Las prácticas mágicas canarias han sido las únicas
de origen de esta orilla en poder imponerse en Cuba y en otras áreas por la
sencilla razón de que los emigrantes canarios, a diferencia de otros, han
convivido con los estratos inferiores de la sociedad cubana (predominantemente negros).
No será esta la primera ocasión ni la
última, en que la lectura de temas antropológicos cautiven la imaginación de un
creador. Trabajos como los
de Pérez Vidal, Álvarez Nazario o José
Pérez Carrión tientan en sus cuadernos de campo, en muchos y singulares
casos, la fuerza imaginativa, pareja en aquellos al trabajo metódico a que
somete la razón especulativa.
Hemos escogido para nuestra exposición, más
que la condición antropológica, una condición tropológica del tema. Nos
interesan las figuras, desandar las metáforas, los tropos y las transferencias
a que nos conmueve lo que presentó todos los visajes de un texto mítico, donde
se mezclan a ras semidioses, fuerzas ocultas, o destrezas cósmicas.
Nuestra intervención se interesa en lo
estratégico y singular, y viene reiterándose en lo que puede convertirse en la
figura estilística que es el mestizaje. Conviene descreer que somos nosotros
quienes pudiéramos gobernar, como cita Derridá, la metáfora que habitamos.
Circulamos en ella como en una especie de automóvil. El hablante o el
escritor que decimos que somos o quien crea que se sirve de metáforas (...) va
sobre un vehículo que lo comprende, lo traslada y en el mismo momento en que el
llamado sujeto cree que lo designa, lo gobierno como un piloto en su navío.
Nuestra metáfora tampoco aspira convertirse
en estudio de casos y a pesar de la erosión progresiva que pueda sufrir su
propia marca de identidad, la relectura de un breve episodio, mítico si se
quiere o banal, imprime las huellas de los antiguos canarios en América y
devuelve la frescura que acompañó al sentido primitivo de lo que llamaremos brujería
isleña, y su mestizaje.
Mientras el mesto llaman en
algunos lugares al vegetal producto de dos especies arbóreas, el término mestizo
se aplica a persona nacida de padre y madre de raza diferente. Significación
tremendamente amplia para constituirse en rasgo esencial de la identidad. El
adjetivo criollo propuesto como recambio designó al americano
descendiente de europeos, también al negro nacido en América y, ya en palabras
de la etnografía victoriana, criollo es el hijo de europeos, nacido
fuera de Europa.
El interés por ciertos complejos íntegros
de creencias y significados marcó los intentos primeros y serios de la moderna
antropología, en la medida en que aquellos pudiesen reconstruirse a partir de
la literatura. A fin de cuentas, la oralidad abre una estrategia a la ciencia
social. Pero el pensamiento coherente puede ser tanto simbólico como
científico, y si somos razonables no someteremos el lenguaje de la poesía al
mismo tipo de examen que aplicamos a una hipótesis científica. El simbolismo es
esencialmente expresivo y lo que se simboliza es siempre un objeto de valor. El
simbolismo de la magia, los medios de que se vale el hechicero, sus conjuros,
la arcilla, las hierbas, la escoba o los animales, así como los sentimientos
que se mantienen en la mente en primer plano, desembocan en el trance por el
que el brujo convierte su soledad en arte y su arte en el metafórico modo en
que vive.
El hallazgo de un documento, mítico en el
sentido en que pueda fijar las esencias de una estructura de lo real, o una
situación cósmica, opera al modo en que la raíz alimenta toda la compleja
urdimbre germinal del escritor-brujo y el bosque de la escritura. El recurso de
una ambivalencia de principio se extiende entre la distancia y el encuentro,
entre las inusitadas posibilidades que genera al rescribirse entre la voz
activa de la fantasía y el desocultamiento.
Con unos prolegómenos de estas
características, a finales de los 70 me propuse la redescripción de lo esbozado
en un registro de la escritora y antropóloga Lydia Cabrera en su obra El
Monte, una de cuyas últimas ediciones fue impresa en Miami en 1971.
Tampoco se trataba como es obvio del “documento real” del que partieron obras
como la que dio pie a la redacción de Las Espiritistas de Telde de
León Barreto. Su temática quedó entre manqüenques y ñáñigos concentrada en un
cuento titulado “La Negra Conga” y que se publicó en un periódico local. No
quisiera detenerme demasiado pero la trayectoria de Lydia Cabrera lo merece y,
como apunta su antólogo y compatriota, el cubano Fernando Ortiz, comenzaría
como narradora -Cuentos Negros de Cuba, 1936- para luego entregarse de
lleno a la investigación de la cultura afrocubana. El anverso nos lo
muestra la experiencia de aquel profesor de Antropología, Carlos Castaneda, que
gracias a mezcalito -espíritu que habita en los botones de peyote- y a las
enseñanzas del brujo yaqui don Juan, desentierra a su manera el espacio
intocado por la cultura invasora en México, la filosofía y legado ancestral de
un universo mágico y las contumaces leyes de lo psicotrópico. Quién sabe si su
actitud no es homóloga a la mostrada por los conquistadores frente a los indios
behíques, quienes absorbían aquel humo aromático que se eleva a los númenes
en holocausto. Para el clero y los recién llegados, el tabaco era una malicia
de Lucifer. Para los africanos esclavos, un divino ungüento que
debidamente preparado con cenizas de arañas, alacranes, salamandras o víboras,
podía emular perfectamente a los Santos Óleos del hombre blanco, y actuar como
un equilibrador mecanismo de identificación con el agresor. A resultas de
nuestra condición campesina se abre nuestra forma de estar en el Nuevo Mundo.
Es curioso que el dificilísimo y duro arte del tabaco nos haya cobrado un
prestigio que aún hoy se conserva. No sólo hábil sembrador, cultivador
paciente; justiciero impulsor de la gran Rebelión de los Vegueros.
Gesto tan fundacional en su campo, como pudo serlo el
texto de Silvestre de Balboa en la Literatura Cubana. El tabaco, el
aguardiente, el vino seco, la pólvora y el cirio quedaron unidos en su historia
con la cruz, el incienso o el agua bendita. Un baño de sensualismo le estaba
urgiendo a los europeos. Pronto llegaron el café de Arabia, las grandes hojas
de tabaco, el cacao. El té, cultivo de Asia. Todo por el mismo tiempo.
He aquí el texto ofrecido por aquella
oralidad cuando son las tradiciones, con sus complejos ritos, quienes ordenan
los elementos cosmogónicos: Seco, viejo y negro el palmiche, las ramas se
desprenden y caen, y el brujo dispone de una escoba igualmente dotada de
grandes virtudes. Trabajada con ajo será, en Cuba, la escoba en que las brujas
isleñas cabalgan por los aires. Muy temible es también la brujería de
las isleñas, que vuelan como las brujas de Angola. Se dan tres palmadas en los
muslos diciendo: Sin Dios ni Santa María. A la zanga no má, con ala va, con ala
viene. Vuelan las isleñas, yo se lo puedo jurar. Vuelan montadas en
escobas y vuelan sobre el mar. Mi abuelo era de Canarias, vino a Cuba a
trabajar la tierra y compró dos o tres esclavos y una negra. Y pasó lo de
siempre, que la negra amaneció en el catre del amo y empezó a darle hijos. Esa
negra que era conga, de Loanda, fue mi abuela. El abuelo mío había dejado mujer
legítima en Canarias y no se acordó más de ella. Una mañana mi hermanita que
tenia siete años, se despertó contando que una mujer que no conocía había
entrado en el cuarto y le había dicho que no se olvidara de decirle a su madre
que ella había venido. Dice mi madre que aquel hombre se enfermó de miedo.
Sobre todo cuando recibió carta de Canarias en que la mujer le contaba que tal
noche había estado en casa, que había visto con sus propios ojos lo que pasaba
y que no había querido hacerle daño a su hija, porque era una negrita muy
bonita que no tenía culpa de nada. No volvió más. Por supuesto que mi abuela, la
conga, sabía muy bien lo que tenía que hacer, por su parte, para que la canaria
no siguiera volando.
El camino queda abierto a las conjeturas,
los espacios y los comportamientos. Nos queda la sospecha de que la pérdida de
poderes para volar, por lo que el texto destaca, sobreviene como en otros
avatares místicos, al intento de utilizar el poder para fines personales. El
deseo de forzar a las potencias de la totalidad de la mente para intereses del
ego, es una maniobra desequilibrada. Simplemente se pierde el punto de relación
con la totalidad de la mente... En la experiencia mística el yo se disuelve, si
bien temporalmente en un continuum. En los deseos del ego, el
desequilibrio se inclina hacia el yo, rompiendo la relación con la totalidad y
aprisionando a la persona posteriormente en los resultados fijos del mundo
ordinario. El sueño de Newton. Los antípodas de la alquimia de Blake,
visionarios estados de vigilia donde el sueño es más real que la realidad
misma.
Lydia Cabrera1 formula que estos relatos dejan entrever que en los
ambientes más humildes de la sociedad cubana, y sobre todo en los de origen
africano, la brujería canaria se identifica con los rasgos de ser ejercida
exclusivamente por mujeres, utilizar para ello una escoba, y comenzar el vuelo con
una determinada fórmula y golpes acompasados. Añade que ninguna de estas notas
se encuentra efectivamente en la brujería de origen africano, abundantemente
representada en Cuba, en la que el brujo es tanto hombre como mujer, se
utilizan animales para volar y no escobas y se procede para ello a proferir
encantamientos relacionados con mitos y creencias no cristianas. Por el
contrario están perfectamente de acuerdo con rasgos precisos de la brujería
canaria actual y pretérita.
Germán de Granda1, en un artículo para la revista de
dialectología y tradiciones populares del Instituto Miguel de Cervantes, llama
la atención sobre la escasez de materiales existentes a disposición del
investigador de estas actividades en el Archipiélago, pero estima que son suficientes
para esclarecer y afirmar el influjo y la pervivencia de pautas de
comportamiento en la población actual de Cuba, Puerto Rico, etc. Rasgos mágicos
e influencia canaria en el folklore, la toponimia, antroponimia, la música y el
arte popular. La explicación de cómo han podido consolidarse en estos ambientes
unas pautas de origen isleño, teniendo que oponerse a esquemas teóricos y
prácticos similares tan fuertemente coherentes y tan ampliamente implantados en
la población negra cubana como son los procedentes de los estructuras mágico
religiosas lucumís, ararás, carabalíes y sobre todo bantús. Las prácticas
mágicas canarias (una brujería al fin periférica donde se entremezclan
probablemente los pasados de la brujería castellana y andaluza con el sustrato
autóctono), han sido las únicas de origen de esta orilla en poder imponerse en
Cuba y en otras áreas por la sencilla razón de que los emigrantes canarios, a
diferencia de los procedentes de otras regiones, han convivido con los estratos
inferiores de la sociedad cubana (predominantemente negros), al desempeñar
oficios manuales que los colocaban en estrecho contacto con los mismos,
pudiendo así, constituirse en un factor fundamental en la transmisión a las
capas más populares de la población insular de estructuras y rasgos que no
penetrarían de otro modo. La emigración canaria a Cuba y Puerto Rico desde el
siglo XVII fue integrada fundamentalmente con braceros y campesinos modestos,
lo que se intensificó en el XVIII con la célebre cédula que obligaba a embarcar
cinco familias canarias por cada 100 toneladas de mercancía exportada desde el
Archipiélago.
Parecen coincidir un gran número de
investigadores, que frente a la caracterización sociológica de los emigrantes
catalanes, gallegos, vizcaínos y asturianos (esencialmente comerciantes), o
castellanos y andaluces (básicamente funcionarios), los canarios establecidos
en Puerto Rico constituyeron la base de la población campesina y jornalera de
allí, fundiéndose abundantemente con mulatos y negros insulares, dando lugar
así a los núcleos humanos dominantes en la población actual.
La historiografía americana conoció la
existencia de dos canarios ladinos de pelo de pasa llamados Joan Canario y
Núñez Carrasco. Negro el primero y mulato el otro -manco por cierto-, afirmando
los cronistas que se trata de colonos de origen isleño. Nuestros personajes
parecen demandarnos. ¿Cuál es en definitiva nuestro mestizaje?
Nota
1. El padre de los
estudiosos del folklore cubano, Samuel Feijoó, en su Mitología cubana
(1985) cita un total de nueve mitos que hacen referencia a las Islas. Por su
parte, Lydia Cabrera en su libro magistral El monte (1954) narra, como
hemos visto, acontecimientos acerca de un matrimonio de una mujer africana con
un isleño, que demuestra el sobrecruzamiento étnico entre canarios y africanos.
También, como hemos mencionado, Germán de Granda, hace más de veinte años,
consideró la brujería isleña como un componente etnocultural de los sectores
más humildes de la sociedad cubana. En tanto que María del Carmen Victori ha
planteado que el cuento de exageraciones es una vertiente narrativa que puede
considerarse como un aporte isleño a la cultura oral popular.
(Roberto Cabrera, Publicado en el número 441 de
BienMeSabe)
Este texto leído por el autor en el I
Congreso de Escritores Canarios. La Gomera.
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