sábado, 7 de febrero de 2015

MUJERES AFRICANAS SINGULARES-CXVIII




SOR MARÍA DE SAN BUENAVENTURA QUINTERO Y LEÓN (1779-1870),
ABADESA Y PRIORA  DEL MONASTERIO DE SANTA CLARA DE LA LAGUNA1

Al repasar la Historia de Arafo, llama la atención que esta Villa haya aportado a la Diócesis tinerfeña numerosos sacerdotes, pero que sin embargo casi no hayan existido religiosas nacidas en la misma. Una de ellas fue Sor María de San Buenaventura Quintero y León, que no se limitó a profesar en el antiguo Monasterio de clausura de Santa Clara de La Laguna, sino que llegó a constituir una verdadera institución para las clarisas, pues entre ellas permaneció durante 69 años, 12 de los cuales en el máximo cargo de abadesa, en cuatro trienios diferentes, y otros muchos en las siguientes responsabilidades de priora y superiora. Falleció a los 91 años, siendo la religiosa de mayor edad de toda la comunidad.

PROFESIÓN EN SANTA CLARA

Nuestra biografiada nació en Arafo el 25 de marzo de 1779, siendo hija de don Nicolás Quintero Padrón, natural de la isla de El Hierro, y de doña Josefa Antonia de León Morales, que lo era del Puerto de Santa Cruz de Tenerife. Cinco días después recibió el bautismo en la iglesia de Santa Ana de Candelaria, a cuya jurisdicción pertenecía por entonces dicho lugar, de manos del cura teniente de beneficiado don Fernando de San José Fuentes; se le puso por nombre “María del Carmen” y actuó como padrino don Antonio Pérez, soltero, natural de dicho pueblo de Arafo.

Aunque  sus  padres  estaban  avecindados  en  la  localidad  sureña,  en  doña  María Quintero se unían sangres de muy distintas procedencias, pues sus abuelos paternos, don Juan Quintero y doña Francisca Padrón Molero, al igual que su padre, eran naturales de la isla de El Hierro; su abuelo materno, don Manuel de León Cabrera, lo era de Vallehermoso en la isla de La Gomera; y su abuela materna, doña Lucía Agustina de Morales Crespo, había nacido en el lugar de Taganana.

Desde muy joven doña María del Carmen se sintió atraída por la vida religiosa, pero hubo de esperar algún tiempo para ver cumplidos sus anhelos, hasta que sus padres pudieron reunir la dote requerida para poder profesar en un convento de clausura. Una vez superada esta dificultad, en 1801, cuando contaba 22 años de edad, tomó el hábito en el Monasterio de Santa Clara de La Laguna, el más antiguo de religiosas de todo el Archipiélago, con el nombre “Sor María de San Buenaventura”. Al año siguiente, el 3 de julio de 1802, hizo en él su profesión solemne2. Como dato orientativo, en este último año constituían la comunidad de Santa Clara 32 religiosas, incluidas 2 legas, 2 novicias y una donada.

Poco a poco, Sor María de San Buenaventura fue dando pruebas de su vocación, humildad, inteligencia y amor hacia los demás, lo que le permitió ir ganando prestigio entre sus compañeras, que comenzaron a confiarle cometidos de cierta importancia dentro de la comunidad.

ABADESA DEL MONASTERIO LAGUNERO

Por lo expuesto anteriormente, no es de extrañar que el 19 de diciembre de 1822 nuestra religiosa fuese elegida abadesa del convento con el apoyo unánime de las monjas; presidió la elección el provisor y vicario capitular del Obispado de Tenerife, don José Hilario Martinón. Por entonces, las religiosas estaban sometidas al gobierno ordinario de la Diócesis, por haberlo dispuesto así el Gobierno Constitucional del “Trienio Liberal” (1821-1823). A decir del padre Fray Diego de Inchaurbe, el mencionado vicario capitular “se mostró demasiado complaciente con el Gobierno revolucionario, ayudándole a propagar y a ejecutar sus antirreligiosas  órdenes durante el trienio liberal, que es precisamente el tiempo que él gobernó la diócesis de Tenerife”3.

Como consecuencia de dicha resolución, la abadesa Quintero debía comunicar todo aquello que trascendiese de la vida del Monasterio al provisor y vicario general del Obispado;

así por ejemplo, el 16 de enero de 1823 le dirigió un escrito en el que notificaba la muerte de una súbdita del convento. En ese mismo año envió otro escrito a la autoridad eclesiástica, expresándole que la comunidad estaba mal servida por la falta de criadas, pues algunas se habían salido y necesitaban dos para dicho servicio, por lo que solicitaba autorización para la entrada de éstas en el convento.

El 19 de diciembre de 1823, al ser derogado el Gobierno Constitucional y volver el Antiguo  Régimen,  las  religiosas  se  reintegraron  al  gobierno  de  sus  prelados  regulares, saliendo del ordinario. Como consecuencia de ello, el 22 del mencionado mes Sor María de San Buenaventura fue confirmada como madre abadesa por el padre provincial de su Orden Fray Domingo José Delgado, con el fin de que pudiese continuar en el cargo sin hacer nueva elección, por haberlo solicitado así la comunidad que estaba muy satisfecha con la actuación de dicha religiosa. Permaneció en la máxima responsabilidad del Monasterio hasta el 20 de diciembre de 1823, en que fue sustituida por Sor Teresa de San Francisco de Asís Oliva.

El 30 de octubre de 1837 Sor María de San Buenaventura fue elegida abadesa por segunda vez, en elección presidida por el secretario del obispo don Luis Folgueras Sion (primer prelado de Tenerife), a causa de la supresión de las Órdenes Religiosas decretada por el Gobierno Liberal con sus leyes de Desamortización. A pesar de los difíciles momentos en que le tocó a nuestra religiosa estar al frente del convento, consiguió superar cuantos problemas surgieron, gracias a su moderación y cordura. Permaneció en su cargo hasta el 30 de octubre de 1840, en que accedió al mismo Sor Juana de Santa Clara de Jesús González, que también había sido su predecesora en esta etapa.

Al concluir el trienio de la anterior, volvió a ser elegida Abadesa por tercera vez Sor María de San Buenaventura Quintero; la elección se verificó el 31 de octubre de 1843, siendo presidida por el obispo Folgueras. Al cumplirse los tres años de mandato, el 31 de octubre de 1846 se celebraron nuevas elecciones, de las que resultó electa para dicho cargo Sor María de Santa Margarita de Cortona Torres Marrero.

Como curiosidad, en 1848 “Soror San Buenaventura Quintero” figuraba empadronada en su convento, en la calle del Agua, como religiosa, con 66 años de edad y natural de Arafo.4

El 31 de octubre de 1849, nuestra biografiada fue proclamada Abadesa de Santa Clara, por cuarta vez, en elección presidida por don Domingo Morales, vicario general y gobernador eclesiástico del Obispado de Tenerife. En éste, su último período de mandato, nuestra biografiada  respondió  sobradamente  a  la  confianza  que  en  ella  habían  depositado  sus hermanas de Orden y compañeras del convento. Cesó definitivamente como abadesa el 31 de octubre de 1852, al ser elegida en su lugar la ya mencionada Sor Juana de Santa Clara de Jesús González.

Monasterio de Santa Clara de La Laguna, el más antiguo de la isla, que durante 69 años
acogió a Sor María de San Buenaventura Quintero, quien fue su priora y abadesa.

PRIORA  DEL CONVENTO  Y FALLECIMIENTO

Pero a partir de entonces, y a pesar de su avanzada edad, Sor María no pudo evitar que
se le confieran otros cargos de responsabilidad dentro del convento, como el de priora (el segundo   en   importancia),   que   desempeñó   en   varias   ocasiones;   una   de   ellas   fue inmediatamente después de su último cese, de 1852 a 1855, y otra entre 1863 y 1867, siendo en este último período abadesa Sor Juan de San Vicente Ferrer. En otras ocasiones desempeñó también el cargo de subpriora.

En  1851,  “Soror  San  Buenaventura  Quintero”  continuaba  empadronada  como religiosa en la calle del Agua, figurando con 68 años y natural de Arafo. En 1855, la “Muy Reverenda Madre Sor Buenaventura Quintero” estaba incluida en el padrón municipal de La Laguna como religiosa en el Convento de Santa Clara, con 75 años de edad y, erróneamente, como natural de Santa Cruz; era la segunda en la relación de miembros de la comunidad, tras la abadesa, suponemos que por su cargo de priora. En 1858, “Dª. María de San Buenaventura Quintero” seguía en la misma situación, entre las “Monjas de Santa Clara”, con 79 años. Y en 1864, la “Muy Reverenda Madre Soror María de San Buenaventura Quintero” permanecía en el Convento de Santa Clara, con 84 años y ocupando de nuevo el cargo de priora.5

La reverenda madre Sor María de San Buenaventura Quintero dejaba de existir en su Monasterio lagunero de la calle del Agua el 14 de diciembre de 1870, a las tres de la mañana, tras recibir los Santos Sacramentos; contaba casi 91 años de edad, 69 de ellos como clarisa, siendo la religiosa de mayor edad de toda la comunidad. Al día siguiente se oficiaron las honras fúnebres en la capilla del propio convento y a continuación se efectuó su entierro en el camposanto del mismo, al que asistieron todas las monjas clarisas para despedir con gran dolor a la que desde siempre había sido su compañera, consejera y amiga.6

(Octavio Rodríguez Delgado. Hijo Adoptivo de Arafo) [blog.octaviordelgado.es]

Notas:

1   Sobre este  personaje pueden consultarse también tres trabajos de  este  mismo autor: el  artículo “Personajes del Sur (Arafo-La Laguna): Sor María de San Buenaventura Quintero y León (1779-1870), abadesa de Santa Clara”. El Día (La Prensa del domingo), 19 de agosto de 1990; el libro Historia Religiosa de Arafo (1995). Iltre. Ayuntamiento de Arafo. 816 pp.; el artículo “Homenaje de Arafo a Sor María de San Buenaventura Quintero y León (1779-1870), abadesa de Santa Clara”. El Día, 18 de mayo de 1999; y el artículo “Mujeres del Sur de Tenerife en monasterios de clausura”. El Pajar. Cuaderno de Etnografía Canaria, II época, nº 25 (agosto de 2008): 35-45. Con posterioridad, la reseña se ha visto enriquecida con nuevos datos.
2 Archivo del Monasterio de Santa Clara de La Laguna. Libro de profesiones.
3  Fray Diego de INCHAURBE (1940). Historia de los Conventos de Sta. Clara  de La Laguna y de San
Pedro Apóstol y San Cristóbal de Garachico. Pág. 208. Gracias a esta obra conocemos los distintos cargos que
Sor María ostentó en su monasterio.
4 Archivo Municipal de La Laguna. Padrones, 1848.
5 Ibidem, 1851, 1855, 1858 y 1864.
6 Archivo del Monasterio de Santa Clara de La Laguna. Libro de defunciones.



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