martes, 7 de enero de 2014

OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA






1826. Mayo 26. El Secretario de Gracia y Justicia de la metrópoli, Calomarde, ponía en conocimiento del de la Guerra un interesantísimo oficio del recién estrenado Intendente de la Policía de las Islas Canarias:
"Ha circulado la voz de que en el Congreso celebrado por los Insur­gentes en Panamá el 1 de Octubre, se acordó ir en la Primavera sobre aquellas Islas con Tropas de Transporte para su conquista; con cuyo motivo, y siendo muy lisongeras estas noticias para aquellos habitantes por lo que anhelan unirse a los dominios insurreccionados, me pide recuerde a V.E. la fuerza que tiene pedida a S.M. en unión con aquel Capitán General, siendo de urgente necesidad el que se manden por lo menos mil hombres para contener los esfuerzos de los enemigos del Trono, tanto internos como externos”
En una situación de auténtico aislamiento del Archipiélago, en que la correspondencia oficial con España tardaba hasta la friolera de diez meses en ser recibida en Canarias, es lógico que las autoridades metro­politanas se apresuraran a enviar la prometida fuerza desde Ceuta. Al respecto, Francisco María de León atribuye tal medida a los "abultados partes" del primer obispo de Tenerife, Luís Folgueras Sión, hombre ultra­montano que, a raíz -dice el cronista— de que "un ebrio apedrease las vidrieras" de su casa urgió tal demanda de refuerzos. El regimiento, en efecto, llegó a Santa Cruz de Tenerife el 11 de marzo de 1827, "siendo notable el que tal era la idea que la tropa y oficiales tenían concebida de esta expedición, que desembarcaron competentemente municionados, y en la creencia de que habían de conquistar un país, que estaba en la más perfecta paz y tranquilidad".
Empero, a la luz de estos nuevos documentos, parece que no fue sólo el Obispo el que se puso nervioso, y que tampoco era tanta la paz y tran­quilidad del Archipiélago. Así como tampoco parece ser exacta la asevera­ción sobre el incidente con las vidrieras de la casa de Su Ilustrísima.
El suceso que reseña Francisco María de León es, en primer lugar, de fecha posterior a la decisión del Gobierno de remitir a Canarias la fuerza armada, pues acaeció el 13 de noviembre de 1826, y consistió, no sólo en la rotura de las vidrieras del Palacio del diocesano, "con escándalo del vecindario . sino que, además, se fijaron pasquines en la puerta del edificio”.

El corregidor interino, Berriz de Guzmán, abrió un expediente, aunque por lo que sabemos poco pudo averiguar. El hecho, eso sí, se produjo hacia las dos de la madrugada y también sabemos que el contenido de los pasquines era "conminatorio". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)

1826. Agosto 8. El penitente palmero que, bajo el sigilo sacramental, pedía que su confesor comunicara al Obispo —como lo hizo-, las maqui­naciones de una sociedad secreta con sede en la isla, integrada por Manuel Díaz Hernández y Saturnino Sáceta, José María Carmona y el propio penitente, entre otros; que había "convidado a los colombianos de América a dirigir una expedición a esta isla asegurándoles el éxito de su conquista, con cuyo motivo han procurado, por los medios más inicuos, deponer del empleo de gobernador militar a don Luís Vandewalle, y otras personas adictas al Soberano, para poner en su lugar otras de la misma facción comunera'' .

Asimismo, hay que situar en este contexto la respuesta que dio el Capitán General Uriarte, el 18 de septiembre de 1826, al gobernador mi­litar de La Gomera, "...quedo impuesto de la noticia de invasión que se propone hacer contra estas Islas el disidente Bolívar, cuyo proyecto miro muy remoto, según el estado de las cosas en Costa Firme; sin embargo, doy a V. Md. las más expresivas gracias por el celo en favor del servicio del Rey Nuestro Señor y no dudo que si por algún incidente se ofreciere ocasión de manifestarlo, lo hará V. Md. en términos que las armas de Su Majestad queden con el lustre en que siempre que se a ofrecido las han dejado estos naturales”.

Así, pues, entre el acoso efectivo de corsarios insurgentes y aun de piratas, y los rumores de invasión e insubordinación del Archipiélago trans­currió esta etapa de incertidumbre de la historia insular; fueron momentos ciertamente difíciles y complejos, donde las islas Canarias -grandes en su insignificancia-, estuvieron en la balanza y en los juegos de intereses de las grandes potencias occidentales, como en tantas otras ocasiones. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)



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