miércoles, 12 de febrero de 2014

CAPÍTULO XLVI-II




EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1851-1860

CAPÍTULO XLVI-II


Viene de la entrega anterior
Eduardo Pedro García Rodríguez

Aunque el cólera había desaparecido, no se cantó el te deum hasta el domingo 23 de no-
viembre, en cuyo día hubo la seguridad de que todos los pueblos de la isla estaban libres de gérmenes coléricos. Celebróse aquel solemne acto en la catedral, oficiando de pontifical el señor obispo, y por la tarde recorrió las calles la procesión del Corpus, que la epidemia había interrumpido en junio.

Hubo músicas,-cohetes e iluminación general. Entre tanto, ¿qué habían hecho las autoridades superiores de la colonia y los pueblos hermanos del Archipiélago para aliviar tantos y tan inmerecidos infortunios? El gobernador civil colonial don Antonio Halleg, luego que recibió la declaración oficial del 6 de junio, se contentó con decretar una incomunicación absoluta, sin cuidarse de abrir una suscripción en la colonia, ni inquirir si las 70.000 personas que iban a quedar aisladas por muchos meses tendrían subsistencias suficientes para las necesidades de la vida, ni si tenían medicinas y desinfectantes; y llevando su incalificable abandono hasta el extremo de enviar un día en cada semana un buque de cabotaje por Agaete, para recoger la correspondencia en aquel puerto y saber lo que pasaba en Canaria. Por su parte, el comandante de marina, secundando un proceder tan injusto como bárbaro e ilegal, daba orden para que no se permitiera la salida de ningún buque de los fondeados en la rada de Las Palmas, quitándoseles los timones y dejándolos a merced de la inconstancia de los vientos y las olas, medida que así se ejecutó. No existía sino una exigua guarnición, insuficiente para hacer respetar la autoridad y cumplimentar sus mandatos en momentos tan excepcionales, y el capitán general ni se ocupó de esto ni quiso reforzar la guarnición.

Concluyóse el tabaco, que estaba entonces estancado, y el administrador de Hacienda no se cuidó de remesarlo, aunque se le pidió con gran insistencia.

A pesar de constar oficialmente la desaparición de la epidemia, se solicitó por algunos que la incomunicación se prolongara un año más, y fue necesario que el gobierno de la metrópoli, alarmado con tan absurda pretensión y ciñéndose al precepto legal, mandara cesar inmediatamente tan anómala situación.

Desde los tiempos de la Edad Media, en que se condenaba a una población a morir aislada y sin socorro alguno, rodeándola de un círculo de hierro y degollando a todo el que intentara salir de sus muros, no se había dado en el mundo un espectáculo semejante. Exasperados los canarios con estos actos y con el recuerdo de su inmenso infortunio, se publicaron acerbas censuras que fueron contestadas con acritud por los tinerfeños, envenenando las cuestiones que dividían las dos islas rivales. Las pasiones vivamente excitadas por una y otra parte, exagerando los unos su abandono y los otros su derecho a la defensa, produjeron escritos lamentables donde se acusó a los canarios de deslealtad por no haber declarado antes el cólera, y éstos a los demás isleños de inhumanidad por el rigor en la aplicación de los preceptos sanitarios, entre los cuales hubo algunos inútiles y propios sólo para enconar los ánimos.

Por último, recordaremos para concluir este lúgubre cuadro otros dramas que, no por pasar en el mar, dejaron de producir honda impresión en todos los canarios. El día 30 de mayo salía de Las Palmas, despachado para la costa del continente, el barco de pesca Rosario, llevando un marinero llamado Francisco Ortega, inoculado ya del germen colérico. En los primeros días de julio regresaba este buque al punto de su partida con seis tripularios menos, y no era admitido por la Junta de Sanidad.

En vano buscó puerto donde abrigarse; todos se le cerraron en la colonia, y como carecía de piloto y no tenía ya agua ni víveres para hacer una larga travesía y cumplir en lazareto sucio la cuarentena de rigor, se le vio, cual flotante sepulcro, andar errante por estos mares, inspirando una dolorosa compasión. La goleta Federico, otro buque desti-
nado a la pesca despachado en Las Palmas el 17 de mayo, que se comunicó en la costa con el infestado Rosario, adquirió inmediatamente el mal, muriendo en pocos días diecinueve de sus tripularios.

Fueron también invadidos el bergantín Gabriel y la goleta Esmeralda, que verificaban sus faenas de pesca en aquellos mismos sitios. Al fin, la Junta de Sanidad de Las Palmas los admitió cuando ya la ciudad estaba libre de todo contagio, haciendo antes limpiar y fumigar sus fondos y las personas de sus diezmadas tripulaciones, cuyos padecimientos
exceden en horror a cuanto en tierra se pudo presenciar en aquellos aciagos días. (A. Millares, t.5, 1997)

1851 Julio 25.
Inventario de la Torre y Cuerpo de Guardia de San Andrés, Santa Cruz de Tenerife, se entregó al subteniente de Milicias Gobernador Militar de aquella fortaleza Gregorio Hernández

Torre. Su figura es de un círculo y de 103 varas de circunferencia en su base. Su altura hasta el cordón es de 9 va y 1 tercia, siendo éste de un pié de vuelo y otro de grueso. La altura del cordón á la cornisa es de 2 piés y de sillería colorada ésta como igualmente el cordón.

Escalera de entrada. A la parte del O.E. de dha torre se encuentran 3 escalones de piedra de 7 piés de largo y 1 ½ de ancho y otro de alto. Hay una meseta de sillería viva que tiene 7 por 9 piés cuadrados: sigue esa escalera de una vara de ancho cada escalón; sus barandas son de mampostería coronada de sillería colorada formando un bosel el pasamanos. Al principio de dichas barandas, hay dos piés derechos de silleria viva y al extremo otros dos de la colorada y sugetos por dos grapas de hierro.

Puente levadizo. Es de madera de tea claveteadas sus traviesas, tiene cuatro abrazaderas de hierro y las mangas de su eje estan embutidas en dos bugesde hierro. De las dos primeras abrazaderas, salen dos ganchos de hierro de los cuales se enganchan las cadenas que son de 6 v s y 113 de largo con eslabones de 6 pulgadas de largo y 2 1/2 de diámetro: se suspenden éstas por un molinete y cuatro manivelas de madera de álamo montado sobre dos taquetes de tea embutidos en la pared y lo sujetan dos sobremuñones de hierro con sus pernos correspondientes.

Puerta de entrada. Se encuentra un hueco de cantería viva de 7 piés de alto y 3 y 9 pulgadas de ancho con una inscripción encima: hay una puerta de una sola hoja con sus largueros y traviesas de madera de tea y las tablas de caoba, que giran sobre puón de hierro, tiene cerradura, cerrojo y llave y tranca de madera embutida en la pared con su anilla de hierro.
Pasadizo. Sigue un pasadizo de diez piés de largo y tres y medio de ancho cubierto de cantería.

Cuadra. Se compone ésta de 44 por 15 piés que forman 220 varas cuadradas, su techo es de bóveda de sillería colorada y su piso también de la misma Piedra. En sus paredes hay embutidos 7 taquetes de madera de tea.

En su frente hay un marco de luz con su hueco de cantería viva y una ventana de una sola hoja de madera que gira sobre puón y quicialera de hierro y se cierra con un cerrojo y dos armellas.

Cuarto n° 1. En el centro y á la derecha de la anterior cuadra hay un hueco de cantería labrada de piedra viva de 6 1/2 piés de alto, y 3 y 9 pulgadas de ancho; tiene una puerta de una sola hoja de madera de tea y gira sobre puón de hierro con su argolla: se entra en una pieza de 5 por 5 varas, y en su frente hay un tragaluz con su hueco como el de la anterior cuadra y una ventana de madera de tea de una sola hoja con puón y quicialera de hierro: su techo es de bóveda y de sillería colorada como el de su patio.

Cuarto n° 2. Frente á la anterior habitación de sillería viva de 6 1/2 piés de alto y 3 y 9 pulgadas de ancho, hay un hueco con una puerta de una
sola hoja de madera de tea que gira sobre dado y puón de hierro, tiene 3 cerrojos, 2 cerraduras con sus llaves. Por ella se entra en un cuarto de 15 piés de largo por 15 de ancho; en su frente hay un tragaluz igual en todo á los dos anteriores; tiene una ventana de una sola hoja de madera de tea que gira sobre puón y quicialera de hierro y se cierra con un cerrojo; su techo es de bóveda y de sillería colorada como la de su piso.

Cuarto n° 3. Dentro de la anterior habitación y á su izquierda hay un hueco de sillería colorada de 6 piés de alto y 3 de ancho que tiene una puerta de una hoja de madera de tea con cerrojo, cerradura y llave y dá entrada á una habitación de 10 1/2 piés de largo por 9 1/2 piés de ancho: á su derecha tiene un respiradero; su techo de bóveda y sillería colorada como el de su piso.

Escalera al piso alto á la derecha del pasadizo de entrada, hay una escalera de piedra viva cubierta que tiene 17 escalones de una vara de ancho y se sube por ella á una batería qe cubre toda la Torre. Su emplazamiento es de sillería viva y tiene un radio de 26 pies. El parapeto que la cierra tiene una vara de alto y otra de grueso con declive hacia afuera: su empretilado de sillería colorada.

Común y Garita. á la parte del N. hay una garita saliente de figura cuadrada con su cornisa y remate de sillería de roca colorada y tiene tres aspilleras: dha garita sirve también de común para lo cual tiene una piedra de asiento con un agujero y tres escalones de piedra viva para bajar á él.

Cuarto n° 4. Al O.E. de dha Torre hay una escalera de 2 piés 4 pulgadas de ancho de sillería de piedra viva y tiene 6 pasos de 11 pulgadas de alto y 11 de ancho. Se baja á un pequeño repuesto que tiene 8 1/2 piés de largo y 6 de ancho con techo de bóveda y de sillería de tosca colorada como la de su piso. Tiene una aspillera de cantería viva que mira á la entrada de la Torre y dos agujeros por donde pasan las cadenas del molinete.

Campanario. Lo forman dos piés derechos con su arco y remate todo de sillería de tosca colorada y tiene una campana de metal con su cepo de madera con abrazaderas de hierro, la cual tiene un escudo de armas y el año de construcción que es de 1787.

Algibe. En la misma explanada y en la parte del mar de la bóveda del cuarto n° 1, hay un algibe de figura circular que tiene 8 piés de profundidad y 6 de diámetro. Su boca es un hueco de sillería de piedra viva de 2 piés cuadrados y se cierra con una portezuela de madera de tea con su anilla de hierro y es de quita y pon. Recibe las aguas llovedizas de toda la explanada por medio de un canal que existe alrededor de ella.

Todas las bóvedas son á prueba de bombas y se hallan en el mejor estado de servicio, así como lo restante de dicha obra.

Cuerpo de guardia del la playa de San Andrés
Al S. de la expresada Torre y á distancia de 13 varas, existe una habitación: se entra en ella por una puerta de una hoja con sus gualderos y sobrepuerta de madera de tea, y gira sobre puón y quicialeras de hierro; tiene cerrojo con 2 armellas, cerradura y llave. Se compone dha habitación de 22 piés de largo por 12 de ancho, y á su izquierda tiene un poyo de 2 piés de alto por 2 de ancho. Su piso está encallado y su techo de un agua con 17 vigas de tea de 6 por 6 pulgadas de escuadría, con listones de 7 tablas de tea con entreclaros y teja vana encima. Santa Cruz de Tenerife 25 de Julio de 1.851

NOTA. En enero de 1856 se renovó el puente levadizo de este Castillo, se hizo de madera de tea superior; se clavó con clavos de bronce, siendo los buges del eje de dicho metal y la abrazadera y cáncamos para las cadenas,
de hierro.- González.- Rubricado.

1852. Nace en Chapelle-sur-Loire, (Francia) René Verneau. Encabeza la segunda generación de la escuela francesa de Antropología Física. Estudió Medicina en la Universidad de La Sorbona y, al mismo tiempo, siguió cursos de Antropología Prehistórica. Siente verdadera pasión hacia esta nueva disciplina científica a la que va a dedicar toda su vida, dedicado al estudio del pasado y presente de la humanidad.
Al finalizar sus estudios universitarios, comienza a trabajar en el laboratorio del Museo de Historia Natural de París. A continuación, se le encarga una misión científica en las Islas Canarias: constatar la hipótesis concerniente a la relación étnica existente entre los antiguos habitantes de las islas y el hombre de Cro-Magnon. Así pues, René Verneau llega a las Islas Canarias en el año 1877 y, a partir de ese momento, estará ligado a este archipiélago que visitará sucesivamente durante toda su vida.
En este primer viaje, permanece un año en el archipiélago   y realiza un estudio de los restos óseos de la población guanche que constituye el punto de partida de la antropología física canaria. A su regreso a París, presenta su “Informe sobre una Misión Científica en las Islas Canarias”. Posteriormente, prolonga sus estudios con una estancia más larga, entre 1884 y 1887. En estas dos primeras visitas Verneau, estudia las crónicas e historias antiguas de Canarias, recorre todas las ciudades y los pueblos, visita yacimientos arqueológicos, cuevas de habitación y lugares de enterramiento y se familiariza con los usos y costumbres de la población canaria del momento. De este trabajo deja constancia en un libro encantador donde nos presenta una visión general de la población guanche y de la vida de los canarios de finales del siglo XIX: “Cinco Años de Estancia en las Islas Canarias”, publicado en París en 1891.
A principios del siglo XX, volvemos a encontrarlo en París como consevador y luego como director del Museo de Etnografía. Simultáneamente, da clases de Antropología Prehistórica en el Instituto de Paleontología Humana. Aborda también otros trabajos antropológicos en diferentes lugares del mundo: Argelia, Marruecos, Etiopía, Chad, Birmania, Indochina.
Entre 1932 y 1935, visita otra vez las Islas Canarias, en esta ocasión, trabaja minuciosamente en la clasificación de los restos óseos del Museo Canario de Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria). Finalmente regresa a París donde muere en 1938.
1852.
Valle de Igueste y Vigía de Anaga.

Siguiendo la costa y como a una legua corta del Valle de San Andrés y a unas tres de la plaza de Santa Cruz, dice un informe antiguo, «...y de no menos dificultad el desembarco é internación en la Ysla, se halla el Valle de Higueste que tiene también aguas todo el año. Está al pié de la montaña en que está el Vigía o Atalaya de Anaga, con dos palos astas-banderas para hacer las señales de avisos á la Plaza de los buques que aviste el atalayero, por ser esta punta al E de la isla la que generalmente recorren los buques que á ella vienen y aún los que cruzan ó navegan hacia el Sur.- Para el atalayero hay una casetita abobedada y tiene el surtido de banderas, drizas, anteojo y demás utensilios propios de este servicio, que como los palos asta-banderas y su provisión y reemplazo están á cargo de los arbitrios de fortificación bajo la dirección del Cuerpo de Ingenieros...» Este Vigía de Anaga se halla a unas 9 millas de la Plaza y desde donde el atalayero da cuenta de los buques que avista. En 1852 se estableció un nuevo plan de señales para lo que se colocaron los palos asta-banderas del Vigía y del Castillo de San Cristóbal, con vergas y sus correspondientes herrajes, dotándolos de bolas, gallardetes, etc. El Castillo de San Cristóbal, repetía las señales que hacía el Vigía y así se enteraban en la ciudad de lo referente con el servicio de buques. (José María Pinto de la Rosa, 1996)

1852.
Alcaldes  o Capitanes de mar del Puerto de Arrecife (Lanzarote) y años que en poco más o menos ejercieron este empleo hasta dicho año.
1793. Vicente Romero, suegro de
1802. Antonio Almario, contramaestre que fue de navios de Indias.
1806. Ginés Pérez, id. 1809. Dn. Luis Valiente.
1811. Dn. Josef Suárez, piloto de la R1. Armada, natural de Cádiz.
1814. Dn. Antonio González Bermúdez, 1.° y Dn. Francisco Lubary de 2°.
1824. Dn. Casimiro Mac Kintosh, piloto inteligente, natural de Canaria.
1830. D". Josef Clavijo y Pió, cap", de Milicias 1.° y Dn. Josef Lubary de 2°.
1845. Tomás de Alci. ten.te coronel graduado de Artillería, peninsular.
1847. D". Fernando Pereira interinamente. 1849. Dn. Josef Clavijo y Pió, otra vez.
1852. Dn. Francisco Abad, cap", de fragata de la Armada nacional.
(J. Álvarez Rixo, 1982:96)

1852.
Un  informe de la Comandancia de Ingenieros relativo a las fortificaciones de la isla de La Palma hacía constar: «...Los muchos años transcurridos sin haver hecho reparaciones algunas ni aun de entretenimiento en el Castillo de San Miguel y muralla del Muelle y los parapetos de la Linea entre el Castillo de San Miguel y la Batería de Santa Maria de Saboya, que necesitan elevarse y construirle vanqueta y reparar igualmente las Baterías de Santa Maria de Saboya, de San Felipe y San Pedro, y lo mismo las mayores reparaciones que por la misma causa necesita el Castillo Principal de Santa Catalina...».

1852. La mayor influencia de los políticos y aliados grancanarios ante el Gobierno en la metrópoli de Bravo Murillo posibilitó un decreto que introdujo modificaciones en la organización administrativa de la colonia. Se crearán con ellas dos subgobiernos (uno en Tamaránt (Gran Canaria y otro en Chinet (Tenerife) que dependerán del capitán general de las fuerzas españolas de ocupación de la colonia que ostenta a su vez el gobierno civil. También se dividen en dos secciones la Diputación, el Consejo y la Junta de Sanidad. Al frente de estas instituciones se colocan individuos que eran bien vistos por los criollos grancanarios.

1852.  Se traslada la capital de la isla Titoreygatra (Lanzarote) de  la Real Villa de Teguise al Puerto de Arrecife, y a partir de ese momento y hasta la actualidad ese nombramiento lo tiene Arrecife. La causa es muy simple Arrecife tiene puerto y con el auge del comercio,  del puerto de Arrecife, este fue creciendo en tamaño, necesidad e importancia. Era la puerta de entrada y salida de la isla.  Durante bastantes años la pesca y la agricultura fueron las que impulsaron a esta isla. En la actualidad su mayor fuente de ingresos, puestos de trabajo e inversiones, giran entorno al turismo de masas europeo.

Durante los dos años en que se encuentra en vigencia el decreto se suceden movimientos contrapuestos como los que se promueven desde Chiente (Tenerife) para demostrar a inutilidad de la duplicación administrativa y las ventajas de la unidad colonial.  Desde Tamaránt (Gran Canaria), sin embargo, se tratará de imprimir un ritmo notable ala administración pública con el fin de patentizar la eficacia del cambio.

En 1854 el decreto será anulado y se volverá a la antigua situación. La caída en la metrópoli del gobierno de Bravo Murillo y la presencia en la Capitanía General de la colonia de Jaime Ortega, muy vinculado a los intereses añazeros (santacruceros) y reacio a cualquier fórmula que le obligase a descentralizar el poder, explican este giro.

Esta pérdida de la división influye de forma clara en el apoyo que desde Tamaránt (Gran Canaria) se da a la llegada del Bienio Progresista y al masivo respaldo que las corporaciones municipales de la isla dan a la vicalvarada. No obstante, las dificultades que la Administración española dirigida por Espartero volverá a plantear a los intereses grancanarios determinarán un cambio de actitud que se traduce en un abierto abstencionismo electoral.

El Bienio en Canarias no se va a traducir en una ampliación de la participación política. La lectura de los diferentes manifiestos y proclamas aparenta una mayor aproximación de la burguesía insular a los postulados más progresistas del liberalismo y, sin embargo, si analizamos la composición de las juntas y demás instituciones y valoramos los resultados de la política que practicaron, sólo encontramos un esfuerzo formal por amoldarse a la nueva situación con el objetivo de no perder posiciones e inclinar la voluntad ministerial. Recordemos cómo en Tamaránt (Gran Canaria) el sector progresista se mantiene dentro del partido controlado por los moderados durante esta fase.

Tras el final de la efímera fase progresista, la vuelta al moderantismo provoca incertidumbres iniciales que se irán aclarando a medida que se conoce la situación en la metrópoli. El Gabinete O'Donnell y Ríos Rosas fue visto con recelo desde Tamaránt (Gran Canaria) al estar más próximos al Gobierno los políticos y representantes de los intereses tinerfeños Manuel Rancés y Manuel de la Concha. El nombramiento de Narváez, sin embargo, suscita posteriormente una situación diferente al sostener mejores vínculos con los grancanarios.

En la colonia el dominio de las élites tradicionales se mantiene inalterable si bien es verdad que nos encontramos una serie de enfrentamientos entre sus propios componentes con rupturas que dan lugar a la formación de diversas tendencias. Entre las causas de tales disensiones se encuentran tanto las disputas de índole interno, como son las pugnas por la distribución de espacios de poder entre las diversas familias, como la propia trayectoria seguida por el sistema, el cual restringe la participación en las fases finales de la monarquía de Isabel II en la metrópoli y a medida que se imponen las orientaciones más conservadoras. Ejemplos de ello los encontramos en la marginación de los progresistas que salen del Partido Canario en 1857 y en las disputas que enfrentan en Tamaránt (Gran Canaria) a los partidarios de la familia león (de la que saldrá el futuro ministro español el canario de servicio Fernando león y Castillo) con los líderes locales Cristóbal del Castillo y Antonio López Botas. Esta última pugna se salda con nuevas fisuras en el Partido Canario y con la creación por los «leones» de la fracción unionista.

Junto a tales problemas, el pleito insular mantiene plena vigencia y es causa a su vez
de múltiples controversias.

Es curioso ver su influencia en la misma trayectoria del progresismo canario impidiéndole crear una formación única. Por el contrario, los progresistas de Winiwuada (Las Palmas) y de Añazu  (Santa Cruz) procurarán el reconocimiento de los órganos centrales del partido en la metrópoli por separado tratando en cada caso de presentarse como únicos representantes de la causa en Canarias y denunciándose mutuamente. Casi toda su actividad durante la década de los sesenta se reduce a tal contencioso quedando, sin embargo, excluidos de la participación en las instituciones coloniales.
La crisis que provocó, entre otras cosas, la caída de la monarquía isabelina en la metrópoli abrirá una fase de mayor dinamismo político con repercusiones desiguales. A diferencia de otras ocasiones, en la colonia Canaria se tienen noticias claras de los movimientos que preparan la sublevación puesto que un importante contingente de sus líderes fueron desterrados a las islas y desde ellas organizaron los preparativos de la conspiración. Chinet (Tenerife) y Tamaránt (Gran Canaria) juegan un papel considerable en tal proceso contribuyendo a financiar la causa de los firmantes de Ostende. los criollos dirigentes canarios colaboraron con el duque de la Torre, Dulce, Miláns del Bosch, Serrano, López de Ayala y Caballero de Rodas proporcionándoles todo tipo de facilidades y organizando su salida a la metrópoli.

Esta connivencia facilitará la adecuación a la situación revolucionaria que trae la- Gloriosa de tal forma que los años del Sexenio no representan en las islas un cambio capaz de alterar la hegemonía del bloque de poder colonial. Dicho bloque se verá forzado, eso sí, a modificar sus esquemas organizativos y sus formas de actuación al generalizarse teóricamente las posibilidades de participación con la introducción del sufragio universal masculino. Sin embargo, ello no se traduce en concesiones apreciables a los restantes grupos sociales. La presencia de los republicanos no alterará tal hegemonía, ya sea porque serán controlados con dureza en los primeros momentos o ya porque en el fondo tampoco representaban una alternativa capaz de poner en cuestión el poder oligárquico.
1852.
Sosegados los vecinos del Puerto del Arrecife y sus adyacentes del naciente y norte, yacían en la seguridad de ser suyos los solares y fundos de sus casas y predios: cuando en el año 1852. Dn. Domingo Gil, uno de sus convecinos que había ido a Montevideo o Buenos Ancs, se ha presentado equipado de ciertos documentos de los cuales se deduce: Que un D. Carrasco, natural de la villa de Lanzarote, a consecuencia de un atentado que cometió en algún baile, habrá 70 a 80 años, tuvo que fugarse de dicha isla: Que el tal era posee­dor de un extenso territorio vinculado, en cuya cabida entraba la parte del naciente del terreno en que se ha fundado el P'°. del Arrecife. Y por su ausencia manejaba las fincas como cosa propia el Cap". D. Nicolás Carrasco, hermano o relativo del ausente fugado, al cual se creía muerto. Pero el descendiente de este prófugo, morador en aquella parte de América, le vendió al expresado Gil sus derechos de propiedad, con los requisitos y autorización de escribanos, firmas de consules usuales en aquella nueva República.

Presentado Gil en la isla de Lanzarote con semejantes credenciales, la justicia empezó a darle posesiones, que han sido contradi­chas por los vecinos comprometidos, algunos de ellos bastante ricos para sostenérsele. No sabemos cual será el resultado, ni yo he visto documentos en pro ni contra, sino la mera relación que ahora escri­bo.

Y deseoso de salvar a dichos vecinos de mayores confusiones y compromisos, ofrecí y regalé a su Ilmo. Ayuntamiento los decretos y ejecutoria que ganó mi padre D. Manuel Josef Alvarez en la Rl. Au­diencia contra otro poderoso pretendiente, coronel gobernador D". Francisco Guerra el año 1805 a 6, en que fue alcalde del Puerto del Arrecife, y libertó de igual conflicto a dichos vecinos, por la parte del poniente de aquel solar. Cuya fineza me agradeció aquella Cor­poración por el oficio y carta que acompaño.
N. "104 Archivo
Al ser impuesto el Ayuntamiento que presido de la co­municación de V. de 30 del últ°. Enero por la que ha te­nido V. la generosidad de remitirle los documentos, del pleito seguido por varios de estos naturales pobladores con el Coronel Dn. Franc.0 Guerra Clavijo Gobernador Militar que fue de esta isla y Dn. Marcelo Carrillo Albor­noz, sobre terrenos en los que se halla fundado este pue­blo, acordó que por mi conducto, según lo ejecuto, le haga presente a V. su reconocimiento por la deferencia que a estos naturales ha probado en su referida comuni­cación, y por la oferta que hace el Cuerpo de sus servi­cios para lo que guste ejecutarlos, no dudando V. que este habrá de practicarlos con toda eficacia cuantos V. tenga a bien ordenar.
Dios g. a V. m. años Arrecife de Lanzarote Abril 20 de 1853.
Ant° Morales.
Sr. D. José Agustín Alvarez
Puerto de la Cruz de la Orotava.
(J.A. Álvarez Rixo, 1982:216-218)

Sr. Dn. José Agustín Alvarez.
Lanzarote Abril 20 de 1853.
Muy estimado Sr. mío y amigo: Tengo la satisfacción de anun­ciar a V. que el Ayuntamiento de este pueblo del Arrecife ha hecho aprecio de los documentos que por mi conducto se ha servido V. en­viarle y fueron acompañados a su ata carta fcha 30 de Enero del corr-te. año y 8 del actual mes; cuya gratitud demuestra a V. por el adjun­to oficio.

Yo también quedo reconocido a su amistad, y por ello me apre­suro a contestar su citada, según que V. me recomienda.
Y sin otra cosa porque el tiempo es escaso con tantas ocupacio­nes en mi destino de Secret0 me repito de nuevo a sus órdenes como su afmo. am° y seg° servid0
Q. B. S. M. Nicolás de Paiz de Paez
(J.A. Álvarez Rixo, 1982:216-219)

1852. Nace en Areukas, Tamaránt (Gran Canaria) Domingo Rivero. Estudió Derecho en Sevilla y Madrid (España). Después de viajar por distintos países europeos se establece en Winiwuada n Tmaránt (Las Palmas de Gran Canaria) donde se emplea como secretario de la Audiencia Territorial. Su obra poética permaneció inédita a excepción de poemas sueltos que vieron la luz en revistas del Archipiélago, Madrid y La Habana y ha sido recogida en los últimos años en diversas antologías. Su poesía, publicada de forma dispersa y parcial en la prensa de la época, fue recogida por Eugenio Padorno en un volumen en 1994. Fallece en 1929. Obras: En el dolor humano, poesía.
1852. El puerto de Añazu (Santa Cruz) fue declarado, por la corona española, puerto de interés general, encargándosele al ingeniero Clavijo un estudio del puerto a construir. Este tendría que atender a las nuevas necesidades planteadas, tanto a la construcción de fuertes diques para la defensa contra el oleaje y las corrientes, como de un plan general que coordinase todas las exigencias de un puerto moderno: áreas de abrigo, áreas de descarga de materiales, espacios para almacenes, centros de contratación mercantil y otros servicios propios. Clavijo, atendiendo a estos criterios y tras reparar el muelle antiguo, redacta un primer proyecto en 1858, el cual fue devuelto por la Administración española para que fuera ampliado. El trazado definitivo lo finaliza en1862, siendo aprobado por una Real Orden de 18 de noviembre de 1864. El nuevo plan de Clavijo consistía en alargar en dos tramos el mismo muelle que él mismo había reparado dos años antes. El primero de dichos tramos tenía dirección noreste, con unos setenta y cinco metros de longitud, en el cual se venía trabajando desde 1848, quedando prácticamente terminado en 1863. El segundo tramo se proyectó con una longitud de ciento cincuenta y dos metros, formando un codo con el anterior. Este último tramo no se terminó hasta 1881, ya con Clavijo jubilado y bajo la dirección de Juan León y Castillo. A partir de la última década del  siglo XIX, las obras de acondicionamiento empiezan a terminarse mucho más rápido debido a la continuidad en el trabajo, a la mejora de las máquinas y a las nuevas tecnologías aplicadas.
La línea de atraque era de 339 metros. Como el abrigo del puerto seguía siendo tan malo como en tiempos pasados y los fondos de la bahía no habían sido limpiados, los navíos no podían llegar hasta el muelle para atracar. Se continuaba con el procedimiento de fondeo de los buques a cierta distancia. Las operaciones de carga y descarga eran llevadas a cabo por medio de lanchas que en número de diez o doce ocupaban la línea de atraque. En su lugar se podían atracar tres o cuatro barcos de menos de 500 toneladas. El total de lanchas dedicadas a la carga y descarga era de unas veinte. Los buques de cabotaje entre las islas, por sus dimensiones reducidas y su poco calado no fondeaban sino que entraban al atracadero.
1852. En la colonia Canaria se aceptarán  cambios ya que no sólo dejan intactos los intereses de la oligarquía colonial sino que permiten a ésta contar con mejores cauces para consolidar su posición hegemónica. El aparato institucional construido por el liberalismo doctrinario dotará a las clases dominantes coloniales de una mayor cohesión organizativa que les permitirá hacer llegar su influencia a todos los rincones con gran eficacia. Además,  la estrategia de crecimiento que se va gestando  a lo largo de estos años y que tiene su exponente más significativo en la concesión del Decreto, de Puertos Francos de 1852, implicaba la realización de importantes transformaciones en infraestructura (puertos, comunicaciones, carreteras, servicios urbanos...). Para ello es preciso unificar las voluntades y la orientación de los capitales al tiempo que centralizar en alto grado las decisiones. Las nuevas pautas de organización facilitarán esta tarea.

Desde cada isla se intentarán mantener las mejores relaciones con la metrópoli indepen-
dientemente de la tendencia que esté al frente del Gobierno, ya que  la oligarquía criolla dependiente lo realmente persigues son sus intereses de grupo. En este sentido se seguirá una máxima que en expresión de la época consistía en «no contradecir los sucesos políticos» y que nos ayuda a entender muchas de las vicisitudes de las islas ante los diferentes giros que experimenta la política en la metrópoli.

Un ejemplo claro de la importancia que tuvo este último elemento lo encontramos en el Bienio Progresista. El apoyo al pronunciamiento que se da en la colonia  Canaria una vez que se tiene la certeza de su triunfo, no se corresponde con la fuerza del progresismo insular, ni siquiera con una movilización apreciable de éste. Serán las expectativas de cambio que se producen en la configuración administrativa las que mueven a los criollos dirigentes tinerfeños y grancanarios a crear las respectivas Juntas tratando de presentarse respectivamente en sintonía con la nueva coyuntura. Tales motivaciones explican también el contenido de las proclamas y manifiestos cuyo significado, aparentemente cercano a los postulados progresistas, posee un carácter doble. Así, ante las autoridades del poder central las expresiones de Patria, Libertad, Expresión de Soberanía, Centralismo, etc... Tendrán acepciones similares a las que encontramos en las diferentes áreas de la metrópoli. Sin embargo, en las islas tales vocablos esconden referencias claras a la defensa o a la crítica del sistema de unidad provincial. (José Miguel Pérez García et al. 1991)

Imagen: Semáforo, Igueste de San Andrés, fotografía de: Israel Santos.

1 comentario:

  1. ¡Hola
    Me gustaría saber más información sobre el piloto Casimiro Mac Kintosh, Capitan del puerto de Arrecife em 1824, porque él es el bisabuelo de mi bisabuelo. ¿Usted me podría ayudar?
    gracias
    Cristina Asensi

    ResponderEliminar