EFEMERIDES
CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1800-1900
CAPÍTULO
XLI-XXII
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1819.
Nace Feliciano Pérez Zamora.
Diputado a Cortes por el partido
de La Orotava
durante más de cuarenta años, alcanzó la dirección general de Administración
Local de 1868 a
1870 y la de Beneficencia de 1863
a 1866, siendo además consejero de Estado desde 1874 a 1892. Su trayectoria
política, ligada al gran burgués santacrucero Juan Cumella, pasarla por el
progresismo y la Unión
Liberal, hasta convertirse en el representante madrileño del
partido conservador de las islas occidentales. Opuesto a León y Castillo en los
primeros años de la
Restauración, no pudo competir con éxito contra el cacique
grancanario en la conquista de los resortes del poder local ni en el
mantenimiento de sus apoyaturas gubernamentales. Los conservadores tinerfeños
terminarían por pactar con los liberales de Las Palmas, alianza que permitió a
don Fernando mantener el control de todas las islas al margen del turno de
partidos, con periódicos que en Santa Cruz defendían su gestión: El
Constitucional, Heraldo de Canarias, Unión Conservadora Y El Tiempo.
1819. El Cabildo Palmero contra las limitaciones al comercio con
América
Excmo. Sr.
El
Ayuntamiento o más bien toda la
Isla de La
Palma, es la que ocurre a
V.E. en esta ocasión, tan persuadida de la justicia de su causa, como confiada en la prudencia y justificación de V.E.
Desde el año de 1811 gozaba esta Isla el privilegio
de libre comercio con nuestras Américas, que tanto
había deseado desde su Conquista, que tantas veces le concedieron sus Soberanos, y que otras tantas supo destruirle el comercio de Santa Cruz de Tenerife;
cuando eri el presente año don Felipe de Sierra y Pambley, comisionado Regio,
en su auto de 31 de julio y el que se
dice su Sustituto don Agustín Gómez por el de 24 de agosto. pronunciaron de autoridad propia que dicho
privilegio se hallaba derogado, que era
contrario a los intereses de S.M. y que por lo tanto pasasen a la Plaza de Santa Cruz como
único puerto habilitado de la
Provincia los dos barcos que aquí habían llegado de América
con los demás que en adelante llegaren.
Es imposible explicar' a V.E. la consternación general que causó en todos estos naturales tal declaración,
pero es fácil inferir alguna parte.
En esta Isla el único barco de la Carrera de América que nos
queda y es de 84 toneladas no se puede llamar el bien o propiedad de uno o de algunos individuos, sino de todos sus habitantes que
tienen ya medida su industria y
agricultura a este género de comercio. Así es que su pérdida o feliz arribo viene a ser un sentimiento o una
alegría general, que a todos alcanza, y de que
tal vez participa más el pobre infeliz que embarcó unas medias de hilo, o unas hojas de amapola, que el
principal cargador.
Además, todos están persuadidos que la recalada de
los barcos de América a esta Isla, es mucho más segura que a las otras de la
misma Provincia. Los inteligentes conocen esta verdad, por que saben que la de La Palma está más al Norte y al Oeste que las restantes,
pero aquí lo conocen todos por la
experiencia pues no hay memoria de que ningún barco de los dichos haya sido apresado en tal recalada, antes por el
contrario saben que en la última guerra
con la Nación
Británica, fueron muchos y muy interesados los buques que se
salvaron enviando después su carga a esa Isla en otros menores.
Por
otra parte han sido muchos los barcos que hace tiempo se están avistando y cruzan sobre la Isla con señales de
sospechosos según puede informar el
Gobernador de las Armas, y aunque el comisionado Regio haya asegurado al tiempo de partirse que era falso había
Insurgentes en estos mares, no es
extraño que cada uno prefiera lo más seguro, y así como dicho Señor se embarcó (por lo que pudiera suceder) en
buque extranjero, tampoco debe serlo que
estos naturales prefieran gozar un privilegio cierto que les asegura sus
intereses y en ellos los de S.M., a una disposición arbitraria que les pone en peligro de perderlos.
Que este privilegio es cierto, nadie podrá dudarlo,
y aunque el Sr. Comisionado Regio y su
Sustituto lo den por revocado, como no dicen cuando,
ni de qué manera lo ha sido, La
Palma no se considera en la obligación de creer los arcanos de una comisión regia comisionada
hasta el punto de que el dicho de un Señor que al parecer se va enojado con la Isla, equivalga a una de aquellas resoluciones justas y
tranquilas con que S.M. ha tenido a
bien derogar algunos Decretos vigentes o tal cual artículo de ellos particularmente cuando el mismo Señor
Comisionado había reconocido hasta
entonces el privilegio de que se trata.
Pero lo que más ha escandalizado a esta Isla es la
nota que dicho Señor y Sustituto la han puesto
de escandalosa en contrabando. Sobre esto cada uno forma su juicio. Por que en
esta Isla se haya aprehendido un poco de tabaco (dicen unos): ¿Será esta una señal de la facilidad con que
aquí se introduce el contrabando o será más bien de
la facilidad con que esto se puede hacer en el
nuevo Sistema de Rentas? Otros calculan el consumo anual del tabaco de humo de
estas Islas en seis mil quintales, y como no ven en esta sino la entrada por año de uno o dos barcos de América, y
casi ninguno extranjero suponen el fraude por la Isla a donde ocurren más buques de todos puntos, y donde hay más
consumidores. Esta suposición la llevan otros
hasta la evidencia calculando sobre géneros de algodón. No falta quien compare la miseria en que vivieron aquí
los anteriores Dependientes de Reales
Rentas aun los que tenían algunos bienes raíces y la opulencia en que vivieron
los de otras partes, que nada inás tenían que su empleo, y esta diferencia de
fortunas viene a ser para ellos como un termómetro por donde gradúan el
contrabando que han favorecido. Muchos comparan los rápidos progresos que hacen los negociantes de los
respectivos Puertos; y aun deduciendo de aquí las diferentes ventajas en que
unos y otros se hallan para comerciar, siempre
sacan en el de Santa Cruz un líquido producto de
escandaloso contrabando que no puede dar esta Isla ni
las restantes.
En atención a todo lo que llevamos expuesto, y
recordando con este motivo lo acaecido en 1754 con el
visitador don Pedro Álvarez de que habla don
José Viera en el tomo 3°, libro 15, párrafos 66 y 67 en sus Noticias de la Historia de Canarias sobre que llamamos la atención de V.E.; y considerando que la providencia del nuevo visitador por
tan injuriosa a la Isla
sería un deshonor obedecerla, como igualmente reflexionando que aun
cuando fuera cierto que S.M. hubiese derogado los privilegios de que se trata; sería este el caso en que con arreglo a su
misma Soberana Voluntad, se obedecería y no cumpliría sus decretos, por mediar
en esto el perjuicio de sus mismos
intereses, tan íntimamente unidos al de estos naturales.
El Ayuntamiento no ha podido menos de tomar en esta
ocasión una providencia gubernativa mandando descargar los tres
buques de América que se hallan surtos en
este Puerto, entregar y asegurar los Reales Derechos ya por los privilegios de la Isla, y ya por el peligro de
los Insurgentes, sin que sobre esto
se cumpla orden alguna que dicte el Sustituto Intendente, Ínterin no
recaiga sobre todo lo obrado la
Soberana resolución.
V.E. puede estar firmemente persuadido que aunque la Real Aduana no
haya querido o podido por órdenes de la Intendencia tomar parte en la descarga, los derechos de S.M. están seguros y el
Ayuntamiento responderá de ellos a cualquier tiempo.
En esta virtud y no tratándose ya en el asunto de
cosa alguna que pueda perjudicar a los
intereses del Rey, que Dios guarde, esta Isla espera de la notoria justificación de V.E. que como primer Jefe de la Provincia se manifestará también como el primer Padre de ella,
para proteger con igualdad los intereses
de sus Pueblos, si no tomando parte activa en este negocio, al menos recibiendo V.E. en su pecho el clamor
general de estos habitantes mientras el Ayuntamiento lo eleva a S.M.
asegurándole que lo ha presentado ya a
V.E. para que lleve así este sello más de verdad y justicia a los Pies del
Trono.
Dios
guarde a V.E. muchos años
Ciudad de Santa Cruz Capital de la Isla de La Palma en Canarias, 26 de
octubre de 1819.
Pedro Massieu [rubricado] Luis
Vandewalle [rubricado]
Excmo. Sr.
Comandante General de esta Provincia. Don Pedro Rodríguez de la Buría.
[Biblioteca
"Cervantes" de Santa Cruz de La Palma. "Expediente sobre el derecho y privilegio que tiene la Isla de La Palma para despachar sus buques de Libre Comercio a Indias y
admitir sus retornos..."].
(Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1819. Santa
Lucía, Tamaránt (G. Canaria). Usurpación del agua de la acequia real del
Ingenio.
1819.
Refiriéndose al Puerto de Arrecife (Lanzarote), dice una Memoria «El
pueblo está más aumentado: no
obstante, las calles formadas y las que se van formando,
parece que a porfía las camban, cortan y dificultan. Mácense poco favor los pobladores, pues antes parece este un lugarejo
de los que hicieron los moros en España ahora seis siglos que un pueblo del
presente. Lamentando este descuido, me refirieron esta anécdota del licenciado Dn. Andrés Arbelo, provisor de
Canarias. Había muchos años que faltaba de Lanzarote su patria, volvió a ella en 1811; y como la fama del cuantioso comercio y
aumento del Arrecife había llenado sus oídos, deseaba complacerse
viéndolo. Salió al primer paseo con algunos
amigos a quienes dijo: Que reconocía
que los ingenieros directores de aquel naciente pueblo habían sido las mismas cabras que cuando él vino a
embarcarse por allí tenían formadas las veredas y atajos que conducían
al embarcadero».
«El primer edificio particular más notable principiado en este punto, fue una casa que por la extensión y solidez
de su construcción llevaba honores de
palacio. Emprendió este proyecto el presbítero Dn. Luís de Alvarado, hacedor que parece era de las rentas
decimales de la isla a fines del siglo
18°. Su repentina muerte interrumpió su vasta idea, quedando a cosa de vara y media fuera de cimientos, pero concluida
una enorme bodega con puertas al S. al E. y N; y una muralla formando ángulos como de fortaleza por la banda del mar, la cual
con menos gasto pudo haberse hecho recta a fin que quedase casi abierta de E a O, para comodidad de las gentes,
vista de la marina v lucimiento del
mismo edificio. Pero estos disparates provienen de la indicada
falta de planes dispuestos por personas de conocimientos y buen gusto que únicamente se adquiere viajando,
viendo, y comparando. Cuatro casas grandes caben muy bien en este extenso
sitio que se destinaba sólo para una».
Entre las
primitivas pequeñuelas que se desbarataron para construir la de Dn.
Manuel J. Álvarez, había la perteneciente a una tal Aguedita N. tan
sobre el mar, que cuando éste llenaba a manera que de un muelle se acercaban
las lanchas a pedir y tomar agua a su ventanita
vuelta al sur a la cual atracaban y se asían saltando de una a otra.
Quedaba dicha
casita cosa de veinte y cuatro varas más al naciente de lo que está hoy el llamado Muelle de King; es
decir, al N.O lindante al castillo, y
hasta el año 1814, existían sus cimientos, demolidos poco después para
construir la presente muralla. ?» (J.
Álvarez Rixo, 1982:54-55)
1819 Febrero.
En el Puerto Mequínez (Puerto de la
Cruz) Chinech. En los primeros días del mes, arreció un
fuerte viento del N.O. A causa del mismo se produjo el hundimiento del
bergantín inglés El Carlos. Este barco estaba retenido en el puerto,
debido a un contencioso que las
autoridades españolas de Marina le tenían impuesto, pues desde ese navío, se
arrojó al mar en un supuesto ataque de locura, el práctico de dicho puerto, don
Carlos Peraza, quien falleció ahogado.
1819. Abril 8. Se
producía en Gran Canaria un curioso conflicto de competencias entre las instituciones. Todo empezó cuando los diputados municipales Patricio Russell y Manuel Lugo
informaron en la correspondiente
reunión del Ayuntamiento, convocada por Terradas por la vía de urgencia, que habían oído, "en la mañana de
este día a cosa de la una a don
Antonio Gil Barrera, alcalde de mar de este puerto, que acababa de entregar
al señor gobernador militar de esta Plaza un Pliego cerrado, que recibió de a bordo del Místico Na Sa de los Dolores
que arribó a este Puerto, en el que
se halla actualmente fondeado, después de haber sido apresado y suelto
por una corbeta de guerra insurgente, y cuyo pliego expresó el citado Gil, a presencia de un crecido concurso, lo
remitía el comandante de la precitada corbeta insurgente al referido
señor gobernador militar, a quien lo entregó cerrado, según venía, por cuya
razón ignoraba su contenido; en cuya consideración esperan de este Cuerpo se
tomen las medidas más conducentes y
oportunas, a efecto de que, instruidos del contenido de aquel pliego, se
evite toda consecuencia desagradable".
Sometido el tema a discusión se acordó que
"siendo sospechoso el crucero de la corbeta y demás buques
insurgentes por la conducta que se observa
en sus operaciones, acopiando lanchas, sin causar otras extorsiones a los del País que, desgraciadamente, han caído
en su poder; y no estando por demás toda defensa en esta Isla, habiendo el
justo recelo de que acaso quiera aspirar a ocupar alguna; se oficie al
señor gobernador militar para que, redoblando su acreditado celo, tome las
medidas oportunas a efecto de evitar
cualquier invasión de parte de estos enemigos; que instruidos tal vez de
la indefensión de la Ciudad
intenten insultarla, saqueándola, y que el
Cuerpo espera que para la tranquilidad y satisfacción del público quiera manifestarle el contenido del pliego oficial que
el Comandante de la corbeta insurgente le dirigió".
Ascanio contestó, al día siguiente, que estaba al tanto —como era notorio-
de la necesidad de permanecer alerta y, con relación al pliego remitido por el insurgente, manifestó que
"el paquete referido, cuya remisión dimanó sin duda del gusto que tienen
los pueblos que están en revolución de propagar sus noticias, contenía cinco
Gacetas de Buenos Aires, que como
papeles cuya circulación está prohibida, remitiré por primera ocasión de barco al Excmo. Sr. Comandante
General”.
El Ayuntamiento no quedó satisfecho con la respuesta del gobernador de
las armas, pero no quiso salirse de sus atribuciones. Mientras tanto, el corregidor remitió un oficio a la Real Audiencia
sobre el asunto, y ésta pasó a implicarse también. El día 11, Ascanio
contestó con cierta arrogancia a la
interpelación del Real Acuerdo: "...si no obstante mi desvelo, contemplan las autoridades civiles que me restan
providencias precautorias que escoger,
pueden las que lo estimen prudente advertírmelas, acercándose y conferenciando conmigo (porque hay ocasiones en que
embarazan las contestaciones por escrito), en el firme concepto de que
las expondré mi opinión, oiré sus
observaciones y haré de ellas el uso que por mis conocimientes militares halle conforme al mejor servicio
del Rey Nuestro Señor y seguridad de la Patria".
Pero,
más adelante, añadía con sorna que "si la Audiencia, con fundado temor, como me dice V.S., de que el Insurgente
aspira a consumar algún plan de agresión hostil contra esta Isla y su Capital,
quiere tomar eficazmente sobre los indicados
particulares, u otros de su atención, cuantas medidas permite la importancia de esta novedad, puede verificarlo segura
de que no la hacen falta para ello las cinco Gacetas de Buenos Aires, que me remitió el Comandante de la corbeta, y cuyas
noticias no producen la luz más escasa acerca de invasiones, saqueos o insultos
que contra estas Islas mediten
aquellos rebeldes, ni dan a las cosas otro semblante ni aspecto que el que tenemos delante".
El 16 de abril, el regidor Policarpo Padrón expuso, en el Cabildo, que
se debía informar al Rey sobre el asunto, pues "al paso que el
Ayuntamiento de este modo cumple con sus
deberes, recuerda a S.M. su inalterable celo, lealtad, y vigilancia hacia su
Real Persona e intereses; sale de un silencio que podrá suponérsele criminal, y del que queden libres, según tiene entendido
el que expone, algunas autoridades". A partir de entonces se inició una
serie de exposiciones a la superioridad, por parte de las tres instituciones
grancanarias: Ayuntamiento, Corregimiento y Real Audiencia.
El Ayuntamiento escribió al Rey, el día 19 de abril de 1819, asegurándole
su inquebrantable lealtad:
"El
Ayuntamiento Señor hace manifestación a V.M. de este acontecimiento
en prueba de su mayor fidelidad y para acreditarle que aun fuera del mayor
peligro, no omite medio que sea relativo a su seguridad y a descubrir a V.M. sus
sentimientos de amor y lealtad".
El
corregidor manifestó por su lado al Consejo de Castilla, con fecha 22 de abril, su crítica a las gestiones del
gobernador de las armas, en el sentido de que no
debió recibir las gacetas ni, mucho menos, abrirlas sin "ciencia
ni conocimiento de las autoridades legítimamente constituidas":
"El Corregidor no quisiera lastimar a nadie,
pero prescinde de todo en tratándose de los
derechos de un Soberano, y más cuando con justas razones,
desconfía de algunas personas que, por desgracia de esta Isla rodean a Ascanio,
y le dirigen: las opiniones de éstas son bien notorias, y peligrosas; y como encargado de la tranquilidad pública, de los
derechos del Rey N.S., y de recoger todo papel incendiario, para ponerlo en
noticia de V.A., no ha podido conseguirlo
de los que dirigen la fuerza".
Añadía,
igualmente, que algunos individuos habían podido beber el "veneno" de los documentos remitidos por
el insurgente y que, algún día, podrían
contagiar a otros, y terminaba solicitando un pronunciamiento oficial sobre la jurisdicción a la que competía el
asunto.
Por último, la
Real Audiencia también elevó su instancia a la Corte, indicando, además,
algunos pormenores de interés:
"Por noticias reservadas que dieron al
Tribunal, dirá igualmente, que no se contentó Ascanio con leer las Gacetas,
sino que las dio a leer a cierta clase de
personas bien conocidas, cuyas opiniones han sido en todos tiempos muy peligrosas, movimiento que no dejó de llamar demasiado la atención
del Acuerdo. Dirá, en fin, que desde el día 8 de este mes en que el
Gobernador recibió las Gacetas, hasta el 17
en que las remitió al Comandante General, hubo bastante tiempo para que circulasen, y anduvieran, como es de
temerse, secretamente de mano en mano.
Y si a estos antecedentes se añade, que don Simón Ascanio no ha procedido contra el contramaestre y demás cómplices de la introducción del paquete de las Gacetas; ni
ha instruido diligencias algunas con
declaraciones..., sobre lo que oyeron y entendieron del Insurgente en los días
que estuvieron prisioneros a su bordo; la Audiencia cree haber tenido fundados motivos de desconfianza".
El Real Acuerdo protestaba, asimismo, de la
resistencia del gobernador de las armas a
entregar los documentos sospechosos y rogaba que se le indicara la conducta a seguir, en lo sucesivo, "en iguales
casos con los Jefes de jurisdicciones extrañas".
El Supremo Consejo de Castilla falló a favor de las autoridades civiles, y, con fecha 22 de febrero de 1820, ordenó
al Comandante General que "si en los sucesivo se remitiesen papeles
sediciosos a los Jefes militares deben estos
ponerse de acuerdo con esa Real Audiencia y autoridades civiles, a fin de conservar la tranquilidad pública
e impedir la propagación de ideas
perniciosas".
Si examinamos no sólo estos sucesos sino, también, el impacto del
corso insurgente en Canarias, en su conjunto, resulta llamativo ese conglomerado de actitudes contradictorias, la apatía de
los comerciantes, la aparente simpatía de numerosos isleños por los
insurgentes, la propia actitud de los corsarios en algunos casos, las sospechas
hacia determinadas autoridades que, en definitiva, tenían
encomendada la propia seguridad de las islas Canarias, entre otros factores.
Los canarios, casi desde los tiempos de la Conquista, estaban acostumbrados a las correrías y al pillaje de toda clase
de piratas y corsarios, mas las
circunstancias históricas e internacionales eran diferentes. Ahora no se trataba de predadores protestantes o musulmanes,
sino de pueblos con los que las propias
Islas poseían una vinculación ancestral y profunda. Sin duda, fueron años de gran incertidumbre y, al cabo, tanto
la falta de una determinada conciencia
política regional, cuanto el complejo equilibrio de intereses internacionales, impidió que esta remota provincia
de España, más parecida en muchas cosas -en
palabras de José Murphy- a una provincia americana que a una europea; se desgajara, como sus hermanas de América, del
árbol troncal de la madre patria. (Manuel de
Paz-Sánchez, 1994)
1819 Julio 1. El
título de Marqués de Santa Lucía es
otorgado, según el Real Decreto de la metrópoli al criollo Francisco de Borja
de León Molina Huerta y Graaf, Regidor Perpetuo de Chinet (Tenerife,) por el Rey
Fernando VII.
1819. Septiembre 22. El capitán de una fragata inglesa, que arribó en
busca de refresco al puerto de Santa Cruz de La Palma, confirmó al gobernador de las armas la existencia de
barcos "sospechosos", noticia que ratificó el subdelegado de marina
en la Villa de
San Andrés y Sauces.
A partir de
entonces, los citados capitanes y propietarios, junto con don Juan Fierro que lo era del bergantín "La Estrella",
procedente de Puerto Rico y con registro para Santa Cruz de La Palma, decidieron elevar una nueva instancia al alcalde mayor
ponderando los recientes y tangibles
peligros, subrayando la imposibilidad de asegurar suficientemente los
buques y solicitando por enésima vez que se omitiese la obligación de acudir a Santa Cruz de Tenerife, "a no ser
que Vm. se quiera cargar con la
responsabilidad de ciento diez y ocho miles pesos que importan los tres buques
y sus cargamentos", esto sin olvidar el deterioro a que se veía sometida
la carga en las bodegas de los barcos, así como los costos de mantenimiento que ya ascendían a más de diez mil
pesos corrientes ".
Pese a lo anterior, León solicitó la ayuda necesaria del gobernador militar que mostró su disposición al efecto. Antonio
de Guisla recibió entonces a los capitanes para que hicieran sus alegatos
defensivos, máxime cuando, durante la mañana de ese día 24 de septiembre, se
había producido un significativo
incidente en el puerto palmero, donde una goleta con bandera
inglesa se había aproximado y echado un bote que, en las cercanías del muelle y tras pedírsele la documentación,
había optado por emprender la
retirada, no sin antes intentar sondear la bahía, por lo que hubo de ser amenazado con un cañonazo, saliendo también en su
persecución dos lanchas armadas de los
bergantines "Relámpago" y "Gran Poder de Dios".
Como
puede presumirse, en esta situación las peticiones de armamento y de tropa de los capitanes implicados
desbordaron las posibilidades reales y legales del gobernador militar,
que devolvió el expediente al alcalde mayor.
Éste,
sin embargo, tornó a insistir en su posición, la que hizo extensiva al subdelegado de marina, y dio cuenta de
todo a la Intendencia.
Los acontecimientos se precipitaron. El mismo día, 25 de septiembre, se reunió el Cabildo en sesión extraordinaria. La Corporación estudió un
memorial de los capitanes donde se ponían de
relieve los nuevos peligros "por los enemigos que cruzan estas
bocas", y en consecuencia se acordó llevar
a efecto lo deliberado en acta del 21 de agosto, por lo que se ordenó que los tres buques fueran descargados y admitidas
sus cargas por el administrador de la
aduana, "hecho cargo de las nuevas e imperiosas circunstancias que exigen esta determinación, en beneficio
de los reales derechos y del interés individual". Dichos cargamentos, para
evitar la oposición de Saura, deberían ser
depositados en la aduana o almacenes bajo la inspección y custodia de los vecinos y comerciantes de la Plaza don José García
Carballo, don Manuel Lujan, don Félix Batista y don Antonio Vicente Fernández,
"por su notorio arraigo". Asimismo, en atención a que el ''Relámpago"
transportaba cien quintales de pólvora con destino a África, con el consiguiente peligro en caso de ataque al
puerto, se decidió solicitar de Guisla que lo
hiciese " salir a su destino a la mayor brevedad".
Por
último se acordó dar cuenta al monarca de esta "determinación puramente gubernativa", matizando la
arbitrariedad de la
Intendencia y la firme
voluntad de no acatar sus órdenes mientras no recayera la "soberana resolución" sobre el asunto.
Tal
como se sospechaba, Saura no cedió a las presiones. El día 26 escribió al
subdelegado de rentas mostrando su firmeza y pidiendo ayuda para que no fuera contrariado lo "ya resuelto
por la única autoridad que, correspondiente con arreglo a los inventarios practicados", y en caso de que se resistiera deberían ser comisionados los mismos
depositarios para que "entreguen las cargas
a sus respectivos dueños o poderdantes, previas las competentes fianzas que aseguren en todo tiempo los reales derechos
con arreglo a los registros'.
Joaquín Saura, pues, fue sustituido en su cometido por los comerciantes ya mencionados, quienes hicieron entrega de
la carga, con la "'excepción de una poca perteneciente a particulares de
Tenerife", por ello el Cabildo les encargó
que avisaran a los interesados para que nombraran apoderados que
se responsabilizasen de la misma y, paralelamente, la Corporación acordó dar cuenta de todo al Administrador
General, "para que disponga que
por este administrador se perciban los reales derechos y admita los
registros", así corno también al Comandante General de Canarias.
El 21 de noviembre de 1819, los
comisionados dieron cuenta de la entrega de
los cargamentos, con lo que concluyeron sus trabajos. Se trataba, sobre
todo, de productos alimenticios y de materias primas destinadas a las labores artesanales y al mercado insular.
(Manuel de Paz-Sánchez. 1994).
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