CAPITULO
I-II
La batalla de Las Pañuelas
Firmado el pacto de sesión de Los Realejo el 25
de julio de 1496 entre 4 de los menceyes
confederados y los 5 denominados de paces, a pesar de lo pactado, los invasores
españoles comenzaron a campar a sus anchas por los territorios de los
menceyatos sometidos a la captura de personas para esclavos y ganados, saqueando cuanta cebada, trigo y demás
comestibles encontraban, cometiendo cuantas tropelías les venia en gana,
operaciones de saqueo a las que algunos autores
españolistas califican cínicamente como “operaciones de limpieza”.
Estos saqueos eran llevados a cabo por los
mercenarios con total impunidad, ya que los menceyatos estaban indefensos y
desorganizados más que por los efectos de los encuentros armados, por las
consecuencias derivadas de la denominada modorra, extraña epidemia que asoló a
los menceyatos confederados contra la invasión española y que curiosamente, no afecto
ni a los invasores ni a los menceyatos denominados de paces, lo que induce a
creer que la tal modorra fue realmente un arma bacteriológica empleada por los
invasores quienes envenenaron las fuentes de agua potable de las que se surtía
la población, posiblemente ayudados por los isleños auxiliares que conocían
perfectamente la ubicación de las
fuentes, eres y manantiales.
Esta situación de inhumano atropello por parte de
los mercenarios invasores dio lugar a una de las batallas en la que nuestros ancestros
demostraron una vez más su profundo amor por
la matria y sus deseos de libertad, y en un alarde de arrojo y valentía
los Tabores de Tegueste y Aguahuco (Punta del Hidalgo), el 12 de marzo de 1495, infligieron una
sonada derrota a los invasores en Las Pañuelas, Menceyato de Tegueste derrota que ha sido poco
divulgada por los cronistas.
Al
frente de los tabores guanches estaba como queda dicho el Mencey de Tegueste conocido en la historiográfia
canaria como Tegueste II, secundado por el Príncipe Sebenzui achimencey de Aguahuco (Punta del Hidalgo).
Y la Información
Trejo-Carvajal (Chil: Estudios, III, pp. 214 y 232)
asegura que don Fernando Guanarteme (Thenesor Semidan) “atrajo al Rey de bandos
de Anaga, Tegueste y la Punta ”, recordadas por la
tradición, los romances y los relatos de familiares de sus autores.
Según
recoge un articulo en wikipedia “el 23 de mayo de 1496 Tegueste II había sido
apresado por los conquistadores. Debido a esto, pactó con Alonso Fernández de
Lugo el no bautizarse, a cambio de que él no atacara más a los españoles y a
sus aliados. Sin embargo, él no podía soportar la invasión extranjera en su
tierra y el asesinato masivo de una parte de la población, entre los que se
contaban familiares y amigos suyos. Por tanto, para impedir la invasión y los
asesinatos, él y sus aliados, en secreto fueron recopilando armas para
reconquistar la isla. Uno de sus aliados lo delató, diciéndole a Lope de la Guerra sus intenciones, por
lo que este lo mandó a ahorcar el 17 de julio de ese año (1496). No fue
finalmente ahorcado, pues se sabe, que, tras la conquista, él se bautizó como
Antonio de Tegueste.” (Eduardo P. García Rodríguez).
En torno a
los guanches resistentes-alzados
En el año 1496 cuando los invasores dan por
finalizada la invasión y conquista de la
isla, permanecerán los resistentes (alzados) guanches en las montañas durante
más de veinte años.”
Los guanches resistentes al dominio español
los Igrawlem calificados por estos como alzados. Tal como
expone el historiador chasnero Dr. Juan Bethencourt Alfonso:
”Después de la invasión y conquista hubo dos
bandos. El de "paces" y el de "guerra". En el de paces se
hallaban los guanches libres, pero que eran españolizados y cristianizados. En
el otro bando se hallaban los guanches de bandos de guerra; Los alzados,
principalmente en Gran Canaria y Tenerife, no se sometieron a los españoles y
resistieron en las montañas, con su vida normal.
“A
los guanches de paces y los notables que asumieron el dominio español,
se les concedió la condición de vecinos, En el polo opuesto de los vecinos
figuraba el grupo de los alzados, el grupo de los irreductibles, que jamás se
sometieron a la soberanía de España; más conocidos después de la muerte de
Alonso Fernández de Lugo por babilones, a causa de una intransigente clase
sacerdotal que los exaltaba y tenía fanatizados. De ellos procede el mote o
remoquete de babilones que nos dan en las islas a los tinerfeños.
Moraban en las espesuras de los montes, en los
riscos, breñales y laderas del macizo de la sierra central, en los barrancos y
territorios no invadidos por la civilización europea, ofreciendo la traza a los
que se pasan la vida en guerra abierta. Altos, secos de cuerpo, recelosos,
ágiles, de mirada dura, feroz, risquemos, ladrones, de inconcebible velocidad
en la carrera, vengativos, valerosos y de violenta acometividad, una
cincuentena de años después de sojuzgada la isla, aunque habían perdido su
ferocidad primitiva, aún eran temibles y de cuidado. Conservaban íntegras sus
costumbres legendarias, el idioma, tradiciones y cuanto conocieron de sus
mayores. Hablaban a distancia por medio del silbo articulado como los actuales
gomeros y no aceptaron del progreso más que la lanza, el cuchillo y demás armas
de combate”. (Juan Bethencourt Alfonso.).
El temor que los grupos de guanches resistentes
(alzados) infundían en el ánimo de los colonizadores quedó reflejado en varias
actas del Cabildo colonial, de las cuales entresacamos algunos párrafos para un
mejor inteligencia del tema:
En sesión cabildisia celebrada el 9 de enero de
1504 los regidores exponen sus inquietudes ante las acciones de los guanches
resistentes:
“Otrosy ordenaron e mandaron que por quanto fue apregonado públicamente
por mandado de su Señoría e Regimiento en el año de mill quinientos años e agora non se halla el dicho
pregón, al qual se refiere sy se
falla, e sy non que valga en su lugar e sea avydo por ley dende el dicho año de quinientos, que todos los guanches y guanchas cativos non pudiesen ser horros syn servyr primero diez e
seys años a su señor por los muchos dapños e robos que fazian los dichos
guanches pastores de los ganados, por que se ahorravan con los dichos
robos los unos a otros con los ganados de sus
señores; por tanto se ovo esta ley por
buena e agora de nuevo se confirma e
que se entiende e sea entendido dende
el dicho año de quinientos acá. De lo qual se afirma que pasó, su Señoría e su alcalde mayor, e Mateo Vyña e
Fernando de Llerena e Gero nimo de
Valdés, regidores.
Otrosy se apregonó que todos los guanches horros se posyesen
a soldada dentro de
cierto término, que es pasado en el año de quinientos como dicho es, que todos los guanches horros se pusyesen
a soldada y que saliese de donde
andavan alçados y fuera de poblado, con cargo que non lo cunpliendo que serían cativos por cierto tienpo, la
mitad para quien los tomare pasó en
verdad y mandan que por non lo aver cunplido que venga a devida esecución los que non lo han conplido.”
Estas
pretensiones de los colonizadores no fueron muy efectivas ya dos años más tarde
los regidores vuelven a poner sobre el tapete el mismo tema en reunión del
Cabildo colonial de fecha 17 de mayo de 1506.
“E luego Alonso de las Hijas e Fernando de Trugillo
e Mateo Viña e Batysta
Ascaño y el bachiller Pero Fernandes dixeron que denuncian e denunciavan al señor Adelantado que ay muchos guanches algados en esta ysla e
que roban los ganados y facen otros daños; que piden se faga lo que sea
justicia procediendo contra ellos.
E luego Lope Fernandes e Fernando de Llerena
regidores dixeron que como
personas que les toca tyenen dos
esclavos algados, que ellos son contentos que contra ellos se
proceda e se faga como por justicia lo que contra ellos [se] fallare por derecho
E luego el señor Adelantado dixo que está presto de
hazer justicia e que
cometya e cometyó lo susodicho a Sancho
de Vargas su teniente para que proceda contra ellos por todo rigor de derecho segund fallare por justicia
por su sentencia difinityva y
aquella devida esecución, para lo qual le dio poder bastante.
Fue
acordado e consultado en este Cabildo que porque los pastores guanches son ladrones y roban toda la ysla y
destruyen los ganados, de que se quexa todo
el pueblo, y hasta aquí non se a podido remediar de pastores castellanos por falta de non los aver, que agora
por evitar el daño dieron términos
asy: y a todos los que tyenen pastores guanches de aquí a quatro meses primeros
syguientes saquen los dichos guanches pastores fue[ra] desta dicha ysla, so pena que sy por caso alguna persona non
los quisyre sacar, que el tal esclavo
o esclavos pertenesca a la cámara de sus Altezas, para lo qual lo aplican. Lo qual queda en secreto, que non se notyfique a
los que tyenen pastores guanches fuera de dicho Cabildo, porque
notificándoseles agora será descubrirse y
recriarse mucho daño. Determinan
que enbiarán a Castilla por tanta copia de pastores castellanos que basten; y traydos en secreto se notyficará a
cada señores de esclavos que los
saquen segund dicho es, so la dicha pena e syéndoles notyficado e non lo quiriendo fazer entonces yncurran en la pena,
porque luego les darán el remedio de
pastores castellanos.”
En otras
Ordenanzas del Cabildo colonial.
“Se platicó sobre razón que se debía pregonar que
los guanches de esta isla e gomeros tuviesen sus habitaciones e viviendas en
los poblados, por manera que fuesen bien acostumbrados e adoctrinados en la fe,
por que oyesen misa y las oras y especial las qreaturas que sepan como han de
bevir y sean puestos en camino de ser buenos cristianos, e todos se confiesen.
Sobre lo qual y remediar otros inconvenientes, que por bevir fuera de poblado
nacen e acaescen, que devían hordenar e proveer e hordenaron e mandaron que
para esto mejor se hacer que se pregone públicamente que todos los guanches e
gomeros, ombres e mugeres, casados e por casar, ebcebtados los orros que libres
están de hoy fasta el día de año nuevo parezcan ante el escribano del Cabildo e
se registren por sus nombres porque vista las copia se dé tal forma e manera en
lo susodicho que sea Dios servido y el Cabildo haga lo que deve haser mirando
el bien e pro e utilidad que deste negocio se sigue e como mejor convenga
hacerse para su bivienda e habitación de los dhos. guanches e gomeros, e por
los inconvenientes que hasta hoy ha abido e ay cesen. So pena quel que toviere
de qué pagar pague en pena de dos mil mrs...”
”Ordenaron que ningún guanche pueda tener ni
tenga agora sea horro o cativo, ningunas armas ni género dellas ofensivas ni
defensivas, chicas ni grandes ni puñal ni espada ni lansa, ni dardo, ni otra
manera alguna de armas, ni cuchillos grandes, ni bordón herrado con punta ni
otra ninguna arma de palo ni de hierro, salvo un cuchillo para poder deshollar
reses e servirse en casa, que tenga de anchulla un xeme y no más, ni tengan ni
traigan pelotas de hierro ni de metal alguno ni de piedra; e que todas las
armas susodichas que ahora tienen las traigan ante la justicia dentro de diez
días que esta ordenanza sea apregonada…(ni) a escondidas sobre tierra ni debaxo
de tierra...”. (E. Serra. Actas, 1497-1507).
Carta de
suplica de los colonos a los Reyes de
España.
Capitulaciones que presentan los invasores
colonos en Chinech (Tenerife) al Rey
Fernando de Aragón como gobernador y administrador del reino de Castilla en
nombre de su hija Juana de Castilla (la loca), por mano de mensajero. De este
documento entresacamos los capítulos doce y trece, en ellos los invasores
exponen sus inquietudes en torno a la población guanche que no se consideraba
sometida a los europeos:
“Villa de San Cristóbal, fines de 1513.
Capítulos de Corte.-Los viejos.-Muy poderosa
Señora-EI Concejo, governador, justicia, regidores, personero, cavalleros,
escuderos, oficiales y onbres buenos desta isla de Tenerife, con el acatamiento
e reverencia e acatamiento que devemos, besamos las reales manos de vuestra
Alteza y le hacemos saver y suplicamos ciertas cosas cunplideras a su servicio
y a la buena poblazón e enoblecimiento desta dicha isla, de que de yuso se hará
mención en los capítulos seguientes y para las negociar e procurar embiamos
nuestro procurador.
XI.-Otrosí, muy poderosa Señora, en esta dicha
isla ay seiscientas personas e mas guanches, naturales de la dicha isla, en que
avrá doscientos honbres de pelea, poco más o menos, y la estada e bevienda
destos en la dicha isla no asido ni es provechosa al servicio de Dios ni de
vuestra Alteza ni al bien común de la dicha isla, salvo muy dañosa. [E todo por
algunas cabsas, especialmente por las siguientes: lo uno por que casi todos
estos dichos guanches o los más dellos no tienen otra manera de bivir sino por
criar cabras y ovejas e puercos, porque en el tienpo que heran infieles e
fueron sojusgados no tenían ni savian otra bevienda sino criar las dichas
cabras e ovejas, de que se sustentavan. (I) Que de su propio natural ellos son
olgazanes e no aplicados a ningund servicio ni industria, ni otro trabaxo,
salvo algunos andar tras de cabras, biviendo en los canpos, cuevas e montaña,
non queriendo bevir en poblado, aunque se les ha mandado muchas veces por la
justicia y como así biven en los canpos hurtan e roban los ganados de los
vezinos de la dicha isla y házenlo tan sagazmente que no se puede bien
vereficar, salvo por presunciones, porque aunque muchos del los no tengan
ganados, ni donde los puedan aver, holgando e sin industria ni trabaxo, en poco
tienpo demás de comer e bever como comen y beven an e tienen muchos ganados de
cabras y los ganados de los vezinos se disminuen e menoscaban porque si los
guardan algunos pastores que no sean guanches húrtanselos e róbanselos y es
veresímile que lo haz en los dichos guanches; así por que ellos en el tienpo
que heran infieles tenían por estilo comunmente de hurtarse e robarse unos a
otros 1o dichos ganados, como por ser como son personas muy ligeras e muy
astutos y criados en los canpos e montañas tras las cabras e ovejas y si los dichos
ganados de los vecinos e moradores los guardan algunos pastores guanches
esclavos estos tales tienen tal sagacidad y poco a poco hurtan a sus amos del
ganado e guardan y danlos a los otros guanches libres y después mércanlos e
ahórranlos con lo que así an avido de lo que así hurtaron a sus señores y aun
los dichos amos no se 1o osanl reprender
porque no se le alzen e huigan a las montañas y les destruigan los que les
quedan y demás desto muchos esclavos guanches que se huen andan alzados cinco o
seis años entre los libres, porque como todos son de una nación y biven en los
canpos e sierras acójense y encúbrense unos a otros y esto hácenlo tan
sagazmente, de más de ser la sierra aparejada para ello, segund los barrancos e
malezas e cuebas y asperujas que no se puede saver sino por presunciones.
Especialmente por que es jente que aunque unos a
otros se quieran mal encúbrense tanto e guárdanse los secretos que antes
morirán que descobrirse y tienen esto por honra y este estilo tenían antes que
la dicha isla se ganase y todavía se les a quedado, pues saverlo dellos por
tormentos es inposible aunque los hagan pedazos, por que jamás por tormento
declaran verdad y por ser de esta condición e manera es gente muy dañosa. En
algunas partes, señaladamente en la isla de la [Gomera (I)] Madera y en la isla
de Gran Canaria los mandaron echar y hecharon desterrados perpetuamente por vía
de Consejo, porque no se podían valer ni remediar con ellos, quanto más en esta
dicha isla, donde son naturales e criados e siendo la dicha isla aparejada para
los dichos sus hecesos y muchos de los dichos guanches desterrados de otras
partes se an venido a esta dicha isla pobres ly sin traer un pan (I) I. E sin
trabajar ni tener donde les venga, salvo holgando e comiendo, tienen ganados
muchos y los dichos vecinos e moradores que así los tenían se les an deminuido
y demás desto, muy poderosa Señora, si acaheciese en tienpo de guerras, lo que
Dios no quiera, venir alguna jente estraña a esta dicha isla aviendo como ay de
los dichos guanches doscientos honbres de pelea dispuestos e criados en la
tierra e savidores della e jente de sierra y siendo como son nuestros
henemigos, por que les tomamos la tierra, ellos mismos nos podrían hazer muchos
mas dapño que no los estraños, porque doscientos honbres del los con los que
más se van acrecentando cada día y en tierra tan áspera como esta harían mucho
dapño, casi irreparable. Porque suplicamos a vuestra Alteza los mande hechar de
la dicha isla, pues ni Dios ni vuestra Alteza no son servidos dellos, ni la
isla aprovechada, o provea sobrello como más convenga a su servicio.
XII.-Otrosí, muy poderosa Señora, muchos esclavos
guanches e negros e moríscos de los vezinos e moradores de la dicha isla se an
huido e ausentado e huyen de cada día e se an andado e andan por las sierras e
montañas un año e dos e quatro e cinco e más tienpo que jamás los an podido ni
pueden tomar por la asperidad de la tierra e razones susodichas; y sabiendo
esto cada esclavo se osa absentar e haz en sus partidos con los señores con que
porque sus señores no osan hazer otra cosa y desta cabsa muchos venden sus
esclavos y dexan de mercar otros y se sirven de honbres de soldada a quien dan
demasiadas soldadas y aun no los pueden aver y así se dexan de hazer muchas
haziendas y se destruen muchos vezinos a cabsa desto por que suplicamos a
vuestra Alteza mande que qualquier esclavo que se huiere e absentare de su
señor e no bolbiere dentro de tres meses por la primera vez muera por ello e si
no bolbiere al dicho su señor que aya la misma pena, porque por no incorrir en
la pena se bolbería antes de tres. meses e después tornarseía a alçar e
bolberseía dentro de un mes e tornarseía de nuevo a huir e así se andaría de
nuevo toda su vida y que los otros señores de esclavos paguen a su dueño diez
mil mrs. por el tal esclavo y esto prorrata segund los esclavos que cada uno
toviere; desta manera no se osarán huir porque esto mismo vuestra Alteza
concedió a la isla de Gran Canaria e sobre ello provea como más fuere su
merced. (Escribanía del Cabildo colonial).
“Fue acordado e consultado en este Cabildo que
porque los pastores guanches son ladrones y roban toda la ysla y destruyen los
ganados, de que se quexa todo el pueblo, y hasta aquí non se a podido remediar
de pastores castellanos por falta de non los aver”.
El Menceyato de Tegueste además de los avatares de la guerra defensiva, sus
habitantes también fueron mártires de la guerra bacteriológica desarrollada por
los invasores españoles, inhuma táctica que ya habían experimentado las tropas
mercenarias enviadas por el Duque de Medinasidinia en la guerra de Granada.
Según Conrado Rodríguez-Martín (médico y Director
del Instituto Canario de Bioantropologia), fallecieron entre 4.000 y 5.000
personas, es decir la cuarta parte de la población total de la isla. La
enfermedad solo se desarrolló causando gran estragos entre los bandos de
guerra, es decir, los menceyatos que se enfrentaron a los invasores, por tanto,
de este envenenamiento masivo no estuvo excento el Menceyato de Tegueste.
La situación del pueblo guanche fue terrible.
Familias enteras caían victimas de la epidemia y veían como iban muriendo uno a
uno sus miembros. Los cadáveres yacerían por doquier, en cuevas, barrancos y
senderos. El aire estaría impregnado del hedor de los cuerpos en
descomposición. Muchos de los afortunados que pudieron permanecer sanos, huían
despavoridos a las montañas para escapar de una maldición causada por los
conquistadores. Otros se quedarían, debilitados y famélicos, intentando
sobrevivir a un duro invierno.
Se ha especulado sobre el origen de la denominada
modorra guanche. El chasnero Bethencourt Alfonso, médico y historiador del
siglo XIX, en su libro “Historia del Pueblo Guanche”. (Tomo III), le concede
poca importancia a esta epidemia. Sin embargo, esta podría haber sido una
opinión basada en la imposibilidad de encontrar una causa que, a la luz de sus
conocimientos médicos, pudiese explicar la extensión y la gravedad de la
epidemia, especialmente en lo selectivo que fue su radio de acción.
Resulta sorprendente que la enfermedad atacase
solamente y con especial virulencia a como queda dicho a los menceyatos
guanches que estaban en guerra contra los conquistadores, sin que afectase al
ejército invasor ni a los guanches que apoyaban a los extranjeros.
Sobre el particular es muy interesante un trabajo
realizado por el investigador y profesor Pablo de Luca, del cual por su interés tomamos algunos parrafos:
La “modorra” guanche o la
guerra bacteriológica.
Fray Alonso de Espinosa y otros cronistas nos refieren
una epidemia de modorra sufrida por los guanches que afectó a la
población isleña a partir de la batalla de La Laguna y que alcanzó especial virulencia en los
inicios de 1495. Según dichos autores, esta epidemia contribuyó en buena medida
a la aceleración del proceso de finalización de la conquista iniciado por los
castellanos y sería producida por “el aire infectado por los cadáveres
abandonados posteriormente a la batalla”. El escaso sentido analítico y
objetivo de A. de Espinosa- y otros cronistas- junto a la tendenciosidad
favorable al bando de los conquistadores, influyó a nuestro juicio en una
interpretación errónea, o mal intencionada en el peor de los casos, en relación
a este oscuro y poco estudiado tema. Creemos que la cruda realidad fue otra y
nos basamos, en parte, en lo que ya apuntó en su día el Dr.C. Bosch Millares
(1983) en relación a una introducción vírica por parte de los españoles contra
la que no estaban inmunizados los guanches. Sin embargo, desde nuestra
perspectiva, la intervención de los europeos fue mucho más allá de la simple
aportación de enfermedades desconocidas por los tinerfeños.
A la vista de la documentación histórica que
describe la sintomatología y profundizando en los aspectos patólogicos de los
cuadros infecciosos, es muy probable que estemos en presencia de una verdadera
contaminación consciente o guerra bacteriológica destinada a tratar de eliminar
por completo-cosa que no consiguieron-los núcleos rebeldes y la activa
resistencia isleña que aún subsistía en la numerosa población insular posterior
a la batalla de La Laguna ,
en la que, como mucho, morirían alrededor de 500 guanches aparte de algunos
centenares de heridos (B.Alfonso III, 121).
Por otra parte, el mismo autor señala que al
celebrarse la paz de Los Realejos, a finales de julio de 1496, existían en
Tenerife 20.000 guanches de todas las edades, frente a casi un millar de
conquistadores y pobladores que se avecindaron al finalizar oficialmente la
conquista y durante los primeros lustros del s.XVI (de los cuales numerosos
eran portugueses) y unos 200 canarios, la mayoría de la isla de Tamarant
(B.Alfonso I, 1991:78). Muchos de los mercenarios españoles que participaron en
la campaña militar renunciaron a establecerse en Tenerife y siguieron viaje al
continente americano, en busca de mayores riquezas.
La maldición o “targgimt”, muy
frecuente entre las poblaciones imazighen continentales cuando se quiere
expresar o pronunciar una frase en contra de alguien no querido o causante de
algún mal, tuvo su aplicación isleña en Tenerife a raíz de la batalla de La Laguna. Se reflejó
indirectamente en las amargas imprecaciones y reproches de una mujer guanche
que a voz en grito echó en cara a los invasores su política genocida, dos meses
y medio después de aquella batalla. A finales de Enero de 1495 y cuando una
expedición militar española procedía al reconocimiento de la Vega de Aguere y alrededores y a la vez con intención de apoderarse del
ganado (200.000 cabezas existían en la isla en aquella época, según los aliados
güimareros), desde lo alto del risco de La Atalaya , al noreste de la montaña del Púlpito,
aquella mujer les gritó en lengua guanche lo equivalente a :”¿Qué hacen
cristianos?¿Cómo no entran y se apoderan de la tierra? Todos los guanches se
van muriendo y no hallarán con quién pelear” (B.Alfonso III, 137). El
establecimiento de un Real guanche en El Peñón después de la batalla de La Laguna , con guerreros del
menceyato de Tegueste y del
achimenceyato de Punta del Hidalgo de Zebenzui y como resistencia activa frente
a los españoles, explicaría la frecuente presencia de expediciones
militares en estas zonas limítrofes con el escenario de la batalla, a fin de
continuar el hostigamiento de los isleños. La batalla de Las Peñuelas, Tegueste
(ibídem: 138), es un hecho histórico que prueba la continuación de los
enfrentamientos bélicos después de la derrota guanche en San Roque. Por otra
parte, el tránsito de las tropas castellanas por estos territorios de los
antiguos menceyatos de Tegueste y Anaga, ambos en los bandos de guerra,
se refleja en la toponimia de la zona: Montaña Español, Montaña Gallardina,
Montaña la Bandera
o Montaña Moquinal.
Evidentemente, la mujer guanche que imprecaba a
los extranjeros se refería de forma fatalista a los isleños de esa zona concreta
que “iban muriendo” por alguna razón, expresando justamente con esa frase el
sentimiento contrario al que tenía realmente, que era de indignación y rabia.
Esta es una prueba documental de la muerte gradual por afección vírica cuya
sintomatología recogen las citas de los diversos cronistas referidas por el
Dr.C. Bosch Millares (1983) en su investigación sobre la modorra:
Conclusiones
Hasta aquí uno de los capítulos más violentos y
menos conocidos de la conquista de la isla de Tenerife, ocurrido entre finales
de 1494 y 1495. Una enfermedad que sospechosamente no atacó a los
conquistadores, ni a los isleños de los bandos de paces del sur, ni afectó a
otras islas-como Tamarant, cuya conquista efectiva fue más dilatada en el
tiempo y durante la cual hubo prolongados contactos entre canarios y españoles-
en las que también se documentan enfrentamientos armados con presencia de
numerosos cadáveres en los campos de batalla.
No se trató por tanto de viriasis “importadas”
por los europeos. Sólo y exclusivamente incidió en los territorios de los
menceyatos confederados (los bandos de guerra) participantes en la victoria
guanche de Acentejo, en defensa de
la libertad y la independencia de la isla. No habrían discurrido los
acontecimientos históricos de la misma forma en caso de no haberse producido la
epidemia, una suerte de guerra bacteriológica aunque, eso sí, “providencial” y
“celestialmente” organizada en beneficio de la Corona.
Es preciso reiterar que para el recién inaugurado
imperio español urgía acabar la conquista definitiva de Tenerife cuanto antes y
por el método que fuera Un retraso en el proceso y una prolongación de
los esfuerzos militares, y por tanto de los costes económicos y humanos, quizás
hubiera hecho desistir del intento a la Corona española, interesada ya en la gran
aventura americana.” (Pablo de Luca).
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