Cuando los invasores normandos
llegaron a las islas de Lanzarote y Fuerteventura,
hallaron a unas poblaciones diezmadas por los ataques piráticos. Los isleños
opusieron cierta resistencia, pero los niveles de violencia alcanzados durante
aquellas primeras conquistas fueron notablemente inferiores a los que se darían
años más tarde en Tenerife o Gran Canaria. Sin ir más lejos, la isla de
Lanzarote sería sometida en 1402, sólo unos meses después de
la arribada de Béthencourt y Gadifer al Archipiélago.
Tres años más tarde, en 1405,
llegaría la rendición de los jefes de Fuerteventura. Tras diversas
expediciones, los europeos habían levantado en la antigua Erbane las
fortificaciones de Rico-roque y Valtarajal, que servirían como base durante las
diferentes operaciones militares llevadas a cabo para el sometimiento de la
Isla.
Le Canarien se hace eco de todo ello, pero no menciona a dos importantes personajes que, según Abreu Galindo y Leonardo Torriani, tuvieron un papel decisivo durante la etapa final de la conquista de Fuerteventura. Nos referimos a dos mujeres, madre e hija:
Tibiabin y TamonanteLe Canarien se hace eco de todo ello, pero no menciona a dos importantes personajes que, según Abreu Galindo y Leonardo Torriani, tuvieron un papel decisivo durante la etapa final de la conquista de Fuerteventura. Nos referimos a dos mujeres, madre e hija:
Es el lombardo Leonardo
Torriani quien aporta más detalles sobre la función de cada una de estas
mujeres dentro de la antigua sociedad amazighe de Fuerteventura.
Mientras Tibiabin era considerada una «mujer fatídica y de mucho
saber, quien, por revelación de los “demonios” o por juicio natural,
profetizaba varias cosas que después resultaban verdaderas, por lo cual era
considerada por todos como una diosa y venerada; y [...] gobernaba las cosas de
las ceremonias y los ritos, como sacerdotisa», Tamonante «regía las cosas de la
justicia y decidía las controversias y las disensiones que ocurrían entre los
duques y los principales de la isla, y en todas las cosas era superior en su
gobierno» [Torriani (1590) 1978: 75].
Estas funciones sociales
parecen verse reflejadas en la propia etimología de los nombres de estas
mujeres. Podemos traducir el de Tamonante (Tamonnant)
como ‘mujer que tiene la experiencia de la lectura’ o, literalmente, ‘la que
deletrea’ (Reyes 2006: 60). Esto no deja de ser significativo, pues la
complejidad de la escritura líbico-amazighe convierte su lectura en un
ejercicio que requiere cierto adiestramiento, puesto que un mismo texto puede
contener varios mensajes diferentes. Es por eso que «elaborar y
descifrar los mensajes escritos requería una experiencia no exenta de
consideraciones socioculturales de carácter esotérico» (Reyes 2005a:
63).
Por su parte, el nombre de Tibiabin hace referencia a quien ‘murmura o reza para sus adentros’ o, en sentido literal, ‘(mujer) muda que susurra’, algo que parece estar relacionado con la función sacerdotal o ritual que las fuentes le atribuyen (Reyes 2006: 61).
La rendición de FuerteventuraPor su parte, el nombre de Tibiabin hace referencia a quien ‘murmura o reza para sus adentros’ o, en sentido literal, ‘(mujer) muda que susurra’, algo que parece estar relacionado con la función sacerdotal o ritual que las fuentes le atribuyen (Reyes 2006: 61).
Abreu Galindo anota en su Historia
que la fase final de la conquista de Fuerteventura estuvo precedida por un
conflicto interno en el que los dos bandos de la Isla, capitaneados por Guize
y Ayose, se vieron enfrentados. La contienda haría menguar
todavía más los efectivos disponibles para la defensa de la ínsula. Y fue en
ese contexto de extrema inferioridad isleña cuando Tibiabin y Tamonante
aparecieron en escena con tal de aconsejar a su pueblo:
El capitán o rey de
aquella parte donde desembarcó el capitán Juan de Betancur, como vió los navíos
y gente que desembarcaba, llegó a hacer alguna defensa, con grande ánimo. Fué
Dios servido hubiesen pláticas, por persuasión de las dos mujeres Tibianin y
Tamonante, que así se lo aconsejaron, y se rindió. [...] El otro rey, llamado
Guize, [...] determinó también rendirse, por las amonestaciones que las dos
mujeres Tibiabin y Tamonante le hacían, prometiéndole libertad y sus haciendas [Abreu (ca. 1590 > d. 1676) 1977: 67].
Como en otros muchos pasajes
de nuestra Historia Antigua, la fase final de la conquista de Fuerteventura
tiene varias versiones o interpretaciones. Por ejemplo, Torriani otorga a la
adivina Tibiabin la responsabilidad de que los isleños no opusieran resistencia
a las tropas invasoras y se dejaran bautizar con facilidad: «la
Fatidica Tibiabin fu causa che gli isolani non facessero molta difesa et ch'ei
si battegiassero facilmente» [Torriani (1590: 27r) 1940:
96]. Según Torriani (1978: 81): «[...] después de llegados
los cristianos, entendiendo ellos de Tibiabin que aquéllos eran los verdaderos
amigos y consejeros desde tanto tiempo esperados, se rindieron de buena gana,
recibiendo el bautismo del obispo y de otros sacerdotes que éste conducía
consigo; y la primera de todos fue Tibiabin, quien después fue mujer de mucha
penitencia y de vida verdaderamente cristiana».
En realidad, cuando Abreu
narra el episodio en su Historia, también encontramos indicios de que
la decisión final tomada por los jefes majoreros debió verse influida por el
factor esotérico que caracterizaba más a Tibiabin que a Tamonante:
[Tamonante y Tibiabin]
decían lo que les había de suceder, y aconsejaban y persuadían tuviesen paz y
quietud. Decían que por la mar había de venir cierta manera de gente: que la
recogiesen, que aquéllos les habían de decir lo que habían de hacer [Abreu (1590 > d. 1676) 1977: 68].
Sea como sea, el importante
papel desempeñado por la mujer isleña en las antiguas sociedades amazighes
del Archipiélago queda perfectamente reflejado en el episodio de la rendición de
Fuerteventura, en el que se pone de manifiesto que tanto Tibiabin como
Tamonante gozaban del pleno respeto de sus gentes, quienes las «tenían
por cosa venida del cielo» [Abreu (1590 > d. 1676) 1977: 68]. Y es
que en la cultura amazighe, el género femenino constituye el centro de
la reproducción biológica como ser que ampara la vida y proporciona una
determinada filiación social a las personas que integran la comunidad, además
de ser el pilar fundamental en la vida doméstica y cultural (Reyes 2005b).
Fuente:
Mundo Guanche
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