1932
febrero 27.
El caciquismo en La Palma entre 1874 y 1936 (1).-
Estudio sobre la estructura y evolución del Caciquismo en La Palma, desde el comienzo de la Restauración hasta el final de la II República.
Panorámica.- A principios
del siglo XX, la población de La
Palma se situaba en los 41.994 habitantes. La mayoría de la
población trabajaba en la agricultura de subsistencia (cereales y papas) o en
las fincas y almacenes dedicados a los cultivos de exportación (plátanos y
tomates). La escasa actividad comercial e industrial existente se centraba en
su Capital, de 7.024 habitantes. Era una economía insuficiente para atender las
necesidades de sus habitantes, de modo que la emigración a Cuba se proyectaba,
ante miles de isleños, como la salida a la pobreza. Políticamente, durante los
cincuenta años que van desde el inicio del régimen de la Restauración hasta la Dictadura del general
Miguel Primo de Rivera, las instituciones de gobierno insulares fueron
dominadas por el Partido Conservador, pese a la oposición, casi siempre
infructuosa, de Liberales y Republicanos.
¿Qué razones explican la hegemonía del
caciquismo identificado con el Partido Conservador, desde 1874 hasta 1923?
La base clientelar.- El dominio
de la propiedad de la tierra y de los derechos sobre el agua, ejercido por un
grupo reducido de propietarios, descendientes, en buena parte, de los
conquistadores de la Isla
o de los comerciantes flamencos que vinieron para dedicarse al negocio
azucarero ha sido uno de las claves que han condicionado la historia de La Palma. Apellidos
como Lugo, Sotomayor, Monteverde, Vandevalle, Massieu, Poggio... aparecerán
vinculados, durante siglos, a la posesión de importantes extensiones de terreno
en La Palma, en
especial, en las comarcas más fértiles de la Isla.
Los dirigentes del Partido Conservador isleño
poseían propiedades rústicas, recursos acuíferos, industrias y comercios que
proporcionaban medios de vida a amplias clientelas, integradas por las familias
de sus empleados, de sus arrendatarios y de pequeños campesinos. Esta base de
partida suponía una ventaja porque el diseño del régimen de la Restauración
(1874-1923) perseguía la estabilidad y ese objetivo precisaba que los grupos de
poder formados acumularan suficiente "influencia",
en el territorio bajo su dominio, como para evitar conflictos políticos o
sociales.
Agentes del Estado.- La potestad
de los Conservadores palmeros sobre sus clientelas justificaba su candidatura a
gestionar el Estado en la Isla
porque el dominio del Caciquismo Conservador sobre el medio insular cubría las
aspiraciones de estabilidad demandadas por el sistema ideado por Cánovas del
Castillo. Así lo comprendió el político que ejercía de "Gran
Cacique" en Canarias, el liberal Fernando León y Castillo, cuando, a
fines del siglo XIX, pactó con los Conservadores de La Palma.
No obstante, el convenio alcanzado entre los
Conservadores palmeros y Fernando León y Castillo iba más allá. El dirigente
liberal de Las Palmas, también, pretendía que esa alianza contribuyese a una
segunda meta: controlar la Diputación Provincial de Canarias. Desde la
década de 1880, la estrategia promovida por Fernando León y Castillo requería
manejar el rumbo político de La
Palma, a fin de asegurarse el apoyo de sus representantes y
obtener la mayoría en esa Institución. La razón estribaba en que el dominio de la Diputación Provincial
otorgaba ventaja a Gran Canaria sobre Tenerife en el pleito que ambas islas
dirimían por la supremacía en el Archipiélago.
El compromiso con el Jefe del Partido Liberal
grancanario concedió a la facción caciquil conservadora, dirigida por la
familia Sotomayor, la gestión de las instituciones del Estado en la Isla, desde el diputado en
Cortes hasta los ayuntamientos, pasando, por la delegación del gobierno y, más
tarde, por el Cabildo Insular. Este monopolio sobre los organismos públicos
fortaleció la hegemonía "sotomayorista", al disponer de los
recursos gubernativos para organizar un fraude electoral sistemático, al
procurarle más puestos de trabajo para distribuir y al permitirle tomar
decisiones, desde los cargos administrativos, que podían beneficiar a sus
clientelas y perjudicar a sus enemigos. De esta manera, el cobro de impuestos,
las subvenciones y las sanciones se convertían en un arma eficaz para reforzar
el Caciquismo conservador.
La oposición describió la estructura caciquil que
se levantaba con una terminología reiterada durante años. En la cúspide del
edificio caciquil, el Gobierno de la
Nación otorgaba "el mando oficial" a los
grandes propietarios conservadores que, "con la ubre del mangoneo y el
mando", extendían su dominio por toda la Isla. En la base de la
pirámide, "la dependencia asalariada" y "todos los
arrendatarios" estaban obligados "a dar el voto" y
la obediencia "al amo" (Fracaso, Tazacorte, La Palma, 27 de enero de 1913).
El Caciquismo aspirante de los Liberales palmeros insistía en este aspecto de
los años de dominio Conservador: Mientras los conservadores dominaban a su
antojo en nuestros pueblos, dueños por muchos años de los resortes del poder,
con mil pactos y contubernios logrados, pudieron sostener un caciquismo insano
que minaba y se extendía por las altas y bajas esferas, desde los ministerios
hasta las más modestas oficinas del Estado. Así, todo en la Isla era oficialmente
conservador. Eran conservadores el cartero rural y el jefe de Correos, los
empleados de Telégrafos, de Gobernación, de Obras Públicas, de Hacienda, de
Montes, de Aduanas; los jueces, los Alcaldes, el Recaudador de Contribuciones,
los Maestros de escuela y hasta los barrenderos... (La Voz Liberal:
A la opinión pública, 1de abril de 1923, Carpeta 27, Leg. año 1923, Archivo
Delegación del Gobierno).
La emigración.- El problema
radicaba en que la economía ligada al sistema caciquil, basada en la
agricultura (tradicional y de exportación), era incapaz de generar puestos de
trabajo y subsistencias baratas. Esta deficiencia del sistema productivo era
resuelta por el recurso a la emigración. La emigración, con una tradición de
siglos en La Palma,
se erigía como la mejor posibilidad para remediar privaciones y cambiar de
fortuna. De paso, las esperanzas que la aventura americana suscitaba entre los
isleños relegaban la opción de la rebeldía. Es este sentido, es interesante la
descripción que nos deja el emigrante palmero Felipe Lorenzo sobre los sueños
que engendraba América: Hubo un tiempo en que América, y particularmente
Cuba, era un tema constante de conversación en ciudades, pueblos y aldeas de
Canarias. Pocas, muy pocas familias había que no tuviesen un tío, un hermano, o
un pariente en ultramar. Cuba venía a ser para los canarios la tierra de
promisión por excelencia. Allá marchaban los Jóvenes, después de oír hablar
tanto de América, repletos de esperanzas e ilusiones (LORENZO, F.: Cómo
los conocí, Imprenta Afra, Tenerife, 1977, p. 199).
Por su parte, el testimonio de José Pérez Vidal
da idea de la cantidad de palmeros que pusieron rumbo a la emigración: "en
los campos, en esa época, no había más que ancianos, niños y mujeres, todos los
hombres con posibilidades de trabajo estaban en Cuba y las haciendas estaban
atendidas por chiquillos y hombres de edad" (LÓPEZ, Elsa y CEA,
Antonio: José Pérez Vidal: entrevista sobre su vida, Cabildo Insular
de La Palma,
Madrid, 1987, p. 16). El resultado era que la sindicación y la
regeneración democrática se concebían como objetivos demasiados inciertos o
lejanos, más cercana, a pesar de la distancia a Cuba, era la emigración para
una población habituada a cruzar el Atlántico.
El discurso del
Patronazgo.- Amplios sectores de la sociedad insular percibían el cacique
como una instancia benefactora, preocupada por atender a las familias fieles
integradas en sus clientelas. Jornaleros, campesinos, arrendatarios y empleados
correspondían a este patrocinio sirviendo al Cacique. Esta relación, a pesar de
ser jerarquizada, era entendida como recíproca y conllevaba lazos sentimentales
como el agradecimiento, el respeto a un compromiso o el orgullo de pertenecer a
una "Casa" con "prestigio". En la
mentalidad de amplios sectores de las capas medias y bajas de la sociedad isleña,
el compromiso se convertía en un valor fundamental. Se trataba de corresponder
con lealtad al protector que había favorecido a un individuo o a una familia.
Al recibir un beneficio, quedaba sellado un compromiso que se llevaba con
fidelidad, tanto por agradecimiento, como porque la posición económica y social
lograda dependía del dominio político de los benefactores. Semejantes ligaduras
daban cohesión a las redes clientelares y proporcionaban consistencia al
Caciquismo. Se formaba así una clientela integrada por personas "que
obligadas por las necesidades de la vida, u obedeciendo a la antigua rutina que
creen un deber, dicen ser de fulano o de zutano" (A los obreros,
Germinal, La Palma,
26 de diciembre de 1908).
El apoyo de la Iglesia.- El
discurso del patrocinio estaba reforzado por las ideas de disciplina y
resignación difundidas por la
Iglesia, Institución que desplegaba un importante ascendente
sobre la sociedad isleña. La prensa republicana comentaba las dificultades que
encontró para divulgar su discurso emancipador y romper la cultura de la
sumisión propia del caciquismo. Según sus recuerdos, el Clero y el Cacique
procuraron cerrar el paso a otros programas ideológicos, llegando "el
clero" a amenazar "a su grey con la excomunión si leían
libros o periódicos que no fueran partidarios suyos" (El Tiempo,
La Palma, 27 de
febrero de 1932).
Santiago González
La Plaza
El caciquismo en La Palma entre 1874 y 1936
(1).-
Elapuron.com
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