1826. Mayo 26. El
Secretario de Gracia y Justicia de la metrópoli, Calomarde, ponía
en conocimiento del de la
Guerra un interesantísimo oficio del recién estrenado
Intendente de la Policía
de las Islas Canarias:
"Ha
circulado la voz de que en el Congreso celebrado por los Insurgentes
en Panamá el 1 de Octubre, se acordó ir en la Primavera sobre aquellas
Islas con Tropas de Transporte para su conquista; con cuyo motivo, y
siendo muy lisongeras estas noticias para aquellos habitantes por lo que anhelan
unirse a los dominios insurreccionados, me pide recuerde a V.E. la fuerza que
tiene pedida a S.M. en unión con aquel Capitán General, siendo de
urgente necesidad el que se manden por lo menos mil hombres para contener
los esfuerzos de los enemigos del Trono, tanto internos como externos”
En una
situación de auténtico aislamiento del Archipiélago, en que la
correspondencia oficial con España tardaba hasta la friolera de diez meses en
ser recibida en Canarias, es lógico que las autoridades metropolitanas
se apresuraran a enviar la prometida fuerza desde Ceuta. Al respecto, Francisco
María de León atribuye tal medida a los "abultados partes" del primer
obispo de Tenerife, Luís Folgueras Sión, hombre ultramontano
que, a raíz -dice el cronista— de que "un ebrio apedrease las
vidrieras" de su casa urgió tal demanda de refuerzos. El regimiento, en
efecto, llegó a Santa Cruz de Tenerife el 11 de marzo de 1827, "siendo
notable el que tal era la idea que la tropa y oficiales tenían concebida de esta
expedición, que desembarcaron competentemente municionados, y en la
creencia de que habían de conquistar un país, que estaba en la más perfecta
paz y tranquilidad".
Empero, a la
luz de estos nuevos documentos, parece que no fue sólo el
Obispo el que se puso nervioso, y que tampoco era tanta la paz y tranquilidad
del Archipiélago. Así como tampoco parece ser exacta la aseveración
sobre el incidente con las vidrieras de la casa de Su Ilustrísima.
El suceso que reseña
Francisco María de León es, en primer lugar, de fecha posterior a la decisión del Gobierno de remitir a Canarias la fuerza
armada, pues acaeció el 13 de
noviembre de 1826, y consistió, no sólo en la rotura de las vidrieras del
Palacio del diocesano, "con escándalo del vecindario . sino que,
además, se fijaron pasquines en la puerta del edificio”.
El
corregidor interino, Berriz de Guzmán, abrió un expediente, aunque
por lo que sabemos poco pudo averiguar. El hecho, eso sí, se produjo hacia las
dos de la madrugada y también sabemos que el contenido de los pasquines
era "conminatorio". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1826. Agosto 8. El penitente palmero que, bajo el
sigilo sacramental, pedía que su confesor comunicara
al Obispo —como lo hizo-, las maquinaciones de una sociedad secreta con sede en
la isla, integrada por Manuel Díaz Hernández y Saturnino Sáceta,
José María Carmona y el propio penitente,
entre otros; que había "convidado a los colombianos de América a dirigir
una expedición a esta isla asegurándoles el éxito de su conquista, con cuyo motivo han procurado, por los medios más
inicuos, deponer del empleo de gobernador militar a don Luís Vandewalle, y
otras personas adictas al Soberano, para poner en su lugar otras de la
misma facción comunera'' .
Asimismo,
hay que situar en este contexto la respuesta que dio el Capitán General
Uriarte, el 18 de septiembre de 1826, al gobernador militar de La Gomera, "...quedo
impuesto de la noticia de invasión que se propone
hacer contra estas Islas el disidente Bolívar, cuyo proyecto miro muy remoto, según el estado de las cosas en Costa
Firme; sin embargo, doy a V. Md. las más
expresivas gracias por el celo en favor del servicio del Rey Nuestro
Señor y no dudo que si por algún incidente se ofreciere ocasión de manifestarlo,
lo hará V. Md.
en términos que las armas de Su Majestad queden con
el lustre en que siempre que se a ofrecido las han dejado estos naturales”.
Así, pues,
entre el acoso efectivo de corsarios insurgentes y aun de piratas,
y los rumores de invasión e insubordinación del Archipiélago transcurrió
esta etapa de incertidumbre de la historia insular; fueron momentos ciertamente
difíciles y complejos, donde las islas Canarias -grandes en su insignificancia-,
estuvieron en la balanza y en los juegos de intereses de las grandes
potencias occidentales, como en tantas otras ocasiones. (Manuel de Paz-Sánchez,
1994)
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