miércoles, 12 de febrero de 2014

FRANCISCO CABRERA SAAVEDRA






En Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma) Nació Francisco Cabrera Saavedra. Hijo de Nicolás Cabrera González,  y de Bibiana Saavedra González. Tenía 2 años de edad cuando sus padres emigraron a Cuba y se establecieron en Caibarién, donde, a base de sacrificios debido a la falta de recursos, pudo estudiar. Se hizo profesor de primera enseñanza y en 1868 se graduó en la Escuela Normal de Guanabacoa. Más tarde pasó a Estados Unidos y de allí a su tierra natal con objeto de terminar el bachillerato y poder entrar en la Facultad de Medicina de Madrid (España), en la que obtuvo la licenciatura en 1875. Para regresar a Cuba, opositó a Médico Militar y, ya en La Habana, renunció al cargo para ingresar en la Universidad y lograr su doctorado. Profesional eminente, de un prestigio extraordinario y de un renombre sobresaliente en el terreno científico del país, fue el primer médico que practicó una laparotomía en Cuba y, en razón de sus méritos, el Presidente de la República Mario García Menocal le ofreció el nombramiento de Rector de la Universi­dad de La Habana, si renunciaba a su ciudadanía, pero no lo aceptó y murió siendo canario. Diputado a Cortes antes de la independencia cubana; Presidente del Colegio de Médicos; de la Compañía de Ferrocarriles; de Honor de la Academia de Ciencias y de la Asociación Cubana, en cuya clínica se colocó un retrato al óleo en el pabellón que llevaba su nombre, gozó de gran influencia en los círculos científicos, sociales y financie­ros de aquel país, del que había tenido que salir en 1898, junto con otros ciudadanos prominentes, ante el temor de los sufri­mientos que podrían sobrevenirle a su familia al iniciarse el bloqueo de la isla cuando el Congreso de los Estados Unidos votó la resolución de considerar al pueblo de Cuba libre e independiente. Casado con Laura Benítez Jáuregui, con la que alcanzó descendencia, falleció repentinamente en 1925 en el Hotel Majestic de París, al encontrarse de viaje con una de sus hijas. Sus restos llegaron a La Habana a bordo del “Alfonso XIII” el 17 de agosto de aquel año y se le tributaron toda clase de honores, con asistencia del entonces Presidente Gerardo Machado. Dos años después de su fallecimiento, con motivo de la inauguración del Congreso Cubano de Medicina, el 14 de diciembre de 1927, el profesor español Gregorio Marañón Moya glosó públicamente su figura.

Labor como cirujano

En el ejercicio de su carrera fue el precursor de la cirugía abdominal en Cuba, al practicar las primeras ovarioctomías exitosas en el país. Cuando los adelantos médicos determinaron la necesidad de la especialización, no titubeó en dejar las intervenciones quirúrgicas y dedicarse a la clínica o medicina interna.
Cabrera Saavedra fue el tránsito entre los médicos con métodos y práctica patriarcal del siglo xix y el nuevo clínico que ejerce la medicina de grupo. Heredó de los primeros la compenetración del médico con la familia, que permite a éste comprender cuándo un paciente no padecía de su físico, sino de las veleidades del alma o de neurastenia; y, de los segundos, el trabajo colectivo que representaba una mayor garantía para la curación del enfermo. Con la generación de Cabrera se perdió el llamado médico de cabecera o de la familia.

Etapa de 1880 a 1920

Entre 1880 y 1920 transcurrieron los años más brillantes de su provechosa vida. Materializó el amplio concepto de que no se puede ser un buen internista si se desconoce el quehacer quirúrgico, así como cirujano o especialista si se ignora la medicina interna. Fue el precursor principal del uso del laboratorio clínico en el ejercicio profesional. Por indicaciones suyas se hicieron estudios, no realizados hasta entonces, y creó modelos originales en cuanto a los análisis de orina y otros.
La reconstrucción de su vida permite demostrar la ideas de que canarios a Cuba no sólo llegaron hombres y mujeres robustos, poco cultivados culturalmente, dedicados especialmente a la agricultura, sino que arribaron personas de mucho valor, junto a las virtudes de laboriosidad, tozudez en el empeño, constancia y honradez, había que sumar la capacidad de alzarse ante la miseria y alcanzar altos peldaños en la vida intelectual.

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