viernes, 27 de febrero de 2015

FRANCISCO DORTA Y JACINTO DEL CASTILLO

 

 

 

1962.

Fallece el criollo Francisco Dorta y Jacinto del Castillo, naturalista, periodista y escritor

Don Francisco Dorta y Jacinto del Castillo “Alfredo Fuentes”, intelectual villero, le escribió el cronista oficial  de la Orotava Don Benjamín Áfonso Padrón en la prensa tinerfeña, en un apunte relativo al agasajo que le tributaron en La Orotava varios amigos y compañeros. Homenaje que organizaron en su honor, por motivo de su jubilación del cargo de Secretario del Juzgado Comarcal, que tan dignamente desempeñó. El ofrecimiento se celebró en los salones de la sociedad Liceo Taoro, de La Orotava. En la mesa presidencial  se sentaron  a la derecha del homenajeado el Alcalde, Don Juan Guardia Doñate y a su izquierda el juez de primera instancia del Partido, Don José Luís Sánchez Parodi, ocupando los demás puestos el juez comarcal y fiscal; Don Alonso de Zarate y Méndez y Don Domingo Codesido Hernández, el registrador de la propiedad; Don José Fernández Mirón, notario; Don Vicente Ley Vidal, y los secretarios del Ayuntamiento y Juzgado de Primera Instancia; Don José Silverio y Silverio y Don Justo Sobrón Fernández. En las otras mesas tomaron asiento los jueces de Paz, abogados, procuradores, médicos y compañeros y amigos del Señor Dorta hasta el numero de unos cuarenta ya que se hallaban limitadas las invitaciones. El abogado Don Leocadio Cueva dio lectura a las adhesiones recibidas asociándose después el Sr. Alcalde Don Juan Guardia Doñate, al homenaje, en nombre del pueblo que representaba expresando que de haberse hecho popular el agasajo hubieran concurrido a él muchos convecinos. El registrador de la propiedad Señor Fernández Mirón ofreció en cálidas palabras el homenaje en nombre de los iniciadores y organizadores del mismo. Hizo un canto a la justicia, considerando el cuerpo de sus Auxiliares cuando estos son honrados e idóneos, como consustancial de aquella. Dedicó frases de encomio para el Señor Dorta en el terreno profesional, aludiendo a sus otras actividades en beneficio del país, entre las que descuella su amor al árbol. El Señor Fernández Mirón fue muy aplaudido en el transcurso de su elocuente disertación. Por último el Señor Dorta y Jacinto del Castillo, leyó unas sentidas cuartillas estimando inmerecido el obsequio que se le dispensaba, pues entendía que para el cumplimiento del deber era suficiente la satisfacción y tranquilidad del espíritu. Dedicó un recuerdo a la memoria de los jueces fallecido, con los que actuó en el principio de su profesión, Don Juan Cullen y Machado, y Don Domingo Salazar y Cólogan. Tuvo frase de consideración y elogio para sus actuales superiores, diciendo del Señor Sánchez Parodi, que con su reconocida inteligencia había sabido hermanar la rectitud de sus elevadas funciones con la sencillez y amabilidad de la persona y del caballero, estas palabras fueron estrechamente aplaudidas por la concurrencia. Terminó el Señor Dorta expresando su permanente gratitud para los iniciadores y organizadores del inmerecido agasajo que se le tributaba, así como a los asistentes y adheridos al mismo: agradeciendo infinitamente las frases de alabanza y afecto pronunciadas por los señores Guardia Doñate y Fernández Mirón.

Don Francisco Dorta y Jacinto del Castillo (1888-1962), fue secretario de administración de justicia. Publicó su primer artículo en el semanario “Hespérides”(1898), siendo redactor de varios periódicos del Valle de La Orotava(El Valle, El Norte y la Voz del Valle) y fundador y director del “Heraldo de Orotava”. Pionero del turismo, y de la población forestal introdujo en Tenerife el cultivo del “Pino Insigni”, contribuyendo así a la creación de una conciencia colectiva en pro del árbol. Escribe bajo el seudónimo de “Alfredo Fuentes”, y entre sus libros destacan “Mujeres del Valle”, “Flor de los campos” y “El turismo en Tenerife”, escritos en los años veinte. Decía el desaparecido semanario, “El Norte”, que era afán de recoger todas las palpitaciones que implicaban progreso, siendo “Alfredo Fuentes” el animador primero de las corrientes turística insulares; el que primeramente iniciara desde las columnas de “Heraldo de Orotava” la campaña turística de este siglo XX, y que desarrolló en libros, conferencias y prensa con un amplio sentido patriótico y con un conocimiento insuperable. Decía Don Francisco Dorta: que las vías de comunicación contribuyen poderosamente al acrecentamiento del turismo en los países que, cual Tenerife, reúne condiciones naturales incomparables, aparte el beneficio que proporcionan a los pueblos que entrelazan. Bajo este doble aspecto existen en nuestra Isla las carreteras que se denominan Orotava-Vilaflor y Pinito-Guancha. La primera no solamente facilita la ascensión al Teide, el famoso Volcán, y hace que presenciemos a nuestro paso la extraña y emocionante región de las Cañadas, sino que ponen en comunicación en muy pocas horas la Zonas Norte y Sur de la Isla. La segunda atraviesa por territorio de un gran valor agrícola, y comunica con los Realejos y la Guancha pasando por los populosos pagos de la Perdoma y Cruz Santa, y presenta en la cordillera de Tigaiga uno de los panoramas más bellos de Tenerife. En cuanto la carretera de la Esperanza a Izaña, sin negarle su estratégica situación y singulares perspectivas, tiene una valor turístico muy relativo, dado que en una regular extensión de aquella zona soplan continuamente grandes vientos que producen las naturales molestias al viajero. Pues se escogió la montaña de Izaña para el emplazamiento del Observatorio por esa circunstancia, prestando gran valor al carácter  que ostenta este centro el hecho de ser combatida constantemente dicha región por los vientos alisios y contra-Alicio. Además en la época del invierno, sobre todo, abundan los días desapacibles y borrascosos. Por todo ello no debiera anticiparse esta carretera a aquellas otras que reúnen todas las ventajas y contribuyen grandemente al desarrollo turístico y material de la Isla. En cuanto a Hoteles, era una meta importantísima para el sector turístico de la isla, evidentemente lo mejor, sería una serie de hoteles escalonados, desde el Gran Hotel Taoro del Puerto de la Cruz, hasta la misma cumbre del Valle, para que el visitante disfrutara, en un momento dado, de todas las temperaturas, y así contemplase las más variadas vegetaciones y los más diversos espléndidos panoramas. Que idea tan magnífica la de Alfredo Fuentes, esta sería la verdadera lección de las autoridades de este enchiquerado Valle de Taoro. Don Francisco Dorta prevenía que la mejor institución isleña para llevar a cabo esta meta, era el Cabildo Insular de Tenerife, entonces presidido por Don Máximo Acea, pues era la única entidad que a su juicio podía afrontar el proyecto. Porque la obra del Cabildo en materia turística iba poco a poco, dando sus frutos, indicaba Alfredo Fuentes, que había que reconocerlo así, debido al entusiasmo y compenetración en estos asuntos  de su Presidente señor Acea. Otra persona importante en el asunto turístico era el miembro del patronato nacional de turismo Sr. Silvela, por cierto que coincidió el día de la llegada a Tenerife, con las fiestas de las flores de la Villa, a la que concurrió, impresionándole agradablemente. Reconociendo como un medio más de atracción para el turista la indicada festividad. El Sr. Silvela recomendó al presidente del Cabildo Sr. Acea, la necesidad de impresionar una película de las alfombras de flores con todos sus preparativos y materiales que se emplean en la construcción de las mismas, y le citó para llevarlo a la práctica, la importantísima empresa Americana Metro Goldwyn Mayer, cuya empresa, a juicio del señor Silvela, sin mayores gastos aceptaría el ofrecimiento. Con relación a las Condiciones naturales y Sanatorio, Alfredo Fuentes manifestaba, que en el Teide y Las Cañadas, se tenía sin controversia alguna, el principal medio de atracción para el turista y no debiera abandonarse la idea de que se declare “Parque Nacional”(corría el año 1933......), a dichas privilegiadas regiones, con ello se obtendría una mayor protección del Estado. Por otra parte si se tiene en consideración las inmejorables condiciones climatológicas de Las Cañadas, reconocidas y ponderadas por eminencias médicas extranjeras y nacionales, cabe presumir la importancia que estos lugares adquirirán cuando se halle completamente instalado en ellos el Sanatorio, del cual, ya se había construido el primer grupo de las obras del mismo. Esto obedece a su implantación, evidentemente a razones de índole científicos divulgados por el mundo entero, que hará de dicho establecimiento, por innumerables circunstancias, ratificadas por los hechos, el primero de su clase en el globo. El periódico madrileño de la época “El Sol”, se había ocupado de esta cuestión, recordando que una de las primeras actuaciones del diputado tinerfeño, Don Antonio Lara, que el país recibió con beneplácito, fue la de gestionar la prosecución de dichos trabajos. El Sr. Dorta demostraba que era optimista, porque la obra de la Naturaleza por su misma grandiosidad triunfaría sobra la indiferencia y timidez de todos los tinerfeños, con esto nuestra amada isla ocuparía en el mundo, el envidiable rango que le tiene reservado el porvenir.

La labor meritoria de Don Francisco Dorta y Jacinto del Castillo, sin embargo no fue bastante comprendida y no lo fue, precisamente, porque nuestra idiosincrasia de indiferentes, necesitó el estruendo y la ostentación para agrietar los sentidos  a la compresión. El ímprobo esfuerzo de este gran patriota que practicó con éxito inigualado la “acción directa”; que días tras días, años tras años, con una constancia y voluntad ejemplares subía, acompañado de un par de obreros cedidos por el Ayuntamiento, a plantar y replantar árboles y más árboles, a sembrar flores, a limpiar y podar los que requerían este trabajo, por la carretera de la Orotava-Vilaflor, en la que puso todos sus amores; este ímprobo esfuerzo, pasa casi desapercibido por la mayoría de las gentes. Pero su labor fructifica y con ello se da por satisfecho. Los espíritus selectos no necesitan halagos ni exageración para cumplir con su deber de fidelidad. Esta es la realidad, realidad que acompaña la callada y meritoria pero efectiva obra del inmemorial Alfredo Fuentes. Es una verdadera lástima que no contara con los medios económicos suficientes para desarrollar su obra como tal obra merece. Este hombre se debatía entre las atenciones que el arbolado exigía y los escasos medios de que disponía para atenderlo debidamente. Por ello, y por saber que en sus manos sería sumamente provechoso el resultado. Se pedía públicamente subvenciones para el arbolado de la mencionada vía, la más bella, de la isla entera. Querían nombrarlo jardinero honorario, porque así convertiría esa vía en un paseo delicioso cubierto de hermosos árboles y bordeada completamente de flores, con lo cual sería de un maravilloso atractivo para el turismo por el que Alfredo Fuentes (Paco Dorta - año 1933) tanto había promulgado.

En la actualidad muchos de esos adorables árboles que Alfredo Fuentes sembró en la concordia de la libertad, están totalmente amenazado de muerte. La idea de este intelectual caballero fue plausible, idea de sembrar árboles frutales hasta donde las condiciones de terreno y clima le permitía. Hasta Aguamansa plantó los castañoss, los guinderos, los ciruelos, las moreras, etc... Y de Aguamansa para arriba divisamos como entre el monte crecen pinos y algún eucalipto, contrastando graciosamente sus ramas verdes plateadas del verde monótono del brezal y las hayas. Así como las plantaciones  de cedros canarienses hechos a sus expensas por la Señora Doña Constanza Carnochan. Especie arbórea casi desaparecida de nuestra isla, merced al solícito cuidado de su difunto esposo, el Dr. Pérez de feliz memoria, aún se conserva y hay probabilidades de propagarla profusamente. Este generoso rasgo de la señora Carnochan merece los más calurosos plácemes y el agradecimiento de todos los hijos de este Valle totalmente reprimido.


Un artículo escrito sobre el perfil y la figura del inolvidable orotavense naturalista don Francisco Dorta y Jacinto del Castillo (1880-1962) que firmaba sus celebres artículos por el seudónimo “Alfredo Fuentes”. Publicado DESDE EL CORREDOR, EN EL DIARIO DE AVISOS (SANTA CRUZ DE TENERIFE), el día 21 de octubre del 2010: “… (Para José Manuel Bermúdez y José Fernando Cabrera por el éxito de Tenerife en Fitur).
A pesar de haber trascurrido casi medio siglo de su muerte, don Paco Dorta, periodísticamente Alfredo Fuentes, hoy, más que en otras épocas, está de moda. Me cuenta su hija que tanto se le parece, la eterna Isabelita -cumplió hace poco 90 años- que los estudiosos la acosan pidiéndole escritos de su padre. También la revista Rincones, que dirige otro orotavense, Daniel Fernández, pronto, con los idus de marzo, dará a la luz una extensa colaboración sobre nuestro personaje. La Coordinadora del Rincón, con Toño Sánchez al frente, dedicó, hace pocos años, un homenaje a otro patricio coetáneo, Antonio Lugo. Deberían ir pensando en un acto similar a nuestro hombre.
Francisco Dorta y Jacinto del Castillo (La Orotava, cerca de1880-1962)  era hijo de Ignacio Dorta, familiar al corredor, el más experto guía del Teide. Príncipe de aquella variopinta galería orotavense: Cristóbal el Mayor, Luis Monteverde, José Bethencourt, Lorenzo el Morisco -amiguito de Olivia Stone, la inglesa que publicó un libro con un título definitorio: Tenerife y sus seis satélites-, en fin, citado por Julio Verne... Dorta, con 16 años, escribió en Hespérides un suelto sobre la guerra, que firma con su primer seudónimo, Rozellés. Luego, se popularizó el definitivo, del que fue alumbrador su pariente, el escribano Juan Jacinto del Castillo. Funda y dirige Heraldo de Orotava, de vida efímera. Colaborador de los periódicos de Santa Cruz -Gaceta de Tenerife, La Prensa, La Tarde- escribía, asiduamente, en diversos semanarios del interior de la isla -El Valle, El Norte, La Voz del Valle y, por último, Canarias-. Es autor, en resumen, de miles de artículos. Junto a otros tinerfeños recios (Antonio Lugo, Víctor Pérez, Constanza Carnochan) contribuyó a la creación de una conciencia colectiva en pro del árbol. Cubrió de frutales el primer tramo de la carretera Orotava-Vilaflor, hasta Aguamansa, con la colaboración económica del Ayuntamiento de su Villa y del empresario Casiano García Feo.

También fomentó el turismo en el Valle de La Orotava. En aquel tiempo, el incipiente turismo de Tenerife estaba en el Norte, como los  políticos de nivel, los primeros contribuyentes, la clase... Como decía mi abuela, “el Sur para los lagartos”. Idea suya fue la de construir una serie escalonada de hoteles desde el Gran Hotel Taoro (¡qué pena pasar, hoy, por allí!..), para que se pudieran ofertar, con referencia a la salud, diferentes temperaturas. Iniciativas de Dorta que encontraban eco en el entonces presidente del Cabildo, Maximino Acea y de Álvaro Silvela,  miembro del Patronato Nacional de Turismo, un enamorado del Valle. En una de sus estancias coincidió con la “Fiesta de las Flores”, como la llamaban. Evento que le impresionó, recomendándole a Acea la necesidad de filmar una película sobre las alfombras orotavenses, con guión del propio Dorta. Sugirió, para llevarlo a la práctica, la conocida empresa norteamericana Metro Goldwyn Mayer, que, sin mayores gastos, dijo, aceptaría gustosa el encargo. En otras palabras, un film que lo abarcara todo: preparativos, materiales (tierras, arenas, pétalos, retamas, brezo), cómo se tejen, quiénes participaron a través de los tiempos, el Tapiz Maravilloso, la comitiva con aires de Corpus veneciano, el corto trayecto de la Custodia, la espectacular entrada en la Plaza Mayor, en fin, el escalofrío de las gentes cuando pasa y pisa Dios...

Aquel infatigable patriota escribió varios libros: Del exterior, Mujeres del Valle, Flor de los campos (novela cinematográfica) y, por supuesto, uno dedicado a su tema estrella: El turismo en Tenerife (Puerto de la Cruz, 1924). Profesionalmente, fue secretario del Juzgado Comarcal de La Orotava, desde 1915 hasta 1952 en que se jubila. ¡Ah, se me olvidaba!, en 1900, fue redactor de El Orden, en el que también colaboraban nombres que, por lo menos, guerra han dado: el citado Antonio Lugo, Agustín Monteverde, Diego Benítez de Lugo, Manuel Bethencourt del Río... y Alfonso Ascanio. Pero este último, personaje irrepetible, merece capítulo aparte.

Alfonso de Ascanio-Bazán y Poggio (La Orotava, 1884-Santa Cruz de Tenerife, 1965), ingeniero electricista de Montefiori (Bélgica), escribió diversas obras: Oxidación del ázoe atmosférico, La paz del amor, Muñecas de París, El invencible, Paloma en Madrid, Sin mujeres... en Benidorm, España Imperio y, al irse, tenía en preparación, Sex-appeal. Atracción sexual. Pero su pirueta vital fue el publicar, en 1952, La casa de Ardola, donde trata a su ilustre familia con poquito respeto. Ascanio es el eslabón intermedio de una saga de ilustrados: su padre, Nicolás de Ascanio-Bazán Negrín (La Orotava, 1855-1936), y su hijo, Alfonso de Ascanio, junior, que ha dado a la estampa algunos ensayos. Volviendo a los Ardola, Ascanio describe, de forma insuperable, el ambiente de la época, en la Villa: “Aquellas generaciones educadas y timoradas que, de buen grado, se sometían a la ley natural de la sucesión tascaban ahora el freno con mayor impaciencia, se rebelaban y el que más y el que menos se esforzaba de adelantarse al tiempo, ya sea heredando en vida o preparando una mejora o ayudando a bien morir al pariente sin familia. Los hijos se disputaban, los sobrinos se encrespaban en torneos de mala ley buscando el favoritismo de la tía vieja o del padrino próximo a desaparecer, y en cada casa se hurtaban muebles y valores y se consultaban abogados y se hacía maniobrar al párroco, al padre paúl o al jesuita influyente de la capital. Como una epidemia, la fiebre testamentaria obsesionaba a la gente joven y, por todos lados, se oía: - Se dice que Don Bernardino ha hecho escritura de venta a Perico... - Parece que Vicentito ha logrado, al fin, que su tío Raimundo le haga heredero universal... - Dicen que Juanito ha sacado del Banco un montón de dinero con letras de su padre...”.

A propósito de la jubilación de tan probo funcionario, a finales de 1952, se celebró, en el Liceo, un almuerzo, con 33 asistentes, al ser las plazas limitadas. Hicieron uso de la palabra, el alcalde Juan Guardia Doñate, el juez de Primera Instancia José Luis Sánchez Parodi y el registrador de la propiedad José Fernández Mirón. Leyó las adhesiones el arrogante letrado Leocadio Cuevas. El agasajo fue cosa del mundillo de la curia: jueces, abogados, procuradores, funcionarios judiciales. Tras haber visto la foto de familia posterior, en las escalinatas del vecino Jardín de la Quinta Roja, recuerdo a los hombres de leyes presentes: el juez Alonso de Zárate, el notario Vicente Leis, el secretario Justo Sobrón, el fiscal Domingo Codesido, Jesús González, Alonso Tabares, Rafael H. Correa, Amado Baeza, Clodomiro de Taoro, Evelio Álvarez y el único vivo: Francisco Casanova. Se me olvidaba el célebre y abstemio alguacil don Ricardo. Pero, en torno a aquellos manteles estaba, también, una variada representación de La Orotava de los cincuenta: los médicos Miguel Rodríguez Vivas y Juan del Castillo Díaz, el farmacéutico -también entre nosotros y por muchos años- Pompeyo Martínez Barona, el secretario del Ayuntamiento José Siverio, el interventor Felipe González. Paco cerró el ágape, con emotivas palabras, recordando a dos jueces fallecidos: Juan Cúllen y Machado y Domingo Salazar y Cólogan.

En un suelto, al filo del júbilo de la jubilación, se pedía para Alfredo Fuentes el título de Hijo Predilecto. Por lo que fuera, no cuajó. Por el contrario, sí prosperó la iniciativa de bautizar con su nombre a una vía de la Villa de Arriba, en el barrio de La Piedad. Quiso el destino que calles paralelas, como sus desvelos, fueran las de Dorta y Lugo. A quienes la profesión separó en vida el callejero unió para siempre. A ambos, a don Antonio y a don Paco, a Lugo y Massieu y a Alfredo Fuentes, paladines de la cultura, el periodismo y el árbol de toda una época de la isla Dios los tenga en su gloria…” (Bruno Juan Álvarez Abreu)


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