Eduardo Pedro
García Rodríguez
1779 Julio 25. Es indudable que el siglo XVIII fue pródigo en sucesos
que han dejado profundas huellas en la memoria de los canarios. En Chinech
(Tenerife), uno de los hechos que más profundamente pervive en la memoria
popular es sin duda alguna el ataque perpetrado por una escuadra inglesa al
mando del entonces vicealmirante Sir Horacio Nelson. El tema ha sido
ampliamente tratado en la historiografía local en gran número de libros y
artículos de prensa por diversos y cualificados autores, aunque con diversa
suerte en cuanto a los planteamientos y desarrollo de los hechos acaecidos.
Es un hecho notorio el que la historia suele escribirla los
vencedores –en Canarias tenemos muchos ejemplos de ello -, pero sí además es
escrita por participantes directos en los hechos narrados y además, los sucesos
se narran con el objeto de ensalzar los supuestos méritos de los que escriben
con animo de recabar recompensas y prebendas personales, nos encontraríamos -
cuando menos – ante una exposición interesada o tervirgesada de los mismos.
Esta situación se da en la narración que de la invasión de la plaza de Añazu (Santa Cruz) nos han llegado escritas por algunos participantes del drama, como son los casos del Teniente General D. Antonio Miguel Gutiérrez, el Coronel D. José Monteverde y el teniente de Artilleros de milicias D. Francisco Grandi, estos personajes miembros de la oligarquía dominante en Chinech (Tenerife) en lugar de centrar sus escritos en la narración sucinta y verídica de los hechos, degeneran en un vocerío de plañideras en demanda de las migajas que de la mesa real puedan caer en recompensa de los servicios prestados a la corona española. Como es usual sobreponiendo en ocasiones sus interese personales, a los verdaderos del país, tal como se desprende del contenido de las súplicas elevadas a la corona por estos personajes, y de testimonios posteriores.
En cuanto a la figura del Teniente General Gutiérrez, creemos que ha sido debidamente descrita por quienes le trataron personalmente - sus contemporáneos -, quienes tuvieron oportunidad de conocer de cerca el carácter y modo de actuar de este sujeto, unos dejaron sus impresiones escritas, otros dieron testimonio de los momentos vividos durante el asalto de los ingleses. No deja de ser significativo el que dos siglos después de los hechos, algunos autores con determinada filiación profesional, se empeñen en crear de la figura del General Gutiérrez, un héroe “pre a porter” del ejército español, ejército que por otra parte era prácticamente inexistente en las islas como hemos apuntado en otro lugar. Creemos que el mencionado general se limitó a cumplir con las obligaciones de su empleo, dentro de los límites que le imponía su delicado estado de salud y de las limitaciones propias debidas a su avanzada edad, apoyado como es natural en la mayor energía y juventud de sus subalternos, como tendremos ocasión de ver durante el desarrollo de este trabajo.
Si la tendencia de los vencedores es la de magnificar los
hechos, y las personas que en ellos han intervenido, en contra partida, los
vencidos tienden a minimizarlos, achacando la no- consecución de sus fines, a
causas externas tales como el mal tiempo o la buena suerte del contrario, y
casi siempre como castigo de Dios, tratando de salvar así la propia
responsabilidad, por las decisiones mal tomadas por la propia ineficacia de los
individuos responsables.
Por otra parte tienen mucho que ver con la lectura de los
hechos narrados, el tratamiento que a los mismos van dando los autores que
sucesivamente se van ocupando del tema, unos se dejan guiar por un romanticismo
caduco, otros por determinados intereses localistas, y los más, siguiendo
directrices emanadas de determinados sectores dominantes, todo ello conlleva el
que, con el transcurso del tiempo, los hechos nos lleguen viciados, y con una
gran carga oculta de determinados mensajes subliminales emitidos por el
colonialismo.
En el caso que nos ocupa, la invasión de la plaza de Añazu (Santa Cruz) por la escuadra inglesa, al mando del contralmirante Nelson se nos muestran los factores que más arriba hemos expuesto. Determinados autores se esfuerzan en presentarnos los hechos como la victoria de un ejército español, sobre una escuadra inglesa, sin tener en cuenta que tal ejercito no existía, por lo menos tal como hoy lo entendemos, y “olvidando” que las verdaderas tropas defensoras, estaban compuestas por las milicias canarias, tropas éstas compuestas de campesinos, marineros y pescadores, braseros, artesanos y modestos empleados, quienes además aportaban las escasas armas de que disponían a su costa, dándose el caso de que los contingentes más numerosos los aportaban los rozadores, campesinos armados solamente de un palo con una rozadera fijada en uno de sus extremos (herramienta que se emplea para cortar zarzas y otras hierbas), con las cuales tenían que hacer frente a fusiles, pistolas, sables, adargas e incluso a los cañones. Éstas fuerzas, apenas mencionadas por algunos cronistas y de manera muy superficial (cuando lo hacen), pasando de puntillas sobre el tema, sin valorar debidamente que eran el verdadero ejército que defendía las islas de las invasiones de los enemigos de los reinos de las Españas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario