Más allá de los delirios esteticistas y las
operaciones especulativas, la memoria y la magia encuentran todavía refugio en
una planicie, el Llano del Esquinazo, que se extiende por la comarca de La
Oliva, en el cuadrante septentrional de la isla de Fuerteventura. Hasta 400
metros sobre el nivel del mar, entre sus tierras doradas emerge un espectacular
pitón fonolítico de traquita, la Montaña de Tindaya, fondeada a 28º 35’ 13’’ de
latitud Norte y 14º 04’ 13’’ de longitud Oeste.
Aunque no suelen aflorar a la superficie durante
las convulsiones magmáticas, la erosión ha dejado al descubierto esos
materiales traquíticos ocultos por el volcán que los envolvía. Dotados de una
resistencia y aspereza características, antaño convirtieron esta roca volcánica
en un recurso muy apreciado para la confección de piedras de molinos y, en el
presente, su extracción abastece la expansión predatoria del sector
inmobiliario.
A las cualidades geomorfológicas y paisajísticas
de esta eminencia piramidal, se le suman valores culturales y ecológicos aún
más notables, que hacen de este enclave uno de los más hermosos e imponentes
monumentos vivos del Archipiélago.
Picudas
En el estado actual de las investigaciones, sólo
hemos podido fijar la datación antigua de esta voz en el primer tercio del
siglo XVII. Un acuerdo del Cabildo, fechado el 18 de abril de 1623, ya requería
a «los vecinos de Oliva, Cuevas Lajares, Costilla, Roque, Manta y
Tindaya» para limpiar la fuente de Esquinzo [Roldán y Delgado 1970:
173]. En otras muchas ocasiones durante la centuria, la institución insular
conminó a los habitantes de diversos caseríos para que procedieran al
adecentamiento de los nacientes, caracterizando siempre el topónimo Tindaya
como núcleo de población. También cuando la Audiencia dispuso en 1697 la
ampliación de las tierras destinadas a la agricultura:
Se lee Provisión de la Audiencia sobre el
acrecentamiento de rayas de vega y asimismo acuerdo de cabildo abierto de
primero de Noviembre de 1696. La mayoría dijo convenía se conservasen las rayas
en la forma en que se señalaron en dicho cabildo, ya que hay tierras bastantes
fuera de las señaladas, para las criaciones, con tal que se dejen las
serventías de entrada y salida a los lugares y los abrevaderos. Y piden a la
Audiencia que permita conservar las rayas según han sido alargadas ya. Algunos
vecinos de la Oliva y Tindaya dijeron que conviene que se conserve la raya
alargada en dicho Cabildo abierto, y que es conveniente queden fuera de dicha
raya las casas del lugar y sus serventías [Roldán y Delgado 1967:
158].
En suma, ningún dato lleva a considerar el
enunciado Tindaya como la denominación original de la montaña
que hoy recibe este nombre. Antes al contrario, parece haber adquirido el de la
comarca o lugar donde está emplazada. Éste, a su vez, como sugiere la
derivación Tindayejas, haría referencia a un objeto más o
menos abundante o significativo en las localizaciones reseñadas. Álvarez Rixo
[(1868) 1880: 42v)], Chil (1876, I: 451) y Castañeyra [(1884) 1991: 96]
mencionaron esta forma híbrida, hoy en desuso: Tinday-ejas,
que aparece alterada por la adición del sufijo castellano –ejas (de
valor diminutivo o despectivo), nominaba un valle ubicado en Jandía, zona sur
de la Isla.
Con estas referencias, el análisis lingüístico,
sin llegar a producir un resultado categórico, ofrece una explicación muy
razonable: ti-n_dday-a (f. pl.) revela una región ocupada por
cierta planta de factura ‘puntiaguda’ o ‘puntillosa’. Construida sobre la misma
raíz [D•G/Y] que el arma conocida en Canaria como amodaga, la
acepción botánica del lexema se aplica en hablas del sur y sureste marroquí a
plantas (hierbas y gramíneas situadas a menudo muy cerca del agua) que semejan
a las ‘cañas’. Pero carecemos de informes más precisos que nos permitan obtener
una concreción mayor.
Abrigo ecológico
Pero con aspecto ‘aguzado’ y ‘punzante’, aunque
en absoluto con el porte de las cañas, habita en Tindaya incluso algún
endemismo poco común, la chumberilla de lobo o cernúa (Caralluma burchardii),
una hierba de tallos suculentos perfilados por cuatro ángulos, que bien pudo
servir de base al topónimo.
Aunque –exclusivos de Fuerteventura– también se
asientan otros endemismos botánicos, como el Aychryson bethencourtianum,
muy amenazado de extinción, o el jorjado (Nauplius sericeus), junto a
taghinastes, euforbias y más de una veintena de otras especies muy habituales
en el ámbito macaronésico.
Con todo, Tindaya sirve todavía de refugio a
numerosas especies animales, autóctonas y transeúntes, muchas de ellas tenidas
por infrecuentes y vulnerables. Junto a la conocida tarabilla canaria (Saxicola
dacotiae), un pajarillo insectívoro que ya casi sólo se encuentra en
aquella isla, también residen de forma más o menos temporal otras aves en
franco retroceso, como el camachuelo trompetero (Bucanetes githagineus),
algunos cuervos (Corvus corax tingitanus) y unos pocos ratoneros
canarios o aguilillas (Buteo buteo insularum), que en el pasado
estaban presentes en todo el Archipiélago.
Huellas en el espacio
Ahora bien, la Montaña de Tindaya
ostenta además un alto valor histórico, tallado en cientos de podomorfos que
muestran la orientación pertinente para observar fenómenos astronómicos o
meteorológicos, así como para la realización de ciertos rituales. Estas
representaciones de pies humanos (naturalistas o figurativas), todas muy
diversas y en su mayoría dirigidas hacia el poniente, se distribuyen por más de
medio centenar de paneles agrupados en su tramo superior y casi una treintena
de figuras sueltas, desaparecidas en la actualidad.
Una actividad humana que ha dejado otras
improntas muy interesantes, algunas de ellas todavía inexploradas, como los
tres poblados que aguardan una excavación definitiva en la base de la Montaña.
Escenarios quizá tan fecundos desde el punto de vista arqueológico como las
faldas próximas a las estaciones rupestres ya comentadas, donde se han
localizado restos de cabañas u hogares, conchas pulidas, material lítico y
cerámica, finamente confeccionada y ornada, propia de una funcionalidad más
ritual que doméstica. Porque la dimensión mágica, atribuida incluso a la
comarca inmediata donde se eleva Tindaya, vive para las gentes en las numerosas
leyendas que circulan en torno a la Montaña de las Brujas y la
actividad de fuerzas sobrenaturales.
Fuentes |
ACF = ROLDÁN VERDEJO, Roberto.
1966. Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura, 1729-1798. La Laguna:
Instituto de Estudios Canarios (Fontes Rerum Canariarum, XIV).
ACF = ROLDÁN VERDEJO, Roberto, y Candelaria Delgado González. 1967. Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura, 1660-1728. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios (Fontes Rerum Canariarum, XV). ACF = ROLDÁN VERDEJO, Roberto, y Candelaria Delgado González. 1970. Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura, 1605-1659. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios (Fontes Rerum Canariarum, XVII). ÁLVAREZ RIXO, José Agustín. 1880 (1830). Catálogo de Voces de Indígenas Canarios. [Copia de Agustín Millares Torres (1868), depositada en El Museo Canario. La Biblioteca de la ULL guarda fotocopia completa del original en el legado del profesor Álvarez Delgado, quien anotó personalmente esta fecha en la portada. Sin embargo, al final del manuscrito consta el año 1830]. ÁLVAREZ RIXO, José Agustín. 1991 (ca. 1860). Lenguaje de los Antiguos Isleños. Ed. con estudio y notas por C. Díaz Alayón y A. Tejera Gaspar. Puerto de la Cruz (Tenerife): Ayuntamiento / CCPC. BARKER-WEBB, Philip, y Sabin Berthelot. 1842. Histoire Naturelle des Iles Canaries. Tome premier. Première partie. Contenant l'Ethnographie et les Annales de la Conquête. París: Bèthune, 3 tomos, 8 vols. [Hay ed. española: Ethnografia y Anales de la Conquista de las Islas Canarias. S/C de Tenerife: Imprenta Isleña, 1849]. BERTHELOT, Sabin. 1842. [Ver BARKER-WEBB, Philip]. CASTAÑEYRA, Ramón F[ernández]. 1991 (1884). Memoria sobre las costumbres de Fuerteventura escrita para el Sr. D. Juan bethencourt Alfonso. Transcripción, prólogo, notas e índice de Francisco Navarro Artiles. Puerto del Rosario (Fuerteventura): Cabildo. CHIL Y NARANJO, Gregorio. 1876-1891. Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias. Las Palmas de Gran Canaria: Isidro Miranda, 3 vols. OLIVE, Pedro de. 1865. Diccionario estadístico-administrativo de las Islas Canarias. Barcelona: Tipografía de Jaime Jesús VIERA Y CLAVIJO, José de. 1772-1783. Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria. Madrid: Imprenta de Blas Román, 4 vols. [Hay ed. moderna debida al profesor A. Cioranescu, publicada en S/C de Tenerife por Goya, 1982, 2 vols., 8ª ed. |
Bibliografía |
CORTÉS VÁZQUEZ, M. 1987. «Los
petroglifos podomorfos de Montaña Tindaya (Fuerteventura). Características
formales y significación». Actas de las I Jornadas de Estudios sobre
Lanzarote y Fuerteventura (Puerto del Rosario, 1984), II: 13-63.
Fuerteventura: Cabildo.
HERNÁNDEZ PÉREZ, M., y D. Martín Socas. 1980. «Nueva aportación a la historia de Fuerteventura: los grabados rupestres de la Montaña de Tindaya». Revista de Historia 172: 13-41. PERERA BETANCORT, Mª A.; J. A. Belmonte Avilés; C. Esteban, y A. Tejera Gaspar. 1996. «Tindaya: un acercamiento arqueoastronómico a la sociedad prehispánica de Fuerteventura». Tabona IX: 163-193. |
Autor:
Asakkawen n edegesem En: Revista Mundo Guanche.
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