viernes, 5 de junio de 2015

El mal de ojo, un fenómeno socio-cultural.

Entre los curas populares (quizá debido a su mayor incidencia en la población), sobresale la del mal de ojo, que fue y sigue siendo la enfermedad cultural más relevante dentro de las tradiciones populares canarias. Pueden causarlo las personas que tengan fuerza de vista, y es debido principalmente a una mirada de envidia -una mala envidia-, que causa enfermedad.

Un ejemplo lo podemos apreciar en el siguiente caso. Habla una santiguadora:
 Tenía mi vecina un niño muy hermoso, que estaba gordo y muy guapo, y nunca estaba enfermo. Un día pasó por su casa una vieja y acercándose al niño comenzó a decir: "¡Qué niño tan guapo, qué hermoso, San Antonio bendito te lo guarde! Tengo yo un nieto de su edad, pero no está tan hermoso como éste". Estuvo un rato hablando con la madre, mirando al niño y luego se marchó. Al día siguiente el niño apareció enfermo. Fue aquella mujer de ojos malos la que lo dejó aojado.
 En esta cita se constata claramente la causa de la enfermedad, los ojos de la mujer, la cual (debido quizá a su probidad moral) vemos cómo doma su mirada, sujetándola con medios profilácticos pertinentes, como el uso de mensajes de buena voluntad -¡San Antonio bendito te lo guarde!-, que pretenden anular radicalmente la fuerza maléfica del ojo. Dicha fuerza parece como si actuara cuando los que debieran ser iguales son diferentes. En otras palabras, el maljecho, un fenómeno socio-funcional que sanciona las diferencias económicas, sociales, fisiológicas, etc., dentro del grupo y promueve una mayor igualdad social: es el precio que debe pagar el niño de la vecina por su excesiva hermosura y el mecanismo que impele al nieto relativamente feo de la aojadora para serlo menos.
 Por otra parte, la frase de la santiguadora: Fue aquella mujer de ojos malos la que lo dejó aojado, nos indica un hecho literal: la fuerza y el poder de lo que es, para muchos, un hecho abstracto (mal de ojo), es para otros algo muy concreto y amenazador.
 Los testimonios de varias santiguadoras concuerdan en que los causantes de esta enfermedad son los malos vecinos (principalmente mujeres), asegurándonos que la envidia es lo peor que hay, y transmitiéndonos viejos refranes que recogen este hecho: El que se alegra con el mal del vecino, el de él viene por el camino.
 El mal de ojo afecta tanto a las personas, niños sobre todo, como a sus propiedades. Se aojan cabras, vacas, burros, es decir, aquellos animales domésticos que representan un papel importante en la fuente de ingresos del campesino. El aojamiento del ganado constituye, por tanto, aunque indirectamente, una forma de hacer daño a la persona deseada.

Los animales afectados tienden a comportarse de un modo desordenado y extraño, pelean entre sí, dan patadas cuando nunca lo hicieron y cambian sus hábitos de alimentación. Mientras que, en los niños, se nota porque lloran sin tener causa, les da fiebre y sufren fuertes dolores en los huesos.
 La santiguadora, producto de la marginación. Los entendidos del mal de ojo poseen una característica común, su sexo: la mayoría son mujeres. Para otras especialidades como, por ejemplo, los curanderos de huesos, ostentan mayor porcentaje los hombres. Esto es de destacar, por cuanto sugiere una división, confirmada por santiguadoras, de las actividades curativas dentro del curanderismo.
 La santiguadora constituye una variante dentro del curanderismo canario. Su plan de trabajo se centra solamente en santiguar al enfermo, sin recetar medicamento, ni hierba, ni pócima de ninguna especie. Como explicación de la dedicación a esta tarea -al menos de las santiguadoras entrevistadas para este caso-, podemos apuntar la marginación socio-cultural a que ha estado sometida tradicionalmente la mujer, quien ve en esta actividad una salida culturalmente aceptada a su situación.
 Suelen tener una reducida clientela (la mayoría en la localidad donde viven), pero no falta alguna que por su fama o especialidad tiene una gran área de acción.
 Estas santiguadoras del mal de ojomalecho o también conocido como maljecho, ocupan siempre el mismo estrato social: son las pertenecientes a casas pobres, las cuales gozan de un gran respeto en la comunidad donde viven. No perciben de sus vecinos y clientes gran compensación económica, fuera de un pequeño regalo como muestra de agradecimiento, que les sirve para ayudarse en sus necesidades o, incluso, como un medio de ganarse la vida, mediante el pago en especies y alguna cantidad de dinero.
 Tratamientos con connotaciones religiosas. Para curar el mal de ojo, aunque siempre se acude a la santiguadora, no por eso dejan de emplearse amuletos popularmente conocidos (medallas, escapularios, etc.), o fórmulas que tienen la virtud de prevenir y atajar el mal.
 Así, en la noche de San Silvestre -noche de brujas que atacan a los niños-, las madres hacen una cruz de hollín en la espalda de sus hijos, cruz que también los preserva contra el maljecho.
 Suele también emplearse para lo mismo una nuez rellena de solimado (se refiere la santiguadora al sublimado, o bicloruro de mercurio, sustancia muy soluble, volátil y venenosa), que se guarda en una bolsita de tela, la cual se lleva colgando al pecho.
 En casi todos los lugares pequeños o aldeas se sabe con certeza quiénes son las personas que hacen mal de ojo a los niños y a los animales. Cuando se les ve venir, se obliga al niño que vuelva la espalda y al animal la grupa, y se dice la siguiente fórmula: Cristo vive, Cristo reina, Cristo de todo mal y peligro te defienda. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Para curar esta enfermedad no es necesario que el aojado esté presente, ya que se puede curar a distancia mediante una prenda no lavada o un trozo de pelo del paciente, al cual se le administra el siguiente santiguado:


Yo te santiguo (nombre del enfermo)
en nombre de Dios
con la mano de la Virgen María
que no es la mía.
Jesús, María, pon tu mano en la mía,
pues donde Jesús sea nombrado
todo mal y quebranto es quitado.
Donde Jesús se nombró
todo mal y quebranto se quitó.
Y así como estas palabras
son ciertas y verdaderas,
te quiten mal de ojo y otros males
que en tu cuerpo tengas,
y te lo bote al fondo del mar
donde ni a mí, ni a ella
ni a criatura ninguna
le haga mal.
Se despide de tí
lo despido de mí,
lo aparto con la gracia de Dios
y el Espíritu Santo.

(Se dice tres veces seguidas, durante tres días)


En todo santiguado hay que distinguir dos partes fundamentales: el texto, con unas connotaciones religiosas, e invocaciones a santos, y la fórmula de apartamiento (4 últimos versos del santiguado), para que no se transmita el mal al que está santiguando.
 Al terminar de rezar tres veces el santiguado, se dicen tres Credos y tres Salves. Si al rezar el tercer Credo le da fatigas al que reza, hasta la pérdida del conocimiento, es que el mal lo ha hecho un hombre; si sucede en la tercera Salve, lo ha hecho una mujer. Esta pérdida de conocimiento se atribuye a que la enfermedad es un mal que toma asiento en el interior del enfermo, y las prácticas expulsatorias de la santiguadora, con sus mímicas y gestos, tienden a reproducir simbólicamente una operación que se pretende realizar en el interior del organismo sobre algo que no se ve, como es el MAL DE OJO.
 (Domingo García Barbuzano, Publicado en el número 408 de BienMeSabe)
Artículo publicado en la sección de "Sociedad" de El Puntal nº 7 (1980) por Domingo García Barbuzano.





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