UNA HISTORIA
RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1911-1920
CAPITULO-VII
Eduardo Pedro
García Rodríguez
1912.
Icod de los vinos, Chinech (Tenerife), como otras
tantas localidades de la isla de Tenerife, surge en el menceyato guanche que le
da nombre, en torno al año 1496, una vez dada por finalizada por Alonso
Fernández de Lugo la invasión y conquista de la isla. En 1501 se comenzó a
construir su primera iglesia, dedicada a San Marcos, una escultura flamenca que
la leyenda atribuye su aparición en una cueva de la playa de su nombre. El
primer sacerdote que oficiaría misas sería el portugués Ruy Blas, que dará su
nombre a una zona de Icod donde se le concedió datas de tierras por parte del
Adelantado por su participación en la conquista como capellán. Como muestra de
su rápido crecimiento en 1514 quedó convertida en parroquia, segregándose de la
de Santiago Apóstol de Realejo de Arriba. Con anterioridad a 1517 contó con su
primer párroco, que sería Roberto Saulo. En 1533 Carlos V por Real Cédula
señaló los límites de su jurisdicción, dándole diez leguas hasta la localidad
de Adeje y dejando rentas para un solo beneficiario. Eran a mediados del siglo
XVI ya ten crecidas que pudo contar por Real Cédula de Felipe II de 1560 con
dos párrocos. Tal riqueza albergaba que las rentas del párroco en 1590, siendo
obispo Fernando Suárez de Figueroa, alcanzaban a 400 ducados, superando los 300
de Garachico, lo que demostraba el espectacular crecimiento de la localidad a
partir de la segunda mitad del siglo XVI con el auge del cultivo de la vid. Se
decía de él “ninguno mejor que él”.Icod de los Vinos, fue una localidad que
creció rápidamente desde los albores de la conquista, poblada por un elevado
número de inmigrantes foráneos que se fusionaron con los aborígenes. Contó
desde sus inicios con un alcalde real o pedáneo dependiente de La Laguna, que era el único
ayuntamiento y juzgado de la isla con facultad para dilucidar pleitos civiles
de hasta 600 maravedíes y en los criminales para substanciar los procesos.
Entre sus colonizadores destacaron los portugueses que en elevado porcentaje
emigrarían hacia la localidad convirtiéndose en los impulsores de su
agricultura, tanto de los ingenios azucareros, en los que eran depurados
especialistas y técnicos en la próxima Madeira, como en la vid y la agricultura
de autoconsumo. Una huella que persiste en numerosas palabras que
empleamos en esa órbita y en los métodos de cultivo como los de la vid que en
Icod son de honda procedencia lusitana, como es el levantado de las horquetas.
En la localidad se estableció desde 1505 el primer ingenio azucarero por el
conquistador Alonso Fernández de Lugo, que se reservó también las aguas y
veinte fanegadas de tierras. Empleaba tanto trabajadores libres como esclavos.
En 1506 ya contaba con unos 40 vecinos, lo quiere decir una población sobre las
200 personas. Pero sus condiciones naturales no eran especialmente para el
cultivo azucarero, sino para el viñedo, en el que ganaría en preponderancia
sobre Garachico. Es por ello pueblo dependiente de aquel en la órbita
mercantil, aunque desde la caleta de San Marcos habrá un cierto comercio y se
desarrollaría una primaria construcción naval con astilleros gracias a las
ricas maderas de sus bosques por entonces vírgenes. Mientras que la caña de
azúcar hasta mediados del siglo XVI fue el cultivo hegemónico, Garachico será
la capital demográfica y económica de la comarca de Daute.
No obstante, a medida que avanza la centuria Icod sigue creciendo en población y prosperidad. En 1585 contaba ya con 350 vecinos, lo que da un total aproximado de 1750 habitantes, frente a los 520 (2600 h.) que albergaba Garachico. En torno a esa época Fray Alonso de Espinosa diría de él que era un pueblo de mucha vecindad y hombres honrados y ricos, está edificado en la falda del Teide con buenos edificios y hay en él mucha madera. El portugués Gaspar Fructuoso lo definiría como villa de doscientos vecinos, casi todos portugueses, rico de vinos, labores y crianzas. Hácese mucho vidrio que va para otras islas y algunas veces para las Indias de Castilla para hacer estilas aguardientes para las minas por ser vidrio muy duro. Dejo testimoniado la riqueza de sus campos, pues entre Icod y Garachico había 2 leguas de viñas y cañas de azúcar.Es a partir de las últimas décadas del siglo XVI y especialmente en la primera mitad del siguiente donde crece y se expansiona considerablemente Icod con el auge vinícola. Sus tierras eran óptimas para el cultivo de la vid, especialmente de vidueño, que proporcionaba un vino blanco de relativa graduación que encontraba un amplio mercado en las colonias portuguesas y británicas de América. En menor medida del malvasía, un vino de alta graduación con diferentes variedades (dulce, blanco y seco) que encontraba demanda en Europa, especialmente en Gran Bretaña. No es casual por ello que sea el siglo XVII la centuria de su consolidación, donde se construirían sus edificios e iglesias más suntuosos a tenor de la riqueza y prosperidad de sus caldos, y en el que su elite nobiliaria iniciaría un proceso de vinculación de sus propiedades para evitar su disgregación y para consolidarse como tales a través de los mayorazgos, por los que el primogénito heredaba en usufructo el gruesos de la herencia. El crecimiento demográfico nos puede ayudar a entender la evolución social y económica de Icode en una centuria de crecimiento. En 1676 ya contaba con una población de 3006 habitantes, lo que lo convertía en la tercera localidad de la isla, superada ya sólo levemente por Garachico, que contaba con 3025, La Orotava (5782) y La Laguna (6683). Nuñez de la Peña diría en 1678 que “puedes ser villa, por ser tan grande, con gente en su jurisdicción de todos frutos, de vinos de malvasía, trigo, centeno y otras semillas, lábrase mucha seda”. Dice que cuenta con la buena parroquia con dos beneficiados y buenos capellanes, y que sus vecinos son amantes de la música, que “todo los de este lugar son más a ella que otros, y los más tienen buenas voces”. También constata que se conocían entre sí por sus apodos más que por sus apellidos. Por esa fechas ya albergaba dos comunidades regulares, los franciscanos y agustinos, y un monasterio de monjas bernardas. Destaca la devoción que gozaba San Felipe Neri y su ermita, “de mucha devoción en toda la isla” y la existencia de dos escribanías, el mismo número que Garachico, lo que es indicativo de su expansión e intensa actividad mercantil.En 1591 sus milicias quedaron desmembradas de la dependencia y sujeción de Garachico, una pugna que será constante en la lucha por la hegemonía de Daute entre ambos municipios. En 1687 logró alcanzar la independencia también en la órbita inquisitorial con la consecución de una Comisaria de la Inquisición propia. Contaba con un hospital para pobres desde 1555 que en 1697 fue ampliado con la constitución de un patronato al Canónigo de la Catedral de Las Palmas Francisco Leonardo de la Guerra. Desde 1585 contaba Icod con un convento agustino bajo la adveración de San Sebastián. Se estableció en una antigua ermita de ese nombre. Su patronato fue más tardío y recaería en 1655 en uno de los más ricos e influyentes aristócratas de la localidad, Blas de Alzola y Torres. En 1630 se erigió el convento de las bernardas de Icod que sucumbió en el incendio que asoló Icod el 2 de mayo de 1798, en el que se incendiaron también otras seis casas, entre ellas la de la alcaldía. Aunque había tratado de fundarlo Gaspar Alfonso de Albarnaz, sólo su hijo Domingo pudo acceder a su patronazgo. Finalmente en 1641 se fundó el último convento de Icod, el franciscano del Espíritu Santo, recayendo también su patronato en la familia Alzola.Establecimientos que nos hablan de la riqueza que fluía por la localidad en los años de expansión vinícola. Es también la época en que se conforma en buena medida su trama urbana. En 1676 se traslada desde La Centinela su calvario hasta su actual emplazamiento. Por esos mismos años se derruyen varias casas para en su solar proyectar uno de sus ejes más señeros, la Plaza de la Pila. No sólo se fundaron conventos, también desde 1636 se contaba con un Area de Misericordia, institución creada por la parroquia que venía a cumplir la finalidad de los pósitos en otros pueblos, adelantado la semilla por un interés bajo a los labradores pobres. Las ermitas también proliferaban en los distintos pagos y en el caso de Icod, como símbolo de la opulencia y esplendor de sus clases dirigentes. El Buen Paso en 1618, El Amparo, bajo el patrocinio de Fray Pedro de la Cruz, San Felipe Neri en 1651, por el Licenciado Gonzalo Báez Borges, San Bernabé por Nicolás Agustín de Alzola en 1709 en la Vega, San Antonio en 1658 a partir de una capellanía del presbítero Juan Antonio Maderos y Sta. Bárbara por el comisario de Santo Oficio Manuel Pérez Rijo en 1712.Con la crisis paulatina de los caldos el último tercio del siglo XVII, América pasa a ser una vía por la que Icod hace frente a la crisis vinícola. La prácticamente total desaparición de las exportaciones de malvasía se ve sustituida pos vidueños y aguardientes de parra que tienen salida en las colonias inglesas de América del norte y en las Indias Españolas. Las medias de seda son un importante complemento a sus exportaciones y son la salida de numerosas mujeres para sobrevivir ante la emigración de sus maridos. Más de 70 telares de seda existía en Icod en 1770 cuando ya se sentían los efectos de sus crisis por la competencia exterior a partir del libre comercio en las Antillas. Numerosos icodenses emigraron a las Indias, en su gran mayoría a Cuba y Venezuela, pero también al Yucatán mejicano y a santo Domingo. Enviaron remesas y objetos de arte para ayudar a sus familias y mostrar su devoción a su pueblo natal. Algunos retornaron e hicieron negocios allí, invirtiendo sus ganancias en la localidad, bien en la mejora de la agricultura, la construcción de casas o para demostrar su riqueza y lustre ante sus conciudadanos. Fue el caso de Marcos Torres, regidor perpetuo de la isla, residente muchos años en Campeche e importante comerciante con Indias que en 1758 erigió la ermita de Nuestra Señora de las Angustias. Un pariente suyo obtuvo en 1766 escritura de dotación de la de Nuestra Señora del Tránsito. Finalmente en los anejos del convento franciscano Gabriel Hurtado de Mendoza, Isabel Domínguez y su hijo Fernando, que llegaría a ser regidor en el cabildo de la Laguna acometieron la de la capilla de Nuestra Señora de los Dolores, cuya capellanía data de 1770.Todos estos factores explican que, pese a la creciente migración, Icod mantenga población e incluso crezca, mientras que, por el contrario el puerto de Garachico, la pierda ampliamente, con lo que la hegemonía icodense en la comarca será notable en el siglo XVIII, máxime después de la erupción en 1706, que minó su puerto y con el Reglamento de 1718 que le impidió comerciar con Indias. En1776 Icod contaba con una población de 4468 habitantes, mientras que Garachico sólo tenía1895. La década de los 70 del siglo XVIII y los catorce primeros años del siglo XIX fueron años de gran expansión económica en Icod, gracias al último período de expansión vinícola debido a las exportaciones a los Estados Unidos y el bloqueo continental de Europa por Francia para obstaculizar el comercio británico. De esta forma los vidueños icodenses tenían amplia salida en los mercados exteriores, la producción aumento espectacularmente y los precios se incrementaron. Pero fue un espejismo pasajero, la crisis vendrá con gran intensidad tras la paz, agravada por la Emancipación venezolana y las considerables quiebras que ocasionaría en sus emigrantes la pérdida de vidas y la destrucción de propiedades en una larga y sangrienta contienda. La cotización de los vinos drásticamente cayó. El oidium y mildium en las décadas posteriores arruinarían buena parte de los viñedos que desde el siglo XVI habían dado nombre al municipio.La hegemonía y esplendor económico de Icod en esos años llevó a sus grupos dirigentes a tratar de imponer la hegemonía política y judicial en la comarca. Juan Antonio Bañes en 1804 recibe una comisión de Gobierno para poner en venta Bienes eclesiásticos. En ella se propone la necesidad de contar con una alcaldía mayor en la zona, pues todos los pleitos tenían que dilucidarse en La Laguna. Pero nada se hace hasta que con irrupción del régimen liberal con la Constitución de 1812 se crean los actuales ayuntamientos y se debe proceder a las elecciones para la Diputación Provincial las Cortes Generales. De esa forma Icod adquiere el rango de ayuntamiento independiente y ve ampliadas sus atribuciones municipales hasta entonces limitadas a un simple alcalde pedáneo. La Junta preparatoria para las elecciones de diputados a Cortes de 1813 lo designa como cabeza de la circunscripción de Daute. Comienza de esa forma el largo conflicto jurisdiccional entre Garachico e Icod, que se paraliza y reactiva con los sucesivos cambios políticos. El absolutismo en 1814 acaba con el nuevo modelo municipal y vuelve a la situación anterior. En 1820 vuelve a reactivarse el pleito con la restauración del régimen liberal, pero nada se dictamina finalmente. En 1823 vuelve a caer cuando se había nombrado juez de primera instancia para Icod. En 1826 Fernando VII como monarca absoluto de por ahora la capitalidad de Daute a Icod. El 28 de junio de 1833 se por concluido para siempre el litigio con la proclamación definitiva de la Ciudad del Drago como la capital de la comarca. Pero tan sólo dos años después, la reestructuración judicial gubernamental suprime su juzgado de primera instancia, que no volverá a recobrar hasta 1912. (Manuel Hernández González (Doctor en Historia de América y profesor titular de la Universidad de La Laguna)
1912.
La coyuntura que
hace posible la cuasi autonómica ley de cabildos de julio de 1912, está
señalada por la momentánea ruptura del omnimodo poder local de León y Castillo
y por el bloqueo de sus influencias en Madrid. A ello contribuirían, entre
otros factores, la asamblea provincial de Santa Cruz de Tenerife de 1911, el
plebiscito que auspició el abogado majorero Manuel Velázquez Cabrera, las
elaboraciones teóricas del republicano palmero Pedro Pérez Olaz, la actuación
en Las Palmas del partido de Franchy y Roca y la creciente oposición tinerfeña.
Los cabildos, no obstante, sirvieron al cabo para articular con una nueva forma
administrativa la dominación de los mismos grupos de poder, subsistiendo las
tensiones tradicionales con la diputación provincial. La desaparición de este
último organismo y la división de 1927, con el creciente papel de las
instituciones insulares, crean el marco peculiar que alberga los marginales
proyectos autonómicos de la Segunda República española.
Componentes del
primer cabildo grancanario, elegido por el art. 29, donde los republicanos
federales apenas consiguieron dos puestos frente al absoluto predominio
leonista.
1912.
Renè Verneau, que visitó Lanzarote entre 1876-78, indica (Cinq années de
séjour aux Iles Canaries. París, 1891) dice que tras la erupción
"entre las plantas introducidas hay una que prospera: la vid. Esta produce
un vino blanco, que marca de 12
a 13 grados, muy agradable al gusto y que tiene además
la ventaja de ser muy barato", añadiendo luego: "¿Es necesario hacer
el elogio del vino, o mejor dicho, de los vinos de Canarias?. Los vinos blancos
de Lanzarote, que no tienen sino 11 o 12 grados, podrían pasar entre nosotros
por grandes vinos. Los vinos tintos ordinarios de Gran Canaria, cuando no están
adicionados con alcohol, tienen de 12
a 14 grados. Estos, lo mismo que los de Lanzarote, se
encuentran a 25 francos el hectolitro".
Hasta finales del XIX la viticultura
lanzaroteña conservaba un valor refugio dentro de la producción agrícola.
Aunque existían grandes propietarios de viñedos y grandes bodegas (a escala
lanzaroteña, claro), el cultivo estaba bastante repartido de forma que rara era
la familia que no contara con sus propias viñas. Y hasta hace treinta años
poseer viñas equivalía a realizar la vinificación, en primer lugar para el
propio consumo y, el año que hubiere sobrante, para su venta a granel.
Conocemos las vendimias de El Grifo en los
años 1898-1912 merced a los libros de comercio de dicho período, llevados por
su propietario Manuel García Durán. Puede hacerse un seguimiento de los
rendimientos por cuanto que cada finca que integraba la propiedad familiar
llevaba la indicación individualizada del número de cajones (cajas de camello)
recogidos. El cajón o caja del camello contenía unas cinco cestas de unos 20 kg cada una; es decir, 100 kg. En cada viaje el
camello transportaba dos cajas, 200
Kg. aproximadamente.
La producción anual de El Grifo en el
período indicado excedía de las doscientas pipas.
La de 1903 fue la mayor, sobre las
trescientas cincuenta pipas, equivalente a 164.000 litros, es
decir, se procesaron unos 235.000
Kg. En dichos libros se recogen las ventas a Gran
Canaria (especialmente la zona de Arucas, de donde provenía su yerno Domingo
Lorenzo Viera, que dirigió la bodega varios años) y Tenerife. Estos vinos
lanzaroteños eran, según Verneau, blancos y ligeros, de entre 11 y 13 grados.
No se utilizaba alcohol excepto para
apagar el moscatel, que se vinificaba en mistela. El vino más abundante era el
blanco, de no elevado grado alcohólico aunque algo más que los actuales, del
orden de 12-13º. Esporádicamente se elaboraba vino dulce y la uva negra era muy
escasa y raramente vinificada en tinto.
Los Informes Consulares Británicos de 1898
explican cómo el vino de Lanzarote era exportado en una buena parte a Gran
Canaria y Tenerife, que lo utilizaban para mezclarlo con vino peninsular y
venderlo como autóctono de aquéllas islas añadiendo: "El vino barato de
Lanzarote, un excelente vino blanco ligero de pocos grados, también se utiliza
para dar sabor a la mezcla. Este proceso de mezclas se interrumpió
momentáneamente cuando los impuestos de importación sobre bebidas alcohólicas
subieron y muchos productores vinícolas tuvieron que suministrar el vino auténtico,
el cual, aunque mucho más entero que el vino manipulado, no gustaba tanto al
paladar".
A finales del siglo XIX y principios del
XX comienza una renovación tecnológica con la llegada a algunas bodegas de las
primeras prensas verticales en sustitución de la prensa de viga que, sin
embargo, no ha desaparecido completamente. Las prensas de burra dejaron de
funcionar. Se introducen las bombas manuales de trasiego. Pero el cambio más
importantes para la cuestión tonelera fue la instalación en varias bodegas, en
los años veinte y treinta del siglo XX, de depósitos de cal y canto para la
fermentación y guarda de los vinos. Dado que la cal ataca los ácidos del mosto
o el vino, había que recubrirlos con una fina capa de cemento, muy caro en
aquella época. Los de El Grifo fueron proyectados por el ingeniero lanzaroteño
Jorge Morales Topham y se revistieron, en vez de con cemento, con baldosas de
cristal traídas de Bélgica y que todavía pueden observarse en el Museo del
Vino. La servidumbre de los toneles, como envase único para la fermentación,
conservación y el posterior transporte, desapareció en buena parte.
En 1930 había doce establecimientos de
vino en la capital. Normalmente correspondía a bodegueros que abrían locales en
el Puerto de Arrecife tanto para la venta al público de los caldos como para el
almacenamiento previo a la exportación. El vino se transportaba desde las
bodegas en carros tirados por mulos, con unas dos pipas de carga, gracias a las
incipientes vías de comunicación para tráfico rodado.
A partir de los años sesenta, con el
crecimiento turístico, la mayor parte de las bodegas tradicionales
desaparecieron. Los camellos, que fueron esenciales en la viticultura de
Lanzarote tanto en el movimiento de arenas como en el transporte de la vendimia
y de los mostos y vinos, también desertaron de la agricultura en dicha década,
irrumpiendo por el contrario en el sector turístico.
Pero incluso a los depósitos de obra civil
les llegó el relevo. A instancias del enólogo lanzaroteño Francisco María
Rodríguez Ferrer llegaron a Lanzarote los primeros depósitos de acero
inoxidable en 1980. En 1982 a
propuesta del Director de El Grifo Felipe Blanco Pinilla (que llevó a cabo una
profunda renovación de los vinos tradicionales, primero en Lanzarote y luego en
Tenerife, en Viña Norte), se completó la sustitución de las tanquillas de cal y
canto recubiertas de cristal por depósitos de acero inoxidable tanto para la
fermentación como para la conservación de los vinos. atlánticos), de 480 litros.
Ahora en el siglo XXI queda por hacer la
revolución vitícola, renovando los marcos de plantación para posibilitar la
utilización de la pequeña maquinaria, sustituyendo los actuales muros
circulares por otros en hilera. También hay que conseguir una selección clonal
de nuestros varietales e introducir el riego en la viña que minimice el estrés
hídrico (con lo que conseguiremos mayor calidad de la uva), aprovechando las
aguas depuradas que hoy se vierten al mar. (Juan José Otamendi).
1912. Los aparceros de la Hacienda Aldea
de San Nicolás en Tamaránt (Gran Canaria) protagonizan una insubordinación generalizada de los
medianeros, cuando optan por negar la entrega de la renta a los propietarios y
comercializar la producción tomatera en los almacenes de empaquetado de Fyffes,
Mr. Dum, Castillo y otros.
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