrotarlos en Tafira
y Cendro, y de fusilar, por los trámites
sumarios de la ordenanza, al Jefe de los rebeldes, pobre y fanático anciano,
llamado Matías Zurita, juguete de la
Junta apostólica, cuyos individuos no tuvieron el valor de
presentarse, ni la generosidad de salvar aquella triste
víctima de nuestras discordias
políticas.
Entretanto el Gobierno había
tomado posesión de los bienes del Santo Oficio, y el archivo, sin resguardo
alguno, fue saqueado por todos los que tuvieron interés en hacer desaparecer
procesos, adquirir datos genealógicos ó enriquecer sus librerías, porque nada
de lo sustraído se ha conservado. En general dominó el espíritu de curiosidad
in-discreta, teniendo hoy que lamentar la pérdida de lo más curioso que allí se
custodiaba.
Las cuestiones de propiedad sobre
Capellanías, mayorazgos, patronatos y mandas pías, se hallaban resueltas en los
expedientes, que sobre limpieza de sangre se seguían aquel Tribunal, con gran
profusión de documentos auténticos. Ahora bien, todo desapareció con sus
curiosos comprobantes.
Desde entonces el archivo pasó
por innumerables vicisitudes; encerrado durante años en sitios húmedos y sin
ventilación conducidos sus papeles en carretas, sin inventario, cuando había
que trasladarlos de un lugar á otro, hacinados hoy sus restos en un cuarto del
Municipio, formando un montón piramidal, desgarrado, mutilado, ilegible e
incoordinable, solo por se ha podido utilizar, lo que hemos expuesto en esta
breve reseña antes que acabe de desaparecer del todo, lo poco é inútil que
resta.
Hace años que el Estado enajenó
los vienes que en la
Provincia poseía el Santo Oficio, ignorándose si alguien
ocultó los instrumentos de tortura, y el famoso estandarte de la fe. Solo queda
como recuerdo sus glorias la plazoleta del Quemadero, inocente sitio, que las
últimas generaciones han pisado, sin saber que sobre aquel suelo, cubierto de
yerba, se habían calcinado en otro tiempo los huesos de once infelices, que
Dios sin duda ha perdonado, primero que á sus miserables verdugos. (Agustín
Millares; 1981)
1820. Marzo 3. El cónsul de
Portugal en Canarias señalaba:
'"... os portos destas ilhas Canarias tém
presentemente estado infestados de corsarios insurgentes que mesmo as
pequeñas embarcares do tráfico délas tém sido nimbadas e mesmo do ancoradouro
tirado alguma de maior valor. E que tendo ele feito urna presa espanhola
cuja tirilla alguma defesa. Ihe adicionaran! mais alguma. e hoje se acha
outro corsario de fore.a os quais bloqueiam estes portos de días eni dias. Com
todo o respeito fago esta repre-seritagao a V. Ex" para que com as sabias detenninacoes de V. Ex" possa alguma parte do comercio
portugués que teiiha de transitar pelas vizinhau-gas destas ilhas possa tomar
as precaugoes necessárias que em tal caso se exige"". (En:
Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1820 Abril 30. La logia escocesa de San Juan más conocida como Los
Comendadores del Teide solicitó los auspicios del Grande Oriente de Francia,
aunque su petición, pese a estar bien recomendada por un taller hermano de
París, no fue atendida con diligencia, por lo que, de hecho, la logia tinerfeña
se convirtió en una especie de taller provisional, en tanto que no gozaba del
reconocimiento de ninguna obediencia o potencia masónica regular o irregular.
Desde el punto de vista
masónico, la logia experimentó otros cambios durante estas fechas. En 1822, a juzgar por el
testimonio tardío de 1870 de otro de sus probables integrantes, seguramente el
comerciante santacrucero Pedro Bernardo Forstall, Marco Aurelio, el taller
había cambiado de su antiguo nombre por el de Amistad, y había obtenido los
auspicios del Grande Oriente de Francia, pero, al año siguiente, se colocó bajo
la obediencia de un recién nacido Gran Oriente de España.
1820 Mayo 11. El Ayuntamiento de Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas
de Gran Canaria) se reúne para analizar los sucesos ocurridos en la metrópoli
con motivo de la revolución de Cabezas de San Juan. También se trató de la
llegada a la colonia de Canarias del jefe político José Soverón, acompañado del
general de campo Juan Ordovas, al que se le había encomendado el mando de las
tropas de ocupación en islas occidentales de la colonia.
1820 Noviembre 8. En el breve periodo del Trienio constitucional
(1820-23) se aprecia en la colonia un impulso notable de los programas de
repartimiento de baldíos que, sin embargo, acabaron incumpliéndose una vez más
debido al derrumbe en la metrópoli del régimen liberal. La política inicial de la Diputación en la
colonia sobre reparto de tierras baldías resultó bastante tímida y se limitó a
comunicar a los pueblos el decreto de la metrópoli de 8 de noviembre de 1820
que regía el nuevo sistema de reparto de baldíos. No obstante, a medida que el
abastecimiento de las islas se vio en peligro por la nueva ley de aranceles que
prohibía las importaciones de granos, la Diputación acordó dinamizar los repartos de
tierras, impulsando a los pueblos a promover los expedientes de reparto de
baldíos entre sus vecindarios.
1820 Diciembre 6. Fallece en Añazu n Chinech (Santa Cruz de
Tenerife) Domingo albertos y Miranda. Fue prebendado de la iglesia catedral de
Winiwuada (Las Palmas).
Hijo del abogado Licenciado
Domingo Albertos y de Catalina María Fernández de Miranda. Nació en Sevilla,
hacia 1760 e hizo allí sus estudios. Pasó hacia 1790 a Winiwuada (Las
Palmas), donde fue abogado y racionero. Al crearse la catedral Nivariense pasó
allí como tesorero dignidad. Escribió versos, muchos festivos, siendo poeta de
salón conocido en las islas. Sus obras poéticas forman 3 tomos manuscritos en
el Museo conservados en el Museo Canario
de Winiwuada (Las Palmas), además de los que se conservan en la Biblioteca de la Universidad de La Laguna. Graciliano
Afonso dicçia que «su facilidad era tal, que igualaba su falta de estilo y
genio. La sátira, los equivocos y las agudezas eran siempre los atavíos de su
negligente Musa».
No hay comentarios:
Publicar un comentario