Eduardo Pedro García Rodríguez
Graciliano Afonso Naranjo. La Orotava de Tenerife, 1775;
Las Palmas, 1861. Dos lugares y dos fechas límites. 86 años llenos de vida
apasionada, dramática. De su padre, Cristóbal, pintor-restaurador y
comediógrafo de la escuela calderoniana -como Alayón, agustino de La Orotava a quien se deben
autos sacramentales -, recibe Graciliano, de niño, las inquietudes artísticas.
Un abogado orotavense, amigo de la familia, le recomienda al obispo Tavira y le
permite obtener beca para estudios en el Seminario Conciliar. En 1790,
seminarista en Las Palmas; luego, en calidad de profesor de filosofía,
permanecerá vinculado a aquella institución hasta 1806.
El Seminario, siguiendo las
pautas dictadas por los obispos Tavira y Verdugo, participa de las
Ilustraciones; su profesorado se caracterizaría por su enciclopedismo y
"novedad". Allí dirige y patrocina conclusiones filosóficas y
facilita "libros prohibidos" a sus alumnos. El área de su influencia
y magisterio es el "foco de opiniones arriesgadas", convertido en
verdadero centro cultural del Archipiélago desde su fundación por el obispo
Herrera hasta Verdugo, donde galicanismo, jansenismo e Ilustraciones generan
expedientes inquisitoriales por lecturas, por defender doctrinas arriesgadas,
por discutir temas peligrosos para la fe. Los sacerdotes Hernández Rosado,
Albertos, Lucas Ramirez, Casañas, Antonio Ruiz y Rafael Bento, entre los
"tocados por las nuevas ideas", llegarian a ser ilustres en el foro,
en el púlpito, en la poesía o en la política.
De 1790 a 1804, simultanea sus
estudios en el Seminario y en la
Universidad de Alcalá (españa), coincidiendo allí con
célebres maestros y condiscípulos: Dusmet, Peraza, Romo, futuro obispo de
Canarias, mientras el Santo Oficio sigue la pista del universitario que
persiste en la defensa de doctrinas poco aceptadas y en acogerse a escritos
peligrosos -Condillac, Leon. Van-Espen, textos que ya habían circulado por
manos de los seminaristas isleños.
La guerra de la metrópoli con el
Reino Unido convierte sus viajes entre Canarias y España en pintorescas
aventuras, como la que viviera en Mogador, vestido de moro y urdiendo
fantasías.
Licenciado por la Universidad de Osuna,
en 1806, aspira a la canongia doctoral del cabildo catedralicio de Canarias.
Las Decretales de San Gregorio son algunos temas de su exitosa oposición, y
como doctoral, pasa a intervenir en numerosos problemas que van a ser no sólo
capitulares, sino políticos. A raíz de los sucesos de la plaza de Santa Ana en
1808, cuando el Cabildo permanente se hace cargo del gobierno de la isla, la
junta lagunera comisiona al teniente coronel Creagh para que destituya a las
autoridades nombradas en Las Palmas. En semejante coyuntura, Afonso empieza a
jugar a la conspiración y es acusado de connivencia con los detenidos por el
gobernador Creagh. Con él, Pablo Romero, Isidoro Romero, José Quintana y otros
tantos amigos que se reunian a comentar los sucesos y noticias que desde Cádiz
llegaban.
Es la época en que redacta
diversos informes: sobre la fiesta del Pino de Teror en 1808; sobre el pleito
con los administradores de Jandía; sobre como celebrar la proclamación del
código constitucional de 1812; sobre las medidas a tomar en la peste del año
anterior; sobre los primeros intentos de división episcopal de la diócesis;
sobre la administración del legado de Verdugo; sobre la organización del
Seminario, del cual es nombrado rector. El edicto pastoral que por encargo del
cabildo catedralicio redacta, nos permite leer entre líneas a Locke, a Helvecio,
autores manejados por el canonista Afonso, el primitivista Afonso. Un edicto,
pues, cargado de política y espíritu revolucionario, en donde se defiende la
vuelta a los ritos y a la "Iglesia primitiva".
Con el trienio constitucional,
cambia su silla de coro por el escaño de diputado. A las Cortes le llevaron sus
amigos políticos, y el 24 de abril de 1821 se halla residiendo en la calle
Mayor de Madrid. Actúa en la comisión de Instrucción Pública y lucha por la
unidad episcopal del Archipiélago. Se pronuncia, además, por la tesis de la
independencia entre la Iglesia
y el Estado, de acuerdo con formulaciones que ya asumió durante su etapa de
profesor del Seminario y de doctoral. En la cuestión de la "capitalidad
alternativa en Santa Cruz de Tenerife",
estableció un pacto secreto con el diputado tinerfeño Murphy, para que
se quedasen en cada isla determinados organismos. Siguiendo al gobierno ya las
Cortes, ante el acoso de la reacción absolutista y la ingerencia extranjera,
pasa a Sevilla en 1823 y ligado al grupo de los más radicales,
vota la incapacidad del rey
Fernando y combate la política de Bencomo, el adalid de la división de la
diócesis. De Sevilla a Cádiz -donde escribe dramáticas cartas al Cabildo
Catedral -, de Cádiz a Las Palmas, del Puerto de La Luz a Gáldar y desde allí a
Santa Cruz para marchar, camino del exilio, a Venezuela.
En la república sudamericana otro
período de su vida. entre 1823 y 1837. Nace el poeta prerromántico de versos
valdesianos que canta la nueva libertad venezolana y mezcla la lírica amorosa y
el canto pindárico. En la isla de Trinidad oficiando como párroco de 1835 a 1837, el exiliado ya
poeta maduro no se aparta de Meléndez Valdés lee a Pindaro y a Horacio a
Anacreonte y a Virgilio y traduce; traduce gracias a una buena biblioteca que
poseía un amigo.
Su primer libro de versos. El
beso de Abibina, con veintidós odas suyas, sesenta y cuatro traducciones de
Anacreonte y el poema de leandro y Hero de Museo. Se publica en San Juan de
Puerto Rico en 1837, con prólogo inédito e importante que supone el primer
resumen de la poesía anacreóntica española. Sensibilidad y erotismo llenan esas
páginas tras el modelo de Juan Segundo autor flamenco del XVI al que había
traducido y de Meléndez el poeta de Salamanca. Abibina pastora de Tacoronte,
parece escapada de una égloga valdesiana y la égloga le sirve al isleño de
vehiculo para volver sus expatriados ojos a la isla natal. Te acuerdas Abibina
un primer verso que posiblemente tomó de El Lago de lamartine es remembranza y
es vivencia. Con palpitación humana.
Decretada por la reina Isabel la
amnistía en 1838. Afonso regresa a Canarias. En Santa Cruz de Tenerife,
mientras el barco se somete a la obligada cuarentena escribe La Oda al Teide, poema personal,
autobiográfico evocador e histórico; de un historicísmo que aprendió del Duque
de Rivas, su compañero en las Cortes: como aprendió también de Quintana la
grandilocuencia.
Buena parte de la poesía
regionalista romántica insular arrancaría de esa Oda y de otros de sus poemas
dedicados a temas históricos regionales -Icod. Dácil. Doramas.
El doctoral Afonso se reincorpora
a su cabildo y se entrega a una gran actividad capitular. Reanuda sus informes:
sobre la creación de un Instituto, en 1846, que nacería en la laguna al año
siguiente; sobre el cólera de 1851. En vísperas del Concordato, se ubica entre
los adscritos al regalismo. Cartas y traducciones salen luego de su pluma
dirigidas algunas de las primeras a los arrendatarios del Cabildo de
Fuerteventura, lanzarote y Tenerife, así como en relación con las ediciones de
sus primeros libros en las Palmas. Traduce La Eneida
de Virgilio. El Paraíso Perdido de
Milton. El Rizo Robado de Pope y años más tarde la Antígona
de Sófocles. En el Colegio de San Agustín a partir de 1850, se hace cargo de la
cátedra de Retórica y Poética y prosigue transmitiendo ciencia a la juventud.
Por sus aulas pasan Juan Evangelista Doreste, león y Joven. Agustín del
Castillo, los hermanos Martínez de Escobar -Emiliano. Teófilo y Amaranto,
sucesivamente alumnos discípulos y amigos de tertulia en su vejez de la casa de
Reyes Católicos -.y otros muchos le conocieron o pudieron percibir la estela de
su paso aquellos jóvenes que se llamaron Benito Pérez Galdós y Fernando león y
Castillo.
Digamos por último, que no
abandona su labor poética, y en 1851 nace la Oda a Codina, obispo que tanto significó
para una ciudad llena de muertos la epidemia de cólera le sirve para cantar su
amor al desvalido el amor y el horror ante los enfermos abandonados por sus
familias, las carretas llenas de cadáveres y los improvisados cementerios.
Octogenario, en 1861, acaba sus días en las Palmas el doctoral, el liberal
perseguido el tardío prerromántico. Y el hombre, apasionado, vital, rico en
dadivosa ge-
nerosidad. (Alfonso Armas Ayala
en: A.Millares. 1977, T. 4 :301)
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