lunes, 1 de junio de 2015

:::Tindaya:::


Más allá de los delirios esteticistas y las operaciones especulativas, la memoria y la magia encuentran todavía refugio en una planicie, el Llano del Esquinazo, que se extiende por la comarca de La Oliva, en el cuadrante septentrional de la isla de Fuerteventura. Hasta 400 metros sobre el nivel del mar, entre sus tierras doradas emerge un espectacular pitón fonolítico de traquita, la Montaña de Tindaya, fondeada a 28º 35’ 13’’ de latitud Norte y 14º 04’ 13’’ de longitud Oeste.

Aunque no suelen aflorar a la superficie durante las convulsiones magmáticas, la erosión ha dejado al descubierto esos materiales traquíticos ocultos por el volcán que los envolvía. Dotados de una resistencia y aspereza características, antaño convirtieron esta roca volcánica en un recurso muy apreciado para la confección de piedras de molinos y, en el presente, su extracción abastece la expansión predatoria del sector inmobiliario.
A las cualidades geomorfológicas y paisajísticas de esta eminencia piramidal, se le suman valores culturales y ecológicos aún más notables, que hacen de este enclave uno de los más hermosos e imponentes monumentos vivos del Archipiélago.
Picudas
En el estado actual de las investigaciones, sólo hemos podido fijar la datación antigua de esta voz en el primer tercio del siglo XVII. Un acuerdo del Cabildo, fechado el 18 de abril de 1623, ya requería a «los vecinos de Oliva, Cuevas Lajares, Costilla, Roque, Manta y Tindaya» para limpiar la fuente de Esquinzo [Roldán y Delgado 1970: 173]. En otras muchas ocasiones durante la centuria, la institución insular conminó a los habitantes de diversos caseríos para que procedieran al adecentamiento de los nacientes, caracterizando siempre el topónimo Tindaya como núcleo de población. También cuando la Audiencia dispuso en 1697 la ampliación de las tierras destinadas a la agricultura:
Se lee Provisión de la Audiencia sobre el acrecentamiento de rayas de vega y asimismo acuerdo de cabildo abierto de primero de Noviembre de 1696. La mayoría dijo convenía se conservasen las rayas en la forma en que se señalaron en dicho cabildo, ya que hay tierras bastantes fuera de las señaladas, para las criaciones, con tal que se dejen las serventías de entrada y salida a los lugares y los abrevaderos. Y piden a la Audiencia que permita conservar las rayas según han sido alargadas ya. Algunos vecinos de la Oliva y Tindaya dijeron que conviene que se conserve la raya alargada en dicho Cabildo abierto, y que es conveniente queden fuera de dicha raya las casas del lugar y sus serventías [Roldán y Delgado 1967: 158].
En suma, ningún dato lleva a considerar el enunciado Tindaya como la denominación original de la montaña que hoy recibe este nombre. Antes al contrario, parece haber adquirido el de la comarca o lugar donde está emplazada. Éste, a su vez, como sugiere la derivación Tindayejas, haría referencia a un objeto más o menos abundante o significativo en las localizaciones reseñadas. Álvarez Rixo [(1868) 1880: 42v)], Chil (1876, I: 451) y Castañeyra [(1884) 1991: 96] mencionaron esta forma híbrida, hoy en desuso: Tinday-ejas, que aparece alterada por la adición del sufijo castellano –ejas (de valor diminutivo o despectivo), nominaba un valle ubicado en Jandía, zona sur de la Isla.
Con estas referencias, el análisis lingüístico, sin llegar a producir un resultado categórico, ofrece una explicación muy razonable: ti-n_dday-a (f. pl.) revela una región ocupada por cierta planta de factura ‘puntiaguda’ o ‘puntillosa’. Construida sobre la misma raíz [D•G/Y] que el arma conocida en Canaria como amodaga, la acepción botánica del lexema se aplica en hablas del sur y sureste marroquí a plantas (hierbas y gramíneas situadas a menudo muy cerca del agua) que semejan a las ‘cañas’. Pero carecemos de informes más precisos que nos permitan obtener una concreción mayor.
Abrigo ecológico
Pero con aspecto ‘aguzado’ y ‘punzante’, aunque en absoluto con el porte de las cañas, habita en Tindaya incluso algún endemismo poco común, la chumberilla de lobo o cernúa (Caralluma burchardii), una hierba de tallos suculentos perfilados por cuatro ángulos, que bien pudo servir de base al topónimo.
Aunque –exclusivos de Fuerteventura– también se asientan otros endemismos botánicos, como el Aychryson bethencourtianum, muy amenazado de extinción, o el jorjado (Nauplius sericeus), junto a taghinastes, euforbias y más de una veintena de otras especies muy habituales en el ámbito macaronésico.
Con todo, Tindaya sirve todavía de refugio a numerosas especies animales, autóctonas y transeúntes, muchas de ellas tenidas por infrecuentes y vulnerables. Junto a la conocida tarabilla canaria (Saxicola dacotiae), un pajarillo insectívoro que ya casi sólo se encuentra en aquella isla, también residen de forma más o menos temporal otras aves en franco retroceso, como el camachuelo trompetero (Bucanetes githagineus), algunos cuervos (Corvus corax tingitanus) y unos pocos ratoneros canarios o aguilillas (Buteo buteo insularum), que en el pasado estaban presentes en todo el Archipiélago.
Huellas en el espacio
Ahora bien, la Montaña de Tindaya ostenta además un alto valor histórico, tallado en cientos de podomorfos que muestran la orientación pertinente para observar fenómenos astronómicos o meteorológicos, así como para la realización de ciertos rituales. Estas representaciones de pies humanos (naturalistas o figurativas), todas muy diversas y en su mayoría dirigidas hacia el poniente, se distribuyen por más de medio centenar de paneles agrupados en su tramo superior y casi una treintena de figuras sueltas, desaparecidas en la actualidad.
Una actividad humana que ha dejado otras improntas muy interesantes, algunas de ellas todavía inexploradas, como los tres poblados que aguardan una excavación definitiva en la base de la Montaña. Escenarios quizá tan fecundos desde el punto de vista arqueológico como las faldas próximas a las estaciones rupestres ya comentadas, donde se han localizado restos de cabañas u hogares, conchas pulidas, material lítico y cerámica, finamente confeccionada y ornada, propia de una funcionalidad más ritual que doméstica. Porque la dimensión mágica, atribuida incluso a la comarca inmediata donde se eleva Tindaya, vive para las gentes en las numerosas leyendas que circulan en torno a la Montaña de las Brujas y la actividad de fuerzas sobrenaturales.

Fuentes

ACF = ROLDÁN VERDEJO, Roberto. 1966. Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura, 1729-1798. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios (Fontes Rerum Canariarum, XIV).

ACF = ROLDÁN VERDEJO, Roberto, y Candelaria Delgado González. 1967. Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura, 1660-1728. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios (Fontes Rerum Canariarum, XV).

ACF = ROLDÁN VERDEJO, Roberto, y Candelaria Delgado González. 1970. Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura, 1605-1659. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios (Fontes Rerum Canariarum, XVII).

ÁLVAREZ RIXO, José Agustín. 1880 (1830). Catálogo de Voces de Indígenas Canarios. [Copia de Agustín Millares Torres (1868), depositada en El Museo Canario. La Biblioteca de la ULL guarda fotocopia completa del original en el legado del profesor Álvarez Delgado, quien anotó personalmente esta fecha en la portada. Sin embargo, al final del manuscrito consta el año 1830].

ÁLVAREZ RIXO, José Agustín. 1991 (ca. 1860). Lenguaje de los Antiguos Isleños. Ed. con estudio y notas por C. Díaz Alayón y A. Tejera Gaspar. Puerto de la Cruz (Tenerife): Ayuntamiento / CCPC.

BARKER-WEBB, Philip, y Sabin Berthelot.
1842. Histoire Naturelle des Iles Canaries. Tome premier. Première partie. Contenant l'Ethnographie et les Annales de la Conquête. París: Bèthune, 3 tomos, 8 vols. [Hay ed. española: Ethnografia y Anales de la Conquista de las Islas Canarias. S/C de Tenerife: Imprenta Isleña, 1849].

BERTHELOT, Sabin. 1842. [Ver BARKER-WEBB, Philip].

CASTAÑEYRA, Ramón F[ernández]. 1991 (1884). Memoria sobre las costumbres de Fuerteventura escrita para el Sr. D. Juan bethencourt Alfonso. Transcripción, prólogo, notas e índice de Francisco Navarro Artiles. Puerto del Rosario (Fuerteventura): Cabildo.

CHIL Y NARANJO, Gregorio. 1876-1891. Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias. Las Palmas de Gran Canaria: Isidro Miranda, 3 vols.

OLIVE, Pedro de. 1865. Diccionario estadístico-administrativo de las Islas Canarias. Barcelona: Tipografía de Jaime Jesús

VIERA Y CLAVIJO, José de. 1772-1783. Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria. Madrid: Imprenta de Blas Román, 4 vols. [Hay ed. moderna debida al profesor A. Cioranescu, publicada en S/C de Tenerife por Goya, 1982, 2 vols., 8ª ed.

Bibliografía

CORTÉS VÁZQUEZ, M. 1987. «Los petroglifos podomorfos de Montaña Tindaya (Fuerteventura). Características formales y significación». Actas de las I Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura (Puerto del Rosario, 1984), II: 13-63. Fuerteventura: Cabildo.

HERNÁNDEZ PÉREZ, M., y D. Martín Socas. 1980. «Nueva aportación a la historia de Fuerteventura: los grabados rupestres de la Montaña de Tindaya». Revista de Historia 172: 13-41.

PERERA BETANCORT, Mª A.; J. A. Belmonte Avilés; C. Esteban, y A. Tejera Gaspar. 1996. «Tindaya: un acercamiento arqueoastronómico a la sociedad prehispánica de Fuerteventura». Tabona IX: 163-193.

Autor: Asakkawen n edegesem En: Revista Mundo Guanche.

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